viernes, 13 de septiembre de 2013

Los ratones de fray Martín

San Martín de Porres

Hace unos días compré un ejemplar de Tradiciones peruanas (Cátedra, Madrid, 2006) del lingüista y narrador Ricardo Palma. El libro contiene 76 de las 453 tradiciones publicadas por el autor. Es ésta un clásico de la literatura latinoamericana que no debería faltar en una biblioteca de habla castellana. Los editores nos dicen que don Ricardo es "un narrador nato, un contador de historias que encuentra en el devenir del tiempo un riquísimo filón que explota durante toda su vida. Por eso sus tradiciones son tan personales. En ellas se revela la historia que no aparece en los textos. Son certificación de un lenguaje castizo, de una manera inédita de contar un acontecimiento, desvelar un misterio o satisfacer una curiosidad, corriendo el velo que envuelve secretos de palacio, claustro, alcobas y conventillos".

Desde muchacho conocí algo de la obra de este insigne peruano, quien se mantenía en contacto con lo más granado de la lengua castellana de este y el otro lado del charco. Una obra quizá mas importante y menos conocida de Palma fue su ardua lucha ante la Real Academia de la Lengua para que aceptara la incorporación de americanismos, algo que hoy no llama la atención.

Anoche, mientras me deleitaba leyendo las mil y una aventuras de virreyes, libertadores, cortesanas, frailes, monjas, indios, criollos y castellanos, me topé con unas anécdotas de San Martín de Porres, para entonces beato, titulado Los ratones de fray Martín, de donde extraigo unos breves párrafos que nos permitirán saborear la grata prosa de Ricardo Palma:
(...) Y aquí noto que, habiéndome propuesto sólo hablar de los ratones sujetos a la jurisdicción de fray Martín, el santo que se estaba yendo al cielo. Punto con el introito y al grano, digo, a los ratones.
Fray Martín de Porres tuvo especial predilección por los pericotes, incómodos huéspedes que nos vinieron junto con la conquista pues hasta el año de 1552 no fueron estos animalejos conocidos en el Perú. Llegaron de España en uno de los buques que, con cargamento de bacalao, envió a nuestros puertos un don Gutierre, obispo de Palencia. Nuestros indios bautizaron a los ratones con el nombre de hucuchas, esto es, salidos del mar.
En los tiempos barberiles de Martín, un pericote era todavía casi una curiosidad, pues, relativamente, la familia ratonesca principiaba a multiplicar. Quizá desde entonces encariñóse por los roedores, y viendo en ellos una obra del Señor es de presumir que diría, estableciendo una comparación entre su persona y la de los chiquitines seres, lo que dijo un poeta:
El mismo tiempo malgastó en mí Dios
que en hacer un ratón, o lo más dos.
Cuando nuestro lego desempeñaba en el convento las funciones de enfermero, los ratones campaban como moros sin señor en celdas, cocina y refectorio. Los gatos, que se conocieron en el Perú desde 1537, andaban escasos en la ciudad. Comprobada noticia histórica es la que los primeros gatos fueron traídos por Montenegro, soldado español, quien vendió uno, en el Cuzco y en doscientos pesos, a don Diego de Almagro e Viejo.
Aburridos los frailes por la invasión de roedores inventaron diversas trapas para cazarlos, lo que rarísima vez lograban. Fray Martín puso también en la enfermería una ratonera, y un ratonzuelo bisoño, atraído por el tufillo del queso, se dejó atrapar en ella. Libertólo el lego, y colocándolo en la palma de la mano, le dijo:
- Váyase, hermanito, y diga a sus compañeros que no sean molestos ni nocivos en las celdas; que se vayan a vivir en la huerta, y que yo cuidaré de llevarles alimento cada día.
El embajador cumplió con la embajada y desde ese momento la ratonil muchitanga abandonó claustro y se trasladó a la huerta. Por supuesto que fray Martín los visitó todas las mañanas, llevando consigo un cesto de desperdicios o provisiones, y que los pericotes acudían como llamados con campanilla.
Mantenía en su celda nuestro buen lego un perro y un gato, y había logrado que ambos animales viviesen en fraternal concordia. Y tanto, que comían juntos en la misma escudilla o plato.
Mirábalos una tarde comer en sana paz, cuando de pronto el perro gruño y encrespóse el gato. era que un ratón atraído por el olorcillo de la vianda, había osado asomar el hocico fuera de su agujero. Descubriólo fray Martín, y volviéndose hacia perro y gato, les dijo:
- Cálmense, criaturas de Dios, cálmense.
Acercóse enseguida al agujero del muro y dijo:
- Salga sin cuidado, hermano pericote. Paréceme que tiene necesidad de comer; apropíncuese, que no le harán daño.
Y dirigiéndose a los otros dos animales añadió:
- Vaya, hijos, denle siempre un lugarcito al convidado, que Dios da para los tres.
Y el ratón, sin hacerse rogar, aceptó el convite, y desde ese día comió en amor y compañía con perro y gato...

Ricardo Palma
(1833-1919)

4 comentarios:

  1. Buenos días! Desde que por primera vez me encontré con su blog, la pregunta que me hago es: Por Dios... cuantos libros ha leído este señor?

    Esto es lo mejor, leer y saborear la lectura!

    Que tenga un buen fin de semana y mis saludos desde Grecia!

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    1. Gracias.

      He leído muchos, desde que aprendí a leer y escribir. Es uno de los pasatiempos más gratos.

      Feliz fin de semana en la bella Grecia, desde Caracas.

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  2. Juntos comen en un plato/ perro, pericote y gato
    Olmar, ora admiradora de D. Ricardo Palma, desde que lo conoci en 5° año de bachillerato

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    1. Siempre es grato reencontrarse con don Ricardo. Todas esas tradiciones peruanas tienen su chispa y gracia.

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