domingo, 23 de marzo de 2014

Los Idus de marzo

La muerte de César, por Jean Léon Gérome
El 15 de marzo de 44 aC, a la edad de 56 años, muere asesinado por varios senadores romanos, Gayo Julio César. El hecho sucedió en la Curia de Pompeyo, que no quedaba en el Foro Romano como nos lo quiere presentar Hollywood, sino más bien en el Campo de Marte, en lo que hoy es Largo Argentina, en los alrededores de la Librería Feltrinelli y el Teatro Argentina (allí se ven unas ruinas de la era republicana, excavadas durante el régimen fascista).

Cuando era muchacho me intrigaba saber por qué estos senadores, tan malucos ellos, habían matado a este buen hombre. Este general victorioso sobre los galos y vencedor en la guerra civil, además de ser un amigo incondicional y un enemigo dispuesto al perdón y el entendimiento, tenía sus apetencias políticas, que por ser violatorias a la constitución y costumbres de Roma, preocupaban en grado sumo a la clase aristocrática (optimates), que veía pronto en fin de la República y la instauración de una monarquía absoluta. Esto lo supe cuando, a los 11 años de edad, leí Vidas de los Doce Césares, de Suetonio.

Debo confesar que en ese momento me llamaban más la atención los prodigios y vaticinios que precedieron al asesinato de César, que al hecho político en sí. En estos días me puse a leer al chismógrafo de Suetonio (Vidas de los Césares. Cátedra, Madrid, 2008), edición y traducción a cargo de Vicente Picón. De allí leeremos algunos párrafos que explican los hechos. Comencemos con el asesinato:
Busto de Julio César
Colección Museos Vaticanos
Tras dudar durante mucho tiempo a causa de estos prodigios y de su débil salud, si debía quedarse en casa y posponer las mociones que había decidido presentar al Senado, por fin, al exhortarle Décimo Bruto que no defraudara a los numerosos senadores que le esperaban ya hacía tiempo, salió de casa alrededor de la hora quinta y, al ofrecerle un desconocido que le salió al paso un libelo que denunciaba la conjura, lo mezcló con los demás documentos que llevaba en la mano derecha como para leerlo más tarde. Luego, al ver que no lograba auspicios favorables después de haber sacrificado numerosas víctimas, entró en la Curia despreciando el prodigio, burlándose de Espurina y tachándole de farsante, porque habían llegado los Idus de marzo sin daño alguno: aunque aquel seguía diciendo "que habían llegado, sin duda, pero que aun no habían pasado".
Al sentarse en su escaño, los conjurados le rodearon simulando un acto de cortesía, e inmediatamente Cimbro Tilio, que había asumido el papel principal, se aproximó más a él como si fuera a pedir algo y, al ver que lo rechazaba y lo aplazaba para otra ocasión con un gesto, le cogió de la toga por ambos hombros, después, mientras gritaba: "Esto es una violencia", uno de los Cascas le hirió por la espalda, un poco más abajo del cuello. César, agarrando súbitamente el brazo de Casca, se lo traspasó con un punzón y al intentar lanzarse fuera fue detenido por otro golpe; pero, en cuanto advirtió que era atacado por todos los lados con los puñales en alto, cubrió su cabeza con la toga, al tiempo que soltó el pliegue hasta los pies con la mano izquierda, para caer más decorosamente, con la parte inferior también cubierta. Y en esta postura fue traspasado por veintitrés puñaladas, exhalando sólo un gemido al primer golpe sin pronunciar una palabra, aunque algunos aseguraron que al precipitarse Marco Bruto sobre él, le dijo: "¿También tú, hijo mío?". Permaneció largo tiempo exánime mientras todos huían, hasta que tres esclavos lo llevaron a su casa colocado sobre una litera, con un brazo colgando. Y entre tantas heridas, según el examen pericial del médico Antistio, no se halló ninguna que fuera mortal, salvo la que había recibido por segunda vez en el pecho.

Muerte de Julio César, por Vincenzo Camuccini (circa 1798)

¿Qué llevó a los senadores a tal ensañamiento? Sin duda sus intereses de clase. Como lo había predicho el dictador Sila muchos años antes, en Julio había muchos Marios. En efecto, los optimates representaban a la clase patricia que defendía la República romana a la antigua. Julio César, como Mario medio siglo antes, era el paladín de los populares, que buscaba la participación de "hombres nuevos" en la vida política de Roma. Pero eso no era todo; ya habíamos mencionado que sus aspiraciones eran inconstitucionales y no muy legítimas. Volvamos a Suetonio:
Julio César en un carro triunfal, por Andrea Mantegna (1506)
No obstante, otros hechos y dichos suyos son aún más graves, hasta el punto de que se cree que abusó del poder absoluto y que fue asesinado con justicia. En efecto, no sólo recibió honores excesivos, como el consulado ininterrumpido, la dictadura perpetua y la prefectura de costumbres, además del prenombre de Imperator, el sobre nombre de Padre de la Patria, una estatua entre los reyes y una tribuna en la orquesta; sino que toleró que se le decretaran también honores por encima incluso de la condición humana: una silla de oro en la Curia y en su tribunal, un carro y unas andas en la pompa circense, templos, altares, estatuas junto a los dioses, un lecho sagrado, un flamen, lupercos y la denominación de un mes con su nombre; y aceptó y concedió todos los cargos a su capricho. Ostentó un tercer y cuarto consulado como un título honorífico, contentándose con el poder de la dictadura decretada al mismo tiempo que los consulados, y tanto en un año como en el otro nombró dos cónsules para que le sustituyeran en los últimos tres meses, de tal modo que en el período intermedio no celebró más elecciones que las de los tribunos y de los ediles de la plebe y nombró prefectos en lugar de pretores, para que administraran los asuntos de la ciudad mientras él estaba ausente. En cambio, la víspera de las calendas de enero, por la muerte repentina de un cónsul, otorgó el cargo vacante durante unas pocas horas a uno que se lo pedía. Con la misma licencia, y despreciando las costumbres de la patria, distribuyó las magistraturas para muchos años, otorgó las insignias consulares a diez ex pretores, y admitió en el Senado a individuos que habían sido agraciados con la ciudadanía romana y a algunos galos semibárbaros...
Lucio Junio Bruto
Busto colección de los Museos Capitolinos, Roma
A cualquier republicano serio le hubiera parado los pelos de punta una actitud como la de Julio César. Los romanos tenían aversión por las monarquías desde que Lucio Bruto expulsó a los reyes y se estableció un gobierno republicano con equilibrio de poder. Así, Tácito en el Libro I de los Anales (Historiadores latinos. EDAF, Marid, 1970), comenta:
La ciudad de Roma fue en un principio gobernada por reyes. Lucio Bruto introdujo la libertad y el consulado. Las dictaduras se tomaban por tiempo limitado, y el poderío de los diez varones (decenviros) no pasó de dos años, ni la autoridad consular de los tribunos militares duró mucho. No fue largo el señorío de Cinna, ni el de Sila, y la potencia de Pompeyo y Craso tuvo fin en César, como las armas de Antonio y Lépido en Augusto, el cual bajo el nombre de príncipe se apoderó de todo el Estado, exhausto y cansado con las discordias civiles...
La cosa era tan grave que, nos cuenta Suetonio:
Algunos escribieron en la basa de la estatua de Lucio Bruto: "¡Ojalá aún vivieras!", y en la del propio César:
Bruto, porque expulsó a los reyes, fue el primero en ser elegido cónsul
éste, porque ha expulsado a los cónsules, ha sido al fin elegido rey 

¿Cómo hubiera sido el imperio de Julio César? Difícil decirlo, pero tal vez hubiera sido un régimen populista, pero no oclócrata, sino más bien plutócrata, sin olvidar a la plebe para la que siempre habría pan y circo. Julio César, como mucho tirano de ayer, hoy y siempre, gozaba del favor de las clases populares. Cuando Marco Junio Bruto participó en el asesinato del tirano para salvar la República, no sabía que la estaba enterrando. Luego vendrá otra guerra civil que dará como triunfador a Octavio (u Octaviano) sobrino nieto y heredero de Julio César, que a nombre de la restauración de la República será Emperador.

Denario de oro acuñado por Bruto y  Cassio
Se ve un gorro de la libertad, flanqueado por dos dagas


8 comentarios:

  1. "Amigos, compañeros, ¡escuchadme!

    Vengo a enterrar a Cèsar, no a elogiarle!"

    La memoria es una cosa curiosa. A veces cualquier cosa, aùn no relacionada con el tema que se trata, la hace saltar. Claro que èse no fue el caso.

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    1. Eso es fruto de la educación clásica que se impartía en Venezuela. Ayer le comentaba a un conocido chavista, pero no madurista, sobre el asesinato de César por haber violado la constitución romana y me dijo, muy orondo: "Maduro no ha violado la constitución". Le respondí: ¿Y quién hablaba de Maduro? Me refería a Julio César... ¿No será que te traiciona el subconsciente?.

      Feliz día. Estoy sin internet en casa, gracias al apagón de 24 horas.

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    2. En parte. Pero mas bien bien era fruto de mi insaciable sed de lectura. Con decirle que no tenía 10 años y me había tragado El Paraíso Perdido de Milton. A los 7 El maravilloso viaje de Nils Holgerson a través de Suecia cosa que, con horror de mi madre, logre efectuar en un par de días y a los 8 un regalo de primera comunión: La Historia de San Michele, de Axel Munthe, libros todos que aùn tengo y amo.

      Por fortuna por mis lados no hubo apagòn. Otro día será.

      Saludos

      Olmar

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    3. Así me pasó también. La lectura me ha dado grandes satisfacciones y hace la diferencia.

      Un abrazo,

      Abraham

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  2. Parece que en la antigua Roma no hubo siete reyes sino solo tres. Pero el último de aquellos, llamado Tarquino el Soberbio, desprestigió totalmente a la monarquía romana. Tal vez no fuera solo que un hijo de Tarquino hubiera violado a la aristócrata Lucrecia (convertida en santa por los paganos) Tal vez hubo mucho mas, pero del año -509 a la fecha mucho ha llovido.
    O sea que ni Rómulo, ni Numa Pompilio, Tulio Hostilio ni Anco Marcio habrían existido, según historiadores modernos. Históricos sin duda fueron, según ellos, Servio Tulio, Tarquino Prisco y Tarquino el Soberbio. Y la duración de la Monarquía romana de c -640 a -509 (1)

    (1)Me parece mas elegante usar el signo (-) para las fechas anteriores a Cristo p.e.

    Muerte de César -45 y no 45 a. C
    Nacimiento de César c -100 y no c 100 a.C
    Batalla de Kadesh c -1270

    y suficiente con ésto

    Feliz día

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    1. Tratándose de historia romana, debería ser una fecha aUc (ab Urbe condita), pero no llego a tanto. Creo haber puesto en algún artículo el signo -. Mi preferencia es la que coloco que me recuerda a una señora que estudiaba conmigo griego koiné y preguntaba al profesor el por qué de la cuenta regresiva. Él le tuvo que explicar cómo se medía el tiempo en la antigüedad.

      Te me adelantaste. Tenía para el viernes (pero sigo sin Internet) la historia de Lucrecia, que no era santa, sino una matrona honorable. La historia romana más antigua está llena de cosas fabulosas y caracteres ejemplares para la edificación de las masas; al menos así lo indica Tito Livio. Pronto verás el artículo de la buena Lucrecia en contraposición a la pérfida Tulia. Escucharás también una bella cantata barroca: La Lucrezia.

      Feliz ssemana.

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    2. Cuestión de gustos. A mi la notación (-) me parece mas dinámica. Me la enseñaron los ilustres Aureo Yépez y Aurelio Baldor, historiador y matemático, respectivamente.
      No conozco en verdad la historia de Lucrecia. No niego que las mujeres paganas pudieran tener tantas virtudes como las cristianas. A Hypatia (tema interesante) la asesinaron cruelmente unos cristianos nada virtuosos, por decir lo menos. Parece que la famosa científica de la antiguedad se nego a retractarse del paganismo
      No se quien estableció el año -753 como el de la fundación de Roma. Lo que dice la Wikipedia al respecto es interesante (no me confío ciegamente en ella en otros asuntos, pero eso es harina de otro costal)
      Conoceremos pues, la historia de Lucrecia y la de Tulia

      Feliz abril

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    3. Ya vas a conocer a la buena Lucrecia. Acabo de sentarme en la máquina.

      Un abrazo.

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