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domingo, 6 de octubre de 2013

El mito de Amalivaca

El mito de Amalivaca, por César Rengifo. Mosaico instalado en el Centro Simón Bolívar. Caracas
Foto de Brisa del Mar
Una de las pocas fotos buenas que he visto del mural de César Rengifo que encabeza este artículo es la de Brisa del Mar. No conozco a la fotógrafa (o fotógrafo), pero veo que se esmeró en buscar un buen ángulo en que apareciera buena parte del mosaico. El lugar es un poco oscuro, la iluminación no es favorable y el sitio no es el más seguro de Caracas. La obra ha sobrevivido a años de buhonería, descuido y vandalismo. Muy bien, me dije -luego de capturar la imagen de la Internet-, ya podré escribir sobre este mito tamanaco que recuerda a Deucalión y Pirra en el mito griego (aquí).

Seguiremos la narración del mito de Amalivaca según Kuai-Mare. Mitos aborígenes de Venezuela (Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas, 1993), de María Manuela de Cora:
Cerca de la sierra encaramada, a orillas del Cuchivero, habitaron los tamanacos, que se alimentaban de frutos silvestres y pescados que cogían en las quebradas de la sabana o entre las aguas del Orinoco.
Al Orinoco llegaban el Suapure, el Caura, el Cuchivero y otros muchos ríos, entregándole sus corrientes y aumentando así su poderoso caudal, que se encrespaba unas veces en torbellinos de espuma, deslizándose otras sobre la tierra suavemente, como una enorme culebra.
Habitaciones arborícolas en áreas anegadizass del Orinoco.
Grabado del siglo XIX
Tomado de www.laboratoriodeurbanismo.blogspot.com
En cierta ocasión el gran río comenzó a rugir como si de su fondo estallasen los truenos y rayos de una tormenta. Elevó después sus aguas, se desbordó de su cauce y saltó a borbollones por encima de las matas y de los árboles, sobre las rocas y los cerros, anegando las chozas de las gentes y dejando cubierta toda la superficie de la tierra.
Los tamanacos quedaron ahogados por aquella gran inundación y sólo lograron salvarse un hombre y una mujer que se refugiaron en la altísima roca Tepu-mereme, sobre la gran cordillera que se levanta frente al río.
Desde allí pudo ver la pareja cómo las aguas habían cambiado el aspecto del mundo y cómo en lugar de los valles, de las palmeras y de ceibas, flotaban restos de troncos desgajados, rocas desprendidas, fango y rotos bejucos entre las aguas enfurecidas del gran río, que todo lo había destruido y transformado
Llenos de temor, los ojos del hombre y de la mujer sólo alcanzaban a ver el agua que se batía contra la montaña, con un desconocido estrépito nunca hasta entonces escuchado por las gentes.
Pero cuando ya pensaban morir sobre la roca, vieron de pronto una extraña canoa que avanzaba por encima del oleaje, manejada por un hombre alto y fuerte, de agudos ojos brillantes por la luz.
Mapa del curso superior del Orinoco, según Georges Roux, para
la primera edición de El soberbio Orinoco de Julio Verne. 
Era Amalivaca, padre de las gentes que nacerían después, el cual traía con él en la canoa a su hermano Vochi y a sus dos hijas.
Cuando Amalivaca llego a la Encaramada, pintó sobre la roca Tepu-mereme las figuras de la luna y el sol, atracó luego en una gran caverna abierta en la montaña, y comenzó a rehacer el mundo ayudado por su hermano Vochi, y a arreglar las aguas del río para que volviera de nuevo a su cauce.
Y Amalivaca pensó:
-Si las aguas fuesen hacia arriba y hacia abajo, las gentes no tendrían que cansarse tanto navegando contra corriente y podrían subir y bajar con facilidad.
A Vochi le pareció bien esta idea, y los dos se pusieron a trabajar con toda su fuerza, mayor que la de ningún ser humano, para conseguir su propósito; pero aunque lo intentaron durante mucho tiempo, no pudieron lograrlo, y entonces hicieron que las corrientes bajasen de la montaña hacia el mar y que el viento soplase del mar a la montaña, para que no fueran tan difícil a los hombres remontar el Orinoco.
Después, Amalivaca tocó su tambor, que era una enorme piedra que sobresalía en las llanuras de Maita, y dijo a la pareja:
-He venido de un lugar que está más allá de la otra orill del río y quiero que repobléis de nuevo la tierra.
Frutos de moriche (Mauritia flexuosa)
-¿Cómo haremos para ser pronto tantas gentes como habíamos antes de la inundación? -le preguntaron ellos.
-Coged los frutos de la palmera moriche y arrojadlos hacia atrás por encima de vuestras cabezas -les contestó Amalivaca.
El hombre y la mujer buscaron la palmera de la vida, que otra vez alzaba sobre la tierra seca su tronco floreciente, le arrancaron los frutos y los arrojaron a su espalda, como se lo había dicho Amalivaca.
Y de cada semilla, en cuanto caía al suelo, se iba formando un hombre y una mujer tamanacos, que fueron los padres de las nuevas generaciones.
Las hijas de Amalivaca, acostumbradas a viajar con su padre por los ríos y caminos de la tierra, andaban siempre por la montaña y el bosque, cortando orquídeas para adornarse el cabello; pero Amalivaca quiso que ellas fundasen una raza de hombres y, quebrándoles las piernas para que no pudieran seguir corriendo de un lado a otro, las unió a los varones nacidos de las semillas del moriche, para que fuesen origen de las gentes.
Después de aquello, el padre y salvador de los tamanacos, el  gran Amalivaca, de ojos brillantes como la luz y fuerzas más poderosas que las del gran río, se embarcó de nuevo en su curiara, remontó la corriente del Orinoco y se marchó más allá de la otra orilla, hacia lugares desconocidos, de los que nunca volvió.
Palma moriche en los llanos del Orinoco. Foto de la SVCN
Y sus descendientes se extendieron por la tierra y aprendieron a construir churuatas para defenderse de las lluvias; desbrozaron los bosques para plantar sus conucos y sembraron en ellos yuca y maíz; tejieron cestos y chinchorros con las fibras de las palmeras, y formaron azadas y palos, totumas, taparas, vasijas para cocinar sus alimentos y arcos y flechas para derribar a los venados y a los manatíes.
Arrancaron el brillante plumaje de los arrendajos y de los papagayos para adornar sus cabezas, y formaron con los huesos y las pieles de los animales flautas y tambores para acompañar los movimientos rítmicos de sus danzas sagradas.
Y los más valientes de entre sus hombres fueron nombrados caciques por la tribu, y llevaron a las gentes a la victoria en las luchas contra las tribus vecinas...
Hasta aquí dejo el texto de la señora María Manuela de Cora. Le faltan algunos detalles que, de niño, conocí en la escuela y le agrega otros que no corresponden al mito y muestran errores geográficos e históricos. En Wikipedia aparece un artículo que incorpora el texto de Luis A. Paul y otros que lo complementa. Se puede leer ingresando por aquí.

No es de extrañar que los tamanacos remontaran su origen a la semilla de la palma moriche. Es esa una planta que se puede considerar "el árbol de la vida". Ofrece su madera, fibras, frutos y hasta sus parásitos al hombre para su cobijo y alimentación.


versión del mapa de la parte oriental de la Terra Firma y Guayana, por Theodore de Bry (1599). Se ven seres fantásticos que recuerdan las descripciones de pueblos de la antigüedad clásica. La UCAB posee una copia de esta Carta.
Tomado de www.aleteia.org

En el cartucho inferior se lee: Tabula Geographica nova Omnium oculis exibens et proponensVerissimamam descrptiom potentissimi  et aurifen Regni Guiana Sub linea aequinotiali inter Brasiliam et Peru siti per nautam aliquem qui Gualterio Ralegh navigatione semper adfuit delineata.


domingo, 21 de abril de 2013

Hora del té con Reynaldo y Marcel

Ensamblaje Reynaldo Hahn is hosted for tea by Marcel Proust in his cork walled parlor.
Tomado de 
http://junkthief.blogspot.com/search/label/Reynaldo%20Hahn

Desde hace tiempo quería subir a esta bitácora un artículo que vincule lo gastronómico con lo literario y lo musical. Pensé en el recetario de Georges Sand que tengo en casa, pero últimamente no me apetece complicarme en la cocina. Surge entonces otra pareja interesante: Reynaldo Hahn y Marcel Proust. Tal vez unas madeleines tomadas del recetario de Dining with Proust (o Proust, la cuisine retrouvée, su título original- Random House, Nueva York, 1992), que son fáciles de hacer, alguna cita literaria, y la música de Hahn será suficiente para la hora del té.

Chanson grises de Reynaldo Hahn
sobre textos de Verlaine
Reynaldo y Marcel se conocieron una tarde de 1894 en casa de la pintora Madeleine Lemaire. Era Proust a la época un joven dandy con un aire de permanente aburrimiento y aspiraciones de escritor. Hahn tenía entonces 19 años y ya había demostrado gran talento musical (había sido un niño prodigio, pero no explotado por sus padres, sino apoyado por éstos). Según leí en algún lado surgió un romance inseparable que duró dos años y una sincera amistad que se prolongó por el resto de sus vidas.

Nunca he podido leer más de una página de Proust porque "me da sueño" (más correctamente, me produce ennui, que no sólo significa aburrimiento). Lo contrario me sucede con mi coterráneo Reynaldo Hahn Echenagucia. En Venezuela su obra es poco conocida, aunque muchos saben sobre su carrera. Lo descubrí en Canadá a través de una un álbum de sus Mélodies, interpretado por Mady Mesplé (soprano) y Dalton Balwin (piano). Me gustó esa música intimista y seguí explorándola con Chanson grises con la voz del tenor Martin Hill y Graham Johnson al piano, y también en diversos álbumes de compositores franceses de fines del siglo XIX y principios del XX, lo que era otra forma de explorar la poesía amorosa gala. En la biblioteca de la Embajada reposaban algunas de sus partituras, pero lamentablemente mis conocimientos musicales no llegan a tanto.

A mi juicio, la colección más completa y bella está en el álbum Songs by Reynaldo Hahn (Hyperion, Londres), interpretada por Felicity Lott (soprano), Susan Bickley (mezzo soprano), Jan Bostridge (tenor), y Stephen Varcoe (barítono). Es una excelente antología que nos da un un panorama amplio de su obra, incluyendo algunas piezas corales; al piano está Graham Johnson  Lo compré, si mal no recuerdo, en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en 2002. A la interpretación impecable se une un libreto informativo muy completo, que incluye no sólo noticias sobre el autor y su obra, sino también un  breve análisis de cada una de las piezas presentadas.A través ese texto conoceremos algo sobre Reynaldo y de las piezas que escucharemos, mientras degustamos unas madeleines al gusto de Marcel.

Mi álbum favorito de Hahn. 2 Cds.
El libreto que acompaña el álbum comienza:
A pesar de que Reynaldo Hahn escribió y habló un francés exquisito, su lengua materna fue el español y su apellido alemán. Su madre era una católica venezolana. Su padre, Carlos Hahn, era judío nacido en Hamburgo que siendo joven se estableció en Caracas para hacer fortuna en América Latina. Reynaldo solía contar la siguiente historia acerca de su tierra natal: cuando Dios creó Venezuela le otorgó tan magníficas flores, aves, frutas, árboles, oro,  diamantes, etc. que el ángel Gabriel preguntó al Señor si no le estaba dando demasiado a ese país. "Ten paciencia, replicó el Creador, no he creado aún los venezolanos".
Los venezolanos tenemos la mala costumbre de expresarnos así de nuestro país; es algo que, además de desarraigo, denota una inconformidad criolla con la situación de la patria, pero no hacemos nada por mejorarlo. La familia de Reynaldo estaba socialmente bien ubicada en Venezuela. Por algún lado leí que don Carlos no sólo era un comerciante próspero, sino que participaba activamente en diversos campos de la vida nacional y hasta era compadre del Ilustre Americano y que por desavenencias con el poder, decidió llevarse a su familia a Europa. La madre, María Elena Echenagucia, pertenecía a una vieja familia caraqueña y era una persona culta y de gran sensibilidad. Las cualidades de la familia Hahn-Echenagucia les abrieron las puertas de los mejores salones del París de la Belle époque y, lo más importante, como buenos padres, se esmeraron en darle una educación esmerada a su numerosa prole.

No le faltaba razón a don Carlos al llevarse a su familia de Venezuela. La situación política, económica y cultural del país no era la más propicia para el desarrollo integral de su familia. ¿Qué hubiera sido de Reynaldo de haber permanecido en Caracas? Tal vez no hubiera pasado de ser un músico del montón, al servicio del tirano de turno. Recordemos que nació durante la autocracia guzmancista y falleció 13 años después de la muerte de Gómez. En Francia se formó e hizo una gran labor como compositor, crítico musical, director de orquesta, intérprete y musicólogo. Tuvo una vida interesante y rica.

Ayer, cuando me releía el libreto que acompaña el álbum me topé con datos ya olvidados. He aquí uno:
Reynaldo Hahn (1874-1947)
por Lucie Lambert
A la edad de 13 Reynaldo compuso la partitura de Si mes vers avaient des ailes, del inmortal Hugo, que fue publicada poco después por Le Figaro y de inmediato llegó a ser una pieza favorita. En 1890 Alphonse Daudet invitó al joven compositor a proveer la música para el drama L'Obstacle. (...) Él se refería a la música de Reynaldo como su chère musique preferée (su pequeña música preferida). Fue en casa de Daudet en 1893 donde la famosa cantante Sybil Sanderson interpretó las canciones de Reynaldo sobre textos de Verlaine. Edmond de Goncourt, a quien normalmente desagradaba la música, escribió sobre ellas en su su diario como vrais bijoux poétiques (verdaderas joyas poéticas). Estas fueron las Chansons grises. Verlaine mismo estaba presente en la ocasión. A pesar de estar envejecido prematuramente y enfermo, pudo escuchar estos viejos versos suyos que recibieron una vida musical que él pudo comprender. Indiferente a la musicalización de Fauré de estos poemas, Verlaine lloró al escuchar las canciones de Hahn. No menos que el poeta Mallarmé escribió las siguiente líneas sobre la ocasión:
La pleur qui chante au language
Du poète, Reynaldo
Hahn, tendrement le dègage
Comme en l'allée un jet d'eau.

(La lágrima que canta en el lenguaje
Del poeta, Reynaldo
Hahn tiernanente libera
Como una fuente en un camino.)

Escucharemos dos piezas interpretadas por la soprano Karina Gauvin y Marc-André Hamelin al piano:
(0:00) Si mes vers avaient des ailes, compuesta, como se dijo, a las 13 años de edad sobre versos de Victor Hugo. Es quizá la pieza emblemática de Reynaldo. Nos dice el crítico: la juventud del compositor hace más extraordinaria su perfección. Las marcas distintivas del estilo Hahn están allí: un acompañamiento que ondula en el fondo como el deshacer de una madeja de un material suntuoso, un fondo de aparente poca importancia que sin embargo da forma a la melodía como si el acompañante ejerciera la mano más ligera sobre el torno de un alfarero...
(02:29) A Chloris, compuesta en 1916 sobre un poema de Theophile de Viau, poeta del siglo XVII. Según el crítico: es la cumbre del arte de Reynaldo Hahn como pasticheur, y se ubica como quizá el más exitoso ejemplo de viaje musical a través del tiempo en el repertorio de la mélodie francesa (si se excluye la sin par obra maestra del estilo madrigal de Fauré, Clair de lune). En efecto, Reynaldo sabía utilizar elementos de la música antigua en sus composiciones para crear algo nuevo. Su amor por la música antigua lo llevó a preparar una edición de las obras de Rameau para instrumentos modernos. Hacer pastiche es un arte y Hahn sabía hacerlo, al extremo que a juicio de su contemporáneo Fritz Kreisler, Hahn tenía la habilidad de sugerir o evocar diversos períodos de la historia musical. Esta mélodie es, según el crítico James Day, una de las más arcaicas en estilo; un pastiche pseudobarroco de gran encanto y dignidad.



Marcel Proust (1871-1922)
por Jacques-Emile Blanche

Y de repente, se revelaba la memoria. El sabor era el de una pequeña madeleine que los domingos en la mañana en Combray (porque en esas mañanas yo no salía antes de ir a misa), cuando iba a darle los buenos días en su alcoba, mi tía Léonine solía darme, mojándolas previamente en su propia taza de té o tisana... 
Odette vertió el té de Swann, preguntó "¿Limón o crema?" y a su respuesta "crema, por favor" le dijo con una risa: "¡Una nube!" Y mientras él expresaba su excelencia, "Usted ve, yo sé cómo le gusta". Este té le había ciertamente parecido a Swann, justo como le pareció a ella, algo precioso y el amor tiene tal necesidad de encontrar alguna justificación para sí (...) que cuando él la dejó a las siete en punto para vestirse para la noche, en todo el camino a casa en su coche, incapaz de reprimir la felicidad con la cual la aventura vespertina lo había llenado, se mantuvo repitiéndose a sí mismo: "¡Qué grato sería tener una mujercita como esa en cuya casa uno podría siempre tener la certeza de encontrar, lo que uno nunca puede estar seguro de encontrar, una realmente buena taza de té".
Marcel Proust: Por el camino de Swann
Madeleines según la receta. Prometo una foto de mejor calidad.

MADELEINES

Ingredientes:
  • 100 gr. de mantequilla
  • 2 huevos
  • 75 gr. de harina
  • 10 gr. de miel clara
  • 1 pizca de sal
  • Azúcar impalpable (opcional, para decorar)

Preparación:
  1. Se derriten 7 cucharadas de mantequilla a fuego suave y se deja enfriar.
  2. Se baten por 5 minutos los huevos con el azúcar y una pizca de sal en un bowl, hasta que forme una crema alta y clara. Entonces se espolvorea la harina y se revuelve con la ayuda de una cuchara de madera. Se le mezcla la mantequilla derretida ya enfriada y la miel. Se mezcla bien, pero no vigorosamente.
  3. Se deja reposar en el refrigerador por una hora, luego se retira y se la deja llegar a temperatura ambiente por aproximadamente media hora.
  4. Se precalienta el horno a 425°F (220°C). Se derrite el resto de la mantequilla y se pintan los moldes para madeleines antes de llenarlos con la mezcla. Debe procurarse que los moldes queden llenos a los 2/3 de su capacidad para permitir que crezcan sin derramarse.
  5. Se hornean por 5 minutos si se usan moldes pequeños, o 10 si son grandes. Se las deja enfriar un poco antes de desmoldarlas y servirlas.
  6. Las madeleines se pueden servir acompañando postres, ensaladas de fruta, sorbetes o helados. También a la hora del té.


Espero no haber causado ennui y que hayan disfrutado las madeleines, la música y la culta compañía.





Letra

Si mes vers avaient des ailes!
Mes vers fuiraient, doux et frêles,
Vers votre jardin si beau,
Si mes vers avaien des ailes,
Des ailes comme l'oiseau!

Ils volariaent, étincelles,
Vers votre foyer qui rit,
Si mes vers avaient des ailes,
des ailes comme l'esprit...

Près de vous, purs et fidèles,
Ils accourraient, nuit et jour,
Si mes vers avaient des ailes,
Comme l'amour!
Victor Hugo (1802-1885)

A Chloris

S'il es vrai, Chloris, que tu m'aimes,
(Mais j'entends, que tu m'aimes bien),
Je ne crois point que les rois mêmes
Aient un bonheur pareil au mien.
Que la mort serait importune
De venir changer ma fortune
Pour la félicité des cieux!
Tout ce qu'on dit de l'ambroisie
Ne touche point ma fantaisie
Au prix des grâces de tes yeux.
Theophile de Viau (1590-1626)

martes, 5 de marzo de 2013

Canaima

Kanaima, por Mario Alberto Lopes
Los colores son míos.

Cuando narramos dos leyendas diferentes sobre el origen de los caribes, quedó pendiente comentar sobre Kanaima o Canaima. La imagen que encabeza este artículo impresionó a nuestra amiga mexicana Mayra Xquenda, quien me pidió que escribiera algo sobre ella. En el desorden que impera en mi biblioteca desapareció, hasta hoy, el libro Kuai-Mare, Mitos aborígenes de Venezuela (Monte Ávila Editores, Caracas, 1993), de la antropóloga María Manuela de Cora. El libro es un tesoro de mitos y leyendas de las diversas etnias que poblaron, y pueblan, el territorio de Venezuela: guaraunos, tamanacos, chaimas, timotes, yaruros, caribes, guajiros. Hay para todos los gustos. De allí tomamos hoy la leyenda caribe de Kanaima o Canaima.

El gigantesco Roraima, como la proa de un barco que navega entre nubes
Tomada de www.discover-ourworld.wordpress.com
¿Quién es Kanaima?
Por toda la geografía de la tierra venezolana, extendidos desde Coquivacoa al Río Negro, entre el mar Caribe y la sierra Pacaraima, los espíritus de la fiebre, de las convulsiones y del dolor de cabeza, los que llegan con el agua de los inviernos o la sequía de los veranos, son invocados con sonoros lenguajes primarios con nombres diversos; son conjurados y temidos; se los exorciza y se los ve salir entre la espuma del Orinoco o reír con espantable risa que suena como los truenos por detrás del Auyan-tepui o del gigantesco Roraima.
Pero independiente de todos ellos, como una gran nube oscura, está Kanaima, el espíritu de la venganza, que no es la fiebre, pero que puede ocasionarla; que no es el dolor, pero que puede provocarlo; que es para los indios, en la montaña, en el llano o en el río, en cada tribu y según el momento, siempre distinto, aterrador y difuso, algo que amenaza a todas las gentes y a cada individuo, pues una tribu entera o cualquiera de sus miembros debe pagar la deuda de sangre contraída por sus antepasados.
Mapa de la distribución de los grupos indígenas de Venezuela
Kanaima se distorsiona, se agranda o se empequeñece, se limita a un árbol o a una piedra o se extiende a representar al espíritu ofendido de toda una raza vencida hace innumerables lunas, cuyos muertos, tendidos bajo el fango, piden venganza sobre los descendientes de sus matadores.
Y allá en lo más profundo de la selva, donde aún no ha llegado nadie, aislados seres que provienen de las razas derrotadas, acechan el momento del desquite, envidiosos de los conucos y de las flechas de los arekunas, de los kamarakotos, de los taurepanes, de los mariquitares, de todas las gentes de sangre caribe...
Por eso, cuando los indios se internan en la selva o se extravían por alguna trocha, cuando la oscuridad se va cerrando sobre el ramaje y los árboles parecen fantasmas del bosque, Kanaima está esperando oculto tras un tronco y coloca al paso del hombre perdido los bejucos enredados que lo hacen tropezar y caer.
Ya en el suelo siente el indio cómo Kanaima le golpea todo el cuerpo y le infunde luego su mágico soplido en la cabeza y en los pies para que se enferme, dejándolo aletargado y moribundo.
El que ha visto a Kanaima y ha escuchado su grito de sové, sové, va luego a morir a su chinchorro sin decir a su familia ni a las gentes de su tribu por quién ha sido atacado. Sólo cuenta que sufrió la acometida de un tigre en la selva, pues si dijese la verdad, la venganza de Kanaima podría ser aún más terrible.
¡Uuups! a este lo agarró Kanaima.
Este Kanaima, vengador de las tribus vencidas,  se transforma a veces en zorra, en tigre, en venado o en cualquier otro animal, en virtud de las plantas mágicas mu rán, y después va a matar a su víctima, enloquece y vaga por el bosque durante algún tiempo, como una especie de monstruo separado de las gentes y de las bestias.
En su locura, el animal Kanaima sigue el rastro del muerto y lo busca bajo las piedras, entre los viejos troncos, pues cree que el cadáver es su camasa de kachirí. 
Por eso, muchas veces las sepulturas de los indios son rondadas por las zorras y los tigres o por el espantoso aouineripué, de enormes ojos brillantes, que escarba con una varita los sepulcros y bebe el líquido de la muerte como si fuera el jugo fermentado del maíz.
Mientras tecleaba esta leyenda, recordé a un buen amigo que, en ruta entre Santa Elena de Uairén y El Dorado, mientras cruzábamos el Parque Nacional Canaima, nos la contó a sus compañeros de curso del IAEDEN. Por mala suerte, yo estaba prendido en fiebre (¿Será que el espíritu maligno de la selva me estaba atacando?... Tal vez no) y no le pude prestar toda la atención que la narración merecía. Óscar Márquez, tal es su nombre, recibió de inmediato el apodo de Cocodrilo (por el personaje australiano de una película). Es un gran amigo, persona culta y espíritu íntegro. Creo que podría atravesar él solito la selva sin temerle a Kanaima, pues tiene la conciencia tranquila, además de conocer las selvas venezolanas como la palma de su mano.

Para quien desee conocer cómo se hace el kachirí, que es una especie de chicha, entrar por aquí. 


sábado, 2 de febrero de 2013

La verdad sobre Sancho Panza


LA VERDAD SOBRE SANCHO PANZA

Sancho Panza, quien por cierto nunca se jactó de serlo, logró con el paso de los años, aprovechando las tardes y las noches, alejar de si a su demonio -al que más adelante dio el nombre de don Quijote- por el método de proporcionarle gran cantidad de libros de caballerías y novelas de bandoleros, hasta el punto de que aquel, desenfrenado, se vio llevando a término las acciones más demenciales, aunque sin causar daño a nadie, gracias precisamente a la ausencia del objetivo predeterminado, que hubiera debido ser Sancho Panza. A pesar de ser un hombre libre, Sancho Panza decidió, quizá por culpa de cierto sentido de responsabilidad, seguir plácidamente a don Quijote en sus tropelías, y disfrutó de esta manera, hasta el fin de su vida, de un provechoso entretenimiento.
Franz Kafka


Fuente:
Los Cuentos más breves del mundo; de Esopo a Kafka
Páginas de Espuma, Madrid, 2009
Traducción y selección de Eduardo Berti


viernes, 18 de enero de 2013

Leer al divino marqués

Retrato imaginario de D. A. F. de Sade
Man Ray, 1938
Mi primer encuentro con la obra de Donatien-Alphonse-Francois de Sade, el Divino Marqués, fue a través de su obra Julieta o Las prosperidades del vicio, que me prestó una amiga que estudiaba conmigo en la universidad. Tendría yo unos 19 o 20 años. El libro, si mi memoria no falla, era un extracto de la obra y se centraba en las escenas "porno", con exclusión total de su mensaje político. Debo confesar que, a pesar de mi tierna edad y mi inocencia, devoré el libro en unos días y me dije: ¡Vaya señor! ¿De aquí su fama? Para entonces, años 70, había pocas traducciones al castellano de la obra de Sade, y en Caracas era casi imposible de encontrar. Me prometí que investigaría un poco sobre este señor y su obra. Leerlo no es fácil.

Jorge Gaitán Durán
1925-1962
Unos años más tarde conseguí el libro El libertino y la Revolución (Biblioteca Jucar, Madrid, 1973) del escritor colombiano Jorge Gaitán Durán, quien tiene tres obras dedicadas a la crítica de los textos del Marqués de Sade. Gaitán prefiere el enfoque sociológico por encima del simple aspecto sexual. La contraportada del libro nos aclara:
La interpretación de la compleja figura humana y literaria del marqués de Sade parece admitir los más varios y aun contradictorios enfoques. Jorge Gaitán Durán ha elegido el de la indagación de índole sociológica o, más concretamente, el del análisis de unas motivaciones fundamentalmente basadas en lo que podría llamarse la filosofía del erotismo.
El autor ahonda en la personalidad de Sade a través de unos resortes donde el concepto de libertinaje opera, desde su más simbólica situación límite, como un factor de revulsivo social. Las soluciones o planteamientos de Gaitán Durán pueden ser discutibles, pero en ningún caso dejan de contener una abundante dosis de agudeza y singularidad. Usando un sistema de referencias de índole empírica, se abordan en este ensayo no pocas formulaciones de intrépida constatación revolucionaria, cuyos dispositivos ideológicos pueden coincidir con algunas consabidas tesis de Sartre o Bataille.
Creo que allí está la clave para comprender a Sade y su obra. No es ni un texto de filosofía, como algunos plantean, ni un Kamasutra de la era de la Ilustración. Por el contrario, es una especie de manifiesto político contra una sociedad estamental en franca decadencia. Un sistema destinado a perecer en la vorágine de la Revolución Francesa, mientras sus élites no parecían notarlo (tal vez porque los dioses enceguecen a quienes quieren perder). Hace unos días leí en el grupo "Libros" de Facebook, una expresión de uno de sus miembros; decía: "...así me encontré releyendo al Marqués de Sade, y me pareció que lo recordaba mejor de lo que era, me pareció un filósofo mediocre y un pornógrafo aburrido..." Buscar pornografía o filosofía en Sade es perder el tiempo. Hay que entender lo que el libertino quería decirnos. Para eso yo recomendaría buscar ediciones que estén precedidas de un buen estudio crítico. Estas ediciones son escasas.

Con el tiempo, y guiado por lo que me decía Gaitán comencé a leer la obra a medida que los conseguía en la librerías. Tuve la suerte de conseguir a Justina en un volumen que incluía el relato El presidente burlado (Akal Editor, Madrid, 1978) edición a cargo de César Santos Fontenla. Contiene además una buena aproximación al autor y su obra, seguida de una cronología y un listado bibliográfico sobre el Marqués de Sade. La versión que se nos presenta es la de 1787 (hay tres versiones que escribió Sade sobre los infortunios de la virtud: un cuento filosófico redactado en La Bastilla en 1787 y se llama Les Infortunes de la Vertu; la segunda una novela -mi favorita- publicada en 1791, titulada Justine ou Les Malheurs de la Vertu, y la tercera, editada en 1797, La Nouevelle Justine, seguida de Histoire de Juliette sa Soeur). Esta Julieta "no fue publicada sino en 1930, gracias al trabajo de Maurice Heine, uno de los hombres que más han hecho, junto con Gilbert Lély por sacar al Marqués del 'Infierno' en que, junto a su obra se hallaba confinado".

Del estudio preliminar entresaco:
Ponerle peros al escritor Sade es fácil, o más bien lo sería si quienes lo hacen le hubiesen leído. Sade, ya se ha dicho, es machacón. Se repite. Cae, a veces, en la tentación de la "tesis". De acuerdo. Pero, ¿no serían todos estos "defectos" achacables igualmente a Shakespeare, a Cervantes? ¿Puede decir que en el Quijote no hay repeticiones, machaconerías y afanes probatorios? ¿Puede afirmar alguien lo mismo del ciclo Falstaff, de los Enriques, de las comedias, incluso, del llamado "bardo de Avon"? ¿Excluye ello de algún modo su grandeza? Cabe pensar que no, y que ni siquiera constituye un fallo. El problema es otro. El problema radica en que mientras Cervantes o Shakespeare -por citar dos nombres elegidos al azar- son juzgados como escritores, Sade, generalmente, lo es como simple piedra de escándalo. Por su vida y por su obra. Como si en la obra de los autores citados a título de ejemplo o en su vida no hubiera también de qué escandalizar a quienes aún se escandalizan por lo que no debería escandalizar a nadie, y valga el mal juego de palabras y conceptos. Lo que ocurre con Sade es que, siendo la mayoría de su obra póstuma, pero habiendo surgido el escándalo en vida del autor -que lo pagó a buen precio-, la leyenda se ha superpuesto a la realidad, el odio al conocimiento, la condenación al análisis. Y si hay una vida y una obra que están precisando un análisis -no pretendo que el que necesita sea el obligatoriamente breve en que intentan consistir estas líneas, por otra parte apasionadas- esas son las de Sade.
Hace unas semanas adquirí otra edición de Justina o Los infortunios de la Virtud (Cátedra, Madrid, 2010), que va precedida de una amplia Introducción a cargo de Isabel Brouard, sobre la época, la vida y la obra de Sade y, por supuesto, sobre Justina:
No hay duda, pues, de que, incluso para su autor, Justina era algo desmedido y sobre todo peligroso, ya que se siente en la obligación de excusarse por su autoría, e incluso, posteriormente, acosado por el miedo a una nueva detención por su fama de moderado y de escritor pornográfico y por su condición de aristócrata que lo convertía en sospechoso, de negar haberla escrito: "Mis pinceles, según dicen, son demasiado fuertes. Presto al vicio rasgos excesivamente odiosos. ¿Queréis saber por qué?... porque no quiero hacer amar al vicio, porque no tengo, como Crébillon o Dorat, el peligroso proyecto de impulsar a las mujeres a sentirse atraídas por los personajes que las engañan... Por el contrario: quiero que los detesten. Porque es el ,único medio para impedir que se dejen arrastrar por ellos. Y para conseguirlo, he hecho tan espantosos a mis personajes que siguen la carrera del vicio, que estoy convencido de no inspiran piedad ni amor. Me atrevo a decir que en eso soy más moral que los que se creen en el derecho de embellecerlos (...) jamás, lo repito, jamás pintaré el crimen con otros colores que los del infierno. Quiero que lo vean al desnudo, que lo teman, que lo detesten...
Ahí tenemos lo que el autor nos dice sobre su obra. Cuando uno lee a Justina, que persevera en la virtud en medio de las adversidades (cada vez que obraba bien, conforme a su conciencia, le iba peor), el lector se da cuenta de que ser virtuoso paga. Los personajes viciosos que nos presenta el Marqués de Sade, no son sexy, ni despiertan la voluptuosidad; son unos seres asquerosos que siempre andan justificando racionalmente lo que los lleva a actuar como lo hacen. En cambio, sus infortunadas víctimas inspiran la compasión. Así de simple.

Ilustración de la época. Muestra alguna
pose sugerida por Juliette
La hermana de Justina se llamaba Julieta. La Julieta que tengo sí está completa (no como la que me prestó mi amiga hace 40 años). Son tres tomos gruesos de casi 500 páginas cada uno editados por Editorial Fundamentos, Madrid. Es una obra casi interminable a la que hay que encarar con paciencia y dedicación. Las escenas porno son tan estudiadas y sobreactuadas que, si fueran reales serían un "mal polvo", tal vez el cómplice del vicio se duerma durante la perorata filosófica del otro libertino explicando el por qué de sus acciones, blasfemando y hablando hasta por los codos. Sin embargo, creo que merece ser leída con detenimiento. Lamentablemente, esta edición no tiene estudio preliminar, sino una nota editorial extremadamente breve:
La Historia de Juliette o las prosperidades del vicio se desarrolla paralela a la de su hermana Justine, o las desdichas de la virtud, las hermanas tienen que separarse iniciando su vida por caminos muy diferentes.
Sade dedicó a cada una de ellas una extensa parte de su producción literaria. Pero así como el personaje de Justine lo elaboró varias veces, ampliando la obra anterior hasta llegar a la Nouvelle Justine, no ocurrió lo mismo con Juliette, que es un personaje más vivo y espontáneo y que constituyó desde el principio una novela unitaria y completa.. Publicada en 1797 en seis volúmenes, es la obra más extensa del Marqués de Sade...
También leí Las 120 jornadas de Sodoma (Tusquets Editores, Col. La sonrisa vertical, Barcelona, 1995), regalo que me trajo de Santiago de Chile el buen amigo Edgardo Mondolfi Gudat, para entonces un gran compañero de trabajo con quien sostenía interesantes y cultísimas conversaciones. ¡Gracias, Edgardo! Esta edición, con una traducción muy bien cuidada de Joaquín Jordá, tampoco tiene un estudio preliminar. La solapa nos da una breve noticia sobre ella:
Esta es la primera novela de la estremecedora obra narrativa del marqués de Sade. La escribió, según su propio testimonio, en 37 días del año 1785, cuando esta prisionero en La Bastilla. El manuscrito original consiste en un rollo de papel de 12 centímetros de ancho por 12, 10 de largo, totalmente cubierto de una letra apretada y menuda. Cuando Sade fue trasladado a otra prisión, se perdió el manuscrito, de tal manera que el autor nunca conoció su destino posterior. Reapareció en 1904, gracias a una edición privada de 180 ejemplares, en Alemania. Hasta 1931 no vuelve a publicarse, esta vez en Francia, al cuidado de Maurice Heine, y en tres tomos. Pero la primera edición completa, no expurgada y en edición comercial, no salió a la luz hasta 1953 gracias al gran editor francés Jean-Jacques Pauvert...
Todo empieza cuando se reúnen cuatro libertinos y formulan un plan para ocupar 120 jornadas en los más inimaginables excesos sexuales, para lo cual redactan un código que ordenará el gran desorden carnal de cada una de sus largas sesiones de desenfreno. Lo que sigue es la descripción fría, casi científica, de todo cuanto la fantasía erótica del ser humano se niega a imaginar por temor precisamente a dejarse arrastrar por lo que estos cuatro libertinos parecen no tener inconveniente alguno en practicar. Nos adentramos con ellos en el dominio absoluto del Mal, con todos sus sistemáticos, meticulosos e implacables rituales. Este es el territorio en el que han desaparecido todos los límites que impone cualquier moral...
Las escenas de Las 120 jornadas comienzan muy detalladas, pero en la medida que avanza el texto, las escenas se hacen más esquemáticas y abocetadas. Sirvió de inspiración para la película Saló de Pier Paolo Passolini (para verla, ingresar por aquí), quien la adaptó a la época fascista en Italia. Es como un Boccacio o un Chaucer sórdidos.

La editoria EDIMAT ha publicado en ediciones económicas varias obras del Marqués de Sade: La filosofía en el trocador y La marquesa de Gange, ambas editadas por Edimat Libros, Madrid. Los estudios preliminares no son gran cosa, pero ayudan a comprender la obra de D. A. F. de Sade:
Filosofía en el tocador... En esta obra puede decirse que el autor prefirió la ironía, el diálogo y las relaciones humanas para ofrecer una crítica de la sociedad y, al mismo tiempo, un juego de pasiones muy caracyterístico. Un trabajo que nos recuerda a Aretino y a Boccacio, los grandes escritores italianos que supieron plasmar las debilidades y los vicios de la sociedad en que vivían. Lo mimo consigue Sade, sin olvidarse de lo original.
La Marquesa de Gange es otra cosa:
... es una de las pocas novelas cuya autoría ha sido reconocida por el Marqués de Sade, más tradicional en el tratamiento argumental y lingüístico que sus producciones más afamadas como Justine o Los infortunios de la virtud, Los 120 días de Sodoma o Filosofía en el tocador. Cuenta la historia de una joven hermosa e irresistible que, en medio de un idilio amoroso, sufre el acoso y los sucesivos juegos seductores de los hermanos de su marido, y cuya defensa y resistencia a la pérdida de la virtud van armando el argumento hasta el fatal desenlace.
Las obras del Divino Marqués se encuentran gratis en Internet; sólo hay que saberlas buscar y tener la paciencia para leerlas. Ahora ¿Cómo leerlas?... Con calma y detenimiento sobre papel. La vista se cansa fácilmente frente a una pantalla  y la fatiga llega luego de dos o tres cuartillas. Nada como el papel y la tinta.

También recomiendo otras lecturas antes de embarcarse en la tarea de escudriñar el mensaje de nuestro Marqués. Para eso necesitamos revisar algunas de sus biografías, como por ejemplo:

The Marquis de Sade, a life (Picador, Oxford, 1999) de Neil Schaeffer, profesore de literatura inglesa
Marqués de Sade, una vida ((Vergara, Buenos Aires, 2000), por Francine du Plessix Gray, descendiente del marqués de Sade
O la novela Ciudadano Sade (Areté, Barcelona, 1999), de Gonzalo Suárez, que es, además de entretenida, otra visión sobre el Divino Marqués.
Espero que cuando encuentren una obra de Donatien-Alphonse-Francois de Sade no piensen en la pornografía o la filosofía, sino en la sociedad en la que le correspondió vivir y su ataque a lo que él consideraba que debía cambiar: religión, Estado y familia.

D. A. F. de Sade
Único retrato conocido del autor.

domingo, 6 de enero de 2013

El general en su laberinto

Últimos momentos del Libertador
Antonio Herrera Toro
El cuadro de Antonio Herrera Toro, Los últimos momentos del Libertador, que encabeza este artículo, tiene aspectos y detalles interesantes que pensé que podría colocar en este blog en ocasión del aniversario del fallecimiento de Simón Bolívar, o sus últimos días en la quinta de San Pedro Alejandrino en diciembre de 1830. Capturé la imagen y se me ocurrió enriquecerla con la identificación de los personajes que lo acompañaron y con la transcripción de su última proclama, del 10 de diciembre de 1830.

A primera vista resaltan algunos detalles: sobre la cabecera de la cama del moribundo destaca un cuadro de la Santísima Trinidad, devoción de la familia Bolívar; están también el médico francés Alexandre Prosper Réverend y el cura de la vecina aldea de Mamatoco administrado los últimos sacramentos. Al lado izquierdo del espectador, aparecen civiles y militares ¿Quiénes eran? Uno llora desconsolado. Herrera Toro no había nacido para la fecha, por lo que todos los retratos y la escena está idealizada al gusto académico del último tercio del siglo XIX.

Recurrí primero a Vinicio Romero; su libro Qué celebramos hoy (Italgráfica, Caracas, 1996) tiene buenas referencias sobre los hechos, quiénes estaban allí y hasta incluye el texto de la última proclama:
Colombianos:
Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba la tiranía. He trabajado con desinterés abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento.
Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.
Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que la la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno, para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.
¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.
El último párrafo, sacado de contexto y dejando de lado las verdaderas intenciones de Simón Bolívar, ha sido utilizado por tiranos de derecha e izquierda -o aspirantes a serlo-, y sus seguidores para buscar la supresión de los partidos políticos y propiciar el pensamiento único, sin oposición. ¿A qué partidos se refería Bolívar? Para aquel momento no había en Colombia La Grande partidos políticos organizados. Se refería al partido asumido por muchos "grancolombianos" por la secesión. Ya Venezuela se había separado. Si se lee completa, y en su contexto histórico, veremos más claro lo que nos dice el Padre de la Patria a la hora de su muerte: cada quien en su lugar, cumpliendo con su deber y trabajando por la unidad nacional. Trataba también de calmar la virulencia política interna del momento.

Faltaba entonces saber los nombres de los personajes del cuadro. Romero reseña:
En 10 de diciembre de  1830 es el día de la última proclama del Libertador, dictada desde su lecho de moribundo. Firmó el testamento y recibió los Santos Sacramentos de manos del humilde cura de la aldea de Mamatoco, quien llegó en la noche con sus acólitos y varios indígenas.
Luego, rodeado de sus más íntimos amigos, como José Laurencio Silva, Mariano Montilla, Joaquín de Mier, Ujueta, Fernando Bolívar, etc., el notario Catalino Noguera empezó a leer el histórico documento, pero apenas llegó a la mitad, porque la emoción y el dolor le ahogaron la voz. Continuó la lectura Manuel Recuero...
Gabriel García Márquez
No me gustó la lista (y su etcétera) por lo incompleta y recordé la novela de Gabriel García Márquez, El general en su laberinto (Mondadori, Madrid, 1989), que incluye a otros personajes, como por ejemplo al hijo de Agustín Iturbide, fallecido Emperador de México. Allí decidí vincular el cuadro de Herrera Toro a una reseña sobre la novela del Gabo y olvidarme de la lista.

Leí esta novela por primera vez en francés cuando era Primer Secretario de Venezuela en Haití, y luego compré en Caracas un ejemplar en castellano. Antes de que la publicaran ya tenía conocimiento de su existencia. ¿Cómo? Que nos dé la pista el autor, el la sección de Gratitudes:
Mi viejo amigo Aníbal Noguera Mendoza -desde su embajada de Colombia en Puerto Príncipe- me envió copias de papeles personales suyos, con su permiso generoso para servirme de ellos con libertad, a pesar de que eran notas y borradores de un estudio que él está escribiendo sobre el mismo tema. Además, en la primera versión de los originales descubrió media docena de falacias mortales y anacronismos suicidas que habrían sembrado dudas sobre el rigor de esta novela.
Un día mientras cerraba la valija diplomática de mi embajada, vi un sobre grande de la Embajada de Colombia dirigido al Dr. Simón Alberto Consalvi. Antes de agregarlo al índice le pregunté a mi embajador sobre su contenido -soy curioso-. La respuesta fue: "Es un material que manda Aníbal para un libro que está escribiendo García Márquez".  Así, cuando a mediados de 1989 vi la primera edición en francés la leí con gusto. El Embajador Noguera Mendoza me distinguía y honraba con su amistad y afecto porque conocía mi amor por la historia. Un día en una reunión informal entre amigos, le comenté el libro y las cosas nuevas que había leído. Me dijo que los datos históricos eran verídicos y agregó: "Eso fue lo que le hicieron a Simón Bolívar". No sé si Noguera Mendoza llegó a concluir el trabajo al que se refiere el autor, pues murió el 1° de septiembre de 1990. Fue uno de los diplomáticos más interesantes que conocí a lo largo de mi carrera.

El día de Año Nuevo me puse a revisar la biblioteca de unos amigos y conseguí un ejemplar del El general en su laberinto. Lo saqué y decidí darle una ojeada y una hojeada. Para mi sorpresa y satisfacción me encontré en la página 271 con un viejo recorte de prensa con la crítica que hizo José Ignacio Cabrujas a la entonces nueva novela de García Márquez. Fue publicada por El Nacional de Caracas el 21 de abril de 1989, a los pocos días de salir de la imprenta. La transcribo completa porque, además de ser una buena pieza de crítica literaria, considero que aun tiene vigencia:

LOS OTROS LABERINTOS DEL GENERAL

El general en su laberinto
Portada
¿ Será que hay un destino en la memoria de Bolívar? ¿Existirá, me he preguntado a veces, alguna otra manera de recordarlo como no sea esa lloradera enfermiza y hasta manipuladora que ahora aparece refrendada nada menos que por el mismo Gabriel Gacía Márquez al casi módico costo de cuatrocientos idems? ¿Qué poderes poseyó este hombre, como dirían los rosacruces, para seguir inspirando ciento cincuenta y tantos años después de su muerte, el mismo ayayay lastimero, las mismas frases hechas, la eterna marmolería de "aquí yace quien fue en vida un incomprendido derrotado por los mediocres y los sinvergüenzas"?
Y sin embargo, lo insólito es que nuestro hombre fue un triunfador emblemático. Mucho más que Trozsky, por ejemplo, a quien nadie tiene la ocurrencia de recordar con tamaña melancolía, como si se tratara de la vida  del abnegado Job o del buenazo de San Onofre. Si ha de atenerse uno al libro de José Antonio Cova, estamos  ante alguien  que en Roma dijo, voy a hacer esto y esto y esto y lo hizo. Voy a sacar a los españoles de América, y fue y los sacó. La Historia de Venezuela, registra en su permanente y hasta exasperante culto al fracaso, la excepción de dos hombres que lograron ver en vida la plena realización de sus ilusiones y promesas. El primero es Cristóbal Colón, de quien puede decirse que cumplió lo que en hora de santa angustia prometió a la Señora Católica, ¡Que a que voy y descubro y traigo un loro! Y fue y descubrió y trajo su loro. El segundo es Simón Bolívar en la escena de Monte Sacro, donde después de un picnic cultísimo, va y dice delante del memorioso Rodríguez, húmedos los ojos y palpitante el pecho: "Juro que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español (¡Me lo sigo sabiendo de memoria, profesora Ligia!). Veintitrés años después usted no encontraba desde aquí hasta los confines del Perú , lo que se dice un español para un remedio, porque de verdad que al hombre no se le quedó quieto el corazón, ni se le tranquilizó el alma, como tiene que ser en esta vida, cuando vale la pena vivirla.
Después luego que no anduvo solo en estos trotes, y esto es lo que decepciona de la novela de García Márquez. La manía del iluminado. El conductor de necios que sólo saben obedecer a la orden del caudillo. Antonio José de Sucre vive sólo en la medida en que el Libertador lo distingue. José Laurencio Silva, es una especie de general madrinero, que lleva la tropa de soldados hasta Cúcuta. Y el resto es comparsa de compañía dramática ecuatoriana y sin nómina.
Como se trata de un gran escritor y no del coronel o mayor que suele contestarme este tipo de artículos, asegurándole a los lectores de este diario que yo soy un amargado, la historia termina por arrugarle a uno el alma, como el último acto de La Traviata. El viaje del Libertador, hacia el sepulcro, por la eternidad del Magdalena, es en este caso una pesadilla agobiante. Un genio incomprendido sufre las vilezas de sus contemporáneos. Santander es poco menos que una rata peluda. El presidente Mosquera, un cagón despreciable. El General Páez algo parecido a la primera versión de Don Secundino en París, por lo que tiene de chato y de Sargento García. Todos somos culpables, todos estamos pagando esta karma de no haber sabido medir la grandeza de La Gran Colombia, o lo que es igual, de no poder exhibir un mapa a tono con la cartografía norteamericana.
José Ignacio Cabrujas
Juro que después de los Ejercicios Espirituales del fiero Ignacio de Loyola, que en esto de hacer sentirse mal a la gente era todo un experto, no se ha escrito en toda la historia de la literatura, una manipulación semejante. El final de Madama Butterfly, cuando la pobrecita japonesita se hace el harakiri por culpa de un bostoniano irresponsable, es hasta sereno y objetivo, comparado con esta tortura ladillosísima, que a mi me recuerda a mi profesora de historia cuando en los lejanos días de bachillerato, nos encerraba a las dos de la tarde bajo un espantoso techo de zinc, y nos decía, que ríete de Yajaira Orta: !Lo mataron los mediocres! ¡Santander lo mató! ¡Obando cuando emboscó al Abel de Colombia! ¡Bustamante que ordenó la salida del ejército colombiano, acampado en Lima! ¡Mosquera el traidor, Mosquera el canalla, tan baboso e hipócrita! ¡Páez por carnemechudo y caraotero! Y uno encogido bajo el techo de zinc, no se atrevía ni a respirar no fuera a ser que la profesora Ligia me dijera: ¡Fuiste tú, Cabrujas! ¡No te hagas el pendejo! ¡Tú lo mataste y te voy a poner menos tres en el semestral, cínico!
Pero profesora, preguntó un día el Chino Chang, que en estas cosas era de lo más laotsiano, -¿No y que murió de tuberculosis de tanto escampar mal? Y dijo Ligia: ¡porque le bajaron las defensas esos desalmados! Yo recordaba entonces mis casi místicos días en el colegio de los Jesuitas  cuando acaecía la desgracia de que el calendario se volviera viernes santo. Entonces, Genaro Aguirre, implacable, Zacconi de todos los tormentos, Garrick de mi temprana adolescencia, paseaba su mirada ceñuda, que después aprendí a reconocer como llena de bondad, por los delincuentes apiñados en el aula y decía, con estilo campanudo y voz ahogada: ¿Alguien en este curso se imagina lo que pudo haber sido un latigazo de centurión romano? Y uno que había visto ya Los Últimos Días de Pompeya, se decía a sí mismo: ¿Quién sabe, pero tiene que ser una vaina terrible. Entonces Aguirre Elorriaga, hacía una pausa jodidísima, que en mi efímera carrera de actor intenté copiar y nunca pude, y decía con acento exhausto y cejas arquedas: -¡Cincuenta latigazos recibió Cristo después de ser conducido a la presencia de Pilatos! ¡Y cada vez que tú pecas, Cabrujas, es un latigazo más, cada vez que robas diez bolívares a tu prima, cada vez que te masturbas, cada vez que sueñas con la totona de Lucía Peralta, Cabrujas, eso es latigazo que le estás dando a Jesús, latigazos y latigazos!!! ¡No padre, no! ¡Por favor, no! ¡Sí, Cabrujas, sí y sí!
Todo culto necesita de una injusticia, y en el risueño Simón Bolívar, uno de los hombres a quien mejor le ha ido en la historia de la humanidad, a pesar de haber muerto arruinado, cosa que le importó bien poco porque no se trataba de la carrera de Pedro Tinoco, no podía ser la excepción.
Muere el hombre en Santa Marta, muere de muerte, en un tiempo donde cuarenta y siete años era vejez y uno cierra la novela de García Márquez y le provoca decir la eterna y mentirosa conclusión latinoamericana cada vez que el siglo veinte se nos hace consecuencia del diecinueve.
-¡Qué mierda somos! ¡Y lo peor es que la cosa, es desde bien atrasito... y sin remedio!

sábado, 5 de enero de 2013

Amor, ira y locura


Amor, ira y locura
Carátula

Unos días antes del asueto decembrino, me acerqué a una de mis librerías favoritas para hacer las compras de última hora para su lectura durante el fin de año. Al llegar, el librero me mostró, entre otros me presentó un ejemplar de Amor, ira y locura (Acantilado, Barcelona, 2012), tres novelas cortas de la escritora haitiana Marie Vieux-Chauvet, traducido al castellano por José Ramón Monreal. Me decía Jesús, el librero: "Creo que te va a gustar"... Y no se equivocó.

Como de costumbre, leí las solapas y la contraportada:
Amor, ira y locura de Marie Vieux-Chauvet es un conjunto de tres novelas breves, de enorme belleza e inusual capacidad evocativa. En la primera, Claire, de piel negra -motivo por el cual no ha podido casarse-, áspera, sensual y violenta, enamorada del marido de su hermana segunda, de piel blanca, intenta lanzarlo a los brazos de la menor, Annette, también blanca, procaz y agresiva. Claire, mientras tanto, se consume por la noches acariciando una muñeca y fantaseando con su cuñado o, incluso a su pesar, con el comandante Calédu, representante brutal del poder corrupto en el pueblo en el que viven y que, entre otras cosas, ha violado a una de sus amigas. Por el libro desfilan los chismes, maldades y vulgaridades de un pueblo en el que todo el mundo espía a todo el mundo. Ira se desarrolla en un barrio elegante de Puerto Príncipe. En ella veremos cómo los militares se adueñan de las tierras de una familia respetable que ha debido renunciar a ellas por la fuerza, y la posterior caída de la familia entera en la abyección. En Locura, un poeta mulato se debate entre el aburrimiento y la rebelión, Cristo y los ritos vudús. La calle es un infierno en el que señorean los diables con cascos dorados y botas rojas. Un día, espoleado por la muerte de un amigo y los efectos del clairin y del hambre, intenta atacarlos con unos rudimentarios cócteles molotov. Tras la explosión patética de uno de ellos, es arrestado y condenado a muerte, hecho que él afronta con la certeza de que su vida ha sido plena.
Marie Vieux-Chauvet
Autora
La reseña que da el editor se queda corta. Este tríptico es un retrato realista de una sociedad sometida al terrorismo de estado y al abuso de poder. La narración de los hechos es tan efectiva que el lector se siente transportado al momento histórico en que se desarrollan. Lo peor es que cosas como estas sucedieron en la vida real y muchas familias de valía sufrieron terriblemente durante la tiranía de los Duvalier y su corte macutista. Así mismo, el lenguaje, expresiones y giros idiomáticos hacen vivir los personajes y situaciones por boca de alguien de la buena sociedad culta haitiana. Ésto lo percibe el lector gracias a una excelente traducción que respeta el espíritu de la obra. ¿Qué más podemos pedir?  La recomiendo ampliamente.

El libro tiene, además,  una historia interesante:
Amor, ira y locura, la obra más importante de Marie Vieux-Chauvet (Puerto Príncipe,1916- Nueva York, 1973), fue escrita en Haití y no en el exilio.Publicada por Gallimard en 1968, la trilogía provoca la ira de Francois Duvalier, el déspota reinante a la sazón en Haití. La familia de la autora, ya puesta a prueba por la ejecución arbitraria de tres de sus miembros, teme nuevas represalias y decide comprar todos los ejemplares ya en venta y consigue parar la distribución. Algunos años después, sus hijos adquieren los libros restantes y los ponen discretamente a la venta. Hasta que se agotó en el año 2000, el libro fue vendido a algunos particulares, así como en dos librerías, una de Nueva York y la otra de Haití. 

viernes, 4 de enero de 2013

Descripción de un animal

Cortes ingleses para carne de res


Nuestro amigo Luis Barragán (recomiendo leer ese Blog) nos hizo llegar hace un tiempo un viejo recorte de prensa, publicado por El Nacional de Caracas el 31 de octubre de 1957, en el cual el escritor cubano Alejo Carpentier comparte sus impresiones sobre el imaginario escrito infantil; el del niño poeta. Se había traspapelado en la caja desordenada de "Imágenes" de mi computadora. Hoy, al limpiar y organizar, reapareció.  Al releerlo, se me ocurrió colocarlo en esta bitácora e ilustrarlo con unas imágenes que compartió conmigo un sobrino durante una conversación electrónica sobre cortes de carne bovina.

Alejo Carpentier

Alejo Carpentier (La Habana 1904 - París 1980) está considerado como  uno de los grandes escritores del siglo XX y uno de los artífices de la renovación de la literatura hispanoamericana, en lo que se puede calificar un diálogo entre lo real y lo imaginario -sueños, mitos, magia y religión; lo real maravilloso. Lo conocí a través de su novela El Reino de este Mundo (1949), que leí a la edad de 11 años y me cautivó (aunque no la comprendí hasta que llegué a la edad adulta). He aquí el texto de su nota de 1957:


DESCRIPCIÓN DE UN ANIMAL
La atención prestada en nuestros días a los dibujos y pinturas de los niños (hay numerosas monografías consagradas al arte infantil) ha venido a revelarnos ciertos aspectos de un pensamiento lógico, fresco y espontáneo, nada  deformada aun por las primeras lecturas o del incipiente conocimiento de determinadas formas de expresión plástica. En las pinturas de niños reina una atmósfera de Marc Chagall. Vuela el violinista por encima de los techos de la aldea; salen los peces del agua; galopen los caballos entre nubes, y si un perro ocupa un lugar principal en la composición, es porque resulta mucho más interesante, para el pequeño artista, que los seres humanos que lo acompañan... Junto al niño pintor ha surgido últimamente el niño poeta, bien representado en el mundo de las letras por Minout Drouet. Pero ocurre con los niños poetas un fenómeno de rápida maduración que no tarda en marchitar su lozanía inicial. Puesto que la lectura es lo primero que se enseña al niño, no tarda este en acostumbrarse a ciertos modos de decir, de escribir, que le vienen de las personas mayores. Aprende sus primeras letras en libros escritos por pedagogos que tratan, como es natural, de inculcarle hábitos correctos en cuanto a la gramática y a la sintaxis. De ahí que los intentos espontáneos de los niños poetas deriven, muy rápidamente, hacia la retórica. No hay nada más retórico que la prosa de un adolescente que se jacta de escribir bien.
Por contraste, he aquí una verdadera joya, de lo que suelen ser, en la plástica, las creaciones de los niños pintores. Se trata del texto escrito por un escolar francés, de ocho años, a quienes impusieron la tarea siguiente: "Describa usted un animal que le guste". El "Figaro Literario" de París reproduce esa página -esa media página- surgida de la pluma de quien por primera vez, se hallaba ante una cuartilla blanca, invitado a escribir algo por cuenta propia... El niño comenzó por pensar en un gorrión. Pero advirtió al cabo de tres líneas (y así lo confesó el profesor) que nada sabía de gorriones. Bajó los ojos a la tierra, y, de pronto, surgió la inspiración:
"LA VACA - La vaca es un mamífero de seis lados: el derecho, el izquierdo, el de arriba, el de abajo, el delantero y el trasero. En la parte trasera está la cola a la cual está colgada una brocha. Ella usa esa brocha para espantar a las moscas y que estas no caigan en la leche. La cabeza le sirve para que en ella le crezcan los cuernos y también porque la boca debe estar en algún sitio. Los cuernos le sirven para armar tremendas peleas. Debajo de la vaca se encuentra la leche. Ella tiene todo lo necesario para que puedan ordeñarla... La vaca no come mucho, pero como come dos veces se cansa pronto de comer. Cuando tiene hambre, muge; pero cuando no dice nada es porque su interior está totalmente lleno de pasto. Sus patas le bajan hasta la tierra. Tiene el olfato muy desarrollado: por eso se le huele desde muy lejos (sic). Lo que llaman aire puro del campo es olor a vaca"
¿Quieren creerlo? Hay descripciones de animales, hechas por Bernardino de Saint-Pierre, mucho menos precisas -y mucho menos poéticas, desde luego- que la escrita por este niño de ocho años.
Alejo Carpentier

Pues bien, el niño poeta francés nos presentó seis lados de la vaca porque la imaginaba viva, comiendo, espantando moscas y produciendo leche. Hay otras dimensiones que nos las dan los matarifes y carniceros con diversos cortes que se le hacen a la res en canal para deleite de los carnívoros. Por eso escogí el esquema de cortes ingleses que encabeza este artículo, y el utilizado en Estados Unidos, abajo. Cada uno de estos cortes tienen su uso y sus lados.


Cortes americanos de carnes de res
Tomado de http://postedinparis.wordpress.com/2010/05/12/making-sense-of-the-supermarket-part-v-cuts-of-meat/