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viernes, 6 de junio de 2014

Socialismo y Nacionalismo

Demetrio Boersner
Un libro que ha sobrevivido los avatares de mi biblioteca -lo tengo desde hace unos 40 años-, es Socialismo y Nacionalismo (Instituto de Estudios Políticos, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1965), obra del insigne Demetrio Boersner, quien para entonces dirigía la cátedra de Historia de la Relaciones Internacionales de la EEI de la FACES-UCV, entre muchas otras actividades académicas. Recuerdo sus clases como si fuera hoy; eran tan buenas e ilustrativas que no provocaba tomar apuntes, sino sentarse a escuchar con atención. Pero volvamos a Socialismo y Nacionalismo.

Este viejo libro sobrevivió por varias causas; el autor; la claridad de los conceptos utilizados; los recuerdos que despierta, y tal vez la promesa de leerlo otra vez. No subrayo ni marco libros, pero éste tiene el capítulo V (La URSS, la Internacional Comunista y el Nacionalismo) subrayado con cuidado, utilizando lápiz y regla; tal era el respeto que despertaba y aún despierta. Veamos lo que nos dice el Dr. Boersner:
Este libro, que representa el resultado de varios años de estudio y reflexión, tiene dos objetivos fundamentales. Por una parte, pretende constituir una modesta contribución a la Ciencia Política en su aspecto descriptivo o analítico, presentado una serie de hechos concretos, hasta ahora poco explorados, de la historia de las relaciones entre el socialismo y el nacionalismo en los siglos XIX y XX. Por otra parte, aspira a sugerir una interpretación o síntesis de los hechos descubiertos, sin abandonar el ámbito de la objetividad científica ni desviarse hacia la polémica o el juicio de índole moral. El trabajo analítico es el más fundamental, pero el autor comparte el criterio de Harold Lasky, en el sentido de que el Political scientist tiene el derecho de dar a conocer ciertas opiniones personales, con tal que no se aparte de los hechos concretos y no oculte ningún elemento que podría tender a invalidar su tesis.
 El autor basa su estudio sobre la premisa de que el ascenso de los movimientos socialistas, por una parte, y de las corrientes nacionalistas por la otra,  representa uno de los factores más decisivos de la historia contemporánea. Los nacionalismos de países oprimidos, que reaccionan contra la hegemonía de imperios tradicionales o modernos, han constituido  la raíz de muchos de los acontecimientos mundiales más dramáticos y determinantes de los últimos dos siglos. Y a partir del desarrollo del capitalismo industrial, las luchas reivindicativas de las clases trabajadoras, reflejadas en doctrinas y movimientos socialistas de diversos tipos, han sido, a su vez un elemento de trascendental importancia en la formación de la política interna y externa de los Estados. Asimismo, es evidente que en varias ocasiones el socialismo y los nacionalismos rebeldes han coincidido en su lucha contra adversarios comunes: los grupos dominantes, capitalistas, feudales o burocráticos que se esfuerzan por frenar el ascenso de clases y naciones subyugadas.
Cuando dos fuerzas político-sociales tienen un adversario común, tienden a aliarse, por lo menos ocasionalmente. Los acuerdos de alianza táctica entre el socialismo y el nacionalismo rebelde son frecuentes, aunque también son grandes las contradicciones que existen entre los dos movimientos. En este libro se trata de describir en forma coherente las relaciones que han existido, desde la Revolución Francesa hasta el presente, entre los abanderados de las revoluciones nacional y social, tanto en el plano de la teoría como en el de la praxis.
El libro ha viajado bien en el tiempo, a pesar de la dinámica política a raíz de la desaparición de la Unión Soviética, en particular por el surgimiento de nuevos socialismos que, en algunos casos, tienen más de Benito Mussolini que de Antonio Gramsci. Seguirá en la biblioteca luego de la limpieza que efectúo..

En uno de los seminarios que dictaba, o tal vez en clase -no recuerdo-, el Profesor Boersner nos recomendaba leer la prensa a diario, anotarla y llevar un diario del acontecer internacional. Hace unas semanas me encontré en una librería con su hijo Andrés y uno de sus nietos. Le pregunté por su padre y que si aún llevaba el diario (sí, lo lleva desde 1960). Y le conté cómo eran sus clases y la admiración que todos sus alumnos tenían por él. El librero intervino y nos contó que en una sitio web de un revolucionario de nuevo cuño, Boersner había sido calificado de "comemierda". Me volteé y le dije al nieto: ¡Coño, me gustaría comer tanta mierda de la buena como tu abuelo!

Seguro que ese "revolucionario" que lanzó el epíteto en la IV República era adeco o copeyano militante de base y que lo que leía era la Gaceta Hípica, como le correspondía. Ahora, converso, es socialista. Tal vez no conozca a Marx o a Engels, pero si un incensario para la adoración perpetua.

Carátula de Socialismo y Nacionalismo.
La foto está tomada de Mercado Libre - Argentina

jueves, 25 de julio de 2013

Juicio a Kissinger


En una correría bibliófila del pasado lunes, el librero me recomendó varios volúmenes, entre ellos Juicio a Kissinger (Anagrama, Barcelona, 2012) obra Christopher Hitchens, licenciado en Filosofía, Ciencias Políticas y Economía por el Bailliol College de Oxford. Su título en inglés es The Trial of Henry Kissinger.

Como la figura de Kissinger nunca me ha simpatizado y considero que se le sobrevaloran sus cualidades y capacidades, le advertí sobre el particular al librero y agregué que ese Premio Nobel de la Paz que le fue otorgado en 1973 (compartido con Le Duc Tho, de Viet Nam del Norte, quien lo rechazó en virtud de que su contraparte había violado el armisticio), se le ha debido conferir colectivamente a la ciudadanos estadounidenses que se opusieron a esa guerra, u otro que hubiera propiciado la paz y no la guerra, y agregué que cuando se publicaron sus Memorias, ni me molesté en hojearlas. Me dijo entonces que lo comprara, que me iba a gustar.

En efecto, lo que he leído hasta ahora me ha gustado por lo bien investigado y estructurado. Kissinger es un ejemplo de lo que no debe ser un político responsable. Si hubiera sido talentoso, que lo dudo, sería talento sin probidad, lo que haría de él un azote. Nuestro libro es un prontuario criminal de don Henry, que a juicio del autor "podrían o deberían constituir la base de una acusación penal: por crímenes de guerra, por crímenes contra la humanidad y por delitos contra el derecho consuetudinaario o internacional, entre ellos el de conspiración para cometer asesinato, secuestro y tortura".

De la contraportada:
Con la detención de Augusto Pinochet, y la intensa presión para proceder a la de Slovodan Milosevic, la posibilidad de una legislación internacional que actúe contra los tiranos en todo el mundo se perfila como una realidad. No obstante, como Christopher Hitchens  demuestra en este libro inapelable, Occidente no necesita ir muy lejos en busca de candidatos idóneos para un banquillo de acusados. Estados Unidos es la patria de un individuo cuyo historial de crímenes de guerra resiste la comparación con los peores dictadores de la historia reciente: el ex secretario de Estado y consejero de seguridad nacional Henry A. Kissinger. Sopesando  las pruebas con meticulosidad jurídica y desarrollando su caso con un escrupuloso análisis de la documentación escrita, Christopher Hitchens toma la palabra como fiscal. Investiga, sucesivamente, la participación de Kissinger en la guerra de Indochina, la matanza masiva perpetrada en Bangladesh,,los asesinatos planeados en Santiago de Chile, Nicosia y Washington, y el genocidio en Timor Oriental. Basándose en testimonios de primera mano, en documentos no publicados hasta ahora y en un amplio estudio de material desclasificado en virtud de la Ley de libertad de información, elabora un sumario devastador contra un hombre cuya ambición y crueldad han sido la causa directa de asesinatos individuales y grandes matanzas indiscriminadas. Como afirma Christopher Hitchens: "La única impundad de que Henry Kissinger disfruta es rango; huele que apesta. En nombre de las innumerables víctimas, conocidas y desconocidas, es hora de que la justicia intervenga".

Christopher Hitchens (1949-2011)
Autor

viernes, 29 de marzo de 2013

Por fin llegó a Caracas

La infancia de Jesús
Portada
Por fin el público venezolano podrá adquirir la tercera entrega de la Vida de Jesús de Nazaret por Joseph Ratzinger (Benedicto XVI). Está editado por Planeta, impreso en Venezuela por Editorial Arte S. A. (enero de 2013). Compré dos ejemplares: uno de ellos para mi tía Imelda, que devora libros.  Este libro, claro, sencillo y profundo a la vez, causó cierta polémica hace unos meses por lo relativo a la mula y el buey del Pesebre y por la "nacionalidad" de los Reyes magos. A mucha gente le gusta opinar sin saber y las más de las veces repiten como loros lo que vieron por allí. Veamos lo que nos dice el Papa Ratzinger:
Finalmente puedo entregar en manos del lector el pequeño libro prometido desde hace tiempo sobre los relatos de la infancia de Jesús. No se trata de un tercer volumen, sino de algo así como una antesala a los dos volúmenes precedentes sobre la figura y el mensaje de Jesús de Nazaret. He tratado aquí de interpretar ahora, en diálogo con los exegetas del pasado y del presente, lo que Mateo y Lucas narran al comienzo de sus evangelios sobre la infancia de Jesús. 
Según mi convicción, una interpretación correcta requiere dos pasos. Por un lado, hay que preguntarse qué es lo que los respectivos autores querían decir en su momento histórico con sus correspondientes textos; éste es el componente histórico de la exegesis. Pero no basta con dejar el texto en el pasado, archivándolo así junto con los acontecimientos sucedidos hace tiempo. La segunda pregunta del auténtico exegeta debe ser ésta: ¿Es cierto lo que se ha dicho? ¿Tiene que ver conmigo? Y, en este caso, ¿de qué manera? Ante un texto como la Biblia, cuyo último y más profundo autor, según nuestra fe, es Dios mismo, la cuestión sobre la relación del pasado con el presente forma parte inevitablemente de la interpretación misma. Con ello no disminuye el rigor de la investigación histórica, sino que lo aumenta.
Me he preocupado de entrar en diálogo con los textos en este sentido. Haciéndolo así, soy bien consciente de que este coloquio entre el pasado, el presente y el futuro nunca podrá darse por concluido, y que cualquier interpretación se queda corta respecto a la grandeza del texto bíblico. Espero que, a pesar de sus límites, este pequeño libro pueda ayudar a muchas personas en su camino hacia Jesús y con él.
Al salir de la librería no pude resistir la tentación y lo abrí con la idea de averiguar si este gran teólogo había dicho que los reyes magos eran andaluces (de hecho sólo nombra a Tarsis -Tartesos una sola vez y ello en relación con Isaías 60 y el Salmo 72,10 -pág. 102):
La promesa contenida en estos textos extiende la proveniencia de estos hombres hasta el extremo Occidente (Tarsis - Tartesos en España), pero la tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia y Europa. El rey de color aparece siempre: en el reino de Jesucristo no hay distinción por la raza o el origen. En él y por él, la humanidad está unida sin perder la riqueza de la variedad.
Lo mismo sucede con el pesebre. Benedicto XVI no echó a la mula y al buey del establo, sino que explicó.

El principal mérito de la obra de Ratzinger sobre la vida de Jesús está en poner la teología al alcance de todos. Me he deleitado leyendo esta "antesala", luego leeré, con más calma los dos tomos principales.

Benedicto XVI

jueves, 21 de marzo de 2013

Libro de los fragmentos

Libro de los fragmentos
Portada
La semana pasada hice un blitzkrieg bajo el puente de la Av. Fuerzas Armadas en Caracas. No tenía mucho efectivo en la billetera, pero sí suficiente para alguna compra nerviosa y tomar un taxi de regreso a casa. La exploración fue fructífera y económica. Terminé comprando Libro de los fragmentos (Argos Vergara, Barcelona, 1983), obra de Guillermo Morón repleta de referencias al mundo antiguo y al que no lo es tanto. En sus páginas surgen, casi como hallazgos arqueológicos, personajes que tienen su valor en la cultura occidental y de quienes se puede extraer enseñanzas; para algo son clásicos.

Nos dicen los editores:
Las páginas de El libro de los fragmentos son, según su  autor, secretas. No hay en ellas moda alguna. Ningún escándalo sobre corrupciones o críticas contra dirigente político alguno. El Tercer Mundo, tan a la page en el pensamiento europeo contemporáneo, no figura en este libro fragmentado conscientemente. No hay tampoco pensamiento dirigido o filosofía partidista. El libro de los fragmentos, como si hubiera sido escrito en tiempos de los griegos clásicos, navega por mares más profundos que los que marca la agobiante actualidad y la urgencia del periodismo. Se trata, pues, de reflexionar sobre la Palabra creadora, sobre el pensamiento creativo. Una frase no es aquí ocurrencia o boutade. Es siempre un criterio definido y claro. Cada fragmento es un principio de reflexión  sobre lo divino y lo humano; sobre las maneras literarias del escritor y sobre los modos que existen para aislarse y seguir reflexionando...
Con esta colección de breves y a la vez profundos textos permiten pasearse por un mundo antiguo que aun está vigente. Es también una muestra más de la versatilidad de don Guillermo como intelectual, pensador e historiador actual.
Guillermo Morón
autor
Como todo libro viejo, este ejemplar contiene un trozo de su propia historia. En su primera página, en blanco, hay una dedicatoria en tinta roja:
A ...(me reservo el nombre)
...Por las cosas hermosas que me haz dado, que aunque las añoro, hoy las miro en el cofre de mis recuerdos más queridos.
Con mucha ternura para ti de ..XX
25/02/84
Con error ortográfico y todo, me pregunto si el regalo fue apreciado (el libro no parece haber sido leído), si esta pareja eran amigos muy queridos, o si eran novios en el que uno amaba más que el otro. ¿Habrán vuelto? Tal vez la muchacha cuidó el libro mientras lo leía porque ella también tenía su "cofre de recuerdos más queridos".

sábado, 12 de enero de 2013

Obras selectas de Mariano Picón-Salas

Mariano Picón Salas
1901-1965
Periódicamente me doy un paseo por el mercado de libros viejos del puente de la Av. Fuerzas Armadas; allí tengo mis "marchantes" que conocen mis gustos de lectura y saben lo que me puede gustar. Me recomiendan obras que tienen en existencia y hasta conversan conmigo sobre cultura. En uno de esos puestos , entre otros, conseguí un ejemplar de las Obras Selectas (Edime, Madrid-Caracas, 1962) de Mariano Picón-Salas. Es un volumen de aquellos con que esa editora consentía a los lectores venezolanos de la época: tapas de cuero, papel de biblia, buena impresión y marcador de seda. Después se dedicaron a publicar obras en rústica a precios muy módicos para uso escolar.

Lo compré de inmediato porque la pluma de don Mariano, uno de los mejores ensayistas que ha producido este suelo, no puede faltar en una biblioteca venezolana. No fui defraudado porque es un pequeño tesoro bibliográfico y que, en efecto, contiene lo mejor de su obra: Viaje al amanecer; Miranda; un cuento venezolano (Los batracios); Páginas de Venezuela, Viajes y visitas hispanoamericanas; Pedro Claver, el santo de los esclavos, Gusto de México; otras páginas de historia hispanoamericana; Europa; La esfinge en América; Civilización actual, y Regreso de tres mundos.

La selección la hizo el propio autor, que hizo preceder de una Pequeña confesión a la sordina, a manera de prólogo, que por si sola es una buena pieza:
De mi obra literaria he suprimido para esta compilación las páginas anteriores a 1933. aun las de esa fecha resultan para mi gusto de hoy exageradamente verbosas y no desprovistas de pedantería juvenil. Parece que en ellas me encrespaba un poco como para lucirme en un examen sabihondo. A pesar de los reveses de la suerte (de muchacho de acomodada familia burguesa pasé a ser estrechamente pobre al final de mi adolescencia, cuando el dinero se necesitaba más), conservé cierta ambición en el terreno intelectual. O ese moceril intelectualismo era un elemento compensatorio por tantas cosas que me arrebató bruscamente la vida. caso contra mi voluntad, el Destino me impuso una vocación de escritor nómada, y por ello mis escritos obligan frecuentemente al lector a largas expediciones por el mapa. Nacido en Mérida, en los Andes venezolanos, terminé mis estudios universitarios en Chile; volví a mi tierra con las primeras canas treintiañeras, a la muerte de Juan Vicente Gómez, moviéndome después por Europa, Estados Unidos, México y Sudamérica. No olvide, sin embargo, mi verde altiplanicie andina guarnecida de cumbres nevadas, de donde se desgajan blanquísimos ríos torrentosos, y mi vieja ciudad de arriscados aleros y campanarios, donde en el tiempo de mi infancia se vivía en un sosiego como de nuestro colonial siglo XVIII. Esto -lo confieso- siempre produjo en mi espíritu un pequeño conflicto entre mis ideas y mis emociones, porque si la inteligencia aspiraba a ser libérrima, el corazón permanecía atado a esa como añoranza de un paraíso perdido. Escribí un librito, Viaje al amanecer, como para librarme de esa obstinada carga de fantasmas y seguir "ligero de equipaje" -como en el verso de Antonio Machado- mi peregrinación del mundo.
Todas esas tierras, paisajes y sugestiones de la cultura pasaron por una inquieta -a veces difusa- mente sudamericana que, entre todos los contrastes de la época, ansiaba ordenar lógica, estética y emocionalmente sus peculiares categorías de valores. Los europeos que nacieron en el regazo de civilizaciones viejas, ya ordenadas y sistematizadas, no pueden comprender la instintiva errancia del hombre criollo, la continua aventura de argonautas que debemos cumplir aún para esclarecer nuestras propias realidades. Lo universal no invalida para mí lo regional y lo autóctono. Los españoles, por ejemplo, a quienes estamos unidos por ancestrales vínculos de idioma y costumbres, a veces nos llaman "cosmopolitas" porque a pesar de ser tan venerables los valores de la cultura hispánica, necesidades y circunstancias específicas de América nos obligan a pedir en préstamo a otros pueblos técnicas y formas para las que no parecía valernos el viejo legado tradicional....
El libro de don Mariano, con sus casi 1500 páginas, promete darme muchas horas de buena lectura. Creo que fue un buen presente navideño que permitirá, además, regalar un ejemplar de San Pedro Claver, el santo de los esclavos a algún amigo que lo desee, pues ya salió de los anaqueles de la biblioteca.


Sobre el autor (datos tomados de Vinicio Romero Martínez)
El 26 de enero de 1901 nació en la ciudad de Mérida, Mariano Picón Salas, escritor y ensayista, uno de nuestros más completos humanistas. En Chile se graduó de profesor de Historia y luego de doctor en Filosofía y Letras. Ejerció la docencia en la Universidad de Chile y regresó en 1936 a Caracas donde fue como profesor de la Universidad Central de Venezuela. Entre 1938 y 1941, director de Cultura del Ministerio de Educación. Embajador en  Colombia (1947-48), Brasil (1958-59) y México (1962) y Representante Permanente ante la UNESCO (1959-62). Secretario General de la Presidencia de la República y presidente fundador del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, INCIBA (hoy CONAC). Su obra literaria es vasta y se considera como una de las dde mayor trascendencia e influencia en la literatura latinoamericana. Murió el 1° de enero de 1965.

viernes, 4 de enero de 2013

Descripción de un animal

Cortes ingleses para carne de res


Nuestro amigo Luis Barragán (recomiendo leer ese Blog) nos hizo llegar hace un tiempo un viejo recorte de prensa, publicado por El Nacional de Caracas el 31 de octubre de 1957, en el cual el escritor cubano Alejo Carpentier comparte sus impresiones sobre el imaginario escrito infantil; el del niño poeta. Se había traspapelado en la caja desordenada de "Imágenes" de mi computadora. Hoy, al limpiar y organizar, reapareció.  Al releerlo, se me ocurrió colocarlo en esta bitácora e ilustrarlo con unas imágenes que compartió conmigo un sobrino durante una conversación electrónica sobre cortes de carne bovina.

Alejo Carpentier

Alejo Carpentier (La Habana 1904 - París 1980) está considerado como  uno de los grandes escritores del siglo XX y uno de los artífices de la renovación de la literatura hispanoamericana, en lo que se puede calificar un diálogo entre lo real y lo imaginario -sueños, mitos, magia y religión; lo real maravilloso. Lo conocí a través de su novela El Reino de este Mundo (1949), que leí a la edad de 11 años y me cautivó (aunque no la comprendí hasta que llegué a la edad adulta). He aquí el texto de su nota de 1957:


DESCRIPCIÓN DE UN ANIMAL
La atención prestada en nuestros días a los dibujos y pinturas de los niños (hay numerosas monografías consagradas al arte infantil) ha venido a revelarnos ciertos aspectos de un pensamiento lógico, fresco y espontáneo, nada  deformada aun por las primeras lecturas o del incipiente conocimiento de determinadas formas de expresión plástica. En las pinturas de niños reina una atmósfera de Marc Chagall. Vuela el violinista por encima de los techos de la aldea; salen los peces del agua; galopen los caballos entre nubes, y si un perro ocupa un lugar principal en la composición, es porque resulta mucho más interesante, para el pequeño artista, que los seres humanos que lo acompañan... Junto al niño pintor ha surgido últimamente el niño poeta, bien representado en el mundo de las letras por Minout Drouet. Pero ocurre con los niños poetas un fenómeno de rápida maduración que no tarda en marchitar su lozanía inicial. Puesto que la lectura es lo primero que se enseña al niño, no tarda este en acostumbrarse a ciertos modos de decir, de escribir, que le vienen de las personas mayores. Aprende sus primeras letras en libros escritos por pedagogos que tratan, como es natural, de inculcarle hábitos correctos en cuanto a la gramática y a la sintaxis. De ahí que los intentos espontáneos de los niños poetas deriven, muy rápidamente, hacia la retórica. No hay nada más retórico que la prosa de un adolescente que se jacta de escribir bien.
Por contraste, he aquí una verdadera joya, de lo que suelen ser, en la plástica, las creaciones de los niños pintores. Se trata del texto escrito por un escolar francés, de ocho años, a quienes impusieron la tarea siguiente: "Describa usted un animal que le guste". El "Figaro Literario" de París reproduce esa página -esa media página- surgida de la pluma de quien por primera vez, se hallaba ante una cuartilla blanca, invitado a escribir algo por cuenta propia... El niño comenzó por pensar en un gorrión. Pero advirtió al cabo de tres líneas (y así lo confesó el profesor) que nada sabía de gorriones. Bajó los ojos a la tierra, y, de pronto, surgió la inspiración:
"LA VACA - La vaca es un mamífero de seis lados: el derecho, el izquierdo, el de arriba, el de abajo, el delantero y el trasero. En la parte trasera está la cola a la cual está colgada una brocha. Ella usa esa brocha para espantar a las moscas y que estas no caigan en la leche. La cabeza le sirve para que en ella le crezcan los cuernos y también porque la boca debe estar en algún sitio. Los cuernos le sirven para armar tremendas peleas. Debajo de la vaca se encuentra la leche. Ella tiene todo lo necesario para que puedan ordeñarla... La vaca no come mucho, pero como come dos veces se cansa pronto de comer. Cuando tiene hambre, muge; pero cuando no dice nada es porque su interior está totalmente lleno de pasto. Sus patas le bajan hasta la tierra. Tiene el olfato muy desarrollado: por eso se le huele desde muy lejos (sic). Lo que llaman aire puro del campo es olor a vaca"
¿Quieren creerlo? Hay descripciones de animales, hechas por Bernardino de Saint-Pierre, mucho menos precisas -y mucho menos poéticas, desde luego- que la escrita por este niño de ocho años.
Alejo Carpentier

Pues bien, el niño poeta francés nos presentó seis lados de la vaca porque la imaginaba viva, comiendo, espantando moscas y produciendo leche. Hay otras dimensiones que nos las dan los matarifes y carniceros con diversos cortes que se le hacen a la res en canal para deleite de los carnívoros. Por eso escogí el esquema de cortes ingleses que encabeza este artículo, y el utilizado en Estados Unidos, abajo. Cada uno de estos cortes tienen su uso y sus lados.


Cortes americanos de carnes de res
Tomado de http://postedinparis.wordpress.com/2010/05/12/making-sense-of-the-supermarket-part-v-cuts-of-meat/

martes, 4 de septiembre de 2012

La civilización del espectáculo

La civilización del espectáculo
Carátula
Hace unos días Mayte y Alberto, mis amigos del alma, me trajeron de Bogotá un regalo de gran valor; es un libro. Mas no es un libro cualquiera sino La civilización del espectáculo (Alfaguara, 2012) de Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010; es éste su primera obra luego de haberlo recibido. Aún no había llegado a Caracas y ya podía comenzar a devorarlo.

¿Quién no conoce a Vargas Llosa? Toda su dilatada obra es buena. Lo conocí cuando cursaba bachillerato con La ciudad y los perros y he leído varias de sus novelas.

En esta oportunidad don Mario nos trae un ensayo bien pensado y aún mejor escrito sobre el estado de la cultura y la civilización en los momentos actuales. Su pluma fluida y exacta nos hace ameno un tema que podría llegar a ser de difícil digestión. Mi amiga Mayte me dice que su contenido no es filosofía, sino la vida misma; y está en lo cierto. En la medida que uno se adentra en sus páginas, se va explicando el por qué de muchas cosas y va obteniendo la respuesta a muchos interrogantes. Considero que es un buen aporte a la comprensión del mundo actual.

En la contraportada leemos:
La banalización de las artes y la literatura, el triunfo del periodismo amarillista y la frivolidad de la política son síntomas de un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea: la idea temeraria de convertir en bien supremo nuestra natural propensión a divertirnos. En el pasado, la cultura fue una especie de conciencia que impedía dar la espálda a la realidad. Ahora, actúa como mecanismo de distracción y entretenimiento. La figura del intelectual, que estructuró el siglo XX, hoy ha desaparecido del debate público. Aunque algunos firmen manifiestos o participen en polémicas, lo cierto es que su repercusión en la sociedad es mínima. Conscientes de esta situación, muchos han optado por el discreto silencio. Como buen espíritu incómodo, Vargas Llosa nos entrega una durísima radiografía de nuestro tiempo y nuestra cultura.
Buen libro; no tiene desperdicio. Cuando lo leo y avanzo en su lectura, vienen a mi mente momentos feos de la historia de la humanidad, cuando el afán de divertirse para olvidar y escapar de la realidad, llevó por derroteros fatales; la inmediatez y lo efímero no conducen a nada, y por allí vamos. Es un libro para la reflexión y la toma de conciencia. Lo leo con detenimiento.



"Este pequeño ensayo no aspira a abultar el elevado número de interpretaciones sobre la cultura contemporánea, sólo a dejar constancia de la metamorfosis que ha experimentado lo que se entendía aún por cultura cuando mi generación entró a la escuela o a la universidad y la abigarrada materia que la ha sustituido, una impostura que parece haberse realizado con facilidad, en la aquiescencia general."

Mario Vargas Llosa

martes, 28 de agosto de 2012

La guerra social

Bolívar y la Guerra Social.
 
Prometí, al comentar la novela Boves el Urogallo, que trataríamos el tema de la guerra social en Venezuela a través de una obra del político e intelectual dominicano Juan Bosch.  Conocí este ensayo cuando, siendo Segundo Secretario, se me asignaron los escritorios de las Antillas Mayores en la Dirección de Política Internacional del MRE.

Cada escritorio tenía una pequeña biblioteca nutrida con los libros que enviaban las Embajadas; poco había sobre Haití; de Cuba mucha propaganda del régimen, pero República Dominicana tenía, entre otros, Bolívar y la Guerra Social, título interesante que se hacía aún más provocativo cuando se conocía al autor; el legendario Juan Bosch.

Los pocos ratos de ocio que disfrutaba, y alguna hora extra, aproveché para medio leer este libro. Como no acostumbro a apropiarme de lo que no es mío, no me quedé con él (nadie lo hubiera notado) y me propuse conseguirlo. Unos 25 años después, paseando por el mercadillo de libros usados, estaba Juan Bosch gritándome desde una pila de libros: ¡Aquí estoy!... Bolívar y la guerra social (Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, 1979). La misma edición del que había leído con anterioridad.

La tesis que sostiene el Dr. Bosch afirma que no fue afán de gloria lo que llevó a Simón Bolívar a libertar media América, sino el temor a un resurgimiento de una guerra social tan destructiva como la que encabezó el Taita Boves. Veamos lo que nos dice el autor:
Tropas del Taita Boves
Los resultados de la guerra social venezolana de 1812-1814 fueron inmediatos y tardíos. Los primeros significaron la destrucción física de la nobleza criolla, los mantuanos que proclamaron la independencia; los segundos resultaron, desde el punto de vista de la lógica aparente de la historia, los más inesperados. Pues fueron los mismos hombres que aniquilaron a los independentistas de Venezuela los que hicieron bajo el mando de Bolívar la independencia de ese país y de varios más, y fue el miedo de Bolívar a que la guerra social venezolana se reprodujera en Venezuela lo que le llevó hasta el Potosí y lo que le hubiera llevado, de permitirlo la situación política internacional, hasta Cuba y Puerto Rico. Bolívar libertó media América porque les buscó ocupación en lugares lejanos a los hombres que podían resucitar en Venezuela la guerra social; esto es, convirtió en libertadores de Nueva Granada, de Ecuador, Perú y Bolivia a los llaneros de Boves y Morales, y faltó poco para que los llevara a las islas españolas del Mar Caribe, por miedo a que hicieran de nuevo lo que ya habían hecho una vez.
Simón Bolívar
El Libertador
1783-1830
Simón Bolívar no hizo eso de manera inconsciente o por afán de gloria, aunque él amaba la gloria en forma casi desesperada. En muchos de sus manifiestos, en muchas de sus cartas, dejó dichas cuáles fueron las razones que lo llevaron a derramar ejércitos libertadores por lugares lejanos; y no lo dice de manera confusa o sibilina, sino en forma que no deja lugar a dudas.
El país que Bolívar quiso verdaderamente, con pasión casi primitiva, fue el suyo, Venezuela, "Caracas", como le llamaba él en las horas en que se quedaba a solas con los recuerdos de su infancia; y esa Caracas, desorganizada primero por Monteverde  y destruida después por Boves, fue la imagen que tuvo siempre en el corazón. Bolívar llegó como Libertador hasta los Andes del Sur porque necesitaba alejar de Venezuela a los que podían reiniciar en cualquier momento la obra de Boves. Vano intento el suyo, pues como las condiciones sociales que hicieron posible la aparición de Boves permanecieron sin transformación, a mitad del siglo XIX, cuando todavía no habían comenzado a pudrirse los huesos del Libertador, Venezuela volvió a ser escenario de otra guerra social de poder destructor parecido al de la primera.
Ezequiel Zamora
1817-1860
Esta fue la llamada Guerra Federal. Su jefe no era el asturiano José Tomás Boves sino el venezolano Ezequiel Zamora; su bandera no era la del absolutismo de Fernando Séptimo sino la del liberalismo que predicó Antonio Leocadio Guzmán; sin embargo, a pesar de las diferencias de sus jefes, la Guerra Federal fue una segunda parte de la Guerra Social, ni más ni menos. De manera que el miedo de Bolívar había tenido razón de ser y la historia lo justificó.
La segunda parte de la guerra social venezolana hubiera podido evitarse únicamente mediante la transformación de las condiciones sociales y económicas del país; no, como lo pretendió Bolívar, sacando de Venezuela a los que podían hacerla. Esos no la hicieron, pero la hicieron los que eran o podían ser sus hijos. Ahora bien, el genio de Bolívar produjo resultados de gran utilidad a la historia americana, pues con los llaneros que sacó de Venezuela libertó a Nueva Granada, Ecuador, Perú y Bolivia. Otro con menos categoría que él hubiera pretendido resolver el problema llevando al patíbulo a los jefes de los posibles revolucionarios -y de hecho, él comenzó a actuar así cuando fusiló a Piar-. A su claro juicio político, pues, hay que atribuir la desviación de la guerra social venezolana hacia una guerra libertadora americana, y no a falta de condiciones para imponer el terror.
Juan Bosch
autor
1909-2001
El ensayo de Juan Bosch no sólo está bien documentado y escrito, sino que también está desprovisto de esa tendencia a la mitología patria tan frecuente en la historiografía venezolana. Bosch escribió su libro durante su exilio en Puerto Rico (1964), a partir de una notas que había tomado en Caracas para la publicación de una biografía del Libertador (Distribuidora Escolar, Caracas). Él mismo se excusa al lector por la falta de citas bibliográficas "...pero puede asegurar que el hecho de que cada cita haya sido tomada y escrupulosamente copiada, de la correspondencia y de otros papeles de Bolívar, así como el hecho de que en cada cita se mencione la fecha de la carta, la proclama o el discurso del Libertador en que figuran sus palabras, permite hallar con facilidad la fuente".

Queda una pregunta en el tintero... ¿Cómo convenció Bolívar a esos criminales de guerra a convertirse en libertadores? Llega don Pablo Morillo luego de la muerte de Boves... Ese será el tema de la próxima entrega.

Y un poco de humor, porque no todo puede ser rigor...


miércoles, 2 de mayo de 2012

Una taza de café

Don Andrés Bello en su estudio
en Santiago de Chile.
En esa misma mesa se habrá tomado su taza de café.
Inusitada alegría se reflejaba aquella noche en el rostro de Don Andrés Bello. Una onda de calor, tibia y fragante como en los días de su lejana juventud, aceleraba los latidos de su corazón, y por su frente, de ordinario pálida, sombreada por el dolor, pasaba una luz acariciadora. Hasta sus piernas rígidas, clavadas por el mal en muelle poltrona, parecían librarse de ataduras y dolencias.

Había recibido, junto con una carta de Antonio Leocadio Guzmán fechada en Lima, en la que éste le pedía su opinión sobre el Congreso Americano y la unión de los pueblos libertados por Simón Bolívar[i], varias muestras de café de Venezuela. Conmovedora ternura lo invadía al contacto del fino grano, en cuya entraña se escondía el aroma del valle risueño que un día de 1810 recibió, sin que él lo sospechara siquiera, desde las alturas de Campo Alegre, la última caricia de sus ojos[ii]. Y la emoción se tornó en impaciencia cuando entre los rótulos de las talegas vio escrito el nombre de El Helechal, hacienda que en tiempos felices fuera suya y de sus hermanos. Con gesto nervioso, al que acompañaba apenas su voz gastada, ordenó le prepararan una taza de aquel café, que tenía virtudes mágicas para su imaginación adormecida.

Cuando la criada entró a su despacho con la humeante bebida, el jurista eminente, árbitro de naciones, cuyos ademanes reposados revelaban la nobleza y la paz de espíritu, se hallaba sentado a su mesa de trabajo, de espaldas a su pesado armario en el que los libros se apretaban en hileras, y se preparaba a contestar las preguntas que le hacía su sagaz compatriota.

Café colado en mi casa
Colocada la cafetera y sus adminículos en la maciza mesa de roble, hizo el anciano un gesto a la criada, quien partió de puntillas, y solo, muy quedamente, como quien cierra las cortinas a un niño que duerme, vertió en la taza la aromosa tinta, y bebió, bebió, con leticia, trago a trago, hasta tocar los inciertos lindes del sueño, el breve minuto en que toda materialidad desaparece y el alma se desprende del cuerpo dejándonos sumidos en éxtasis inefable...

Soñaba el poeta con la querida malqueriente, con la Patria[iii]. Se veía joven, fuerte, pasear con sus  hermanos por los sombreados corredores y el ancho patio de El Helechal, en la fila de Mariches[iv]. A lo lejos, como una garza oscura en actitud de tender el vuelo, estaba Caracas, la ciudad de sus amores. ¡Caracas! Rojeaban sus techos a la luz del sol, entre bucares florecidos y verdinegros saucedales[v].

Tomaba luego el descenso por la cuesta amarillenta; vadeaba arroyos; saltaba por entre palizadas que festoneaban los cundeamores; dejaba atrás a Petare[vi], atalayado en viva roca, y aparecían los campos de Chacao[vii], fausto de la Colonia.

Allí, allí, y su índice señalaba la casona señorial[viii], de arquería tallada en berroqueña. Dábase una fiesta de arte, animada por la grave cortesanía de Martín Tovar[ix] y por la suavidad de gestos y palabras de Rosa Galindo, su mujer. Por el jardín a la francesa discurrían las parejas de enamorados, en tanto que la orquesta, dirigida por el maestro Juan Manuel Olivares, deshojaba lentamente las armonías de un paso de pavana. Primores de ejecución, engolada solemnidad de los caballeros, cuyas cabalgaduras les esperaban piafando, languidez de las bellezas morenas que encantaron al Conde de Ségur[x]. Callada la orquesta, Paula Sojo de Ustáriz[xi], negros los ojos, los cabellos cortos y rizados, tocaba al clavecino un minueto de Rameau, imprimiéndole un aire de criolla melancolía.[xii]

Manuel Cabré
El Ávila desde la Hacienda Blandín
Comenzaba la tarde a dorar las cimas del Ávila con oros de antañona casulla, olorosa a ranciedad y a verbena[xiii]. Con un grupo de caballeros, entre los cuales José Félix Ribas[xiv] descuella por su arrogancia varonil y Tomás Montilla[xv] por su alegría comunicativa, va Andrés Bello de vuelta a la ciudad. La charla es animada, nobles los propósitos, altivos y apasionados los conceptos.

Apenas si se fijan en el torreón de la hacienda de los Ibarra[xvi], empenachado de humo denso, y en la fila de chaguaramos, que agitan sus cimeras, como airones de solariega hidalguía.

Entre las nieblas del crepúsculo se arrebuja el palacio de los Capitanes Generales[xvii], en cuyo seno lleva Vasconcellos una vida de lujo y de placeres[xviii].

Vasconcellos ilustre, en cuyas manos
El gran monarca del imperio ibero
Las peligrosas riendas deposita
De una parte preciosa de sus pueblos…

Bello recita sus versos en elogio del gobernante que le brinda protección y afecto. Ribas habla de la partida de tresillo[xix] que va a jugar esa misma noche en la Sala Capitular; Montilla hace un chiste de buen gusto…

De pronto, se insinúa en una curva del camino,

La verde y apacible
Ribera del Anauco[xx].

Filis y Cloris, pero no en el Anauco.
Bucólico paisaje digno de Teócrito se desarrolla ante sus ojos humedecidos por las lágrimas. ¡Cuántos recuerdos evocados en un instante por el correr de esas aguas cristalinas! Sus primeros versos, sus primeros amores. Filis y Cloris trepan con ligereza por la montaña, se pierden, reaparecen, tornan a perderse hasta que sólo se mira sobre el cielo, el parpadeo de dos estrellas gemelas. No hay sendero, ni boscaje, ni piedra en esos fértiles parajes, desconocidos para el poeta. Sus cafetales le han visto errar, pensativa la frente, invocando a la Musa campesina para pedirle un ramo de flores con que cubrir la losa de su sepulcro.

Las finas bestias, echadas al trote por sus jinetes, levantan el polvo de la ciudad, y las caladas celosías se abren con cautela al paso de la cabalgata.

En Candelaria[xxi] suena el Angelus y súbito un coro de esquilones y campanas, partido de todos los puntos del horizonte, se concierta en un místico arrobamiento. Del fondo de un patio embalsamado por un jazminero de las Indias, se escapan, untadas con la miel de la femenina devoción las divinas palabras: El Ángel del Señor anunció a María…

Samán de la Trinidad hacia 1920
Hasta la Plaza Mayor[xxii], presos en el hechizo de la hora, no cambian los paseantes una sola frase. Al pie de la Torre[xxiii], frente a los portales descalabrados, se despiden con efusión. Pensando en la cena aderezada por su madre, que gustará al lado de sus buenas hermanas, una de las cuales, María de los Santos, los ha dejado hace poco por la paz de las Monjas Carmelitas[xxiv], y de los hermanos que hablan de empresas agrícolas, de la bondad de las cosechas y del próximo arribo a La Guaira de una corbeta que zarpará inmediatamente para La Coruña, con café y cacao de sus fundos. Andrés Bello endereza su caballo hacia el norte, pero antes de desmontarse en su casa de las Mercedes[xxv], galopa hasta el templo de la Trinidad propicio al esplendor de los Bolívares[xxvi], y contempla con cariño el samán plantado a orillas del Catuche[xxvii]. La vista de ese árbol le trae a la memoria la de aquel otro gigante de la selva, vestigio de otras edades, que en Güere se levanta con arrogancia, y en cuya copa sombría se enredan por las noches, como en la cabellera de una virgen aborigen, las lucecillas del Tirano Aguirre[xxviii]. Y los valles de Aragua, jardín de Venezuela, que visitó en compañía de Alejandro de Humboldt[xxix], y…

Las voces de dos discípulos amados, José Victorino Lastarria y Miguel Luis Amunátegui, despiertan al anciano con un respetuoso Buenas Noches.

Con voz húmeda de llanto les contesta el Maestro, y musita, balbuce como un niño, soñando acaso todavía, con versos dolorosos:

Naturaleza da una madre sola
Y da una sola patria...


Caracas, marzo de 1923


El texto está tomado del libro TERRA PATRUM del ensayista venezolano Luis Correa (1884-1940). Fue editado por el Ministerio de Educación, Dirección de Cultura y Bellas Artes en 1961. Me gustó el lenguaje utilizado por el autor y quise compartirlo. No sólo está bien escrito sino que contiene mucha información sobre la Caracas de la juventud de Andrés Bello que permitieron poner abundantes referencias al pie. Volveremos a Terra Patrum en otra oportunidad.


[i] Antonio Leocadio Guzmán: sagaz político liberal en la Venezuela del siglo XIX. En 1853 aceptó una misión como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Venezuela ante los gobiernos de Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Esto ubica el envío del café a don Andrés Bello entre 1853 y 1855, cuando Guzmán cesa en sus funciones. Para el momento Andrés Bello tendría 73 años.

[ii]  En julio de 1810, Andrés Bello parte a Londres como Secretario y traductor de la delegación que envía la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII para nunca más volver a su amada ciudad. Campo Alegre es último recodo del antiguo camino a La Guaira desde donde se puede divisar Caracas.

[iii] Los venezolanos no supieron apreciar el talento de Bello, quien aceptó la oferta del gobierno chileno. Allí floreció y dio lo mejor de sí este patriarca de las letras americanas.

[iv] Serranía baja al extremo este del valle de Caracas.

[v] Bucares y saucedales: los bucares (Erythrina Sp.) son árboles que dan sombra al café; durante la estación seca florecen en destellos color rojo fuego. Las riberas del Guaire estaban pobladas de sauces (Salix humboldtiana).
[vi] Petare, en efecto, está construido sobre una colina rocosa. Conserva en buen estado sus casas coloniales y su iglesia dedicada al Dulce Nombre de Jesús, que debió conocer Andrés Bello.

[vii] Los primeros cafetales establecidos con fines comerciales en Venezuela se plantaron en los alrededores del pueblo de Chacao. Fueb actividad de los padres Sojo, Mohedano y Blandín (o Blandain).

[viii] De esas casas señoriales queda La Estancia, casa grande de la antigua hacienda La Floresta.

[ix] IV Conde de Tovar, uno de los fundadores de la Venezuela republicana.

[x] Luis Felipe, Conde de Ségur París 1753-1830) Visitó Venezuela en 1783.  Fue Ministro Plenipotenciario de Francia ante la corte de Catalina II de Rusia, donde conoció a Francisco de Miranda.

[xi] La familia de Marqués de Ustáriz tenía una de las mejores bibliotecas de Caracas y sus tertulias eran una demostración de cultura y refinamiento.

[xii] Este párrafo recuerda el artículo de Arístides Rojas: La primera taza de café en el Valle de Caracas; un clásico de las letras venezolanas que comentaremos en otra oportunidad.

[xiii] El Sol de los venados, o de los araguatos, cuando la luz solar viste a Caracas de oro y amatista. Las más bella de las luces.

[xiv] General José Félix Ribas, héroe de la independencia. Fue fusilado en 1814, desmembrado y su cabeza, frita en aceite y adornada con un gorro frigio fue expuesta por las autoridades realistas a la entrada de Caracas, en el camino de La Guaira.

[xv] General Tomás Montilla, otro héroe nacional, de carácter afable y distinguido. Fue uno de los que acompañó a Simón Bolívar a la hora de su muerte.Arístides Rojas decía que T. Montilla era "de espíritu epigramático, carácter alegre y sufrido que supo siempre sacar partido de las más difíciles situaciones."

[xvi] Bello y sus compañeros toman el camino desde Petare a Caracas. La ruta aún existe son las avenidas Francisco de Miranda (hasta Chacaito) Abraham Lincoln (Boulevard de Sabana Grande), la Gran Avenida-Plaza Venezuela (desde donde divisarían a la izquierda el torreón de la Hacienda Ibarra, donde hoy se erige la Ciudad Universitaria de Caracas, Patrimonio UNESCO) se sigue por la Calle Real de Quebrada Honda o Boulevard Amador Bendayán, se gira un tanto al norte y se entra por la esquina de Venus y se continúa hacia la sede de la Cruz Roja Venezolana en Sarría. Más adelante está el puente sobre el Anauco y de allí la Calle Real de Caracas (esquinas de Alcabala, Cruz de Candelaria, Ferrenquín, Manduca, Romualda, Cují, Marrón, Madrices y Torre).

[xvii]  Estaba situado en la parte alta de Sarría, calle San Lázaro. El edificio fue construido para albergar la población de leprosos que deambulaban por el centro de Caracas, pero resultó tan lujoso que lo asignaron como vivienda campestre de los Capitanes Generales.

[xviii] Don Manuel de Guevara y Vasconcelos, capitán general de Venezuela entre 1799 y 1807. Su política fue de saraos, convites, cenas y jolgorios, para tener cerca a los criollos. Aún se conservan las listas de víveres y vinos de que disponía. Un verdadero gourmet. Guevara y Vasconcelos empleó al joven Andrés Bello como su secretario.

[xix] Ribas era aficionado al juego de cartas.

[xx] El Anauco era uno de los más bellos ríos de Caracas. Hoy es una cloaca infecta, embaulada en ciertas partes.  En sus riberas ya no residen las musas, ni se ve a Cloris ni a Filis entonar el dulce caramillo o corretear por sus vegas. Hoy es refugio de hampones y criminales que azotan a la otrora elegante Urbanización San Bernardino.

[xxi] Barrio tradicional caraqueño poblado entonces por españoles y canarios. La iglesia aún subsiste con un retablo colonial.
[xxii] Hoy Plaza Bolívar.

[xxiii] Esquina de la Torre, al pie de la Catedral de Caracas.

[xxiv] El convento estaba situado en la esquina de Carmelitas, donde hoy está el anexo del Banco Central de Venezuela.

[xxv] La casa de los Bello López  quedaba frente a la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes. En el convento de los mercedarios, muy niño aún, tuvo los rudimentos del latín. El lugar donde estuvo la residencia paterna lo ocupa hoy un anexo del Ministerio de Educación llamado La Casa de Bello.

[xxvi]  El templo de la Trinidad es hoy el Panteón Nacional. Fue construido por un alarife que recogía limosnas para la obra. La familia Bolívar contribuyó en ella y ejerció una especie de patronazgo, al igual que sobre la Capilla de la Santísima Trinidad en la Catedral de Caracas. El terremoto de 1812 destruyó el templo del que sólo quedó un arco con el escudo de España. Fue reconstruido en estilo neogótico que conservó hasta 1930, cuando se le hicieron reformas estilo Spanish Revival.

[xxvii] El Catuche era otro de los ríos de Caracas. En el siglo XVIII era sitio de paseos campestres. Hoy es una cloaca repleta de delincuentes. El samán aún existe, medio escondido entre el edificio de la Biblioteca Nacional y un viaducto. Ese árbol es hijo del ya extinto samán de Güere, alabado por Humboldt..

[xxviii] Se decía que el fantasma o espanto de Lope de Aguirre aparecía en el Samán de Güere. El Tirano Aguirre jamás pasó por Aragua.

[xxix]  Bello también acompañó a Humboldt en la escalada al Ávila, pero se quedó en Chacaíto.