sábado, 6 de abril de 2013

Historias naturales

Historias naturales
portada
Ayer entré a la Librería Suma (con una sola M), en Sabana Grande. Ya no es lo que fue cuando su propietario original vivía y mucho menos desde que la zona dejó de ser el centro bohemio de la Caracas culta y SUMA era uno de los polos de atracción de la República del Este. Sin embargo,  sigue siendo una librería de interés. Ayer entré para curiosear y terminé comprando algunos libros. Me llamó la atención Historias Naturales (Debolsillo, Barcelona, 2008) del escritor francés Jules Renard. De inmediato lo compré porque sabía que este bestiario me daría gratos momentos de lectura breve.
Como un cazador de imágenes, el autor observa con detenimiento antes de esbozar estos retratos breves, impregnados de humor y profundo lirismo, que configuran una suerte de bestiario medieval. Su fijación por la búsqueda de la frase mínima y la palabra exacta da como resultado estas estampas naturales, que inspiraron una bella composición musical de Maurice Ravel y que son, como el resto de su obra, lúcidas reflexiones sobre un tiempo. 
La presente versión parte de la edición de 1909, última publicada en vida del autor, ilustrada con veintidós litografías de Henri de Toulouse-Lautrec.
Me gustan los bestiarios y tengo algunos en casa.  Ya los visitaremos.

La obra de Maurice Ravel a la que se refieren los editores lleva el mismo nombre que el libro: Histoires naturelles, para voz y piano (Histoires naturelles, por aquí), que espero compartir otro día. Por ahora, conformémonos con el retrato de un cerdo.



EL CERDO Y LAS PERLAS
En cuanto lo sueltan al prado, el cerdo se pone a comer y su hocico no se alza del suelo.
No elige la hierba fina. Se abalanza sobre la primera que halla y empuja al azar, frente a él, como la reja de un carro o como el topo cegato, su hocico infatigable.
Sólo se ocupa de redondear su vientre que ya ha adquirido la forma del saladero, y jamás le preocupa el tiempo que haga.
No le importa que hace un rato su cebo haya estado a punto de arder bajo el sol del mediodía, y tampoco le importa ahora que esa pesada nube, hinchada de granizo, se extienda y reviente sobre el prado.
La urraca ha huido con un vuelo automático, los pavos se esconden bajo el seto y el potro pueril busca cobijo bajo un roble.

Jules Renard
1864-1910
Autor

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