lunes, 30 de junio de 2014

Un recuerdo para Ramón Jota

Ramón J. Velásquez (1916-2014), por Rayma

La Parca nos ha privado de Ramón J. Velásquez (1916-2014), abogado, periodista, historiador y político, testigo excepcional de la historia del siglo XX de Venezuela. Ciudadano integral, dedicado a la promoción de la democracia y a la investigación histórica, escribió hasta el último día de su vida.

Algunos de sus libros, como La caída del liberalismo amarillo; tiempo y drama de Antonio Paredes y Confidencias imaginarias con Juan Vicente Gómez, son ya clásicos en la historiografía venezolana. En su obra como historiador busca rescatar la historia política de Venezuela con numerosos títulos de diversos temas. Así mismo, desde el Archivo Histórico de Miraflores y la Biblioteca de autores y temas tachirenses, propició la edición de páginas desconocidas u olvidadas.

Llegó a ser Presidente interino de la República en 1993-1994, en una gestión que aún es controvertida. Él asumió la designación como un deber cívico para mantener la democracia en un momento en que la sociedad venezolana, como los lemmings se dedicaba a destruirla y a buscar un Mesías que les resolviera sis problemas. Buscando hoy entre mis libros, me topé con El Doctor Velásquez, una historia nunca contada (Proculta, San Cristóbal, 2012), por Luis Hernández Contreras. Allí encontré que Ramón Jota le había comentadio a un vecino:
Como Venezuela es un circo de atracción muy viejo, han escogido al más viejo de los maromeros para que camine en la cuerda floja, pero le han quitado el telón que impedirá que al caerse se mate. Pero a mi no me va a pasar nada.

PAZ A SU ALMA 

jueves, 26 de junio de 2014

La Ratatouille y la Greixonera

La ratatouille hecha en casa según la receta de Saveurs

Desde hace unos meses debía una receta de ratatouille a mi amigo Pedro, médico y ávido lector quien me inició en la obra de Jorge Luis Borges. El retraso no se debió a la pereza ni a la dificultad de conseguir los ingredientes, sino, por el contrario, a la abundancia de recetas para la preparación de este guiso de vegetales de decisivo gusto provenzal.

En efecto, casi cada libro de cocina francesa tiene su propia versión, así me revisé hasta que encontré una que fuera auténtica y sabrosa. La encontré en Saveurs Cook Authentic French (Chronicle Books, San Francisco, 1999), producido por los editores de la afamada revista culinaria Saveurs. Esta receta sigue la tradición nizarda que requiere una larga preparación; pasos que no deben ser saltados si se desea un buen resultado. Conviene, dicen los provenzales, preparar más ratatouille de lo que se necesita, pues se puede comer luego frío o caliente. Acompaña bien pescados, aves y carnes a la brasa. LO que sobra se puede disfrutar sobre alguna rueda de pan rústico. Espero que Pedro lo prepare pronto y que le guste.

RATATOUILLE
8 porciones

Ingredientes: 

  • 3 berenjenas medianas cortadas en cubos de 5 cm
  • 4 calabacines medianos, cortados en cuartos a lo largo y luego en trozos de 5 cm
  • Sal gruesa o Kosher
  • 1/2 taza de aceite de oliva extra-virgen
  • 6 cebollas medianas, peladas y cortadas en ruedas finas
  • 4 pimentones (medianos) rojos o verdes, descorazonados, despepitados y cortados en tiras de 2.5 x 5 cm
  • 6 tomates pequeños, pelados, despepitados y cortados en cuartos
  • 8 dientes de ajo, pelados y cortados menudo
  • 20 hojas de albahaca fresca
  • 1 ramillete de perejil fresco, sin los tallos
  • 8 ramitas de tomillo fresco
  • Pimienta negra recién molida


Preparación:

  1. Ponga las berenjenas y los calabacines en dos coladores separados y mezcle cada uno con una cucharada de sal gruesa. Deje drenar por 30 minutos. Seque con toallas de papel absorbente.
  2. Caliente 2 cucharadas de aceite de oliva a fuego medio-bajo en una sartén amplia. Agregue las cebollas y saltee hasta que estén transparentes, aproximadamente 15 minutos; entonces transferirlas a un bowl y se dejan de lado. Agregue 2 cucharadas de aceite a la misma sartén, incremente el fuego a medio-alto, agregue la berenjena y saltee hasta que esté dorada, aproximadamente 20 minutos. Transferir la berenjena a una olla grande y pesada y cubrir con una capa ligera de las cebollas reservadas. Agregue 2 cucharadas e aceite a la sartén, agregue los calabacines y saltee hasta que doren, aproximadamente 10 minutos. Transfiera a la olla y cubra con una ligera capa de cebolla. Agregue una cucharada de aceite a la sartén, agregue los pimentones y saltee hasta que las orillas tomen un color marrón, aproximadamente 15 minutos. Transfiera a la olla y cubra con una ligera capa de cebolla.
  3. Agregue la última cucharada de aceite a la sartén, entonces adiciones los tomates, ajo y albahaca, apretando ligeramente con la parte trasera de un tenedor (o una espátula de madera) y cocine hasta que espese ligeramente, aproximadamente 15 minutos. Transfiera a la olla, agregue las cebollas restantes, perejil y tomillo. Sazone con sal y pimenta al gusto.
  4. Cocine a fuego muy suave (el término es mijoter), parcialmente cubierto, revolviendo ocasionalmente, por 1 hora y media. Ajuste la sazón y cocine por 30 minutos más.

Es importante procurar que los calabacines sean medianos, pues muy pequeños se desharían y demasiado grandes quedan duros. Vale la pena no saltar los pasos porque el resultado es excelente.

Greixonera d'albergines, con pescado a la plancha

Los mallorquines tienen dios platos parecidos a la ratatouille: El Tumbet y la Greixonera de albergines. A fin de ilustrar sobre esta especialidad balear recurriremos a Entrar en la cocina de Mallorca, Menorca, Ibiza y Fromentera, por Caty Juan de Corral. La receta es simple y se prepara en una pieza de barro vidriado que se llama precisamente Greixonera. Veamos:

GREIXONERA D'ALBERGINES


Ingredientes:
  • 4 berenjenas tiernas
  • 2 pimientos rojos gruesos
  • 4 papas medianas
  • 750 gr. de tomates maduros
  • 5 dientes de ajo
  • 2 tazas de aceite de oliva
  • sal

 Preparación:

  1. Las berenjenas se lavan, se cortan en ruedas de 5mm de grosor. Se salan y se les deja que lloren su amargura por unos 30 minutos. Las papas se pelan, se cortan en ruedas y se remojan en agua fría. Los tomates se pelan, despepitan y cortan en trocitos. El ajo se pela y se corta menudito. Asamos los pimentones en el horno por media hora. Eliminamos la piel y las semillas. Con las manos se cortan en tiras.
  2. Con un poco de aceite de oliva (como ½ taza, me pareció mucho 2 tazas) se van friendo las ruedas de papa, que se han secado con papel de cocina. Cuando comienzan a dorar se van pasando a un plato con papel de cocina para que escurran.
  3. Lavamos y escurrimos bien las ruedas de berenjena. Hay que exprimirlas bien, pero con cuidado. Se van friendo las ruedas de berenjena. Cuando comienzan a dorar se trasladan a un plato con papel de cocina para que drenen. Es asombroso, pero con este método las berenjenas casi no absorben aceite.
  4. En el mismo aceite, sofreímos la mitad del ajo picado. Agregamos el tomate y sal y lo hacemos reducir a fuego suave, hasta confitar. En la greixonera, colocamos una cucharada del tomate confitado. Encima colocamos las papas fritas y otro poco de tomate. Luego las berenjenas y un poco más del tomate. Por último, las tiras de pimentón asado, el resto de la salsa y el ajo picado que habíamos reservado.
  5. Llevarla al horno por unos 30 minutos. Depende de la temperatura del horno. Lo importante es que todo se confite en sus propios jugos. Se deja refrescar un poco para que se los jugos se reduzcan



miércoles, 25 de junio de 2014

El hijo de la panadera


Una vez más, Inés Quintero regala al público lector y amante de la historia con un muevo libro. Me refiero a El hijo de la panadera (Editorial Alfa, Caracas, 2014), que no es otra cosa que la biografía, muy bien documentada por cierto, de Francisco de Miranda. Personaje tan biografiado que resulta muy escribir sobre él.

Tuve el acierto de acercarme a una presentación que hizo la autora junto con Edgardo Mondolfi Gudat en la Librería Alejandría del Paseo Las Mercedes, y disfrutar de una actividad ilustrativa. De antemano ya había resuelto adquirir un ejemplar que reservé en otra librería. Me lo leí de punta a punta, pues Miranda tuvo una vida apasionante llena de aventuras y de amor por la libertad de su patria. En esta oportunidad, la historiadora recurre no sólo al archivo del Precursor, sino que hace sabio uso de su diario.

Veamos lo que nos dice la contraportada:
La autora asume el desafío de ofrecer una nueva lectura de la vida y vicisitudes de Francisco de Miranda, desde el momento en que abandona Venezuela, con apenas 20 años, hasta el triste desenlace que representó para su vida el fin de la Primera República, su entrega a las autoridades españolas, la prisión y su posterior fallecimiento en La Carraca.
El libro comienza con el acontecimiento del cual deriva su título: un incómodo y escandaloso incidente promovido por los criollos principales de la capital contra su padre, Sebastián Miranda, tenido como individuo de inferior condición y -para mayor escarnio- casado con una panadera.
En sus páginas se busca trascender, sin soslayar, la biografía política para prestar atención a los detalles de la vida cotidiana del Generalísimo: sus sentimientos, dolencias y caprichos; su vida amorosa, su vastísima cultura, sus viajes, su inagotable curiosidad, sus prisiones, persecuciones y fracasos y muchos otros aspectos que formaron parte de su agitada existencia. "Todos ellos y seguramente muchos otros, son y seguirán siendo fuente fecunda de relatos, aproximaciones y acuciosos estudios sobre este personaje singular, cuya mayor cuialidad fue, sin lugar a dudas, su constancia y empecinamiento en propiciar , aun a costa de su propia vida, la independencia de todo un continente. No lo logró en vida, pero murió a causa de ella".
Una breve entrevista con la autora, se puede leer por aquí.

Inés Quintero

jueves, 19 de junio de 2014

Los secretos del bollo pelón marabino

Bollo pelón marabino
En varias regiones de Venezuela se preparan los bollos pelones. Hace unos días conversaba con mi amigo Alberto, de familia caraqueña, sobre esta preparación de la cual había visto una receta que llevaba masa de maíz blanco y amarillo. Como me crié comiendo la versión marabina que es de una simpleza espartana, me extrañaba esta combinación de maíces. Alberto me decía que llevaba las dos masas.

Son famosos los bollos pelones de San Felipe, estado Yaracuy, que se rellenan con un guiso de carne y cerdo, se fríen y luego se terminan de cocinar en una salsa de tomate. Mi hermano me contaba que hace un tiempo fue a una cena (menú de degustación) en el Caracas Country Club. Para su sorpresa, los bollos pelones tenían la masa cruda y tuvo que dejarlos. Recordaba con añoranza los que comíamos en casa.

Los bollos pelones zulianos son muy sencillos. Un envoltorio de masa muy indígena, relleno de un guiso con sabores hispano-barrocos, cocidos en agua hirviendo y servidos bañados en una salsa de tomate criolla. Los comí en casa la semana pasada y me quedaron bien. Los hice porque tenía bastante carne molida guisada y tenía el antojo de comerlos. Buscando entre los recetarios en casa encontré la que nos da Rosita Regalado en su libro Delicias zulianas (Libros de El Nacional, Caracas, 2008), que es bastante aceptable. Voy a basarme en esta receta para describir el proceso:

BOLLOS PELONES
25 unidades

Primer secreto: la masa
Es una masa de maíz blanco muy bien amasada con la adición de un poco de aceite, de tal manera que sea más elástica que la de arepas y no se resquebraje cuando se la manipule. Las proporciones de Rosita Regalado son las siguientes:

Ingredientes:

  • 1 paquete de harina de maíz
  • 3 cucharadas de harina de trigo
  • 2 tazas de agua
  • 2 cucharadas de aceite.


Preparación

  1. Para preparar la masa mezcle los ingredientes en un bol grande hasta que todos se unan. La masa debe tener una consistencia más suave que la masa de arepas. Si a ver vamos, dos tazas de agua no son suficientes para humedecer un kilogramo de harina de maíz. Mejor seguir las instrucciones del fabricante, agregar el aceite y sal y amasar muy bien para que la masa esté suave. En mi casa no le ponían, ni ponen harina de trigo.


Segundo secreto: el guiso
El guiso de carne molida (de res o de res y cerdo) debe quedar gustoso y jugoso. Nada más desagradable que al abrir un bollo salga un burusero de carne sin jugo alguno. Rosita regalado da las proporciones para un kilo de carne:

Ingredientes:

  • 1 kilo de carne molida
  • 1/4 de kilo de tomates maduros, pelados y cortados en cubos
  • 1/4 de kilo de ají dulce, despepitado y cortado finamente
  • 1/4 de kilo de papa cortada en cubitos
  • 1 pimentón rojiverde, cortado en cuadros
  • 1 cebolla, cortada en cubos
  • 4 dientes de ajo machacados
  • 2 hojas de laurel
  • 6 cucharadas de salsa inglesa (lo veo como demasiado. Mejor una cucharada)
  • 1 cucharada de vinagre
  • 1 cucharada de mostaza
  • La parte blanca de un ajoporro, cortada finamente
  • sal y pimienta al gusto
  • agua


Hay diferencias en este guiso al que preparan en mi casa. Por ejemplo, nosotros le agregamos uvas pasas, alcaparras y aceitunas rellenas cortadas en rueditas. No le agregamos vinagre sino encurtidos en vinagre, picados menudo.

Preparación (según mi método)

  1. En una paila lo suficientemente amplia se vierten tres cucharadas de aceite. Cuando comienza a calentar, se agregan las aliáceas (ajo, cebolla, ajo porro, y cebollín, si se usa. Cuando estén transparentes y marchitos, comenzamos a adicionar las solanáceas, comenzando por el ají dulce y el pimentón. Se cocinan hasta que marchiten
  2. Luego agregamos la carne molida, la cual trabajaremos con una cuchara de madera para deshacer cualquier grumo. Debe quedar suelta.
  3. Seguimos con otras solanáceas (tomate y papas), Se revuelve bien
  4. Se condimenta con salsa inglesa, mostaza, encurtidos y laurel. Se le puede adicionar un bouquet con perejil y cilantro, pero eso es optativo.
  5. Se agrega agua que apenas lo cubra y se cocina destapado para que los tomates se deshagan y formen una salsa. No debe quedar ni seca, ni acuosa.
  6. Salpimentamos al final, teniendo en consideración que la masa de maíz blanco es bastante insípida.

Tercer secreto: ensamblaje de los bollos y su cocción.
A Rosita Regalado le gustan los bollitos pelones más bien pequeños. Yo los hago del tamaño de una naranja. 
Preparación:
En una olla grande ponga a hervir suficiente agua (abundante). Cuando llegue a un hervor, se agrega sal.
Prepare las bolas de masa, el tamaño usted lo decide (yo las hago del tamaño de una mandarina)
Sostenga cada bolita de masa en una mano y con el dedo índice de la otra mano haga un hoyo sin que se rompan las paredes del bollito (las pareces, me parece, no deben quedar muy delgadas, habida cuenta que hervirán libremente y crecen).
Rellenar con el guiso y cierre cada bollito con delicadeza para que no se revienten. Para un bollo pelón del tamaño de una naranja, coloco tres buenas cucharadas de guiso. El cierre de los bollos es importante, pues de él depende el éxito del plato. Un bollo pelón explotado en el agua es incomible.
Cocine los bollitos en el aguar hirviendo. Cuando suban a la superficie (o floten), entonces estarán listo. Sáquelos inmediatamente con un espumadera para evitar que se rompan.
Coloque los bollitos en una bandeja o en platos individuales y báñelos con la salsa de tomate criolla que tendrá lista.
Se sirven acompañados de maduro horneado y ensalada de ruedas (o piragüera)

Cuarto secreto: recalentado
Seguro que con las proporciones de Rosita van a sobrar bollos, a menos que se hagan para una amplia reunión familiar. Siempre es mejor que no sobre.

  1. Los bollos sobrantes se dejan enfriar. Luego se guardan, tapados, en la nevera.
  2. Para recalentarlos, se sacan de la nevera con anticipación hasta que estén a temperatura ambiente. Se colocan en una rejilla sobre agua hirviendo (que no los toque), y se calientan, tapados, al vapor. En unos 10 a 15 minutos estarán listos para comer.

martes, 17 de junio de 2014

Miranda en La Carraca

Miranda en La Carraca, por Arturo Michelena

MIRANDA EN LA CARRACA

Hay en este lienzo un drama
de rasgos tan sorprendentes,
que se ven dos continentes
enlazados en su fama.
Honra universal proclama,
y si su numen comparte
entre las musas y Marte,
en el genio que revela
hace reina a Venezuela
en las regiones del arte.

¡Si parece que está vivo!
que el pincel vertió con gloria,
toda la hiel de su historia
en el rostro pensativo.

Vive allí el noble cautivo
en trágica eternidad,
tanto, que mueve en verdad
a pedirle a Michelena
que rompa la vil cadena
y lo ponga en libertad.



Por Tomás Ignacio Potentini

Fuente: Cien + 20 poetas orientales
Fondo Editorial del Caribe, Barcelona, 2010


Tomás Ignacio Potentini
(1859-1908)
Los poemas de Tomás Ignacio Potentini (1859-1908) han caído en desuso en las escuelas venezolanas. Nació en Píritu y falleció en Puerto La Cruz, estado Anzoátegui. Una de sus obras más populares fue su Canto a Bolívar que se recitaba en todas las escuelas:

Cuentan que tuvo en su faz
lo que salva y lo que aterra,
rayo de muerte en la guerra
y arco-iris en la paz.
... ... ...

Inmerecido olvido, pues Potentini destacaba sobre muchos poetas venezolanos de su época y tiene páginas de delicioso encanto. Ciudadano ejemplar, hombre correcto y honesto que no se dejaba amilanar por las presiones del poder, sacrificó su propia libertad  por el bien de la patria. Tuvo una vida azarosa, pasó cárceles y exilio. Murió joven, enfermo, pobre y abandonado.

lunes, 16 de junio de 2014

Vivir hoy con Sócrates, Epicuro, Séneca y todos los demás


Tenía unos meses en la biblioteca el libro de Roger-Paul Doit titulado Vivir hoy con Sócrastes, Epicuro, Séneca y todos los demás  (Paidós, Barceloca, 2012), un texto que nos lleva de la mano de los autores clásicos para sacar lecciones de vida, en una coyuntura histórica cuando el saber humanístico es desdeñado y evitado. Como estaba mal ubicado en los anaqueles, no lo había abierto desde su adquisición; aproveché el fin de semana para leer algo de su contenido.

La contraportada profundiza:
Este libro es un paseo por la Antigüedad siguiendo un itinerario personal y libre de cualquier atadura. El objetivo de este paseo es buscar en los maestros antiguos una reglas de vida y pensamiento de las que carecemos hoy en día.
No se trata de preguntarle a Sócrates de qué lado debemos dormir, ni a Epicuro qué es lo qué hay que comer por la mañana, ni a Séneca cómo gestionar nuestros ahorros. Se trata más bien de abordar de otra forma algunas experiencias de vida y de pensamiento, centrales para los griegos y los romanos, en las que todos podamos inspirarnos.
En un momento en que los cambios que estamos viviendo tienden a hacer olvidar las humanidades, los encuentros con la sabiduría antigua deben multiplicarse ya que estos periplos por el pasado condicionan, en gran parte, nuestro porvenir.
El libro de lectura fácil y amena, es un tesoro de datos y filosofía de vida en temas tales como nuestra relación con la muerte; la verdad; la desgracia (tragedia) o reírse de sí mismo (comedia); el precio del tiempo, y, en fin leer con otros ojos a Sócrates, Diógenes, Plató o Aristóteles. A tal fin, está dividido en cinco partes: vivir, pensar, emocionarse, gobernar y morir en paz.

Cada uno de los artículos sobre los diversos autores va acompañado de lecturas recomendadas. Creo que para leerlo correctamente deberé hacerlo con calma, buscando a la vez los textos que me permitan una mayor comprensión y deleitarme un su lectura.

El libro, como toda obra humana, tiene un defecto: una encuadernación deficiente. A medida que se va leyendo, las hojas se desprenden confiriéndole el mal aspecto del descuido.


Roger-Pol Droit

viernes, 13 de junio de 2014

Heráclito, el filósofo hidrópico

Heráclito de Éfeso

Ayer mi hermano cumplía 72 años y Elia, mi cuñada, nos invitó a "picarle la torta". Había preocupación en la familia por mi estado de salud y le expliqué que en el curso de las tres últimas semanas había reducido 12 kg de peso, gracias al tratamiento de diuréticos que me prescribió el médico. Luego vendrán otros exámenes. Esto recordó a mi hermano la historia de Heráclito de Éfeso, quien murió de forma curiosa mientras trataba de curarse de una hidropesía. La historia, me dijo, está relatada por un griego... Diógenes Laercio.

Como a mi hermano le gusta enriquecer sus relatos con fantasías de propia cosecha, al llegar a casa busqué mí copia de Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres (EMECÉ Editores, Buenos Aires, 1948), de Diógenes Laercio, para comprobar su fabulosa historia.
Heráclito, hijo de Blisón, o según algunos, de Heración, fue efesino, y floreció hacia la olimpíada LXXIX. Sentía en las cosas muy elevadamente, como consta en sus escritos, donde dice: "El aprender muchas cosas no instruye la mente". Y que enseñó a Hesíodo, a Pitágoras, y aun a Jenófanes y a Hecateo, pues la verdadera y única sabiduría es conocer la Mente, que puede disponer o gobernar las cosas por medio de todas las cosas. Decía que Homero era digno de ser echado de los certámenes y de ser abofeteado, y lo mismo Arquíloco. Que los ímpetus de una injuria deben apagarse más que un incendio, y que el pueblo debe defender las leyues lo mismo que los muros.
Reprendió vivamente a los efesinos porque habían echado a su compañero Hermodoro, diciendo: "Todos los efesinos adultos deberían morir, y los impúberes dejar la ciudad, entendido de aquellos que expelieron a Hermodoro, su bienhechor, diciendo: ninguno de nosotros sobresalga en merecimientos; si hay alguno, váyase a otra parte y esté con otros". Como le pidiesen que les pusiese leyes, lo omitió por causa de que la ciudad estaba ya depravadísima en las costumbres y mal gobierno, y retirándose al templo de Diana jugaba a los dados con los muchachos. A los efesinos que estaban a su rededor, les dijo: " ¿Qué os admiráis, perversos? ¿No es mejor esto que gobernar la república de vosotros?
Finalmente, fastidiado de los hombres, se retiró a los montes y vivió manteniéndose de hierbas; pero acometiéndole de resultas una hidropesía regresó a la ciudad, y preguntaba enigmáticamente a los médicos "si podrían de la lluvia hacer sequía". Como ellos no lo entendiesen, se enterró en el estiércol de una boyera esperando que el calor del estiércol le absorbería las humedades. No aprovechando nada esto, murió de sesenta años. Mi epigrama a él es como se sigue:
Me admiré muchas veces
De que viviese Heráclito otro tiempo,
Sufriendo tantos males y miserias,
Para después morirse.
Regando al fin su cuerpo
Con enfermas y malas humedades,
Extinguió de sus ojos
La luz, y los llenó de oscuras sombras.
Pero Hermipo asegura que Heráclito dijo a los médicos que "si alguno podía sacar humedad oprimiendo la tripa"; y respondiendo que no, se puso al sol y dijo a los muchachos que lo cubriesen y emplastasen con estiércol; con lo cual se apresuró la vida y murió el día siguiente, y fue enterrado en el Foro. Neantes, ciciceno, dice que no pudiendo quitarse el estiércol ni eximirse de él, permaneció allí y se lo comieron los perros, no habiéndolo conocido por causa del disfraz de estiércol.
Triste fin de Heáclito, llamado, el Oscuro. En mi próxima consulta con el médico le comentaré de este caso y le daré las gracias por convertir un torrente en un secano.

Biblioteca de Éfeso, Turquía

jueves, 12 de junio de 2014

Sémele

Júpiter y Sémele, por Paolo Pagani (1661-1716)
Cadmo, hijo de Agénor y de Argíope, tuvo de Harmonía, hija de Marte y Venus, cuatro hijas, Sémele, Ino, Ágave, Autónoe, y un hijo Polidoro.
Júpiter quería acostarse con Sémele y, cuando Juno se enteró, adoptó la apariencia de la nodriza Béroe, se presentó ante ella y la persuadió para pedir a Júpiter que se presentase ante ella del mismo modo que ante Juno, "para que sepas", dijo, "qué placer es yacer con un dios".
Por tanto, Sémele pidió a Jupiter que acudiera a ella de ese modo. Para complacerla, Júpiter llegó con rayos y truenos, y Sémele se abrasó. De su vientre nació Líber, a quien Mercurio sacó del fuego y se lo entregó a Niso para que lo criara. En griego fue llamado Dioniso.

Fuente: Higinio. Fábulas mitrológicas
Alianza Editorial, Madrid, 2009.

Para esta semana escucharemos, de la ópera Sémele, de Georg Friedrihc Händel, dos arias relacionadas con el breve relato de Higinio. Sémele, siguiendo los consejos de Hera (recibidos a través de Iris), se dispone a pedir a Zeus que se presente en toda su gloria y esplendor. La primera de ellas, "Endless pleasure, endless love" (Infinito placer, infinito amor), son las aspiraciones de la ambiciosa Sémele que ya se ve disfrutando en grande. La otra, "Myself I shall adore" (Me adoraré a mí misma), une la vanidad a la ambición. Ambas arias a cargo de la soprano Kathleen Battle.


  • La primera, Endless pleasure, endless love, con la English Chamber Orchestra, bajo la dirección de John Nelson.





  • La segunda, Myself I shall adore, corresponde la la famosa presentación de la ópera handeliana en el Carnegie Hall, en 1985.



miércoles, 11 de junio de 2014

El Argo en el firmamento

Argo Navis, por Johannes Hevelius (1687)

Arato, escritor de la antigüedad, nos dice en su Fenómenos (Gredos, Madrid, 1993), al referirse a la constelación Argo, nos dice:
Cerca de la cola del Can Mayor se desliza Argo, del lado de la popa; pues no realiza su marcha según lo acostumbrado, sino que se desliza en sentido inverso como las naves auténticas cuando los marinos vuelven en dirección contraria la popa al entrar en puerto, cada uno hace virar enseguida la nave, y agitada por el flujo y reflujo toca tierra firme; de este modo, en el sentido de la popa, se desliza el Argo de Jasón. Es oscura y sin estrellas desde la proa hasta el mismo mástil, pero en el resto es totalmente brillante. Y su timón, suelto, está apoyado bajo las patas posteriores del Can, que va delante.
Estoy releyendo Hercules, My Shipmate, recreación del mito de los Argonautas y la búsqueda del Vellocino de Oro por Robert Graves. En sus traducciones al castellano se la puede conseguir bajo los títulos de Hércules y Yo, o Los Argonautas. En sus páginas se encuentra una escena sugestiva que se relaciona con las constelaciones. Seguiremos la traducción de Gustavo Gutiérrez (Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1989). Los argonautas se aproximan ya a la Cólquide y una noche anclan la nave para pernoctar:
Ya caía la noche y el viento amainaba, y como no querían tener un encuentro con los belicosos tibarenos, cuyo territorio comenzaba en este cabo, anclaron al abrigo de otro islote. Esa noche fue memorable para los argonautas, porque fue cuando Nauplio les enseñó los nombres de las constelaciones, hasta donde él las conocía: Calisto la Osa, su hijo Arcas (habitualmente llamado el Oso Guardián), las Pléyades (que ya despuntaban), y Casiopea.
Entonces se entretuvieron dando a otras sus propios nombres; de los cuales  algunos se pusieron en boga en los puertos griegos después del periplo del Argo. Conservan hasta hoy esos nombres las estrellas genelas de Cátor y Pólux, que cuando brillan encalman el mar más levantisco; y la gran constelación ponderosa de Hércules; y la Lira de Orfeo; y la de Quirón el Centauro, nombrada por Jasón; todas las cuales aún se recuerdan, lo mismo que el Delfín del Pequeño Anceo: porque esa noche todos, menos él, comieron cordero frito en aceite de delfín, alimento este último que le estaba vedado; de manera que comió atún seco en su lugar y llamaron a la constelación "el Delfín de Pequeño Anceo".
Argo Navis, por Johann Bayer (1661)
Esto fue mucho antes de que propio Argo fuera elevado al firmamento, cerca del horizonte sur: una constelación de veintitrés estrellas. Cuatro forman el mástil, cinco el gobernalle de babor y cuatro el de estribor; cinco la quilla, y cinco la regala; pero no aparece la proa, porque fue causa de un homicidio.
Por su parte, Gémino en su Introducción a los fenómenos (Gredos, Madrid, 1993), al clasificar las constelaciones, menciona casi todas las constelaciones nombradas en esa noche memorable contada por Graves y las divide en dos grupos: Boreal y Austral:
Grupo boreal (...) La Osa Mayor, la Osa Menor, Artrofilace, la Corona, el Arrodillado, el Ofiuco, la Serpiente, la Lira, el Ave, el Delfín, la parte delantera del Caballo según Hiparco, el Caballo, Cefeo, Casiopea, Andrómeda, Perseo, el Cochero, el Triángulo y la constelación últimamente caracterizada por Calímaco, la Cabellera de Berenice.
Grupo Austral: (...) Orión, y Proción, el Can, la Liebre, Argo, la Hidra, la Copa, el Cuervo, el Centauro, la Bestia que domina el Centauro según Hiparco, el Altar, el Pez austral, la Ballena, el Agua que sale del Acuario, la Corona austral denominada por algunos Cielito.
El Argo, por Lorenzo Costa (circa 1500-1530)

martes, 10 de junio de 2014

Cataco al horno con vegetales

Cataco al horno con vegetales
Uno de los primeros personajes que conocí en Guyana, al inicio de mi carrera diplomática, era una señora cumanesa que se desempeñaba como personal administrativo en la Embajada. También era vecina mía (puerta con puerta) en el edificio Takuba Lodge, donde hoy funciona el Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país. Esta señora era un tanto rara: hablaba hasta por los codos, a veces sola; leía los naipes; fumaba como una chimenea, y mientras hablaba o fumaba escupía en el piso. Lo peor para mi era que se comía el pescado con las manos. Luisa, que no era mala gente, solía decir que el cataco tenía una "piedra en la cabeza" y yo me imaginaba una excrecencia ósea en la cabeza del pescado. En verdad no tiene una piedra, sino que los huesos del cráneo son duros.

En estos día vi en una pescadería unos especímenes que parecían unas sardinas grandes, que evidentemente no lo eran. Le pregunté al pescadero y me dijo que eran catacos. Recordé a Luisa que, si vive, ya debe tener caso 90 años. Al ver los animalitos me di cuenta que la "piedra" estaba en los huesos de cráneo. Compré cuatro y me dispuse a prepararlos en casa.

En el Oriente de Venezuela se le consume frito, asado o guisado. Con esa referencia busqué una receta que me resultara atractiva. La encontré en el recetario de Sarah Woodward, La cocina mediterránea clásica (Javier Vergara, Barcelona, 1996), en la forma de Pescado Plaki, receta común en las islas del Mar Egeo, muy popular también en Turquía:

PESCADO PLAKI

Ingredientes:

  • 4 zanahorias peladas,
  • 4 tallos de apio (célery)
  • 1 pimiento verde, descorazonado y despepitado
  • 2 papas grandes peladas
  • 175 ml de aceite de oliva
  • sal y pimienta
  • 1 pescado grande de aproximadamente 1,25 kg o 4 pequeños, sin escamas ni entrañas, o 4 filetes de pescado
  • 4 dientes de ajo, bien picados
  • 2 cucharadas de puré de tomate
  • 1/4 de cucharadita de pimienta de Cayena
  • 1 limón cortado en rodajas, para decorar
  • Ramitas de perejil, para decorar


Preparación:

  1. Corte las zanahorias en rodajas de 1 cm de ancho. Corte el apio en trozos de 2,5 cm. Corte la cebolla en cuartos y luego en rodajas finas. Corte las papas a través en rodajas de 1 cm de ancho. Lave y escurra por completo todas las verduras.
  2. En una olla pesada y grande, con tapa, caliente suavemente el aceite. Agregue las verduras, sazone bien, tape y deje cocinar a fuego suave durante 30 minutos  (deben ablandarse bastante).
  3. Caliente el horno a 200°C/350°F.
  4. Retire las verduras del aceite con una espumadera. Coloque el pescado en una fuente de loza de barro y acomode con cuidado las verduras alrededor y por encima.
  5. Fría el ajo durante un minuto en el aceite donde se cocinaron las verduras, luego agregue el puré de tomate, sal al gusto y pimienta de cayena. Cocine por 3 minutos más, revolviendo todo el tiempo.
  6. Con cuidado, vierta 1 litro de agua. Deje hervir. eche después el líquido sobre el pescado, asegurándose de raspar todo el ajo de la olla.
  7. Cocine el plato sin tapar en el horno durante 30-45 minutos, según el tamaño del pescado hasta que esté bien tierno (los cocineros turcos suelen preferir cocinar el pescado un poco más).
  8. Deje enfriar el pescado en su jugo y sirva a temperatura ambiente, decorado con rodajas de limón y ramitas de perejil.



Cataco (Selar crumenophthalmus)
El cataco tiene ciertas características físicas que lo hacen difícil de consumir por los no iniciados.  Si bien no tiene muchas escamas, hay una de hilera de ellas que se prolongan desde la aleta caudal. Hay que retirarlas luego de la cocción porque resultan desagradables. También tiene muchas espinas pequeñas y delgadas en el tórax, lo que obliga a comerlo con las manos, o eliminarlas con la ayuda de una pinza. Los recuerdos fueron para Luisa comiendo con la mano, mientras trataba de consumir este condumio. El cataco debe ser mejor frito o asado, pero no en Plaki. Tiene muy buen gusto.

lunes, 9 de junio de 2014

La cocina cubana

Niños envueltos y arroz blanco
En una oportunidad el Ministerio me incluyó como miembro en la delegación venezolana para una reunión de la Comisión Mixta sobre Drogas que se celebraría en La Habana. Nada de particular en ello pues ese era uno de los escritorios que llevaba en la Dirección General de Política Internacional. Pasajes y viáticos en mano, me monté en el avión y a pocos de llegar comenzaron las reuniones.

Una noche la delegación cubana nos invitó a una cena en un buen restaurante donde servían platos de la cocina clásica de ese país. Ya sabía yo que la cocina cubana antigua era muy sabrosa (de hecho, muy parecida a la nuestra) y algunos de sus platos eran verdaderamente refinados. Antes de 1959, demás está decirlo, Cuba ocupaba el tercer lugar en el consumo de proteínas animales en América Latina, sólo precedida por Argentina y Uruguay. Pedí un Tamal en cazuela que es una preparación ciertamente deliciosa. A mi lado en la mesa conversé sobre el tema con un funcionario del Ministerio del Interior, a quien pregunté sobre la existencia de algún recetario de la comida clásica cuba y, sin dudarlo, me habló de Nitza Villapol y sus libros de cocina.

A mi regreso a Venezuela encontré en la librería del el Aeropuerto José Martí uno de los famosos libros de la señora Villapol, el cual compré de inmediato. Se trata de Cocina cubana (Editorial Científico-Técnica, La Habana, 1999). En él la autora hace una buena revisión del repertorio gastronómico de su país y tiene hasta las recetas del Tamal en cazuela y de la Ayaca cubana (es como un bollo de hallaca, en una masa como la de cachapa de hoja, envuelta en las hojas del maíz. Otro día pongo la receta). El librito se ve pre-revolucionario y hasta cincuentoso en su presentación. Dudo que en La Habana se consigan ingredientes como puntas de espárragos en conserva, otros productos del Imperio, almendras en abundancia o cantidades generosas de azafrán, o si se consiguen, no bastarán todas las libretas de racionamiento de un CDR para adquirirlo.  Pero el recetario es bueno y para presentarlo daré la receta que preparé este fin de semana.

NIÑOS ENVUELTOS
La mezcla de pasas, aceitunas -por lo general con semillas- y alcaparras, recibía en la cocina tradicional cubana el nombre de "alcaparrado", aunque no fueran precisamente las alcaparras lo más abundante en la trilogía. El nombre de esta receta, cuando la conocí por primera vez, me impresionaba de tal modo que prefería llamarlo "bistec relleno". Se puede modificar empleando otras carnes y también diversidad de rellenos a base de vegetales, pepinillos encurtidos, etc.
Ingredientes:

  • 3/4 kilogramo de carne de res o cerdo magra, cortada en lascas (en Venezuela se llaman "milanesas")
  • 3 dientes de ajo}
  • 1 limón, naranja agria o la mitad de una toronja
  • 1/4 kilogramo de jamón, cortado en lascas finas
  • 3/4 de taza de alcaparrado (pasas, aceitunas y alcaparras)
  • 1 cebolla
  • 1 pimiento, no picante
  • 4 cucharadas de aceite
  • 1 taza de salsa de tomate (casera)
  • 1/2 taza de vino seco
  • 1 cucharadita de sal
  • 1/4 cucharadita de pimienta molida
  • 1 hoja de laurel


Preparación:

  1. Machaque la carne sin romperla y adóbela con los ajos machacados y pelados, la naranja agria, etc.
  2. Después de 2 horas en ese adobo, extienda sobre cada lasca de carne 1 de jamón y 2 cucharadas de alcaparrado. Enrolle la carne dolando las puntas hacia adentro para que no se salga el relleno. Amárrela con un hilo o cordel fino. 
  3. Dore estos rollitos de carne en la grasa caliente; añádales la cebolla y los pimientos picaditos, y cuando se hayan dorado un poco, eche los demás ingredientes.
  4. Déjelos cocinar, tapados, aproximadamente 10 minutos en olla de presión o 30 minutos en cazuela tradicional.
  5. Antes de servirlos corte el cordel o hilo y vuelva a poner los "niños envueltos" en la salsa. Sírvalos calientes o fríos. Da 6 raciones.

10 minutos en olla de presión me parece poco. Preferí hacerlos un una cacerola y guisarlos hasta que estuvieran listos. Muy sabrosos, acompañado de abundante arroz que acompañará la salsa.

Otro día hablaremos de la Sra. Villapol y daremos alguna de sus recetas.

viernes, 6 de junio de 2014

Socialismo y Nacionalismo

Demetrio Boersner
Un libro que ha sobrevivido los avatares de mi biblioteca -lo tengo desde hace unos 40 años-, es Socialismo y Nacionalismo (Instituto de Estudios Políticos, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1965), obra del insigne Demetrio Boersner, quien para entonces dirigía la cátedra de Historia de la Relaciones Internacionales de la EEI de la FACES-UCV, entre muchas otras actividades académicas. Recuerdo sus clases como si fuera hoy; eran tan buenas e ilustrativas que no provocaba tomar apuntes, sino sentarse a escuchar con atención. Pero volvamos a Socialismo y Nacionalismo.

Este viejo libro sobrevivió por varias causas; el autor; la claridad de los conceptos utilizados; los recuerdos que despierta, y tal vez la promesa de leerlo otra vez. No subrayo ni marco libros, pero éste tiene el capítulo V (La URSS, la Internacional Comunista y el Nacionalismo) subrayado con cuidado, utilizando lápiz y regla; tal era el respeto que despertaba y aún despierta. Veamos lo que nos dice el Dr. Boersner:
Este libro, que representa el resultado de varios años de estudio y reflexión, tiene dos objetivos fundamentales. Por una parte, pretende constituir una modesta contribución a la Ciencia Política en su aspecto descriptivo o analítico, presentado una serie de hechos concretos, hasta ahora poco explorados, de la historia de las relaciones entre el socialismo y el nacionalismo en los siglos XIX y XX. Por otra parte, aspira a sugerir una interpretación o síntesis de los hechos descubiertos, sin abandonar el ámbito de la objetividad científica ni desviarse hacia la polémica o el juicio de índole moral. El trabajo analítico es el más fundamental, pero el autor comparte el criterio de Harold Lasky, en el sentido de que el Political scientist tiene el derecho de dar a conocer ciertas opiniones personales, con tal que no se aparte de los hechos concretos y no oculte ningún elemento que podría tender a invalidar su tesis.
 El autor basa su estudio sobre la premisa de que el ascenso de los movimientos socialistas, por una parte, y de las corrientes nacionalistas por la otra,  representa uno de los factores más decisivos de la historia contemporánea. Los nacionalismos de países oprimidos, que reaccionan contra la hegemonía de imperios tradicionales o modernos, han constituido  la raíz de muchos de los acontecimientos mundiales más dramáticos y determinantes de los últimos dos siglos. Y a partir del desarrollo del capitalismo industrial, las luchas reivindicativas de las clases trabajadoras, reflejadas en doctrinas y movimientos socialistas de diversos tipos, han sido, a su vez un elemento de trascendental importancia en la formación de la política interna y externa de los Estados. Asimismo, es evidente que en varias ocasiones el socialismo y los nacionalismos rebeldes han coincidido en su lucha contra adversarios comunes: los grupos dominantes, capitalistas, feudales o burocráticos que se esfuerzan por frenar el ascenso de clases y naciones subyugadas.
Cuando dos fuerzas político-sociales tienen un adversario común, tienden a aliarse, por lo menos ocasionalmente. Los acuerdos de alianza táctica entre el socialismo y el nacionalismo rebelde son frecuentes, aunque también son grandes las contradicciones que existen entre los dos movimientos. En este libro se trata de describir en forma coherente las relaciones que han existido, desde la Revolución Francesa hasta el presente, entre los abanderados de las revoluciones nacional y social, tanto en el plano de la teoría como en el de la praxis.
El libro ha viajado bien en el tiempo, a pesar de la dinámica política a raíz de la desaparición de la Unión Soviética, en particular por el surgimiento de nuevos socialismos que, en algunos casos, tienen más de Benito Mussolini que de Antonio Gramsci. Seguirá en la biblioteca luego de la limpieza que efectúo..

En uno de los seminarios que dictaba, o tal vez en clase -no recuerdo-, el Profesor Boersner nos recomendaba leer la prensa a diario, anotarla y llevar un diario del acontecer internacional. Hace unas semanas me encontré en una librería con su hijo Andrés y uno de sus nietos. Le pregunté por su padre y que si aún llevaba el diario (sí, lo lleva desde 1960). Y le conté cómo eran sus clases y la admiración que todos sus alumnos tenían por él. El librero intervino y nos contó que en una sitio web de un revolucionario de nuevo cuño, Boersner había sido calificado de "comemierda". Me volteé y le dije al nieto: ¡Coño, me gustaría comer tanta mierda de la buena como tu abuelo!

Seguro que ese "revolucionario" que lanzó el epíteto en la IV República era adeco o copeyano militante de base y que lo que leía era la Gaceta Hípica, como le correspondía. Ahora, converso, es socialista. Tal vez no conozca a Marx o a Engels, pero si un incensario para la adoración perpetua.

Carátula de Socialismo y Nacionalismo.
La foto está tomada de Mercado Libre - Argentina

miércoles, 4 de junio de 2014

Humboldt y el samán de Güere

El samán de Güere en 1857, foto de Pál Rosti
Poco tiempo antes de morir el Barón Alejandro de Humboldt recibió la visita del fotógrafo húngaro Pal Rosti, quien viajó a América siguiendo los pasos del sabrio. En esa ocasión le obsequió, entre otras, una foto del samán de Güere tomada en 1857. Humboldt, emocionado, al ver de nuevo el árbol que había descrito, y llevándose la mano a la frente, expresó: "Este hermoso árbol está lo mismo ahora que hace sesenta años: ninguna de sus ramas se ha doblado; está exactamente tal y como lo contemplé con Bonpland". Otra versión asegura que el sabio Humboldt habría dicho: "Así mismo lo vimos Bonpland y yo cuando jóvenes y llenos de vitalidad visitamos Venezuela. Hoy estoy viejo y cansado pero los años no parecen haber transcurriodo para este viejo árbol".

¿Cómo lucía el famoso samán en febrero de 1800? Alejandro Humboldt lo describió en su diario de viajes (Maravillas y misterios de Venezuela. Libros de El Nacional, Caracas, 2006):
Al salir del pueblo de Turmero, a una legua de distancia, se descubre un objeto que se presenta en el horizonte como un terromentero, como un tumulus cubierto de vegetación. No es una colina ni un grupo de árboles muy juntos sino un solo árbol, el famoso Samán de Güere, conocido en toda la provincia por la enorme extensión de sus ramas, que forman una copa hemisférica de 576 pies de circunferencia. El samán es una vistosa especie de mimosa, cuyos brazos tortuosos se dividen por bifurcaciones. Su follaje tenue y delicado se destacaba agradablemente sobre el cielo. Largo tiempo nos detuvimos debajo de esta bóveda vegetal. Uno de los lados del árbol estaba por entero despojado de sus hojas a causa de la sequía, y en los otros quedaban a un mismo tiempo hojas y flores. Cubren los brazos y desgarran su cortesa tilandsias, loranteas, pitahayas y otras plantas parásitas. Los habitantes de estos valles, y sobre todo los indios, tienen veneración por el Samán de Güere, que parecen haber hallado los primeros conquistadores poco más o menos en el mismo estado que hoy lo vemos. Desde que se lo viene observando atentamente no se lo ha visto mudar de grosor ni de forma. El aspecto de los árboles vetustos es en cierto modo imponente y majestuoso. Así es que la violación de estos monumentos de la naturaleza se castiga severamente en los países que carecen de los monumentops de arte. Supimos con satisfacción que el actual propietario del samán había promovido un juicio contra un hacendado que había tenido la temeridad de cortarle una rama. La causa fue pleiteada y el tribunal condenó al hacendado. Cerca de Tuirmero y de la hacienda de Cura se hallan otros samanes con el tronco más grueso que el de Güere, pero su copa hemisférica no tiene igual amplitud.
 El Samán de Güere fue decretado monumento histórico nacional en 1933. Ya había comenzado su decadencia, causada tal vez por la eliminación ("limpieza", dirían algunos) de las "tilandsias, loranteas, pitahayas y otras plantas parásitas" que alguna vez se le practicó. Ya para mediados del siglo XX estaba casi muerto; hoy lo que quedan son restos. No fue estéril este árbol, pues por su fama y renombre se procuró reproducirlo. Quizá el más famoso de sus hijos sea el Samán de la Trinidad, cerca del Panteón Nacional, en Caracas, que ha sobrevivido a pesar de los abusos y la incuria.

Samán de la Trinidad. Imagen tomada de www.latierraprimero.blogspot.com

martes, 3 de junio de 2014

Desnudo en la selva



Desnudo en la selva (Caracas, 2013) es la más reciente obra del Dr. Charles Brewer-Carías. Es un libro destinado los exploradores y excursionistas en la Orinoquia, su supervivencia y subsistencia con los elementos que se consiguen en el medio ambiente. Es, pues, un manual. Yo no soy excursionista pero me llamó la atención el carácter científico y a la vez de fácil acceso del material presentado por el autor; plantas, descripción y taxonomía, usos, etc.  Sin duda será de utilidad para quienes se aventuren en la selva venezolana.

Lo compré porque soy aficionado a la botánica y este libro completa del alguna manera los textos que ya tengo en la biblioteca sobre árboles y plantas venezolanas. Brewer-Carías nos amplía:
...Por la diversidad de especies de insectos, animales y plantas que están continuamente evolucionando en ese lugar, esta selva distribuida entre las cuencas del río Amazonas y del río Orinoco es considerada como el centro más importante de la evolución de todos los organismos que hay en la tierra y por ende el sitio donde el hombre tiene a sus disposición la mayor diversidad de recursos alimenticios y artesanales, gracias a lo cual durante milenios ha podido vivir allí sin necesidad de abrigo o calzado.
(...) También como resultado de haber vivido con los indígenas Ye'kwana y Yanomamö que durante miles de generaciones han estado empleando los recursos que ofrece ese medio, me dispuse a documentar con fotografías lo que pudiera servir para cualquiera, que de manera accidental quedara aislado en esta selva y tuviese la necesidad de sobrevivir o de subsistir de manera indefinida en ese medio aún estando desnudo y, ese es el propósito de este libro.
El libro, profusamente ilustrado con buenas fotos, puede ser también la delicia de quienes tengan interés por la etnobotánica y el medio ambiente. Lo disfruté en grande y ahora está junto a los libros sobre árboles, palmas, bromelias y orquídeas.

Charles Brewer-Carías

lunes, 2 de junio de 2014

A. v. H. (1769-1859)

Humboldt y Bonpland en la selva, por Eduard Ender (1850)


ALEXANDER VON HUMBOLDT


Higos cambures sobre la mesa con los mapas e instrumentos:
brújula y horizonte, microscopio, teodolito y sextante
(espéculo de cúpreos destellos y limbo de blanco argente).
En el rayo de luz, en el centro, sentado, el insigne geodesta
en su estudio de la jungla, a orillas del Orinoco, pintado al óleo.
...

La Tierra Incógnita se funde como la nieve bajo su mirada.
Cubre con su red de curvas y coordenadas los últimos glaciares,
las inhóspitas cordilleras. Y mide desvíos magnéticos,
apogeos solares, salinas concentraciones, azules del cielo.
Atónitos miran los indígenas. ¡Qué gente tan extraña ésta
que corre el mundo buscando hierbas y comparando sus pastos
con los pastos ajenos! Os dejáis devorar por los mosquitos
para medir unas tierras que ni siquiera son vuestras.
Forasteros, herejes, maniáticos. Mas no se inmuta el viajero
y blande su botella de Leyden como el cura un incensario.


Hans Magnus Enzensberger


Este fin de semana encontré estos dos fragmentos de un poema del alemán Hans Magnus Enzensberger en un pequeño volumen titulado El Libro de las Pasiones (Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 2003), que contiene, según los editores:
Pasiones clásicas, modernas y novísimas. Sentimientos tan intensos que pican como tábanos, asfixian, llevan a la locura, a la muerte, al éxtasis...
El texto sobre el sabio Humboldt está en un capítulo titulado Quimeras.Me gustó la expresión del poema y el uso de la palabra venezolana "cambures", que era la que usaba don Alejandro para diferenciar la banana del plátano. Averigüé sobre el autor y hasta conseguí el poema completo, que transcribo:



ALEXANDER VON HUMBOLDT

Fuera, muy azules, al óleo, las cumbres lejanas, las palmeras,
los desnudos salvajes. En la penumbra de la frondosa cabaña
paredes colgadas de pieles y helechos gigantes. Sobre la albarda
un vistoso papagayo. Al fondo contempla el amigo una flor
bajo la lupa. Cajas de libros y orquídeas encima esparcidas.
Higos cambures sobre la mesa con los mapas e instrumentos:
brújula y horizonte, microscopio, teodolito y sextante
(espéculo de cúpreos destellos y limbo de blanco argente).
En el rayo de luz, en el centro, sentado, el insigne geodesta
en su estudio de la jungla, a orillas del Orinoco, pintado al óleo.

La Tierra Incógnita se funde como la nieve bajo su mirada.
Cubre con su red de curvas y coordenadas los últimos glaciares,
las inhóspitas cordilleras. Y mide desvíos magnéticos,
apogeos solares, salinas concentraciones, azules del cielo.
Atónitos miran los indígenas. ¡Qué gente tan extraña esta
que corre el mundo buscando hierbas y comparando sus pastos
con los pastos ajenos! Os dejáis devorar por los mosquitos
para medir unas tierras que ni siquiera son vuestras.
Forasteros, herejes, maniáticos. Mas no se inmuta el viajero
y blande su botella de Leyden como el cura el incensario.

Nacido a la luz del cometa de Messier. Galvaniza ranas. El mismo
se aplica los electrodos y emite Conjeturas sobre la excitación
de tejidos nerviosos y musculares. Y va a la caza amazónica
de tempestades magnéticas, o persigue auroras boreales en Siberia:
en piragua, trineo y vapor, hamaca bamboleante y carroza.
Dibuja países enteros como yacimientos. Está realmente obsesionado
por los cráteres en llamas que, vulcanista y vulcanólogo, mira,
valora y manosea. Tímido y solitario, repasa en su memoria
los muchachos que le agradaron: eran la mayoría afables
y sin medios. Él les ayudó y calló. En las noches torturantes
escribía sin descanso. Notas dispersas sobre el basalto.
De los bosques de China. Inventario de corrientes marinas.
Pueblos primitivos de América y monumentos que legaron.
Lecciones de… Aportaciones a… Criterios… Aforismos…
Noticia ocasional de un mensaje en una botella. Profundidades
de las nieves perpetuas. Temperaturas en puntos distintos
de la zona tórrida al nivel del mar. Peces eléctricos varios.
Este hombre es una academia circulante. Asciende incluso
a las capas más altas de la atmósfera, y se sumerge al fondo
del Támesis con Brunel, un excéntrico inglés, en una campana metálica.

Siempre lo he admirado, pero ahora lo venero. Sólo él sabe
transmitir las emociones del alma al entrar en contacto
con el Trópico. Sin embargo, más tarde, tras el desayuno
Darwin se manifiesta decepcionado: es muy eufórico, pero
desbarra bastante. Efectivamente, no se ven muy claras
las causas de su gran fama. Dormía tres o cuatro horas. Era presumido,
cándido, entusiasta y laborioso al máximo. Gran bailarín del minué
y del <>. Levita azul, botones dorados, chaleco amarillo,
pantalones rayados, chalina blanca y viejo sombrero negro:
por su moda en el vestir, quedó estancado en el Directorio.
Fue toda una celebridad: inconcebible que un simple particular
causara tanta expectación. Paris estaba en el linde del cambio: no se fiaba
de su propio triunfo la Nueva Clase. Y tras el Terror floreció ilusoria
la inocencia clasicista antes de irrumpir el bestial griterío de la Bolsa,
con sus fiebres, sus boom, sus crash, y la explotación,
se desencadena abierta, directa, impúdica y descarnada por toda la Tierra.
Momento claro, limpio, coherente. Una burguesía modélica y cabal
como el metro patrón, que también nuestro generoso héroe
contribuyó a fijar, recorriendo con sus trastos el meridiano
de Dunkerque a Barcelona (pagando, como siempre, de su bolsillo).

Después ganó la reacción y volvió al calvario alemán. Camarlengo,
lector, lacayo pues de la Corte de Potsdam. Se retiró a Berlín,
pequeña, huera, fementida villa. En aquel desierto sembrado
de policías pensó a menudo en el Trópico. ¿Por qué le fascinaba?
¿Por qué soportó tanto: insectos, lianas prensiles, diluvios
y la mirada hostil de los indios? No era estaño, ni el yute,
ni el caucho, ni el cobre. Era un transmisor sano e inconsciente
de gérmenes malignos, un heraldo desinteresado del pillaje, un correo
que ignoraba llevar la orden de destrucción de aquello, que amorosamente
pintó en sus Cuadros naturales hasta los noventa años.

Hans Magnus Enzensberger
(1929 - )