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sábado, 15 de marzo de 2014

El zamuro catedrático (fábula criolla)

Zamuro caraqueño

EL SAMURO CATEDRÁTICO


En un valle que riega el Amazonas
Existe un grande imperio de animales,
Que han visitado ya muchas personas,
Por cierto mui veraces y formales.

Hai allí de notable un buen Liceo
Dotado de escelentes profesores,
Que han llevado la ciencia á su apogeo
Y poblado la tierra de doctores.

No sé cuál de las aulas presidia
Un soberbio magnífico samuro,
Cuyo talento y gran sabiduría
Son circunstancias deque estoi seguro.

Sus discípulas eran las palomas,
Y escuchaban atentas las lecciones
Que amenizaba el maestro con sus bromas
Y anécdotas de muertos á millones.

Narrando con facundia encantadora
Mil historias de espléndidos banquetes,
Recuerdos de una guerra asoladora
En que se hartó de potros y ginetes.

Mostraban las alumnas repugnancia
Cuando escuchaban tanto desatino;
Pero ved lo que puede la constancia
Y machacar y darle de continuo:

Iban tomando amor las mui tunantes
Y más de aficionaban cada dia
A lo que tanto detestaban ántes
Y que tan solo horror les infundia,

Cambiando de tal suerte sus ideas,
Que enviaron al maestro una persona,
Pidiéndole, por premio á sus tareas,
Acompañarle á alguna comilona.

Accedió el profesor, y una mañana
Con todas las palomas se encamina
Á los confines deb una gran savana,
Donde encontraron carne mortecina.

Yo no quiero contar (por puro aseo)
Lo que hicieron aquellos animales:
Hubo paloma que en aquel bureo
Aventajó las hienas y chacales,

Mostrándose el samuro mui ufano
De ver que  las palomas sin empacho
Picoteaban con ansia, en vez de grano,
Un sucio y asqueroso carapacho;

Y cuando del banquete, entusiasmadas,
Saboreaban lo opíparo y lo bueno,
Marchándose á sus casas estropeadas,
Mui sucio el pico y con el vientre lleno,

Esclamaba el samuro en tono enfático
Y con cierto airecillo doctoral:
¡Es mucho lo que puede un catedrático
Para inspirar á un niño la moral!


Por Jesús María Sistiaga.

Las alumnas
Fuente: 
Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos
Jouby et Roger, París, 1875.
Compilador: José María de Rojas
Edición facsimilar del Concejo Municipal del Distrito Federal, Caracas, 1975


lunes, 1 de abril de 2013

Una fábula actual

Ilustración de Chagall para esta fábula


LA RANA QUE QUISO SER
TAN GRANDE COMO EL BUEY

Una rana vio un buey
de buen tamaño, a su parecer.
Ella, apenas mayor que un huevo,
envidiosa se estiró, se infló y se esforzó
en igualar la talla del cabestro,
diciendo: "- Mira, hermana, ¿ya llego?
¿es bastante? Di: ¿lo alcanzo ya?
- Nanay.
-¿Y así?
-No llegas.
- ¿Y asá?
- Ni pizca te acercas."
El enclenque animalejo
se infló tanto que reventó sin remedio.

El mundo está lleno de gente sin seso:
todo burgués construye como un señor,
todo príncipe tiene embajador,
todo marqués quiere paje tener.


Fuente:
Fábulas.
Jean de la Fontaine - Marc Chagall
Libros del Zorro Rojo, Barcelona, 2011.

La fábulas se hicieron con un fin moralizante y están dirigidas a los adultos; los niños parecen tener más sentido común. Las amenazas de Corea del Norte me han recordado esta fábula de La Fontaine. ¿Con qué rabo se sienta la cucaracha? ¿Qué piensan los vecinos, que todos son grandes como bueyes?


Desfile belicista en Pyonyang



domingo, 24 de marzo de 2013

Las liebres (fábula criolla)

LAS LIEBRES

Por súbito accidente
Fué del leon la magestad herida
Por la bicorne frente
De un toro regicida.
Su magestad, airado,
Manda que salga al punto desterrado
De sus dominios reales
Con todos los cornudos animales.
Una liebre asustada
Al ver la sombra de sus orejones,
Creyóse en el decreto comprendida:
Y con voz agitada,
Ay! le dijo á otra liebre compañera,
Yo parto la primera
De la patria querida,
Porque seré tenida
Quizá como cornuda.
- Vaya, que eres solemne majadera:
Las nuestras son orejas, ¿quién lo duda?
- Ay, amiga! es verdad que son orejas,
Más las tendrán por cuernos, á despecho
De todas las razones,
Sin que valgan ni sirvan de provecho,
Ni las más justas representaciones.

De la opresión se libra la inocencia
Tan solo con la ausencia.



Esta fábula es obra  del poeta venezolano Pedro Pablo Diaz. Fue publicada en la Biblioteca de autores venezolanos contemporáneos, editada por el Marqués de Rojas en 1877, quien no aporta datos biográficos del autor. La he transcrito como aparece en la edición fascimilar de 1977 (Concejo Municipal del Distrito Federal, Caracas).

jueves, 24 de enero de 2013

Dos fábulas con Sócrates

Sócrates bebiendo cicuta
Fedro, el fabulista latino, nos cuenta la siguiente fábula:

LA CASA DE SÓCRATES

Edificaba Sócrates una casita para vivir, y como el célebre filósofo no era rico, hacíala pequeña y poco lujosa. Quizá por esto todos los que por allí pasaban había de ponerle faltas y reparos.
-¡Qué habitaciones tan reducidas! -dijo uno-, ¡Ni aun lugar habrá en ellas para revolverse!
-Pequeña y mala es la casa que hago -respondió Sócrates-, pero ¡ojalá consiga llenarla de verdaderos amigos. (III, 9)

Y también esta otra:

SÓCRATES Y EL ESCLAVO

Cierto siervo malvado hablaba mal de Sócrates, después de haber seducido a la mujer de su señor. Sabiendo el filósofo que este hecho era conocido por los circunstantes, dijo:
-Te envaneces de ti mismo, porque agradas a quien no debes, pero no impunemente, porque donde debes no agradas.
No hay ninguna ofensa tan grave como la que se hace pública. (Apéndice, 25) 

Gayo Julio Fedro

martes, 15 de enero de 2013

Júpiter y el caballo



JÚPITER Y EL CABALLO

El Caballo se acercó al trono de Júpiter y dijo:
-Padre de los brutos y de los hombres: se dice que soy una de las criaturas más hermosas con las que has adornado el mundo, y mi amor propio me induce a creerlo.; pero ¿no se me pudiera mejorar todavía?
-Y ¿en qué te parece que se pudiera mejorarte? -contesto el dios, bondadoso.
-Tal vez -prosiguió el caballo-fuera yo más ligero, si fuesen mis piernas más altas y delgadas; un cuello más largo como el del Cisne, no me sentaría mal; pecho más ancho aumentaría mis fuerzas;  y una vez que me has destinado a llevar a tu favorito el hombre, bien se me pudiera haber criado con la silla que solícito me pone el jinete.
-Bien -repuso Júpiter-: aguarda un instante.
Entonces pronunció con gravedad el dios la palabra de la creación, brotó la vida del polvo, reunióse la materia orgánica, y de repente se plantó en pie delante del trono... el deforme Camello.
Vióle el Caballo, se espeluznó y tembló con horror espantoso. Entonces habló Júpiter así:
-Ahí tienes piernas más altas y delgadas; ahí cuello más largo, parecido al del Cisne; ahí pecho más ancho; ahí la silla natural ¿Quieres que te transforme así, amigo caballo?
El Caballo volvió a temblar.
-Anda -prosiguió Júpiter-: lleva la lección esta vez sin llevar castigo. Pero, para que de cuando en cuando recuerdes tu temeridad, subsiste así tú, nueva criatura -y echó Júpiter una mirada al Camello-; y que nunca pueda verte el Caballo sin estremecerse.


Fábula de Gottlieb Ephraim Lessing (1729-1781), uno de los más notables escritores críticos y dramáticos alemanes. Médico de profesión, abandonó la medicina para dedicarse al teatro.
Lessing escribió el apólogo, partiendo de un principio diferente del que han tomado por base los fabulistas de otras naciones, los cuales trataron siempre de expresar la moralidad del modo más claro. Lessing se propuso dejársela adivinar al lector, creyendo sin duda, y no sin motivo, que de una misma composición se podía sacar un documento moral, otro literario, otro político o bien religioso, y que este documento o máxima podía ser diverso en cada país y en cada época; fijando la moralidad, sólo servía la fábula una vez; omitiéndola, podía usarse siempre.

Fuente:
Repollés, J. Las mejores fábulas
Bruguera, Barcelona, 1974

Camello bactriano

lunes, 5 de noviembre de 2012

El pavo real y la diosa

EL PAVO REAL Y LA DIOSA

A la diosa Hera quejábase el pavo real de que no le hubiese dado la voz del ruiseñor, que todos admiran, en vez de su canto tan chillón que a todos causa risa. La diosa para consolarle le dijo:
- Verdad es que el ruiseñor canta mejor, pero en cambio tú le aventajas en tamaño, en garbo y hermosura: en tu cuello resplandecen los brillante colores de la esmeralda, y con las matizadas plumas de tu cola formas una rueda que parece de piedras preciosas.
- Pero ¿de qué sirve tanta belleza -replicó el pavo real- si una avecilla como el ruiseñor me excede en la voz?
A lo que contestó la diosa Hera:
- El mérito se repartió cual según la voluntad de los hados. A ti la hermosura, al águila la fuerza, al ruiseñor la melodía, al gallo el señalar las horas, y todos con lo suyo están contentos. Conténtate, pues, con lo que te ha tocado en suerte.
Todos debemos contentarnos con lo que Dios nos dio.


Muy recta e imparcial la actitud de Hera ante las quejas del vanidoso pavo; el hecho de que ésta fuese su ave emblemática y arrastrase el carro de la reina de los dioses, no hizo que la diosa variase en su decisión. ¡Cero tolerancia al tráfico de influencias! 
 El pavo real, además de vanidoso, es buen buen guardian y avisa con su canto la llegada de extraños; en ello se parece a Argos, el monstruo siempre vigilante cuyos cien cien ojos lleva en la cola.

miércoles, 3 de octubre de 2012

El oso hormiguero y las hormigas (fábula criolla)




El oso hormiguero y las hormigas

A una cueva de hormigas
Vino un oso hormiguero,
Extenuado del hambre
Y flaco por extremo.
La cueva estaba llena,
Mas en aquel momento
Ni una sola se veía;
Todas estaban dentro.
El oso se paseaba,
Se detenía perplejo,
Gruñía, se rascaba,
Y se aclaraba el pecho,
Hasta que al fin la reina,
Gorda y de buen aspecto,
Sacó la nariz fuera
Para observar el tiempo,
Y el oso aprovechando
El lance, con respeto,
Así dijo á la hormiga
Del modo más atento:

El oso

Bella señora mía,
Mi encanto, mi embeleso,
De mi bosque nativo
Muy fatigado vengo,
Para ofrecer á ustedes
En prueba de mi afecto,
Un manjar delicioso,
El mejor alimento
Que puede á las hormigas
Proporcionar el cielo;
Vedlo! (y sacó la lengua).
Ese gluten que tengo
Abundante y sabroso,
Lo elaboro en mi pecho
A costa de fatigas
Y sudores sin cuento;
Mas por mi patriotismo
Y por mi amor intenso,
A vuestras reales plantas
He venido á ponerlo.

La hormiga

Mil gracias, señor mío,
Le doy por sus deseos:
Con gusto aceptaría
Tan rico ofrecimiento
Si al menos yo supiese
A qué atribuirlo debo.

El oso

Yo os lo diré, señora.
Há tiempo que en mi pueblo
Supe las excelencias
De vuestro buen gobierno,
Y siempre decidido,
Amante de lo bello,
Vengo á sacrificarme
Por el reposo vuestro.

La hormiga

No tengo qué decir,
Si, es que lo hacéis por eso;
Pero... no miro el modo
De sacaros de adentro
El néctar que decía
Es tan rico sustento.

El oso

Oh, no tengáis cuidado:
Marcháos allá dentro
Que yo meto la lengua
Hasta el fondo, si quiero,
Y todas os pegáis,
Y yo me estaré quieto
Hasta que satisfechas
Abandonéis el puésto.
Fuese dentro la hormiga,
Y el oso muy contento
Media vara de lengua
Soltó en el agujero,
Y al punto estuvo toda
Cubierta á tal extremo,
Que parecía forrada
En terciopelo negro;
Y como estaban presas
En el licor espeso
Que su lengua segrega,
Sólo para el efecto,
Sacóla al punto el oso,
Limpióla en el gargüero,
Dándose una panzada
Que lo dejó repleto.

Cuando un patriota guarda
Tantos comedimientos,
Y sin que se los pidan,
Ofrece sus esfuerzos
Para aliviar las penas
A pueblos ó gobiernos,
Saber primero importa
Cómo está de alimento,
Después mirar su lengua
Con precaución, de lejos,
Y al observar que pega,
Mandarlo á los infiernos.


Que sirva esta fábula para que no seamos como esta colonia de hormigas que se dejó encantar con cantos de sirena. La historia de Venezuela está llena de aventuras como la descrita por el Dr. Jesús María Sistiaga, por andar creyendo que "alguien" nos resolverá los problemas, sin esfuerzo de nuestra parte. Allí quien "coronó" fue el oso hormiguero, como siempre. Recordemos que el zorro prefiere perder el cuero antes que cambiar de hábitos.
¡Ojo 'e garza con las ofertas engañosas! 
Fuente:
Primer libro venezolano; Literatura, Ciencia y Bellas Artes (Tipografía El Cojo, Caracas, 1895). Encontré esta fábula en un antiguo libro que compré en el mercado de usados. Fue una edición fascicular coleccionable, en conmemoración al centenario del natalicio del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre. Esta pieza bibliográfica es una verdadera mina de información, que permite conocer a toda la intelectualidad venezolana del siglo XIX. Volveremos a él.

Sobre el autor:
Jesús María Sistiaga Lovera (1823-1889) La biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos (1875) da una breve semblanza del autor, un personaje casi olvidado por sus compatriotas:

Fueron sus padres el Dr. José de Sistiaga, magistrado integérrimo, y la señora Carmen Lovera Otáñez.
Hizo sus estudios en la Universidad Central de Venezuela, recibiéndsose en Filosofía y Jurisprudencia a la edad de 22 años. Fue Ministro de Estado en el Ministerio de Relaciones Exteriores, miembro de la Corte Suprema de Justicia y Presidente de la Corte Superior en distintas épocas.
Sistiaga -nos dice J. M. de Rojas, compilador de la Biblioteca-, ha sido colaborador de diversas publicaciones políticas y literarias y sus escritos, llenos de chiste y de sátiras, indican el género de literatura que ha preferido y en el cual sobresale cada vez que, poniendo á un lado sus habituales quehaceres, se dedica á las letras.

Felipe Tejera en sus  Perfiles venezolanos nos dice de él:
Es el Señor Sistiaga de carácter puntilloso y descontentadizo, algo vehemente además. Tiene porte interesante, maneras cultas y verbosidad chistosa en la conversación. De frente amplia y pobladas cejas, abundante mostacho, color encendido y blanco; su ancha calva contribuye al despejo de su fisonomía, que denota una inteligencia clara y perspicaz. Viceversa de otros que en su trato no muestran lo que saben. Sistiaga aparece en la conversación más talentoso que en sus obras.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Las lenguas


Banquete de Platón

Siendo Esopo esclavo, le encargó su dueño cierto día que preparase un suntuoso banquete para sus ilustres amigos. Los manjares habían de ser de lo más delicado que se encontrase en Grecia.
Llegada la hora del festín, se sirvió a los comensales un plato de lenguas diferentes, aderezadas con salsas distintas. El éxito de este extraño manjar superó a las esperanzas del anfitrión. Vino el segundo plato, también de lenguas, lo que provocó entre los asistentes agudos chistes y rasgos finísimos de ingenio. Pero el plato tercero era también de lenguas, y el cuarto y todos, le lenguas solamente.
Amostazado el dueño con esta especie de burla, increpó a Esopo por su excesiva libertad, reprendiéndole durísimamente.
Esopo
- Señor -se disculpó el esclavo-, me encargásteis lo mejor para la comida, y yo no he hallado cosa mejor que lenguas. Ellas son el órgano escogido para los discursos y los elogios; con ellas se aprende la moral y la filosofía; por ellas se verifica el comercio, se celebran los contratos, nos vienen las luces de otras partes, se ama... ¿Hay, pues, señor, cosa de más estima que las lenguas?
Todos aplaudieron las razones de Esopo, excepto el amo, que le dijo:
- Pues bien, mañana vuelen a comer aquí esos señores. Si hoy nos has puesto lo mejor que hay en Grecia, mañana quiero que nos sirvas lo más malo.
Al día siguiente, en efecto, Esopo preparó otra comida, pero también de lenguas, que son asimismo lo peor que existe.

Cayo Julio Fedro
Fedro, fabulista latino, gustaba de usar ejemplos sacados de la Grecia clásica, cuando se dirigía al público romano que admiraba las glorias helénicas y apreciaba su cultura. Esopo, personaje principal de esta fábula, nos advierte del uso de la lengua, que puede servir para lo más excelso o para lo más malo. Por eso debemos cuidarla, amansarla, domarla y controlarla. Mi madre solía decir que se es amo de lo que se calla y esclavo de lo que se dice; que la lengua es castigo del cuerpo, y que por la boca muere el pez... Existen muchos refranes y expresiones que nos previenen sobre el uso de la lengua y la necesidad de ser moderados. La lengua puede ser una espada de doble filo. Seamos moderados.






sábado, 18 de agosto de 2012

Salvado en la raya

Simónides de Ceos
Simónides de Ceos (556 aC- 468 aC), autor de hermosos poemas líricos, fue criticado por sus contemporáneos por su musa mercenaria; es decir, que trabajaba por encargo y cobraba caro y de antemano. Se han conservado numerosas anécdotas de su tacañería. Fedro dedica algunas fábulas a este personaje. La que transcribo a continuación se basa en un hecho real que sucedió el año 500 aC.; estaba en un banquete cuando se ausentó brevemente, salvándose así de morir aplastado por el derrumbe del techo; y fue el único en poder reconocer los destrozados cuerpos de los comensales al recordar los lugares donde estaban sentados.

SALVADO POR LOS DIOSES
"Antes dije cuánto valor tienen las letras entre los hombres; ahora diré cuánto honor les han concedido los dioses."
Simónides, de quien antes he hablado, aceptó escribir un elogio de un púgil vencedor en los juegos. Cerrado el trato por cierto precio, el púgil exigió el secreto.
Como el tema era muy pobre, Simónides, usando la licencia acostumbrada, intercaló el elogio de Cástor y Pólux, los dos astros gemelos hijos de Leda, cantando la gloria de un prestigio semejante a su héroe, Gustó su poema, pero sólo recibió la tercera parte del precio convenido. Al reclamar el resto, le dijeron:
- Deben dártelo aquellos a quienes dedicas las otras partes de tus elogios. Mas para que no te enfades, te invito a la cena con que deseo agasajar a mis parientes. ¿Vendrás?
Aunque defraudado y doliéndole la injuria, Simónides prometió ir a la cena, más que nada por el temor de perder el favor del púgil.
A la hora convenida todos los invitados al alegre festín ocuparon su sitio en la mesa. De pronto se presentaron en la casa dos jóvenes de presencia sobrehumana, cubiertos de polvo y derramando copioso sudor y encargaron a un esclavo que fuera a decir al poeta Simónides que se reuniera al instante con ellos.
- Decidle -agregaron-, que lo que nos trae aquí no admite demora.
Presuroso, el esclavo hizo salir a Simónides. Mas apenas puso éste el pie fuera de la sala del festín, la súbita caída de la bóveda aplastó a todos los convidados, salvándose tan sólo el poeta. En cuanto a los dos jóvenes, habían desaparecido.
Al contarse y conocerse estos hechos en su encadenamiento, todos comprendieron que la protección de los dioses tutelares había salvado a Simónides en pago de su salario. (IV, 24)
A pesar de su cicatería, Simónides obtuvo su recompensa, al igual que el tramposo púgil y su parentela. Entre los helenos la impiedad era un feo crimen. Tal vez los dioses hubieran sido más benévolos con el atleta si éste hubiera cancelado el precio acordado y no hubiera hecho la odiosa referencia.

Simónides no murió en su tierra natal de Ceos, sino en Sicilia unos cuantos años después de este accidente. Se le conoce, además de sus versos, por ser el autor de una frase que luego los romanos hicieron suya: Justicia es dar a cada uno lo suyo. Fue también uno de los creadores de la Mnemotecnia, que permite al orador recordar largos discursos.

La poesía es pintura que habla y la pintura poesía muda.
Simónides


miércoles, 15 de agosto de 2012

Los consejos del oráculo

Fedro nos deja la siguiente fábula:




LOS CONSEJOS DEL ORÁCULO
- Dime, ¡oh Febo! tú que habitas en Delfos y en el hermoso Parnaso, te lo suplico: ¿qué es más útil para nosotros?
Los sagrados cabellos de la sacerdotisa se erizaron, el trípode se conmovió, gimió la Piedad en el santuario, temblaron los laureles y el propio día palideció.
Y entonces la pitonisa, inspirada por el dios, habló así:
- ¡Escuchad, naciones, los consejos del dios de Delfos! Practicad la piedad; cumplid vuestras promesas a los dioses; defended con las armas a la patria, a vuestros padres, hijos y castas mujeres; rechazad con el hierro al enemigo; ayudad a los amigos; perdonad a los desgraciados y favoreced a los buenos; combatid a los hipócritas; vengad las faltas voluntarias; refrenad a los impíos; castigad a los que mancillan con feo crimen el tálamo nupcial; guardaos de los malos y no deis demasiado crédito a nadie.
Dichas estas palabras, la sacerdotisa se desplomó en delirio. Efectivamente: en delirio, pues lo que dijo, lo dijo en vano. (V. 6)


Si siguiéramos los consejos de la pitonisa nos ahorraríamos muchos inconvenientes y el mundo sería mejor, pero la condición humana es tal, que causa desvanecimientos a las sibilas. No sabemos lo que es mejor para nosotros, ni aprendemos. Lo que necesitamos es practicar las virtudes y aborrecer el error.

jueves, 9 de agosto de 2012

El contrato leonino



El león, la vaca, la cabra y la oveja
Juntáronse un León, una Vaca, una Cabra y una mansa oveja para cazar en los montes y repartirse después fraternalmente lo que apresaran. Bien pronto, con ayuda de todos, se cazó una hermosa cierva. Y el León, dividida que la hubo en cuatro partes iguales, cuando cada cual pensaba en tomar la suya, habló a sus compañeros con torvo ceño:
- La primera parte es para mí porque soy León; la segunda me pertenece porque soy el más fuerte; la tercera será también mía, porque he trabajado más que todos; y si alguien disputa la cuarta, tendrá que habérselas conmigo.
De este modo se quedó con toda la cierva.
Cuando se tiene la honradez de la vaca, la inocencia de la cabra y la mansedumbre de la oveja, no se debe formar sociedad con los leones.


Esta fábula de Esopo fue traducida y adaptada por Fedro de la siguiente manera:

Numquam est fidelis cum potente societas:
Testatur haec fabella propositum meum.
Vacca et capella et patiens ovis iniuriae
Socii fuere cum leone in saltibus.
Hi cum cepissent cervum vasti corporis,
Sic est locutus partibus factis leo:
"Ego primam tollo, niminor quoniam leo;
Segundam, quia sum fortis, tribuetis mihi;
Tum, quia plus valeo me sequetur tertia;
Malo afficietur, si quis quartam tetigerit."
Sic totam praedam sola improbitas abstulit.

Esopo
circa 600 a. C

jueves, 2 de agosto de 2012

El tirano y el poeta

Buscando una fábula de Fedro, me encontré con ésta, cuyos protagonistas no son fieras del monte, ni toscos campesinos sino dos personajes de la era helenística. Me llamó la atención por la acotación que hizo el compilador, José Repollés, sobre un posible error histórico del fabulista latino, con respecto a la identidad de uno de los caracteres. Me parece torpe y fuera de lugar pretender buscar exactitudes históricas en una fábula que lo que persigue es la enseñanza ética. Bien ha podido poner, si tanto lo inquietaba, una erudita cita, o pie de página, para ilustrarnos. La copié tal cual, con bastardillas nuestras, del libro Las mejores fábulas (Bruguera, Barcelona, 1974).

El tirano Demetrio y Menandro el poeta
Demetrio, llamado el de Falera (Fedro parece incurrir aquí en un error histórico: el Demetrio tirano de Atenas fue Demetrio Poliorceta), apoderándose de Atenas, estableciendo un gobierno tiránico...
Atenienses haciendo filas para el besamanos
El pueblo, siguiendo su costumbre, le aclama a porfía con sus vítores. Los ciudadanos notables besan la mano  que les oprime, aunque en secreto gimen por el triste cambio de su suerte. Incluso los ajenos a la política y los ociosos, para que su ausencia no les perjudique, acuden los últimos a rendir pleitesía al tirano. Entre éstos va Menandro, célebre por sus comedias, que Demetrio, sin conocer al autor personalmente, había leído, admirando el talento del poeta.
Menandro
342 a.C. circa – 291 a.C. circa
Ungido de perfumes, vestido flotante, avanzaba el poeta con paso delicado y perezoso. Al verle en el extremo final de la fila, preguntó el tirano:
- ¿Quién es aquel afeminado que se atreve en mi presencia a buscar fortuna?
-El escritor Menandro - respondieron los que le rodeaban.
A lo que Demetrio, cambiando de tono repentinamente, replicó:
- El hombre no pudo ser hecho más hermoso...  
(V, 1.)
El color cambia según con que cristal se mira.


Claro, no es lo mismo un catamita buscando chance en una corte, que un dramaturgo homosexual, como era el caso de Menandro. La historia ha podido llamarse el águila y el pato, o el pavo real y el león, que el resultado habría sido el mismo; lo que pasa es que hay gente que cree saberlo todo.

Ahora, revisemos los personajes de la fábula y tratemos de aclarar cuál de los Demetrios fue quien tuvo en encuentro con Menandro y se le quite la preocupación al buen señor Repollés:
No hay mucho inconveniente con Menandro, famoso comediante del nuevo teatro griego en los años que sucedieron a Alejandro Magno. Fue favorecido por Demetrio de Falero (317-307 a. C.), cae en desgracia con Demetrio Poliorcetes  y Lácares. Vive apartado con Glícera, la hetera (o hetaira), en el Pireo. Sus comedias fueron premiadas ocho veces (tres en las Leneas, cinco en las Dionisias), pero fue pospuesto, quizá por motivos políticos, al más antiguo Filemón, treinta años mayor, en el favor público. Declinó la invitación de Ptolomeo I Sóter de instalarse en Alejandría.
Menandro ha debido aceptar la invitación de Ptolomeo Sóter, quien estaba buscando gente talentosa para fundar su famosa biblioteca. Allí estaba su amigo Demetrio de Falero (o de Falera), según Wikipedia:

Demetrio de Falero,
tirano de Atenas y bibliotecario
de Alejandría
Demetrio de Falero (350 a. C – 282 a. C) político y filósofo ateniense, perteneciente a la escuela peripatética. Nacido en el puerto de Falero, se educó en el Liceo de Aristóteles con Teofrasto y fue amigo de Menandro, el comediógrafo. A causa de la muerte de Foción, tuvo que ausentarse de Atenas hasta que las cosas se calmaron. Gobernó Atenas durante el periodo (317 a. C. – 307 a. C.), hasta que lo expulsaron cuando vino la escuadra de Demetrio Poliorcetes, refugiándose primero en Tebas y luego al lado de Casandro, para al fin terminar en Egipto, en la corte de Ptolomeo I, quien lo designó como primer bibliotecario de la gran biblioteca de Alejandría (circa 297 aC). Se atribuye a Demetrio falereo el haber aconsejado a Ptolomeo I la traducción de la Biblia hebrea al griego, la llamada traducción de los Setenta o Septuaginta. Vuelve a caer en desgracia con el rey Ptolomeo II y murió en el exilio al ser picado por una serpiente después del 283 a. C. Tuvo un aporte importante en el establecimiento de la Biblioteca de Alejandría al crear una biblioteconomía basada en la fusión de las tradiciones bibliotecarias de oriente (aspectos formales) y occidente (organización y tareas).

Entonces vemos que Fedro no estaba tan equivocado. El Demetrio que admiraba a Menandro fue el de Falero (o Falera) que, a pesar de su origen extremadamente humilde, era un señor culto e intelectual. ¿Quién era el otro Demetrio?

Demetrio Poliorcertes
Demetrio Poliorcetes (expugnador de ciudades) era hijo de Antígono Monoftalmos (el de un solo ojo), uno de los generales diádocos, que a la muerte de Alejandro se hizo con el mando de casi todo el imperio macedónico. Padre e hijo fueron, según observan los historiadores, los principales instigadores y participantes en las guerras y peleas que hubo a raíz de la muerte de Alejandro. Fue quien él fracasó en el asedio de Rodas en 305 a. C. en  conmemoración de lo cual los rodios elevaron el famoso Coloso.

Se inició en las armas a muy temprana edad, actuando al servicio de su padre en la campaña contra Eumenes de Cardia (317-316 a. C.). A la edad de veintidós años, Antigono lo puso por primera vez al mando de un ejército, para defender Siria contra Ptolomeo I Sóeter de Egipto, siendo completamente derrotado en la Batalla de Gaza. A pesar de ello, Demetrio demostró ser un eficiente general, el mejor instrumento de la política de Antígono y pronto obtuvo una victoria en los alrededores de Miunte. En la primavera de 310 a. C. fue derrotado cuando trataba de expulsar de Babilonia a Seleuco I Nicator; en otoño sería también derrotado su padre. Como resultado de esta guerra de Babilonia, Antígono perdió casi dos terceras partes de su imperio: todas las satrapías del este pasaron a poder de Seleuco.

Después de varias campañas contra Ptolomeo en las costas de Cilicia y Chipre, Demetrio partió con una flota de 250 naves contra Atenas, liberando la ciudad en 307 a.C de la tiranía de Casandro de Macedonia, expulsando a la guarnición que estaba destinada allí al mando de Demetrio de Falero, y sitiando y tomando Muniquia. Después de estas victorias, tanto él como su padre fueron adorados por los atenienses como divinidades tutelares bajo el título de Sóter ("salvador" o "benefactor por encima de otros benefactores"), como theoi soteres.
Difícilmente una persona con este perfil guerrerista tendría la sensibilidad de reconocer a un escritor como Menandro y diferenciarlo de un catamita del Pireo. Me pregunto si alguna vez se habrá producido un encuentro en Menandro y Demetrio Poliorcetes.

Los amigos de verdad son los que vienen a compartir nuestra felicidad cuando se les ruega, y nuestra desgracia sin ser llamados.
Demetrio de Falera





jueves, 5 de julio de 2012

De la democracia a la tiranía... ¡Ay, ranas!

Gayo Julio Fedro, liberto de Augusto
Fabulista

LAS RANAS PIDIERON REY

 
Cuando Atenas gozaba su plenitud bajo leyes justas,
una libertad desviada turbó a la ciudadanía
y la antigua moderación quedó olvidada ante el capricho.
Entonces, tras aunar las distintas facciones,
se apodera el tirano Pisístrato de la ciudadela.
Al llorar su esclavitud triste los Atenienses
(no por cruel, sino, más bien, porque resultaba
dura por desacostumbrada) y quejarse de su peso,
Esopo, entonces, les contó esta fábula:


«Las ranas, que vivían en charcas libres,
con gran vocerío un rey pidieron a Júpiter,
para que las costumbres disolutas con su poder reprimiera.
El padre de los dioses sonrió y les dio
un madero pequeño que, echado de repente en las aguas,
con su movimiento y ruido aterrorizó a la especie asustadiza.
Pasado algún tiempo desde que flotaba en el fango,
por casualidad sacó una, en silencio, del estanque su cabeza
y, tras explorar a su rey, a todas juntas llama.
Las ranas, ya sin miedo a porfía se acercan nadando
y sobre el leño la descarada turba salta.
Como pudieran vejarlo con todo tipo de agravios,
enviaron quienes pidiesen otro rey a Júpiter,
ya que para nada servía el que les había dado.
Entonces les envió una culebra que, con su afilado diente,
comenzó a devorarlas una a una. En vano a la muerte
huyen indefensas; de la voz les privó el miedo.
Así, a escondidas, dan a Mercurio recados para Júpiter,
que a las desdichadas socorra. Entonces les replicó el dios:
'Ya que no quisisteis gozar de vuestro bien,
sufrid ahora el mal'. Vosotros también, ciudadanos», dijo,

«soportad esta desgracia, no sea que venga otra peor.» (lib I)
Solón
(circa 638 aC - 558 aC)

Esta fábula es una de las más conocidas. La original es obra de Esopo, como nos lo indica Fedro, cuya versión presento en estas líneas. También La Fontaine, Samaniego y otros fabulistas la han traducido y adaptado en los últimos 2.500 años. Atribuyo su popularidad a las sabias verdades que contiene y que Fedro nos ubica en el contexto histórico.

Solón (Σόλων) fue un poeta, reformador y legislador ateniense y es considerado desde antiguo uno de los siete sabios de Grecia. Le correspondió gobernar en una época de graves conflictos sociales, signada por la concentración de la riqueza y poder político en manos de los eupátridas en Ática.

La Constitución que dio a Atenas en 594 aC introdujo una gran cantidad de reformas dirigidas a aliviar la situación del campesinado asediado por la pobreza, las deudas (que podían conducir a la esclavitud), y un régimen señorial que lo ataba a las tierras de su señor o lo conducía a la miseria. En particular, se distinguen las reformas institucionales y el nuevo sistema censitario creados con objeto de abolir la distribución de los derechos políticos basada en el linaje del individuo y de, en su lugar, constituir una timocracia. Como resultado, los estratos medios obtuvieron una mayor cuota de poder político, pero los estratos más bajos no consiguieron que fuese oído su reclamo de una nueva repartición de tierras, que en un principio anhelaban.

Su fama de moderado en una época marcada por los conflictos entre un bando popular y la aristocracia antigua lo llevó al arcontado y a que se le otorgara un poder especial para legislar e introducir cambios en la forma de gobierno.  Sin embargo, aunque sus leyes resolvían varios problemas de la sociedad ateniense, no era suficiente para las clases más bajas, que esperaban medidas más radicales, sobre todo en lo relacionado con la cuestión agraria y la repartición de tierras. Solón en cambio buscaba el justo medio. 
Una vez concluido su arcontado, dejó a los atenienses por el lapso de 10 años, en los que debían respetar las leyes establecidas, cosa que no ocurrió y que al final degeneró en tiranía. Él, mientras tanto, abandonó Ática y recorrió varios países como Chipre, Lidia y Egipto, donde era recibido con honores. Hubieran seguido los atenienses el consejo de Solón de respetar las leyes por el lapso de una década, no les habría pasado como a las ranas de la fábula, pero los dioses confunden a quienes quieren perder.

Sin duda, hay que estar atentos en defensa de la Libertad.
Nos puede pasar a todos, por eso debemos ser moderados,
así aconsejaba el sabio Solón.


Pisístrato (Πεισίστρατος), sin ser la culebra feroz que devoró a todas las ranas del charco de Atenas, le costó caro a los atenienses y les dejó un feo legado. Se distinguió en la guerra contra Megara (570-565 aC), recuperó Salamina para Atenas y conquistó la ciudad de Nisea, el puerto de Megara. Sus acciones y su amistad con Solón le valieron un lugar destacado en la política ateniense, que pronto sabría explotar. Cuando Solón abandonó Atenas, la sociedad quedó dividida en dos grupos políticos: los que deseaban un gobierno oligárquico, dirigidos por Licurgo, y los que querían mantener las reformas de Solón, liderados por Megacles II.

Pisístrato
(Circa 607 aC - 527 aC)
Pisístrato aprovechó su fama y popularidad para formar un tercer grupo, el de los diakrioi o hyperakrioi, formado principalmente por gente humilde, que quería reformas radicales a sus problemas. En el  561 aC se presentó ante los atenienses reunidos en el ágora, anunciando que había sido víctima de un ataque propiciado por sus enemigos políticos, y de que se salvó de milagro. Uno de sus partidarios propuso que se le concediera una guardia personal para su protección, y la asamblea popular le entregó cincuenta hombres armados con garrotes, que empleó para tomar la Acrópolis y dar un golpe de Estado, convirtiéndose en tirano. Sin embargo, este primer gobierno sería efímero, pues la alianza de los pediakoi y los paralioi le forzó a abandonar el poder al año de haberlo adquirido. Pero Pisístrato era persistente.

Regresó el año 559 a. C. con la ayuda de Megacles, ahora enemistado con Licurgo, con la condición de que Pisístrato se casase con la hija de éste. Se hizo de nuevo con el poder y gobernó durante cinco años (559-556 aC). Su negativa a tener hijos con la hija de Megacles, para no perjudicar a sus hijos mayores, Hipias e Hiparco,  condujo a la reconciliación de sus enemigos y a que  lo expulsaran y confiscaran todos sus bienes. La fue bien en el exilio de 10 años, pues se enriqueció con las minas de oro de Macedonia y Tracia. Con esos recursos volvió al ataque, derrotando a sus enemigos en la batalla de Palene (549 aC). Gobernó Atenas hasta su muerte en 527 aC, dejando el poder a sus dos hijos, Hipias e Hiparco, quienes se desviarían del camino de moderación del padre y se convertirían en tiranos en el sentido actual de la palabra, siendo posteriormente derrocados e reinstaurada la democracia.


Clístenes, padre de la democracia
(circa 570 - 507 aC)
No nos confundamos con la acepción actual de TIRANO y TIRANÍA, Pisístrato, si bien  para evitar nuevas rebeliones contra su poder, tomó medidas más firmes, pero con la misma moderación con que se condujo con anterioridad. Efectivamente Pisístrato gobernó con moderación y benevolencia, que le atrajo las simpatías del pueblo. Supo dominar las querellas políticas; embelleció la ciudad, construyó un acueducto y nuevos mercados; dio facilidades para el comercio y la industria, así como impulsó el poderío militar de Atenas. Tuvieron suerte con Pisístrato, no así con sus hijos Hipias e Hiparco, quienes, en su sed de poder, llegaron a pactar con los enemigos de la Patria. Clístenes, sucesor de Hipias, restauró la democracia ateniense justo a tiempo para defender las libertades del mundo occidental frente a la peor de la tiranías, personificada por el imperio persa.