lunes, 25 de marzo de 2013

¡Vuelvan caras, carajo!

¡Vuelvan caras, carajo!
Portada
Escribir una historia novelada o fabulada, o una novela de ambientación histórica no es fácil. Si el autor no investiga bien los personajes, la época y la cultura en que se desarrolla, y no la hace creíble, el resultado será ramplón, mediocre, arrollable. A veces he tenido sorpresas desagradables al leer este género y termino sintiéndome timado con obritas que, a pesar de los que digan los editores en la contraportada, no valen el papel en que están impresas.

No es éste el caso de ¡Vuelvan caras, carajo! (Editorial Pre-textos, Valencia, 2009), del periodista colombiano Rafael Baena. Lo he disfrutado de punta a punta; ameno, bien estructurado, creíble en su ambientación y con un buen mensaje que cala en el lector. Eso es lo que uno busca en este tipo de novelas. A medida que profundizaba la lectura, sentía necesidad de revisar los datos aportados por autor, con mi diccionario de historia; todo era verídico y bien investigado.

La trama es simple. En 1831, el Capitán (r) Angus Malone, que había sido voluntario británico en el Ejército Libertador, escribe sus memorias de campaña y las publica en Edimburgo en lengua castellana. Tales memorias son también la vida del Negro, su amigo entrañable Juan José Rondón en la campañas de los Llanos y en Nueva Granada, hasta la muerte del héroe en 1822. Es la guerra, siempre cruel, y la amistad de dos personas pertenecientes a mundos diferentes. Es la humanidad en medio del horror de la guerra. La narración en primera persona hace de esta novela algo más íntimo.

De la obra nos dice el autor:
Coronel Juan José Rondón
... al reflexionar sobre la violenta realidad de Colombia, pensé que una forma elegante de explicarla tendría que ser proponer al lector un viaje al pasado, haciéndole ver que la ignorancia asesina y la intolerancia ciega no son fenómenos de los siglos XX y XXI sino que están afincadas en la memoria genética nacional desde hace centurias.
Leí además sobre un escuadrón de caballería rebelde que, tras las guerras de independencia, deambuló por Suramérica alquilando sus fuerzas al mejor postor. Escudriñé aquí y allá en busca de más pistas de tan singular historia, pero en medio de la resultante avalancha de fotocopias y versiones contradictorias, la que saltó fue la figura de Juan José Rondón, oficial de la caballería de Simón Bolívar, un hombre a carta cabal que hoy, dos siglos después, luce el más precioso trofeo que puede recibir el guerrero de alma generosa: el olvido eterno.
Juan José Rondón falleció como Aquiles, herido en el talón durante la campaña por la toma de Puerto Cabello, en un encuentro con tropas realistas (Naguanagua, 23 de agosto de 1822). Allí concluye la narración del oficial británico:
Rafael Baena
Autor
Así, sin más. Adiós al Negro. Volví a leer la fecha en que había sido dictada la carta y miré hacia la pared donde reposaba mi sable de batalla, sin poder desprender los ojos de ese punto, como si mi vida dependiera de tan tenue asidero. Intenté durante recordar, sin conseguirlo  qué demonios estaba haciendo yo aquel 10 de agosto mientras él era lanceado en su pie. Pensé en Aquiles para consolarme, pero la verdad es que ni ése ni ningún otro recurso ha servido para borrar de mi memoria la imagen de Juan José Rondón, coronel de los ejércitos de Colombia, comandante general de la Caballería de la Guardia del Libertador, oficial a carta cabal y hombre de familia que, por encima de todo eso, fue un amigo. Del alma.



2 comentarios:

  1. Hasta ahorita esta editorial PRE-TEXTOS no me ha decepcionado en los pocos libros que he leído de ellos.

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