martes, 19 de febrero de 2013

Eduardo Blanco en pose

Hace unos meses compré un ejemplar de Fijar la patria; Eduardo Blanco y el imaginario venezolano (bid & co. Editor, Caracas, 2011), que es una selección de ensayos orienta a aproximarnos sistemáticamente a la figura y obra de Eduardo Blanco (1839-1912), figura destacada de las letras venezolanas del siglo XIX, y autor de dos obras que se han aposentado en el imaginario colectivo nacional: Venezuela heroica y Zárate. La edición fue coordinada por Beatriz González-Stephan y Carlos Sandoval y contó con la participación de reconocidos especialistas en la materia. En otra oportunidad reseñaré este libro.
Eduardo Blanco
por Antonio Herrera Toro, 1883
Hoy lo aprovecho para colocar dos cuadros venezolanos y presentarlos con comentarios extraídos del libro en referencia. El primero de ellos es un retrato del escritor, comisionado por éste a Antonio Herrera Toro, en la cúspide de su carrera (arriba). En los dos últimos años Eduardo Blanco había publicado, con éxito de best seller, Venezuela Heroica (1881) y Zárate (1882). En él se le presenta:
... en el apogeo de su fama como escritor. Consciente del vedetismo que rodeaba a los artistas, asumió la compostura de una individualidad con clase y temperamento, con un determinado lenguaje corporal dramático que habían impuesto las tarjetas de visita. La importancia de aparecer en forma natural y en una pose que identificara al sujeto con sus quehaceres profesionales lo distanciaba del solemne estilo del retrato tradicional. Exhibiendo la moda francesa, al llevar un traje oscuro y sin adornos, marcaba un nuevo tipo de masculinidad seria y adusta, y más cónsona con el hombre de estado. El vestuario y las formas exteriores ahora constituirían la identidad del sujeto.
Eduardo Blanco tenía un físico envidiable y fue, además, un gran escritor para el gusto de la época. Supo sacar provecho de ambas circunstancias y a la vez servirle a la patria donde él se desempeñaba mejor; escribiendo y levantando ánimos en el contexto de una "república fallida".
De naturaleza enfermiza y flemática, a pesar de tener una musculatura envidiable, nunca estuvo bien equipado para el ejercicio militar -del que se retiró rápidamente-, para dedicarse más bien, entre otros, a los relatos épicos y fabulaciones entre caballeros y bandidos, damas fatales y hombres de bien. Probablemente había descubierto que era más eficaz como soldado de las letras que de las armas. Y también probablemente como hijo de una familia mantuana, no estuvo demasiado interesado en una guerra (la Guerra Federal) cuyo trasfondo poco favorecia a las oligarquías terratenientes. Prefirió así escribir sobre guerras ya lejanas que pocos recordaban, lo que le permitió un amplio margen de libertad para acomodar la realidad de los hechos a los gustos más literarios de la época.
Allí estuvo la clave del éxito literario de Blanco quien, con los cuadros de Venezuela heroica, supo despertar un sentimiento y un orgullo nacionales hasta el momento en decadencia. Aún hoy es libro de lectura obligatoria en las escuelas venezolanas. Llegó a donde otros escritores no alcanzaban y mantuvo su popularidad hasta el día de su muerte. Las letras no bastan para explicar este logro; él era también un hombre de mundo que sabía promocionarse y era casi un símbolo sexy en la Caracas de entonces.
...Era una vedette, una celebridad, un "gran personaje" como diría Santiago Key-Ayala de él, "con su porte olímpico y continente señoril, que lo hacían inconfundible"; hombre gallardo, alto, elegante, vestido a la última moda parisina, con barba y bigote al estilo Napoleón III, mimado por las damas caraqueñas, aclamado en los salones y cafés, asiduo concurrente a coleos de toros, protagonista en las fiestas y saraos, amigo íntimo de los artistas plásticos del momento...
Esta la amistad con los pintores más importantes del momento, para quienes posaba como modelo para sus cuadros (sería interesante saber los nombres de los héroes nacionales que llevan el cuerpo de don Eduardo), lo que nos lleva a Miranda en La Carraca, de Arturo Michelena, para el cual Blanco sirvió de modelo.
... Cuando el cuadro de Michelena estuvo terminado, largas filas de personas, por varios días, concurrieron para verlo, y no para apreciar precisamente la obra del artista, sino para ver la transfiguración de Eduardo Blanco en un personaje histórico. Lo que interesaba sobremanera era la simulación, la perfección del disfraz, la capacidad de optar por otras identidades. En otras palabras, nuestro autor era lo que se dice un showman, un actor. Muy lejos de lo que sería el escritor bohemio, pero también distanciado del perfil del artista romántico.

Miranda en La Carraca
por Arturo Michelena

1 comentario:

  1. Buenas noches, sabrá quién es la primera persona que afirma, con pruebas reales, que Eduardo Blanco realmente fue el modelo de Miranda en La Carraca? Ese dato se repite en publicación tras publicación pero nunca citan la fuente original. Las fuentes de la época no lo mencionan, sólo libros de factura "reciente". Cómo saber si realmente Eduardo Blanco posó para el Miranda de Michelena?

    ResponderEliminar