JÚPITER Y EL CABALLO
El Caballo se acercó al trono de Júpiter y dijo:
-Padre de los brutos y de los hombres: se dice que soy una de las criaturas más hermosas con las que has adornado el mundo, y mi amor propio me induce a creerlo.; pero ¿no se me pudiera mejorar todavía?
-Y ¿en qué te parece que se pudiera mejorarte? -contesto el dios, bondadoso.
-Tal vez -prosiguió el caballo-fuera yo más ligero, si fuesen mis piernas más altas y delgadas; un cuello más largo como el del Cisne, no me sentaría mal; pecho más ancho aumentaría mis fuerzas; y una vez que me has destinado a llevar a tu favorito el hombre, bien se me pudiera haber criado con la silla que solícito me pone el jinete.
-Bien -repuso Júpiter-: aguarda un instante.
Entonces pronunció con gravedad el dios la palabra de la creación, brotó la vida del polvo, reunióse la materia orgánica, y de repente se plantó en pie delante del trono... el deforme Camello.
Vióle el Caballo, se espeluznó y tembló con horror espantoso. Entonces habló Júpiter así:
-Ahí tienes piernas más altas y delgadas; ahí cuello más largo, parecido al del Cisne; ahí pecho más ancho; ahí la silla natural ¿Quieres que te transforme así, amigo caballo?
El Caballo volvió a temblar.
-Anda -prosiguió Júpiter-: lleva la lección esta vez sin llevar castigo. Pero, para que de cuando en cuando recuerdes tu temeridad, subsiste así tú, nueva criatura -y echó Júpiter una mirada al Camello-; y que nunca pueda verte el Caballo sin estremecerse.
Fábula de Gottlieb Ephraim Lessing (1729-1781), uno de los más notables escritores críticos y dramáticos alemanes. Médico de profesión, abandonó la medicina para dedicarse al teatro.
Lessing escribió el apólogo, partiendo de un principio diferente del que han tomado por base los fabulistas de otras naciones, los cuales trataron siempre de expresar la moralidad del modo más claro. Lessing se propuso dejársela adivinar al lector, creyendo sin duda, y no sin motivo, que de una misma composición se podía sacar un documento moral, otro literario, otro político o bien religioso, y que este documento o máxima podía ser diverso en cada país y en cada época; fijando la moralidad, sólo servía la fábula una vez; omitiéndola, podía usarse siempre.
Fuente:
Repollés, J. Las mejores fábulas
Bruguera, Barcelona, 1974
Camello bactriano |
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