martes, 8 de julio de 2014

Erecteo

Erecteión, por Lancelot Théodore  (Comte de) Turpin

En plena Acrópolis de Atenas, cercano al Partenón, se encuentra un edificio llamado Erecteión. Pausanias, quien hizo una excelente guía turística de Grecia lo menciona en su visita a Atenas. Al parecer no le impresionó este bello edificio y, en su Descripción de Grecia, Ática y Élide (Alianza Editorial, Madrid, 2000), hace unas breve descripción de monumento:
Existe igualmente un edificio llamado Erecteo. Delante de la entrada está el altar de Zeus Hipato, donde no sacrifican seres vivientes, sino que ofrecen pasteles; ni siquiera a emplear vino. Al entrar en él, hay altares, uno de Posidón, sobre el que, conforme a los presagios de un oráculo, hacen sacrificios también a Erecteo, otro de héroe Butes, y un tercero de Hefesto. En los muros se ven pinturas de la familia de los Bútadas, y -como el edificio es de doble cámara-, dentro hay un pozo con agua de mar. Esto no es nada asombroso, puesto que pueblos de tierra adentro los tienen, como Afrodisias de Caria, entre otros. Sin embargo, este pozo merece la pena mencionarlo porque permite oír el eco de las olas cuando sopla en viento sur. En la roca está la señal de un tridente. Se dice que ésta fue la señal que mostró Posidón en su disputa por la posesión del lugar.
Debió ser interesante visitar Atenas con la guía de Pausanias y ver todos los tesoros que albergaba no sólo en la Acrópolis, sino también en toda la cuidad.

Ahora, ¿Quién era el tal Erecteo? Éste héroe, según Homero, era honrado desde antiguo por los atenienses con sacrificio de bueyes. Higinio, en sus Fábulas mitológicas (Alianza Editorial, Madrid, 2009) nos aclara y sobre el personaje y la marca de Poseidón:
Erecteo, hijo de Pandión, tuvo cuatro hijas que juraron darse muerte, si una de ellas moría.
En esa época Eumolpo, hijo de Neptuno, llegó para atacar Atenas, porque decía que la tierra había pertenecido a su padre.
Fue derrotado con su ejército y murió por los atenienses, pero Neptuno, para que Erecteo no se regocijara de la muerte de su hijo, exigió que su hija le fuera ofrecida en sacrificio.
Así, al ser sacrificada su hija Ctenia, las demás se mataron conforme a su promesa; y, a ruegos de Neptuno, Júpiter golpeó con un rayo al propio Erecteo.
El Erecteión, por Edward Dodwell (1821)

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