Juicio Final, Tríptico de Memling (1467-1471) |
Como indicamos al colocar en esta bitácora La isla de los muertos de Sergei Rachmaninov, la Sequentia Dies Irae, del franciscano italiano Tomás de Celano, ha tenido gran influencia en la música occidental tanto clásica como popular. Este se debe principalmente al contenido del poema, que lo hace universal; es el momento final en que seremos juzgados vivos y muertos por nuestras acciones. Fue parte integral, como ya lo mencioné de las Misas de requiem, en la que no se entonaba Gloria ni Credo, hasta los cambios litúrgicos de 1970. En la actualidad de vez en cuando algún compositor académico presenta su versión, pero ya como pieza de concierto.
Hoy complaceremos a Sergio Guzmán presentando el poema y su significado. Como es largo, pondré sólo una traducción al castellano, colocando una interpretación en canto gregoriano que tiene el texto original en latín.
Interpretación en canto gregoriano por los monjes de la Abadía de Notre Dame.
Incluye el texto del poema de Celano en latín.
La Sequentia se interpretaba originalmente corrido, utilizando de principio a fin la misma misma melodía. Por mucho tiempo los compositores del Renacmiento y el Barroco no lo musicalizaban y se dejaba su interpretación de la manera tradicional; en consecuencia componían sólo Introito, Kyrie, Gradual, Ofertorium, Sanctus-Benedictus, Agnus Dei y Post-Communio. A partir del período clásico se animan a dar una forma diferente a la Secuencia, que por su contenido de presta a la expresión dramática; es entonces cuando se distinguen las varias partes, logrando cada una de ellas un carácter propio: Dies irae, Tuba mirum, Rex tremendae, Recordare, Confutatis y Lacrimosa. No es una camisa de fuerza, sino una convención entre los compositores. Entremos al texto en castellano en traducción bastante libre:
Día de ira aquel día
en que los siglos serán reducidos a cenizas,
como profetizó David con la Sibila.
Cuánto terror habrá en el futuro
cuando venga el Juez
a exigirnos cuentas, rigurosamente.
Aquí nos anuncian un día terrible cuando, al final del los tiempos, se juzgue a vivos y muertos. Mencionan al santo rey David y a la Sibilia ¿Cuál de ellas? ¿Qué hace un personaje del paganismo grecolatino en una súplica católica? La pitonisa es la Sibila de Cumas (o cumana) y la imagen está tomada de la Égloga IV (Polión) de Virgilio, que los cristianos, hasta el Renacimiento, asociaron con la venida de Cristo y una época de felicidad que vendrá después del juicio final:
(...) La edad postrera
ya llegó del oráculo de Cumas:
nace entero el gran orden de los siglos;
vuelve la Virgen ya, vuelve el reinado
primero de Saturno, y al fin baja
estirpe nueva desde el alto cielo...
Luego Celano nos describe el momento en que sonarán las trompetas del Juicio final:
La trompeta, esparciendo su asombroso
sonido, por la región de los sepulcros,
reunirá a todos ante el trono.
La naturaleza y la muerte se asombrarán
cuando resuciten las criaturas
para responder ante el Juez.
Y por aquel profético libro
en que todo está contenido
el mundo será juzgado.
El Juez, pues, cuando se siente,
todo lo oculto saldrá a la luz,
nada quedará impune.
¿Qué podré decir yo, desdichado?
¿A qué abogado invocaré
cuando ni los justos están seguros?
Sí, ¿qué puede hacer un pobre pecador ante un Juez implacable? La imagen anterior es terrible y hasta cruel. Pero es un Juez misericordioso y justo. Sólo hay que saber pedirle. Un alma contrita sabrá decir:
Rey de tremenda majestad
que a quienes has de salvar salvas gratis,
¡sálvame, fuente de piedad!
Y agrega algo más, consciente como está de que sus súplicas serán escuchadas: fuimos la causa de la misión redentora de Cristo. Vino para salvarnos:
Acuérdate, piadoso Jesús,
ya que soy la causa de tu venida,
de no perderme aquel día.
Buscándome, te sentaste cansado,
me redimiste padeciendo en la cruz;
tanto trabajo no sea vano.
Juez que castigas justamente,
otórgame el perdón
antes del día del Juicio.
Gimo, como un reo,
el pecado enrojece mi rostro;
perdona, Dios, a quien te implora.
Tú que absolviste a María
y escuchaste al ladrón,
a mi también has dado esperanza.
Mis ruegos no lo merecen,
pero tú, bueno como eres, haz benignamente
que no sea yo quemado en el fuego perenne.
Dame un lugar entre las ovejas
y, separándome de los cabritos,
colócame a tu derecha.
Y agrega:
Confundidos los malditos,
y entregados a las crueles llamas,
llámame con los benditos.
Suplicante y humilde te ruego,
con el corazón hecho casi ceniza,
apiádate de mi última hora.
Al parecer, Celano llegó hasta este punto. Posteriormente se le agregaron los siguientes versos:
Día de lágrimas aquel
en que resurja del polvo
para ser juzgado el hombre reo.
Perdónales pues, Dios.
Piadoso Jesús, Señor,
dales el descanso. Amén
Cuadro de ánimas. tomado de http://immaculataeconceptionismiles.blogspot.com |
Sublime...
ResponderEliminarAsí es. Para el resto de la serie tal vez empiece por Mozart y llegar hasta el siglo XX. Ya veré. Feliz fin de semana.
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