Palas Atenea, por Gustav Klimt |
Cierto día los dioses escogieron los árboles que deseaban tener bajo su tutela. A Júpiter le gustó la encina, a Venus el mirto, el laurel a Febo, a Hércules el chopo y a Cibeles el pino. Asombrada Minerva (Palas Atenea en griego) de que escogieran los árboles estériles , les preguntó el motivo, a lo que Júpiter respondió:
- Es para que no parezca que vendemos el honor por el fruto.
-Dígase de mí lo que se quiera -replicó Minerva-, pero a mi me agrada el olivo por su fruto.
Entonces habló así el padre de los dioses y el creador de los hombres:
- ¡Oh, hija mía, con razón eres llamada sabia por todos! Si lo que hacemos no es útil, vana es la gloria.
Esta fábula enseña a no hacer lo que no aprovecha.
(Fedro III, 17.)
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