lunes, 15 de abril de 2013

Los elefantes de Plinio el Viejo

Elefantes: africano (en primer plano) y asiático (atrás)

Hace unos días, cuando comentaba Histoires naturelles de Jules Renard (aquí), indiqué que me gustaban los bestiarios y prometí visitar las entradas de algunos de esos interesantes libros. El domingo, mientras esperaba los resultados electorales, me puse a hojear la Historia Natural (Cátedra, Madrid, 2007) de Plinio el Viejo y leí con deleite lo que este culto y valiente almirante romano tenía que decirnos sobre el elefante y su visión sobre este animal al que atribuye virtudes humanas:
Plinio el Viejo
23 - 79 d C.
(...) El más grande es el elefante y el más cercano a la sensibilidad humana; pues comprende la lengua de su patria y obedece las órdenes, memoriza las tareas que ha aprendido, gusta del amor y la gloria; es más, posee cualidades raras incluso en el hombre, honradez, prudencia, ecuanimidad, también el culto a los astros y la veneración al Sol y la Luna. Hay autores que cuentan que en las montañas de Mauritania, cuando brilla una nueva luna, las manadas de elefantes descienden a un río llamado Amilo y allí se rocían con agua purificándose solemnemente y, una vez que han saludado así al astro, vuelven a los bosques llevando delante a las crías cansadas. Como comprenden también la religiosidad ajena, se cree que los que van a atravesar el mar no suben a los barcos si no es convencidos por juramento de su comac de que van a regresar. Se les ha visto, cuando están consumidos por el dolor -porque las enfermedades atacan también a aquellas moles-, tendidos sobre su espalda, arrojando hierbas al cielo, como si presentaran a la tierra como testigo de sus ruegos. En lo que atañe a la docilidad, adoran al rey, se arrodillan ante él, le ofrecen coronas. Los indios usan para arar elefantes pequeños, a los que llaman nothi.
Es interesante lo que dice Plinio sobre los elefantes, no sólo sobre las virtudes cuasi humanas de esta especie, sino que aporta datos interesantes sobre el conocimiento que tuvieron los romanos sobre su uso en acciones bélicas:
Elefante enjaezado
para la guerra
(...) Italia vio por primera vez elefantes en la guerra con el rey Pirro y los llamó "bueyes lucanos", puesto que habían sido vistos en Lucania en el año de la ciudad 472. Roma los vio en un triunfo siete años después, también vio un gran número capturado a los cartagineses en Sicilia en el año 502, en la victoria del pontífice L. Metelo. Fueron 142, o, según algunos, 140, que fueron trasladados en balsas que Metelo había colocado sobre una serie de toneles enlazados. Verrio cuenta que estos animales lucharon en el circo y que se les dio muerte con jabalinas a falta de otro plan para ellos, porque no se quiso mantenerlos ni regalarlos a reyes; L- Pisón dice que simplemente fueron conducidos al circo y que, para que aumentara el desprecio hacia ellos, fueron empujados alrededor de todo el circo por operarios que llevaban lanzas con la punta redondeada. Las fuentes que piensan que no se les dio muerte no explican  qué se hizo después con ellos
Por supuesto, Roma no podría regalar esta arma de primer orden a ningún rey porque sería ponerla a disposición de un eventual enemigo. Tampoco quiso conservarlos para la guerra porque desconocían la  manera de manejarlos y, lo más importante, ya habían descubierto cómo neutralizar esta arma. En la batalla de Zama, frente a Cartago, los manípulos romanos, simplemente le abrieron paso a los elefantes para que siguieran de largo sin atropellar a nadie. Otra forma de neutralizar a los elefantes era causarles pánico. En Megara se enfrentaron a los macedonios con cerdos a los que prendieron fuego y los lanzaron vivos entre las formaciones elefantinas. El caos fue tal que los paquidermos se volvieron contra su propio ejército.

Pirro I, rey de Epiro
318 - 272 a C.
Cómo me recordó este artículo a Pirro I, rey de Epiro y su VICTORIA PÍRRICA frente a los romanos en Heraclea. Su descalabro fue tal (a pesar de tener los "bueyes lucanos" bien amaestrados),  que lo llevó a expresar: otra victoria como esta y tendré que regresar a Epiro solo. Desde entonces una victoria de este tipo es sinónimo de descalabro y de resultado dudoso; es una victoria que  no augura el triunfo definitivo.

Hay otra parte de la relación de Plinio sobre los elefantes que me recordó al Principito de Saint-Exupery:
(...) África produce elefantes más allá del desierto de Sires y Mauritania, también los producen, como se ha dicho, etíopes y trogloditas, pero los más grandes nacen en la India, así como los dragones, que combaten con éstos en perpetua enemistad, tan grandes también ellos que rodean a los  elefantes fácilmente con su abrazo y los ahogan apretando el nudo. Esta lucha supone la muerte de los dos: el elefante vencido al caer aplasta con su peso al dragon que lo rodea.
Elefante atacado por un dragón
Cada animal posee una habilidad asombrosa propia, como éstos la siguiente. Subir a una altura tan grande (como la del elefante) constituye una dificultad para el dragón; así pues, tras vigilar el camino habitual de aquel para ir a pastar, se arroja sobre él desde un árbol alto. El elefante sabe que la lucha contra los nudos es desigual para él, así pues, busca golpearlo contra árboles o rocas. De esto se guardan los dragones y por eso primero traban con su cola los pasos de los elefantes. Éstos desatan los nudos con la trompa. Pero ellos meten la cabeza en las propias narices de los elefantes y les impiden respirar a la vez que despedazan sus partes más delicadas. Si son sorprendidos cuando se les acercan, se levantan contra ellos y buscan sobre todo sus ojos; por eso sucede que se encuentran muchas veces elefantes ciegos y consumidos por el hambre y la pena...

El elefante tragado por la serpiente. El Principito
Tomado de www.ojosyoidoscautivos.blogspot.com

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