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miércoles, 3 de septiembre de 2014

La maldición de los Átridas

Máscara de Agamenón, tumba V de Micenas

Cuando describí la "maldad" de Clitemnestra (aquí), la esposa asesina de Agamenón, mencioné los actos de canibalismo, incesto y violencia en la familia de su marido, mas no lo publiqué porque era un cuento verdaderamente raro y complicado. A mi juicio. no sólo era una familia disfuncional, sino que arrastraban alguna tara. Dejemos que sea Apolodoro en su Biblioteca mitológica (Alianza Editorial, Madrid, 2004), quien nos desenmarañe la historia de los Pelópidas de la cual existen varias versiones. El párrafo es muy largo. Para facilitar la lectura lo dividiré con sutítulos en negrillas:
La cordera dorada y el reino de Micenas.- Hijos de Pélope fueron Piteo, Atreo, Tiestes y otros. Mujer de Atreo, la hija de Catreo, Aérope, que amaba a Tiestes. Cierta vez Atreo, a pesar de que había hecho promesa a Ártemis de sacrificarle el ejemplar más bello de sus rebaños, se dice que, aunque apareció una cordera dorada, hizo caso omiso de su voto. Por el contrario, la asfixió y depositó en un arca, y allí la guardaba. Aérope se la da a Tieste, con el que le unía una relación adúltera. Pues bien, como tuvo lugar un oráculo que prescribía a los micenios elegir rey a un Pelópida, hicieron venir a Atreo y Tiestes. En la discusión que se originó a cuenta del reino, Tiestes manifestó al pueblo que debía obtenerlo quien tuviese en su poder la cordera dorada. Ya que Atreo se mostró de acuerdo, la exhibió y fue rey. Ahora bien, Zeus envía a Hermes a decir a Atreo que llegue a un acuerdo con Tiestes: que Atreo sea rey si caminare al contrario del Sol; una vez accedió Tiestes, el Sol efectuó la puesta en oriente, de modo que, con el testimonio de la divinidad sobre la estrategema de Tiestes, Atreo recibió el reino y exilió a Tiestes. 
Tiestes viola a su hija Pelopia
Atreo y los hijos de Tiestes.-Posteriormente, cuando se enteró del adulterio, lo mandó a llamar por medio de un heraldo para una reconciliación. Y afectando amistad, degolló a los hijos del recién llegado, que tenía de una ninfa náyade, y que eran Aglao, Calileonte y Orcómeno, a pesar de que se habían sentado como suplicantes en el altar de Zeus; y, tras despedazarlos y cocerlos, se los sirve a Tiestes sin las extremidades. Cuando estuvo ahíto, le muestra los miembros y lo exopulsa del país. Tiestes que buscaba por todos los medios vengarse de Atreo, consultaba al oráculo sobre el tema y recibe un vaticinio:que sólo lo logrará si engendra un niño en contacto carnal con su hija. Así lo hace pues, y engendra en su hija a Egisto, el que cuando se hizo hombre y se enteró de que era hijo de Tiestes mató a Atreo y restituyó a Tiestes el reino.
La historia es más complicada, pero por ahora lo dejamos así. Pelopia llegó a saber que su violador era Tiestes, su padre, y se suicidó. Pero los crímenes en la familia no se quedan allí:
Agamenón reina en Micenas y casa con Clitemnestra, hija de Tindáreo, tras dar muerte a su primer marido, Tántalo hijo de Tiestes, juntamente con su hijo. Le nace un varón, Orestes, y las hijas Crisótemis, Electra e Ifigenia... 
Egisto, hijo de Tiestes y Pelopia mató a Agamenón, quien a su vez fue vengado por Orestes y Electra. Interesante familia, sin duda.

Electra y Orestes, por Jean-Baptiste Joseph Wicar

martes, 2 de septiembre de 2014

Meditationes

Estatua ecuestre de Marco Aurelio Antonino. Museo Capitolino. Roma

Hace unos días conversaba con Gabriel el Librero sobre filosofía estoica y la charla nos llevó a Meditationes (Meditaciones, en castellano) del emperador Marco Aurelio Antonino (121-180), a mi juicio, uno de los últimos helenistas por su formación y forma de pensar y vivir. Me decía Gabriel, un joven que no llega a los 30 años de edad pero con conocimientos amplios y firmes, que ese libro le había ayudado en su vida personal.

Recuerdo que hace como año y medio compré a Gabriel un ejemplar en inglés, Meditations (Barnes & Noble, Nueva York, 2003) en una vieja traducción por George Long en 1909. Es un inglés un poco daté, pero le imparte un carácter propio a esta obra del "emperador filósofo". Además,está precedida por una Introducción a cargo de Andrew Fiala, profesor asociado de filosofía y estudios humanísticos de la Universidad de Wisconsin-Green Bay.

De la Introducción de Fiala tomamos algunos párrafos:
Marco Aurelio Antonino
Marco Aurelio Antonino, e, emperador romano, fue inspirado por el ideal griego de la filosofía como forma de vida. Las Meditaciones (compuestas ca 170-180 dC) es el el libro privado de reflexiones de Marco escrito en el curso de los años en lugares a los que llevó a las tropas romanas en campañas militares, aplastar revueltas y enfrentar otras tribulaciones de gobernar un imperio. Se describe mejor como un diario espiritual que contiene un récord de los ejercicios filosóficos de Marco. Si bien el libro es valioso por razones históricas como un documento de la vida interna de un destacado emperador romano, es la fuerza espiritual del libro lo que es verdaderamente extraordinario. Marco nos habla a través de los milenios acerca de los problemas humanos permanentes. El libro es  interesante como un ejemplo del pensamiento estoico, pero se mantiene llamativo porque es testimonio de un profundo viaje del espíritu humano.
(...) La ironía  del hecho que "el más gentil y amable de los filósofos y gobernantes" también perseguía a los cristianos no se perdió para los autores modernos (recuérdese que el texto de la Introducción es de 1909)  tales como John Stuart Mill, quien lo calificó como "uno de los más trágicos hechos en toda la historia". Si bien su entrenamiento filosófico lo orientó hacia hacia la tolerancia y hasta la compasión, sus deberes como emperador con frecuencia lo llevaron en dirección opuesta. Así Marco personifica la paradoja trágica del filósofo-rey que debe aplicar la ley y administrar justicia, mientras mira más allá de la política, hacia el punto de observación cósmico donde los problemas y tribulaciones de la política llegan a parecer triviales.
Leer con detenimiento a Marco Aurelio da gusto, en especial si lo leemos bien dosificado. Entonces podremos apreciar que no es un clásico cualquiera y que, tal vez esa sea la causa de su supervivencia, siempre se puede sacar algo positivo de él. Me pregunto por qué no pudo transmitirle a su hijo Cómodo un tanto de su sabiduría y al menos hacer de él un sucesor menos vergonzante; pero el muchacho tenía vocación de gladiador, no de filósofo, y tuvo un mal fin (que no es el que nos presenta Hollywood).

Lucio Aurelio Cómodo (161-192). Museo Capitolino Roma
Hijo y sucesor de Marco Aurelio Antonino. Su gobierno fue un desastre y terminó siendo asesinado por un gladiador a sueldo. Una vez muerto, la guardia pretoriana subastó el trono imperial una y otra vez en lo que se dio en llamar el año
de los cinco emperadores. Las cosas de aplacaron con la asunción de Septimio Severo.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Clitemnestra: una mujer mala

Clitemnestra y Agamenón, por Pierre Narcisse Guerin

Desde la antigüedad, la cultura occidental distingue a Penélope, esposa de Ulises, como una mujer virtuosa, y presenta varios ejemplos de mujeres malas o corrompidas. Entre las malas está Medea, la bárbara hechicera y filicida, y Clitemnestra, la espartana que, con furia asesina, le cae a hachazos al su marido al salir del baño, o durante un sacrificio. ¿Sería en verdad tan mala Clitemnestra? ¿O sería más bien un instrumento de los dioses? Tal vez sea simplemente una esposa vengativa cansada de ofensas.

Veamos el caso revisando lo que nos dice Higinio en sus Fábulas mitológicas (Alianza Editorial, Madrid, 2009):
Júpiter, transformado en cisne, se unió a Leda junto al río Eurotas y de él engendró a Pólux y a Helena; de Tindáreo engendró a Cástor y a Clitemnestra. 
... (Tindáreo) entregó a Clitemnestra por esposa a Agamenón, hijo de Atreo. Llegados desde las ciudades, muchos pretendientes pedían en matrimonio a Helena por su espléndida belleza.
Helena, por Dante Gabriel Rossetti
Tindáreo recelaba que Agamenón repudiara a su hija Clitemnestra y temía que, por ese motivo, surgiera alguna discordia. Aconsejado por Ulises, se obligó por medio de un juramento y dejó a Helena la decisión de poner una corona a aquel con quien quisiera casarse.
Ella la puso sobre Menelao, Tindáreo se la dio por esposa y, a su muerte, entregó el trono a Menelao.
A simple vista, parece un buen arreglo matrimonial; Agamenón era rey hegemón de la poderosa Micenas, y Helena, siempre coqueta, escogió un marido a su gusto. Lo que no sabían Leda y Tindáreo es que con el arreglo matrimonial llegaba un vicio oculto. Los Pelópidas eran mal vistos de los dioses por crímenes tales como canibalismo, violación e incesto y llevaban una maldición a cuestas. Pero al principio todo fue felicidad. Clitemnestra, mujer de carácter fuerte, congeniaba bien con Agamenón, mientras que el suave Menelao disfrutaba de una esposa bella y sin mucho talento, pero que le dio el trono de Esparta. Todo bien hasta que Alejandro Paris llega a Esparta en misión oficial desde la lejana Troya y se lleva a la casquivana Helena.

Menelao, desolado, recurre a su hermano Agamenón para hacer cumplir a los aqueos el juramento de asistencia mutua que se acordó a intancias de Ulises el día del compromiso y comienza la guerra de Troya. Las guerras nunca resultan tan fáciles como desean los beligerantes y esta no fue excepción. Una torpeza de Agamenón causó la ira de Diana:
Agamenón y Menelao, en compañía de caudillos escogidos de Acaya, marchaban a Troya en busca de Helena, la esposa de Menelao, a la que Alejandro Paris se había llevado; pero una tempestad, desatada por la cólera de Diana, los retenía en Áulide, porque Agamenón había alcanzado a una de sus ciervas en una cacería y había hablado con mucha arrogancia contra Diana.
Ifigenia en Áulide, fresco romano. La joven es llevada al sacrificio, su madre,
Clitemnestra gime en un rincón, y desde los cielos baja Diana con una cierva para
el intercambio.
Tras convocar a los arúspices, Calcante respondió que la única de aplacar a la diosa era sacrificar a Ifigenia, la hija de Agamenón. Ésta, al oírlo, al principio se negó.
Entonces Ulises con sus consejos lo convenció para llevar a cabo un espléndido plan. El propio Ulises fue enviado con Diomedes para llevar a Ifigenia. Cuando llegaron en presencia de Clitemnestra, Ulises fingió que la iban a entregar a Aquiles en matrimonio.
Cuando la condujo a Áulide y su padre estaba a punto de sacrificarla, Diana se apiadó de la doncella, los envolvió en una oscuridad y puso una cierva en su lugar, la llevó por las nubes a la tierra Táurica y allí la hizo sacerdotisa de su templo.
La tierra Táurica es Crimea, donde los nativos acostumbraban sacrificar extranjeros a sus dioses. Más adelante a la sacerdotisa Ifigenia le tocará la difícil tarea de sacrificar a su hermano Orestes, mas lo reconoce y lo salva. Otro día trataremos el tema. Bástenos con saber que Clitemnestra jamás perdonó a su marido este cruel engaño. Tal vez no era tan mala ¿No?

Termina la guerra con la destrucción de Troya. Los Aqueos regresan a la patria, pero los dioses, disgustados por las atrocidades cometidas, les deparan sorpresas. Cada uno tuvo su justo castigo y al final llegan los dorios con armas de hierro que causan el fin de la edad de bronce. La sorpresa para Agamenón fue brutal. Su mujer había tomado como amante al primo Egisto y juntos se preparan para recibir al héroe triunfante:
Clitemnestra mata a Casandra, hija de Príamo de Troya
Clitemnestra, hija de Tindáreo y esposa de Agamenón, oyó decir a Éax, hermano de Palamedes, que Agamenón llevaba a Casandra como concubina, una mentira con la que pretendía vengar las injurias de su hermano. Entonces Clitemnestra, en compañía de Egisto, hijo de Tiestes, concibió el plan de asesinar a Agamenón y a Casandra. Lo asesinaron con un hacha mientras realizaba un sacrificio con Casandra.
 Egisto, hijo de Tiestes y criado por una cabra (de allí su nombre) era primo hermano de Agamenón, por cuando su padre era hermano de Atreo. Era de la casta maldita de los Pelópidas. El cuento es largo y próximamente hablaremos de ellos con su torva historia de canibalismo, violación e incesto. POr ahora, sirva esta breve reseña para presentar la ópera Elektra Op. 58, de Richard Strauss, en ella vemos a la familia de Agamenón y Clitemnestra después del asesinato. No deja de ser interesante y terrífica. La duracióin es de 103 minutos de buena música postromántica


Espero les guste.

jueves, 31 de julio de 2014

Faetonte, nieto del sol

Faetonte cae fulminado al río Po, por Hendrick Goltzius

Hoy visitaremos a un personaje casi totalmente olvidado, a pesar de sus hechos y aparatosa caída. Me refiero a Faetonte, o Faetón, nieto del Sol y que tuvo una aventura insólita y breve. Lo haremos de la mano de Higinio en su obra Fábulas mitológicas (Alianza Editorial, Madrid, 2009):
Caída de Faetonte. Al pie, sus hermanas, las
Helíades, se convierten en álamos.
Faetonte, hijo de Clímeno, hijo del Sol, y de la ninfa Mérope -a quien consideramos una Oceánide-, al haberle revelado su padre que su abuelo era el Sol, le pidió su carro, pero hizo mal uso de él.
Pues, al conducirlo muy cerca de la tierra, todo se incendió con el fuego cercano y, golpeado con un rayo, cayó al río Po. Este río, que Ferecides fue el primero en nombrar, es llamado Erídano por los griegos.
A su vez, los indios, como su sangre adoptó un color oscuro con el calor del fuego cercano, se convirtieron en negros. Las hermanas de Faetonte, mientras estaban llorando la muerte de su hermano, se transformaron en álamos.
Sus lágrimas, como indica Hesíodo, se solidificaron en ámbar; y son llamadas Helíades. Son Mérope, Helia, Egle, Lampetia, Febe, Eteria y Dioxipe.
Cicno, rey de Liguria, que era pariente de Faetonte, mientras lo lloraba, se convirtió en cisne. Este, al morir, también canta de modo lastimero (154, 1-5).
 La historia figura entre las Metamorfosis de Ovidio y fue objeto de una Sinfonía en Do Mayor (La caída de Faeton) de Carl Ditters von Dittersdorf (1739-1799), de la cual escucharemos un fragmento a continuación:


La caída de Faetonte, por Hans von Aachen
En el cuadro vemos a la cuádriga del Sol despeñándose, a las hermanas convirtiéndose en álamos
y al rey de Liguria convertirse en cisne.

martes, 22 de julio de 2014

La Odisea

Ulises y las sirenas
En lengua castellana cuando alguien se refiere a una proeza de logro difícil y laborioso, se le denomina odisea. Se dice entonces: "Fulano realizó una verdadera odisea". El nombre procede de una de las piezas literarias más antiguas y venerables de la civilización occidental, La Odisea, obra del gran bardo Homero, autor también de la famosa Ilíada.

La Odisea corresponde al ciclo del regreso de los aqueos a su tierra luego de la destrucción de Troya. Fueron tantos los horrores cometidos que, indignados, los dioses dificultaron el viaje llevando a muchos héroes al fondo del mar, de aguas color de vino. Otros fueron asesinados, como Agamenón, rey de Micenas, por esposas infieles y vengativas.

El protagonista, Odiseo/Ulises, fue uno de esos héroes pues fue él quien, con su astucia logró penetrar en la ciudad dentro del famoso caballo de su invención. Su regreso a su patria Ítaca tomo unos diez años en los que enfrentó innúmeras dificultades y trabajos, mientras su fiel esposa, Penélope, tejía y destejía un sudario para la mortaja de su suegro Laertes, asediada por una banda de pretendientes que dilapidaban la herencia del heredero Telémaco. Penélope es sinónimo de mujer virtuosa, en contraposición a su prima lejana Clitemnestra, asesina de Agamenón.

Las aventuras de Ulises/Odiseo lo llevaron por toda la cuenca del Mediterráneo, cuya sección occidental era poco conocida para los helenos. Se ha tratado de identificar algunos de esos lugares: la ninfa Calipso retuvo al héroe en la islas Perejil entre España y Marruecos; las vacas del sol estaban en Sicilia; el cíclope Polifemo en el sur de Italia; Scila y Caribdis es el paso entre Sicilia y tierra firme en el canal de Mesina con sus fuertes remolinos; Circe que residía en la isla Eea es de más difícil ubicación, pues hay una tradición romana que ubica el Circeo en las costas de Campania, cerca de Cumas, una de las entradas al Hades, otros dicen que quedaba frente a Istria al norte del mar Adriático, o hasta que quedaba frente a las costas del Levante; el país de los feacios, su última parada, quedaba en la actual Corfú, cerca de Ítaca. Pero es inútil buscarle un sentido geográfico a los lugares, cuando el mensaje es otro.

Ulises parece estar buscando las dificultades al desafiar a los dioses y enemistarse con Poseidón/Neptuno al cegar sin piedad a Polifemo, su hijo. Alberto Bernabé, en el estudio preliminar a la edición que tengo de La Odisea (Biblioteca Edaf, Madrid, 2007), nos dice:
Como contrapunto a las increíbles y variadísimas aventuras que corre, algunas a causa de su insaciable curiosidad, otras provocadas por su desafiante orgullo, hay siempre en él un constante deseo de recuperar las cosas sencillas. Frente a la búsqueda de la inmortalidad de un Gilgamés, en tantas cosas similar a Ulises, lo que el héroe de la Odisea trata de hallar es algo mucho más simple: el humo del hogar, la esposa lejana o el trabajo del campo en el que, pese a su rango real, es tan hábil como cualquier labriego. Esa continua tensión entre la aventura presente y la paz añorada, entre la nostalgia del hogar y el peregrinar por tierras extrañas es el contrapunto constante de nuestro héroe. No es extraño que se vea auxiliado por Atenea, especie de correlato divino de Ulises por su elocuencia y sagacidad, diosa artesana e inteligente que prefiere, como él, el uso de la astucia antes que el de la fuerza. En un poema como este, narración de un regreso erizado de riesgos por los países más extraordinarios, Ulises, con su curiosidad inagotable y su variada astucia, con su enorme capacidad de sufrimiento y de lucha, y su constante deseo de hallar la paz al final del camino, constituye el protagonista ideal.
Ulises es, pues, un humano como cualquiera, con deseos muy normales. Nada de gloria e inmortalidad, sino llegar al calor de su hogar, comer de su propio pan, abrazar a su familia, disfrutar del esfuerzo del trabajo. He allí el por qué su figura siempre ha sido atractiva.

Ahora, existen múltiples ediciones de la Odisea, unas más felices que otras. Desde las versiones infantiles, mutiladas y censuradas, hasta las malas traducciones que se consiguen por todos lados. Recomendaría buscar una buena edición, precedida de un buen estudio preliminar. En cuanto a libros de la antigüedad helena y latina, las mejores editoriales son Gredos, Cátedra y Alianza Editorial, seguidos de muy lejos por otros de menos prestigio. Debe leerse con detenimiento, no como una novelita de aventuras, y nos explicaremos en parte el por qué ha sobrevivido desde que fue compuesta en el siglo VIII aC, cuando Grecia salía de su edad oscura, luego de la desaparición de la cultura cretense-micénica y la llegada de los dorios que portaban armas de hierro. Allí hasta se les olvidó cómo escribir.

Ulises y las sirenas. Mosaico romano.

martes, 8 de julio de 2014

Erecteo

Erecteión, por Lancelot Théodore  (Comte de) Turpin

En plena Acrópolis de Atenas, cercano al Partenón, se encuentra un edificio llamado Erecteión. Pausanias, quien hizo una excelente guía turística de Grecia lo menciona en su visita a Atenas. Al parecer no le impresionó este bello edificio y, en su Descripción de Grecia, Ática y Élide (Alianza Editorial, Madrid, 2000), hace unas breve descripción de monumento:
Existe igualmente un edificio llamado Erecteo. Delante de la entrada está el altar de Zeus Hipato, donde no sacrifican seres vivientes, sino que ofrecen pasteles; ni siquiera a emplear vino. Al entrar en él, hay altares, uno de Posidón, sobre el que, conforme a los presagios de un oráculo, hacen sacrificios también a Erecteo, otro de héroe Butes, y un tercero de Hefesto. En los muros se ven pinturas de la familia de los Bútadas, y -como el edificio es de doble cámara-, dentro hay un pozo con agua de mar. Esto no es nada asombroso, puesto que pueblos de tierra adentro los tienen, como Afrodisias de Caria, entre otros. Sin embargo, este pozo merece la pena mencionarlo porque permite oír el eco de las olas cuando sopla en viento sur. En la roca está la señal de un tridente. Se dice que ésta fue la señal que mostró Posidón en su disputa por la posesión del lugar.
Debió ser interesante visitar Atenas con la guía de Pausanias y ver todos los tesoros que albergaba no sólo en la Acrópolis, sino también en toda la cuidad.

Ahora, ¿Quién era el tal Erecteo? Éste héroe, según Homero, era honrado desde antiguo por los atenienses con sacrificio de bueyes. Higinio, en sus Fábulas mitológicas (Alianza Editorial, Madrid, 2009) nos aclara y sobre el personaje y la marca de Poseidón:
Erecteo, hijo de Pandión, tuvo cuatro hijas que juraron darse muerte, si una de ellas moría.
En esa época Eumolpo, hijo de Neptuno, llegó para atacar Atenas, porque decía que la tierra había pertenecido a su padre.
Fue derrotado con su ejército y murió por los atenienses, pero Neptuno, para que Erecteo no se regocijara de la muerte de su hijo, exigió que su hija le fuera ofrecida en sacrificio.
Así, al ser sacrificada su hija Ctenia, las demás se mataron conforme a su promesa; y, a ruegos de Neptuno, Júpiter golpeó con un rayo al propio Erecteo.
El Erecteión, por Edward Dodwell (1821)

viernes, 13 de junio de 2014

Heráclito, el filósofo hidrópico

Heráclito de Éfeso

Ayer mi hermano cumplía 72 años y Elia, mi cuñada, nos invitó a "picarle la torta". Había preocupación en la familia por mi estado de salud y le expliqué que en el curso de las tres últimas semanas había reducido 12 kg de peso, gracias al tratamiento de diuréticos que me prescribió el médico. Luego vendrán otros exámenes. Esto recordó a mi hermano la historia de Heráclito de Éfeso, quien murió de forma curiosa mientras trataba de curarse de una hidropesía. La historia, me dijo, está relatada por un griego... Diógenes Laercio.

Como a mi hermano le gusta enriquecer sus relatos con fantasías de propia cosecha, al llegar a casa busqué mí copia de Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres (EMECÉ Editores, Buenos Aires, 1948), de Diógenes Laercio, para comprobar su fabulosa historia.
Heráclito, hijo de Blisón, o según algunos, de Heración, fue efesino, y floreció hacia la olimpíada LXXIX. Sentía en las cosas muy elevadamente, como consta en sus escritos, donde dice: "El aprender muchas cosas no instruye la mente". Y que enseñó a Hesíodo, a Pitágoras, y aun a Jenófanes y a Hecateo, pues la verdadera y única sabiduría es conocer la Mente, que puede disponer o gobernar las cosas por medio de todas las cosas. Decía que Homero era digno de ser echado de los certámenes y de ser abofeteado, y lo mismo Arquíloco. Que los ímpetus de una injuria deben apagarse más que un incendio, y que el pueblo debe defender las leyues lo mismo que los muros.
Reprendió vivamente a los efesinos porque habían echado a su compañero Hermodoro, diciendo: "Todos los efesinos adultos deberían morir, y los impúberes dejar la ciudad, entendido de aquellos que expelieron a Hermodoro, su bienhechor, diciendo: ninguno de nosotros sobresalga en merecimientos; si hay alguno, váyase a otra parte y esté con otros". Como le pidiesen que les pusiese leyes, lo omitió por causa de que la ciudad estaba ya depravadísima en las costumbres y mal gobierno, y retirándose al templo de Diana jugaba a los dados con los muchachos. A los efesinos que estaban a su rededor, les dijo: " ¿Qué os admiráis, perversos? ¿No es mejor esto que gobernar la república de vosotros?
Finalmente, fastidiado de los hombres, se retiró a los montes y vivió manteniéndose de hierbas; pero acometiéndole de resultas una hidropesía regresó a la ciudad, y preguntaba enigmáticamente a los médicos "si podrían de la lluvia hacer sequía". Como ellos no lo entendiesen, se enterró en el estiércol de una boyera esperando que el calor del estiércol le absorbería las humedades. No aprovechando nada esto, murió de sesenta años. Mi epigrama a él es como se sigue:
Me admiré muchas veces
De que viviese Heráclito otro tiempo,
Sufriendo tantos males y miserias,
Para después morirse.
Regando al fin su cuerpo
Con enfermas y malas humedades,
Extinguió de sus ojos
La luz, y los llenó de oscuras sombras.
Pero Hermipo asegura que Heráclito dijo a los médicos que "si alguno podía sacar humedad oprimiendo la tripa"; y respondiendo que no, se puso al sol y dijo a los muchachos que lo cubriesen y emplastasen con estiércol; con lo cual se apresuró la vida y murió el día siguiente, y fue enterrado en el Foro. Neantes, ciciceno, dice que no pudiendo quitarse el estiércol ni eximirse de él, permaneció allí y se lo comieron los perros, no habiéndolo conocido por causa del disfraz de estiércol.
Triste fin de Heáclito, llamado, el Oscuro. En mi próxima consulta con el médico le comentaré de este caso y le daré las gracias por convertir un torrente en un secano.

Biblioteca de Éfeso, Turquía

jueves, 12 de junio de 2014

Sémele

Júpiter y Sémele, por Paolo Pagani (1661-1716)
Cadmo, hijo de Agénor y de Argíope, tuvo de Harmonía, hija de Marte y Venus, cuatro hijas, Sémele, Ino, Ágave, Autónoe, y un hijo Polidoro.
Júpiter quería acostarse con Sémele y, cuando Juno se enteró, adoptó la apariencia de la nodriza Béroe, se presentó ante ella y la persuadió para pedir a Júpiter que se presentase ante ella del mismo modo que ante Juno, "para que sepas", dijo, "qué placer es yacer con un dios".
Por tanto, Sémele pidió a Jupiter que acudiera a ella de ese modo. Para complacerla, Júpiter llegó con rayos y truenos, y Sémele se abrasó. De su vientre nació Líber, a quien Mercurio sacó del fuego y se lo entregó a Niso para que lo criara. En griego fue llamado Dioniso.

Fuente: Higinio. Fábulas mitrológicas
Alianza Editorial, Madrid, 2009.

Para esta semana escucharemos, de la ópera Sémele, de Georg Friedrihc Händel, dos arias relacionadas con el breve relato de Higinio. Sémele, siguiendo los consejos de Hera (recibidos a través de Iris), se dispone a pedir a Zeus que se presente en toda su gloria y esplendor. La primera de ellas, "Endless pleasure, endless love" (Infinito placer, infinito amor), son las aspiraciones de la ambiciosa Sémele que ya se ve disfrutando en grande. La otra, "Myself I shall adore" (Me adoraré a mí misma), une la vanidad a la ambición. Ambas arias a cargo de la soprano Kathleen Battle.


  • La primera, Endless pleasure, endless love, con la English Chamber Orchestra, bajo la dirección de John Nelson.





  • La segunda, Myself I shall adore, corresponde la la famosa presentación de la ópera handeliana en el Carnegie Hall, en 1985.



miércoles, 11 de junio de 2014

El Argo en el firmamento

Argo Navis, por Johannes Hevelius (1687)

Arato, escritor de la antigüedad, nos dice en su Fenómenos (Gredos, Madrid, 1993), al referirse a la constelación Argo, nos dice:
Cerca de la cola del Can Mayor se desliza Argo, del lado de la popa; pues no realiza su marcha según lo acostumbrado, sino que se desliza en sentido inverso como las naves auténticas cuando los marinos vuelven en dirección contraria la popa al entrar en puerto, cada uno hace virar enseguida la nave, y agitada por el flujo y reflujo toca tierra firme; de este modo, en el sentido de la popa, se desliza el Argo de Jasón. Es oscura y sin estrellas desde la proa hasta el mismo mástil, pero en el resto es totalmente brillante. Y su timón, suelto, está apoyado bajo las patas posteriores del Can, que va delante.
Estoy releyendo Hercules, My Shipmate, recreación del mito de los Argonautas y la búsqueda del Vellocino de Oro por Robert Graves. En sus traducciones al castellano se la puede conseguir bajo los títulos de Hércules y Yo, o Los Argonautas. En sus páginas se encuentra una escena sugestiva que se relaciona con las constelaciones. Seguiremos la traducción de Gustavo Gutiérrez (Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1989). Los argonautas se aproximan ya a la Cólquide y una noche anclan la nave para pernoctar:
Ya caía la noche y el viento amainaba, y como no querían tener un encuentro con los belicosos tibarenos, cuyo territorio comenzaba en este cabo, anclaron al abrigo de otro islote. Esa noche fue memorable para los argonautas, porque fue cuando Nauplio les enseñó los nombres de las constelaciones, hasta donde él las conocía: Calisto la Osa, su hijo Arcas (habitualmente llamado el Oso Guardián), las Pléyades (que ya despuntaban), y Casiopea.
Entonces se entretuvieron dando a otras sus propios nombres; de los cuales  algunos se pusieron en boga en los puertos griegos después del periplo del Argo. Conservan hasta hoy esos nombres las estrellas genelas de Cátor y Pólux, que cuando brillan encalman el mar más levantisco; y la gran constelación ponderosa de Hércules; y la Lira de Orfeo; y la de Quirón el Centauro, nombrada por Jasón; todas las cuales aún se recuerdan, lo mismo que el Delfín del Pequeño Anceo: porque esa noche todos, menos él, comieron cordero frito en aceite de delfín, alimento este último que le estaba vedado; de manera que comió atún seco en su lugar y llamaron a la constelación "el Delfín de Pequeño Anceo".
Argo Navis, por Johann Bayer (1661)
Esto fue mucho antes de que propio Argo fuera elevado al firmamento, cerca del horizonte sur: una constelación de veintitrés estrellas. Cuatro forman el mástil, cinco el gobernalle de babor y cuatro el de estribor; cinco la quilla, y cinco la regala; pero no aparece la proa, porque fue causa de un homicidio.
Por su parte, Gémino en su Introducción a los fenómenos (Gredos, Madrid, 1993), al clasificar las constelaciones, menciona casi todas las constelaciones nombradas en esa noche memorable contada por Graves y las divide en dos grupos: Boreal y Austral:
Grupo boreal (...) La Osa Mayor, la Osa Menor, Artrofilace, la Corona, el Arrodillado, el Ofiuco, la Serpiente, la Lira, el Ave, el Delfín, la parte delantera del Caballo según Hiparco, el Caballo, Cefeo, Casiopea, Andrómeda, Perseo, el Cochero, el Triángulo y la constelación últimamente caracterizada por Calímaco, la Cabellera de Berenice.
Grupo Austral: (...) Orión, y Proción, el Can, la Liebre, Argo, la Hidra, la Copa, el Cuervo, el Centauro, la Bestia que domina el Centauro según Hiparco, el Altar, el Pez austral, la Ballena, el Agua que sale del Acuario, la Corona austral denominada por algunos Cielito.
El Argo, por Lorenzo Costa (circa 1500-1530)

miércoles, 28 de mayo de 2014

Una familia taurina

Mito de Pasífae y el toro.  Maestro de Cassoni.
Museo del Petit Palais d'Avignon

Un buen número de mitos helenos, luego adoptados por los romanos, se vinculan con Creta y el período minóico. Quizá la más conocida sea la de el Minotauro y su muerte a manos de Teseo; o tal vez la de Europa, raptada en Sidón por Zeus, en la forma de un bello y manso toro blanco. ¿Quién no conoce la historia del laberinto construido por Dédalo? La dinastía reinante en esa feliz época era una familia de gustos taurinos. Veamos qué nos dice Higinio en Fábulas mitológicas (Alianza Editorial, Madrid, 2009). Comencemos por la abuela Europa:
Europa y el toro. Anteriormente en el Museo Getty, hoy en Italia
Europa, hija de Argíope y Agénor, era de Sidón. Júpiter se transformó en toro, la llevó desde Sidón a Creta y engendró en ella a Minos, Sarpedón y Radamante.
Su padre Agénor envió a sus hijos con la orden de que trajeran a su hermana de vuelta o, encaso contrario, que no regresaran ante su presencia.
Fénix marchó a África y allí se quedó. Por eso los africanos son llamados púnicos. Cílix dio su nombre a Cilicia.
Cadmo, mientras andaba errante, llegó hasta Delfos. Allí el oráculo le respondió que comprara a unos pastores un buey con una marca en forma de luna en el costado y que lo hiciera avanzar delante de él: allí donde se acostara estaba destinado que él fundara una ciudad y la gobernara,
Tras oír el oráculo, Cadmo cumplió las órdenes y, buscando agua, llegó a las fuente Castalia, que custodiaba un dragón, hijo de Marte. El dragón mató a los compañeros de Cadmo, pero Cadmo lo mató con una piedra. Minerva le indicó que levantara surcos y sembrara sus dientes; y de ellos nacieron los Espartos.
Estos lucharon entre sí y sobrevivieron cinco de ellos (...) Por otro lado, el buey que había seguido Cadmo dio nombre a Beocia.
Apolodoro, que es más exacto que Higinio, dice que Fénix se estableció en Fenicia, que toma su nombre. Pero volvamos a la familia de Europa: su hijo Minos y la nuera Pasífae:
Pasífae y el toro blanco. Pablo Picasso
Pasífae, hija del Sol, esposa de Minos, no había hecho sacrificios en honor de la diosa Venus duranbte unos cuantos años: por ese motivo Venus infundió en ella una pasión abominable, para que ella amara, bajo otra forma, al toro del que estaba enamorada.
Entretanto llegó Dédalo desterrado pidiendo ayuda. Construyó para ella una vaca de madera y la recubrió con la piel de una vaca auténtica, dentro de la cual copuló con el toro. De esta unión parió al Minotauro, un ser con cabeza de toro y cuerpo humano.
Entonces Dédalo construyó para el Minotauro un laberinto sin salida, en donde fue encerrado.
Minos, al enterarse, encarceló a Dédalo, pero Pasífae lo liberó de las cadenas. Así pues, Dédalo fabricó unas alas para él y para su hijo Ícaro, las ajustó y huyeron volando de allí. Ícaro voló muy alto, elñ sol calentó la cera y cayó al mar, que fue llamado mar de Icario por él. Dédalo voló hasta los dominios del rey Cócalo, en la isla de Sicilia.
Otros dicen que cuando Teseo dio muerte al Minotauro, condujo a Dédalo de nuevo a Atenas, su patria.
Y el hijo de Europa y el toro, ahora corneado por su mujer con otro toro blanco... Veamos qué hace:
Teseo mata al Minotauro
Cuando Minos, hijo de Júpiter y Europa, luchó contra los atenienses, su hijo Androgeo resultó muerto en la batalla. Después de haberlos vencido, los atenienses comenzaron a ser tributarios de Minos. Pero también determinó que cada año enviaran a siete hijos como pasto del Minotauro.
El resto de esta historia es bastante conocido. Teseo llega desde Trecén y al oír de las desgracias de Atenas, se ofrece voluntariamente para ir a Creta. Allí mata al Minotauro, se lleva a Aridna, la abandona en Naxos y luego casa con Fedra, herma de Aridna. ¿Cómo conclue la historia de Dédalo, ahora en Sicilia?
Minos, puesto que le habían ocurrido muchas desgracias por culpa de Dédalo, lo persiguió hasta Sicilia y solicitó al rey Cócalo que se lo entregara. Cócalo se lo prometió, pero Dédalo se enteró y pidió ayuda a las hijas del rey. Ellas asesinaron a Minos.
Cuando se visita el palacio de Cnosos, en Creta, uno se siente transportado a una era antiquísima y los recuerdos de esta familia disfuncional se agolpan en la memoria.  Allí está, en nuestra imaginación, el laberinto de Dédalo; escuchan los rugidos del hijo de Pasífae que trata de comerse a los jóvenes atenienses destinados al sacrificio y la lucha de Teseo que mata a esta fiera fruto de la zoofilia, que se queja, muge y chilla... Es algo único que no se experimenta ni en Atenas ni en Roma. Bien vale la pena el esfuerzo.


jueves, 22 de mayo de 2014

Pigmalión y Galatea

Pigmalión y Galatea, por Jean-Léon Gérome (1892)
Pigmalión, rey de Chipre, tenía más fama como escultor que como guerrero; tan amante era de su arte que no quiso casarse pues, según él, ninguna mujer viva podía ser tan bella como la figura que moldeaba con sus manos. Trabajó en una figura de marfil con tanto tiempo y amar que se convirtió en la señora de su corazón, hasta tal punto que habría dado todo lo que tenía por darle vida, además de belleza y elegancia. Todos los días trabajaba para darle toques de perfección a la forma sin sentido, todas las noches suspiraba para que fuese de carne y hueso.
Galatea era el nombre que dio a su estatua, en vano la llamaba a la vida. Inútilmente buscaba un beso enamorado y movimiento de sus proporcionadas extremidades. La cubrió de caros tisúes, adornó su cuello y brazos de piedras preciosas, coronó su fría cabeza con flores, pero todo resultó inútil. La escultura continuaba siendo una escultura, que parecía menos bella cuanto más escondía su forma blanca con oro y púrpura.
Llegaron las fiestas de Afrodita, la gran diosa de la isla. Pigmalión fue a su templo llevando ricas ofrendas y presentando una oración apasionada con el humo del incienso que se elevaba desde el altar.
"¡Reina del amor, apiádate de alguien que ha desdeñado tanto tu poder! ¡Dame por mujer el trabajo de mis propias manos o, si no puedes, una doncella de la tierra tan hermosa como Galatea!"
Como si fuese una respuesta favorable, tres veces la llama del altar se alzó en el aire, haciendo que el corazón de Pigmalión latiera deprisa y esperanzado. Se acercó a su casa permaneciendo de pie ante la estatua, que cientos de veces le había casi engañado con la creencia de que estuviese viva.
"¡Galatea!" gritó por milésima vez extendiendo sus brazos; entonces casi retrocedió por temor a lo que tanto tiempo había deseado.
Estando admirándola, la forma de mármol vino en sí. Su pecho palpitaba; por sus venas corría sangre; sus ojos ya no miraban como piedras. No era mentira. Él cogió la mano suave que se iba calentando con la suya. Podía sentir los pulsos palpitantes con su roce. Él sonrió y la cara le devolvió la sonrisa. Habló y los labios de Galatea contestaron: "¡Afrodita ha hecho el milagro!"
Esta versión del mito de Pigmalión y Galatea por el coronel británico Robert Hope Moncrieff (1826-1887) concluye con un fragmento de un poema de W. Morris:
"Sin hablar permanecía él, pero ella respiraba
simple y dulce como ella quería ser,
y en seguida otra vez su voz de clara plata sonaba
llenando el alma de él de gran felicidad.
Y así ella habló: 'Tú no vendrás a mí
¡oh querido compañero de mi nueva vida!
Yo soy llamada a ser tu amante y tu esposa.'"

Pigmalión y Galatea, por Ernest Normand (18886)


El texto está tomado de Mitología Clásica (M. E. Editores, Madrid, 1995) por Robert Hope Moncrieff Aitken, con una infame y pobre traducción a cargo de Pilar Serrano. Vemos, por ejemplo en este caso, que Pigmalión hace a Galatea de marfil y ésta termina siendo de mármol; pero hay cosas peores como gentilicios incorrectos, o el uso de la palabra maíz, cuando este cereal americano no era conocido en el mundo clásico (trigo, espelta y cebada sería lo correcto). Para traducir no sólo se deben conocer las palabras sino también estar enterado del contexto de lo que se traduce.

martes, 13 de mayo de 2014

Himno al Sol

Helios al mediodía, por Anton Raphael Mengs (1728-1779)

HIMNO XXXI

AL SOL

Al Sol a celebrar comienza ahora, hija de Zeus, Musa Calíope, al resplandeciente, al que Eufrisea de ojos
de novilla
engendró para el hijo de la Tierra y el Cielo estrellado;
es que desposó a Eufrisea gloriosa Hiperión,
a su hermana carnal, que para él dio a luz hermosos hijos:
la Aurora de codos de rosa, la Luna de hermosas trenzas
y el Sol incansable, semejante a los inmortales,
que ilumina a los mortales y a los inmortales dioses
mientras con sus caballos viaja. Terrible es la mirada de sus ojos
bajo el dorado yelmo, brillantes rayos de sí
despide en todo su esplendor, y a lo largo de sus sienes las carrilleras
resplandecientes cubren, desde la cabeza, su agraciado rostro
que de lejos brilla. Un hermoso vestido en torno a su piel resplandece,
sutilmente trabajado, entre el soplo de los vientos, lo mismo que sus sementales
siempre que él detiene el carro de yugo de oro y los corceles
y excelso los conduce a través del cielo hacia el Océano.
Salud, soberano, benévolo, riqueza que al ánimo agrade concédeme
que, tras comenzar por ti, celebraré el linaje de los hombres de antaño,
los semidioses, cuyos hechos los dioses inmortales mostraron.

Helios conduciendo lo que Udón Pérez llama "la cuádriga del Sol".
Perteneció al templo de Atenea en Troya
Museo de Pérgamo, Berlín
Este himno Homérico hace pareja con el Himno XXXII, dedicado a la Luna, Selene, dedicados ambos a realidades naturales complementarias.

Selene y Endimión, por Filippo Lauri (1650)

HIMNO XXXII

A LA LUNA

A la Luna sempiterna, de gráciles alas, cantad, Musas de dulce verbo, hijas del Crónida Zeus, duchas en el canto;
el resplandor que procede de ella y en el cielo se muestra la tierra abarca,
de su cabeza inmortal naciendo, y su belleza inmensa se manifiesta
cuando su luz ilumina: resplandece, oscuro el aire
ante su dorada corona; sus rayos brillan como a plena luz del día
cuando, tras lavarse en el Océano su hermoso cuerpo,
sus vestidos se viste, que a lo lejos rutilan, la divina Luna,
unce los potros de esbelto cuello, radiantes,
y con premura hacia delante azuza a sus caballos de hermosas crines,
a la hora de la tarde, cuando llena se halla; el rastro que deja es de gran tamaño,
y brillantísimos los rayos que entonces, en la fase creciente surgen
en el cielo: hito y señal para los mortales resulta.
Con ésta otrora el Crónida se unió en el amor y en el lecho,
y ella, embarazada, a Pandía engendró, doncella
que destacada figura posee entre los inmortales dioses.
Salud, soberana, diosa de los blancos brazos, divina Luna,
benévola, de hermosas guedejas: que, por ti comenzando, glorias de hombres
cantaré, de los semidioses, cuyas gestas celebran los aedos,
de las Musas servidores, con sus voces adorables.

Selene y Endimión, por Nicolas Poussin (1630)


Fuente:
Himnos Homéricos
Edición y traducción de José B. Torres
Cátedra, Madrid, 2005

lunes, 21 de abril de 2014

Cuernos olímpicos

Marte y Venus sorprendidos por Vulcano, por Guillemot Alexandre Charles (1827)
La imagen que encabeza este artículo representa una de las escenas más interesantes de la mitología griega. Este fin de semana largo, me dediqué a releer La Odisea (Biblioteca Edaf, Madrid, 2007), una edición no muy bien cuidada y con errores tipográficos, con una Introducción a cargo de Alberto Bernabé. Allí aparece la escena, que ha sido representada por numerosos pintores y escultores. Se trata de una infidelidad celestial.

Ulises/Odiseo ha llegado al palacio de Alcínoo, rey de los feacios. El rey indica al huésped que entre los méritos de sus súbditos no destacan ni el pugilismo ni la lucha. ...Somos buenos corredores y excelentes marinos -le dice-; pero para nosotros nada vale, en cualquier tiempo, como los banquetes, la cítara, la danza, las vestiduras limpias, los baños calientes y el amor... Los feacios eran, pues, un pueblo coqueto y festivo y para muestra, invita al bardo Demódoco a tomar la cítara y cantar:
Después de un preludio, Demódoco empezó a cantar hermosamente los amores de Ares y de la coronada Afrodita, su primera entrevista secreta en la mansión de Hefesto, los regalos de Ares y el ultraje al lecho  de Hefesto, y cómo el Sol fue a contar al marido que los había sorprendido en flagrante adulterio. Hefesto oyó la desagradable noticia y, dirigiéndose veloz a su fragua, acariciaba en el fondo de su corazón sus propósitos vengativos. Preparó el gran yunque y forjó una red de cadenas irrompibles para atrapar a los amantes. Una vez terminada la trampa, lleno de cólera contra Ares, volvió a la estancia en donde tenía su lecho, atando a sus pies unas cadenas y colgó del techo otras que caían como una tela de araña: una trampa sin igual, invisible para todos, incluso para los dioses inmortales. Una vez dispuesto así el lecho, fingió un viaje a Lemnos, su ciudad predilecta. Ares, que lo espiaba, apenas vio al insigne artífice ponerse en camino, empuñó sus áureas riendas y corrió a casa de Hefesto, encendido de amor por Citérea, la de la hermosa corona.
La hija de Zeus el todopoderoso acababa de llegar de la mansión de su padre y descansaba sentada. Ares entró en la estancia  y tomándola de la mano dijo:
Venus y Marte con Cupido y un caballo, por Paolo Veronese (1570)
-¡Vamos al lecho, amada mía, a disfrutar de nuestro amor...! Hefesto se ha puesto en camino; sin duda se dirige a Lemnos a reunirse con sus gentes de bárbaro lenguaje.
Habló así, y el deseo del amor se apoderó de la diosa. Pero apenas se tendieron sobre el lecho, el ingenioso mecanismo de cadenas preparado por Hefesto cayó sobre ellos, impidiéndoles cualquier movimiento. Comprendieron que no podían escapar.
Avisado por el Sol que acechaba a los adúlteros, Hefesto, el ilustre cojo, desanduvo su camino hacia Lemnos y regresó a su morada, lleno de rabia su corazón.
Se detuvo en el umbral, loco de cólera, y con tremendos gritos invocó a los dioses:
-¡Padre Zeus y todos los demás bienaventurados y sempiternos dioses, venid! ¡Venid y os reiréis  viendo algo insólito!.... Es cierto que soy cojo, pero la hija de Zeus, Afrodita, solo vive para deshonrarme. ¡Se ha enamorado del insolente Ares por la sola razón de que es arrogante y no tiene, como yo,  las piernas torcidas! Pero si yo nací contrahecho, ¿de quién es la culpa? ¿Mía  o de mis padres que nunca debieron haberme engendrado?... Pero venid; ¡venid y veréis el lugar que han elegido para amarse! ¡Mi propio lecho!... Mas aunque mi cólera sea inmensa, no creo que ellos puedan gozar mucho del amor que se tienen, pues mis redes los mantendrán encadenados hasta que mi suegro me restituya hasta el último de los regalos que le hice como dote de la puerca de su hija, tan hermosa como desvergonzada.
Habló así el afrentado esposo, y los dioses acudieron hacia el umbral de bronce de su casa. El primero en llegar fue Poseidón, el que sacude la tierra, y luego el servicial Hermes y Apolo, el de las flechas de largo alcance. Con el pudor de su sexo, las diosas prefirieron quedarse en su mansión...
El grupo de inmortales que nos dispensan todos los bienes se mantuvo en el umbral. Al contemplar la ingeniosa artimaña del hábil Hefesto prorrumpieron en grandes risas.
Mirándose unos a otros se decían:
Afrodita calipigia. Copia romana de un original helenístico
Museo Arquelógico Nacional. Nápoles.
-La mala conducta no proporciona la felicidad...! ¡El cojo ha ganado al ágil! ¡El patituerto Hefesto ha cazado a Ares! ¡El más veloz de los dioses del Olimpo se burló del cojitranco, pero va a pagar caro su adulterio!
Así cuchicheaban entre sí los dioses. Y el soberano Apolo, tomando aparte a Hermes, le preguntó:
-¡Yo creo, Hermes, hijo de Zeus, mensajero divino y sembrador de riquezas, que de buena gana te dejarías aprisionar entre pesadas cadenas con tal de dormir en la cama de la áurea Afrodita!
Dijo así, y de nuevo la risa estalló entre los inmortales. Solo Poseidón, sin reír, implorando de Hefesto la libertad de Ares, decía al insigne artífice estas aladas palabras:
-¡Suéltalo, y yo te garantizo ante los dioses que pagará lo que ordenes!
El ínclito paticojo le respondió:
-¡No me pidas eso, Poseidón, señor de la tierra! ¡A mal pagador, mala garantía!... ¿Cómo podría yo apremiarte ante los dioses, si una vez liberado, Ares olvidara la deuda y las cadenas?
A lo que Poseidón, el que sacude la tierra, contestó:
-Si Ares huyese y se negara a pagar su deuda, seré yo quien te pague, Hefesto.
Dijo así y empleó todas sus fuerzas en deshacer la red. Liberada de las pesadas cadenas, la pareja levantó el vuelo, él hacia Tracia y ella hacia Chipre. La sonriente afrodita volvió a Pafos, para encontrar su bosque cercado y el incienso en su altar. Allí las Gracias la bañaron y ungieron con ese aceite divino que reluce sobre la piel de los dioses sempiternos, y le pusieron sobre su cuerpo una hermosa vestidura que hechizaba a cuantos la contemplaban.

Nacimiento de Venus, por Sandro Boticelli
En el cuadro de Boticelli vemos a Simonetta Vespucci, prima de Américo Vespucio posando como Venus. Afrodita/Venus fue una diosa casquivana, nacida de la sangre de Urano y de la espuma del mar. Su nacimiento dotó de voz a la Naturaleza, hasta entonces muda. Una nota al pie de esta historia nos dice:
Educada por las Horas, hijas de Zeus y de Temis, aprendió el arte de agradar y enamorar, de seducir los corazones y proporcionar la felicidad y el placer. Las horas le regalaron un cinturón tejido por las Gracias que hacía irresistible su hermosura y con él se presentó en la corte del Olimpo, deslumbrando a todos los inmortales.
No le faltaron aventuras amorosas con dioses y mortales.

jueves, 10 de abril de 2014

Tulia, la parricida

Bajorrelieve que muestra a Tulia arrollando el cadáver de su padre 

Cuando cursaba la primaria, había una asignatura que llamaban Historia Universal que incluía muchos hechos de la historia clásica, con las mismas enseñanzas moralizantes de los historiadores helenos y latinos. Creo que el fin último de la materia era educar a los niños sobre lo que es honroso y digno y contraponerlo a los deshonroso e indigno, de tal manera que ni se piense en hacer el mal. Una de esas historias, que me llamaba mucho la atención era la de la pérfida Tulia, que arrolló con su carro el cadáver de su padre Servio Tulio, rey de Roma.

Además de los hechos feos y cruentos, me atraía la historia porque dos buenos amigos y compañeros de escuela llevaban nombres clásico. Uno de ellos se llamaba Servio Tulio y el otro Tulio. Mi imaginación de muchacho hasta le ponía caras a los protagonistas de esta historia. En estos días, releyendo a Tito Livio, me topé con Tulia y con su marido Tarquino el Soberbio. Luego del asesinato de Tarquino Prisco (o el Viejo) comienza a gobernar Servio Tulio su yerno. Tarquino moribundo, lo instruye su suegra Tanaquil:
"Si eres hombre -añadió-, el trono es tuyo y no de aquellos que han recurrido a manos extrañas para cometer el crimen más espantoso. Levanta y obedece a los dioses que te destinaron al poder real, cuando anunciaron tu alta fortuna por medio de la llama celestial, que en otro tiempo brilló en derredor de tu cabeza. Que aquella llama te caliente hoy; que sea hoy  cuando despiertes en realidad. ¿No hemos reinado también nosotros aunque seamos extranjeros? Piensa en quien eres y no de dónde vienes. Si lo repentino del caso te aturde, al menos permíteme que te guíe".
L. Tarquino Prisco y su señora Tanaquil. Grabado de Guillaume Rouillé
La llama celestial a la que se refiere  Tanaquil fue un prodigio que se manifestó en forma de corona de fuego sobre la cabeza del infante Servio Tulio y que causó se le educara con esmero en la casa real, a pesar de su ínfimo origen, incluso sobre sus propios hijos.

¿Quién asesinó a Tarquino? Dos aguerridos pastores que, a sueldo de los hijos de Anco Marcio, se presentaron en el palacio con una supuesta querella y terminando matando al rey de un hachazo en la cabeza "dejando el hierro en la herida". Los asesinos fueron apresados de inmediato y los instigadores se fueron voluntariamente al exilio. Las causas del regicidio incluían, entre otros factores, el favor que gozaba Tulio en casa de Tarquino, en desmedro de personajes más encumbrados.  Guiado por su buena suegra Tanaquil, que lo preparó todo, Tulio comenzó a gobernar y a juzgar en nombre del difunto hasta que, una vez establecido en el poder, se anunció públicamente la muerte de Tarquino Prisco.
Apolo de Veyes.
Escultura etrusca. Museo de la Villa Giulia, Roma

Habiendo puesto su poder al abrigo de toda oposición popular, Servio quiso hacer lo propio en lo referente a las asechanzas domésticas; y para que los hijos de Tarquino no le tratasen como éste había sido tratado por los Anco, casó a sus dos hijas con Lucio y Armino, que eran hijos de Tarquino. Pero la prudencia de un hombre no pudo desbaratar los designios de los hados, y la ambición de reinar produjo por todas partes, especialmente entre los miembros de la familia real, enemigos y traidores. Afortunadamente para la tranquilidad de Servio, había expirado la tregua con los veyos y demás pueblos de Etruria, y la guerra volvió a reanudarse; guerra en la que brilló tanto la fortuna de Servio como su valor...
Pero Servio Tulio no fue sólo un buen militar, sino que se dedicó a las organización del Estado. La posteridad -nos dice Tito Livio- atribuye a Servio la gloria de haber introducido en el Estado el orden que distingue las categorías, las fortunas y las dignidades, estableciendo el censo, institución especialmente provechosa para un pueblo destinado a tanta grandeza.  Este reglamento imponía a cada uno la obligación de contribuir  a las necesidades del Estado, lo mismo en la paz que en la guerra, no por tasas individuales y comunes como antes, sino en proporción a sus rentas. Estas reforma impositiva será una de las causas de su derrocamiento por Tarquino el Soberbio, pero no nos adelantemos. También este rey, ante el incremento de la población, amplió el Pomoerium de la Urbe, incluyendo primero al Palatino y Viminal, y después las Esquilias (Esquilino) donde construyó un palacio. Aún existen restos de las murallas Servias en el tramo que va del Monte Celio al Esquilino.

Servio Tulio. Grabado de Frans Huys (S. XVI)
Pero volvamos a los problemas domésticos. Esa familia real era un tanto disfuncional y el joven Tarquino lo acusaba de reinar en contra del consentimiento del pueblo:
El palacio romano vino a ser entonces el centro de terribles horrores, como si se propusieran acelerar el advenimiento de la libertad en contraposición a la monarquía, y que aquél fuese el último  reinado que comenzase con el crimen. Este L. Tarquino, hijo o nieto de Tarquino el Viejo (detalle que no está completamente averiguado, pero que le supongo hijo de éste último, ateniéndome a la versión de la mayoría de los escritores), tenía otro hermano llamado Arunto Tarquino, que era un joven de carácter apacible. Las dos Tulias, tan diferentes en sus costumbres como los mismos Tarquinos, según dijimos ya, estaban casadas con los dos príncipes. Mas la realidad, y según creo también la fortuna de Roma, no quiso que el matrimonio reuniese  en un mismo destino los dos caracteres violentos; quizá sucediera esto para prolongar el reinado de Servio y dar lugar a que se robusteciesen las costumbres romanas. La altiva Tulia se indignaba al no ver en su esposo la ambición ni el valor, demostrando todas sus preferencias por el otro Tarquino, que excitaba su entusiasmo, considerándole como un varón verdadero, nacido de regia estirpe; y despreciaba a su hermana, que era la esposa de aquel hombre, cuyos sentimientos y generosos pensamientos entorpecía con sus torcidos consejos. La afinidad de sus gustos atrajo en seguida a los dos cuñados, puesto que el mal constantemente está llamando al mal. Pero en este caso fue la mujer la que provocó el conflicto:  en las secretas entrevistas que de antemano tenía preparadas con aquel hombre, que no era su esposo, no perdonó injuria contra su marido ni contra su propia hermana, añadiendo que mejor le sería ser viuda y que él continuase en el celibato, antes que encontrase unidos el uno y la otra con personas tan diferentes a ellos mismos, permaneciendo sujetos a envejecer bajo la influencia vergonzosa y cobarde del otro. "Si los dioses -decía- me hubieran deparado el esposo que merezco, empuñaría muy pronto el cetro que todavía estoy viendo en las manos de mi padre". No tardó mucho tiempo en comunicar al joven su audacia con esas insidias, y por fin la muerte casi simultánea de Arunto y de su hermana Tulia le permitieron contraer matrimonio con su cómplice; matrimonio que no fue aprobado por Servio, pero que tampoco se atrevió a impedir.
Después de este adulterio incestuoso y asesino, vino el golpe de Estado y el asesinato de Servio Tulio, instigado por la pérfida Tulia. Para ello, a la par que le recordaba su origen regio, insistía con frecuencia ante su nuevo marido:
Tarquino el Soberbio. Grabado Guillaume de Rouillé
"Si verdaderamente  fueras tú ese hombre que yo buscaba -añadía-, ese hombre que pensaba haber encontrado, te reconocería por esposo y por rey; si no lo eres, en ese caso mi suerte es ahora peor que la de antes, porque al crimen se añade la cobardía. ¿Qué te detiene? Tú no has necesitado venir desde Corinto o de Tarquinia para apoderarte de un trono extranjero por medio de intrigas como hizo tu padre. Tus dioses penates, los de tu patria, la imagen de tu padre, ese palacio que habita, ese solio que ocupa, el mismo nombre de Tarquino, todo señala que tú eres rey, todo te invita a serlo. Si tu espíritu no se revela en la presencia de tan elevados destinos ¿a qué seguir engañando por más tiempo a Roma? ¿Por qué consentir que se te considere como al hijo de un rey? Marcha a Tarquinia o a Corinto; vuelve al oscuro estado del que saliste, porque eres más digno de ser hermano de Arunto que el hijo de tu padre". Estas y otras reconvenciones inflamaron al joven: Tulia no podía contenerse ante la idea de que Tanaquil, aquella extranjera, hubiera podido conseguir por dos veces, en virtud del ascendiente de su valor, elevar al trono a dos reyes: su esposo y su yerno; en cambio ella, que procedía de estirpe real, se consideraba impotente tanto para proporcionar una corona como para quitarla. Dominado muy pronto por la ambición desenfrenada de la esposa, Tarquino comenzó a insinuarse poco a poco a los senadores, especialmente a los más modernos; les adulaba y al mismo tiempo les recordaba los favores de su padre y terminó pidiéndoles correspondencia...
Llegó el momento oportuno y Tarquino procede en consecuencia y acompañado de un grupo armado:
En medio del terror de todos ocupó el asiento real, delante del Senado, y por medio de un heraldo ordenó convocar a todos los senadores para que acudiesen a la presencia del rey Tarquino. Todos llegaron enseguida; loas unos porque estaban advertidos de antemano para este golpe de audacia, y los otros por temor de que se les imputase su ausencia como un crimen y asombrados además por aquel extraño acontecimiento y persuadidos de que todo había terminado para Servio. Tarquino comenzó por atacar la baja estirpe de Servio, diciendo: "Ese esclavo, hijo de una esclava, después del indigno asesinato del rey, sin interregno alguno, según era la costumbre, y sin que para su elección se reuniesen  los comicios ni se pidiesen los votos del pueblo, recibió de manos de una mujer el reino como un regalo. Las consecuencias de su usurpación corresponden a la bajeza de su origen. Su predilección por la clase ínfima, de la que salió, y su odio a todos los hombres importantes le han inspirado la idea de arrebatar a los grandes las tierras que ha repartido entre los más despreciables. Lasw cargas públñicas, anteriormente comunes a todos, las hace pesar ahora solamente sobre las clases elevadas, y tan sólo ha establecido el censo para poner en manifiesto el caudal de los ricos ante la avidez de los pobres, y para conocer de dónde puede sacar el dinero cuando quiera, para sus generosidades con los desgraciados".
Mapa de Roma que muestra la muralla de Servio Tulio. 
Allí está el anzuelo para atraer a su lado a la case senatorial, rica y terrateniente, en su conflicto con un rey dedicado al pueblo. El dinero hace sensible a cualquiera. Cuando llega Servio, se encuentra con el hecho consumado. Sin embargo, increpa al golpista y se queja:
Tarquino le contestó con altivez que estaba ocupando el puesto de su padre; asiento más digno del hijo de un rey, de un heredero del trono, que de un esclavo; que desde mucho tiempo atrás Servio venía insultado a sus amos y prescindía de su intervención...
Hubo tumulto público y reacciones de ambos bandos:
Arrastrado Tarquino por lo crítico de la situación, se atrevió ya a todo; más joven y más robusto que Servio, agarró al rey por la cintura, y, sacándolo del Senado, lo arrojó desde lo alto de la escalinata. Con toda rapidez volvió a entrar al Senado para retener a los senadores; los aparitores y acompañantes del rey huyeron, y el mismo Servio, medio muerto, cuando se retiraba hacia su palacio en compañía de algunos partidarios suyos aterrados, al llegar a lo alto de la calle Cypria, fue alcanzado y muerto por unos asesinos que Tarquino había enviado en su persecución. Se afirma que Tulia aconsejó este crimen, siendo verosímil esta afirmación si se tienen en cuenta los crímenes cometidos por ella con anterioridad. Pero es un hecho comprobado sin lugar a duda que montada en su carro, se presentó en el centro del Foro, y allí mismo, sin perder la serenidad en medio de tanta gente reunida, llamó a su marido, siendo la primera en saludarle con el título de rey; y después que Tarquino le ordenó retirarse de aquellas tumultuosas manifestaciones, marchó de nuevo hacia su casa. Cuando llegó a lo alto de la calle Cypria, el auriga, al intentar la vuelta por la calle Virbia para pasar al barrio de las Esquilias, paró los caballos y, pálido de terror, le mostró el cadáver de Servio tendido en el suelo, en el mismo lugar en que se alzaba  en otros tiempos un pequeño templo dedicado a Diana; se cuenta que ella entonces cometió un acto infame y espantosamente cruel. El nombre de la calle, que desde entonces se llamó Malvada, ha perpetuado hasta nuestros días su horrible recuerdo. Aquella mujer, dominada por todas las furias de la venganza que la perseguían desde la muerte de su hermana y la de su esposo, hizo pasar, según se dice, las ruedas de su carro sobre el cadáver de su padre; a continuación horriblemente manchada con la sangre paterna, llevó aquellas ruedas ensangrentadas y repugnantes hasta los pies de los dioses penates que le eran comunes con su marido. Pero la ira de aquellos dioses tenía preparada para aquel reinado otra catástrofe digna de sus comienzos.
El lugar de esta profanación se conserva en la prodigiosa memoria del pueblo romano. Estando en Roma leí en una guía turística que Tulia atropelló el cadáver de su padre en un lugar muy cercano a la Piazza di San Pietro in Vincoli (ubicada frente a la basílica del mismo nombre, donde está el Moisés de Miguel Ángel), y a la Scala Borgia, sobre la vía Cavour. Eso queda en el Rione Monti, subiendo de los foros imperiales hacia el Esquilino. Hay algunos restaurantes indostanos en la zona, para aprovechar el paseo.

Scala Borgia sobre la Via Cavour, en Roma.
Por ella se sube hacia la Piazza di San Pietro in Vincoli, lugar donde la tradición romana ubica el
atropello de Tulia al cadáver de su padre.
Servio Tulio reinó -dice Tito Livio- durante cuarenta y cuatro años con tal sabiduría, que hubiera sido difícil, hasta para un sucesor bueno y moderado, el poder competir a esta gloria. La misma circunstancia  de con él se extinguió la monarquía legítima sirve de aumento a esta gloria. También se afirma que proyectaba abdicar aquella autoridad suya tan suave y prudente tan solo porque estaba en las manos de un hombre solo, y este generoso proyecto lo hubiera realizado, si aquel crimen no le hubiera impedido dar la libertad a su patria.
Con este largo artículo espero haber satisfecho la curiosidad de un amable lector anónimo de esta bitácora, quien manifestó no conocer a la pérfida Tulia y ahora cumplo con presentar a la famosa joyita.