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domingo, 14 de octubre de 2012

Una antología poética

Pedro Pablo Barnola, S.J.
1908-1986
En 1935 salió al mercado la primera edición de una antología poética venezolana compilada por el joven jesuita Pedro Pablo Barnola. La tituló Las cien mejores poesías líricas venezolanas. Mi copia corresponde a la 8° edición (UCAB, Caracas, 2002), con una presentación del padre Basilio Tejedor, C.M.F, de la cual extraemos algunos datos:
Desde la primera edición de Las cien mejores poesía líricas venezolanas (1935) este florilegio -que eso quiere decir antología- ha cumplido sus objetivos. Y seguirá cumpliéndolos, sin duda. Porque un libro que ha alcanzado ocho ediciones se avala por sí mismo. No obstante, llenará los objetivos con que fue elaborado en su espacio y tiempo. El mismo antólogo lo manifestó claramente en el originario "Al discreto lector" y en las notas previas a las siguientes ediciones.
El Padre Pedro Pablo Barnola, S.I., compilador de esta colección de poesía, notó muy pronto -siempre dispuesto para su Noto y anoto- la necesidad de poner en las manos del público en general un conjunto de poemas venezolanos que lo deleitaran y lo formaran. Algunos repertorios llamados Parnasos de poesía, o la Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos, de José M. Rojas, recopilación de textos tanto de prosa como de verso, no reunían ciertamente condiciones para llegar al gran público por su volumen excesivo o por no ser ediciones de cómodo manejo o de fácil adquisición. Pedro Pablo Barnola, dedicado pronto a las Bellas Letras, vio y adoptó ya a sus 27 años la solución de esta carencia en el país con la publicación de Las cien mejores poesías líricas venezolanas. ...  (...)
Basilio Tejedor, C.M.F.
1931-2004
Y para cerrar la presentación de la octava salida de las cien mejores poesías líricas venezolanas, me parecen muy oportunas las palabras de Barnola, en la primera edición de su obra, tomó de Meléndez y Pelayo con el fin de expresar el modo de entender y valorar -ambos antólogos- estas colecciones de poesía, sin excluir lo que entrañaban de cultura y de conocimientos: son "antologías breves y de amenidad, formadas no para enseñar prácticamente el desarrollo de una cultura, sino para dar apacible solaz al ánimo de las personas amigas de lo bello y para exprimir en breves hojas el jugo y la quintaesencia de numerosos volúmenes en que las páginas dignas de vivir son relativamente escasas".
En vida de su compilador, esta antología fue evolucionando. El padre Barnola, a medida que avanzaba la poética nacional, extraía unos poemas y agregaba otros de tal manera que siempre estaba actualizada. La última edición en vida del jesuita comenzaba con Anhelo, de María Josefa Paz del Castillo -sor María de los Ángeles- (1770-1818) y concluía con Alada estación, de Juan Beroes (1914-1975). La edición del padre Tejedor contiene un apéndice con 35 poemas que, en alguna oportunidad, fueron incluidos por el padre Barnola.

Este florilegio, en sus 77 años de existencia, sigue teniendo una ventaja sobre otras antologías venezolanas, incluyendo la de Luis Edgardo Ramírez: su tamaño. Es fácil de manejar y transportar. La Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos, de J. M. Rojas, si se consigue -sé donde-, es un grueso volumen de 808 páginas; la Antología de la poesía venezolana, de Rafael Arráiz Lucca son dos tomos de tapa dura, y El primer libro de literatura, ciencias y bellas artes (1895), además de ilocalizable, tiene un tamaño poco práctico para su lectura frecuente.


jueves, 31 de mayo de 2012

Ribas y la Inmaculada Concepción

Inmaculada Concepción
Juan Pedro López
Colección Museo de la Quinta de Anauco
Era febrero de 1814 y las hordas infernales del feroz astur José Tomás Boves amenazaban dar al traste con la precaria libertad de los venezolanos. Como siempre, los soldados patriotas, niños casi, reclutados del Seminario y la Unversidad de Caracas, se acogieron bajo la protección de la Inmaculada Concepción, quien inspiró episodios de fe y heroísmo sin par. Veamos lo que nos dice el padre Pedro Pablo Barnola SJ:
El año 1814, durante lo  más crudo de la guerra, un sector del ejército patriota se halla asediado dentro de la ciudad de La Victoria. El jefe de las tropas es el joven y valiente general José F. Ribas. Y atacando con irresistible ímpetu viene el feroz jefe realista Boves con sus escuadrones de llaneros medio salvajes. Ribas sólo cuenta con unas tropas juveniles, poco entrenadas y agotadas por el esfuerzo de la lucha desigual. Comprendiendo la gravedad del momento, Ribas, lleno de fe, pone sus tropas y la defensa de la ciudad bajo la protección de María Inmaculada, y hace promesa de, si obtiene el triunfo, mandar celebrar a perpetuidad una misa de acción de gracias en su honor. El 12 de febrero, tras duras horas de combate, el enemigo se sintió impotente par rendir la ciudad, y se retiró en franca derrota. Pocos días más tarde, el Ayuntamiento de Caracas recibió una nota oficial del Gral. Ribas, en la que se leen estas palabras: "La sangre generosa de los ilustres caraqueños derramada en La Victoria y la protección visible de María santísima de la Concepción, fueron los que salvaron la Patria en aquel memorable día; yo suplico encarecidamente a USS. que todo el premio que debía asignárseme recaiga en beneficio de tantas viudas y huérfanos que justamente merecen el recuerdo de la Patria; y espero de la Municipalidad marque este día para bendecir a la Madre de Dios con el título de la Concepción, jurándole una fiesta solemne anual en la santa Iglesia Metropolitana a que deben asistir todas las corporaciones, y exhortando a las demás ciudades y villas para que en gratitud ejecuten lo mismo. Yo protesto a USS. que estos son mis deseos y que llegándolos a conseguir, grabarán en mi pecho eterno reconocimiento, y aseguro de la mejor fe que no es la moderación la que me hace explicar en estos términos, sino la justicia."
José Félix Ribas
1775-1815
No era esta la primera vez que el Gral. Ribas, nos dice el padre Barnola, mostraba sus sinceros sentimientos marianos. Cuando el 22 de julio de 1813 obtuvo con un reducido ejército la importante batalla de Los Horcones, pasó luego a la cercana ciudad de Barquisimeto, y entrando en la iglesia se postró ante el altar de Nuestra Señora de la Paz y depositó a los pies de su imagen la espada victoriosa, mientras pronunciaba fervorosamente frases de acción de gracias por un triunfo que atribuía a la protección de aquella celestial patrona.

Triste fue el fin de este gran militar caraqueño. Ribas fue capturado por los realistas en los alrededores de Valle de la Pascua. El Justicia Mayor de Tucupido, Lorenzo Figueroa Barrajola, quien reclamó al prisionero como suyo, ordenó su muerte el 31 de enero de 1815. Con grandes vejaciones fue trasladado a la Plaza Mayor de Tucupido, donde fue fusilado. Al pie de un árbol a escasos metros de la mencionada plaza su cuerpo fue desmembrado, la cabeza frita en aceite fue enviada a Caracas, donde, cubierta con el gorro frigio que solía usar, la colocaron en la Puerta de Caracas dentro de una jaula en La Puerta de Caracas, en el camino a La Guaira, donde hay un monumento en su memoria. Sus brazos y piernas colocadas en los cuatro puntos cardinales del pueblo en represalia a los patriotas de la zona. Su viuda, Josefa Palacios, tía materna de Simón Bolívar, se negó a salir de su casa hasta que Caracas fue recuperada por los patriotas en 1821. Esa era gente de convicciones firmes, sin duda.

sábado, 5 de mayo de 2012

Extensión del culto mariano en Venezuela

Nuestra Señora de Caracas
Escuela de los Landaeta 1760
Colección Fundación John Boulton,
Caracas
Foto tomada de http://fundaciónboulton.com
Cuando comencé la serie de artículos sobre Nuestra Señora de Coromoto, cité al P. Pedro Pablo Barnola SJ, de su obra La Santísima Virgen en Venezuela, que escribió, a solicitud de un editor en París (M. Beauchesne) para una pequeña enciclopedia titulada MARIA, en tres tomos a cargo del P. P. H. Manoir, SJ. Es un trabajo sin pretensiones de originalidad, sino para cumplir con el pedido que tenía condiciones preestablecidas: concisión, llaneza de estilo, y fundamento histórico. El texto fue traducido al francés y enviado a París y publicado luego en su versión castellana por el autor en 1949 y luego tuvo una segunda edición en 1980, cuando amplió información sobre la Virgen de Coromoto. Volvemos ahora al padre Barnola para continuar nuestra gira mariana por Venezuela y la iremos completando con aportaciones de otros autores.

Barnola comienza su artículo con estas palabras:
Venezuela puede con toda propiedad llamar nación mariana. El culto y devoción a María Santísima aparecen de manifiesto en toda su historia. Al igual que las demás naciones hispanoamericanas, Venezuela recibió juntamente con la civilización y la fe cristiana, aquella profunda y popular devoción a María Santísima tan tradicional en España.
Junto a esta religiosidad y devoción hispana, subyacen los elementos aborígenes y africanos que le dan un carácter especial a la manera en que nos relacionamos con Dios, la Virgen y los santos. No me refiero a las religiones sincréticas como el culto a María Lionza, o las abominaciones importadas de las Antillas o del Altiplano, sino al catolicismo criollo. El venezolano no frecuenta los sacramentos, pero no se atreve a comulgar sin haber hecho una buena confesión; es una fe visual donde el símbolo y el objeto de culto son importantes. Existe el temor reverencial a ofender a Dios y a la Virgen, pero también la esperanza de que Nuestra Señora del Monte Carmelo nos ayude a evitar una mala muerte. Dios proveerá, decimos. Veamos lo que nos dice el padre Barnola:

Nuestra Señora del Carmen
Punta Piedras, estado Zulia
...Y para el común de la gente del pueblo, hombres y mujeres, existe en todas partes con permanente vitalidad la cofradía de Ntra. Sra. del Carmen. Esta es sin duda la advocación que más seguidores atrae bajo el manto de María. Hay afán universal por tener impuesto el escapulario del Carmen. Personas poco exactas en sus cumplimientos religiosos, oyen sin embargo la Santa Misa y comulgan cada año el 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen. por esta razón en Venezuela se ha extendido el tiempo hábil para el cumplimiento Pascual hasta dicha fiesta de la Virgen del Carmen, ya que muchas personas sólo entonces se acercan a confesar y comulgar.
Todas las iglesias, aún las más pobres, ponen todo cuanto tienen para celebrar con el máximo esplendor el Mes de maría o Mes de Mayo;...Y una solemnidad semejante suele darse también a los nueve días preparatorios a la fiesta de la Inmaculada Concepción. 
Rara será la iglesia que no tenga varios altares con imágenes de María bajo diversas advocaciones.

Inmaculada Concepción
Colección Museo de Arte Colonial
Quinta de Anauco, Caracas
www.quintadeanauco.org.ve
Familias, Iglesias y Colegios suelen tradicionalmente escoger como fecha invariable para la Primera Comunión de los niños o el mismo día de la Inmaculada Concepción o el último del mes de María. Tan universal y profunda es la devoción mariana, que no hay iglesia en la que no se celebre, con toda solemnidad, durante el año, alguna festividad particular y típica en honor de María Santísima. Pero además debemos mencionar los numerosos santuarios regionales donde desde hace uno, dos o tres siglos se rinde culto y devoción singularísima a María bajo diversas advocaciones. En no pocos casos se trata de imágenes cuyo origen está envuelto en cierto halo de misterio y aun de prodigio. Comenzando con la imagen que ofrece más antiguo origen colonial que es la Virgen de la Consolación de Táriba, siguen luego: la del Socorro de Valencia; la del Valle en Margarita; la de Altagracia en Quíbor; la de Copacabana en Guarenas; la de las Mercedes en Caracas; la del Socorro en Barcelona; la del Rosario de Durí; la de Coromoto en Guanare; la de la Soledad en (la Iglesia de) San Francisco de Caracas; la de la Caridad en San Sebastián (de los Reyes); la de la Guía en Caracas; la de la Corteza en Acarigua; la del Rosario en Paraute; la de Belén en San Mateo; la de la Peña Admirable en Parapara; la Divina Pastora en Caracas; la Chiquinquirá en Aregue, y la misma Chiquinquirá en Maracaibo; la del Arroyo en El Sombrero; la de la Consolación en Villa de Cura; la de la Valvanera en El Tocuyo; la de la Zerpa en Sicoque; la del Espejo en Mérida; la de las Angustias en Cocorote; la de San Juan en Barquisimeto; la de Begoña en Naguanagua; la del Rosario de Currucay en Macarao; la Divina Pastora en Santa Rosa (estado Lara); la Coromoto de Naiguatá; de la Encarnación en Caucagua; la del Buen Viaje en Platanales; la de Lourdes  en Maiquetía; la del Sagrado Corazón en la Catedral de Caracas; la del Rosario del Real.
Es de advertir que cada una de estas imágenes ejerce en las porciones de territorio donde existe un santuario una poderosa influencia en la fe y la piedad de las gentes. Y sobre todo esa fe se caracteriza por una inalterable y sincera resignación en los trabajos y sufrimientos de su pobre existencia. Todo lo aguantan, jamás se quejan de nada, y para todo tienen siempre una exclamación piadosa de esperanza en Jesucristo y en su Bendita Madre.
La lista del padre Barnola podría llevarnos en peregrinación por toda Venezuela. En verdad, provoca hacer un calendario y salir de romería. Trataremos de documentar estas devociones marianas para ver si aprendemos algo antes de tomar carretera.

P. Pedro Pablo Barnola SJ
1908-1986
Pedro Pablo Barnola, SJ, nació en Caracas el 28 de junio de 1908 y murió en su ciudad natal el 12 de enero de 1986. Además de sacerdote jesuita (primer venezolano en ingresar a la Compañía de Jesús), fue Doctor en filosofía y letras, ensayista, crítico literario, humanista y  educador.
En 1932 recibió el título de Doctor en filosofía (España).  Entre 1935-40, permaneció en Estados Unidos estudiando teología dogmática y moral, derecho canónico y sagradas escrituras en el Alma College de la Universidad de Santa Clara en California. Ordenado sacerdote en 1938. En 1954 obtuvo el Doctorado en filosofía y letras en la Universidad Javeriana de Bogotá. Dedicado a la docencia por 25 años; fue profesor del Colegio San Ignacio de Loyola y de la Universidad Católica Andrés Bello, ambos en Caracas. Rector de la UCAB (1955-59). Durante su ejercicio como Rector de la UCAB, en 1957, detenido por la Seguridad Nacional de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y luego enviado a Barquisimeto por sus superiores.

De 1948 al 53 dirigió la revista SIC. El 29 de noviembre de 1952 fue recibido como individuo de Número por la Academia Venezolana de la Lengua, institución de la que llegó a ser director entre 1967 y 1975.  Miembro de la Comisión Asesora para la edición de las Obras completas Rafael María Baralt y de Andrés Bello. Mantuvo una columna llamada Noto y anoto, en el diario El Nacional, donde exteriorizó su preocupación por mantener la pureza del lenguaje castellano en Venezuela como factor de identidad cultural.

En 1953 obtuvo el Premio Municipal de Prosa y en 1973 el Premio Nacional de Literatura, mención investigación y ensayo por su libro Afirmaciones de Cultura. La extensa obra del padre Barnola abarca temas de historia, así como temas de crítica y de historia literaria. Algunos títulos: El Bellismo que Necesitamos, ¿Por qué Bolívar?, Eduardo Blanco, creador de la Novela Venezolana, La poesía de Bello en sus Borradores, ¿Por qué Caracas se llama Santiago de León de Caracas?, Raíz y Sustancia de la Civilización Latinoamericana, entre otros títulos.