Pedro Pablo Barnola, S.J. 1908-1986 |
Desde la primera edición de Las cien mejores poesía líricas venezolanas (1935) este florilegio -que eso quiere decir antología- ha cumplido sus objetivos. Y seguirá cumpliéndolos, sin duda. Porque un libro que ha alcanzado ocho ediciones se avala por sí mismo. No obstante, llenará los objetivos con que fue elaborado en su espacio y tiempo. El mismo antólogo lo manifestó claramente en el originario "Al discreto lector" y en las notas previas a las siguientes ediciones.
El Padre Pedro Pablo Barnola, S.I., compilador de esta colección de poesía, notó muy pronto -siempre dispuesto para su Noto y anoto- la necesidad de poner en las manos del público en general un conjunto de poemas venezolanos que lo deleitaran y lo formaran. Algunos repertorios llamados Parnasos de poesía, o la Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos, de José M. Rojas, recopilación de textos tanto de prosa como de verso, no reunían ciertamente condiciones para llegar al gran público por su volumen excesivo o por no ser ediciones de cómodo manejo o de fácil adquisición. Pedro Pablo Barnola, dedicado pronto a las Bellas Letras, vio y adoptó ya a sus 27 años la solución de esta carencia en el país con la publicación de Las cien mejores poesías líricas venezolanas. ... (...)
En vida de su compilador, esta antología fue evolucionando. El padre Barnola, a medida que avanzaba la poética nacional, extraía unos poemas y agregaba otros de tal manera que siempre estaba actualizada. La última edición en vida del jesuita comenzaba con Anhelo, de María Josefa Paz del Castillo -sor María de los Ángeles- (1770-1818) y concluía con Alada estación, de Juan Beroes (1914-1975). La edición del padre Tejedor contiene un apéndice con 35 poemas que, en alguna oportunidad, fueron incluidos por el padre Barnola.Y para cerrar la presentación de la octava salida de las cien mejores poesías líricas venezolanas, me parecen muy oportunas las palabras de Barnola, en la primera edición de su obra, tomó de Meléndez y Pelayo con el fin de expresar el modo de entender y valorar -ambos antólogos- estas colecciones de poesía, sin excluir lo que entrañaban de cultura y de conocimientos: son "antologías breves y de amenidad, formadas no para enseñar prácticamente el desarrollo de una cultura, sino para dar apacible solaz al ánimo de las personas amigas de lo bello y para exprimir en breves hojas el jugo y la quintaesencia de numerosos volúmenes en que las páginas dignas de vivir son relativamente escasas".
Basilio Tejedor, C.M.F.
1931-2004
Este florilegio, en sus 77 años de existencia, sigue teniendo una ventaja sobre otras antologías venezolanas, incluyendo la de Luis Edgardo Ramírez: su tamaño. Es fácil de manejar y transportar. La Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos, de J. M. Rojas, si se consigue -sé donde-, es un grueso volumen de 808 páginas; la Antología de la poesía venezolana, de Rafael Arráiz Lucca son dos tomos de tapa dura, y El primer libro de literatura, ciencias y bellas artes (1895), además de ilocalizable, tiene un tamaño poco práctico para su lectura frecuente.
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