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sábado, 27 de julio de 2013

Los árboles y los dioses

Palas Atenea, por Gustav Klimt
Cierto día los dioses escogieron los árboles que deseaban tener bajo su tutela. A Júpiter le gustó la encina, a Venus el mirto, el laurel a Febo, a Hércules el chopo y a Cibeles el pino. Asombrada Minerva (Palas Atenea en griego) de que escogieran los árboles estériles , les preguntó el motivo, a lo que Júpiter respondió:
- Es para que no parezca que vendemos el honor por el fruto.
-Dígase de mí lo que se quiera -replicó Minerva-, pero a mi me agrada el olivo por su fruto.
Entonces habló así el padre de los dioses y el creador de los hombres:
- ¡Oh, hija mía, con razón eres llamada sabia por todos! Si lo que hacemos no es útil, vana es la gloria.

Esta fábula enseña a no hacer lo que no aprovecha. 
(Fedro III, 17.)


jueves, 24 de enero de 2013

Dos fábulas con Sócrates

Sócrates bebiendo cicuta
Fedro, el fabulista latino, nos cuenta la siguiente fábula:

LA CASA DE SÓCRATES

Edificaba Sócrates una casita para vivir, y como el célebre filósofo no era rico, hacíala pequeña y poco lujosa. Quizá por esto todos los que por allí pasaban había de ponerle faltas y reparos.
-¡Qué habitaciones tan reducidas! -dijo uno-, ¡Ni aun lugar habrá en ellas para revolverse!
-Pequeña y mala es la casa que hago -respondió Sócrates-, pero ¡ojalá consiga llenarla de verdaderos amigos. (III, 9)

Y también esta otra:

SÓCRATES Y EL ESCLAVO

Cierto siervo malvado hablaba mal de Sócrates, después de haber seducido a la mujer de su señor. Sabiendo el filósofo que este hecho era conocido por los circunstantes, dijo:
-Te envaneces de ti mismo, porque agradas a quien no debes, pero no impunemente, porque donde debes no agradas.
No hay ninguna ofensa tan grave como la que se hace pública. (Apéndice, 25) 

Gayo Julio Fedro

sábado, 15 de septiembre de 2012

Las lenguas


Banquete de Platón

Siendo Esopo esclavo, le encargó su dueño cierto día que preparase un suntuoso banquete para sus ilustres amigos. Los manjares habían de ser de lo más delicado que se encontrase en Grecia.
Llegada la hora del festín, se sirvió a los comensales un plato de lenguas diferentes, aderezadas con salsas distintas. El éxito de este extraño manjar superó a las esperanzas del anfitrión. Vino el segundo plato, también de lenguas, lo que provocó entre los asistentes agudos chistes y rasgos finísimos de ingenio. Pero el plato tercero era también de lenguas, y el cuarto y todos, le lenguas solamente.
Amostazado el dueño con esta especie de burla, increpó a Esopo por su excesiva libertad, reprendiéndole durísimamente.
Esopo
- Señor -se disculpó el esclavo-, me encargásteis lo mejor para la comida, y yo no he hallado cosa mejor que lenguas. Ellas son el órgano escogido para los discursos y los elogios; con ellas se aprende la moral y la filosofía; por ellas se verifica el comercio, se celebran los contratos, nos vienen las luces de otras partes, se ama... ¿Hay, pues, señor, cosa de más estima que las lenguas?
Todos aplaudieron las razones de Esopo, excepto el amo, que le dijo:
- Pues bien, mañana vuelen a comer aquí esos señores. Si hoy nos has puesto lo mejor que hay en Grecia, mañana quiero que nos sirvas lo más malo.
Al día siguiente, en efecto, Esopo preparó otra comida, pero también de lenguas, que son asimismo lo peor que existe.

Cayo Julio Fedro
Fedro, fabulista latino, gustaba de usar ejemplos sacados de la Grecia clásica, cuando se dirigía al público romano que admiraba las glorias helénicas y apreciaba su cultura. Esopo, personaje principal de esta fábula, nos advierte del uso de la lengua, que puede servir para lo más excelso o para lo más malo. Por eso debemos cuidarla, amansarla, domarla y controlarla. Mi madre solía decir que se es amo de lo que se calla y esclavo de lo que se dice; que la lengua es castigo del cuerpo, y que por la boca muere el pez... Existen muchos refranes y expresiones que nos previenen sobre el uso de la lengua y la necesidad de ser moderados. La lengua puede ser una espada de doble filo. Seamos moderados.






sábado, 18 de agosto de 2012

Salvado en la raya

Simónides de Ceos
Simónides de Ceos (556 aC- 468 aC), autor de hermosos poemas líricos, fue criticado por sus contemporáneos por su musa mercenaria; es decir, que trabajaba por encargo y cobraba caro y de antemano. Se han conservado numerosas anécdotas de su tacañería. Fedro dedica algunas fábulas a este personaje. La que transcribo a continuación se basa en un hecho real que sucedió el año 500 aC.; estaba en un banquete cuando se ausentó brevemente, salvándose así de morir aplastado por el derrumbe del techo; y fue el único en poder reconocer los destrozados cuerpos de los comensales al recordar los lugares donde estaban sentados.

SALVADO POR LOS DIOSES
"Antes dije cuánto valor tienen las letras entre los hombres; ahora diré cuánto honor les han concedido los dioses."
Simónides, de quien antes he hablado, aceptó escribir un elogio de un púgil vencedor en los juegos. Cerrado el trato por cierto precio, el púgil exigió el secreto.
Como el tema era muy pobre, Simónides, usando la licencia acostumbrada, intercaló el elogio de Cástor y Pólux, los dos astros gemelos hijos de Leda, cantando la gloria de un prestigio semejante a su héroe, Gustó su poema, pero sólo recibió la tercera parte del precio convenido. Al reclamar el resto, le dijeron:
- Deben dártelo aquellos a quienes dedicas las otras partes de tus elogios. Mas para que no te enfades, te invito a la cena con que deseo agasajar a mis parientes. ¿Vendrás?
Aunque defraudado y doliéndole la injuria, Simónides prometió ir a la cena, más que nada por el temor de perder el favor del púgil.
A la hora convenida todos los invitados al alegre festín ocuparon su sitio en la mesa. De pronto se presentaron en la casa dos jóvenes de presencia sobrehumana, cubiertos de polvo y derramando copioso sudor y encargaron a un esclavo que fuera a decir al poeta Simónides que se reuniera al instante con ellos.
- Decidle -agregaron-, que lo que nos trae aquí no admite demora.
Presuroso, el esclavo hizo salir a Simónides. Mas apenas puso éste el pie fuera de la sala del festín, la súbita caída de la bóveda aplastó a todos los convidados, salvándose tan sólo el poeta. En cuanto a los dos jóvenes, habían desaparecido.
Al contarse y conocerse estos hechos en su encadenamiento, todos comprendieron que la protección de los dioses tutelares había salvado a Simónides en pago de su salario. (IV, 24)
A pesar de su cicatería, Simónides obtuvo su recompensa, al igual que el tramposo púgil y su parentela. Entre los helenos la impiedad era un feo crimen. Tal vez los dioses hubieran sido más benévolos con el atleta si éste hubiera cancelado el precio acordado y no hubiera hecho la odiosa referencia.

Simónides no murió en su tierra natal de Ceos, sino en Sicilia unos cuantos años después de este accidente. Se le conoce, además de sus versos, por ser el autor de una frase que luego los romanos hicieron suya: Justicia es dar a cada uno lo suyo. Fue también uno de los creadores de la Mnemotecnia, que permite al orador recordar largos discursos.

La poesía es pintura que habla y la pintura poesía muda.
Simónides


miércoles, 15 de agosto de 2012

Los consejos del oráculo

Fedro nos deja la siguiente fábula:




LOS CONSEJOS DEL ORÁCULO
- Dime, ¡oh Febo! tú que habitas en Delfos y en el hermoso Parnaso, te lo suplico: ¿qué es más útil para nosotros?
Los sagrados cabellos de la sacerdotisa se erizaron, el trípode se conmovió, gimió la Piedad en el santuario, temblaron los laureles y el propio día palideció.
Y entonces la pitonisa, inspirada por el dios, habló así:
- ¡Escuchad, naciones, los consejos del dios de Delfos! Practicad la piedad; cumplid vuestras promesas a los dioses; defended con las armas a la patria, a vuestros padres, hijos y castas mujeres; rechazad con el hierro al enemigo; ayudad a los amigos; perdonad a los desgraciados y favoreced a los buenos; combatid a los hipócritas; vengad las faltas voluntarias; refrenad a los impíos; castigad a los que mancillan con feo crimen el tálamo nupcial; guardaos de los malos y no deis demasiado crédito a nadie.
Dichas estas palabras, la sacerdotisa se desplomó en delirio. Efectivamente: en delirio, pues lo que dijo, lo dijo en vano. (V. 6)


Si siguiéramos los consejos de la pitonisa nos ahorraríamos muchos inconvenientes y el mundo sería mejor, pero la condición humana es tal, que causa desvanecimientos a las sibilas. No sabemos lo que es mejor para nosotros, ni aprendemos. Lo que necesitamos es practicar las virtudes y aborrecer el error.

jueves, 9 de agosto de 2012

El contrato leonino



El león, la vaca, la cabra y la oveja
Juntáronse un León, una Vaca, una Cabra y una mansa oveja para cazar en los montes y repartirse después fraternalmente lo que apresaran. Bien pronto, con ayuda de todos, se cazó una hermosa cierva. Y el León, dividida que la hubo en cuatro partes iguales, cuando cada cual pensaba en tomar la suya, habló a sus compañeros con torvo ceño:
- La primera parte es para mí porque soy León; la segunda me pertenece porque soy el más fuerte; la tercera será también mía, porque he trabajado más que todos; y si alguien disputa la cuarta, tendrá que habérselas conmigo.
De este modo se quedó con toda la cierva.
Cuando se tiene la honradez de la vaca, la inocencia de la cabra y la mansedumbre de la oveja, no se debe formar sociedad con los leones.


Esta fábula de Esopo fue traducida y adaptada por Fedro de la siguiente manera:

Numquam est fidelis cum potente societas:
Testatur haec fabella propositum meum.
Vacca et capella et patiens ovis iniuriae
Socii fuere cum leone in saltibus.
Hi cum cepissent cervum vasti corporis,
Sic est locutus partibus factis leo:
"Ego primam tollo, niminor quoniam leo;
Segundam, quia sum fortis, tribuetis mihi;
Tum, quia plus valeo me sequetur tertia;
Malo afficietur, si quis quartam tetigerit."
Sic totam praedam sola improbitas abstulit.

Esopo
circa 600 a. C

jueves, 2 de agosto de 2012

El tirano y el poeta

Buscando una fábula de Fedro, me encontré con ésta, cuyos protagonistas no son fieras del monte, ni toscos campesinos sino dos personajes de la era helenística. Me llamó la atención por la acotación que hizo el compilador, José Repollés, sobre un posible error histórico del fabulista latino, con respecto a la identidad de uno de los caracteres. Me parece torpe y fuera de lugar pretender buscar exactitudes históricas en una fábula que lo que persigue es la enseñanza ética. Bien ha podido poner, si tanto lo inquietaba, una erudita cita, o pie de página, para ilustrarnos. La copié tal cual, con bastardillas nuestras, del libro Las mejores fábulas (Bruguera, Barcelona, 1974).

El tirano Demetrio y Menandro el poeta
Demetrio, llamado el de Falera (Fedro parece incurrir aquí en un error histórico: el Demetrio tirano de Atenas fue Demetrio Poliorceta), apoderándose de Atenas, estableciendo un gobierno tiránico...
Atenienses haciendo filas para el besamanos
El pueblo, siguiendo su costumbre, le aclama a porfía con sus vítores. Los ciudadanos notables besan la mano  que les oprime, aunque en secreto gimen por el triste cambio de su suerte. Incluso los ajenos a la política y los ociosos, para que su ausencia no les perjudique, acuden los últimos a rendir pleitesía al tirano. Entre éstos va Menandro, célebre por sus comedias, que Demetrio, sin conocer al autor personalmente, había leído, admirando el talento del poeta.
Menandro
342 a.C. circa – 291 a.C. circa
Ungido de perfumes, vestido flotante, avanzaba el poeta con paso delicado y perezoso. Al verle en el extremo final de la fila, preguntó el tirano:
- ¿Quién es aquel afeminado que se atreve en mi presencia a buscar fortuna?
-El escritor Menandro - respondieron los que le rodeaban.
A lo que Demetrio, cambiando de tono repentinamente, replicó:
- El hombre no pudo ser hecho más hermoso...  
(V, 1.)
El color cambia según con que cristal se mira.


Claro, no es lo mismo un catamita buscando chance en una corte, que un dramaturgo homosexual, como era el caso de Menandro. La historia ha podido llamarse el águila y el pato, o el pavo real y el león, que el resultado habría sido el mismo; lo que pasa es que hay gente que cree saberlo todo.

Ahora, revisemos los personajes de la fábula y tratemos de aclarar cuál de los Demetrios fue quien tuvo en encuentro con Menandro y se le quite la preocupación al buen señor Repollés:
No hay mucho inconveniente con Menandro, famoso comediante del nuevo teatro griego en los años que sucedieron a Alejandro Magno. Fue favorecido por Demetrio de Falero (317-307 a. C.), cae en desgracia con Demetrio Poliorcetes  y Lácares. Vive apartado con Glícera, la hetera (o hetaira), en el Pireo. Sus comedias fueron premiadas ocho veces (tres en las Leneas, cinco en las Dionisias), pero fue pospuesto, quizá por motivos políticos, al más antiguo Filemón, treinta años mayor, en el favor público. Declinó la invitación de Ptolomeo I Sóter de instalarse en Alejandría.
Menandro ha debido aceptar la invitación de Ptolomeo Sóter, quien estaba buscando gente talentosa para fundar su famosa biblioteca. Allí estaba su amigo Demetrio de Falero (o de Falera), según Wikipedia:

Demetrio de Falero,
tirano de Atenas y bibliotecario
de Alejandría
Demetrio de Falero (350 a. C – 282 a. C) político y filósofo ateniense, perteneciente a la escuela peripatética. Nacido en el puerto de Falero, se educó en el Liceo de Aristóteles con Teofrasto y fue amigo de Menandro, el comediógrafo. A causa de la muerte de Foción, tuvo que ausentarse de Atenas hasta que las cosas se calmaron. Gobernó Atenas durante el periodo (317 a. C. – 307 a. C.), hasta que lo expulsaron cuando vino la escuadra de Demetrio Poliorcetes, refugiándose primero en Tebas y luego al lado de Casandro, para al fin terminar en Egipto, en la corte de Ptolomeo I, quien lo designó como primer bibliotecario de la gran biblioteca de Alejandría (circa 297 aC). Se atribuye a Demetrio falereo el haber aconsejado a Ptolomeo I la traducción de la Biblia hebrea al griego, la llamada traducción de los Setenta o Septuaginta. Vuelve a caer en desgracia con el rey Ptolomeo II y murió en el exilio al ser picado por una serpiente después del 283 a. C. Tuvo un aporte importante en el establecimiento de la Biblioteca de Alejandría al crear una biblioteconomía basada en la fusión de las tradiciones bibliotecarias de oriente (aspectos formales) y occidente (organización y tareas).

Entonces vemos que Fedro no estaba tan equivocado. El Demetrio que admiraba a Menandro fue el de Falero (o Falera) que, a pesar de su origen extremadamente humilde, era un señor culto e intelectual. ¿Quién era el otro Demetrio?

Demetrio Poliorcertes
Demetrio Poliorcetes (expugnador de ciudades) era hijo de Antígono Monoftalmos (el de un solo ojo), uno de los generales diádocos, que a la muerte de Alejandro se hizo con el mando de casi todo el imperio macedónico. Padre e hijo fueron, según observan los historiadores, los principales instigadores y participantes en las guerras y peleas que hubo a raíz de la muerte de Alejandro. Fue quien él fracasó en el asedio de Rodas en 305 a. C. en  conmemoración de lo cual los rodios elevaron el famoso Coloso.

Se inició en las armas a muy temprana edad, actuando al servicio de su padre en la campaña contra Eumenes de Cardia (317-316 a. C.). A la edad de veintidós años, Antigono lo puso por primera vez al mando de un ejército, para defender Siria contra Ptolomeo I Sóeter de Egipto, siendo completamente derrotado en la Batalla de Gaza. A pesar de ello, Demetrio demostró ser un eficiente general, el mejor instrumento de la política de Antígono y pronto obtuvo una victoria en los alrededores de Miunte. En la primavera de 310 a. C. fue derrotado cuando trataba de expulsar de Babilonia a Seleuco I Nicator; en otoño sería también derrotado su padre. Como resultado de esta guerra de Babilonia, Antígono perdió casi dos terceras partes de su imperio: todas las satrapías del este pasaron a poder de Seleuco.

Después de varias campañas contra Ptolomeo en las costas de Cilicia y Chipre, Demetrio partió con una flota de 250 naves contra Atenas, liberando la ciudad en 307 a.C de la tiranía de Casandro de Macedonia, expulsando a la guarnición que estaba destinada allí al mando de Demetrio de Falero, y sitiando y tomando Muniquia. Después de estas victorias, tanto él como su padre fueron adorados por los atenienses como divinidades tutelares bajo el título de Sóter ("salvador" o "benefactor por encima de otros benefactores"), como theoi soteres.
Difícilmente una persona con este perfil guerrerista tendría la sensibilidad de reconocer a un escritor como Menandro y diferenciarlo de un catamita del Pireo. Me pregunto si alguna vez se habrá producido un encuentro en Menandro y Demetrio Poliorcetes.

Los amigos de verdad son los que vienen a compartir nuestra felicidad cuando se les ruega, y nuestra desgracia sin ser llamados.
Demetrio de Falera





jueves, 5 de julio de 2012

De la democracia a la tiranía... ¡Ay, ranas!

Gayo Julio Fedro, liberto de Augusto
Fabulista

LAS RANAS PIDIERON REY

 
Cuando Atenas gozaba su plenitud bajo leyes justas,
una libertad desviada turbó a la ciudadanía
y la antigua moderación quedó olvidada ante el capricho.
Entonces, tras aunar las distintas facciones,
se apodera el tirano Pisístrato de la ciudadela.
Al llorar su esclavitud triste los Atenienses
(no por cruel, sino, más bien, porque resultaba
dura por desacostumbrada) y quejarse de su peso,
Esopo, entonces, les contó esta fábula:


«Las ranas, que vivían en charcas libres,
con gran vocerío un rey pidieron a Júpiter,
para que las costumbres disolutas con su poder reprimiera.
El padre de los dioses sonrió y les dio
un madero pequeño que, echado de repente en las aguas,
con su movimiento y ruido aterrorizó a la especie asustadiza.
Pasado algún tiempo desde que flotaba en el fango,
por casualidad sacó una, en silencio, del estanque su cabeza
y, tras explorar a su rey, a todas juntas llama.
Las ranas, ya sin miedo a porfía se acercan nadando
y sobre el leño la descarada turba salta.
Como pudieran vejarlo con todo tipo de agravios,
enviaron quienes pidiesen otro rey a Júpiter,
ya que para nada servía el que les había dado.
Entonces les envió una culebra que, con su afilado diente,
comenzó a devorarlas una a una. En vano a la muerte
huyen indefensas; de la voz les privó el miedo.
Así, a escondidas, dan a Mercurio recados para Júpiter,
que a las desdichadas socorra. Entonces les replicó el dios:
'Ya que no quisisteis gozar de vuestro bien,
sufrid ahora el mal'. Vosotros también, ciudadanos», dijo,

«soportad esta desgracia, no sea que venga otra peor.» (lib I)
Solón
(circa 638 aC - 558 aC)

Esta fábula es una de las más conocidas. La original es obra de Esopo, como nos lo indica Fedro, cuya versión presento en estas líneas. También La Fontaine, Samaniego y otros fabulistas la han traducido y adaptado en los últimos 2.500 años. Atribuyo su popularidad a las sabias verdades que contiene y que Fedro nos ubica en el contexto histórico.

Solón (Σόλων) fue un poeta, reformador y legislador ateniense y es considerado desde antiguo uno de los siete sabios de Grecia. Le correspondió gobernar en una época de graves conflictos sociales, signada por la concentración de la riqueza y poder político en manos de los eupátridas en Ática.

La Constitución que dio a Atenas en 594 aC introdujo una gran cantidad de reformas dirigidas a aliviar la situación del campesinado asediado por la pobreza, las deudas (que podían conducir a la esclavitud), y un régimen señorial que lo ataba a las tierras de su señor o lo conducía a la miseria. En particular, se distinguen las reformas institucionales y el nuevo sistema censitario creados con objeto de abolir la distribución de los derechos políticos basada en el linaje del individuo y de, en su lugar, constituir una timocracia. Como resultado, los estratos medios obtuvieron una mayor cuota de poder político, pero los estratos más bajos no consiguieron que fuese oído su reclamo de una nueva repartición de tierras, que en un principio anhelaban.

Su fama de moderado en una época marcada por los conflictos entre un bando popular y la aristocracia antigua lo llevó al arcontado y a que se le otorgara un poder especial para legislar e introducir cambios en la forma de gobierno.  Sin embargo, aunque sus leyes resolvían varios problemas de la sociedad ateniense, no era suficiente para las clases más bajas, que esperaban medidas más radicales, sobre todo en lo relacionado con la cuestión agraria y la repartición de tierras. Solón en cambio buscaba el justo medio. 
Una vez concluido su arcontado, dejó a los atenienses por el lapso de 10 años, en los que debían respetar las leyes establecidas, cosa que no ocurrió y que al final degeneró en tiranía. Él, mientras tanto, abandonó Ática y recorrió varios países como Chipre, Lidia y Egipto, donde era recibido con honores. Hubieran seguido los atenienses el consejo de Solón de respetar las leyes por el lapso de una década, no les habría pasado como a las ranas de la fábula, pero los dioses confunden a quienes quieren perder.

Sin duda, hay que estar atentos en defensa de la Libertad.
Nos puede pasar a todos, por eso debemos ser moderados,
así aconsejaba el sabio Solón.


Pisístrato (Πεισίστρατος), sin ser la culebra feroz que devoró a todas las ranas del charco de Atenas, le costó caro a los atenienses y les dejó un feo legado. Se distinguió en la guerra contra Megara (570-565 aC), recuperó Salamina para Atenas y conquistó la ciudad de Nisea, el puerto de Megara. Sus acciones y su amistad con Solón le valieron un lugar destacado en la política ateniense, que pronto sabría explotar. Cuando Solón abandonó Atenas, la sociedad quedó dividida en dos grupos políticos: los que deseaban un gobierno oligárquico, dirigidos por Licurgo, y los que querían mantener las reformas de Solón, liderados por Megacles II.

Pisístrato
(Circa 607 aC - 527 aC)
Pisístrato aprovechó su fama y popularidad para formar un tercer grupo, el de los diakrioi o hyperakrioi, formado principalmente por gente humilde, que quería reformas radicales a sus problemas. En el  561 aC se presentó ante los atenienses reunidos en el ágora, anunciando que había sido víctima de un ataque propiciado por sus enemigos políticos, y de que se salvó de milagro. Uno de sus partidarios propuso que se le concediera una guardia personal para su protección, y la asamblea popular le entregó cincuenta hombres armados con garrotes, que empleó para tomar la Acrópolis y dar un golpe de Estado, convirtiéndose en tirano. Sin embargo, este primer gobierno sería efímero, pues la alianza de los pediakoi y los paralioi le forzó a abandonar el poder al año de haberlo adquirido. Pero Pisístrato era persistente.

Regresó el año 559 a. C. con la ayuda de Megacles, ahora enemistado con Licurgo, con la condición de que Pisístrato se casase con la hija de éste. Se hizo de nuevo con el poder y gobernó durante cinco años (559-556 aC). Su negativa a tener hijos con la hija de Megacles, para no perjudicar a sus hijos mayores, Hipias e Hiparco,  condujo a la reconciliación de sus enemigos y a que  lo expulsaran y confiscaran todos sus bienes. La fue bien en el exilio de 10 años, pues se enriqueció con las minas de oro de Macedonia y Tracia. Con esos recursos volvió al ataque, derrotando a sus enemigos en la batalla de Palene (549 aC). Gobernó Atenas hasta su muerte en 527 aC, dejando el poder a sus dos hijos, Hipias e Hiparco, quienes se desviarían del camino de moderación del padre y se convertirían en tiranos en el sentido actual de la palabra, siendo posteriormente derrocados e reinstaurada la democracia.


Clístenes, padre de la democracia
(circa 570 - 507 aC)
No nos confundamos con la acepción actual de TIRANO y TIRANÍA, Pisístrato, si bien  para evitar nuevas rebeliones contra su poder, tomó medidas más firmes, pero con la misma moderación con que se condujo con anterioridad. Efectivamente Pisístrato gobernó con moderación y benevolencia, que le atrajo las simpatías del pueblo. Supo dominar las querellas políticas; embelleció la ciudad, construyó un acueducto y nuevos mercados; dio facilidades para el comercio y la industria, así como impulsó el poderío militar de Atenas. Tuvieron suerte con Pisístrato, no así con sus hijos Hipias e Hiparco, quienes, en su sed de poder, llegaron a pactar con los enemigos de la Patria. Clístenes, sucesor de Hipias, restauró la democracia ateniense justo a tiempo para defender las libertades del mundo occidental frente a la peor de la tiranías, personificada por el imperio persa.




No hay que prejuzgar

Fedro fue un famoso fabulista de la la Roma augústea. Nacido en Piero, Tracia; o tal vez en la colonia romana de Philippi, como Esopo, fue esclavo. Por sus méritos Augusto le concede la libertad y le da medios para subsistir. Se ignora la fecha de su nacimiento, pero es posible que naciese a principios del siglo I de la era cristiana. Cayó en desgracia y fue perseguido por Seyano, durante el imperio de Tiberio por su versión de Las ranas pidiendo rey (muchas de sus fábulas eran adaptaciones de las de Esopo, como lo han hecho todos los fabulistas desde la antigüedad). Fallece durante el reinado de Claudio.

Las fábulas de Fedro son amargas y recogen todo el dolor de su alma vilipendiada y perseguida.
"A menudo mezcla y confunde la fábula con el cuento y con la anécdota, y se preocupa con exceso de las ideas generales y verdades abstractas, que constituyen el fondo de sus composiciones. En cambio, narra siempre con acierto, emplea con oportunidad el diálogo, sabe hacer replicar a sus personajes con brevedad y gracia, y nunca ofende nuestro gusto ni choca con nuestras ideas". (J. Repollés. Las mejores fábulas. Bruguera, Barcelona, 1973).
Entre las muchas fábulas de Fedro entresaco ésta, que es más una anécdota o un cuento. Debo confesar que me causó gracia la imagen del soldado corpulento y afeminado y la ocurrencia, muy latina por cierto, de Pompeyo al final de la historieta.




POMPEYO Y EL AFEMINADO

Entre las tropas del gran Pompeyo había un soldado muy corpulento, que hablaba afectadamente y caminaba de un modo lánguido, por lo que había adquirido justificada fama de afeminado.
Una noche, acechando los bagajes del general, el afeminado intentó robar a los mulos que iban cargados de ropas, oro y gran cantidad de plata. Al extenderse el rumor del delito, el soldado fue conducido ante el pretorio.
Entonces el gran Pompeyo le preguntó:
- ¿Eres tú, compañero de armas, el que se ha atrevido a robarme?
El soldado, al momento, escupió en su palma izquierda, y extendiendo la saliva con los dedos, dijo:
- ¡Así, oh emperador, se deshagan mis ojos si yo vi o toqué nada!
Entonces Pompeyo, de corazón sencillo, ordenó que arrojasen fuera esa deshonra del campamento, no pudiendo creer que anidase en él tanta astucia y falsedad.
Ocurrió a poco que, confiado en su fuerza, un bárbaro desafió uno por uno a los romanos, sin que ninguno se decidiera a enfrentarse al campeón.
Sólo el afeminado se presentó ante el tribunal del jefe supremo, que estaba reunido, y dijo con voz lánguida:
-¿Me dan permiso para combatir con el bárbaro?
Cn. Pompeyo Magno
Pero el gran Pompeyo, ante la gravedad del momento, mandó irritado que este hombre fuera expulsado. Entonces uno de los viejos amigos del jefe dijo:
- Creo que debe abandonarse a su suerte a este hombre afeminado, cuya pérdida no tendría importancia, antes de que, en caso de derrota, pudiera acusarte, ¡oh Pompeyo!, de temeridad.
Accedió el gran Pompeyo, y, con su permiso, el soldado avanzó hacia el enemigo. Y ante la admiración del ejército en pleno, con más celeridad que el rayo, cortó la cabeza  del bárbaro y volvió victorioso.
Entonces Pompeyo dijo:
- Te doy, soldado, la corona con gusto, por haber vindicado el honor de Roma; pero quieran mis ojos deshacerse así -añadió imitando el grosero juramento del soldado-, si no fuiste tú quien robaste los bagajes el otro día. (F. N.,8)
Es muy difícil conocer al hombre.