domingo, 17 de marzo de 2013

Francisco y una Iglesia de los pobres

Francisco en su primera misa como Papa electo

Nuestra ciberamiga Viviana Abreu me ha pedido que ponga en esta bitácora algo sobre el Papa Francisco, hasta hace unos días Arzobispo de Buenos Aires. Difícil tarea, por cuanto poco se puede decir de un pontificado que apenas comienza y menos yo que no soy vaticanista. Pero para complacer a la amiga aquí dejo unas pinceladas, tomadas de aquí y de allá que nos servirán de retrato.

Mucho se especuló en su oportunidad sobre el por qué del nombre adoptado: que si Francisco Javier o Francisco de Borja (por jesuita), otros que Francisco de Sales y unos, que dieron en el clavo, Francisco de Asís. Según palabras del nuevo Papa, es el seráfico San Francisco de Asís, por el compromiso de la Iglesia con los pobres. Creo que allí está la clave de su pontificado. Eso no significa que el Estado Vaticano va a vender las obras de arte para convertirlas en limosna. Valen más donde están y en su conjunto que vendidas por separado. ¿Quién puede comprar el Juicio Final de la Capilla Sixtina? ¿Lo venderían por partes o en un solo bloque? Imposible. Eso no resuelve nada.

La cosa es más profunda; es el compromiso de TODOS con los pobres, porque la Iglesia no sólo es la curia romana o la jerarquía eclesiástica, sino todos los bautizados vivos (Iglesia militante), los fieles difuntos (Iglesia purgante) y los santos del cielo (Iglesia triunfante) Nos toca a los que estamos aquí el compromiso  real y sincero con los más desfavorecidos. La Iglesia de los pobres, con los pobres y para los pobres no es cosa reciente. Recordemos a San Lorenzo mártir romano y su diálogo con el juez que lo condenó a morir en la parrilla (Según Vidas de Santos de Alban Butler):
San Lorenzo y los pobres
...Lorenzo se regocijó mucho al saber que Dios le llamaría pronto a Sí. Inmediatamente fue en busca de todos los pobres, viudas y huérfanos y les repartió todo el dinero que tenía; también vendió los vasos sagrados y les regaló el producto de la venta. Cuando el prefecto de Roma lo supo, se imaginó que los cristianos escondían grandes tesoros y decidió descubrirlos, pues adoraba la plata y el oro tanto como a Júpiter y Marte. Inmediatamente mandó a llamar a Lorenzo y le dijo: "Vosotros los cristianos, os quejáis con frecuencia de que os tratamos con crueldad. Pero hoy no se trata de suplicios; simplemente quiero hacerte unas preguntas. Me han dicho que vuestros sacerdotes emplean patenas de oro, que beben la Sangre sagrada en cálices de plata y que los cirios de los sacrificios nocturnos están en candelabros de oro. Tráeme esos tesoros, pues el emperador los necesita para mantener sus ejércitos y tu doctrina te manda dar al César lo que es del César. No creo que tu Dios mande acuñar monedas de oro, pues lo único que trajo al venir al mundo fueron palabras. Así pues, entréganos el dinero y quédate con las palabras". San Lorenzo replicó sin inmutarse: "La Iglesia es, en verdad, muy rica y todos los tesoros del emperador no igualan lo que ella posee. Te voy a mostrar los tesoros más valiosos; pero para ello necesito que me des un poco de tiempo, a fin de poner las cosas en orden y hacer el inventario". El prefecto no comprendió a qué tesoros se refería Lorenzo y, al pensar que ya tenía en sus manos las riquezas escondidas, quedó satisfecho  con la respuesta del diácono y le concedió tres días de plazo.
En el intervalo, Lorenzo recorrió toda la ciudad en busca de los pobres a los que la Iglesia sostenía. Al tercer día, reunidos ya en gran número, los separó en distintas filas: los decrépitos, los ciegos, los baldados, los mutilados, los leprosos, los huérfanos, las viudas y las doncellas. En seguida, fue en busca del prefecto para invitarle a ver los tesoros de la Iglesia. El prefecto, atónito ante aquella multitud de pacientes y miserables, se volvió furioso hacia Lorenzo y le preguntó qué significaba aquello y dónde estaban los tesoros. Lorenzo respondió: "¿Por qué te enojas? Estos son los tesoros de la Iglesia"...
Lo que pasa es que nuestra cultura materialista nos hace ver las cosas como las vio el Prefecto que juzgó a Lorenzo, y no queremos ver el rostro de Cristo en el pobre. Así pues, acompañemos al Papa Francisco no sólo con la oración, sino con la acción; que donde está la Caridad, está Dios. Pero la caridad debe ser bien entendida y no limitarse a la limosna de algunas monedas que no resuelven nada.



Ya comenzaron las críticas  viscerales de los que siempre señalan algo en contra de la Iglesia y su jerarquía. La mayor parte de ellas no surge del deseo de ver una Iglesia más santa, sino de los sectores que siempre han buscado desprestigiarla. Me pregunto si los abortistas se convertirían a la vida sacramental si un día un Papa dice que el aborto es bueno, o los activistas GLT volverían al redil si la Iglesia consagrara uniones homosexuales con el sacramento del Matrimonio. También surgen los enemigos de la libertad religiosa, escondidos detrás de diversas máscaras. Ellos siempre criticarán al Papa haga lo que haga. Lo malo es que mucho católico no vive como tal, se hace eco de esas críticas y opina sin conocimiento de causa.

Espero que este artículo sea del agrado de Viviana.

2 comentarios:

  1. "Ya comenzaron las críticas viscerales de los que siempre señalan algo en contra de la Iglesia y su jerarquía. La mayor parte de ellas no surge del deseo de ver una Iglesia más santa, sino de los sectores que siempre han buscado desprestigiarla..."

    Totalmente cierto, en mi opinión es una obsesión total, como si no existieran otras religiones...

    Un Abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Debe haber algo muy importante en la Iglesia Católica que la hace obsesión y blanco de las críticas; tal vez sea porque es una, santa, católica y apostólica. Hay mucho de envidia y poco de caridad.

      Feliz fin de semana, Naiffer.

      Eliminar