miércoles, 23 de julio de 2014

La cámara sangrienta


Hace un par de días pasé por mi librería favorita con la intención expresa de comprar algo nuevo que leer. Revisé varias opciones que me presentó Jesús el Librero, unas menos costosas que otras, y al final me lancé por La cámara sangrienta (Sexto Piso, Madrid, 2014), colección de relatos de Angela Cartes muy bien traducidos por Jesús Gómez Gutiérrez y con exquisitas ilustraciones de la artista chilena Alejandra Acosta. Ya lo había visto en mi última visita y no me decidía hasta que revisé con detenimiento.

He aquí, me dije, un bello libro. Muy bien diagramado, sin errores tipográficos, con traducción impecable e ilustraciones provocadoramente inquietantes. Una verdadera joya que va a pasar a la Sección Libros Bellos de mi biblioteca.

¿De qué trata La cámara sangrienta?
La cámara sangrienta, publicada originalmente en 1979, es una colección de diez relatos explícitamente basados en cuentos de hadas, en especial de Charles Perrault, pero tambiénde Jeanne Marie Leprince de Beaumont, del folclore europeo, e incluso de la radionovela con claras influencias de la narrativa del Marqués de Sade.
Su autora, Angela Carter, afirmó que se sentía impelida a escribir "cuentos góticos, cuentos crueles, cuentos de terror, narrativas fabulosas que tratan directamente del imaginario del inconsciente". Pero Carter no se limitó a versionar cuentos de hadas desde una nueva perspectiva, sino que recreó por completo "al extraer el contenido latente de los cuentos tradicionales como punto de partida de nuevas historias (...) y el contenido latente es violentamente sexual".
Así, estos relatos ahondan en temas de feminismo y metamorfosis, en los aspectos inmorales y perversos del matrimonio y el sexo, y en el equilibrio de poder en esas relaciones. La ilustradora chilena Alejandra Acosta ha puesto sus lápices al servicio de estas historias sorprendentes y necesarias, convirtiendo este clásico en una obra, si cabe, infinitamente más bella.
Esta mañana llevé el libro a la consulta médica para leerlo mientras esperaba que me atendieran. Al despedirme, la médico lo revisa y comenta de lo bello y amistoso a la lectura de ese libro. En verdad valió la pena la inversión.


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