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martes, 2 de septiembre de 2014

Meditationes

Estatua ecuestre de Marco Aurelio Antonino. Museo Capitolino. Roma

Hace unos días conversaba con Gabriel el Librero sobre filosofía estoica y la charla nos llevó a Meditationes (Meditaciones, en castellano) del emperador Marco Aurelio Antonino (121-180), a mi juicio, uno de los últimos helenistas por su formación y forma de pensar y vivir. Me decía Gabriel, un joven que no llega a los 30 años de edad pero con conocimientos amplios y firmes, que ese libro le había ayudado en su vida personal.

Recuerdo que hace como año y medio compré a Gabriel un ejemplar en inglés, Meditations (Barnes & Noble, Nueva York, 2003) en una vieja traducción por George Long en 1909. Es un inglés un poco daté, pero le imparte un carácter propio a esta obra del "emperador filósofo". Además,está precedida por una Introducción a cargo de Andrew Fiala, profesor asociado de filosofía y estudios humanísticos de la Universidad de Wisconsin-Green Bay.

De la Introducción de Fiala tomamos algunos párrafos:
Marco Aurelio Antonino
Marco Aurelio Antonino, e, emperador romano, fue inspirado por el ideal griego de la filosofía como forma de vida. Las Meditaciones (compuestas ca 170-180 dC) es el el libro privado de reflexiones de Marco escrito en el curso de los años en lugares a los que llevó a las tropas romanas en campañas militares, aplastar revueltas y enfrentar otras tribulaciones de gobernar un imperio. Se describe mejor como un diario espiritual que contiene un récord de los ejercicios filosóficos de Marco. Si bien el libro es valioso por razones históricas como un documento de la vida interna de un destacado emperador romano, es la fuerza espiritual del libro lo que es verdaderamente extraordinario. Marco nos habla a través de los milenios acerca de los problemas humanos permanentes. El libro es  interesante como un ejemplo del pensamiento estoico, pero se mantiene llamativo porque es testimonio de un profundo viaje del espíritu humano.
(...) La ironía  del hecho que "el más gentil y amable de los filósofos y gobernantes" también perseguía a los cristianos no se perdió para los autores modernos (recuérdese que el texto de la Introducción es de 1909)  tales como John Stuart Mill, quien lo calificó como "uno de los más trágicos hechos en toda la historia". Si bien su entrenamiento filosófico lo orientó hacia hacia la tolerancia y hasta la compasión, sus deberes como emperador con frecuencia lo llevaron en dirección opuesta. Así Marco personifica la paradoja trágica del filósofo-rey que debe aplicar la ley y administrar justicia, mientras mira más allá de la política, hacia el punto de observación cósmico donde los problemas y tribulaciones de la política llegan a parecer triviales.
Leer con detenimiento a Marco Aurelio da gusto, en especial si lo leemos bien dosificado. Entonces podremos apreciar que no es un clásico cualquiera y que, tal vez esa sea la causa de su supervivencia, siempre se puede sacar algo positivo de él. Me pregunto por qué no pudo transmitirle a su hijo Cómodo un tanto de su sabiduría y al menos hacer de él un sucesor menos vergonzante; pero el muchacho tenía vocación de gladiador, no de filósofo, y tuvo un mal fin (que no es el que nos presenta Hollywood).

Lucio Aurelio Cómodo (161-192). Museo Capitolino Roma
Hijo y sucesor de Marco Aurelio Antonino. Su gobierno fue un desastre y terminó siendo asesinado por un gladiador a sueldo. Una vez muerto, la guardia pretoriana subastó el trono imperial una y otra vez en lo que se dio en llamar el año
de los cinco emperadores. Las cosas de aplacaron con la asunción de Septimio Severo.

lunes, 16 de junio de 2014

Vivir hoy con Sócrates, Epicuro, Séneca y todos los demás


Tenía unos meses en la biblioteca el libro de Roger-Paul Doit titulado Vivir hoy con Sócrastes, Epicuro, Séneca y todos los demás  (Paidós, Barceloca, 2012), un texto que nos lleva de la mano de los autores clásicos para sacar lecciones de vida, en una coyuntura histórica cuando el saber humanístico es desdeñado y evitado. Como estaba mal ubicado en los anaqueles, no lo había abierto desde su adquisición; aproveché el fin de semana para leer algo de su contenido.

La contraportada profundiza:
Este libro es un paseo por la Antigüedad siguiendo un itinerario personal y libre de cualquier atadura. El objetivo de este paseo es buscar en los maestros antiguos una reglas de vida y pensamiento de las que carecemos hoy en día.
No se trata de preguntarle a Sócrates de qué lado debemos dormir, ni a Epicuro qué es lo qué hay que comer por la mañana, ni a Séneca cómo gestionar nuestros ahorros. Se trata más bien de abordar de otra forma algunas experiencias de vida y de pensamiento, centrales para los griegos y los romanos, en las que todos podamos inspirarnos.
En un momento en que los cambios que estamos viviendo tienden a hacer olvidar las humanidades, los encuentros con la sabiduría antigua deben multiplicarse ya que estos periplos por el pasado condicionan, en gran parte, nuestro porvenir.
El libro de lectura fácil y amena, es un tesoro de datos y filosofía de vida en temas tales como nuestra relación con la muerte; la verdad; la desgracia (tragedia) o reírse de sí mismo (comedia); el precio del tiempo, y, en fin leer con otros ojos a Sócrates, Diógenes, Plató o Aristóteles. A tal fin, está dividido en cinco partes: vivir, pensar, emocionarse, gobernar y morir en paz.

Cada uno de los artículos sobre los diversos autores va acompañado de lecturas recomendadas. Creo que para leerlo correctamente deberé hacerlo con calma, buscando a la vez los textos que me permitan una mayor comprensión y deleitarme un su lectura.

El libro, como toda obra humana, tiene un defecto: una encuadernación deficiente. A medida que se va leyendo, las hojas se desprenden confiriéndole el mal aspecto del descuido.


Roger-Pol Droit

viernes, 13 de junio de 2014

Heráclito, el filósofo hidrópico

Heráclito de Éfeso

Ayer mi hermano cumplía 72 años y Elia, mi cuñada, nos invitó a "picarle la torta". Había preocupación en la familia por mi estado de salud y le expliqué que en el curso de las tres últimas semanas había reducido 12 kg de peso, gracias al tratamiento de diuréticos que me prescribió el médico. Luego vendrán otros exámenes. Esto recordó a mi hermano la historia de Heráclito de Éfeso, quien murió de forma curiosa mientras trataba de curarse de una hidropesía. La historia, me dijo, está relatada por un griego... Diógenes Laercio.

Como a mi hermano le gusta enriquecer sus relatos con fantasías de propia cosecha, al llegar a casa busqué mí copia de Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres (EMECÉ Editores, Buenos Aires, 1948), de Diógenes Laercio, para comprobar su fabulosa historia.
Heráclito, hijo de Blisón, o según algunos, de Heración, fue efesino, y floreció hacia la olimpíada LXXIX. Sentía en las cosas muy elevadamente, como consta en sus escritos, donde dice: "El aprender muchas cosas no instruye la mente". Y que enseñó a Hesíodo, a Pitágoras, y aun a Jenófanes y a Hecateo, pues la verdadera y única sabiduría es conocer la Mente, que puede disponer o gobernar las cosas por medio de todas las cosas. Decía que Homero era digno de ser echado de los certámenes y de ser abofeteado, y lo mismo Arquíloco. Que los ímpetus de una injuria deben apagarse más que un incendio, y que el pueblo debe defender las leyues lo mismo que los muros.
Reprendió vivamente a los efesinos porque habían echado a su compañero Hermodoro, diciendo: "Todos los efesinos adultos deberían morir, y los impúberes dejar la ciudad, entendido de aquellos que expelieron a Hermodoro, su bienhechor, diciendo: ninguno de nosotros sobresalga en merecimientos; si hay alguno, váyase a otra parte y esté con otros". Como le pidiesen que les pusiese leyes, lo omitió por causa de que la ciudad estaba ya depravadísima en las costumbres y mal gobierno, y retirándose al templo de Diana jugaba a los dados con los muchachos. A los efesinos que estaban a su rededor, les dijo: " ¿Qué os admiráis, perversos? ¿No es mejor esto que gobernar la república de vosotros?
Finalmente, fastidiado de los hombres, se retiró a los montes y vivió manteniéndose de hierbas; pero acometiéndole de resultas una hidropesía regresó a la ciudad, y preguntaba enigmáticamente a los médicos "si podrían de la lluvia hacer sequía". Como ellos no lo entendiesen, se enterró en el estiércol de una boyera esperando que el calor del estiércol le absorbería las humedades. No aprovechando nada esto, murió de sesenta años. Mi epigrama a él es como se sigue:
Me admiré muchas veces
De que viviese Heráclito otro tiempo,
Sufriendo tantos males y miserias,
Para después morirse.
Regando al fin su cuerpo
Con enfermas y malas humedades,
Extinguió de sus ojos
La luz, y los llenó de oscuras sombras.
Pero Hermipo asegura que Heráclito dijo a los médicos que "si alguno podía sacar humedad oprimiendo la tripa"; y respondiendo que no, se puso al sol y dijo a los muchachos que lo cubriesen y emplastasen con estiércol; con lo cual se apresuró la vida y murió el día siguiente, y fue enterrado en el Foro. Neantes, ciciceno, dice que no pudiendo quitarse el estiércol ni eximirse de él, permaneció allí y se lo comieron los perros, no habiéndolo conocido por causa del disfraz de estiércol.
Triste fin de Heáclito, llamado, el Oscuro. En mi próxima consulta con el médico le comentaré de este caso y le daré las gracias por convertir un torrente en un secano.

Biblioteca de Éfeso, Turquía

jueves, 8 de mayo de 2014

La escuela de Platón

La escuela de Platón, por Jean Deville (1898)
Museo de Orsay, París

Ayer, cuando me preparaba para concurrir la cita con el médico, resolví llevar algún material de lectura para la sala de espera. Busqué en la enorme pila de lecturas pendientes y me encontré con un volumen de la segunda edición de La escuela de Platón (Anagrama, Barcelona, 2000) por Fernando Savater. Su pequeño formato y brevedad (140 páginas) lo hacen de fácil lectura en las incómodas sillas que ponen los médicos para sus pacientes. Así que lo tomé y me fui a la cita.

Mientras esperaba, leí con deleite unas 48 páginas, pero a medida que me adentraba en el texto caí en cuenta que no es un libro para de leer de un tirón, sino que debe leerse con detenimiento, tal vez marcando aquí y allá, y reflexionando sobre su contenido filosófico. No nos confundamos, que no es un libro pesado; al contrario, es ameno y la tentación es seguir leyéndolo sin parar -como de hecho hice-, prometiéndome hacer una lectura más detenida el fin de semana.

Veamos lo que nos dice la contraportada:
Fernando Savater
(...) A caballo entre el ensayo y la ficción, este libro inclasificable gira en torno a ese cuadro (La escuela de Platón, por Jean Deville, pintor simbolista belga), cuya fascinación confina con la ridiculez. Es un acercamiento a la obra, al museo que la guarda  y al iluminado artista que la produjo. Pero también presta voz a los personajes representados e imagina sus pensamientos, sus anhelos y sus angustias. Por medio de monólogos de los jóvenes oyentes de Platón, explora los motivos de la filosofía y su desconcierto: la relación entre idea y carne.
"Mi único propósito -asegura Fernando Savater al final de la obra- ha sido componer un entretenimiento reflexivo para ociosos cultos. Algo nítido, breve, agudo, como el sonido que produce golpear con una uña el borde de un fino cristal."
El autor cumplió su propósito, mas no es el libro adecuado para una sala de espera con señoras tosiendo y pacientes con cara de tragedia. Sin embargo, lo disfruté en la medida de las circunstancias. Esto se lo comenté a un parroquiano en la barra del restaurant donde almorcé -resultó ser un médico que conoce bien la obra de Savater- y coincidió conmigo en que hay que leerlo en el ambiente adecuado. Espero que al  releerlo con calma este fin de semana la experiencia sea aún más grata



martes, 15 de octubre de 2013

Aristóteles y Duverger sobre la tiranía

Aristóteles
(384 - 322 a. C)
Cualquiera puede imaginar que la humanidad progresa y que tiene capacidad para enmendar sus errores a través del aprendizaje. Desde muchacho supe que no es así porque cuando estudiábamos a los filósofos griegos nos encontrábamos con Aristóteles, quien, entre muchas cosas, nos mostraba al hombre como animal político con sus instituciones y formas de gobierno. El buen Aristóteles no fue el único que se dedicó a estudiar la conducta política humana, pero si fue el más destacado.

Más adelante, cuando en la Universidad cursábamos Derecho Constitucional,  el Dr, Jesús María Casal, nos daba un desayuno apetitoso con Aristóteles, Kelsen y Duverger y nos mostraba que no todo había cambiado -y tal vez ni mejorado- desde que el gran filósofo griego escribió su Política. El tema viene al caso porque aún conservo en mi biblioteca Instituciones Políticas y Derecho Constitucional (Ediciones Ariel, Caracas-Barcelona, 1962) de Maurice Duverger, libro que desde hace meses es candidato al ostracismo permanente, pero siempre hay algo que lo impide.

Hace unos días compré un ejemplar de Política (Alianza Editorial, Madrid,2012) y me puse a hojearlo. Esta una de las grandes obras clásicas del saber aristotélico. Por cultura general sabía más o menos lo que decía, pero nunca lo había leído. El libro se abrió como por encanto en el Capítulo XII del Libro Quinto y cito lo que leí porque me llamó la atención; luego lo comparé con lo que dice Maurice Duverger:
Pisístrato de Atenas
Realmente, de todos los regímenes son los menos duraderos la oligarquía y la tiranía. Pues el que más duró fue la tiranía de Sición -la de los hijos de Ortágoras y del propio Ortágoras-, que se mantuvo durante cien años. La explicación de esto es que a los súbditos los trataban con mesura y muchas veces se subordinaban a las leyes. De otra parte, por su natural belicoso, Clístenes no era despreciable, y casi siempre estos tiranos se ganaban al pueblo con sus atenciones. Se dice, por ejemplo, que Clístenes, al juez que le negó la victoria, le concedió una corona; y algunos aseguran que la figura del juez que así actuó la estatua que hay en el ágora. Cuentan también que Pisístrato consintió una vez en ser citado judicialmente ante el Areópago. La segunda fue la de los Cipsélidas en Corinto, que duró setenta y tres años y seis meses, ya que Cípselo fue tirano durante treinta años, Periandro durante cuarenta y medio y Psamético el de Gorgo durante tres años. Las causas son idénticas también para ésta: Cípselo era un demagogo y vivió en el poder sin escolta y Periandro fue un personaje tiránico, pero aguerrido. En tercer lugar, la de los Pisistrátidas en Atenas. No tuvo continuidad, ya que en dos ocasiones huyó Pisístrato durante su tiranía; de forma que, en un período de treinta y tres años, durante diecisiete años de éstos gobernó Pisístrato como tirano y durante dieciocho sus hijos; por consiguiente, el tiempo total fue de treinta y cinco años.
Hierón II de Siracusa. Su nombre está asociado
con el de Arquímedes.
De las restantes, la de Hierón y Gelón en Siracusa; pero no se mantuvo muchos años, sino que en total le faltaron dos para los veinte, ya que Gelón, habiendo sido tirano durante siete años, al octavo murió, durante diez Hierón y Trasíbulo al undécimo mes cayó. En general, casi todas las tiranías han sido de muy corta duración.
Comenta y critica también Aristóteles lo relativo los cambios o revoluciones como lo plantea Platón en La República, y agrega:
(...) de la tiranía no dice ni si habrá cambio, ni, en caso de haberlo, por qué razón y hacia qué tipo de régimen; y la explicación de ello es que no sería fácil decirlo, ya que es cosa indeterminable; puesto que según él, debería hacerlo hacia el primero y más perfecto (la democracia); pues así se completaría el ciclo. Ahora bien, cambia también en tiranía la tiranía, como la de Sición, a partir de Mirón, en la de Clístenes, y en oligarquía, como en Calcis la de Antileón, y en democracia, como la de Gelón y los suyos en Siracusa, y en aristocracia, como la de Cárilo en Lacedemonia y la de Cartago. Y hacia la tiranía se produce el cambio a partir de la oligarquía, como en Sicilia, por lo general, casi todas las antiguas: en Leontinos, hacia la tiranía en Panecio; en Gela, haia la de Cleandro; en Regio, hacia la de Anaxilao; y en otras muchas ciudades, igualmente.
Pero más importante que toda esta lista de personajes y lugares, que no nos dice tanto, es otro aspecto que toca el autor en el Libro Quinto, Capítulo XI y se refiere a cómo se mantienen las tiranías, lo que nos permite identificarlas fácilmente:
Periandro de Corinto
Museo Pio Clementino
Las tiranías se defienden por dos procedimientos muy distintos (a los de las monarquías), de los que uno es tradicional y al que ajustan la administración de su gobierno la mayoría de los tiranos. Casi todas sus medidas dicen que las instituyó Periandro el de Corinto; pero también del imperio persa pueden tomarse bastantes similares.
Son las medidas hace tiempo señaladas para la salvación, en lo posible, de la tiranía, impedir a los que sobresalen y eliminar a los sensatos, no permitir ni banquetes comunitarios ni asociaciones, ni educación, ni ninguna otra cosa similar, sino evitar todo aquello de donde suelen brotar estas dos cualidades: resolución y confianza; prohibir además la existencia de escuelas y de otros círculos culturales y facilitar cuanto esté orientado a que todos se desconozcan lo más posible unos a otros (pues el conocimiento engendra en mayor grado la mutua confianza); también , que los habitantes de la ciudad estén siempre a la vista y charlen en sus puertas (pues así pueden ocultar con menos facilidad a qué se dedican y se acostumbrarán a pensar poco, siendo siempre sumisos); además las restantes medidas similares, cuántas de los persas y de los bárbaros son de carácter tiránico (pues todas son equivalentes); tratar de que no quede en la sombra cuanto pueda decir o hacer cualquiera de los súbditos, sino tener espías como en Siracusa las llamadas "confidentes" y aquellos que como "escuchas" enviaba Hierón adonde quiera que había una conversación y una reunión (pues así se expresan con menos libertad, por miedo a tales espías; y si se expresan con libertad, pasan menos desapercibidos); y procurar que hablen mal unos de otros y riñan los amigos con los amigos, el pueblo con los principales y los ricos entre sí.
Dionisio I de Siracusa, en una decadracma
También empobrecer a los súbditos es una medida tiránica, orientada a que se alimente una guardia y a que, atareados en el quehacer diario, no puedan conspirar. (...) También el cobro de los impuestos como en Siracusa (en tiempos de Dionisio, en cinco años tuvo recogida toda la fortuna). es además promotor de guerras el tirano, con el fin de que sus súbditos estén ocupados y vivan en la necesidad de un dirigente. Y la realeza se conserva gracias a los amigos, pero es peculiar de la tiranía desconfiar en especial de los amigos; como todos desean derrocarla, pero especialmente pueden hacerlo éstos.
Ostrakon con el nombre de Temístocles. El ostracismo, en
manos de demagogos, sirvió para sacar de la escena a
personas incómodas.
Las medidas de la democracia más radical son todas también propias de la tiranía, las atribuciones de las mujeres en sus casas para declarar contra los hombres y el permiso a los esclavos por la misma razón; pues ni los esclavos ni las mujeres conspiran contra los tiranos, y si viven bien, necesariamente están a favor de las tiranías y las democracias; y también al pueblo le gusta ser monarca.  Por ello el adulador es apreciado en ambos regímenes: en las democracias, el demagogo (ya que el demagogo es un adulador del pueblo) y entre los tiranos, los que les rodean rastreramente, en lo cual precisamente consiste la adulación. Y también por esto es amiga de malvados la tiranía, pues gustan de ser adulados, y eso no lo haría nadie con sentimientos de nobleza; sino que los nobles, o son amigos o no adulan. En cambio, apropiados son los viles para las vilezas; pues "un clavo empuja a otro", según el refrán.
El deseo de no agradar a nadie que sea serio e independiente es otra peculiaridad de la tiranía (pues piensa el tirano que sólo él es así, mientras que si alguien actúa con seriedad e independencia pone en peligro la supremacía y el despotismo de la tiranía; en consecuencia, los odian como una amenaza para su poder). También la celebración de banquetes comunitarios más con extranjeros que con ciudadanos es peculiar del tirano, que considera a éstos enemigos y a aquéllos no competidores. estas medidas y otras similares son propias de la tiranía y defensoras de su poder, pero no les falta lo más mínimo de maldad.
En resumidas cuentas, todas ellas se encuentran encuadradas en tres tipos, ya que la tiranía se basa en tres supuestos: uno, que los súbditos piensen poco (pues contra nadie puede conspirar el pusilánime); en segundo lugar, que desconfíen unos de otros (pues no desaparece la tiranía sin que antes se tengan confianza algunos; por eso también luchan con los discretos, creyéndolos perjudiciales para su gobierno; no sólo porque no se resignan a ser gobernados despóticamente, sino también porque inspiran confianza para ellos mismos y los demás); y en tercer lugar, la imposibilidad de actuar (pues nadie se lanza a lo imposible, de tal forma que una tiranía no cae si falta la fuerza).
Maurice Duverger
(1917- )
Aristóteles se extiende un poco más sobre el tema. Me gustó este libro que dice tantas verdades imperecederas y que sigue actual a pesar de haber sido escrito hace 2.300 años.

Volvamos ahora a Maurice Duverger y su libro Instituciones Políticas y Derecho Constitucional, un clásico de las ciencias políticas del siglo XX. Revisando el texto, que es de extrema claridad, en su segunda parte aparecen los "grandes tipos de regímenes políticos", comenzando con las democracias clásicas: régimen parlamentario tipo inglés; régimen parlamentario francés; regímenes tipo americano en los Estados Unidos de América y América Latina; el régimen político suizo, y luego le entra a las dictaduras contemporáneas, que clasifica en tres grupos:

  • Dictaduras marxistas (en la URSS y otras "democracias populares";
  • Dictaduras fascistas;
  • Dictaduras republicanas (kemalismo en Turquía),

a los que agrega lo que dio en llamar "Regímenes autoritarios paternalistas", que son la España de Franco y el Portugal de Salazar.

Luego de haberlo revisado con detenimiento, creo que el libro de Duverger permanecerá en la biblioteca hasta decisión en contrario. Tal vez el rechazo que le tengo proceda de que algunas de sus teorías, al aplicarlas, han servido para que dictadores como Francois Duvalier, "Papa Doc", hayan establecido fuerzas de choque para aterrorizar a las masas e imponer su voluntad. Ese es el caso de los Voluntarios de la Seguridad Nacional, o Tonton Macoutes, que tanto daño hicieron a Haití que aún vive sus consecuencias.

Unos VSN o Tonton Macoutes celebrando en  Puerto Príncipe.
El régimen duvalierista era tiránico y demagógico.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Kant, el filósofo de los pendencieros

Immanuel Kant
1724-1804
Hay una noticia curiosa que circula por las agencias de noticias. En la ciudad de Rostov, Rusia, una discusión sobre filosofía kantiana termina con un detenido y otro herido, aunque no de gravedad. La agencia RIA Novosti nos da la mala nueva. Veamos:
Rostov del Don (Rusia), 16 de septiembre, RIA Novosti.
La Policía de Rostov del Don, en el sur de Rusia, detuvo a un hombre que disparó con arma de fuego a otro varón al discutir con él sobre la vida y obra del filósofo alemán Immanuel Kant, informaron hoy las autoridades locales.
Según la Policía, el supuesto agresor, de 26 años, entró en una tienda para hacer la compra y entabló una conversación sobre el legado literario de Kant con otro comprador del local, de 28 años.
“Comenzaron a discutir sobre la obra y los méritos literarios de Immanuel Kant. Primero, la acalorada disputa dio origen a una pelea de puños y luego, el atacante sacó una pistola traumática y disparó varias veces contra su contrincante, tras lo cual se dio a la fuga”, dice un comunicado.
La víctima fue hospitalizada. Su vida no corre peligro. El agresor, que tras el incidente se dio a la fuga pero luego fue atrapado, enfrenta cargos de hasta 15 años de cárcel.

Palacio de la Cultura de Rostov del Don

Me quedé alelado ¿Era tanta la pasión por la filosofía que estos amantes de la razón pura terminaron mal? Confieso mi ignorancia... ¿Qué es una pistola "traumática"? Esta incógnita me la aclara un portal australiano (www.news.com.au). Traduzco:
(...) La agencia estatal de noticias RIA Novosti citó el lunes a la policía de la ciudad de Rostov del Don, en el sentido que una discusión en una pequeña tienda devino en una pleito a puñetazos. Uno de los participantes tomó una pistola no-letal y disparó repetidamente.
La víctima fue hospitalizada  con heridas que no amenazan la vida. El arma disparó balas plásticas o de fogueo...
¡Pobre Kant, para lo que terminó! Me pregunto si en verdad estos jóvenes comprendieron en algo la filosofía del buen Immanuel, de quien tomamos algunas frases:
  • El derecho es el conjunto de condiciones que permiten a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de todos.
  • La libertad es aquella facultad que aumenta la utilidad de todas las demás facultades.
  • Tan sólo por la educación el hombre puede llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él.
  • La felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación.
  • En las tinieblas la imaginación trabaja más activamente que en plena luz.
  • La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte.
  • Dos cosas colman el ánimo con una admiración y una veneración siempre renovadas y crecientes, cuanto más frecuente y continuadamente reflexionamos sobre ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí. Ambas cosas no debo buscarlas ni limitarme a conjeturarlas, como si estuvieran ocultas entre tinieblas o tan en lontananza que se hallaran fuera de mi horizonte; yo las veo ante mí y las relaciono inmediatamente con la consciencia de mi existir.
  • El ser humano, considerado como persona, está situado por encima de cualquier precio, porque, como tal, no puede valorarse solo como medio para fines ajenos, incluso para sus propios fines, sino como fin en sí mismo; es decir, posee una dignidad (un valor interno absoluto), gracias a la cual infunde respeto a todos los demás seres racionales del mundo, puede medirse con cualquier otro de esta clase y valorarse en pie de igualdad.
  • La Ilustración significa el movimiento del hombre al salir de una puerilidad mental de la que él mismo es culpable. Puerilidad es la incapacidad de usar la propia razón sin la guía de otra persona. Esta puerilidad es culpable cuando su causa no es la falta de inteligencia, sino la falta de decisión o de valor para pensar sin ayuda ajena. Sapere aude es, por consiguiente, el lema de la Ilustración.
  • El paraíso de Mahoma o la unión delicuescente de los teósofos y místicos con la divinidad, conforme cada uno sienta, impondría a la razón su monstruosidad, y tanto valdría no tener ninguna como entregarla de tal modo a todos los ensueños.
  • El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca.

domingo, 26 de mayo de 2013

De la ética estoica y el bien vivir

Antología de los primeros estoicos griegos
Portada
Ocasionalmente compro libros de autores clásicos del mundo antiguo para ir completando una sección de la biblioteca que he dado en llamar "el areópago". Allí hay de todo un poco, desde Apolodoro de Rodas hasta Virgilio; teatro, poesía, biografías, filosofía,  historia... Es una afición que despertó en la escuela, pero que sólo ahora, con el suficiente tiempo libre, he podido ir coleccionando. Claro, los libros no se coleccionan, sino que se leen. Tenía un profesor en la universidad que decía que sólo se tenían los libros que se habían leído... Hoy le doy la razón.

Pues bien, el martes en la tarde, a la hora del cierre, me acerqué a mi librería favorita. Como no quería salir con las manos vacías, me acerqué a la sección de clásicos y escogí un ejemplar de Antología de los primeros estoicos griegos (Akal, Madrid, 1991), edición de Martín Sevilla Rodríguez, profesor de Lingüística Indoeuropea de la Universidad de Oviedo. Lo compré porque el Areópago necesita enriquecerse con un poco de filosofía y porque me gustan los estoicos y su ética.

El editor nos señala:
La Stoa Antigua constituye uno de los sistemas más potentes del período helenístico, de lo que son prueba las posteriores y sucesivas etapas de la escuela en época antigua, así como la profunda influencia generada en el pensamiento filosófico posterior, principalmente ético; sin olvidar el "redescubrimiento" de la lógica estoica por parte de algunos autores de la Lógica moderna, llamada Lógica matemática. Esta Antología ofrece al lector interesado los textos más representativos de las tres secciones, Lógica, Física y Ética, en que los Estoicos organizaron su sistema filosófico. 
En efecto, muchos aspectos del concepto virtudes cívicas y republicanas de Occidente, así como los conceptos de buen gobierno y participación del ciudadano virtuoso en la vida política de la sociedad, proceden de las enseñanzas estoicas. Por eso, en vez de leerme el libro de principio a fin, recurrí a los últimos capítulos dedicados a la Ética. De allí entresaco algunos párrafos que considero actuales y nos dan idea del pensamiento estoico:
DIÓGENES LAERCIO, Vidas de filósofos, VII, 87-89:
Zenón, en su libro Sobre la naturaleza del hombre, fue el primero en establecer como fundamento el vivir conforme a la naturaleza, lo que es vivir según la virtud, pues la naturaleza nos lleva hacia ésta. E igualmente Cleantes en su libro Sobre el placer... Es igual vivir según la virtud que vivir según la experiencia de lo que es conforme a la naturaleza, como dice Crisipo en el libro primero de su obra Sobre los fundamentos. Pues nuestras naturalezas son parte de la naturaleza del Todo. Por esta razón el fundamento consiste en vivir conforme a la naturaleza, lo que es vivir según la naturaleza de uno mismo y la de todas las cosas, no haciendo nada de lo que acostumbra prohibir la ley común, que es la recta razón que recorre todas las cosas y es la misma para Zeus, guía para lo que atañe al gobierno de los seres. Y esto mismo es la virtud del hombre feliz y el flujo sin trabas de la vida, cuando todo se realiza de acuerdo con el daimon de cada uno y según el designio de quien gobierna el Todo. ... Crisipo entiende la naturaleza con la que es necesario vivir en conformidad como la naturaleza humana común e individual. Cleantes, en cambio, toma la naturaleza humana común solamente, y no la particular. La virtud es una disposición acordada y puede ser escogida por sí misma, no por algún temor o esperanza o por algo externo; en ella está la felicidad, en tanto que es el alma preparada para el acuerdo de toda la vida.
ESTOBEO, Selecciones, II, 7,5:
De las cosas que existen, dice Zenón, unas son buenas, otras malas y otras indiferentes. Buenas son la prudencia, la templanza, la justicia, el valor, y todo lo que es virtud o participa de la virtud; malas son la irreflexión, la intemperancia, la injusticia, la cobardía, y todo lo que es maldad o participa de la maldad; e indiferentes son la vida y la muerte, la buena y la mala reputación, el dolor y el placer, la riqueza y la pobreza, la enfermedad y la salud, y cosas parecidas a éstas. (...)
De los bienes, unos son virtudes, otros no. Por ejemplo, la inteligencia, la prudencia, el valor, son virtudes, pero la gracia, la alegría, el ánimo, la decisión y cosas semejantes no son virtudes. De las virtudes, unas son conocimientos y saberes de algo, otras no. Por ejemplo, la inteligencia, la prudencia, la justicia, el valor, son conocimientos y saberes de algo, pero la magnanimidad, el vigor y la fuerza no son conocimientos ni saberes de algo. Y análogamente, de los males, unos son defectos, otros no. Por ejemplo, la insensatez, la injusticia, la cobardía, la pequeñez y debilidad del alma, son defectos, pero la pena, el miedo y cosas semejantes no son defectos. De los defectos, unos son desconocimientos e inhabilidades de algo, otros no. Por ejemplo, la sensatez, la intemperancia, la injusticia, la cobardía son desconocimientos e inhabilidades de algo, pero la pequeñez y debilidad de alma  no son desconocimientos ni inhabilidades de algo.
Ojalá hubiese en la sociedad actual un número significativo de estoicos que se dedicaran a propagar la virtud; sin duda el mundo sería mejor. Ahora, ¿Cómo reconocer al virtuoso, al justo, al sabio?
DIÓGENES LAERCIO, Vidas de filósofos, VII, 119
Los buenos, los sabios, son parecidos a los dioses, pues tienen en sí mismos algo como divino; en cambio el malo, el no sabio, es ateo; pero hay dos clases de ateos; el contrario a los dioses y el que no hace caso alguno de ellos, y este último no  es precisamente el malo.
ESTOBEO, Selecciones, II, 7, 11m
El bueno, el sabio, que es sociable, hábil persuasivo y persigue en su trato la benevolencia y la amistad, es lo más armonioso que pueda darse para con la multitud de los hombres, y por esto es también amable, agradable, convincente, y aún astuto, certero, oportuno, ingenioso, llano, no rebuscado, sencillo y sincero; en cambio el malo, el no sabio, es culpable de todo lo contrario. Dicen los Estoicos que ironizar es propio de los no sabios, pues un hombre franco y sabio no ironiza; y lo mismo cabe decir de hacer sarcasmos, que es ironizar con burlas. Solamente admiten la amistad en los sabios, puesto que sólo en ellos se da concordia con respecto  a las cosas de la vida, y la concordia es un conocimiento de lo que es bueno para todos. La amistad auténtica, y no la de nombre falso, es imposible sin fidelidad y constancia; en los no sabios, que son infieles e inconstantes y les gustan las querellas, no existe la amistad y se dan otras relaciones y ataduras sometidas a necesidades y doctrinas ajenas. Dicen también que sentir afecto, consagrarse a algo y amar es propio de sabios solamente.
¿Y cuál es la utilidad práctica de esta filosofía? ¿Podrá aplicarse a la política? Al menos ya podemos distinguir al bueno del malo...
SÉNECA, Sobre el ocio, III, 2:
Dice Zenón: el sabio accederá a la política, si nada se lo impide.
SÉNECA, Sobre la serenidad del alma, I, 10:
De acuerdo con ellos, sigo resueltamente a Zenón, Cleantes y Crisipo: aunque ninguno de ellos accedió a la política, sin embargo, ninguno lo impidió.
PLUTARCO, Discursos I y II sobre la fortuna o la virtud de Alejandro Magno, I, 6:
La muy admirada República de Zenón, el fundador de la escuela estoica, tiende fundamentalmente a este único principio: que no vivamos en ciudades ni países separados unos de otros por leyes particulares, sino que consideremos a todos los hombres compatriotas y conciudadanos, y que haya un solo mundo y ordenamiento, como una multitud asociada y constituida con arreglo a una ley común. Esto escribió Zenón representándoselo como sueño o imagen de un buen ordenamiento y República para el filósofo.
Suena a utopía, pero en la vida real, y siguiendo esta Ética, podremos escoger un buen gobernante entre los justos, buenos o sabios, y no caer en manos de los no sabios. Para ello se requiere una sociedad virtuosa (y sabia). ¿Será posible?

Después de leer este libro corrí al Puente de la Av. Fuerzas Armadas, donde me esperaba Diógenes Laercio. Otro gran libro que incorporo al Areópago.

Zenón (335 - 263 a C

lunes, 6 de mayo de 2013

En la biblioteca del padre de un amigo

Jenofonte
(430-354 a C)


El amigo, casi hermano, Adolfo Medina me convidó un domingo a visitar la biblioteca de su difunto padre, Oscar Medina, quien fue banquero. Me picaba curiosidad por saber qué leería en sus horas libres alguien de esa profesión. Además, Adolfo, que no es aficionado a la lectura, me había invitado a llevarme a casa lo que quisiera. ¡Vaya, qué generosidad! En verdad provocaba contratar un camión para llevarse los libros y el mueble que los guarda.

¿Qué leía don Oscar? La biblioteca es una verdadera caja de sorpresas. Está toda bien organizada por secciones: arte, biografías, psicología, historia, política, ética, filosofía... Al parecer disfrutaba la obra de Stefan Zweig, pues tenía bastantes obras de este autor. Poseía libros de finales del siglo XIX y de todo el siglo XX. Se veía que el Sr. Medina los había leído y que los apreciaba. Una conversación con él debió ser muy agradable, sin duda. Mientras revisábamos esa arca del tesoro, se presenta Oscar Medina, el nieto. Le pregunté si él exploraba la biblioteca de su abuelo y le señalé que era su deber cuidarla pues todos los ejemplares estaban marcados con un sello muy discreto donde se lee OSCAR MEDINA. Son tuyos -le dije-, fíjate que llevan tu nombre... Herencia del abuelo.

Como ya dije, tenía carta blanca para llevarme de todo. Llamó mi atención un libro en rústica, de pequeño formato, en la sección de filosofía. Se titula Vida y doctrinas de Sócrates (Ediciones Ercilla, Santiago de chile, 1937) por Jenofonte. Es un libro difícil de conseguir. Sabía de su existencia, pero nunca lo vi en una librería, ni entre los vendedores de libros usados. Lo mismo debió sucederle a don Oscar. Lo más probable es que lo haya adquirido de segunda mano (como la mayoría de los libros curiosos), pues su propietario original, L. Marcano, lo adquirió el 21 de marzo de 1938 en la librería El Sport, frente al Capitolio, Esq. Padre Sierra, y así lo marcó a lápiz en una de sus páginas; debajo lleva el sello de Oscar Medina. Me he deleitado leyéndolo. Un millón de gracias, Adolfo.

A propósito de Jenofonte (o Xenofonte) y de esta obra, me permito extraer del Libro de Fragmentos (Editorial Argos Vergara, Barcelona, 1983) de Guillermo Morón, algunos párrafos pertinentes:
Guillermo Morón nos comenta.
... el escritor escribió todos sus libros en el destierro. Se fue en la expedición de Ciro el joven, se quedó en tierra espartana, volvió sus armas contra Atenas, fue fiel a su esposa y a los hijos, aprendió de Sócrates el arte de la palabra, no fue enemigo de Platón, pasó a la eternidad por su escritura recatada, conservada, iluminada. Escribió Anábasis, la Ciropedia, y Helénicas; una descripción y memoria de aquella retirada con diez mil griegos sobrevivientes; una novela pedagógica, la primera antes de Las Aventuras de Telémaco; y una historia propiamente. Son las obras mayores, que usted, que es profesor, conoce.
Escribió (en el destierro) los otros libros. En primer lugar las Memorias de Sócrates (Apomnemonenmata en griego, Memorabilia en latín, tal vez Comentarios, digo yo, en español), que son cuatro libros para exaltar, ponderar y alabar al maestro y también para defenderlo después de muerto. ¿Cómo era Anito, acusador de Sócrates el sabio? Pequeño, gordo, getudo, medio calvo, tardo, rico, ignorante. ¿Cómo era Meleto, acusador de Sócrates el bueno? Más pequeño, seriote, cínico, medio calvo, abogado, poco más o menos. ¿Y eran ésos los que hablaban de corrupción? Ésos eran y ésos son. En segundo lugar el diálogo Oeconomicus, sobre la virtud del ahorro y  la buena administración, y el Symposium, tiempo para recordar y conversar, gracias, amenidades, buenas palabras. Póngase también a cuenta de Jenofonte, mientras siga la discusión crítica, la Apología de Sócrates que es como llover sobre mojado porque ya estaban escritas las memorias.
(...) Ya envejecida la mano, pero seguro el pulso, escribió en el pequeño tratado final: "Por mi parte, he sostenido siempre que la constitución de un Estado refleja el carácter de sus dirigentes políticos" (Scripta Minora, Poroi, I.1) Y eso que "es el pueblo quien impulsa las naves y quien da fuerza a la ciudad" (La República de los atenienses, I,2). El desterrado, caballero de a caballo, militar, campesino y cazador, escribió así, con suavidad, dulzura, transparencia y claridad.

El volumen que me regaló Adolfo contiene las Memorias (Apomnemonenmata), la Apología y el Banquete (Symposium) y ya está colocado junto con Anábasis en la sección de clásicos griegos y latinos de mi biblioteca. Excelente libro. Espero que Adolfo y Oscar se animen a dar nueva vida a la biblioteca del patriarca.

martes, 18 de septiembre de 2012

El arte de la amistad

Marco Tulio Cicerón
106 a C - 43 a C
El afán de la inmediatez y el deseo de las soluciones instantáneas, han llevado a muchos a pensar que por el solo hecho de contactar a alguien en una red social o comunicarse con otra persona vía correo electrónico, ya tienen resuelto el problema que les representa "hacer nuevos amigos" en un mundo donde el individuo está cada vez más aislado de sus congéneres. Este fue uno de los temas de conversación que tuve el domingo con un ciberamigo en el curso de una actividad cultural a la que asistimos. Sergio, tal es su nombre, ahora no sólo es amigo virtual, sino también un conocido a quien adornan virtudes.

De éste y otros temas conversamos, y quedé con él de escribir sobre la amistad en este blog y a la vez presentar una obra de Marco Tulio Cicerón: Laelius sive de Amicitia, cuya edición venezolana fue publicada bajo el título de El arte de la amistad (EDUVEN, Caracas, 2011). Este texto, junto con El arte de envejecer, destaca en la obra de este gran pensador, orador y político romano por ser uno de los mejor logrados.

Está escrito en forma de diálogo, o más bien conversación, entre Catón el viejo (234 149 a C); Publio Cornelio Escipión (el segundo Africano, famoso por sus victorias en la tercera guerra púnica y el asedio de Numancia), y Lelio, apodado El Sabio, orador y profundo conocedor de aspectos religiosos y derecho augural. 

Usando esta forma de discurso, Cicerón afirma que "no es verdad que la amistad nazca de la utilidad y tienda a ella; por el contrario, encuentra su fundamento en la naturaleza misma, y cuanta mayor virtud revela un individuo, tanto más nos sentimos arrastrados hacia él por sentimientos de amistad, que son nobles correspondientes espirituales y no vulgares apetitos de los sentidos. Hay amistades prudentes y doctas, amistades vulgares y superficiales: no es necesario decir que las primeras son preferibles a las segundas, porque se fundan verdaderamente en la virtud y tienden al bien común de los amigos".
Escipión y Cicerón
Ghirlandaio

Estamos, pues, ante una amistad virtuosa, con base en valores morales y cultivada en el tiempo; nada de frivolidades ni tonterías vanas. La amistad no puede confundirse con una sopa de sobre, ni un café instantáneo, que es lo que nos ofrecen las redes sociales cuando no son bien comprendidas. No se me malinterprete; la tecnología sirve para acercarnos y mantenernos en contacto, salvando el tiempo y la distancia. Eso me lo probó mi viejo amigo Adolfo (52 años de leal y buena amistad), quien por su espíritu gregario y franco me llevó a reencontrarme con los amigos de la infancia y renovar una amistad, que dormía a la espera del momento oportuno. Veamos qué nos dice Cicerón, de quien entresaco algunos párrafos:
...Muchas veces, pues, cuando pienso sobre la amistad, me parece necesario detenerme en un punto digno de la mayor consideración. Es el siguiente: ¿acaso buscamos la amistad impulsados por la debilidad y por la necesidad y porque, según la lógica de dar y recibir, esperamos obtener por nuestra cuenta para restituirlo más adelante? ¿O la causa, sin negar que ésta sea una característica de la amistad, es otra, más noble, bella y natural? En verdad, el amor, del que la amistad recibe su nombre, le confiere el primer impulso al vínculo afectivo. También es cierto que con mucha frecuencia se obtienen ventajas también del que es objeto de una amistad simulada, pero en la verdadera amistad nada es fingido y simulado; todo cuanto hay en ella es verdadero y proviene de la voluntad.
Si la fuerza de la honestidad es tan grande que la amamos tanto en quienes jamás hemos visto y, cosa más sorprendente aún, hasta con los enemigos ¿por qué nos asombramos si el ánimo humano se conmueve cuando descubre ciertas virtudes o signos de bondad en las personas con las que se puede vincular en los diferentes avatares de la vida? En todo caso, el amor se afianza cuando recibimos un provecho, cuando nos manifiestan simpatía o cuando se establece una relación de intimidad: y si a todo ello se añade una atracción mutua e inmediata, se obtiene una querencia tan maravillosa como intensa.
Si alguien piensa que la amistad deriva de la debilidad y de la necesidad de encontrar a alguien que esté en condiciones de proporcionarnos lo que nos falta, es porque le atribuye a la amistad un origen de verdad mezquino y nada noble, pues pretende que sea hija de la necesidad y de la pobreza. Si esto fuera cierto la predisposición para la amistad estaría supeditada a cierta inseguridad; pero la realidad es otra.
... Por ello es necesario mantener a estos mezquinos fuera de nuestros discursos e intentar entender, por nuestra cuenta, que el sentimiento de afecto y de aprecio deriva de la naturaleza, siempre que se derive de la honestidad. El que aspira a este sentimiento de amistad se acerca y se une cada vez más al otro para gozar de la presencia y del carácter de esta persona que comienza a amar y que quiere que su afecto sea mutuo y, es más, tiende a ofrecer sus favores en lugar de pedir los del otro, fomentando así una noble competencia de virtudes. De semejante modo, la amistad proporciona grandes ventajas y, al derivar de la naturaleza y no de la necesidad, tiene un origen noble y verdadero. En efecto, si la conveniencia fuera la base de las amistades, el cambio de intereses determinaría la disolución del vínculo; pero, puesto que la naturaleza es inmutable, las auténticas amistades son eternas. He aquí el origen de la amistad....
Dejo la cita aquí porque no voy a transcribir el libro completo, que se puede bajar de varios sitios. Mientras lo leo, me parece escuchar a mi madre como una matrona romana, tal vez como Porcia o Cornelia, chequear la calidad de los amigos y poner a Vicente como ejemplo (otra vieja amistad de 52 años). La experiencia me ha confirmado las afirmaciones de Cicerón y sólo las mejores amistades perduran en el tiempo porque se basan en la virtud y la confianza.

¡Qué diferentes son las relaciones cuando priva el interés o el querer llenar un vacío existencial! Esto me lleva de nuevo al tema de los contactos por internet. Como ya dije, su valor principal es mantener en contacto a los amigos, aunque hayan pasado 40 años sin verse (como fue mi caso). También podemos hacer amigos de los contactos fortuitos, pero esa amistad, si perdura, se debe a las condiciones que nos ha indicado Cicerón, no a los mensajitos ocasionales o, peor aún, a los acosos de personas con desajuste emocional. No hay manera de forzar la amistad. Tengo unos cuantos amigos nuevos, de gran calidad, que primero fueron simples contactos, y con el trato pasaron al nivel de amistad. Eso es bueno, pero siempre se requiere el trato personal; como me dijo un taxista: hay que mirarse a los ojos o tomarse un trago...


Tomado de www.lapatilla.com

domingo, 27 de noviembre de 2011

Cicerón nos muestra cómo envejecer



Hace unos días me topé en una librería con un libro clásico: El Arte de Envejecer (Eduven, Colección Sapientiae, Caracas, 2011), obra de Marco Tulio Cicerón (106 adC - 43 adC). Como ya se acerca el momento que entre a la Tercera Edad, comience a cobrar mi pensión del seguro social y a disfrutar de pequeños privilegios tales como viajar gratis en metro, recibir trato preferecial en los bancos, o pagar la mitad de la entrada al cine, me compré un ejemplar. Aunque no represento la edad, la tengo y me imagino de los órganos internos lo saben, por eso quise saber lo que me diría Cicerón si nos sentáramos a conversar en un triclinio en su casa del Palatino.

Del prólogo del editor, entresacamos:

De entre la vasta obra de Cicerón destacan dos escritos en forma de diálogos: Cato mayor sive senectute (Catón Mayor o sobre la vejez) y Laelius sive de Amicitia (Lelio o sobre la amistad) que en este volumen ofrecemos como el Arte de envejecer. Esta obra constituye todo un tratado de moral práctica, en el que se manifiesta el talento de su autor. Dedicado a Tito Pomponio Ático, se hace eco de una conversación que tuvo lugar en 150 adC entre Catón el viejo, Escipión Emiliano, el segundo africano, y Lelio. Catón (234-149 adC) fue cuestor en 204, cónsul en 195 y censor en 184, destacando en el ejercicio del cargo como modelo de severidad.  ... El segundo, hijo adoptivo de Publio Conelio Escipión, era profundo conocedor de la cultura griega, y famoso por sus victorias sobre Cartago en la tercera guerra púnica y sobre los españoles (sic) en el asedio de Numancia. El último de éstos, Lelio, llamado el Sabio, gozó de prestigio entre los oradores de su tiempo y alcanzó fama de profundo conocedor de los aspectos religiosos y en el derecho augural.
Asombrados ambos interlocutores del Censor al observar cómo afrontaba las circunstancias de la vejez, Catón se constituye en defensor de esta última etapa de la vida y hace frente a las socorridas censuras que suelen hacerse, tales como; que la senectud aparta a los hombres del manejo de la cosa pública, debilita su vigor físico, es obstáculo para el goce de los placeres de la vida y constituye el augurio de la proximidad de la muerte.
Pero dejemos que sea Catón quien nos aconseje:

  • No hay fuerzas en la vejez; tampoco ella las pide, ni las necesita para nada. De manera que por las leyes y costumbres, absuelven a nuestra edad de las tareas que no pueden cumplirse sin vigor físico; así no estamos obligados a hacer lo que no podríamos hacer; sino tampoco aquello que aún lograríamos hacer.

  • ¿Qué hay de raro en que los viejos sean débiles y enfermos, si los jóvenes tampoco lo pueden evitar? Lelio y Escipión: hay que enfrentar la vejez con coraje y compensar sus defectos con los cuidados, hay que combatir contra ella como contra una enfermedad, hay que cuidar la salud.

  • Practicar el ejercicio con moderación y comer y beber cuanto basta para reponer las fuerzas y no para saciarse: no se debe atender sólo el cuerpo sino más bien la mente y el ánimo para evitar que ellas se apaguen con la vejez, como sucede con una lámpara que no se agregara el aceite, la vejez los apaga; y mientras el cuerpo se siente pesado, gracias al ejercicio, el ánimo se hace más ligero.

  • La vejez es respetada si se sabe defender por sí sola, si mantiene inalterados sus derechos, si se sabe gobernar con absoluta independencia, si hasta el final ejerce la autoridad y el predominio sobre todos los suyos. Por tanto, así como se alaba a un joven que tiene algo de viejo, así también se debe aceptar el viejo que tiene algo de juvenil; quien se atenga a esta norma llegará a ser viejo de cuerpo pero jamás de espíritu.

  • (Luego de contarle a Escipión y Lelio cómo se mantiene activo) ...Porque el que vive estudiando y trabajando, no siente cuando llega la vejez. De esta manera, transcurre la vida envejeciendo; no se advierte la quiebra de la edad, sino que a fuerza del mucho vivir, la vida se acaba.

  • Decía Arquitas (de Tarento) que no había dado la naturaleza a los hombres más dañina enfermedad que los deleites del cuerpo, cuyos perturbadores deseos del placer sensual, excitan las pasiones más desenfrenadas. Esta es la razón de la traición de la patria, el derrumbe de las repúblicasa, las secretas complicidades con los enemigos; en suma, no hay delito ni crimen que no tenga su razón de ser en la tiranía del placer, y el estupro, el adulterio y cualquier otra infamia semejante no tienen otro origen que la incitación a los deleites.

  • Pero ¿qué quiero decir con todo esto? Que entendáis que si no bastara la razón y la sabiduría para lograr rechazar el placer, deberíamos agradecer a la vejez el hecho de no dejarnos desear lo que no debemos. Los deleites, en efecto, obstaculizan la capacidad de juicio, sion enemigos de la razón y, por así decirlo, obscurece los ojos de la mente y no tiene ninguna relación con la virtud.

Pero también nos indican Catón y Cicerón:

  • Tened presente que cuando en mi discurso alabo a la vejez, me propongo alabar tan sólo la vejez que reposa sobre los principios de una buena juventud. De ello deriva que, como ya lo he mencionado con la aprobación de todos, la vejez es miserable si necesita apologías. No pueden el cabello cano y las arrugas conquistar de golpe la autoridad; el transcurrir de la vida, si ha sido buena, es la que consigue mayores frutos de ella...

  • Se dice que los viejos suelen ser intratables, inquietos, iracundos e imprtinentes, y hasta avarientos, pero estros son vicios de las costumbres, no de la vejez. En cuanto a estos vicios que he mencionado, algunos tienen excusa, no diré legítima pero por lo menos en parte comprensible.

Excelente libro y me he deleitado leyéndolo. Me recuerda a un amigo quien, luego de casi 30 años sin verme, me pregunta sobre "el secreto de mi eterna juventud". A él y a los que me preguntan por el retrato de Dorian Gray que supuestamente tengo en un clóset, les digo: Vivir como los romanos; es decir, dar a cada uno lo suyo (Suum cuique tribuere, diría Ulpiano), vivir honestamente y no hacer daño a nadie. Agrego que disfruto de ligeros placeres de la vida, como la buena mesa, la lectura, la música, la bebida con moderación, las orquídeas y el cultivo de la amistad.

Gracias, Cicerón, por tus consejos.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Los sabios consejos de Epícteto

Epícteto

Hace un par de días, como acostumbro a hacer con frecuencia, entré a una buena librería. Nada de particular en ello puesto que si a uno le gusta leer, lo más normal es no sentirse intimidado por muchos metros de anaqueles repletos de libros para todos los gustos. Compré tres: uno sobre té, una novela histórica y un librito en rústica titulado El Arte de Vivir, de Epícteto, filósofo estoico del siglo I. Lo compré porque estoy ampliando mi colección de autores de griegos y latinos. Fue una sorpresa ver algo de ese filósofo del que había escuchado comentarios pero nunca había leído; sorpresa doble porque además está editado en Venezuela (Eduven, Colección Sapientia, Caracas, 2011). Lo mejor fue cuando me animé a retirar la envoltura del tomo y empecé a leer las máximas. No tienen desperdicio y nos enseñan a vivir bien: libres y en paz con nuestra conciencia. De la contraportada, cito:


Epícteto fue un filósofo griego que vivió en Roma en el siglo I d.C. Es autor del tratado más importante del estoicismo romano. De sus disertaciones se conservan los cuatro primeros libros. Se trata de una colección de máximas y de enseñanzas morales expuestas en clara forma discursiva, orgánica y lograda con la brevedad, generalmente conocida gracias a la hermosa versión que hizo Giacomo Leopardi en 1825.
El bien supremo es la libertad, entendida como la condición en que nuestra vida se desenvuelve en función de hechos externos, casuales y contradictorios, si bien en conexión con nuestra personalidad. Tal conquista se logra por grados, educando la voluntad con ayuda de la razón y de la sabiduría.
La libertad según se desprende de las enseñanzas de Epícteto, comienza con el dominio de los propios impulsos irracionales, como instintos, vicios, pasiones, y se extiende al de las ambiciones, decepciones, hechos sociales y políticos, el miedo a las enfermedades y a la muerte.
Entresaco algunas máximas que tienen casi 2000 años y siguen vigentes. Espero sean de provecho:



  •  De todas las cosas del mundo, unas dependen de nosotros y otras no. Dependen de nosotros nuestros juicios y opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos y nuestras aversiones: en una palabra, todos nuestros actos.

  • Las que no dependen de nosotros son: el cuerpo, los bienes materiales, la reputación, las dignidades y honores: en una palabra, todas aquellas cosas que no entran en el círculo de nuestros propios actos.

  • Las cosas que dependen de nosotros son libres por su misma naturaleza; nada puede detenerlas ni levantar ante ellas obstáculos. En cambio, las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, sujetas a mil contingencias e inconvenientes y extrañas por completo a nosotros.

  • Jamás te vanaglories de lo que de tí no dependa; de un mérito que en realidad te sea ajeno. Si un caballo pudiese hablar y dijera: ¡Qué hermoso soy!,sería al fin y al cabo tolerable, pues que, sobre ser verdad, lo decía un caballo; pero que tú te envanezcas diciendo: Tengo un hermoso caballo, no. Sin contar, además, que es envanecerse de bien poco, porque, ¿qué es lo que hay de tuyo en esto, fuera del mal uso que haces de tu imaginación? Sólo, pues, cuando uses de ella de acuerdo con la naturaleza podrás envanecerte y vanagloriarte, ya que entonces te glorificarás de un bien que en realidad te es propio.

  • Los verdaderos días de fiesta son y deben ser para ti aquellos en que has vencido una tentación o te has arrancado, o al menos dominado, el orgullo, la temeridad, la malignidad, la maledicencia, la envidia, la obscenidad en el lenguaje, el lujo o cualquiera de los vicios que te tiranizan. esto es lo que debe alegrarte y merecer tus desvelos y sacrificios con mucho más motivo que haber obtenido un consulado o el mando de un ejército.

  • No está en nuestras manos el ser ricos, pero sí el ser felices. Además, las riquezas no son siempre un bien, sobre que suelen ser poco duraderas.En cambio, la felicidad que proviene de la sabiduría dura siempre.

  • El ser libres o esclavos no depende de la ley ni del nacimiento, sino de nosotros mismos; porque todas las cadenas y todo el peso de ciertas prescripciones legales serán siempre mucho más leves que el dominio brutal de las pasiones no sometidas, de los apetitos insanos no satisfechos, de las codicias, de las avaricias, de las envidias y demás desenfrenos. Que aquéllas, cuando más, sólo podrán pasar sobre el cuerpo, y éstas, además, sobre el espíritu. Por malo que sea el amo a que aquéllas nos sometan, siempre tendremos momentos de respiro y esperanzas de manumisión; éstas nos someten a tantos y tan crueles, que generalmente muerte puede librarnos de su yugo.

  • Hay esclavos grandes y los hay pequeños. Los pequeños son los que se dejan esclavizar por cosas nimias, como banquetes, hospedajes y dádivas. Los grandes son los que se dejan esclavizar por un consulado o un gobierno de provincia. Todos los días ves esclavos ante los cuales andan lictores llevando haces, y éstos son más esclavos que los otros.

  • ¿Quieres dejar de pertenecer al número de esclavos? Rompe tus cadenas y desecha de ti todo temor y todo despecho. Arístides, Epaminondas y Licurgo fueron llamados el justo, el libertador y el dios, respectivamente, no porque poseyeran muchas riquezas y muchos esclavos, sino porque, aún siendo pobres, dieron la libertad a Grecia.