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sábado, 14 de diciembre de 2013

Hallaca de pescado



El amigo Humberto Quintero Bravo, compartió desde Florida una receta de hallaca de pescado que vio en la revista Estampas. Se titula HALLACA NEGRA y se puede leer por aquí. Lleva bacalao y la masa tiene un color oscuro, casi negro, que le imparte la tinta de calamar con la que se amasa. Le dije a Humberto que yo  tenía una receta que lleva hasta medallones de langosta. Mostró su interés y prometí compartirla con él.

El autor de la receta es el historiador Germán Carrera Damas y aparece publicada en su libro  Elogio de la gula -Glosas sobre apetitos y satisfacciones- (Grupo Editorial Norma, Caracas, 2005). Veamos qué nos dice don Germán:
Hallaca de pescado
Conviene advertir que no se trata de la elaboración de la hallaca en la cual la carne es sustituída por el pescado, sino de una hallaca concebida, diseñada y realizada en función del pescado, y de los mariscos y crustáceos que lo acompañan.
Pargo rojo
Ingredientes, para 24 hallacas: un pargo de unos 3 kg., muy fresco, como deben estarlo todos los demás ingredientes marinos. Se sacan los dos filetes y se reservan la cabeza, las aletas, el espinazo y la piel, escamada. 1 kg. de calamares pequeños o chipirones; 1 kg. de langostinos de mediano tamaño; cebolla; echalotes; céleri o apio España; aceite de oliva virgen, mantequilla, masa de maíz blanco pilado. Adornos: ruedas de cebolla; aceitunas, ligeramente desaladas; pimentón, sin piel, cortado en tiras de medio centímetro de ancho; ají dulce en rueditas, encurtido en mostaza; almendras peladas; alcaparras pequeñitas. Componentes: Los tres requieren una elaboración cuidadosa, velando siempre por la calidad de los ingredientes:
Caldo de pescado:
Ingredientes: Se hace con la cabeza. el espinazo, las aletas y la piel del pargo del cual se sacaron los filetes; 2 litros de agua fría; una cebolla grande, o dos medianas, hendidas parcialmente; verde de cebollín; hojas de céleri o apio España; una ramita de cilantro; una ramita de perejil; 4 ajiés dulces, de preferencia verdes; 4 dientes de ajo muy fresco; una hoja de laurel; sal. Procedimiento: Se deja hervir todo junto, a fuego lento, hasta que se reduzca a un volumen equivalente a un litro  (unas dos horas). e deja enfriar y se cuela. Se añade la carne sacada de la cabeza del pescado y del espinazo. Se coloca en la nevera para desgrasarlo. Forma una gelatina.
La masa:
Molino para maíz
Ingredientes: 1.5 kg de maíz blanco pilado; aceite de oliva virgen; mantequilla y 6 yemas. Procedimiento: Una vez cocido el maíz, de manera que los granos queden algo duros en el centro, se les muele una primera vez. A medida que se va pasando la masa por segunda vez, se añaden el aceite de oliva virgen, la mantequilla y las yemas. Se aprecia la textura de la masa, que no debe presentar gránulos, por pequeños que sean, y si es necesario se le pasa por tercera vez. Se procede a amasar vigorosamente, añadiendo agua con sal, y si es necesario, aceite de oliva y mantequilla. No debe añadirse caldo de pescado porque malograría el contraste de sabores que debe regir la hallaca. La masa debe quedar muy tenue pero firme.
El guiso:
Procedimiento: En una cacerola con aceite de oliva y un poco de aceite de maíz se sofríen ligeramente, sin dejar que tomen color, la cebolla y las echalotes, finamente picadas. Se añade un poco de céleri o apio España, cortado en laminillas muy delgadas y pasadas por agua hirviendo para rebajarles el sabor. Se sofríe todo levemente, sin dejarlo dorar. Se suma un vaso grande de buen vino blanco seco, se deja reducir todo a la mitad y se añaden dos tazas de caldo de pescado. Se agregan los calamares cortados en ruedas, de un dedo de ancho, y se dejan blanquear un poco. Se añaden los camarones pelados y se dejan colorear levemente. Se añaden los filetes de pargo cortados en trozos de dos a tres centímetros por lado, y preparados de la siguiente manera:
En una bolsa de plástico se pone harina de trigo, sal, pimienta blanca recién molida, se cierra la bolsa y se agita para que se mezclen bien lo sabores; se colocan los trocitos de pescado, se cierra la bolsa cuidando de que quede aire dentro, y se agita para que los trozos de pescado se enharinen uniformemente; luego se fríen en aceite, por todos lados, sin romperlos y se ponen a escurrir sobre papel absorbente. Una vez añadidos los trozos de pescado al guiso, se revuelven cuidadosamente para no romperlos. Se añaden los langostinos pelados y se dejan cocinar hasta que estén ligeramente rosados. Se añaden los calamares en ruedas, cuatro a seis guindillas españolas y un poco de pimienta blanca recién molida, y se deja a fuego suave durante unos minutos. Se apaga, se tapa la cacerola y una vez frío el guiso se guarda en la nevera por unas horas para desgrasarlo. El guiso debe quedar jugoso, pero no aguado. Variante: en una ocasión añadí vieiras y no incorporé al guiso los trocitos de pescado (mero, esta vez), sino que los utilicé como "presas". También adorné con un delgado medallón de langosta, ya cocida.
Elaboración:
Se tiende la masa, muy delgada, sobre hojas de plátano untadas con aceite de oliva. Se pone el guiso y se añaden los adornos. Se cierran las hallacas y se atan muy bien. Se cocinan en agua salada hirviendo, durante 30 minutos. Se dejan enfriar y se guardan en la nevera, donde pueden durar hasta cinco días.
Y agrega el Dr. Carrera Damas:
El resultado es una hallaca de sabor muy suave y delicado. En ello confluyen varios factores: la calidad de la masa, determinada por el molido y el amasado; el gusto del guiso, que debe quedar suave, pero creciente, y en el cual debe serb posible identificar los componentes; y la presentación del conjunto, determinada por la colocación de los ingredientes y por el amarrado (si muy estrecho, se compactará la hallaca; si muy flojo, permitirá que la hallaca se reblandezca). Cabe recordar que el consejo de no añadir caldo de pescado en el amasado tiene el propósito de marcar un "contraste armónico" entre el sabor de la masa, que sugiere el aceite de oliva, y el gusto del guiso.
Esta es la receta más interesante que he visto de hallaca de pescado. Cuando les comenté a Jesús el Librero y a su esposa Penélope sobre esta preparación, se horrorizaron ante la perspectiva de una intoxicación con bichos de mar. Creo que si se siguen al pie de la letra las instrucciones de don Germán, especialmente en lo que respecta a la frescura y calidad de los pescados y los otros ingredientes marinos, tendremos unas hallacas sanas y exquisitas. Las cosas buenas dan trabajo, sin duda. A ver quién me invita.


Germán Carrera Damas

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Polenta criolla

Polenta criolla con una ensalada fresca

A pesar de su nombre italiano, la polenta criolla es quizá uno de los platos más antiguos de la gastronomía venezolana. Aunque se prepara en todo el país, la más afamada es la que se prepara en Montalbán, estado Carabobo. En un viejísimo  inventario de platos criollos mimeografiado por el Instituto Nacional de Nutrición, cuando aún pertenecía al Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, se describe:
Plato cuya tradición arranca desde la Colonia, durante la cual gozó de fama y aprecio en gentes aristócratas. Por sus ingredientes tiene cierto parentesco con las empanadas y las hallacas; y aunque se prepara en casi todo el país son famosas del Estado Carabobo. Se dispone la masa de maíz mezclándola con dos o tres huevos crudos y sal; aparte se prepara un guiso de pollo o gallina, o carne de cerdo fresca, adornada con rodajas de huevo cocido, alcaparras, aceitunas, pasas, ají picado en poca cantidad al igual que un poquitín de vino dulce. Sobre una sartén con aceite o manteca (también sirve un caldero) se extiende una capa de masa, encima de la cual se echa el guiso condimentado; encima se echa la segunda capa envolvente que se acopla por los bordes a la anterior para cerrar el receptáculo donde va el guiso; se pone todo el conjunto al fogón o al horno hasta que esté bien cocida la preparación y luego se retira y se sirve. En algunas cocinas se ha modificado la preparación anterior (por ejemplo, agregando harinas de trigo o plátano a la masa), pero esto más bien ha contribuido al decaimiento de la popularidad de este plato.
Me parece que si se hace en un caldero sobre un fogón, deberá taparse y colocarse carbones encendidos sobre la tapa. Esta descripción intimida a cualquiera y también contribuye al "decaimiento" de su popularidad. Por ello daré la receta que nos facilita Rubén Osorio Canales en su recetario Memorias del fogón (Alfadil, Caracas, 2005 ) que es fácil de hacer, sabrosa y suave.
POLENTA DE VIOLETA MOLINA
Violeta comienza por preparar un guiso con un pollo sancochado, deshuesado y desmechado, unido a un gran sofrito con tres cebollas medianas picaditas, tres pimentones picaditos, cuatro tomates, dos ajíes dulces, un ajoporro, todo picadito; sal, pimienta, una cucharada de salsa inglesa, una cucharada de vinagre y un punto de onoto. Lo revuelve bien y lo termina de cocinar con una taza de vino blanco seco. Cinco minutos antes de retirarlo del fuego, añade una cajita de pasas sin semillas, diez aceitunas verdes sin hueso, y una cucharada de alcaparras.
Mientras el guiso se hace, monta la polenta con dos tazas de harina (de maíz precocida), cuatro tazas de leche, seis cucharadas de mantequilla derretida, un poco de azúcar y otro de sal, mezcla muy bien todos los ingredientes y luego lleva esa preparación a una licuadora.
Para finalizar, precalienta el horno a 400°F, unta con mantequilla una bandeja para hornear, espolvorea con harina de maíz y vierte la mitad de la pasta preparada, encima de ella coloca el guiso de pollo que cubre con el resto de la pasta. Lleva al horno la bandeja y la hornea durante una hora.

NOTA:
Recomiendo, si se hace por primera vez, seguir las instrucciones al pie de la letra y no suceda lo que a mi:

  • La masa no era lo suficientemente espesa pues le agregué dos huevos crudos sin reducir la cantidad de leche;
  • El guiso, que era carne de cerdo, estaba frío de la nevera lo que alarga el tiempo de cocción. Debido a la consistencia de la masa, se hundió un poco y la capa superior quedó más gruesa. La próxima vez lo tomaré en cuenta.





jueves, 22 de noviembre de 2012

Hallacas maracaiberas

Como he observado que el artículo más leído de este Blog es el relativo a la hallaca (La multisápida hallaca) y que no he colocado ninguna receta de este plato indispensable en la mesa navideña venezolana, voy a transcribir una breve receta que encontré en un manuscrito de mi madre.  Las indicaciones son muy sucintas; como para recordar el procedimiento a quien las sabe hacer.
Hojas de bijao, son las que se usan
en el Zulia
Cualquiera que lea las instrucciones y no conozca una hallaca no sabrá, por ejemplo, cuándo cortar las carnes, qué tipo de picante se le pone, ni dónde está el onoto ("achote" en Maracaibo). ¿Y las alcaparras? Tampoco explica la limpieza, corte y selección de las "hojas" (de plátano o banano en Caracas, aunque en el Zulia se usa el bijao), ni el ensamblaje de la hallaca. Queda pues esta receta, si se la puede llamar así, para recordar las proporciones y algo del procedimiento para preparar un plato que se hace sólo una vez al año. También observamos que se ha sustituido un ingrediente tradicional, el maíz pilado, por harina precocida de maíz (la textura y sabor de la masa de maíz pilado no es la misma que la que da el producto industrial).
Llevan el nombre de Hallacas Titá para distinguirlas de otras recetas. Titá era el apodo familiar de María Trinidad Virginia, hermana de mamá, a quien también conocían como Trina.

Hallacas Titá

Ingredientes
  • 1 kg. de manteca de cochino
  • 2 paquetes de Harina PAN
  • 2 paquetes de hojas
  • 1 rollo de pabilo
  • 1 y 1/2 kg de cochino
  • 1/4 de kg de carne (pulpa negra)
  • 1/4 kg de tocino
  • 6 pimentones rojos
  • 5 cebollas grandes
  • 2 cajas de pasitas
  • Encurtidos, aceitunas, vino, picante, sal al gusto.
Procedimiento

Hallaca extendida, con su relleno
y adornos. Lista para doblar
  • Se prepara el guiso a la víspera. se cocinan el cochino y la carne en poca agua hasta que estén blandos, luego se les hecha la mitad del tocino, la cebolla y el pimentón picaditos, los encurtidos, y las aceitunas, la carne picadita y el picante. Se deja cocinar todo y cuando se baje se le echan las pasitas y el vino. Se deja parte de la manteca para freír el onoto y echarle al guiso y a la masa cuando se amase.
  • La masa se amasa con agua tibia y luego se le añade la manteca con color.
  • Salen 52 hallacas. Se le dan 10 minutos de cocimiento.
  • Los bollos salen 40. Se cocinan por espacio de 3/4 de hora.
En una de las páginas finales de la agenda donde está la receta, aparece una lista con los gastos efectuados para hacer las hallacas de 1985:

  • 1 pabilo Bs. 6,00
  • 2 aceite, Bs. 23 c/u  Bs.46,00
  • 3 cabezas de ajo Bs. 3,50
  • 255 gr. de pasitas Bs. 17,85
  • ¡ojo! 6 paq. de Harina PAN Bs. 36,00
  • 1/2 kg. de aceitunas rellenas Bs. 27,50
  • 9 kg hojas Bs. 72,00
  • Carnes Bs. 303,00
  • Pimentones Bs. 26,00
  • Cebollas Bs. 65,00
  • Onoto Bs. 10,00
  • 2 paq. de H. PAN Bs. 12,00
Un par de observaciones con esta lista de compras:
  • Para finales de los años 60, ya la familia había sustituido la manteca de cochino por aceite de maíz (primero Mazola y luego Maceite) porque "tiene menos colesterol";
  • Doña Lola compró dos veces la harina de maíz precocida. Lo más probable es que le faltaba masa para los bollos.
  • Veo baratos los pimentones y caras las cebollas... Cosas de la inflación y la improductividad en el campo.
 
Antiguo Mercado de Maracaibo, cerca de la Plaza Baralt, a pocas cuadras de la casa familiar.
Hoy es un centro cultural
Tomada de http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=575004&page=6
 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Macarronada maracaibera

Macarronada marabina, recién salida del horno.
Debe reposarse un poco antes de servirse
La macarronada es uno de los platos emblemáticos de Maracaibo que engalana las mesas zulianas en sus días de fiesta: día de la Chiquinquirá, Año Nuevo, ocasiones especiales... Cada familia tiene su fórmula, que comparte gustosamente con amigos y vecinos. Cuando comentamos un almuerzo maracucho nos referimos a este plato sustancioso y a la vez simple, pero no entramos en detalle. Así mismo, publicamos en este blog el artículo Pasta con sabor venezolano, en el cual aparece una variante de este plato. Hoy presentaremos la macarronada y la forma de prepararla.

El sábado pasado, mi cuñada Elia me llamó para coordinar el almuerzo en familia con motivo del día de la Chiquinquirá y recordar a Doña Lola, mi madre. Me propuso también que preparáramos una macarronada; que le dijera lo que necesitábamos y lo tendría todo listo para el ensamblaje. Como Elia, además de buena anfitriona es gente organizada, todo auguraba una preparación fluída, sin sobresaltos y agradable, como de hecho fue.

Cuando llegué ya Elia tenía todo listo, como había prometido:
  • 1 paquete de pasta de 500 gr. Usamos rigatoni, que es lo que más se parece al gargüero, pero también se puede hacer con mafalde, que es más fácil de aplanar;
  • Abundante queso de año rallado, no muy salado, del cual usamos unos 800 gr. (ese es el ingrediente clave);
  • Queso de mano, a voluntad (o cualquier queso que funda bien en el horno, como el mozzarella, o el guayanés), en cantidad suficiente para colocar una buena capa que cubra el molde a lo largo y ancho;
  • 3 tazas de salsa de tomate criolla, con pasitas, aceitunas rellenas de pimiento picaditas y alcaparras;
  • 2 papas cocidas y peladas, que cortamos en ruedas no muy gruesas;
  • 2 o 3 huevos cocidos cortados en ruedas;
  • Lonjas de buen jamón de pierna, en cantidad suficiente para colocar una buena capa que cubra el molde a lo largo y ancho. Usamos unos 200 gramos.
  • 2 tomates perita maduros, despepitados y cortados en ruedas delgadas
  • Mantequilla para engrasar el molde y para colocar sobre la preparación. Un total de 3 cucharadas, aproximadamente.
Preparación:
La costra de la macarronada debe quedar dorada, como ésta.
  1. Se cocina la pasta en abundante agua con sal, hasta que queden al dente. Esto es importante porque no queremos una macarronada reblandecida. Se drena la pasta y se comienza el ensamblado. Se precalienta el horno a 350°F.
  2. Mientras tanto, se engrasa el molde refractario (como el de la lasagna) y se le pone una gruesa capa de queso de año rallado. Sobre la cama de queso rallado colocamos una capa pareja de pasta (aproximadamente la mitad), tratando que cubra todo el fondo.
  3. Luego bañamos la pasta con la salsa de tomate, no en exceso, sino que moje la pasta. Seguimos con el queso de mano, jamón, más queso de año y vamos apretando con la palma de las manos para que la mezcla se compacte. Colocamos encima las ruedas de papa, huevo y tomate y más queso de año.
  4. Mezclamos el resto de la pasta con el remanente de la salsa de tomate y lo colocamos como última capa, que extenderemos bien. Seguidamente, una buena cantidad de queso de año, que iremos apretando con la palma de las manos para que se compacte bien. Debe ser gruesa esta última porque esa será la costra superior.
  5. Colocamos puntos de mantequilla sobre la superficie de queso parmesano, cubrimos com papel de aluminio y lo llevamos al horno precalentado por aproximadamente 30 a 45 minutos. Para ese momento, los quesos se habrán fundido y se notará un hervor por toda la preparación.
  6. Se retira el papel de aluminio y se deja la pasta en el horno para que el exceso de jugos se evapore y la superficie quede dorada.
  7. Se retira del horno y se deja reposar antes de servirla.
Elia y Jesús Ramón, mi hermano, ofrecieron un rico vino rosado con este plato.

Ahora bien, habrán maracaiberos que digan que en su casa lo preparan con pollo. En efecto, el pollo guisado (desmechado y sin huesos ni piel), en una salsa de tomate es clásico en la preparación de una buena macarronada, como lo puede ser también una salsa de puerco. El gusto personal es importante y siempre es bueno experimentar.


¡Apetitosa!
Revisando un recetario manuscrito de mamá encontré una que porta el nombre de una antigua amiga de la familia (creo que se llamaba Aurora Otero), que lleva mucho queso de año y poca salsa. La trascribo porque me parece interesante:

Macarronada "Tía de Ana"
  • 2 kilos de queso de año
  • 1 paquete de macarrones (no indica el peso)
  • 6 papas
  • 2 tomates
  • 1 cajita de pasitas
  • encurtidos
  • mantequilla (bastante)
  1. Colocar en un sartén 2 cucharadas de mantequilla, encurtidos, jugo de tomate, vinagre y pasitas.
  2. Cubrir la bandeja con mantequilla, colocar una capa gruesa de queso rallado, una de macarrones, otra de queso, otra de papas. Seguida de otra de queso, tomates en rebanadas, huevos, mantequilla, diablitos, pasitas y salsa, otra capa de queso y repetir terminando con una capa gruesa de queso.

Nota: no indica cuánto jugo de tomate se usará para la salsa, ni la cantidad de huevos cocidos que forman parte del relleno. No lleva más queso que los 2 kilos de queso de año rallado.


Familia caracucha celebrando el día de la Chinita
En el menú hubo macarronada, ensalada de ruedas y plátanos al caramelo.
Foto de Daniel Quintero

martes, 8 de mayo de 2012

Platos campesinos del oriente de Venezuela

Atardecer en el Manzanares, Cumaná
Ferdinand Bellermann
Así como Valencia, en España, tiene la huerta y la mar, la región culinaria sucrense tiene dos subregiones definidas. La más conocida de ellas es la zona costera, con preponderante uso de los productos marinos; es el área del pescado, fresco, salado, salpreso y oreado. La otra es zona campesina, interiorana, la de las charas con consumo de vegetales y ganadería menor, producidos en la huerta y el patio. De esta zona campesina, comparto hoy dos recetas.

TORTILLA DE PLATANO CON CHORIZO

 Don Ramón David León, de quien ya hemos hablado, al mencionar a la tortilla de chorizo la califica de “charera” por considerarla propia de las charas o huertas cercanas a Cumaná.  Con respecto a las “tortillas chareras”, decía don Ramón David León, en su libro Geografía Gastronómica de Venezuela que "cuando se afirma que en las charas cumanesas se come más sabroso que en la histórica ciudad primogénita, se asienta algo incontrovertible. ...¿Qué se puede decir de las célebres tortillas, especialmente la que se hace con chorizos y plátanos maduros?" De seguidas no da una somera descripción del plato y cómo se hace. En el libro es cuestión no hay una sola receta, pero se pueden saborear las preparaciones.

El historiador y gastronauta Germán Carrera Damas nos dice que este plato “es un reto para los paladares no entrenados. La combinación de lo salado, lo dulce y lo picante era la clave de su singularidad. La destreza en la elaboración de la tortilla consagraba la excelencia del resultado.”

A continuación doy mi receta desarrollada de acuerdo al texto de Ramón David León:

Ingredientes
2 chorizos carupaneros (o de Río Caribe) bien madurados al aire,
2 plátanos maduros (el autor pedía que ya estuvieran negros y rezumando miel)
5 huevos
1 cebolla, cortada en cubitos
El Sr. León decía "los consiguientes aliños"... ¿Cuáles serán? Creo que es al gusto: un ají picante criollo y otro dulce, ambos picaditos. Se les puede poner perejil, cilantro... en fin; es una receta hogareña y campesina. Mientras menos, mejor porque los chorizos tienen una buena dosis de sabor.

Los plátanos se cortan en tajadas. Se fríen hasta que doren. Se escurren sobre papel secante y se dejan enfriar.

Los chorizos se desmenuzan, eliminándoles las tripas. Luego, en el sartén donde se preparará la tortilla, se sofríen los chorizos desmenuzados. Yo uso los sartenes dobles que facilitan el proceso. Ellos soltarán su grasa y, si se usa un sartén antiadherente, no habrá que agregar manteca de cerdo. Cuando ya han soltado parte de su grasa, se agregan los “aliños”. Se va cocinando dulcemente para que todo se confite. Se retira del fuego y se reserva aparte.


Tortilla de plátano con chorizo

Se separan los huevos. Se baten las claras hasta que levanten y estén más o menos firmes. Se van agregando las yemas una a una, sal y pimienta al gusto, batiendo a alta velocidad. Quedarán ligeros y sin picos.

A fuego bajo, en la sartén donde se frieron los chorizos, y sin desechar la grasa, se coloca una capa de huevo, seguida de las tajadas de plátano frito. Encima se distribuye el chorizo que se ha preparado previamente y, por último, una capa de huevos, procurando que quede plana. Se tapa.

Luego de un tiempo de cocción, de aproximadamente 7 minutos, se engrasa ligeramente el sartén sirvió de tapa (si se usa el doble). Se coloca sobre el otro y se voltea. Se escuchará un ¡PLOP!. Es el momento de chequear a ver cómo quedó el fondo; deber estar dorado. Se sigue cocinando por unos cuantos minutos y se voltea sobre el plato donde se va a servir.

El Sr. León dice: "Los comensales entran en función, y brota de las bocas un ruidoso aplauso ante el prodigio: '¡En todas las charas no hay una tortillista igual!'. La mujer le responde arriscada: '¡Si me lo dicen con otra palabra les pongo la sartén de sombrero'..."
 

CHIVO CON FRIJOLES A LA ORIENTAL

El Sr. León nos dice que “En Margarita y en Sucre se adereza un plato que no puede  ser más popular ni más antiguo de esas regiones. Es el sancocho de frijol con chivo salado…”  Más adelante, agrega: “No sólo llena, sino que nutre; no sólo satisface el estómago, sino que complace el paladar. Es un alimento completo”.

La receta de este plato campesino está tomada del libro LA COCINA VENEZOLANA (pág. 135), de la señora Juana Berroterán, quien convirtió las explicaciones de Ramón David León en recetas para hacerlas en casa. Allí su mérito. Usa pocos ingredientes y es fácil de preparar y usa chivo fresco. Creo que cada quien puede agregarle las variantes que desee y su paladar apetezca. Yo lo prefiero menos líquido y lo reduzco un poco, agregando un sofrito:

Ingredientes (para 8)
1 kg de chivo cortado en trozos regulares
4 litros de agua
1 cebolla grande
1 cucharada de yerbabuena picadita
2 cucharadas de perejil picadito
500 gr. de frijoles
750 gr de papas
6 tomates perita maduros
2 hojas de laurel
Jugo de limón para lavar la carne de chivo.
sal al gusto
 


Chivo con frijoles servido con el caldo reducido, a manera de guiso.
Lo acompañan tostones´y arroz blanco
Se lavan bien los trozos de chivo con jugo de limón.

Se pone la carne al fuego en una olla grande con el agua, cebollas finamente picadas, yerbabuena, perejil y laurel.

Se deja hervir hasta que la carne ablande. El chivo será más o menos duro, dependiendo de su edad. Mientras tanto, se lavan y escogen los frijoles.

Cuando la carne está blanda, se agregan los frijoles a la mezcla y cocinamos hasta que éstos se ablanden.

Mientras tanto, se cortan los tomates en cubitos, luego de eliminar piel y semillas. Las papas se pelan y cortan en cubos. Se cocina hasta que la papa ablande. Se ajusta la sazón y listo para servir.

Es opcional, aunque frecuente, el uso de picante como sazón adicional. Yo le agrego un sofrito con un toque de picante minutos antes de bajarlo del fuego. Es un plato único que acompañaría de un buen casabe o arepa.




martes, 6 de marzo de 2012

Pastel de Chucho, plato emblemático de Margarita

Chucho (Myliobatys freminvillei)
En las aguas del Oriente de Venezuela abundan en Cuaresma varias especies de rayas: manta, chucho, chupare. Son peces de cuerpo bastante plano con una peligrosa cola.  En gastronomía se aprovechan principalmente las alas de ejemplares jóvenes. Los franceses tienen un plato emblemático: Raie au beurre noisette et aux câpres (ala de raya poché con una salsa de mantequilla dorada y alcaparras) que es una delicia. Nosotros, tal vez por el fuerte olor que despide cuando se cocina, casi no la consumimos a menos que sea en “Pastel”, plato emblemático de Margarita.


En los mares de los estados Sucre y Nueva Esparta existen dos variedades de chucho: Chucho blanco (Myliobatys freminvillei) y Chucho pintado (Aetobatus narnari) que generalmente se consigue salpreso, pero también fresco (en cuyo caso hay que saberlo preparar para evitar malos olores). En el Mercado de Quinta Crespo en Caracas se puede adquirir fresco y salpreso y preparar en casa algunas de las especialidades, pues se puede freír, guisar, en revoltillos, tortillas y pasteles. Cuando el chucho escasea, generalmente se sustituye por cazón salpreso; en tal caso será un pastel de cazón, también muy sabroso.

Chucho salpreso
Daré hoy dos recetas de Pastel de Chucho, la primera según el libro Historia y antología de la cocina margariteña, de Ángel Félix Gómez (Armitano, Caracas, 1991), bastante inexacta, por cierto:

Ingredientes:
  • 1 kg de chucho salado
  • 2 plátanos maduros
  • 4 papas
  • 10 huevos
  • 10 aceitunas
  • 1 cucharadita de alcaparras
  • 1 cabeza de ajo
  • 5 ajíes dulces
  • Cebollín
  • 1 pimentón rojo
  • Sal, pimienta y azúcar al gusto

Preparación:
  1. El día anterior a la preparación del pastel se corta el chucho en pedazos y se pone en remojo, cambiándole el agua 3 o 4 veces. Se exprime en cada cambio de agua.
  2. El día de la preparación se le bota el agua y se sancocha por 10 o 15 minutos. Se bota el agua de cocción y se deja enfriar. Se exprime y se desmenuza en pedazos pequeños, se sazona con pimienta y vinagre y se rectifica la sal.
  3. Aparte se sancochan las papas y 6 huevos y se sofríen los plátanos en ruedas delgadas.
  4. Se sofríen los aliños cortados pequeñitos en aceite onotado. Se agrega el chucho y se revuelve, se le agregan  las aceitunas y la cucharadita de alcaparras. Se cocina a fuego lento y tapado para que sude.
  5. Se engrasa un recipiente con el mismo aceite del guiso y se alternan capas de chucho guisado con huevos y papas y plátanos en ruedas. Se baten los 4 huevos como para tortilla (esto es batiendo muy bien las claras hasta que formen picos y luego batir mientras se agregan las yemas una a una), agregándole un punto de sal y otro de azúcar y se hornea.
Pastel de chucho

La otra, que me gusta más, nos la da Rubén Osorio Canales en su libro Memorias del Fogón (Alfadil, Caracas, 2005). Osorio Canales atribuye la paternidad de esta receta al escritor Carlos González Vegas, y cito:
"El Chucho, por ser un pescado salado, hay que desalarlo igual que un bacalao cambiándole varias veces el agua que lo cubre. Luego se escurre, se seca y se lleva a una olla con agua hasta cubrirlo y, a fuego medio, se le cocina durante 30 minutos. Se saca de la olla, se pasa por agua fría, y se limpia de piel y de cartílagos, para luego desmenuzarlo. Se reserva.
En un caldero se fríen a fuego más bien suave, en cuatro cucharadas de aceite y una de mantequilla, dos cebollas bien picaditas y cuatro dientes de ajo machacados. Se les deja marchitar un poco y se le añaden un pimentón picadito, tres ajíes dulces picaditos, un punto de pimienta y unas semillas secas de ají picante, se revuelve bien y se deja cocinar el conjunto durante 10 minutos, al cabo de los cuales se le añade el chucho desmenuzado. Se revuelve bien y se deja cocinar tapado durante unos minutos más.
Se saca del fuego y, en una bandeja de horno ligeramente untada de mantequilla, se coloca una capa de tajadas de plátano maduro bien compactas y previamente doradas; se coloca encima, también en una sola capa, el guiso de chucho, y encima de éste tres huevos batidos con un punto de sal y una lluvia de perejil.
Se lleva el pastel a un horno precalentado a 350° durante 20 minutos."

Se me ocurre que, mientras el pastel se hornea, se proponga a los niños de la casa un juego margariteño que consiste en decir CHUCHO sin arrugar los labios. Buen provecho

domingo, 26 de febrero de 2012

El cruel, sanguinario y despiadado pastel de morrocoy

Morrocoy (Chelonoidis carbonaria)
En algunas regiones de Venezuela se acostumbra a comer en Cuaresma y Semana Santa el famoso Pastel o Carapacho de morrocoy. Mal hábito, a mi juicio, porque la especie, Chelonoidis carbonaria, está en peligro de extinción a causa de la captura indiscriminada y la pérdida de hábitat. El plato en sí no es gran cosa, ni amerita el esfuerzo de matar al quelonio de una manera tan bárbara y despiadada. Claro, los que tienen la costumbre de consumirlo, saldrán en su defensa diciendo que también quienes nos oponemos a esta mala acción comemos pollo y carne de res y que esta es una tradición criolla. Siempre existirán justificaciones, pero esto es peor que una corrida de toros.

Empecemos la descripción del plato por donde comienzan a prepararlo: beneficiando al animal ¡Vaya beneficio que le hacen a esta pobre tortuga!

1.- Se agarra al animal y se le pone de costado;
2.- Con un hacha, o con motosierra, se abre el caparazón, que sangra profusamente por los lados;
3.- Se arranca el animalito del resto del caparazón, provocando aún mayor sangramiento;
4.- El amasijo, de donde salen 4 paticas negras que se agitan y una boca que se abre constantemente, se lanza en una olla de agua hirviente;
5.- El animal intentara nadar inútilmente durante los primeros 30 minutos (increíblemente el morrocoy no muere hasta ese momento, pero como no tiene cuerdas vocales para chillar la gente lo interpreta como ausencia de dolor);
6.- Una vez que el animal no patalea más, se deja por varias horas en cocción y se procede a elaborar el pastel. En este punto en donde empiezan las recetas como esta. Se come esta "delicia", acompañada de una gran cantidad de ron o cerveza, ingerida durante la espera. Con el paladar cansado de tanto alcohol, no se dan cuenta del mal que han hecho.

El morrocoy es uno de los animales silvestres que mejor se adapta a vivir como mascota. Tiene un carácter dulce, larga vida y requiere pocos cuidos. Tuve uno que me regalaron cuando yo tenía unos 7 años y me dió muchos ratos de felicidad. Mi abuela me prevenía sobre el mordisco que podía darme si le metía el dedo en la boca. Al parecer, una vez que cierra la boca no la abre hasta que corta el trozo que va a comer (vegetales, frutas, hierbas); si muerde un dedo hay que cortarle la cabeza. Lo regalé a unas parientes que tenían un patio lleno de frutales porque quería que viviera mejor que en mi casa. Es una tortuga de tierra con el caparazón en forma de domo que puede llegar a los 35 cm de largo. Por su carácter, mucha gente los tiene como mascota en su casa y no se los comen, sino que los miman.

Hay una receta ecológica que imita al Carapacho tradicional y que se puede ver aquí.

Cuidemos nuestros recursos naturales

domingo, 1 de enero de 2012

Feliz cumpleaños Haití

Escudo de Armas de la República de Haití


El 1° de enero de 1804, luego de más de 10 años de lucha, Haití obtiene su independencia definitiva. La guerra de emancipación había iniciado en agosto 1791 con una rebelión de esclavos al norte de la colonia francesa de St. Domingue y duró hasta 1804, período en el cual los esclavos haitianos derrotaron sucesivamente a la expedición enviada por Napoleón Bonaparte, y a fuerzas británicas y españolas. El proceso culmina con la Declaración de Independencia y la posterior Constitución del Imperio (1805). La tradición haitiana fija también el 1° de enero de 1804 como fecha de creación de uno de sus platos nacionales: Soup Joumou. En tal fecha, el General Jean Jacques Dessalines, Libertador de Haití, ofreció este plato al pueblo de Gonaïves para celebrar la declaración de independencia ese mismo día. Tenían razón los triunfadores en celebrar esta libertad adquirida con gran esfuerzo; esta sopa simboliza los logros de la libertad. Lo que no sabían era lo que les esperaba.

Jean-Jacques Dessalines
Jacques I Le Grand

Jacques I, Le Grand, Emperador de Haití (J. J. Dessalines), fue asesinado en Pont Rouge, a la entrada de Puerto Príncipe, en 1806 y el país se dividió en dos: al norte una monarquía y al sur una república. Con la muerte del Presidente Alexandre Pétion (1818) y el suicidio del Rey Henri Christophe (Henri I) en 1820, se produjo la reunificación de la república bajo el liderazgo de Jean Pierre Boyer (1776-1850). Años después comenzó la decadencia nacional; guerras civiles, pobreza crónica, ocupaciones extranjeras, tiranías, caos, terrorismo de Estado, desastres naturales y total degradación del medio ambiente.

Los ingredientes de este plato, aparentemente simples y pobres, no formaban parte de la dieta de los 500.000 esclavos que trabajaban en las plantaciones y que a partir de la fecha serían ciudadanos de una nueva nación. La ingesta del cautivo se limitaba a pescado salado, limonada, cazabe y una que otra cosa. Al tomar este condumio que incluye todo lo que les había sido vedado, reafirmaban las expectativas que esta libertad recientemente adquirida les ofrecía.

Soup Joumou

SOUPE AU GIRAUMON

La Soup Joumou (en francés, Soupe au Giraumon) es uno de esos platos emblemáticos de Haití que cautivan a propios y extraños. Su carácter decididamente caribeño y la simplicidad de los ingredientes, esconden su recio abolengo, valor histórico e identidad nacional. Este plato especial se consume generalmente en el almuerzo de Año Nuevo, que es la fecha de la Independencia de Haití. Las clases acomodadas preparan también esta sopa para días especiales y almuerzos familiares de domingo.

Como nota curiosa, en 1988 esta sopa fue el vehículo para asesinar al coronel retirado Jean Claude Paul. El oficial la comió un domingo en su casa y en la tarde estaba muerto. Fue un caso nunca resuelto. Se detuvo y llevó a los tribunales al jardinero y a su ex-esposa y amante Mireille Delinois, pero debieron liberarla por falta de pruebas (ella estaba profundamente enamorada del coronel y no obtenía ningún beneficio con su desaparición. También eran socios en el negocito de la cocaina colombiana. Gente sórdida ambos). Las investigaciones siguieron y nunca se consiguió al culpable. La verdad es que podría haber sido mandado a asesinar por el Presidente Prosper Avril (temía un golpe de Estado), por sus socios de la droga, o tal vez alguno de tantos enemigos adquiridos durante años de abuso de poder. El militar fue enterrado en el jardín de su casa. Los haitianos creen que enterrando al muerto cerca de la casa, éste protegerá el hogar; así como se evitará la profanación de su tumba y se usen los restos mortales para hacer "ouanga" o zombificarlo.

He aquí la receta:

Ingredientes:

  • 1/2 Kg de carne para guisar
  • 1/2 Kg de jarrete de res (en Venezuela se le llama lagarto)
  • 1/4 Kg de tocino salado
  • 1 y 1/2 taza de rigatoni (yo prefiero ditali u otra pasta corta)
  • 1 repollo pequeño, separado en hojas
  • 1 Kg de auyama (giraumon, West Indian pumpkin), limpia de piel y semillas, y cortada en dados
  • 3 papas grandes cortadas en dados
  • 1 rama de celery picada
  • 1 cebolla cortada en ruedas
  • 1 nabo cortado en ruedas
  • 1 litro de caldo de res (gustoso)
  • 3 zanahorias cortadas en ruedas
  • 1 puerro picado
  • 2 clavos de especia
  • sal y pimienta al gusto
  • pimienta de Cayena al gusto (puede ser un ají picante fresco)
  • 1 cucharada de vinagre blanco
  • 1 cucharada de aceite de oliva
  • 1 limón caribeño (lima)
  • 1 cucharada de mantequilla

Preparación:

  1. Se lavan las carnes con el limón y agua. En una olla grande se las hace hervir junto con el tocino, en abundante agua hasta que estén tiernas. Se agrega la calabaza; cuando ésta esté cocida, se la extrae, reduce a puré y regresa a olla (o bien, usando una espátula de madera, se aplasta contra las paredes de la olla). Si las carnes tienen huesos, se eliminan éstos, regresamos aquellas a la olla.
  2. Se agregan los otros vegetales, sal, pimienta, clavitos y pimienta de cayena, así como los rigatoni (o la pasta alimenticia deseada). Se vierte el caldo de res hasta cubrir todo. Se cocina hasta que los ingredientes estén blandos. Yo prefiero la pasta un poco más firme y la adiciono casi al final.
  3. Se agrega aceite de oliva, vinagre y mantequilla y se la hace cocinar a fuego muy bajo por 20 minutos. Y listo para llevar a la mesa.


Se sirve acompañado de pain baguette.


viernes, 9 de diciembre de 2011

La multisápida Hallaca

Hallaca, hayaca o ayaca

Se atribuye a Rómulo Betancourt, dos veces Presidente de Venezuela, el calificativo de "multisápidas"que le damos a las hallacas, nuestro principal plato navideño. A don Rómulo le gustaba usar palabras como esa y otras similares, tales como "periclitado" como sinónimo de obsoleto. Hay tantas recetas de este plato como hogares existen en el país; las he comido de todas la regiones y alguna con un gustillo italiano o portugués, dependiendo de quién las haga. Tampoco nos hemos puesto de acuerdo con la ortografía: hallaca (así la escriben ahora), hayaca, o como prefería Arturo Uslar Pietri, ayaca (sin H y con Y). Tampoco hemos concordado en cuanto a su origen, que parece legendario.

Arturo Uslar Pietri
Dejemos que sea Arturo Uslar Pietri quien nos hable de la "Ayaca". Según él para finales del siglo XVIII ya estaba fijado el gusto de al menos la hallaca caraqueña; la que comieron Francisco de Miranda, Simón Bolívar y Andrés Bello:
En su cubierta está la hoja de plátano. El plátano africano y americano en el que el negro y el indio parecen abrir el cortejo de sabores. Luego está la luciente masa de maíz. El maíz del tamal, de la tortilla y de la chicha, la más americana de las plantas.
En la carne de gallina, las aceitunas y las pasas está España con su historia ibérica, romana, griega y cartaginesa. En lentas invasiones sucesivas fueron llegando a la península estos alimentos. Toda la tremenda empresa de la conquista esta como sintetizada en la reunión, por medio de sus frutos, de las gentes del maíz, con las de la viña y los olivos. Pero también, en el azafrán que colorea la masa y almendras que adornan el guiso, están los siete siglos de la invasión musulmana.
La elaboración de este plato, que la tradición quiere que sea navideño, es laboriosa; se requiere de logística, distribución del trabajo y sabiduría a la hora de preparar el guiso o relleno. En el siglo XIX don Tulio Febres Cordero en su libro Cocina Criolla nos habla de su preparación, cuyo secreto se rige por "la caprichosa ley de los gustos":
Tulio Febres Cordero
La masa de maíz debe llevar un poco de manteca con onoto y quedar blanda, a fin de extenderla lo más delgada posible sobre la hoja de plátano que ha de envolver la hallaca. Esta se forma del modo siguiente: hecha la arepa de masa, más bien larga que redonda, se pone encima de ella, hacia un extremo, la cantidad suficiente de relleno, de modo que no ocupe más de la mitad de la arepa; luego se le pone una cucharada de guiso, cuatro o cinco pedacitos de tocino, repartidos convenientemente, y las alcaparras, aceitunas y pasas que se quiera, añadiéndole por último, un poquito de agua en que está adobado el relleno. Para cerrarla, se cubre todo con la otra mitad de la arepa, doblándola, al efecto, con la misma hoja y comprimiendo enseguida la masa en torno del relleno, para que no se salga el agua.

Con la explicación de don Tulio, quienes no conozcan la hallaca quedarían desorientados, así como mucho venezolano no entendería lo de la "arepa" dentro de una hallaca, pero cualquier poblador de los Andes venezolanos de su época lo entendería claramente.

Para un venezolano, sin hallaca no hay Navidad ni Año Nuevo. Evoca en nosotros los recuerdos de la infancia y llena de añoranza a quienes no se encuentran en la Patria para compartirlas con familiares y amigos. La esperanza de los exiliados, que siempre los ha habido, era "el año próximo, comeremos las hallacas en Venezuela". Su olor es el olor de la Navidad y "las mejores son las de mi mamá".



La arepa de don Tulio, extendida con el relleno

Hacer hallacas tiene mucho trabajo y no vale la pena el esfuerzo para hacer sólo una docena. Entre 80 y 120 unidades por tanda es una cantidad manejable para una familia pequeña. El proceso toma varios días, que es lo que va a permitir elaborar un producto de calidad, que no se descomponga fácilmente.

Recuerdo las de mi infancia. El primer día, iba al mercado con mi tía Trina a "llevarle la bolsa". Allí ella compraba las hojas de plátano ya ahumadas, pero aún con restos vegetales y su vena. Luego pasaba por los puestos de verdulería y escogía lo vegetales necesarios. Parecía un artista escogiendo colores y motivos para un cuadro. Compraba onoto o achote (Bixa orellana), para dar color a la masa) aceitunas rellenas de pimiento, alcaparras y uvas pasas. Luego pasaba por la venta de maíz blanco pilado y compraba todo el necesario (mucho, a mi juicio). Finalmente pasaba por los puestos de carne y compraba tocino crudo, gallina, cerdo y manteca de cerdo (luego lo cambió por aceite de maíz, que no es lo mismo, ni sabe igual). A ese momento son como las 10:30 am del primer día. En la tarde, luego del almuerzo, continuaba su labor.

Montaba una olla de amplia capacidad y ponía a cocinar las carnes (cerdo, gallina, res o la combinación de ellas) hasta que se ablandaran a un punto que ella conocía. Mientras tanto, comenzábamos a preparar las hojas. Con una tijera, cortábamos las venas y luego las hojas a lo ancho de tal manera que todos los trozos tuvieran más o menos el mismo tamaño. Se clasificaban en Hojas de Primera (perfectas, sin perforaciones y muy flexibles); de Segunda (con algunas imperfecciones que podrían sufrir a la hora de doblarlas) y Fajas, para reforzar los empaques y suplir cualquier emergencia. Luego se lavaban con cuidado, Se enrollaban en paquetes de 20 y se hervían para esterilizarlas. Ya es casi de noche. Sólo resta retirar las carnes del caldo y dejarlas enfriar, bajar las hojas del fuego y ponerlas a escurrir.

El segundo día lo dedicaba a la preparación del guiso y a cocinar el maíz pilado. Se escogían los granos y se limpiaban de cualquier impureza. Se lavaban muy bien y hervían hasta que estuvieran cocidos a perfección. Se les dejaba reposar para llevarlos a moler al día siguiente. Pero antes se hacía el guiso. Me permitían cortar los vegetales, mi tía se reservaba para sí el corte de las carnes. Eso tiene su explicación; mientras menos personas intervengan en la preparación del guiso, mucho mejor. Mamá decía que si otras personas metían sus manos en el proceso, el guiso "herviría" al enfriarse (aunque mi hermana Chencha dice que se fermenta si lleva gallina y que ésta debe agregársele alfinal, junto con los adornos). Nunca lo creí hasta que vi cómo se fermentaba rápidamente una paila de guiso, parecía que estuviera hirviendo. Como parte del proceso, mi tía calentaba bastante manteca de cerdo y en ella freía los granos de achote para que soltaran su color. Agregaba la grasa al guiso cuando estuviera montado con el caldo en el que se cocinaron las carnes, debidamente liberado de sus impurezas. Dejaba reducir todo hasta el punto que ella conocía. Lo bajaba del fuego y lo dejaba enfriar.

El tercer día era el más laborioso. Muy temprano en la mañana se llevaba el maíz a ser molido. Eso lo hacía una señora que vivía de moler maíz y hacer arepas. Se pasaba dos veces por la máquina para que la masa quedara muy fina, como nos dice don Tulio Febres Cordero. Mientras tanto, se preparaban los "adornos" y se organizaba el trabajo de ensamblaje en cadena. Primero se amasaba muy bien el maíz molido agregando del caldo reservado de las carnes y manteca coloreada, de la que flotaba sobre el guiso. Si faltaba más grasa, se freía un poco más de aceite o manteca con onoto. La masa tomaba un bello color dorado. En una mesa grande se disponían todos los materiales en orden y mis tías ubicadas como soldados en formación. Una extendía la masa sobre las hojas, otra rellenaba con guiso y adornos y la otra las doblaba y amarraba con hilo de cocina. Se hervía la primera hallaca o "de prueba" para catar la calidad del producto. Ese día no había almuerzo. Como a mediodía me enviaban al restaurant italiano de la esquina a comprar Spaghetti Napoli, ellas comían y seguían con su labor. Como a las 4 de la tarde ya habían terminado y la última tanda de hallacas estaba cocinándose. Se las dejaba enfriar bien antes de guardarlas en la nevera. Para ver la receta de la tía Trina, ingresar por aquí.

A pesar de lo laborioso del proceso, la carestía y la agitación de la vida moderna, el venezolano sigue haciendo religiosamente este tamal. La harina precocida de maíz y la facilidad de comprar las hojas de plátano ya limpias y cortadas, ha facilitado parte del trabajo. Desde el mes de noviembre los restaurantes ofrecen su "Plato Navideño", unos más afortunados que otros, pero todos muy mediocres. Un "Plato" de éstos trata de copiar una cena navideña: hallaca, ensalada de gallina, pernil al horno (o pavo) y pan de jamón. En otra ocasión hablaremos de los diversos componentes de la cena navideña de Venezuela.

Así como cada hogar tiene su receta, cada región tiene su estilo. La hallaca caraqueña es la más barroca de todas y lleva almendras y ciruelas pasas; la andina lleva garbanzos con un guiso crudo y un mayor tiempo de cocción; algunas regiones incluyen comino, otras le dan un toque dulzón y la de Maracaibo es más sencilla junto con la "Angostureña", que no necesita refrigeración. Todas son sabrosas, pero una hallaca mal hecha puede ser infernal. ¡Y que me lo digan!

Para una receta de hallaca de pescado, ingresar por aquí.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Dos platos venezolanos de origen asiático


Cuando mis coterráneos nacionalistas de derecha o indigenistas de izquierda se ponen quisquillosos con lo que los demás comen, y se ponen críticos y hasta moralistas, no me queda sino sonreír por su ingenuidad e ignorancia. Te piden que comas lo autóctono y te acusan como mínimo de "eurocéntrico", burgués o snob. ¿Qué es autóctono? Tal vez no sean tan tontos como para considerar sólo como autóctono o nativo sólo lo que consumían los aborígenes. Si así fuera, no estaría en nuestras mesas el arroz, el plátano, las carnes vacuna o porcina, ni tantos otros ingredientes que son básicos en nuestra alimentación. De la culinaria prehispánica pocas cosas quedan, entre ellas el cazabe y la arepa.

Tal vez no sean tan extremistas. Seguro que se refieren a platos antiguos, producto del mestizaje de América, África y Europa. Entonces quedarían excluidos la mayoría de los platos criollos que han aparecido en nuestras mesas en los últimos 200 años. Algunos como la Galantina de Gallina y el Negro en Camisa siguen detentando nombre y aspecto europeo.  Eliminemos también las pastas alimenticias (Venezuela es su segundo consumidor per cápita después de Italia), la mayonesa de pote y el ketchup  y le asentaremos un duro golpe al "imperialismo" y la "penetración foránea". Sólo hay que imaginarse una mesa venezolana sin los aportes de los siglos XIX y XX. Eliminemos también el Scotch Whisky, que tanto gusta a los revolucionarios y a los burgueses.

El problema se presenta si les preguntas por platos típicos como el pelao guayanés o el tarkarí de chivo de Paria. Jurarán por su madre que esos platos son 100% criollos como el "pan de hallaquita". Pues bien, allí también se equivocan. Tanto el Tarkarí (o talkarí, como también se le conoce) como el Pelao de gallina llegaron a Venezuela junto con el Calalú matutero en el curso del siglo XIX o principios del XX en el equipaje de súbditos del Imperio Británico desde la isla de Trinidad. Dejemos de lado el Calalú, que es de origen afro-antillano, y revisemos nuestros dos platos asiáticos.


Tarkarí de chivo
En la foto vemos un plato de Tarkarí de chivo como lo sirven en los puestos de comida del mercado municipal de Barcelona, estado Anzoáteguí. Es un plato típico del Golfo de Paria que conserva su nombre indostano. En tamil, Tarkarí es sinónimo de curry (si es de papas se llama Aloo tarkari, si es de pollo Murghi tarkari, por ejemplo). Tarkari quiere decir salsa especiada.

Cuando en 1834 el Imperio Británico abolió la esclavitud en sus colonias, procedió a suplir la mano de obra africana que se negaba a volver a las plantaciones, por obreros libres bajo una forma de contratación conocida como indentureship. Primero se trató de introducir trabajadores portugueses y chinos que no pudieron soportar las enfermedades tropicales y las condiciones de las plantaciones. Los sobrevivientes y sus descendientes terminaron dedicándose al comercio. Posteriormente se contrataron obreros en India que sí se adaptaron perfectamente a las nuevas condiciones e hicieron variar completamente el panorama étnico, social y cultural del Caribe angloparlante. Dado el intenso intercambio que hubo en el Golfo de Paria hasta mediados del siglo XX, en algún momento llegó el Tarkarí al puerto venezolano de Güiria donde ha ido evolucionando en el curso de los años.

La versión venezolana es bastante más ligera en polvo curry que su hermana trinitaria, a veces se le agrega vino en su preparación, o tal vez leche de coco. Se sirve acompañado de un puré de plátano verde. Se ha ido extendiendo por la costa de Venezuela donde se sirve con arroz blanco y ensalada como en la foto que tomé en el mercado de Barcelona. El polvo curry que exige la preparación es el hecho en Trinidad, que los güireños llaman Masalá.

Ramón David León, en su Geografía Gastronómica de Venezuela, nos dice (y respeto su rara gramática):

Se prepara con gallina o chivo. El segundo tiene más adictos. Lavada la carne con limón se deja escurrir, y reducida a pequeños trozos, se le suman los siguientes aliños: sal suficiente, cebolla, tomate, pimentón y ajos, todo escrupulosamente picado.Una regular dosis de orégano y de clavos de especia, una pudorosa polvarada de pimienta brava, y vinagre. Mezclado todo se deja en saturación durante una hora. Luego, en el caldero, se pone buena cantidad de aceite y se le agrega masalá, el polvo amarillo que los ingleses llaman curry. Cuando está crepitando el compuesto se le incorpora la carne a los demás ingredientes. se deja cocer, y en pocos momentos antes de bajarlo del fuego se le suman pequeños pedazos de berenjena hasta que ésta se desbarate. También papas convenientemente cortadas. Si se quiere, en vez de aceite, se usa zumo de coco, pero éste hay que ligarlo primero con agua y agregarlo con lentitud.

Nos agrega don Ramón:
General Santiago Mariño
Los costeños pregonan que cuando el general Santiago Mariño y el grupo de patriotas orientales que lo secundaba estuvieron en preparando la invasión en Chacachacare, no hubo día en que no se comieran el sabroso plato. Es un interesante dato histórico que aumenta su valor. Acaso parte del empuje optimista que desarrollaron después los invasores en su empresa lo consiguieron por méritos del talkarí.
Interesante, pero falso dato histórico, pues para el momento no había población de origen indostano en Trinidad, ni se conocía el masalá en el Golfo de Paria. Difícilmente Santiago Mariño Fitzgerald podía haber degustado un rico Tarkarí.



En la foto, tomada de la página Recetas venezolanas, vemos un plato de Pelao Guayanés, conocido también como Pelao de gallina. Al igual que el Tarkarí, el Pelao nos llegó de Trinidad donde es uno de los platos nacionales. Ambas versiones son hijas directas del Pilau indio. Hasta mediados del siglo XX, la manera más fácil de ir desde Caracas a Ciudad Bolívar era tomar un barco que salía de La Guaira, hacía escala en Puerto España y reingresaba a Venezuela por la Boca Grande del Orinoco hasta llegar a su destino. La cocina guayanesa tiene una amplia influencia caribeña gracias a la afluencia de trabajadores antillanos en las minas de oro y diamantes. Estos trajeron consigo el football, el calypso y el pelao, entre otros aportes.

La versión venezolana es un arroz asopado que se ha "españolizado" con el agregado de encurtidos, aceitunas y alcaparras. La tradición quiere que se haga con una gallina robada de patio ajeno y se invite a comer al propietario del animal.

Rubén Osorio Canales en su libro Memorias del Fogón nos describe al pelao tal y como lo hacía su madre, que primero preparaba un caldo de gallina con alas, pescuezo y patas del ave, que se cocinaba suavemente mientras se preparaban los otros ingredientes:

Tomaba una gallina de tres kilos, la limpiaba, la cortaba en presas y la espolvoreaba con sal, pimienta, y un mínimo toque de comino. Luego la llevaba a un caldero grande con aceite y un punto de papelón o de azúcar morena y doraba cada presa por ambas caras, a fuego apenas medio. Las llevaba a papel absorbente para escurrir la grasa y luego procedía a incorporar algo más de aceite y previamente picados, dos cebollas, cinco tallos de cebollín, siete dientes de ajo, un pimentón pequeño, cinco tomates, diez ajíes dulces, todo finamente picado. Después de unos quince minutos de cocción a fuego dulce, removía el sofrito, añadía las presas de gallina y un litro y medio de caldo junto con dos cucharadas de sal, una de pimienta y un punto más de comino. revolvía nuevamente, lo llevaba a un hervor, lo cocinaba por pocos minutos a fuego fuerte, luego lo tapaba y, bajándole el fuego, lo dejaba cocinar por espacio de una hora y media.
Cuando sentía que la gallina estaba blanda pero todavía firme, le añadía cuatro tazas de arroz lavado, litro y medio más de caldo, unas 30 alcaparras, unas 15 aceitunas deshuesadas y rebanadas, y unas cuatro cucharadas de encurtidos cortados en trozos pequeños. Lo dejaba cocinar removiendo de vez en cuando durante 30 minutos. Lo retiraba del fuego, lo dejaba reposar un poco y procedía a servir el arroz con una presa de gallina en cada plato.
Probé el Pelao en Roma en casa de un sacerdote guayanés que era capellán de un asilo. Es en verdad algo delicioso. Lo acompañamos con cazabe que mojamos en el caldo.