Hace casi 20 años, una barinesa compañera de trabajo en la Embajada en Canadá me hizo precisamente esa pregunta: "¿Por qué comes cosas raras?" Mi respuesta tajante no se hizo esperar: "Porque la carne mechada y las caraotas me las como en Venezuela".
Claro, en ese momento sólo vi una pregunta tonta proveniente de una persona sin cultura gastronómica (y bastante inculta en todos los aspectos); al fin y al cabo la interrogante surgió cuando comenté lo que había comido la noche anterior en un reconocido restaurant francés de Ottawa y la "cosa rara" era un filete de caribú con salsa de frutos del bosque. Cosas más raras he comido en mi vida.
Ciertamente, mi respuesta ha debido ser otra; por ejemplo,
- Que la oferta alimenticia va más allá que la pechuga de pollo, el bisté de solomo, o el filete de pescado indefinido y que, por respeto al sentido del gusto, hay que variar el menú. En la variedad está el gusto;
- Que cuando uno está en un país extranjero debe probar la gastronomía local porque es una forma de conocer su cultura y participar de ella y que si los nativos no mueren envenenados uno tampoco morirá, a menos que seamos alérgicos (eso se arregla con el medicamento apropiado);
- Para que nadie le venga a uno con cuentos chinos. Es mejor conocer por uno mismo, que por referencias de terceros. ¿Cómo puedo decir que una cosa no me gusta si no la he probado? Es frecuente escuchar "No me gusta X o Z; me da asco" o "¡Puaj! nunca comería eso, no me gusta"... y cuando les preguntas si lo han probado te dicen que NO. Entonces ¿Cómo sabes que no te gusta si no lo has probado? Hay que probar. Si no te gusta, entonces tienes razones para no comerla;
- El espíritu de aventura. Esta no es una aventura peligrosa sino placentera. Mejor no privarse de algo que puede ser una gran experiencia.
Lo más raro que he llegado a comer es el gusano Mopane (en la foto), que no es ni gusano, ni es mopane. Este animalito es la oruga de la Gonimbrasia belina, una especie de mariposa emperador de color pardo, que se alimenta de las hojas del ábol mopane del cual toma su nombre. Por muchas generaciones esta oruga ha sido fuente de proteina para los habitantes de un amplio territorio del África austral (Sudáfrica, Zimbabue, Botsuana y Zambia). En Namibia se consigue seca y limpia, lista para preparar (es un gusto exótico introducido luego de la independencia). Fue dos veces que lo comí para asegurarme de su sabor y experimentar. La primera fue en una cena ofrecida del día de la Unidad Africana en la que entre las especialidades de Zimbabue estaba una bandeja con los mopane fritos, (tomé dos o tres). La segunda vez los comí guisados en un almuerzo ofrecido por el gobierno namibio en ocasión del 15° aniversario de la Independencia Nacional, esta vez eran guisados en una salsa de cebolla, tomate y un punto de picante (tomé dos). Ahora puedo hablar con propiedad:
- En primer lugar es un gusto adquirido; fritos tienen consistencia de caucho y es completamente insípido, a excepción de un interesante retrogusto al tragarlos. Guisados saben a la salsa en la que están preparados. Los prefiero fritos.
- No son asquerosos, ni babosos. La textura es interesante una vez que a fuerza de masticar se abre.
- No me morí, ni sufrí de alergia.
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