La joven madre, por Arturo Michelena (París, 1889) |
RECUERDOS DE MI MADRE
Dedicados á mis hermanos
Ah! ¿Cuántas veces me senté, abstraido,
Apurando el inquieto pensamiento,
Buscando la espresion á un sentimiento,
Huella indeleble que dejó el pesar!
Pesar que llevo con placer, que el hombre,
Si el bien más caro de la vida pierde,
Cuando se halle sin él, que lo recuerde,
Alivio dulce encontrará en llorar.
¡Con cuánto ahinco perseguí una frase
En lo más hondo del humano afecto,
Do de la pena al poderoso efecto
Halla arranques sublimes el dolor!
Porque he deseado que las tristes hojas,
Á las que yo mis pensamientos fio,
Siquiera tengan, cual tributo mio,
Una palabra de maternal amor;
Porque despues del que, infinito, emana
Del seno augusto del Eterno Padre,
No hai otro amor, como el amor de madre,
En la espinosa senda del vivir;
Y hai una tumba, cuyo estrecho espacio,
De mis recuerdos el recuerdo encierra,
El bien mas grande que encontré en la tierra
Y un ser humano pudo recibir.
Ella conserva en silenciosa nada
Mis goces inocentes, cuando niño,
Y entre el helado maternal cariño
Guarda el primer fervor de mi oración.
En ella está lo que del vaso queda
Do fundió mi alma del Señor la mano;
En ese polvo de un despojo humano
Hai fibras de mi propio corazon.
Bajo esa losa acumulados yacen
Lo que voi dando al porvenir, mi historia,
Los pobres lauros de mi humilde gloria,
Los caros restos de mi Madre en fin.
¡Ah! si el oido con que escucha el ángel,
No fuese al alma del mortal vedado
Y, para verla, si me fuese dado
La mirada tener del querubin!
¡Con cuánta dicha su lenguaje oyera
Y el noble aspecto de su ser mirara
Y los consejos otra vez hallara
Que solo el labio maternal vertió!
Mas duerme en paz, querida Madre, duerme!
Que luce el faro que enseñaste á tu hijo;
En él, constante, la mirada fijo,
Que arrostro ahora la borrasca yo.
Mas ruega, si,que en mi camino lleve
Tu buen ejemplo, que á mi vista tuve,
Y que jamás inesperada nube
Pueda ocultarme el faro de la fe;
Que, cuando oprima tu recuerdo mi alma
Ó que á mis puertas la desdicha llame
Ó me torture el desengaño infame.
Á orar al borde de tu losa iré.
Iré, sí, cuenta, que mi ser te debo,
Y ser me huelgo de tu ser nacido,
Y fuí tambien con el sudor nutrido,
Que derramaste en incesante afan.
Deuda eterna! Tu anhelo por armarme
De la maldad contra el amargo fuerte...
Cuando luchaste con la adversa suerte
Y de la boca te quitaste el pan!
¿Pues qué hijo paga la deuda
Que con una madre tiene?
¿Qué importa su fosa llene
Con lágrimas de dolor?
Pudiera... si el débil hombre
Fuese Dios y no su hechura
Y, para estar á su altura
Guardase un cielo á su amor;
Porque el cariño de madre
Para el mortal en el suelo
Es un pedazo de cielo,
Don de la Suma Bondad;
Es un legado precioso
Que pagar nadie ha podido;
De mano en mano ha servido
De escudo á la humanidad.
Mis hijos,... vé, son renuevos
Que á cultivar principiaste;
El que tanto y tanto amaste,
Ya sabe nombra á Dios;
Ya sabe tambien nombrarte,
Y cuando tenga más tino,
Yo le enseñaré el camino
É iremos á orar los dos.
Mas ruega a la Virgen Madre
Que no les falte en el suelo
Ese pedazo de cielo
Que, al espirar tú, perdí,
Y que ellos de las virtudes
Por el sendero escarpado
Transmitan ese legado
Que tú me dejaste á mí!
Y en paz descansa en la mansion eterna,
Donde el Supremo Ser premiado te haya,
Y ruega siempre que mi rumbo vaya
Fija mi vista en el faro de la fe;
Que el paso alumbre de tus otros hijos,
Hasta que Dios á todos nos reclame!
Y yo, entretanto que su voz nos llame,
Á orar con ellos á tu losa iré.
Bajo esa losa acumulados yacen
Lo que voi dando al porvenir, mi historia,
Los pobres lauros de mi humilde gloria,
Los caros restos de mi Madre en fin.
¡Ah! si el oido con que escucha el ángel,
No fuese al alma del mortal vedado
Y, para verla, si me fuese dado
La mirada tener del querubin!
¡Con cuánta dicha su lenguaje oyera
Y el noble aspecto de su ser mirara
Y los consejos otra vez hallara
Que solo el labio maternal vertió!
Mas duerme en paz, querida Madre, duerme!
Que luce el faro que enseñaste á tu hijo;
En él, constante, la mirada fijo,
Que arrostro ahora la borrasca yo.
Mas ruega, si,que en mi camino lleve
Tu buen ejemplo, que á mi vista tuve,
Y que jamás inesperada nube
Pueda ocultarme el faro de la fe;
Que, cuando oprima tu recuerdo mi alma
Ó que á mis puertas la desdicha llame
Ó me torture el desengaño infame.
Á orar al borde de tu losa iré.
Iré, sí, cuenta, que mi ser te debo,
Y ser me huelgo de tu ser nacido,
Y fuí tambien con el sudor nutrido,
Que derramaste en incesante afan.
Deuda eterna! Tu anhelo por armarme
De la maldad contra el amargo fuerte...
Cuando luchaste con la adversa suerte
Y de la boca te quitaste el pan!
¿Pues qué hijo paga la deuda
Que con una madre tiene?
¿Qué importa su fosa llene
Con lágrimas de dolor?
Pudiera... si el débil hombre
Fuese Dios y no su hechura
Y, para estar á su altura
Guardase un cielo á su amor;
Porque el cariño de madre
Para el mortal en el suelo
Es un pedazo de cielo,
Don de la Suma Bondad;
Es un legado precioso
Que pagar nadie ha podido;
De mano en mano ha servido
De escudo á la humanidad.
Mis hijos,... vé, son renuevos
Que á cultivar principiaste;
El que tanto y tanto amaste,
Ya sabe nombra á Dios;
Ya sabe tambien nombrarte,
Y cuando tenga más tino,
Yo le enseñaré el camino
É iremos á orar los dos.
Mas ruega a la Virgen Madre
Que no les falte en el suelo
Ese pedazo de cielo
Que, al espirar tú, perdí,
Y que ellos de las virtudes
Por el sendero escarpado
Transmitan ese legado
Que tú me dejaste á mí!
Y en paz descansa en la mansion eterna,
Donde el Supremo Ser premiado te haya,
Y ruega siempre que mi rumbo vaya
Fija mi vista en el faro de la fe;
Que el paso alumbre de tus otros hijos,
Hasta que Dios á todos nos reclame!
Y yo, entretanto que su voz nos llame,
Á orar con ellos á tu losa iré.
Juan Vicente Mendible, autor del poema, nació en Caracas el 6 de mayo de 1830, hijo de Luciano Mendible y Josefa María Torres. El marqués de Rojas (José María de Rojas) en la Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos, editada en Madrid en 1877, nos da algunas noticias sobre el poeta:
De doce años de edad comenzó sus estudios en la Universidad Central y, despues de haberlos seguido con aprovechamiento y perseverancia, recibió de aquella ilustre Institucion el grado de Doctor e Medicina, á la edad de 25 años.
Sus escritos literarios comenzaron a aparecer en 1847, y desde entónces hasta la fecha ha dedicado una parte de su tiempo á las bellas letras y publicado muchos escritos de diversos géneros.
Ha desempeñado tambien cargos públicos de carácter honorífico y por espacio de seis años ha sido catedrático de Gramática castellana en la Universidad de Carácas.No tengo más datos sobre este médico-poeta. Como de costumbre, he respetado la ortografía del original de 1877.
Este es un pequeño homenaje a todas las madres en su día, en especial a las que ya no están con nosotros.
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