viernes, 29 de agosto de 2014

La muerte del cristiano

El buen Pastor. Mausoleo de Gala Placidia, Rávena.
Hace días, cuando la gastroenteróloga me informó que los exámenes a unas muestras dieron positivo para cáncer, tuve mi primer encontronazo con la posibilidad real de morir. "El cáncer es curable, si se diagnostica a tiempo" era el slogan de la Sociedad Anticancerosa en los años 60 y 70, lo que sería cierto en un momento en que el Estado Venezolano se ocupaba de la salud de los ciudadanos. Hoy no hay remedios ni para la gripe; ya no basta con que te diagnostiquen a tiempo, requieres también el material para la radio y la quimio que se deba aplicar.

Al contrario de muchos venezolanos, no le tengo miedo a la muerte, que es el paso a una vida mejor, sino que siento curiosidad por saber de qué moriré. Debo confesar que la noticia me aguó el guarapo y hasta se me salieron las lágrimas. Lo peor es que esas lágrimas surgían de un apego a los bienes materiales y no por que dejara atrás una viuda pobre cargada de hijos, o a una madre viuda sin sostén alguno. Mi primer pensamiento fue (¡Qué vergüenza!), mis libros, mis pipas, mis teteras. Cuando uno muere nada es tuyo; te llevas lo que diste y entregaste al prójimo. La muerte para una persona sin problemas como yo no debe ser sino una oportunidad para tener una buena muerte: perdonar las ofensas de otros, pedir perdón a quienes hemos ofendido, enmendar entuertos, ser generosos...

Ya de vuelta en casa, un tanto preocupado, me puse a reflexionar. Un buen cristiano no debe apegarse a los bienes terrenales; al contrario, son un impedimento para entrar a la Patria Celestial. No es esto beatería como la de aquella vecina que me decía que no fuera a hacerme exámenes sino que fuera a una "misa de sanación" (eso es fanatismo y prefiero reservarme mis comentarios de católico serio con respecto tales actos). Dios no nos resuelve los problemas, ni hace lo que nos de la gana ni mucho menos es médico. Él nos da fuerza para llevar la cruz que nos ha asignado y nosotros debemos asumirla con humildad. Al final, y así lo escribí a un amigo sacerdote, "hágase la voluntad de Dios que es la misma mía".

Veamos qué nos dice sobre el particular el Catecismo de la Iglesia Católica ( Asociación de Editores del Catecismo, Madrid, 1992):
Frente a la muerte, el enigma de la condición humana alcanza su cumbre (GS 18). En un sentido; la muerte corporal es natural, pero por la fe sabemos que realmente es "salario del pecado" (Rm 6, 23 cf Gn 2, 17). Y para los que mueren en la gracia de Cristo, es una participación en la muerte del Señor para poder participar también en su Resurrección (cf Rm 6, 3-9; Flp 3, 10-11)
La muerte es el final de la vida terrestre. Nuestras vidas están medidas por el tiempo, en el curso del cual cambiamos, envejecemos y como todos los seres vivos de la tierra, al final aparece la muerte como terminación normal de la vida. Este aspecto de la muerte da urgencia a nuestras vidas: el recuerdo de nuestra mortalidad sirve también para hacernos pensar que no contamos más que con un tiempo limitado para llevar a término nuestra vida...
Con respecto al sentido de la muerte cristiana, agrega el Catecismo:
Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo. "Para mi, la vida es Cristo y morir una ganancia (Flp 1, 21) "Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con él, también viviremos con él" (2Tm2,11). La novedad esencial de la muerte cristiana está ahí: por el Bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente "muerto en Cristo", para vivir una vida nueva; y si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este "morir en Cristo" y perfecciona así nuestra incorporación a Él en su acto redentor
(...) En la muerte, Dios llama al hombre hacia sí. Por eso, el cristiano puede experimentar hacia la muerte un deseo semejante al de San Pablo; "Deseo partir y estar con Cristo" (Flp1, 23); y puede transformar su propia muerte en un acto de obediencia y de amor hacia el Padre, a ejemplo de Cristo.
(...) La muerte es el fin de la peregrinación terrestre del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin "el único curso de nuestra vida terrena" (LG 48), ya no volveremos a otras vidas terrenas. "Está establecido que los hombres mueren una sola vez" (Hb 9, 27). No hay "reencarnación" después de la muerte.
Pues bien, al final los últimos exámenes salieron más promisorios y, si bien no hay tumores, se requiere quimioterapia para las células cancerígenas que andan sueltas por allí. Ven? Dios, en su infinita misericordia, siempre provee. Ahora sólo me queda ofrecer el malestar del tratamiento por la diócesis a la que pertenece mi amigo sacerdote.

Buena lección... gracias, Señor.

Pavo real, símbolo de la inmortalidad del alma 


miércoles, 27 de agosto de 2014

Rambo en París

Los hombres de la Comuna
L'Illustration, 15 de julio de 1871

CANTO DE GUERRA PARISIENSE


¡La primavera es evidente, puesto que
del corazón de las propiedades verdes,
el vuelo de Thiers y de Picard
mantiene sus esplendores ampliamente abiertos!

¡Oh, mayo! ¡Qué delirantes traseros desnudos!
Sévres, Meudon, Bagneux, Asniéres,
Escuchad pues, los bienvenidos,
sembrar las cosas primaverales.

Tiene chacó, sable y tam-tam,
no la vieja caja de bujías
y con sus yolas que no tienen jam-jam
hienden el lago de aguas enrojecidas.

Más que nunca armamos jarana
cuando llegan sobre nuestros cubiles
y se desploman los amarillos tachones
en los amaneceres privados.

Thiers y Picard son unos Eros
robadores de heliotropos;
con los petróleos hacen Corots:
he aquí abejorrear sus tropas...

¡Son familiares del Gran Truc!...
Y Favre tumbado sobre los gladiolos
hace sus pestañeo acueducto
y sus ronquidos a la pimienta.

La gran ciudad tiene el pavimento caliente
a pesar de vuestras duchas de petróleo,
y decididamente tenemos
que sacudiros de vuestro papel...

Y los rurales que se arrellenan
en prolongados acuclillamientos,
¡oirán los ramajes que se rompen
entre los rojos apretujones!

Cosas primaverales

CHANT DE GUERRE PARISIEN

Le Printemps est évident, car
Du cœur des Propriétés vertes,
Le vol de Thiers y de Picard
Tient ses splendeurs grandes ouvertes !

O Mai ! Quels délirants cul-nus !
Sèvres, Meudon, Bagneux, Asnières,
Écoutez donc les bienvenus
Semer les choses printanières !

Ils ont schako, sabre et tam-tam,
Et des yoles qui n’ont jam-jam…
Fendent le lac aux eaux rougies !

Plus que jamais nous bambochons
Quand arrivent sur nos tanières
Couler les jaunes cabochons
Dans des aubes particulières ! 

Thiers et Picard sont des Éros,
Des enleveurs d’héliotropes ;
Au pétrole ils font des Corots :
Voici hannetonner leurs tropes…

Ils sont familiers du Grand Truc !...
Et couché dons les glaïeuls, Favre
Fait son cillement aqueduc,
Et ses reniflements á poivre !

La grande ville a le pavé chaud
Malgré vos douches de pétrole,
Et décidément, il nous faut
Vous secouer dans votre rôle…

Et les Ruraux qui prélassent
Dans de longs accroupissements,
Entendront des rameaux qui cassent
Parmi les rouges froissements !


Fuente: 
Rimbaud, obra completa, prosa y verso. Edición bilingüe
Libros Río Nuevo, Barcelona, 1977

Sobre el momento histórico.-
Para comprender este poema de Arthur Rimbaud es necesario ubicarse en el momento histórico del que trata. Los editores lo explican:
El 18 de marzo de 1871, Thiers se refugió en Versailles y la Commune se hizo cargo del poder. Los burgueses, el ejército regular y los parlamentarios de Burdeos se instalaron en Versailles y a partir del 2 de abril empezaron a llover bombas sobre los suburbios de París. Thiers y Picard dirigían las tropas regulares. Las bombas son llamadas por Rimbaud, choses printanières. Acababa de inventarse la lámpara de petróleo que sustituyó a las bujías. Hay que conocer la letra de la canción infantil Petit Navire para comprender el jam-jam que rima con tam-tam. Jules Favre había negociado la capitulación con Bismarck. Los Rureaux representan el partido de los grandes propietarios antirrepublicanos.
Estos y mil otros detalles históricos de aquel momento, es necesario conocer para comprender el intrincado puzzle de los versos de Rimbaud.
La Comuna de París. Grabado de la época
¡Quiero ser libre!... Es mi derecho y me defiendo
 De cualquier manera, la publicación en esta bitácora del poema de Rimbaud es simplemente una excusa para colocar una curiosidad que me hizo saber Jesús el Librero.

¿Qué tiene que ver Rimbaud con Rambo? 


John James Rambo, el veterano de guerra interpretado por Silvester Stallone fue una creación del novelista estadounidense David Morrell, quien utilizó el apellido del poeta francés Arthur Rimbaud, pero pronunciado a la americana, para darle una identidad a sus personaje. No me imagino a Rambo escribiendo poemas, ni a Rimbaud echando plomo.

lunes, 25 de agosto de 2014

Oficina N° 1


Hace unos tres años me acerqué a El Tigre, estado Anzoátegui, para asistir a la ordenación diaconal de un amigo, hoy párroco de María Auxiliadora en Lechería. Eduardo me llevó al club de PDVSA para que viera la Oficina N° 1, el primer pozo petrolero que se perforó en la zona y que dio el nombre a la tercera novela de la trilogía de Miguel Otero Silva. Para entonces, no la había leído aún y ya en Caracas me propuse subsanar esa deficiencia.

Pozo Oficina N° 1
Foto de www.guanipanoticias.com.ve
Oficina N° 1 es una novela fácil de conseguir pues es uno de los clasicos de la literatura venezolana del siglo XX. Encontré la edición reciente por Los Libros de El Nacional (Caracas, 2009) y me dispuse a leerla. ES una novela que describe el paso de la Venezuela agraria semifeudal a la petrolera y moderna. Leemos en la contraportada:
Ambientada en la región Oriental del país (El Tigre), esta novela cuenta la creación de una población que se levanta a partir de la explotación petrolera llevada a cabo por una compañía norteamericana; pueblo de errantes, rústico y precario, con sus casas de bahareque hechas por los indios "en solo un día"; con su bodega, su botiquín y el ávido perfume de sus prostitutas; un poblado de gente piadosa y cauta, desconfiada y tramposa, donde la avaricia, el oportunismo y el atraso social conviven con las formas de desarrollo industrial minero, la planificación económica, y la eficiencia laboral de la compañía extractora. Novela hecha de personajes ya memorables en nuestras letras como Mrs. Taylor y Carmen Rosa, Oficina N° 1 deja constancia, en el imaginario de nuestra nación, de los rigores de una realidad histórica, de "casas mal nacidas" como las llamó el propio autor, realidad que cambió y definió el destino de Venezuela para siempre.
Iglesia de la Virgen del Valle, El Tigre, estado Anzoátegui
Comentario de los editores aparte los personajes de la novela conforman un mundillo, a veces sórdido, otras de trabajo y dedicación. Están, por ejemplo los margariteños que se dedicaban con ímpetu al trabajo; los sindicalistas y activistas de izquierda que luchaban por la agremiación sindical con oposición de la compañía y del Jefe Civil, a pesar de estar autorizada por el gobierno; corruptelas de la compañía con las autoridades locales para hacer lo que les viniera en gana; el cura español que recogía plata para la construcción de una iglesia que nunca inició, sino su remplazo y un sacerdote merideño; los chinos de servicio, los americanos que se adaptan, casan con criolla y se quedan... De todo un poco.

Si hoy paseamos por las calles de El Tigre nos encontramos con la Iglesia de la Virgen del Valle, inaugurada en 1954 (tal vez remplazo de la choza de bahareque construida por los margariteños; en pleno centro la casa de la Asociación china, con los símbolos de la República China del Kuo Ming Tang, pero pintada gris ratón; el mercado, etc. Hay cierta prosperidad en El Tigre. Si se produce el desmembramiento de la Diócesis de Barcelona, será sede episcopal. Nadie podría sospechar en 1911 que un puesto telegráfico podría convertirse tan rápidamente en una ciudad.

El tema petrolero surge aquí y allá en la literatura venezolana. Hay dos novelas de Ramón Días Sácnhez que lo tratan: Mene (1936) y Casandra (1957), que considero de interés para profundizar en este aspecto.


viernes, 22 de agosto de 2014

Casas muertas

Edición príncipe de Casas muertas,
Editorial Losada, Buenos Aires.
Cursaba yo segundo año de bachillerato cuando Severino, el profesor de castellano, propuso una lista de lecturas de obras venezolanas para el año escolar 1967-68. Recuerdo los nombres de algunas de ellas: Casas muertas, Doña Bárbara, Campeones, Puros hombres.... Fue un año que auguraba un buen enriquecimiento cultural pues Severino sabía dictar sus clases. Ese fue mi primer encuentro con Miguel Otero Silva y su obra.

Ya viejo y jubilado se me ocurre releer Casas muertas al verla en los estantes de una librería (Los Libros de El Nacional, Caracas, 2009). Me traía buenos recuerdos y decidí dedicarle un rato. Esta edición tiene un interesante prólogo de Jesús Sanoja Hernández que nos ubica esta novela en la trilogía con Fiebre y Oficina N° 1 y en el contexto histórico en que de desarrolla.

Esta es, a mi juicio, la mejor lograda de las tres novelas. Se trata  del abandono del campo y de los campesinos que se ha prolongado desde las guerras civiles del siglo XIX y concluyen luego de la muerte del General Juan Vicente Gómez, cuando el Estado venezolano se dispone a traer salud y educación para todos. Malaria, fiebre amarilla, anquilostomiasis, sífilis, analfabetismo y resignación son algunos de los males que afectan al país, de los cuales, justo es decirlo, no todos son achacables a la dictadura de Gómez. Era un país volcado hacia París, Berlín y Nueva York, con poco interés en si mismo; y de eso no se puede culpar sólo al gobierno, sino también, en alguna medida, al caudillismo (aniquilado por Gómez) y a unas élites despreocupadas.

Iglesia de Ortiz
Foto de José Jaime Araujo
La acción de Casas muertas comienza, por vía de la reminiscencia, hacia 1890, cuando Ortiz era capital del estado Guárico y concluye con el deterioro total del pueblo, ya venido a menos (aunque lo principal de la acción ocurre entre 1928 y 1932). Carmen Rosa, la protagonista es asertiva y firme, mientras que el pueblo vive resignado, entregados a su destino, resignados y sufridos. Su novio, Sebastián, hombre bregado y de pelo en pecho, muere de hematuria y con él se inicia y concluye el relato.

Veamos qué nos dice Jesús Sanoja Hernández:
Se ha catalogado a Casas muertas como la segunda parte de una trilogía que comenzó con Fiebre y concluye con Oficina N° 1. La sucesión de las etapas cronológicas o la reaparición de algunos personajes fundamentan tal apreciación. Fiebre cubre el período 1928, desde los sucesos preparativos de la Semana del Estudiante, en febrero, hasta el envío de estudiantes rebeldes a Palenque, en el Guárico, cerca de Ortiz, pasando por la montonera, 1929, en la cual el autor, en realidad participó. y Casas muertas, limitada a un pueblo-isla, según Fernando Aínsa, además de transcurrir en ese bienio, por la vía del recuerdo ocupa zonas del pasado, extendiéndose hasta 1890, y penetra en los primeros tiempos del petróleo en Anzoátegui, hacia donde emigraron personajes como Carmen Rosa, tan importante en el argumento de Oficina N° 1, cuyo término cronológico es 1940.
Casa orticeña
Foto de Alfredo Rojas (Flickr)
(...) Fiebre es una denuncia del sistema y del terror gomecistas. Casas muertas es la denuncia del mal morir de una ciudad aniquilada por el paludismo, el gamoralismo y las guerras civiles; Oficina N° 1 es la denuncia del mal nacer de una ciudad al rescoldo de la explotación minera imperialista.
De la contraportada de la edición de Libros de El Nacional:
A pesar de que son más de 5 décadas que separan aquella edición argentina de la que hoy presentamos, la novela mantiene su vigencia, lo mismo en punto a estilo: novedoso, vivo, dinámico, que en lo atinente a su temática. "Casas muertas -advirtió en su tiempo el autor- es la denuncia del mal morir de una ciudad aniquilada por el paludismo, el gamoralismo y las guerras civiles". Enfermedad, autoritarismo y violencia aparecen aquí como tres fantasmas que son uno solo, el que atestigua y propicia la lenta caída de Ortiz, el pueblo donde ha muerto Sebastián, el pueblo en el que Carmen Rosa tendrá que decidir si se queda o se va, ese pueblo donde como en ningún sitio se vivió del pasado, pero donde ahora lo que priva es la urgencia, la inmediatez, la crudísima realidad del presente.
Es una novela, a mi juicio que conviene leer y reflexionar. Por negligencia, han reaparecido enfermedades que se consideraban extirpadas de Venezuela, algunas de ellas las sufrimos hace un siglo y tenemos como muestra a Ortiz, ciudad glamorosa convertida en cascarón. Espero que no nos suceda.

Miguel Otero Silva

jueves, 21 de agosto de 2014

Fiebre

Muchachos de la Generación del 28

Entre la amplia obra de Miguel Otero Silva destaca una trilogía que ya es un clásico de la literatura venezolana del siglo XX. Las tres novelas a las que me refiero son Fiebre (1939), Casas Muertas (1955) y Oficina N° 1 (1961). Las tres, además de ser literatura de denuncia, describen a Venezuela en un momento crucial de su historia.  Hoy comentaremos Fiebre, la primera de ellas, que lanzó a la fama a su autor y se refiere a la rebelión estudiantil de febrero de 1928 frente a la dictadura de Juan Vicente Gómez. La versión actual corresponde a una revisión que hizo el autor, como él mismo nos refiere:
Miguel Otero Silva
Apañé las intentonas anteriores, logré apilar en la nueva coyuntura como 200 páginas y las publiqué con empaque de libro, saliera sapo o rana, sin detenerme a corregirlas, sin mostrárselas previamente a un consejero idóneo. Así vino al mundo la primera edición de Fiebre en Caracas, y la segunda en México y la tercera en lima, tal y como la teclearon mis inexpertas manos juveniles. Cuarenta años más tarde, time present, releí mi lejano relato, y decidí hacer lo que dejé de hacer a su debido tiempo: someterlo a un irremplazable procedimiento de cirugía, despojarlo hasta donde fuera posible de oratoria antinovelesca y de palabras farragosas: corregir es podar. Eso sí, he mantenido intocados los personajes y la trama, y también el estilo digamos"vanguardista" y la intención digamos "romántica" que eran instrumentos peculiares de la generación del 28. La generación del 28 para quienes todavía no lo saben, fuimos nosotros, los protagonistas de Fiebre, 252 estudiantes venezolanos que resolvieron un buen día declarase en desacuerdo con la (ponga usted el adjetivo más espeluznante que conozca) dictadura del general Juan Vicente Gómez.
Beatriz Peña, Reina de los estudiantes en el carnaval de 1928
La leí por primera vez en su edición limeña del Festival del Libro, en un ejemplar que estaba en la biblioteca de mis hermanos. Para entonces yo contaba con solo 11 años y descubría el placer de leer textos fuertes sin ilustraciones. Demás está decir que, debido a mi inmadurez, buena parte del mensaje estaba fuera de mi alcance. Para subsanar esa deficiencia, hace unos meses compré la trilogía completa editada por Los Libros de El Nacional (Caracas, 2009). La leí y quedé complacido. Además de ser una obra de calidad, su mensaje sigue vigente a pesar de que los hechos que narra ocurrieron hace casi 80 años. Debemos agregar también que esta nueva edición incluye, a manera de prólogo, un amplio texto de MOS sobre esta obra, la generación del 28, y entrevistas a los sobrevivientes para 1971. Es pues un verdadero tesoro testimonial.

De la contraportada:
Estructurada en tres partes, "La universidad","Montonera" y "Fiebre", esta historia recrea la aparición de la llamada Generación del 28, grupo de jóvenes universitarios que durante el carnaval de 1928 inició en Caracas un movimiento en contra del gobierno de Juan Vicente Gómez, y que pretendió cambiar los fundamentos de la sociedad y la cultura del país. Los discursos, los hechos armados, los castigos impuestos por la dictadura gomecista forman el núcleo de esta novela política, en un marco geográfico y social devastado por el atraso, la miseria y las enfermedades que asolaban a la Venezuela de entonces.
Transcurridos 70 años de su publicación, los hechos contados en esta obras se muestran más actuales que nunca. Cuando un régimen dictatorial intenta cerrar las puertas de la vida ciudadana, una nación dirigida por la energía, la fe y la fuerza de sus estudiantes lanza el desafío de oponerse y decir no....
En un país tan falto de memoria histórica como lo es Venezuela, donde la historia es vista con menosprecio, me parece interesante recomendar ampliamente a las nuevas generaciones la lectura de Fiebre y de complementarla investigando la época del gomezato, para que las cosas malas no se repitan y el buen ejemplo perdure.

Antigua sede de la Universidad Central de Venezuela, hoy Palacio de las Academias
San Francisco a Bolsa, Caracas

martes, 19 de agosto de 2014

Pescadilla al horno

Pescadilla real (Macrodon ancylodon), también conocido entre los pescadores venezolanos como Curvinata de mar.

La pescadilla con la que ilustramos el artículo de hoy se ve más buenamoza  que las que uno ve normalmente en las pescaderías. En persona tienen una cara feroz que recuerda un diablillo, pero tiene las aletas desarregladas como las de la foto, que acentúan su condición de fea. Quienquiera que la vea y no la haya probado, se imagina un pescado de mediocre calidad, armado de espinas por todos lados y difícil de comer. Todo lo contrario.

La pescadilla es uno de los pescados de carne más delicada y fina. A pesar de su tamaño, las espinas no son abundantes y son fáciles de evitar y no se da el feo espectáculo de luchar con el pescado en la mesa. Ayer, en la pescadería, vi unas hermosas catalanas y unos parguitos incitantes. Cuando empiezo a ver mi futuro almuerzo, el pescadero me dice: "Tengo pescadilla" y me muestra dos hermosos ejemplares. Como hacía unos 20 años que no comía esta delicia, decidí llevarme dos ejemplares que preparé al horno; la mejor manera de tratar esta especie.

PESCADILLA AL HORNO CON SABORES MEDITERRÁNEOS
2 porciones

Es esta una receta que se me ocurrió al momento, fácil de preparar y de un grato sabor mediterráneo.

Ingredientes

  • 2 pescadillas, evisceradas y limpias
  • 1 cebolla, cortada en cubos o medias lunas
  • 3 o 4 dientes de ajo pelados y cortados groseramente
  • 1/2 pimiento rojo ( tal vez se prefiera pimentón), en tiras delgadas
  • 3 tomates perita, despepitados y fileteados
  • Sal, pimienta hierbas de Provenza al gusto, pero no en exceso.
  • 6 o 7 aceitunas Kalamata
  • Una cucharadita de alcaparras, lavadas.
  • Aceite de oliva


Preparación:

  1. Se hacen tres cortes no muy profundos a los pescados por ambos lados para que el aderezo penetre. En una bandeja de hornear, se aderezan las pescadillas con sal, pimienta y hierbas de Provenza por todos lados, incluida la cavidad del vientre. Se le agrega un chorrito aceite de oliva se les deja reposar.
  2. Se precalienta el horno a 350°F.
  3. Se preparan los vegetales con los que se va a hornear: cebolla y ajo, que se mezclarán con el pimiento y se aderezarán con hierbas de Provenza y aceite de oliva. Se coloca la mitad de la mezcla debajo de los pescados, en la cavidad del vientre y por encima. La otra mitad se mezcla con los tomates y se cubren los pecados con los vegetales. 
  4. Se adorna con las aceitunas, las alcaparras y si se desea, un chorrito de aceite de oliva. Se lleva al horno hasta que estén en su punto. Queda delicioso y delicado.

Lo acompañé de un arroz con hierbas y zanahoria.

NOTA: Después colocaré la foto del plato terminado. Tengo dificultades para bajarla. 

lunes, 18 de agosto de 2014

Héroes y villanos


Luego de leer La cámara sangrienta (aquí), quedé con el gusanillo de explorar algo más de repertorio de la lamentablemente fallecida Angela Carter. Demás está decir que su prosa me dejó cautivado y se hacía necesario profundizar. Sin buscar mucho, apareció en una cadena de librerías el texto Héroes y Villanos (Minotauro, Barcelona, 1989). Es ésta una novela breve e interesante que se desarrolla en un mundo post-catastrófico. En la solapa leemos:
En un misterioso escenario de ruinas y bosques, los profesores son los últimos restos del orden humano. Cosechan, enseñan, leen. Pero más allá de los muros de las aldeas, hay Bárbaros pintarrajeados, vestidos con extraños atuendos, que asaltan y roban. Marianne pertenece al mundo de la civilización y la cordura; Joya, el joven bárbaro, a un mundo de virilidad animal, de salvaje esplendor.
"Una historia escrita de amor y odio, civilización y barbarie, orden y caos, héroes villanos... Una asombrosa claridad visionaria y un profundo y complejo erotismo."
Eso y más tiene Héroes y villanos. Me gustó la prosa fluida y ligera con la que Carter nos muestra la acción. Se lee sin sobresaltos ni pesadeces. Creo que fue una buena adquisición.

Angela Carter (1940-1992)
Profesora de literatura inglesa en las universidades de Bristol y Sheffield. Vivió en Japón, Estados
Unidos y Australia. Autora de numerosas obras premiadas: Shadow Dance (1965), La juguetería mágica (1967),
 y Varias percepciones (1968). Noches en el circo (1984 y La cámara sangrienta.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Clitemnestra: una mujer mala

Clitemnestra y Agamenón, por Pierre Narcisse Guerin

Desde la antigüedad, la cultura occidental distingue a Penélope, esposa de Ulises, como una mujer virtuosa, y presenta varios ejemplos de mujeres malas o corrompidas. Entre las malas está Medea, la bárbara hechicera y filicida, y Clitemnestra, la espartana que, con furia asesina, le cae a hachazos al su marido al salir del baño, o durante un sacrificio. ¿Sería en verdad tan mala Clitemnestra? ¿O sería más bien un instrumento de los dioses? Tal vez sea simplemente una esposa vengativa cansada de ofensas.

Veamos el caso revisando lo que nos dice Higinio en sus Fábulas mitológicas (Alianza Editorial, Madrid, 2009):
Júpiter, transformado en cisne, se unió a Leda junto al río Eurotas y de él engendró a Pólux y a Helena; de Tindáreo engendró a Cástor y a Clitemnestra. 
... (Tindáreo) entregó a Clitemnestra por esposa a Agamenón, hijo de Atreo. Llegados desde las ciudades, muchos pretendientes pedían en matrimonio a Helena por su espléndida belleza.
Helena, por Dante Gabriel Rossetti
Tindáreo recelaba que Agamenón repudiara a su hija Clitemnestra y temía que, por ese motivo, surgiera alguna discordia. Aconsejado por Ulises, se obligó por medio de un juramento y dejó a Helena la decisión de poner una corona a aquel con quien quisiera casarse.
Ella la puso sobre Menelao, Tindáreo se la dio por esposa y, a su muerte, entregó el trono a Menelao.
A simple vista, parece un buen arreglo matrimonial; Agamenón era rey hegemón de la poderosa Micenas, y Helena, siempre coqueta, escogió un marido a su gusto. Lo que no sabían Leda y Tindáreo es que con el arreglo matrimonial llegaba un vicio oculto. Los Pelópidas eran mal vistos de los dioses por crímenes tales como canibalismo, violación e incesto y llevaban una maldición a cuestas. Pero al principio todo fue felicidad. Clitemnestra, mujer de carácter fuerte, congeniaba bien con Agamenón, mientras que el suave Menelao disfrutaba de una esposa bella y sin mucho talento, pero que le dio el trono de Esparta. Todo bien hasta que Alejandro Paris llega a Esparta en misión oficial desde la lejana Troya y se lleva a la casquivana Helena.

Menelao, desolado, recurre a su hermano Agamenón para hacer cumplir a los aqueos el juramento de asistencia mutua que se acordó a intancias de Ulises el día del compromiso y comienza la guerra de Troya. Las guerras nunca resultan tan fáciles como desean los beligerantes y esta no fue excepción. Una torpeza de Agamenón causó la ira de Diana:
Agamenón y Menelao, en compañía de caudillos escogidos de Acaya, marchaban a Troya en busca de Helena, la esposa de Menelao, a la que Alejandro Paris se había llevado; pero una tempestad, desatada por la cólera de Diana, los retenía en Áulide, porque Agamenón había alcanzado a una de sus ciervas en una cacería y había hablado con mucha arrogancia contra Diana.
Ifigenia en Áulide, fresco romano. La joven es llevada al sacrificio, su madre,
Clitemnestra gime en un rincón, y desde los cielos baja Diana con una cierva para
el intercambio.
Tras convocar a los arúspices, Calcante respondió que la única de aplacar a la diosa era sacrificar a Ifigenia, la hija de Agamenón. Ésta, al oírlo, al principio se negó.
Entonces Ulises con sus consejos lo convenció para llevar a cabo un espléndido plan. El propio Ulises fue enviado con Diomedes para llevar a Ifigenia. Cuando llegaron en presencia de Clitemnestra, Ulises fingió que la iban a entregar a Aquiles en matrimonio.
Cuando la condujo a Áulide y su padre estaba a punto de sacrificarla, Diana se apiadó de la doncella, los envolvió en una oscuridad y puso una cierva en su lugar, la llevó por las nubes a la tierra Táurica y allí la hizo sacerdotisa de su templo.
La tierra Táurica es Crimea, donde los nativos acostumbraban sacrificar extranjeros a sus dioses. Más adelante a la sacerdotisa Ifigenia le tocará la difícil tarea de sacrificar a su hermano Orestes, mas lo reconoce y lo salva. Otro día trataremos el tema. Bástenos con saber que Clitemnestra jamás perdonó a su marido este cruel engaño. Tal vez no era tan mala ¿No?

Termina la guerra con la destrucción de Troya. Los Aqueos regresan a la patria, pero los dioses, disgustados por las atrocidades cometidas, les deparan sorpresas. Cada uno tuvo su justo castigo y al final llegan los dorios con armas de hierro que causan el fin de la edad de bronce. La sorpresa para Agamenón fue brutal. Su mujer había tomado como amante al primo Egisto y juntos se preparan para recibir al héroe triunfante:
Clitemnestra mata a Casandra, hija de Príamo de Troya
Clitemnestra, hija de Tindáreo y esposa de Agamenón, oyó decir a Éax, hermano de Palamedes, que Agamenón llevaba a Casandra como concubina, una mentira con la que pretendía vengar las injurias de su hermano. Entonces Clitemnestra, en compañía de Egisto, hijo de Tiestes, concibió el plan de asesinar a Agamenón y a Casandra. Lo asesinaron con un hacha mientras realizaba un sacrificio con Casandra.
 Egisto, hijo de Tiestes y criado por una cabra (de allí su nombre) era primo hermano de Agamenón, por cuando su padre era hermano de Atreo. Era de la casta maldita de los Pelópidas. El cuento es largo y próximamente hablaremos de ellos con su torva historia de canibalismo, violación e incesto. POr ahora, sirva esta breve reseña para presentar la ópera Elektra Op. 58, de Richard Strauss, en ella vemos a la familia de Agamenón y Clitemnestra después del asesinato. No deja de ser interesante y terrífica. La duracióin es de 103 minutos de buena música postromántica


Espero les guste.

martes, 12 de agosto de 2014

Sopa de plátano verde

Sopa de plátano verde a la zuliana

Mi madre, maracucha de pura cepa, preparaba en ocasiones esta sopa con propiedades terapéuticas. Se trata de la sopa de plátano verde (plátano macho inmaduro, para quienes no son venezolanos), que tiene propiedades antidiarréicas. Me contaba que cuando ella se casó no sabía preparar ni arroz y contrataron una empleada doméstica. Para hacer esta sopa -me decía-, se perdía mucho plátano pues no había licuadoras ni procesadores de alimentos y la empleada tenía que usar un pilón y trabajar rápido para hacer el puré que luego disolvería en un caldo gustoso.

Lola, por supuesto, evitaba preparar esta rica sopa hasta que se compró su primera licuadora en el año cataplún. A partir de entonces la sopa de plátano verde era más frecuente en la mesa de Víctor y Lola y llegó a ser una de mis favoritas junto con la crema de apio (o sopa de oro), la de remolacha y el mondongo dominical que hacía mi viejo. No era yo un niño que aborreciera las sopas.

Su preparación con licuadora es fácil, y lo explicaré de inmediato. Las medidas van en zuliano clásico en el que el cucharón de sopa se denominaba "coco".


SOPA DE PLÁTANO VERDE (a la manera zuliana)
Para 1 porción

Ingredientes:
  • 5 "cocos" de caldo de res gustoso
  • 1/2 plátano verde
  • Sofrito de cebolla, ajo, ajíes misteriosos (ají dulce), tomate, y si se desea un punto de picante, salsa inglesa y ketsup.


Preparación:
  1. Se hierve el plátano verde hasta que esté cocido. Eso se sabe al pincharlo con un cuchillo y no hace mucha resistencia.
  2. Se calienta el caldo de res.
  3. Una vez que el plátano esté cocido, se pasa por la licuadora con caldo de res que lo cubra. Se licua bien.
  4. Se regresa a la olla con el resto del caldo (se verá una mezcla como un atol ligero), y se lleva a un hervor. De inmediato empezará a espesar y es recomendable revolver para evitar que se peque a la olla. 
  5. Mientras tanto, preparamos en unas 2 cucharadas de aceite el sofrito, marchitando primero el ajo y la cebolla, luego el ají misterioso y por último el tomate, todo picado menudito. Se agrega la salsa inglesa, el picante el ketsup. Hay que tener en cuenta que el plátano verde es insípido y por lo tanto el sobfrito debe estar cargado de sabor.
  6. Finalmente, se vierte el sofrito sobre la sopa. Se revuelve bien y se le lleva delicadamente a un hervor. Listo para servir.


A la manera tachirense

Los andinos preparan también una sopa de plátano verde muy diferente a los zulianos. Conseguí la receta en el libro A degustar con Yiya, recetario de oriunda cocina andina (El perro y la Rana, Caracas, 2007) por María Auxiliafora Morales. Este recetario me confirmó lo que me había dicho un amigo capachero cuando probó la versión zuliana: la conozco diferente. Ahora la receta de Yiya.

SOPA DE PLÁTANO VERDE
4 porciones

Ingredientes:
  • 2 plátanos verdes
  • 2 cebollas medianas
  • 3 dientes de ajo
  • 1 ají dulce
  • 1 rama de céleri
  • 1 ajoporro (sólo sus ramas)
  • 1/2 pimentón
  • cilantro y perejil


Preparación:
  1. Se hace un caldo con ajoporro, céleri, cilantro, perejil, cebolla, ajo, pimentón y ají dulce; y se cuela.
  2. Aparte se hacen unos tostones de plátano verde a la criolla, una vez machacados se agregan al caldo y se deja hervir hasta que espese.
  3. Se le agrega sal, pimienta y cilantro al gusto.
  4. Al servir se le agrega queso picado en trocitos.
  5. Se puede utilizar cambur verde.



viernes, 8 de agosto de 2014

El café de Nereo

Nereo Pacheco

El cabo de presos Nereo Pacheco, sin ser político, ni general, ni artista (aunque era arpista), pasó a la historia de Venezuela acompañado de una fama atroz. Era esbirro y sapo, aunque esas no eran su verdadera profesión. Se distinguía por realizar ciertas tareas de confianza en la ergástula de La Rotunda, tales como envenenar con arsénico o aderezar sopas con vidrio molido para consumo de curas y poetas presos. Mientras estos morían entre dolores y retortijones, el buen Nereo amenizaba a los acordes del arpa criolla. Las historias abundan.

Oscar Yanes en su colección Así son las cosas (Planeta, Caracas, 1996) nos narra uno de esos eventos y lo titula El café de Nereo:
Uno de los episodios del  inmediato pasado venezolano que todavía ha quedado en el misterio, es el complot de Eliceo (sic) López -un poeta zuliano, quien está injustamente olvidado- para matar al general Juan Vicente Gómez, en el Cementerio General del Sur en 1917, durante el entierro de su mamá. Nunca se supo quien o quienes habían delatado a Eliceo López, pues este fue detenido horas antes del funeral de la madre del general Gómez. Algunos dicen que el poeta iba a lanzar una bomba en pleno sepelio, cuando Gómez llegara al cementerio, otros afirman que el poeta dispararía contra el Benemérito y luego se suicidaría.
José Rafael Pocaterra, el gran escritor, contaba en aquella época que cuando se descubrió el atentado contra Gómez llamaron a declarar a varios venezolanos, entre ellos a Andrés Eloy de la Rosa, Diego Bautista Ferrer y Gregorio José Urriera, escritores casi todos. Nunca se supo quien delató al poeta, pero sí se descubrió lo que pasó el 5 de julio de 1918, en la cárcel de La Rotunda en el calabozo donde estaba secuestrado Eliceo López. La cárcel de La Rotunda -es bueno que ustedes sepan- se levantaba a unas tres cuadras de la Iglesia de Santa Teresa, en donde hoy está la plaza de la Concordia. Nereo Pacheco, el verdugo de La Rotunda, se acercó el 5 de julio de 1918 a Eliceo López en su calabozo y le dijo: "Buenos días poeta, por aquí le traigo una tacita de café, pa' que se caliente y le entre un calorcito. Hoy amanecí como una pascua, pues es el día de la independencia y tenemos que portarnos bien para que nos ayude don Simón; quien está allá arriba viendo todo, así que tómese poeta su cafecito tranquilo, que hoy no nos vamos a meter con usted".
El poeta estiró la mano temblorosa y agarró el pocillo, después se escuchó un grito horrible, Eliceo López habías sido envenenado con arsénico al igual que el presbítero doctor Régulo López Franklin. Hoy en día nadie recuerda al poeta zuliano Eliceo López, quien trató de liberar a Venezuela tratando de matar a Juan Vicente Gómez...
José Rafael Pocaterra en sus Memorias de un venezolano de la decadencia, nos amplía la lista de víctimas de Nereo. Es sumamente triste el fin de la viuda de Eliseo López:
La viuda de Eliseo López, embarazada de algunos meses, dio a luz poco después una niña. Años más tarde mendigaba por las calles de Caracas con la  huerfanita de la mano.
Otro día comentaremos el libro de José Rafael Pocaterra y, si lo conseguimos, algún poema de Eliseo López.

Desde la antigua esquina de Cárcel, hoy plaza de la Concordia

miércoles, 6 de agosto de 2014

Los hijos infinitos



LOS HIJOS INFINITOS


Cuando se tiene un hijo,
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga
y al del coche que empuja la institutriz inglesa
y al niño gringo que carga la criolla
y al niño blanco que carga la negra
y al niño indio que carga la india
y al niño negro que carga la tierra.

Cuando se tiene un niño, se tienen tantos niños
que la calle se llena
y la plaza y el puente
y el mercado y la iglesia
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle
y el coche que lo atropella
y cuando se asoma al balcón
y cuando se arrima a la alberca;
y cuando un niño grita, no sabemos
si lo nuestro es el grito o el niño,
y si le sangran y se queja,
por el momento no sabríamos
si el ay es suyo o si la sangre es nuestra.

Cuando se tiene un hijo, es nuestro niño
que acompaña a la ciega
y a las Meninas y la misma enana
y al Príncipe de Francia y su Princesa
y el que tiene San Antonio en los brazos
y el que tiene la Coromoto en las piernas.
Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,
todo llanto nos crispa, venga de donde venga.
Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro
y el corazón afuera.

Cuando se tienen dos hijos
se tienen todos los hijos de la tierra,
los millones de hijos con que las tierras lloran,
con las que las madres ríen, con que los mundos sueñan,
los que Paul Font quería con las manos unidas
para que el mundo fuera la canción de una rueda,
los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,
quiere con Dios adentro y las tripas afuera,
los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,
porque basta para que salga toda la luz de un niño
una rendija china o una mirada japonesa.

Cuando se tienen dos hijos
se tiene todo el miedo del planeta
todo el miedo a los hombres luminosos
que quieren asesinar la luz y arriar las velas
y ensangrentar las pelotas de goma
y zambullir en llanto los ferrocarriles de cuerda.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene la alegría y el ay del mundo en dos cabezas,
toda la angustia y toda la esperanza,
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si el modo de llorar del universo
o el modo de alumbrar de las estrellas.


Por Andrés Eloy Blanco

Fuente:
Cien + 20 poetas orientales. 
Fondo Editorial Caribe, Barcelona, 2010


Andrés Eloy Blanco con su esposa Lilina Iturbe y sus dos hijos,
Andrés Eloy y Luis Felipe.
Foto tomada de www.prodavinci.com

Tal día como hoy, en 1896, nace en Cumaná el gran poeta Andrés Eloy Blanco, cuya obra es quizá la más popular en los hogares venezolanos, haciendo de ella un legado inmortal. Para rendir este breve homenaje a Andrés Eloy, debo confesarlo, me costó escoger alguna pieza, pues su obra es ampliamente conocida. Me decidí al final por los Hijos infinitos, que tiene un buen mensaje que pervive en el tiempo y se mantiene vigente.


martes, 5 de agosto de 2014

La bruja taxista


Hay pocas mujeres taxistas en Caracas. Recuerdo una en especial que, toda enjoyada ella, conversaba conmigo mientras me hacía la carrera de Carmelitas hasta Colinas de Bello Monte y me tocaba el tópico de la Ilíada y la mitología griega. La señora se veía educada y hablaba con propiedad. Otra, en cambio, me confesaba que era analfabeta por desuso y agregaba que si bien entendía las palabras escritas, no podía leer un párrafo. Me dió lástima y le aconsejé que comenzara leyendo cosas ligeras hasta que se sintiese segura; que seguro le cogería el gusto.

La tercera fue una carrera que tomé el viernes en Chacao, bajo la canícula de las 13:00hrs caraqueñas. El sol esta que parte piedras y tomé el taxi sin reparar que la taxista era del sexo femenino. Pensando que era una persona sensata como los dos casos de párrafo anterior, le digo que tomando diuréticos y con ese calor con sol de playa tropical no provocaba caminar ni una cuadra. Con cortesía me preguntó cuál era mi mal y yo le respondí que retención de líquidos, pero que ya estaba mejor. Eso bastó para que la señora me dijera: "Seguro que le hicieron un daño ¿Ya fue a leerse el tabaco? En Los Teques hay alguien que sabe hacerlo y lo cura rapidito.... Mire que hay gente mala. A ese consultorio va mucho chino y los chinos saben.... También van ministros, militares y hasta curas..."

Luego de un minuto ya me tenía mal y a punto de bajarme y seguir a pie. Mas de solo pensar en el calor me limité a decir: "Yo creo en la Ciencia". Perno no le bastó. Volvió al ataque y agregó que ella creía en Dios y que José Gregorio Hernández la operó una vez detrás de la puerta de su cuarto y que una vez tenía una neuralgia tan intensa que quedó dormida en su cama y la picó un bicho que la curó para siempre. Allí no aguanté más y le repliqué que el Primer Mandamiento de la Ley de Dios prohíbe el trato con brujos y hechiceros, pues cuando esto sucedía le estábamos diciendo a Dios: Tú no puedes, el otro sí.

No bastó con mi respuesta y siguió con su perorata que pasó de la lectura del tabaco y la azotaina con ramas a su vida íntima: Que la habían casado a los 15 con un viejo de 60; que si el tipo la abandonó y cayó en las manos de una colombiana que le quitó todo (lo dejó pelao, fue la expresión); que todas las colombianas son unas dañeras, y que ellas acostumbran robarle a los hombres para dárselo todo a sus queridos... Y yo deseando llegar a casa.

Al final me cobra su cara tarifa y me pregunta:
-¿Usted juega lotería?
-No, porque el que juega por necesidad pierde por obligación...
-Pues yo si he ganado. Es que le vi un recibo allí (de una compra en una librería) y podría jugar los números.

Se lo regalé gustoso porque ya estaba en casa. ¿Será posible tamaña superchería?
DE QUE VUELAN, VUELAN.

Bruja de Los Caprichos por Francisco de Goya y Lucientes

lunes, 4 de agosto de 2014

La muerte de Honorio

Miguel Otero Silva
En estos días he estado releyendo La muerte de Honorio (Seix Barral, Barcelona, 1975) novela de Miguel Otero Silva ambientada en las cárceles de la Venezuela de los años 50, con la presencia ubicua de los famosos esbirros de la dictadura.

Esta novela es ya un clásico de la narrativa venezolana, que se hizo popular desde su primera edición en 1968. La contraportada nos indica algo de su contenido:
La muerte de Honorio es el relato de las torturas padecidas por cinco hombres -el Médico, el Barbero, el Periodista, el Tenedor de Libros y el Capitán - que representan, en la ficción, a muchos otros luchadores de Venezuela de los años inmediatamente anteriores a 1958, que padecieron igual suerte siniestra, como el propio autor señalas. La primera parte del libro o primer cuaderno -"Cinco que no hablaron"- narra, juntamente con los maltratos, los diversos puntos de vista ideológicos y humanos de los protagonistas, su pasado y su presente, su familia y sus historias amorosas, en un montaje casi cinematográfico, de gran agilidad y extraordinaria eficacia. El segundo cuaderno, en forma de diario, es la expresión a nivel humano y literario, de una solidaridad emocionante entre los cinco presos, en torno a la figura ausente de un niño, Honorio, que llega a convertirse en el hijo mítico de todos ellos.
Las turbas enardecidas toman la sede de la Seguridad Nacional.
23 de enero de 1958
La novela tiene el lenguaje característico, rico y sentido de Otero Silva, lo que hace de su lectura un deleite. Como indican los editores, esos personajes simbólicos representan a hechos y personas de la vida real, o como lo pone MOS: Los personajes y el argumento de este libro son imaginarios. En cuanto a los maltratos que en él se narran son auténticos y fueron padecidos por venezolanos de carne y hueso en los años inmediatamente anteriores a 1958.

En efecto, cada uno de ellos representa una ideología y una parcialidad política, siendo el Tenedor de Libros un militante y activista de Acción Democrática; el Periodista es también militante y activista, pero de Unión Republicana Democrática, cuya victoria electoral de 1952 fue escamoteada por los militares y sus dirigentes perseguidos y expulsados; el Médico es comunista y se le sometió a torturas para que revelara el escondite de Santos Yorme (nombre de guerra de Pompeyo Márquez); el Militar era un militar pundonoroso asqueado por la corrupción del régimen, y, por último, el Barbero desconocía la causa de su tortura y encierro, simplemente que los esbirros le tendieron un peine y querían que confesara algo que él, inocentemente ignoraba. El Barbero es el padre de Honorio. La torturas al Tenedor de Libros recuerdan a las que fue sometido Salonm Meza Espinoza, luchador socialista quien, luego de varios días de tortura, salió con el cabello completamente cano. Los esbirros son fácilmente reconocidos, pues sus apodos son los mismos de los personajes de la vida real.

Marcos Përez Jiménez (a) Tarugo
Mucha gente justifica y añora la dictadura festiva y pachanguera de Tarugo, olvidándose de su feo récord de violaciones a los derechos humanos. Muchos dice: ¡¡la Dictadura hacía y sólo perseguían a los políticos!! Pues bien, la persecución de políticos no es sólo un acto vil, sino que también agrede a la ciudadanos de a pie que los siguen y creen en ellos. Esta novela es, pues, algo que todos los ciudadanos deben leer. La última edición que conozco es la de Libros de El Nacional, publicada en la colección Biblioteca de Miguel Otero Silva. Vale la pena buscarla y leerla.

Carátula de la edición de La muerte de Honorio por Libros de El Nacional.


viernes, 1 de agosto de 2014

Matasiete

Cerro de Matasiete, Margarita, estado Nueva Esparta


MATASIETE


En medio del camino por donde cruza el sol
cuando viene del mar hacia el oeste
y remojado en el celeste azul,
se empina entre los flancos de rocío,
estalla la mañana, aurora y canto,
se desparrama desde la copa blanca
para caer en la ciudad dormida
que amanece despierta entre su flama.

Sus laderas nacieron de la ola
que salpica de espumas sus peñascos
en la marina sal rebautizados
de Guacuco hasta el linde de Guarame, 
raíces que se hunden en el agua
y florecen zafiros en las nubes
que empenachan las cumbres.

Desde la explanada del castillo lo diviso
fincado a la distancia junto al cielo,
unido con la mar en una mole
incendiada en el pleno mediodía,
mecido en el cocal de sus laderas
metidas en el río.
Montaña, mar y cielo en la distancia quieta
dan la visión ignota de la unidad fraterna
mediante el istmo de la empinada cresta.

De tarde con el sol de los venados
la claridad se tiñe en Matasiete
de violetas y claros tornasoles
que van difuminándose en la sobra
hasta que todo queda de ceniza
en la mortal agonía del crepúsculo
y vienen con la noche las estrellas
y la luna empavona en lumbre nueva
sus morriones de nubes volanderas,
palomas con las alas desplegadas
para formar un nido
de arrullos con rocío estremecido
en la fragancia pura
de la flor entreabierta con la noche.

Matasiete, de muerte tiene el nombre,
su adjetivo es de gloria resonante,
los muertos que murieron en sus flancos
lapidados de piedra arrojadiza
fueron soldados bruscos
que empeñaron batalla entre Los Cocos
para hacer sobrevivir la tiranía.

Tu nombre de montaña, ¡Matasiete!
es viva libertad, gallarda brega
de los hombres sencillos del terruño
para hacer restallar resplandeciente
en amoroso abrazo compañero
la independencia de la Isla.

Por Luis Beltrán Prieto Figueroa
Fuente: Cien + 20 poetas orientales
Fondo Editorial del Caribe, Barcelona, 2010

Matasiete bajo el sol de los venados
Imagen tomada de www.margaritamimadre.blogspot.com
¿Quien no conoce la vida y obra del Maestro Prieto? Recuerdo que cuando me inicié en la Administración Pública en el viejo edificio del Ministerio de Educación, en la esquina El Conde, el Profesor Gerardo Cedeño Fermín, a la sazón Director General de ese Despacho, me asignó como tarea llegar a las 7 am y preparar una carpeta diaria con quejas, reclamos, denuncias, artículos de opinión, que le sirvieran para controlar de alguna manera el díscolo personal bajo su mando. Un día se me salta un artículo firmado por el Negro Prieto. A las 8:05 me llama a mi extensión y me dice: "Te saltaste un artículo importante que salió en El Nacional". Reviso el periódico y le digo: "¿un artículo del Maestro Prieto?"  y me responde: "Sí, ese mismo. Para mí todo lo que él diga tiene que ver con educación, aunque no lo parezca".

Menciono esta breve anécdota para señalar la importancia del Maestro Prieto en el desarrollo de la educación en Venezuela, que a mi juicio, ocupa primera línea. Nació en La Asunción en 1904 y murió en Caracas en 1993. Entre su obra poética destacan: Mural de mi ciudad (1975); Del hombre al hombre (1977); Porlamar en el viento (1978); Verba mínima (1978).

El poema al cerro de Matasiete, presentado con tan bellas imágenes por don Luis Beltrán, fue escenario para una importante batalla de los neoespartanos por su libertad. El hecho ocurrió el 31 de julio de 1817. Lo publico aquí como un homenaje a los caídos en esa gesta, y al Maestro Prieto uno de los hijos más ilustres de Margarita.

Luis Beltrán Prieto Figueroa en una librería de su propiedad cerca de la esquina de La Torre (años 40)
Foto cortesía de Luis Barragán, propietario del Blog www.lbarragan.blospot.com (Apuntística)