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Muchachos de la Generación del 28 |
Entre la amplia obra de Miguel Otero Silva destaca una trilogía que ya es un clásico de la literatura venezolana del siglo XX. Las tres novelas a las que me refiero son
Fiebre (1939),
Casas Muertas (1955) y
Oficina N° 1 (1961). Las tres, además de ser literatura de denuncia, describen a Venezuela en un momento crucial de su historia. Hoy comentaremos
Fiebre, la primera de ellas, que lanzó a la fama a su autor y se refiere a la rebelión estudiantil de febrero de 1928 frente a la dictadura de Juan Vicente Gómez. La versión actual corresponde a una revisión que hizo el autor, como él mismo nos refiere:
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Miguel Otero Silva |
Apañé las intentonas anteriores, logré apilar en la nueva coyuntura como 200 páginas y las publiqué con empaque de libro, saliera sapo o rana, sin detenerme a corregirlas, sin mostrárselas previamente a un consejero idóneo. Así vino al mundo la primera edición de Fiebre en Caracas, y la segunda en México y la tercera en lima, tal y como la teclearon mis inexpertas manos juveniles. Cuarenta años más tarde, time present, releí mi lejano relato, y decidí hacer lo que dejé de hacer a su debido tiempo: someterlo a un irremplazable procedimiento de cirugía, despojarlo hasta donde fuera posible de oratoria antinovelesca y de palabras farragosas: corregir es podar. Eso sí, he mantenido intocados los personajes y la trama, y también el estilo digamos"vanguardista" y la intención digamos "romántica" que eran instrumentos peculiares de la generación del 28. La generación del 28 para quienes todavía no lo saben, fuimos nosotros, los protagonistas de Fiebre, 252 estudiantes venezolanos que resolvieron un buen día declarase en desacuerdo con la (ponga usted el adjetivo más espeluznante que conozca) dictadura del general Juan Vicente Gómez.
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Beatriz Peña, Reina de los estudiantes en el carnaval de 1928 |
La leí por primera vez en su edición limeña del Festival del Libro, en un ejemplar que estaba en la biblioteca de mis hermanos. Para entonces yo contaba con solo 11 años y descubría el placer de leer textos fuertes sin ilustraciones. Demás está decir que, debido a mi inmadurez, buena parte del mensaje estaba fuera de mi alcance. Para subsanar esa deficiencia, hace unos meses compré la trilogía completa editada por Los Libros de El Nacional (Caracas, 2009). La leí y quedé complacido. Además de ser una obra de calidad, su mensaje sigue vigente a pesar de que los hechos que narra ocurrieron hace casi 80 años. Debemos agregar también que esta nueva edición incluye, a manera de prólogo, un amplio texto de MOS sobre esta obra, la generación del 28, y entrevistas a los sobrevivientes para 1971. Es pues un verdadero tesoro testimonial.
De la contraportada:
Estructurada en tres partes, "La universidad","Montonera" y "Fiebre", esta historia recrea la aparición de la llamada Generación del 28, grupo de jóvenes universitarios que durante el carnaval de 1928 inició en Caracas un movimiento en contra del gobierno de Juan Vicente Gómez, y que pretendió cambiar los fundamentos de la sociedad y la cultura del país. Los discursos, los hechos armados, los castigos impuestos por la dictadura gomecista forman el núcleo de esta novela política, en un marco geográfico y social devastado por el atraso, la miseria y las enfermedades que asolaban a la Venezuela de entonces.
Transcurridos 70 años de su publicación, los hechos contados en esta obras se muestran más actuales que nunca. Cuando un régimen dictatorial intenta cerrar las puertas de la vida ciudadana, una nación dirigida por la energía, la fe y la fuerza de sus estudiantes lanza el desafío de oponerse y decir no....
En un país tan falto de memoria histórica como lo es Venezuela, donde la historia es vista con menosprecio, me parece interesante recomendar ampliamente a las nuevas generaciones la lectura de
Fiebre y de complementarla investigando la época del gomezato, para que las cosas malas no se repitan y el buen ejemplo perdure.
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Antigua sede de la Universidad Central de Venezuela, hoy Palacio de las Academias San Francisco a Bolsa, Caracas |
Hace muchísimo tiempo, los leí. Todos tres. Creo que Fiebre no me impresionó demasiado porque había oído a mi madre y a mi abuela hablar de todas esas cosas, entre ellas que la reina de los estudiantes había sido enviada a Puerto Cabello donde se le dio una casa por cárcel. Por supuesto, toda la buena sociedad porteña visitaba a la familia propietaria de la casa y conversaba con la chica. No era un caso Simonovis.
ResponderEliminarPero de los tres, el que realmente me impresionó fue Casas Muertas. Me hizo comprender el abandono en que se encontraba el interior de Venezuela y la terrible cosa que eran la fiebre amarilla y el paludismo y el por qué de la campaña antimalárica y de los ranchos de bahareque que orgullosamente ostentaban en su frente las siglas DDT. Claro que fue una barbaridad ecológica pero no lo sabían. Y creo que, si lo hubieran sabido, de todas formas lo hubieran hecho. Era cuestión de salvar vidas y, hasta cierto punto, salvar al país
Sin duda, la mejor lograda delas tres novelas es Casas Muertas.
EliminarNo sabía lo de la casa por prisión de la reina de Carnaval. Esos muchachos pasaron mucho trabajo, pero les sirvió como un gran aprendizaje de vida, por eso todos (o casi todos) se destacaron.
Amigo mío.
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