En esta bitácora encontrarás de todo un poco: libros, textos literarios, gastronomía, historia, música, y otras cosas que pueden ser de tu interés. Tómalo como una visita a mi biblioteca, de donde sale casi toda la información. Paséate por los artículos y, si lo deseas, deja un comentario.
Hace ya más de veinte años que leí la novela Los comediantes (The comedians), del escritor británico Graham Greene. Para entonces yo era Primer Secretario en Haití y el Embajador me prestó un ejemplar en francés para que lo leyera durante una de las tantas crisis políticas que me tocó presenciar. Al instante quedé enganchado en su lectura. Es una obra bien estructurada que incluye intriga, romance, aventura y violencia, pero con calidad literaria.
Acabo de concluir su relectura, esta vez en una deficiente y lamentable traducción al castellano (Debolsillo, Buenos Aires, 2004). Al cerrar el libro en su página 438, los recuerdos se agolparon y revivieron como si fuera ayer, pues Greene supo captar la atrocidad del régimen macutista de Papa Doc. Los lugares donde se desarrolla la acción, los personajes, el ambiente, son fácilmente reconocibles.
Recuerdo haber conversado sobre esta novela con el Embajador y las secretarias de la Embajada, quienes me orientaron a conocer algunos aspectos, que es el objeto de este artículo. Carmen y Marina, las secretarias, me decían que el Hotel Trianon, donde se desarrolla parte de la acción, estaba inspirado en el Hotel Oloffson y que el personaje Petit Pierre, el periodista de sociales, era ciertamente Aubelin Jolicoeur (a quien llegué a conocer, era un personaje raro y pintoresco). El Embajador, quien sabía lo que yo leía, sea porque eran lecturas recomendadas por él, o porque le comentaba lo que había explorado en las librerías, me aconsejaba que leyera Los comediantes con detenimiento, que me ayudaría a comprender muchas cosas. El buen Embajador, a quien mucho le debo, sabía orientar a su personal.
Hotel Oloffson, Haití, por Hayy Holcroft
Imagen tomada de www.harryholcroft.com
Todas las solapas y contraportadas de la novela comienzan: Los comediantes es una historia de gentes comprometidas y no comprometidas, en el escenario del terror de Haití. La edición Debolsillo repite la misma frase y agrega:
Afiche de la edición en francés de la película
Les Comédiens (1967)
...Brown está de regreso en el hotel que no ha podido vender en los Estados Unidos (pues el régimen de Duvalier ha alejado a los turistas) y tiene una atormentada relación con la mujer de otro hombre. Jones ha buscado en Port-au-Prince un último refugio. Smith sueña con cambiar la dieta de los haitianos. Como El poder y la gloria o en El revés de la trama, Greene indaga apasionadamente en estas páginas el significado de la vida y los límites de la borrosa frontera que separa el bien del mal.
En efecto, hay personajes que muestran su compromiso, como el vegetariano Smith, el Dr. Magiot o el joven Philipot. Hay otros que, como comediantes, prefieren pasar con bajo perfil o mirando para otro lado. El autor, en carta a A. S. Frere, su editor por 30 años, dice:
(...) La pobre Haití y el personaje del doctor Duvalier no son inventos: ni siquiera he cargado las tintas de este último para lograr más efecto. es imposible pintar las cosas peor de lo que son. Entre los Tontons Macoutes abundan hombres todavía más perversos que Concasseur, el velatorio interrumpido es un hecho real; más de un Joseph cojea por las calles de Puerto Príncipe después de una pesadilla de torturas, y aunque nunca conocí al joven Philipot, he visto guerrilleros tan valientes y mal adiestrados como él en el antiguo manicomio que está cerca de Santo Domingo. Sólo que en Santo Domingo las cosas han cambiado desde que empecé el libro. Han cambiado... a peor.
Graham Green escribió el libro en 1967 y la acción se desarrolla en un período en el cual se afinca con furia el terror duvalierista, que se ve intemporal porque esa tiranía era interminable. Es decir, puede ser 1960 o 1967; da lo mismo. Al seguir los consejos del Embajador me encuentro, ciertamente, con personajes de la vida real si bien con otro nombre. Veamos:
Clément Jumelle
El Ministro de Sanidad, Dr. Philipot, caído en desgracia por haber hecho un comentario ocioso sobre Papa Doc, se esconde en el Hotel Trianon donde se suicida a la orilla de la piscina. El propietario, Monsieur Brown, acompañado del Dr. Magiot, saca el cadáver del lugar y lo abandona en las afueras de Pétionville, con la esperanza de que sea descubierto luego de varios días. Sin embargo, por una aventura sexual de un Tonton Macoute con una campesina, se descubre, pero el gobierno mantiene que el ministro está fuera de la ciudad. La viuda rescata el cuerpo, mas cuando lo lleva a enterrar, el féretro es secuestrado por una comisión de matones y desaparecido en el Palacio Nacional.
Este es el caso de Clément Jumelle, un hombre decente comprometido con su país. Tuvo cargos directivos en el Ministerio del Trabajo durante el gobierno de Dumasrais Estimé. El titular de la cartera para el momento era el Dr. Francois Duvalier. Luego participó también como Ministro del Trabajo (1951-1953) durante el gobierno del General Paul Magloire (tenía 35 años de edad, el miembro más joven del gabinete) y Ministro de Finanzas y Economía (1954-1956). Candidato a la presidencia de la República en las elecciones de 1957, de las que se retiró cuando vio las trampas organizadas por los militares para poner el candidato de su preferencia y acusó el fraude. Allí comenzó su desgracia. Papa Doc no aceptaba un NO y Jumelle, hombre íntegro, no pudo complacerlo. Persecuciones, expulsiones, cárceles... Sus hermanos, Ducasse y Charles, fueron asesinados en la madrugada del 29 de agosto de 1958 por los Tonton Macoutes, entre quienes destacaba Clément Barbot (otro personaje que cita la novela). Clément Jumelle, el sobreviviente y causa de la desgracia familiar, herido, se refugia en las oficinas de la Embajada de Cuba (quedaba en el local de la carnicería El Oso Blanco, frente al Palacio Nacional) donde fallece. Cuando se le lleva a enterrar, el cadáver, en su urna, es secuestrado por una comisión de los Voluntarios de la Seguridad Nacional. La idea era robarle el cerebro para usarlo en ritos vudú, pero ya se le había hecho autopsia y los órganos removidos.
Los hermanos Clément (derecha) y Harry Barbot (izquierda)
en la cumbre de su saloperie (1960).
El caso de Clément Barbot, jefe de los Tonton Macoutes, es interesante, no sólo porque muestra la ambición y maldad desmedida de los macoutes, sino que tiene un final de realismo mágico. Este torvo personaje, muy cercano a Papa Doc, involucrado en el asesinato de los hermanos Jumelle (seguro seguía órdenes del Presidente; allí no se movía una hoja sin que éste lo autorizara), intentó un golpe de Estado en mayo de 1963, que comenzaría con el secuestro del heredero al trono, Jean Claude Duvalier. Fracasa el golpe y esto causa la caída de los hermanos Barbot. Clément tuvo un fin raro y confuso. Por algún lado leí que, descubierta la intentona, Barbot huye a las montañas, tal vez con dirección a la República Dominicana donde tenía buenos amigos. El viejo Duvalier lo manda a perseguir y al final lo cerca, en una cabaña. Allí hay un tiroteo, mas cuando los macoutes entran al refugio no encuentran restos. Se dijo que Barbot se había convertido en perro negro y desaparecido. Pues bien, Duvalier mandó a matar a todos los perros negros de Haití. Hay una leyenda urbana que escuché en Puerto Príncipe con respecto a este personaje, completamente falsa. Según la especie, los participantes del atentado contra Rómulo Betancourt en junio de 1960, habrían ingresado a Venezuela con pasaportes diplomáticos haitianos conseguidos a través de Clément Barbot -sin autorización de Papa Doc, según algunos. Este era otro comprometido, no con la libertad, la democracia o el progreso de su país, sino con la maldad pura y simple.
Aubelin Jolicoeur, inspiró el personaje
de Petit Pierre
Para concluir, quisiera presentar a otro comprometido: el gobierno venezolano. A lo largo de la novela Greene menciona 5 o 6 veces a la Embajada de Venezuela y siempre como lugar de asilo y refugio a los perseguidos (hasta la viuda y huérfano del ministro Philipot) En efecto, contra viento y marea el gobierno de Rómulo Betancourt defendió la causa de la libertad en Haití y asistió a la víctimas con coraje y determinación: mopistas, dejoistas, fignolistas y hasta duvalieristas caídos en desgracia recibieron protección venezolana. En la caja fuerte permanecía en mi época un viejo libro con mensajes cifrados de esa época hasta la ruptura de relaciones.
Cuando Graham Greene redactó su novela en 1966-67, la Embajada de Venezuela estaba cerrada desde hacía varios años y México representaba los intereses venezolanos. Greene seguro que quedó impresionado con lo que tal vez le habían contado. Vienen a mi mente dos funcionarios que arriesgaron su vida y seguridad en cumplimiento del deber; los embajadores Elías Pérez Sosa, quien estuvo al frente de la misión entre julio y diciembre de 1958 (murió en su oficina el 23 de diciembre frente a su secretaria Carmen Dalencourt... Se decía que Duvalier lo había mandado a envenenar); y su sucesor, el poeta Vicente Gerbasi, contra quien hubo una pertinaz campaña acusándolo de comunista (todo personaje incómodo era "kominis"). Eso se llama compromiso.
El Embajador Vicente Gerbasi saliendo de la Embajada de Venezuela en Haití (1960)
Foto tomada de www.vicentegerbasi.net
Desde hace varios años buscaba esta novela. Ayer, por fin, conseguí El reino de este Mundo (Alianza Editorial, Madrid, 2012) de Alejo Carpentier. Parece extraño, pero de las obras de este escritor cubano se consiguen con mayor facilidad Concierto barroco y El siglo de las luces, a pesar de que a ésta se la considera una de las mejores que se hayan producido en lengua castellana.
De la contraportada:
El reino de este mundo (1949) recrea de forma incomparable los acontecimientos que, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, precedieron y siguieron la independencia haitiana. Estimulado por la prodigiosa historia original y valiéndose de su consumado arete de escritor, Alejo Carpentier (1904-1980) embarca al lector, merced al poder de su palabra, en un mundo exuberante, desaforado y legendario en el que brillan con luz propia el "licántropo" Mackandal, en quien se conjugan la rebelión popular y los poderes sobrenaturales y el dictador Henri Christophe, quien alumbró en su palacio de Sans-Souci y la Ciudadela de La Ferriere arquitecturas dignas de Piranesi.
Leí por vez primera esta novela a la edad de 11 años -y por supuesto no comprendí bien- en una edición del Primer Festival del Libro Popular Venezolano, que estaba en la biblioteca de mis hermanos. Luego, a finales de la década de los 80, lo conseguí en Haití en una excelente traducción al francés y me deleité con su lectura. Para entonces ya era más maduro y conocía con cierta profundidad la cultura haitiana como para comprender la novela, su mensaje entre lo real y lo imaginario, y la metamorfosis de Mackandal, que no era "licántropo", sino Zobop (que en la religión haitiana es aquel que tiene capacidad de convertirse en animal gracias a hechicerías y sortilegios). Tampoco fue Henri Christophe un "dictador", sino rey de Haití, pero ya eso es harina de otro costal; tal vez los editores no conozcan la realidad mística de ese país.
Grabado que representa al Presidente Alexandre Pétion (1770-1818)
Hurgando en la red en la búsqueda de algún tema mirandino que poner en esta bitácora, encontré un libro del que tenía vagas noticias. Se trata de una monografía de largo título Francisco de Miranda et Alexandre Pétion. L' expedition de Miranda; le premier effort de libération Hipano-americaine, le premier vagissement du panaméricanisme (Imprimerie Hérissy, Paris, 1955), por François Dalencour, autor de numerosos estudios sobre la historia de Haití. Ya descubrí dónde está en Caracas para su consulta. Un poco largo, pues consta de 325 páginas. Es apellido me es familiar; Dalencour era el padre de Mlle. Carmen Dalencour, secretaria local en la Embajada de Venezuela en Puerto Príncipe desde los años 50 hasta 1991 cuando fue jubilada. Vivía cerca de mi casa en la Rue F. Dalencour (Musseau), a la derecha de la Route Panaméricaine (o Ave. John Brown) subiendo hacia Pétionville. Frente a su casa había un alto y hermoso tamarindo.
Alexandre Pétion de civil
Se me ocurrió entonces escribir algo sobre Anne Alexandre Pétion (Alejandro Petión, como lo conocemos en Venezuela y que bien merece el título de Protector de nuestra independencia y libertad). A pesar de la admiración que le profeso desde niño, no tengo en mi biblioteca casi nada sobre este personaje, a quien sus conciudadanos llamaban cariñosamente Papa bon coeur. La mudanza de Puerto Príncipe a Ottawa fue como un naufragio en el que perdí mi biblioteca de temas haitianos (menos mal que ya me la había leído). Tengo Petión y Bolívar; cuarenta años (1790-1830) de relaciones haitiano-venezolanas y su aporte a la emancipación de Hispanoamérica (Ministerio de Educación, Caracas, 1970), por el historiador y diplomático Paul Verna. El libro de Verna no tiene desperdicio y lo comentaremos otro día.
Hoy hablaremos de Petión como persona de buen corazón, amante de la libertad , que fue como un padre para su pueblo. Tal día como hoy, en 1807 fue electo Presidente de la recién fundada República de Haití. El Diccionario de Historia de Venezuela (Fundación Polar, Caracas, 1997) le dedica una pagina entera a este personaje:
(...) En 1803, crea con Dessalines, en Archaie, la bandera nacional de Haití y es uno de los primeros signatarios del Acta de Independencia, la que fue proclamada el 1 de enero de 1804. En 1806, funda la República y da al país su primera Constitución. Elegido Presidente el 9 de marzo de 1807 y reelecto en 1811 y 1816, ocupó la primera magistratura de su país hasta su muerte en 1818. Demócrata sincero, partidario de la moderación, gobernó con patriotismo y desinterés. El pueblo gozó de libertad completa. Redistribuyó entre los campesinos, soldados y militares de todo rango las tierras del Estado y las propiedades de los colonos. Echó los fundamentos de la instrucción creando escuelas y liceos. Para combatir la esclavitud en el Caribe, hizo incluir en la Constitución de 1816 que "todo africano, indio, así como sus descendientes en las colonías que vendrían a establecerse en la República serían reconocidos como haitianos". Su bondad y filantropía eran conocidas por nacionales y extranjeros....
La historia oficial haitiana agrega algo más importante aún. Dicen que "las únicas lágrimas derramadas por su causa fue el día de su muerte". Tal era el cariño que le tenían sus conciudadanos a "Papá Buen Corazón". Se me ocurrió escribir sobre el Benefactor porque hace unos días vi en el perfil Facebook de un amigo una foto de otro Presidente haitiano que era su polo opuesto. Me refiero a François Duvalier, conocido como Papa Doc.
La leyenda al pie de la foto decía:
Dr. François Duvalier "Papa Doc" (1907 - 1971)
Este Sr. cuando murió también era un "Buen Hombre" y merecía respeto, amaba a su pueblo como nadie... nadie debía burlarse de "Papa Doc" porque era un ser humano y la muerte de un ser humano se respeta, bueno, así dicen los hipócritas cuando muere alguien que hace daño...
Papa Doc debía ese apelativo cariñoso a su acción como médico durante las campañas de salud pública y saneamiento ambiental impulsadas por los gobiernos haitianos en los años 40. Esa fue la causa de su victoria electoral en 1957. Su gobierno fue un régimen de terror; familias enteras fueron exterminadas; la corrupción, la arbitrariedad y el abuso de poder campeaban, y corrieron ríos de lágrimas en todos los hogares haitianos. La represión no se limitó a los opositores sino que también llegó a sus partidarios que no lo amaban sino que le temían. Llegó a cambiarle los colores a la bandera nacional, sustituyendo el azul por negro, para manipular la creencias de los seguidores de vudú (aunque él no creía en eso, pero explotaba su imagen como Baron Samedi, el Loa de los cementerios y la muerte).
El temor que inspiraba era tal que aun después de muerto hacía temblar. Se cuenta que el día de su entierro, al doblar el cortejo procedente del Palacio Nacional, la Corte Suprema de Justicia y el Altar de la Patria, al cruzar en la esquina de la Rue de l'Enterrement hacia el cementerio, se levantó una tolvanera sobre el ataúd Los dignatarios que lo llevaban en sus hombros, soltaron la caja y salieron corriendo mientras gritaban: "El Diablo vino a llevárselo". Pasada la ráfaga, el cortejo siguió su ruta como si nada hubiera sucedido.
La haitianos aún recuerdan con gratitud su Edad de Oro con Papa Bon Coeur y execran el momento en que llegó al poder Papa Doc y su horda de Tonton macoutes.
Luego de muchos años de búsqueda, encontré en la librería de los jesuitas en La Castellana, un ejemplar de Los jacobinos negros; Toussaint L'Ouverture y la Revolución de Haití (Turner- Fondo de Cultura Económica, Madrid-México, 2003), primera edición es castellano de la obra de C. L. R. James. Jesús, el librero, había tenido la gentileza incluirlo en el pedido porque sabía que yo estaba interesado. Así se hace. Un buen librero adivina el deseo del lector. Quedé sorprendido. Gracias, Jesús.
Este libro es un clásico de la literatura del siglo XX del que tenía referencias desde que ingresé al servicio exterior y que estaba entre la bibliografía que me recomendaba mi primer Embajador en Haití. En la contraportada leemos:
Cuando James publicó este libro en 1938 poco podía imaginar la importancia que adquiriría años después. Baste señalar que Alejo Carpentier, basándose en la misma historia, experimentó con gran éxito su fórmula de "realismo mágico" en El reino de este mundo y que, además, la lucha contra el apartheid en Sud6áfrica utilizó este estudio como ejemplo de que una utopía podía convertirse en realidad. Nacido en Trinidad, James representa la otra cara de la moneda de la visión literaria de los movimientos de liberación del Caribe. Y, sin embargo, los hechos que investiga -el de la única vez en la historia que los esclavos negros se liberaron por sí solos intentando implantar los ideales ilustrados y combatiendo a Napoleón- están relatados de manera apasionante a la vez que a su protagonista, Toussaint L'Ouverture, está tratado como un personaje de novela. Los jacobinos negros es una obra modélica en cuanto aúna la exhaustiva información propia de la historiografía británica con la visión de conjunto propia de la ficción novelesca. Un clásico cuya edición española puede calificarse de acontecimiento editorial.
Cyril Lionel Robert James
(1901-1989)
En verdad, la contraportada no hace justicia al libro que reseña. Es una obra que, por la calidad acuciosa de la información que contiene y el tema tratado, merece una lectura detenida. El autor nos presenta además un documento anticolonialista que tuvo su influencia en todos los movimientos nacionales que llevaron al proceso de descolonización. Si bien parte de la información histórica está desactualizada, a causa del avance de las investigaciones realizadas con posterioridad, sigue siendo un clásico. James Walvin, autor de la Introducción agrega:
Los jacobinos negros no es simplemente una obra pionera superada por investigaciones posteriores. Por el contrario, sobrevive como punto de partida, como foco de inspiración intelectual, escrita por un hombre cuyas palabras, siempre merecedoras de atención, tocan acontecimientos que son tanto universales como contemporáneos. He aquí pues un libro que es, a la vez, un singular estudio histórico y el umbral de un debate más amplio (y continuado). Es, simplemente, un clásico de la historiografía contemporánea.
La obra está escrita en un estilo fluido y sencillo, que no se pierde gracias a la excelente traducción de Ramón García.
Cyril Lionel Robert James, el autor, nació en Tunapuna, Trinidad. Muy joven, en 1932, fue a vivir a Gran Bretaña, y más tarde a los Estados Unidos (de donde partió durante la persecución macartista, por su filiación socialista). Con sus escritos contribuyó a la formación de los movimientos independentistas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. No fue un socialista genuflexo a los dictados de la Unión Soviética, sino que más bien seguía una línea próxima al trotskismo. Spartacus Educational tiene una buena biografía de C. L. R. James en inglés.
Toussaint L'Ouverture leyó al Abate Raynal:
"Si sólo el interés propio prevalece en la naciones y sus dueños, existe otro
poder. La naturaleza habla en tonos más elevados que la filosofía y el propio interés. Ya están establecidas dos colonias de negros fugitivos, a los que los tratados y el poder protegen contra todo asalto. Estos relámpagos anuncian el trueno. Sólo es necesario un jefe valiente. ¿Dónde está ese hombre con quien la Naturaleza ha contraído la deuda de sus hijos vejados, atormentados y oprimidos? ¿Dónde está? Aparecerá, sin duda; surgirá y hará ondear la sagrada bandera de la libertad. Esta señal venerable reunirá en torno a él a sus compañeros de infortunio. Más impetuosos que los torrentes, dejarán en todas partes las huellas indelebles de su justo resentimiento. En todas partes se bendecirá el nombre del héroe que restablezca los derechos de la raza humana; en todas partes se levantarán aras en su honor."
El 1° de enero de 1804, luego de una larga y accidentada guerra, Haití declara su independencia. Es ésta una verdadera revolución en la que el esclavo se convierte en amo de su propio destino. El futuro le deparaba muchos sinsabores, desgracias y catástrofes. América Latina, que está en deuda con su hermana mayor, parece haberse olvidado de sus infortunios. Recordémosla en esta fecha.
Olvidada de todos, Haití tiene a sus hijos que sufren, pasan trabajo y esperan.
Aquí les dejo un video de Stevy Mahi: Haïti Cherie.
Canción en lengua criolla, presenta hermosos paisajes haitianos:
Buscando en la red, me encontré con este bonito video sobre el orgullo de ser haitiano.
Palacio Nacional, sede del poder en Haití,
diseñado por el Arq. Gilbert Baussan
Derruido por el terremoto
El amigo Luis Barragán (recomiendo que visiten su Blog, que es rico e interesante), siempre escudriñando la prensa antigua y pescando artículos interesantes, me hizo llegar un recorte de prensa bien añejo, que me trajo reminiscencias y me puso a reflexionar. El artículo se titula La cocina haitiana, de la pluma de Fernando G. Campoamor, publicado por El Nacional el 27 de octubre de 1957.
El año 57 fue de particular importancia para los haitianos, y el inicio del fin de la civilización de ese país. Haití en esa oportunidad sufría uno de los períodos de inestabilidad política que la caracterizan, el cual sólo concluyó con la elección del infame Dr. Francois Duvalier (Papa Doc), como Presidente de la República, quien se mantuvo en el poder desde el 22 de octubre de 1957 hasta su muerte el 21 de abril de 1971. Legó a su hijo Jean Claude la presidencia vitalicia que concluyó con el golpe de Estado del 6 febrero de 1986.
Dr. Francois Duvalier (a) Papa Doc
Presidente Vitalicio
1909-1971
Desde el derrocamiento del General Paul Magloire (en diciembre de 1956), se sucedieron en la jefatura de Estado: Joseph Nemours Pierre-Louis (1 mes y tres semanas), Frank Sylvain (2 meses, que aprovechó para comerse los cisnes, gallinetas y pavos reales de los jardines del Palacio Nacional), el General. Léon Cantave (4 días), un Gobierno Colegiado (mes y medio), de nuevo Léon Cantave (5 días), Daniel Fignolé (20 días), el General. Antonio Kébreau (4 meses y 1 semana), quien le entrega el poder al Dr. Duvalier, victorioso en las elecciones. No sabían los haitianos lo que les esperaba y terminarían añorando al General Magloire, quien pasó su exilio en Venezuela. Haití dejaría de ser la Perla Negra de las Antillas para convertirse en un lugar de horrores. Desaparecerían la rica e intensa actividad cultural, la vida nocturna y decaería el refinamiento de sus restaurantes; aún no se han recuperado de los estragos causados por la tiranía.
El artículo de Fernando G. Campoamor nos muestra a un Puerto Príncipe en los primeros días del régimen duvalierista y los últimos de su antiguo esplendor. Nos daremos un paseo gastronómico por esta joya oculta y sufrida que es Haití, a ver cómo era lo que el corresponsal vio; al final haré un breve comentario de lo que viví allá 32 años después:
LA COCINA HAITIANA
Mapa de St. Domingue 1722
Guillaume de Liste
Uno de los más intensos ángulos para penetrar un país hecho nación, es abrirle la puerta de su cocina y registrarle el inventario de su despensa. No hay repaso más realista de la historia de China o de Francia -para igualar dos naciones de inversos orígenes y encontrados espíritus - que tomarle el paladar a sus platos: la una es modelo culinario de sencillez filosófica, de mañoso saber vivir ; la otra es un tratado de sensualidad en sus salsas y de savoir faire en un grupo de especies. Pues Haití, tan haitiano, sería el tercer cateto de un triángulo gastronómico, a pesar de la inevitable influencia francesa que pesa en sus ingredientes de cocina, porque también sazonan su historia política y económica, y dan una particular garganta cáustica a los negros.
Vamos usted y yo, como un par de amigos del mantel, a planear un viaje de circunvalación por los comedores de Port-au-Prince. Nos servirá luego para recopilarlo como guía de los gourmets que visiten la capital de la república antillana, donde el champignon y el vin rosé pautan las cartas de los restaurantes. Podemos empezar por la costa, para ir subiendo metros y bajando temperatura; será precaución, porque los picantes y los tragos van dando vapor a la sangre, y allá en las montañas debemos refugiarnos cuando llevemos una semana de faena consecutiva.
La primera invitación es mía, en el Boulevard de la Exposición, donde casi tocamos el mar con los pies, y nos sirve de telón de fondo la forma neblinosa de la isla de la Gonave. Doy a escoger entre el salón del Hotel Beau Rivage, tan formidablemente decorado con motivos creoles, o el portal descubierto del Nobbe Bondell, junto a la rotonda. Para marcarnos un punto en el haber, el menú internacional del primero nos va a servir un delicioso Riz djon-djon, luego de aclimatarnos con un par de rones Barbancourt que echamos dentro de dos cocos, fabricando un original coctel con el agua de la fruta y el alcohol bravo. Dejamos para la segunda estación una ensalada de chou-palmiste, corazón de palma que nos recuerda el rojo aceite africano.
No nos perdonaríamos salir (ilegible) sin aceptar la invitación de la señora Odette Buteau, en el N° 50 de la Avenue des Dalles, donde el clima refrigerado de su restaurante Aux Cosaques nos amparó muchos días de canícula disecante. Ella nos dictó la receta de aquellas langostas que enseñó vivas y luego ardían en un escandaloso fuego sobre la mesa, repartiendo aromas de cognac. Se llama el asunto Homard a l'Americaine, y es un anzuelo que muerden gustosos los turistas yanquis que desconocen del arte culinario.
Vista de Petionville, barrio
elegante de restaurantes, vida nocturna y galerías
Tomado de www.fotopaises.com
Esa misma tarde, fuimos escalando las montañas -Haití es una palabra que se traduce "país de montañas"- hasta refrescarnos en las alturas de Petionville, mirando al costado la techumbre de guano del cabaret Choucounne, donde luego nos esperaba un espectáculo de tambores. Cada vez que apetecemos un griot, un puerquito tierno, avisamos con antelación al chef, y aquello resulta un homenaje a la zoología.
Como dormimos nuestra digestión entre la lujuriosa campiña, despertamos sin arrepentimiento a una laboriosa jornada de alimentos nativos. En el breviario del recorrido no podía faltar el rincón de Le Picardi. Desde el título es una tentación aquella casona tranquila invadida por un cerco vegetal que cierra el horizonte en un pequeño marco de olores y de ráfagas que juegan con el polen. Cada vez que asomamos a Le Picardi, se nos fija el pensamiento en el Lambi, servido en su concha, gratinado, que rociamos con un vino de Arbois.
Le Pechoir
Ya no existe
Pero los vicios del gusto son persistentes y la promesa del viaje hay que cumplirla. En su Chatelet des Fleurs, forrado en un sweater grueso, nos espera el alemán trotamundo Atherthon Lee, para contarnos siempre un pasaje inédito de su vida aventurera en los mares del Sud-Pacífico. Mientras, atardece prematuramente entre los eucaliptos de Kenskoff y el termómetro marca 13 grados (es increíble que rodando 45 minutos hacia el litoral, pasemos como en película del clima templado al Trópico). El fabuloso propietario del "Castillo de las Flores" nos repite unas copas oportunas, que confunden su bouquet con el que viene de los jardines húmedos. Y, como no vamos a hacer la noche en el frío Le Refuge aún a media hora de camino vertical hacia el cielo de Haití, deshacemos lo andado porque en la otra vertiente de la cordillera nos espera un buen anfitrión en su comedor de Le Pechoir, el más espectacular (ahora tiene un sabio cocinero suizo, cuentista de raza, que regresa de Río de Janeiro y nos obsequia con un fino pote de mostaza.
Show nocturno en Ibo Lele;
el local sigue funcionando
Cierra la noche en Le Pechoir, y es como verse abrir una alfombra mágica, lumínica, a tres mil pies debajo de nosotros. Pero, además, hay un milagroso soufflé servido, y poulet flambant que alternamos con un rojo Beaujolais por parte de mi amigo y con otro rojo Chateauneuf du Pape por la mía. Desde aquel avión detenido sobre Port-au-Prince, nos avanza la medianoche, hasta que nos decidimos por un recorrido frívolo, buscando los conjuntos musicales en el Ibó Lelé y en el Pigalle.
Y la cocina haitiana sigue su repertorio, y los días siguen como notarios nuestro tránsito mundano por todos los caminos. No nos faltó el Ki-Pi, por el rumbo barriotero de Carrefour, tan oloroso a vudú, a misterio de los cueros quejumbrosos en plena madrugada. Pero será menú para otra crónica, luego de un descanso prudencial al único hígado que Dios nos dio en el reparto de vísceras sin repuesto.
Mapa que muestra la ubicación de Puerto Príncipe y sus alrededores.
Plaza de las Naciones Unidas, Puerto Príncipe
Al fondo el Palacio Legislativo
Me imagino lo bello que sería en aquel momento el Boulevard Harry Truman, en la Cité de l'Exposition. Los pabellones de esa feria internacional deberían servir luego como sede de las diversas embajadas. Cuando trabajé en Puerto Príncipe, frente a la Plaza de las Naciones Unidas con su fuente (que fue luminosa y musical) y la estatua de Simón Bolívar, estaba la Embajada de Venezuela en el edificio diseñado por Malaussena, la de los Estados Unidos, la de Alemania, el Instituto Francés, el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Palacio Legislativo. Todos los edificios, a excepción de las Embajadas, mostraban un avanzado deterioro. Me tocó vivir un período similar al de 1957. Entre 1988 y 1991 se sucedieron: Henri Namphy, Leslie Manigat, Henri Namphy, Prosper Avril, Hérard Abraham, Ertha Pascal-Trouillot, Jean Bertrand Aristide y abandoné el país estando en el poder Raoul Cedras. Había violencia política, asesinatos y matazones; la vida transcurría en una sociedad acostumbrada al empobrecimiento de su cultura y a la falta de opciones.
Papa Doc y los Macoutes
El parecido con Baron Samedi es innegable
El gobierno de Papa Doc fue cruel y sanguinario. Se valió de fuerzas de choque, creadas bajo la inspiración de las teorías del politólogo francés Maurice Duverger; los Voluntarios de la Seguridad Nacional, mejor conocidos como Tonton Macoutes, que asesinaban a opositores e incómodos a sangre fría y los dejaban tirados en la calle para que se pudrieran. No se limitó a los dirigentes y militantes de oposición como los dejoistas, mopistas, estimistas y comunistas, sino también contra la élite cultural y social del país, a lo que sumó la degradación total de las Fuerzas Armadas de Haití (FAd'H). Graham Greene en su novela Los Comediantes, describe muy bien ese período. En verdad, los pueblos deberían saber por quien votar en una elección. Duvalier fue electo por un período de 5 años, gracias a una popularidad bien ganada en la lucha contra las enfermedades tropicales, pero ocultaba un vicio interno que lo eternizó en el poder y destruyó un país que entraba en la modernidad.
Baron Samedi
el viejo Duvalier se valió de su
parecido con este Loa para aterrorizar
a las masas
Se cuenta que cuando llevaban a enterrar al tirano, en abril de 1971, al cruzar el cortejo desde el Altar de la Patria hacia el cementerio y entrar a la Rue de l'Enterrement, un fuerte remolino se formó sobre el ataúd que llevaban sobre sus hombros los dignatarios del régimen. Los portadores soltaron la urna y huyeron gritando: "el Diablo vino a llevárselo..." Tal era el terror que inspiraba este monstruo que se valió de su parecido con Baron Samedi, la deidad de los cementerios del panteón vudú, para aterrorizar a la población.
La cocina haitiana sigue siendo excelente y los restaurantes de la época en que me tocó vivir eran muy buenos. Sólo una vez comí mal. Aquí, en el texto, tenemos varias delicias haitianas, difíciles de conseguir fuera del país.
En primer lugar el arroz djon-djon (diri ak dojn-djon), que toma su nombre de un hongo silvestre seco que se usa en su preparación. Es un plato típico del norte de Haití, pero se consume en todo el país. También se prepara con ese hongo el pollo djon-djon. La leyenda dice que era uno de los ingredientes favoritos de Anacaona. Para usarlo, se remojan los hongos en agua hirviendo por 30 minutos, se exprime bien y se usa el agua, desechando los sólidos. Los platos preparados con este ingrediente tienen un gusto delicado y un aroma particular. Me pregunto si se podrá preparar algo similar con funghi porcini secos.
Monumento al Marron inconnu, obra de Albert Mangonés
Champ de Mars, al fondo el Palacio Nacional
El segundo es el chou palmiste, que no es otra cosa que el corazón de palma o col del millonario. En Haití se consume fresco, cortado en trozos menudos, con una vinagreta ligera (me gustaba prepararla con aceite de nueces, vinagre de manzana y mostaza a la antigua). Generalmente se sirve sobre una cama de lechuga muy fresca. No hay que confundirlo con el palmito procesado y envasado, que nunca sabrá igual a esta delicia antiecológica.
Ingredientes para preparar el Lambi a la creole
El tercero es el lambi, que es lo que en Venezuela llamamos botuto o guarura (Lobatus gigas), muy frecuente en la cocina antillana. Los haitianos son especialistas en el arte de preparar este molusco, sea al gratén, a la créole o a la parrilla, como lo comí en Los Cayos. Lo prefiero a la parrilla.
Quedé con las ganas de comer cualquier delicia haitiana; en cuanto prepare alguna de estas maravillas gastronómicas, las compartiré por aquí.
Fernando G. Campoamor
1914-2001
Fernando González Campoamor (1914-2001) Escritor y periodista cubano, doctor en filosofía y Letras de la Universidad de La Habana. Es conocido también como "Historiador del Ron" por la cantidad de obras publicadas sobre el tema, siendo el última una recopilación de 100 recetas de coctelería cubana (editorial Científico Técnica, La Habana, 2000) “Dotado de una notable facilidad para la comunicación verbal y posibilidades
especiales para el dominio de la prosa, Campoamor fue absorbido por una entrega
total al periodismo, lo cual le impidió dejar una obra relevante. Personalidad
polémica en el ambiente cultural cubano de su tiempo".
Georges Sylvain fue un poeta, abogado y diplomático haitiano, nacido en Puerto Plata, República Dominicana en 1866 y fallecido en Puerto Príncipe, Haití en 1924. Tuvo familia numerosa y entre sus hijos estuvieron la primera mujer médico de su país y una reconocida etnóloga. Estudió en las mejores escuelas haitianas y obtuvo el título de abogado en París, donde fue Ministro Plenipotenciario entre 1909 y 1911. Fundó dos periódicos: La Patrie y L'Union Patriotique. Pero es en el campo literario donde más resaltó, formando parte del grupo de intelectuales Ronde (escritores haitianos que se oponían a la ocupación estadounidense) y en particular por su obra Cric ? Crac ! Fables de La Fontaine racontées par un montagnard haïtien et transcrites en vers créoles(1901), en la cual traduce las famosas fábulas de La Fontaine al créole haitiano, adaptándolas no sólo a la lengua del país, sino al medio rural de Haití.
Es de aclarar que el esfuerzo por convertir las fábulas a la lengua criolla fue verdaderamente encomiable y representó un logro importante en la cultura nacionalista haitiana. En Cric ? Crac !, no sólo aparecen las fábulas traducidas, sino que va precedido de un interesante estudio sobre la lengua vernácula, con anotaciones para su correcta pronunciación; de tal manera que no se perdiesen su origen latino (derivado del francés), ni la etimología de las palabras. La escritura actual del "Kreyol", se basa en consideraciones antropológicas adaptadas para lenguas ágrafas, lo que dificulta al haitiano la comprensión de sus dos idiomas oficiales.
A continuación la fábula del Lobo y el Cordero en Créole:
Loup ac Mouton
Douvant poul' ravett pas janmain
G'ain raison. Grann moin té connin
Dit ça souvent : eh ! ben gadé
Si mots longtemps pas vérité.
Gnou mouton tout piti, gnou jou,
T'apé bouè d'leau nan la-riviè.
Nan mainm moment, gnou gros bitt loup
Soti nan bois tou, pou li bouè.
- Zott pas janmain ouè bett ça-là ?
Cé con gnou chien marron, qui t'a
Grossè gnou jeinn ti mâl-bourriq :
Cé nom li yo baill loup-garou. -
Alò, loup-là, dépi trois jou
T'apé grangou.
S'ou connin moun' qui g'ain coliq,
Cé con ça figu li té blainm ;
Guiol li té chèch', tancou café
Qui nan soleil ; dents li yo mainm...
Longuè ça !... gé li, rouj' passé
Boucan di fé !
Et pi, dévorant passé ça,
Nan point ! - Lò li ouè ti bett-là
Tout tranquil, tout nocent, nocent.
Penché sou d'l'eau-là, pou li boué,
Nèg'-là trouvé li si content
Qué li fait gnou : Au nom di Pè...
Li dit : "Gré méci, Boun'-Gué !"
(Bandit pi mauvé qualité,
Cé ça qui, tancou moun' honnett,
Prend nom Bon-Gué pou yo fait jouett.)
- Anvant ti mouton-là senti
Vent li selment, loup-là bondi
Sou roch'-galett yo. - "Tonnè ! foutt !..."
(Padon, oui ! chefs, la-société !
Zott connin : moun' qui quimbé boutt
!Autorité
Pas janmain chich' mots cila yo ;
Et loup, nan raç' lé zannimaux,
Pou pi piti, doué ad'jidant.)
Atò , li dit malhoré-là :
- "Moin ouè-toué, rhadi, insolent,
Scélérat !
"To craché nan d'leau m'a pé bouè ?
"Cé gnou comptt to vini chaché ?"
Mouton-là dit : - "Agué, Mouché,
"Craché là ? Qui gen moin t'a fait ?
"Cé ou qu'en rhaut, mon-mainm en bas..."
- "pé ! là, foinc ! Et pi, cé pas ça,
"Pouqui, lott anné, to pèmett
"To palé moin mal ?" - "Moin, Mouché ?
"Lanné passé, moins pas té faitt !"
- "Ca vlé dit moin menti ? Si cé
"Pas toué, cé papa toué, ossnon
"Manman toué, espèç' vacabon ?"
- "Chef, moin sans manman, sans papa.
- "Coument ?" - "Moin cé pititt bata."
- "Ah ! to vlé fait métié guiol-fò !
"Gadé lè ça, non ! ca p'encò
"Fait dent, et pi, ç'a pé mété
"Grand-moun' nan faç' !" - "Alà la-peinn
"Qui pou moin jodi-là, Bon gué !
"Moin pas dit ou angnin, Mouché ?"
- "Nan point Mouché icitt ?" - "Padon,
"Général" - "To vini capon
"Atò ; tann moin ! "Là-mainm, li ; Gnan !
Gnou coup-d'dent
Pou ti mouton-là, - dèyè tett,
Sou côté, là chè pi grassett ! -
Pò ti bett-là fait selment : Bèê !
Tout-suitt, li tombé raid' à tè.
Zott couè loup-là laissé moceau ?
Li prend toutt, et pi, viann con zo,
Valé li : Floup ! con gnou gombo.
Y ahora la traducción al francés:
Devant une poule, ravet jamais
N'eut raison." Ma grand'mère avait coutume
De dire souvent cela : eh ! bien, voyez
Si les propos d'autrefois ne sont pas vérité !
Un tout petit mouton, un jour,
Buvait de l'eau dans la rivière.
Au même moment, un énorme loup
Sortit du bois, pour boire aussi.
- Vous n'avez jamais vu cette bête-là, vous autres ?
Figurez-vous un chien sauvage, qui serait
De la grosseur d'un jeune bourriquot !
C'est son nom qu'on a donné aux loups-garous. -
Et donc ce loup, depuis trois jours,
Etait en fringale.
- Connaissez-vous du monde en proie à la colique ?
Aussi blême était son visage ;
Sa gueule était sèche, comme du café
Qui est au soleil ; quant à ses dents,
Elles avaient cette longueur ! Ses yeux étaient plus rouges
Qu'un brasier de feu.
Enfin, de plus avide que celui-là,
Il n'y en a point. - Quand il vit le petit animal,
Si tranquille, si candide.
Penché sur l'eau, pour y boire,
Le gaillard se trouva content, au point
De faire le signe de la Croix.
Il dit : "Merci, mon Dieu !"
(Les bandits de la pire espèce
Sont ceux qui, comme les gens de bien,
Invoquent le nom de Dieu, pour s'en jouer.)
Avant que l'agnelet n'eût flairé
Seulement son haleine, le loup bondit
Sur les galets. - "Tonnerre ! F... !"
(Faites excuse, mes maîtres et la compagnie !
Vous savez : les gens qui détiennent un bout
D'autorité,
Ne sont jamais chiches de ces termes-là,
Et le loup, dans la gent animale,
Doit être pour le moins adjudant).
Adonc il dit au malheureux :
- "Je -'ai vu, effronté ! Insolent !
"Scélérat !
"Tu as craché dans l'eau que je bois ?
C'est une affaire que tu es venu chercher ?"
Le mouton de dire : - "hélas ! Monsieur,
"Cracher là ? Comment l'aurais-je fait ?
"Vous êtes en haut, et moi en bas."
- "Silence ! Scrongnieu ! Puis, ce n'est pas ça.
"Pourquoi, l'année dernière, t'es-tu permis
"De dire du mal de moi ?" - "Moi ? Monsieur,
"L'année passée, je n'étais pas né !"
- "Cela veut dire que j'ai menti ? Si ce n'est
"Toi, c'est ton père, ou bien
"Ta mère, espèce de vagabond !"
- "Chef, je suis sans mère, ni père..."
- "Comment ?" - "Je suis enfant bâtard."
- "Ah ! tu veux faire le fort-en-gueule ?
"Voyez-moi donc cette tête ! Ca n'a pas encore
"Fait ses dents, et ça tourne
"En dérision les gens d'âge !" - "Quel tourment
"Est aujourd'hui le mien, ô mon Dieu !...
"Je ne vous ai rien dit, Monsieur..."
- "Il n'y a pas de Monsieur ici !" "Pardon,
"Général !" - "Te voilà devenu couard
"A présent ; attends-moi !" Aussitôt : (gnan !)
Un coup de dent
A l'agnelet, derrière la tête,
Sur le côté, là où la chair est le plus tendre !
La pauvre petite bête fit seulement : Bèê !
Tout de suite elle tomba raide morte.
Vous croyez que le loup en laissa un morceau ?
Il prit tout, chair et os.
Et (Floup
!) l'avala, comme un gombo !
Lo más gracioso es ver cómo el lobo se tragó al cordero como si fuera un quimbombó.
Presento ahora un fragmento del Tercer Cuadro del poema lírico Cléopâtre, del escritor haitiano Henry Durand. Fue representado en el Parisiana Théâtre de Puerto Príncipe a inicios de los años 20. El autor pinta la pasión ardiente de la reina de Egipto a través de versos exquisitos. Haití fue un país con una gran cultura literaria hasta el advenimiento del duvalierismo al poder, que acabó con todo.
En el Primer Cuadro, Cleopatra piensa en Marco Antonio, a quien ella no ha vuelto a ver en tres años; sufre de esa indiferencia y cree que la engaña con otra. Prepara una gran fiesta en honor de Calcidas, un encantador de serpientes venido desde Roma, cuya misión secreta es envenenarla. Como, por su estatura, el agente romano le recuerda a Antonio, ella busca olvidar en sus brazos al general triunfador. Será por ese medio que sorprenderá el secreto de este hombre taciturno.
En el Segundo Cuadro, una alegre flautista, Mirlitza, que ama a Calcidas, ha podido penetrar el misterio de la presencia en Alejandría del encantador de serpientes: el envenenamiento de Cleopatra. Si Mirlitza denuncia a Calcidas, éste será condenado a morir; si ella no lo denuncia, Cleopatra será envenenada.
En el Tercer Cuadro, Cleopatra llega a descubrir por ella misma la cruel verdad. Ordena la decapitación de Calcidas. Pero, de repente, llega un mensajero que informa a la reina de la próxima llegada de Antonio a Alejandría. Es tan grande la alegría de Cleopatra que firma, a instancias de Mirlitza, la gracia a Calcidas...
Cléopâtre (s’adressant
à Chalcidas)
Si tu n’as
point connu la douceur des caresses,
Si nulle âme
jamais n’hébergea ta détresse,
Ne pansa ta
blessure et calma tes douleurs ;
Si tes yeux
n'ont jamais versé des divins pleurs ;
Si le front
las, meurtri de doutes et de rêves,
Tu n’as sur
ton chemin trouvé la douce trêve,
Un sein pour t’endormir,
une voix pour bercer,
Ainsi qu’un frêle
enfant, ton pauvre cœur blessé,
Tu n’as su
jamais implorer un sourire ;
Si tes yeux au
tréfonds d’une âme n’ont su lire,
Si tu n’as
point connu la beauté d’un pardon ;
Si tu n’as
murmuré, seul, à la brise un nom,
Si de l’oubli
mortel tu n’as connu la angoisse,
Le long baiser
de vie et le baiser qui froisse,
Si tu ne
tremblas point au son cher d’une voix,
Si tu n’as
renié tes croyances, ta foi,
Et porté pour
toi seul une idole en ton âme,
Comment
peux-tu juger de l’amour d’une femme ?
Comment
peux-tu jurer de ne jamais aimer ?
Chalcidas
(fortement ébranlé et essayant de la repousser)