martes, 28 de febrero de 2012

Esta Condesa era una verdadera diabla

Erzsébeth Báthory
1560-1614
La Condesa Báthory Erzsébeth (1560-1614) es uno de esos personajes que, sin ser protagonistas de la historia, es conocida por medio mundo por sus proezas de maldad. No tenía la profundidad filosófica del Marqués de Sade, ni el valor en la batalla del Conde Vlad Dracul, el Empalador, pero ha inspirado unos cuantos libros y películas y hasta se ha convertido en la novia de Drácula. La conocí en mi adolescencia a través de un artículo publicado en una revista semanal en la sección de crímenes. Decía la publicación que esta señora se bañaba en la sangre de muchachas para mantener su juventud; me la imaginaba metida en una bañera como el Marat de David. "¡Uy, esta señora era más mala que Gilles de Rais!", me decía mientras avanzaba en la lectura.

Erzsébeth, (Isabel, en castellano), señora de la más rancia aristocracia húngara, mató más de 600 muchachas entre personal de servicio doméstico y jóvenes nobles que estaban bajo su protección. Al final, el escándalo fue tan grave que fue juzgada y sentenciada a ser emparedada en su propio castillo hasta el día de su muerte natural. Como dictaba la mentalidad de la época, Erzébeth fue condenada sólo por los crímenes cometidos contra las jóvenes nobles, ya que las sirvientas y campesinas no contaban. Tengo en mi biblioteca dos libros sobre este personaje, ambos muy interesantes:

Ilustración del libro La Condesa Sangrienta
obra de Santiago Caruso

El primero de ellos se titula La Condesa Sangrienta (Libros del Zorro Rojo, Madrid, 2009), obra de la escritora argentina Alejandra Pizarnik (1936-1972) y bellamente ilustrada por Santiago Caruso. De la solapa del libro cito:

La condesa Sangrienta
"Sentada en su trono, la condesa mira torturar y oye gritar. Sus viejas y horribles sirvientas son figuras silenciosas que traen fuego, cuchillos, agujas, atizadores; que torturan muchachas que luego entierran. Como el atizador o los cuchillos, esas viejas son instrumentos de una posesión. Esta sombría ceremonia tiene una sola espectadora silenciosa".
En 1611 la condesa Erzébeth Báthory fue condenada por el asesinato de seiscientas cincuenta jóvenes. Marcada por la perversión y la demencia, la Dama de Csejthe ha pasado a la Historia como un emblema del mal absoluto. En sus crímenes se vislumbran los límites últimos del horror.
Con La condesa sangrienta, Alejandra Pizarnik alcanzó una de las cimas de su literatura, elaborando un retratro perturbador del sadismo y la locura. Santiago Caruso ha sabido recrear con sus magníficas estampas no sólo los pormenores de la historia, sino también atroces sentimientos que la gobiernan.
En verdad, este libro, que recomiendo ampliamente, está no sólo magistralmente ilustrado, sino que también es una pequeña joya de la literatura argentina.

El segundo libro es también muy interesante. Se trata de La condesa, obra de Rebecca Johns (Ediciones B, Barcelona, 2011), subtitulado "la cruenta historia de Erzsébeth Báthory, la Condesa Sangrienta".  Es una novela, muy bien documentada, escrita en primera persona que refleja la compleja personalidad de la Condesa Báthory, si insensibilidad y su sentir desquiciado. De la contraportada cito:
La Condesa
... la Condesa cuenta a su único hijo su propia historia: su infancia en un castillo, en el seno de una familia poderosa; el dolor de perder a su padre siendo aún joven; la dificultad de ser mujer en la Hungría del siglo XVI; la desgracia de verse sometida a un matrimonio arreglado. Pero también la sorpresa de encontrar el amor con su marido a través de la evidencia de su capacidad para regir, controlar y ejercer su autoridad sobre un pueblo que podía rebelarse durante las ausencias del regente, en campaña contra los turcos. A partir de ese momento, todas las acciones de Erzsébet Báthory están dirigidas a mantener el poder de su esposo y asegurar así el futuro de su familia. Y para conseguirlo está dispuesta a hacer cuanto sea necesario, incluso a revelar su lado más oscuro, ése por el que acabaría mereciéndose el apelativo de la Condesa Sangrienta. Una gótica y atmosférica recreación de la vida de quien fuera quizás la primera y más mortífera asesina en serie de la historia.

Szervusz Erzébeth! No todas tus sirvientas y protegidas eran rameras y ladronas

domingo, 26 de febrero de 2012

El cruel, sanguinario y despiadado pastel de morrocoy

Morrocoy (Chelonoidis carbonaria)
En algunas regiones de Venezuela se acostumbra a comer en Cuaresma y Semana Santa el famoso Pastel o Carapacho de morrocoy. Mal hábito, a mi juicio, porque la especie, Chelonoidis carbonaria, está en peligro de extinción a causa de la captura indiscriminada y la pérdida de hábitat. El plato en sí no es gran cosa, ni amerita el esfuerzo de matar al quelonio de una manera tan bárbara y despiadada. Claro, los que tienen la costumbre de consumirlo, saldrán en su defensa diciendo que también quienes nos oponemos a esta mala acción comemos pollo y carne de res y que esta es una tradición criolla. Siempre existirán justificaciones, pero esto es peor que una corrida de toros.

Empecemos la descripción del plato por donde comienzan a prepararlo: beneficiando al animal ¡Vaya beneficio que le hacen a esta pobre tortuga!

1.- Se agarra al animal y se le pone de costado;
2.- Con un hacha, o con motosierra, se abre el caparazón, que sangra profusamente por los lados;
3.- Se arranca el animalito del resto del caparazón, provocando aún mayor sangramiento;
4.- El amasijo, de donde salen 4 paticas negras que se agitan y una boca que se abre constantemente, se lanza en una olla de agua hirviente;
5.- El animal intentara nadar inútilmente durante los primeros 30 minutos (increíblemente el morrocoy no muere hasta ese momento, pero como no tiene cuerdas vocales para chillar la gente lo interpreta como ausencia de dolor);
6.- Una vez que el animal no patalea más, se deja por varias horas en cocción y se procede a elaborar el pastel. En este punto en donde empiezan las recetas como esta. Se come esta "delicia", acompañada de una gran cantidad de ron o cerveza, ingerida durante la espera. Con el paladar cansado de tanto alcohol, no se dan cuenta del mal que han hecho.

El morrocoy es uno de los animales silvestres que mejor se adapta a vivir como mascota. Tiene un carácter dulce, larga vida y requiere pocos cuidos. Tuve uno que me regalaron cuando yo tenía unos 7 años y me dió muchos ratos de felicidad. Mi abuela me prevenía sobre el mordisco que podía darme si le metía el dedo en la boca. Al parecer, una vez que cierra la boca no la abre hasta que corta el trozo que va a comer (vegetales, frutas, hierbas); si muerde un dedo hay que cortarle la cabeza. Lo regalé a unas parientes que tenían un patio lleno de frutales porque quería que viviera mejor que en mi casa. Es una tortuga de tierra con el caparazón en forma de domo que puede llegar a los 35 cm de largo. Por su carácter, mucha gente los tiene como mascota en su casa y no se los comen, sino que los miman.

Hay una receta ecológica que imita al Carapacho tradicional y que se puede ver aquí.

Cuidemos nuestros recursos naturales

viernes, 24 de febrero de 2012

El Chigüire... ¿Será un pescado?

Chigüire (Hydrochoerus hydrochaeris)
Llegó la Cuaresma; período de penitencia y preparación espiritual para la Pascua. La Iglesia Católica recomienda a sus fieles entre 14 y 59 años de edad, la abstinencia de carnes todos los viernes del año y ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y Viernes Santo, pero deja a la Conferencias Episcopales la reglamentación de las dispensas conforme a las particularidades de cada país. Desde los años 60 del siglo XX, la CEV, sustituyó la abstinencia de carne de los viernes por tres opciones, a escogencia de los fieles, a saber: oración, caridad espiritual o material,  lectura de textos bíblicos. Con el tiempo los venezolanos olvidamos la obligatoriedad de la penitencia de los viernes y el ayuno en los dos días previstos... "porque eso lo eliminó el Concilio". Para conocer las disposiciones del Derecho Canónico con respecto al ayuno y abstinencia, ingresa por aquí.

Los venezolanos siempre hemos sido cómodos y laxos en cuanto a disciplina religiosa se refiere, lo que no se debe interpretar como falta de fe o de devoción. La religiosidad popular predomina y hasta el más descreído "se acuerda de Santa Bárbara cuando truena". También nos gusta creer nuestros propios cuentos; como por ejemplo que la Santa Capilla de Caracas es copia de la Sainte-Chapelle de París, o que el Popule Meus de José Ángel Lamas se interpreta en la Capilla Sixtina (lo que es falso). Lo que nos falta es creer que Simón Bolívar nació de un huevo, como los hijos de Leda de Esparta.

Entre las creencias arraigadas en Venezuela con respecto a la abstinencia de carne está la supuesta existencia de una Bula papal que nos permite el consumo de un mamífero, el chigüire, en vez de pescado en los días magros. Me hago varias preguntas: ¿Qué Papa? ¿Cómo se llama la Bula y en qué fecha fue emitida? ¿Por qué Venezuela sí y otros países sudamericanos no? ¿Cuál es nuestro mérito espiritual para ser acreedores a ella? Uno no puede aceptar cualquier información de forma acrítica. Es simplemente una creencia del centro de Venezuela y la región llanera, donde abunda este animalito; no hay tal dispensa. Pero, en caso de haber sido emitida la famosa Bula, ésta debió serlo en respuesta ciertas condiciones ambientales y de disponibilidad de alimentos ya superadas. Ahora nos regimos por las disposiciones del Concilio Vaticano II y el nuevo Código de Derecho Canónico y no por el Concilio de Trento.

Expendio de chigüire salpreso en el mercado de Valencia
Foto del diario El Carabobeño
El Chigüire (Hydrochoerus hydrochaeris) es también conocido por otros nombre en diversos países de América del Sur: carpincho, capibara, capivara, chigüiro, ronsoco, poncho, jomo, piro-piro, etc. Su nombre científico quiere decir Puerco de Agua. Es el roedor más grande que existe, y puede llegar a pesar unos 85 Kg. Vive en grandes manadas a la orilla de ríos, lagunas y esteros y se alimenta de hierbas y plantas acuáticas (no de peces, como leí en algún sitio web). De las plantas con que se alimenta, la carne toma un tufillo que recuerda al pescado de río. Tal vez de allí viene la creencia venezolana. Se le consigue, fresco o salpreso, en Cuaresma y Semana Santa, temporada en la que predomina su consumo. Esa época coincide con la estación seca, cuando baja el flujo de los ríos y se reduce el volumen de agua en lagunas y esteros, lo que provoca la concentración de las manadas de chigüires en esos espacios.

En el siglo XIX muchos propietarios de haciendas ganaderas hacían grandes matanzas de este animal que "competía" con el ganado vacuno por el recurso escaso. En la actualidad no se caza sino que se cosecha bajo control sanitario. Una vez compré en Puerto Cabello un kilo de chigüire salpreso y lo preparé en Pisillo, que es la manera más tradicional. Vale la pena probarlo, pero no en Viernes Santo.

Pisillo con tostones

PISILLO DE CHIGÜIRE


  • 1 kg de carne de chigüire salpreso
  • 1 cebolla grande,
  • 6 dientes de ajo
  • 1 manojo cebollín (cebolla larga),
  • 1 pimentón.
  • 4 ajíes dulces
  • 2 ajíes picantes, sin venas ni semillas
  • 1 tomate maduro (opcional)
  • Cilantro, comino, pimienta, sal, onoto al gusto
  •  1 taza de aceite para el sofrito


  1. Se pica la carne de chigüire que se va a preparar. Se lava con abundante agua y se remoja desde la víspera para que desale. 
  2. En una olla con agua fresca se pone a hervir la carne hasta que esté blanda (25 minutos si el animal está tierno,  45 minutos, si es más viejo -es bueno chequear). Se saca la carne, se deja enfriar, y se va pisando con una piedra de río para separar las fibras musculares (por eso se llama pisillo). Se pican los vegetales (aliños) muy menuditos y se hace un sofrito con el aceite onotado (yo prescindo del onoto). 
  3. Cuando los vegetales se han confitado, se agrega la carne y se va revolviendo constantemente a fuego medio hasta que las mechas estén sequitas y doradas. 
  4. Se sirve con tostones, palo a pique, arepas o una ensalada de aguacate.

sábado, 18 de febrero de 2012

Un cuento de Carnaval

Rómulo Gallegos
1884-1969
Autor

Tendría yo unos 15 años cuando leí por vez primera El Crepúsculo del Diablo, cuento del gran novelista venezolano Rómulo Gallegos Freire, escrito en 1919. Entonces me llamó la atención su lenguaje, tan rico y vivaz, y me dió lástima el triste fin del diablo carnavalesco Pedro Nolasco. El autor muestra un carnaval popular, violento, vulgar y desordenado, que nada tiene que ver con las carnestolendas de las clases medias y altas con sus guerras de flores y perfumes, disfraces elegantes y certámenes poéticos. Espero que disfruten su lectura como lo hice yo. Agregué citas al pie en beneficio de los lectores que no conozcan Venezuela.



EL CREPÚSCULO DEL DIABLO


En el borde de una pila que muestra su cuenca seca bajo el ramaje sin fronda de los árboles de la plaza, de la cual fuera ornato si el agua fresca y cantarina brotase de su caño, está sentado «el Diablo» presenciando el desfile carnavalesco.

La turba vocinglera invade sin cesar el recinto de la plaza, se apiña en las barandas que dan a la calle por donde pasa «la carrera[i]», se agita en ebrios hormigueos alrededor de los tarantines donde se expenden amargos, frituras, refrescos y cucuruchos de papelillos y de arroz pintado, se arremolina en torno a los músicos, trazando rondas dionisíacas al son del joropo nativo[ii], cuya bárbara melodía se deshace en la crudeza del ambiente deslucido por la estación seca, como un harapo que el viento deshilase.

Con ambas manos apoyadas en el araguaney[iii] primorosamente encabullado, el sombrero sobre la nuca y el tabaco en la boca, el Diablo oye aquella música que despierta en las profundidades de su ánimo no sabe qué vagas nostalgias. A ratos melancólica, desgarradora, como un grito perdido en la soledad de las llanuras; a ratos erótica, excitante, aquella música era el canto de la raza oscura, llena de tristeza y de lascivia, cuya alegría es algo inquietante que tiene mucho de trágico.

El diablo ve pasar ante su mente trazos fugaces de paisajes desolados y nunca vistos, sombras espesas de un dolor que no sintió su corazón, relámpagos de sangre que otra vez, no sabe cuándo, atravesaron su vida. Es el sortilegio de la música que escarba en el corazón del Diablo, como un nido de escorpiones. Bajo el influjo de estos sentimientos se va poniendo sombrío; sus mejillas chupadas se estremecen levemente, su pupila quieta y dura taladra en el aire una visión de odio, pero de una manera siniestra. Probablemente la causa inconsciente de todo esto es la presencia de la multitud que le despierta diabólicos antojos de dominación; sobre el encabullado del araguaney, sus dedos ásperos, de uñas filosas, se encorvan en una crispatura de garras.

Al lado suyo, uno de los que junto con él están sentados en el borde de la pila, le dice:

   ¡Ah, compadre Pedro Nolasco! ¿No es verdad que ya no se ven aquellos disfraces de nuestro tiempo?

El Diablo responde malhumorado:

   Ya esto no es Carnaval ni es ná[iv].

El otro continúa evocador:

   ¡Aquellos volatines que ponían la cuerda de ventana a ventana! ¡Aquellas pandillas de negritos que se daban esas agarrás[v] al garrote! ¡Y que se zumbaban de veras! ¡Aquellos diablos!

Por aquí andaban las nostalgias de Pedro Nolasco.

Era él uno de los diablos más populares y constituía la nota típica, dominante, de la fiesta plebeya. A punto de mediodía echábase a la calle con su disfraz infernal, todo rojo, y su enorme «mandador[vi]», y de allí en adelante, toda la tarde, era un infatigable ambular por los barrios de la ciudad, perseguido por la chusma ululante, tan numerosa que a veces llenaba cuadras enteras y contra la cual se revolvía de pronto blandiendo el látigo, que no siempre chasqueaba ocioso en el aire para vanas amenazas.

Buenos verdugones levantó más de una vez aquella fusta diabólica en las pantorrillas de chicos y grandullones. Y todos la sufrían como merecido castigo por sus aullidos ensordecedores, sin protesta ni rebeldía, tal que si fuera un flagelo de lo Alto. Era la tradición: contra los latigazos de los diablos nadie apelaba a otro recurso sino al de la fuga.

Posesionado de su carácter, dábalos Pedro Nolasco con verdadera indignación, que le parecía la más justa de las indignaciones, pues una vez que se vestía de diablo y se echaba a la calle, olvidábase de la farsa y juzgaba como falta de lesa majestad los irreverentes alaridos de la chiquillería.

Esta, por su parte, procedía como si se hiciese estas reflexiones: un diablo es un ente superior; todo el que quiere no puede ser diablo, pues esto tiene sus peligros, y al que sabe serlo como es debido, hay que soportarle los latigazos.

Pedro Nolasco era el mejor de los diablos de Caracas. Su feudo era la parroquia de Candelaria[vii] y sus aledaños, y allí no había muchacho que no corriese detrás de él aullando hasta enronquecer y arriesgando el pellejo.

Respetábanlo como a un ídolo. Cuando se aproximaba el Carnaval empezaban a hablar de él, y su misteriosa personalidad era objeto de entusiastas comentarios. La mayor parte no lo conocían sino de nombre y muchos se lo forjaban de la manera más fantástica. Para algunos, Pedro Nolasco no podía ser un hombre como los demás, que trabajaba y vivía la vida ordinaria, sino un ente misterioso, que no salía de su casa durante todo el año y sólo aparecía en público en el Carnaval, en su carácter absurdamente sagrado de diablo. Conocer a Pedro Nolasco, saber cuál era su casa y estar al corriente de sus intimidades era motivo de orgullo para todos; haber hablado con él era algo como poseer la privanza de un príncipe. Se podía llenar la boca quien tal afirmaba, pues esto sólo adquiría gran ascendiente entre la chiquillería de la parroquia.

Aumentaba este prestigio una leyenda en la cual Pedro Nolasco aparecía como un héroe tutelar. Referíase que muchos años atrás, en la tarde de un martes de Carnaval, Pedro Nolasco había realizado una proeza de consagración a «su cuerda». Había para entonces en Caracas un diablo rival de Pedro Nolasco, el diablo de San Juan[viii], que tenía tanto partido como el de Candelaria y que había dicho que ese día invadiría los dominios de éste para echarle cuero a él y a su turba. Súpolo Pedro Nolasco y fue en busca de él, seguido de su hueste ululante. Topáronse los dos bandos y el diablo de San Juan arremetió contra la turba del otro; con el látigo en alto acudió en su defensa el de Candelaria, y antes de que el rival bajase el brazo para «cuerearlo», le asestó en la cara un formidable cabezazo que a él le estropeó los cuernos y al otro le destrozó la boca. Fue un combate que no se hubiera desdeñado de cantar el Dante.

Desde entonces fue Pedro Nolasco el diablo único contra quien nadie se atrevía, temido de sus rivales vergonzantes, que arrastraban por las calles apartadas irrisorias turbas, admirado y querido de los suyos, a pesar del escozor de las pantorrillas y quizás por esto mismo precisamente.

Pero corrió el tiempo y el imperio de Pedro Nolasco empezó a bambolear. Un fuetazo mal dado marcó las espaldas de un muchacho de influencia, y lo llevó a la Policía; y como Nolasco se sintiese deprimido por aquel arresto que autorizaba el hecho insólito de una protesta contra su férula, hasta entonces inapelable, decidió no disfrazarse más, antes que aceptar el menoscabo de su majestad.

II

Ahora está en la plaza viendo pasar la mascarada. Entre la muchedumbre de disfraces atraviesan diablos irrisorios, puramente decorativos, que andan en comparsas y llevan en las manos inofensivos tridentes de cartón plateado. En ninguna parte el diablo solitario, con el tradicional mandador que era terror y fascinación de la chusma. Indudablemente, el Carnaval había degenerado.

Estando en estas reflexiones, Pedro Nolasco vio que un tropel de muchachos invadía la plaza. A la cabeza venía un absurdo payaso, portando en la mano una sombrilla diminuta y en la otra un abanico con el cual se daba aire en la cara pintarrajeada, con un ambiguo y repugnante ademán afeminado. Era esto toda la gracia del payaso, y en pos de la sombrilla corría la muchedumbre fascinada como tras un señuelo.

Pedro Nolasco sintió rabia y vergüenza. ¿Cómo era posible que un hombre se disfrazase de aquella manera? Y, sobre todo, ¿cómo era posible que lo siguiera una multitud? Se necesita haber perdido todas las virtudes varoniles para formar en aquel séquito vergonzoso y estúpido. ¡Miren que andar detrás de un payaso que se abanica como una mujerzuela! ¡Es el colmo de la degeneración carnavalesca!

Pero Pedro Nolasco amaba su pueblo y quiso redimirlo de tamaña vergüenza. Por su pupila quieta y dura pasó el relámpago de una resolución.

Al día siguiente, martes de Carnaval, volvió a aparecer en las calles de Caracas el diablo de Candelaria.

Al principio pareció que su antiguo prestigio renacía íntegro, pues a poco ya tenía en su seguimiento una turba que alborotaba las calles con sus siniestros ¡aús! Pero de pronto apareció el payaso de la sombrillita, y la mesnada de Pedro Nolasco fue tras el irrisorio señuelo, que era una promesa de sabrosa diversión sin los riesgos a que exponía el mandador del diablo.

Quedó solo éste, y bajo su máscara de trapo coronada por dos auténticos cuernos de chivo, resbalaron lágrimas de doloroso despecho.

Pero inmediatamente reaccionó y, movido por un instinto al cual la experiencia había hecho sabio, arremetió contra la turba desertora, confiando en que el imperativo legendario de su látigo la volvería a su dominio, sumisa y fascinada.

Arremolinose la chusma y hubo un momento de vacilación: el Diablo estaba a punto de imponerse, recobrando, por la virtud del mandador, los fueros que le arrebatase aquel ídolo grotesco. Era la voz de los siglos que resonaba en sus corazones.

Pero el payaso conocía las señales del tiempo y, tremolando su sombrilla como una bandera prestigiosa, azuzó a su mesnada contra el diablo.

Volvió a resonar como en los buenos tiempos el ulular ensordecedor que fingía una traílla de canes visionarios, pero esta vez no expresaba miedo, sino odio.

Pedro Nolasco se dio cuenta de la situación: ¡estaba irremisiblemente destronado! Y, sea porque un sentimiento de desprecio lo hiciese abdicar totalmente el cetro que había pretendido restablecer sobre aquella patulea degenerada, o porque su diabólico corazón se encogiese presa de auténtico miedo, lo cierto fue que volvió las espaldas al payaso y comenzó a alejarse para siempre a su retiro.

Pero el éxito enardeció al payaso. Arengando a la pandilla, gritó: «¡Muchachos! Piedras con el diablo.»

Y esto fue suficiente para que todas las manos se armasen de guijarros y se levantasen vindicatorias contra el antiguo ídolo en desgracia.

Huyó Pedro Nolasco bajo la lluvia del pedrisco que caía sobre él, y en su carrera insensata atravesó el arrabal y se echó por los campos de los aledaños. En su persecución la mesnada redoblaba su ardor bélico, bajo la sombrilla tutelar del payaso. Y era en las manos de éste el abanico fementido el sable victorioso de aquella jornada.

Caía la tarde. Un crepúsculo de púrpuras se desgranaba sobre los campos como un presagio. El diablo corría, corría, a través del paraje solitario por un sendero bordeado de montones de basura, sobre los cuales escarbaban agoreros zamuros[ix], que al verlo venir alzaban el vuelo, torpe y ruidoso, lanzando fatídicos gruñidos, para ir a refugiarse en las ramas escuetas de un árbol que se levantaba espectral sobre el paisaje sequizo.

La pedrea continuaba cada vez más nutrida, cada vez más furiosa. Pedro Nolasco sentía que las fuerzas le abandonaban. Las piernas se le doblaban rendidas; dos veces cayó en su carrera; el corazón le producía ahogos angustiosos.

Y se le llenó de dolor, como a todos los redentores cuando se ven perseguidos por las criaturas amadas. ¡Porque él se sentía redentor, incomprendido y traicionado por todos! El había querido liberar a «su pueblo» de la vergonzosa sugestión de aquel payaso grotesco, levantarlo hasta sí, insuflarle con su látigo el ánimo viril que antaño los arrastrara en pos de él, empujados por esa voluptuosidad que produce el jugar con el peligro.

Por fin una piedra, lanzada por un brazo más certero y poderoso, fue a darle en la cabeza. La vista se le nubló, sintió que en torno suyo las cosas se lanzaban en una ronda vertiginosa y que bajo sus pies la tierra se le escapaba. Dio un grito y cayó de bruces sobre el basurero. Detúvose la chusma, asustada de lo que había hecho, y comenzó a desbandarse.

Sucedió un silencio trágico. El payaso permaneció un rato clavado en el sitio, agitando maquinalmente el abanico. Bajo la risa pintada de albayalde en su rostro, el asombro adquiría una intensidad macabra. Desde el árbol fatídico, los zamuros alargaban los cuellos hacia la víctima que estaba tendida en el basurero.

Luego el payaso emprendió la fuga.

Al pasar sobre el lomo de un collado, su sombrilla se destacó funambulesca contra el resplandor del ocaso.




[i]  “Carrera”; desfile carnavalesco.
[ii] Joropo, baile nacional de Venezuela
[iii] Araguaney (Tabebuia chrysantha) árbol emblemático de Venezuela que, en plena sequía, exhibe su profusa floración de un amarillo intenso.
[iv] Ná, apócope de “nada”.
[v] Agarrás, apócope de agarradas, pleitos callejeros
[vi] Mandador: fuete o látigo
[vii] Candelaria, tradicional parroquia popular de Caracas, situada en el margen este del casco histórico de la ciudad.
[viii] San Juan, otra parroquia popular de Caracas, situada al margen sudoeste del casco histórico de la ciudad.
[ix] Zamuro (Coragyps atratus) buitre americano, ave carroñera.

viernes, 17 de febrero de 2012

¡Llegó el Carnaval!

Carnavales de El Callao, estado Bolívar
Cada vez que llega el carnaval entro en reflexión. Me pregunto cómo es posible que un pueblo que se dice alegre como el venezolano no haya sido capaz, en 500 años de historia, de crear unas carnestolendas verdaderamente divertidas. Sólo El Callao y Carúpano pueden exhibir unas fiestas animadas y auténticas, ambas por influencia de los carnavales de Trinidad.

No siempre fue así. En el siglo XX las mejores fiestas al dios Momo se dieron en los años 50. Para entonces había una dictadura militar que promovía pan y circo en abundancia y mucho dinero para malbaratar. Las carrozas de instituciones públicas y privadas salían en desfile casi militar artilladas con caramelos, juguetes, papelillo y serpentinas, y  estaban tripuladas por bellas damiselas que lanzaban sus proyectiles a los muchachos que, disfrazados o no, pululaban por las calles gritando: ¡Aquí es!  ¡Aquí es!. La familias que tenían vehículo salían con sus niños, se sumaban a las caravanas y lanzaban caramelos, pitos y papelillo. Claro, eso ocultaba el lado oscuro del carnaval criollo; el del abuso, la grosería y la ordinariez... el del juego con agua, huevos podridos, azulillo y sustancias nocivas.  Hoy el carnaval venezolano no pasa de ser un fin de semana largo, con algunos niños disfrazados para las actividades que programan las escuelas.

Yo, disfrazado de Caballero
Carnavales de 1956
Desde el siglo XVIII tanto la Iglesia como el Estado trataron de "civilizar" ese carnaval bárbaro y sin sentido que siempre produjo muertos, heridos, violaciones e hijos bastardos. En el período colonial los obispos de Caracas trataron se sustituir las fiestas desenfrenadas  cambiándolas por rosarios y procesiones. Por su parte, los gobiernos positivistas que se sucedieron luego de la Guerra Federal se esforzaron en convertir al carnaval en juegos florales, con concursos de disfraces y sesiones de poesía. Ni la Iglesia ni los masones lograron  apaciguar las furia dionisíaca de nuestras fiestas. Fue en los años 70 del siglo XX cuando el gobierno decidió suprimir el Carnaval del calendario festivo, convirtiéndolo en fechas laborables. Poco a poco la gente se fue olvidando de él y de su feo pasado.

Pero hablar de malas fiestas públicas sin mencionar a su promotor, es algo incompleto. José Francisco Cañas y Merino, Gobernador de la Provincia de Caracas entre 1711 y 1715, fue un personaje nefasto que tenía un concepto extraño de la diversión y el buen gobierno. ¿Cómo me explico? Pues bien, le gustaban los juegos públicos, pero no las diversiones sanas como el Sebucán o la Burriquita de Petare. Inventó dos juegos: uno de ellos consistía en enterrar pollos vivos en la plaza del mercado y luego los "jugadores" entraban a galope y procedían a desenterrarlos clavándoles una lanza por un ojo (el más diestro ganaba); la otra diversión popular era atar objetos a la cola de unos gatos y luego perseguirlos a caballo y tratar de darles un mortal latigazo.

Carroza de Miss Mundo en la Av. Urdaneta, Caracas. 1956
En ese mismo espíritu populachero y brutal propició la celebración del carnaval abusivo; él mismo (olvidando la majestad de su cargo), sus esbirros y espalderos gozaron y se divirtieron de lo lindo mojando y ensuciando a los vecinos de la pobre Santiago de León de Caracas. Su mala conducta fue imitada por el pardaje hasta que un día unas muchachas vieron pasar a Su Señoría y procedieron a jugar carnaval con un personaje tan popular y festivo. ¡Le lanzaron un balde de agua!. Don José Francisco, como todo gobernante tiránico de entonces y de ahora, no vio con buenos ojos la gracia de las muchachas. La reacción no se hizo esperar y de inmediato asaltó la casa, raptó a las damiselas y las violó a orillas del río.

Las fiestas populares con gatos, pollos, o baldes de agua sucia y las violencias que esto ocasionaban, sólo fueron parte de la gestión de gobierno de Cañas. También mandó a talar todos los árboles del valle de Caracas alegando razones sanitarias. Los venezolanos de entonces tenían más temple que los actuales y sabían resolver sus problemas de manera expedita. Al final los ciudadanos cansados lo remitieron a España cargado de cadenas, donde estuvo preso por varios años. Un nuevo monarca lo indultó y murió en la miseria.

Carnaval caraqueño de 1956
Carroza

martes, 14 de febrero de 2012

Peregrinación de Lourdes, entre Caracas y Maiquetía

P. Santiago Machado
 En los últimos días la pereza me ha mantenido alejado de este Blog. Mala cosa; la Pigritia es un feo pecado. Quise escribir antes del 11 de febrero sobre la peregrinación y procesión anual en honor a la Virgen de Lourdes, que es la devoción lourdista más antigua fuera de Europa. Ya parece extemporáneo y sin embargo aún se puede aportar algo nuevo.

En el Blog Caracas en Retrospectiva de mi amiga María F. Sigillo (http://mariafsigillo.blogspot.com/2012/02/peregrinacion-de-la-virgen-de-lourdes.html) hay una buena reseña bellamente ilustrada sobre la Peregrinación y sus 128 años de historia, así como información sobre su fundador el P. Santiago Machado. Invito a visitar ese espacio dedicado a la Caracas de antaño y deleitarse con sus artículos e ilustraciones.

Supe de la existencia de esta antigua tradición mariana hace casi 40 años a través de una compañera de clases en la Escuela de Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela. Ella hacía el recorrido completo desde la Iglesia de la Divina Pastora en Caracas, subiendo por el antiguo Camino de los Españoles, hasta la Iglesia de San Sebastián en el pueblo de Maiquetía. Hay que estar en buenas condiciones físicas para efectuarla porque el camino es fragoso, se asciende desde Caracas hasta casi 2000 msnm y luego se desciende hasta el nivel del mar. A pesar de la dificultad física y lo largo del trayecto, cada año entre 1000 y 3000 fieles acompañan la imagen en su procesión desde la misa a las 5 am en La Pastora hasta la ceremonia de clausura a las 5 pm, en Maiquetía. Debería animarme a hacerla antes de que la edad me lo impida.

Accidentalmente me tropecé en estos días con un himno escrito por el P. Carlos Borges, de quien ya publicamos algo, compuesto para la Coronación de Nuestra Señora de Lourdes en Maiquetía, que transcribo más adelante.

ACTUALIZACIÓN (febrero de 2013):
Siervo de Dios Juan Bautista Castro
Arzobispo de Caracas
Siendo Deán de la Catedral de Caracas se
iniciaron las peregrinaciones de Lourdes.
Nuestra Señora de Lourdes tiene Santuario en Maiquetía. Fue levantado por el Padre Santiago Machado entre 1883 y 1884, y se bendijo el 11 de febrero de este último año. Pretende ser una perfecta reproducción de la gruta de Massabielle donde se apareció la Virgen a Bernardette. El Padre Machado viajó expresamente a Lourdes para conocer el sitio que luego replicaría en su parroquia del litoral de La Guaira. Fue la primera gruta de Lourdes erigida en Venezuela y en América. Las célebres peregrinaciones anuales desde Caracas a Maiquetía por el antiguo camino de los españoles, las comenzó el Padre Juan Bautista Castro (luego Arzobispo de Caracas). El doctor Juan Pablo Rojas Paúl, presidente de la República, y amigo personal del Padre Castro, contribuyó con dos pesos para los gastos de la primera peregrinación.
Fuente: Alfredo Armas Alfonzo. La tierra de Venezuela y los cielos de sus santos. (Armitano, Caracas, 1976)
Para conocer más sobre la obra del padre Machado, ingresar por aquí.

Imagen de Nuestra Señora de Lourdes, en procesión, bajando a Maiquetía.

AVE MARIS STELLA!

HIMNO PATRIÓTICO

Coro

Hoy la patria querida pregona
de la Virgen sin mancha el honor
y su cándida frente corona
con triunfante diadema de amor.

1
Tierra amada de la Eucaristía,
dulce patria que vida nos das,
Mientras honre tu pueblo a María,
grande, libre y gloriosa serás.

Hoy la patria...

2
A tus plantas ¡Oh Virgen bendita!
posternada con santo fervor,
Venezuela te implora contrita
que le alcances la paz del Señor.

Hoy la patria...

3
Flor de Lourdes, regalo del Cielo
a este valle de llanto y de cruz,
blanca luna de amor y consuelo
no nos niegues tu plácida luz.

Hoy la patria...

4
No te alejes del trono bendito
que la patria te quiso elevar
bajo el límpido cielo infinito
ante el vasto horizonte del mar.

Hoy la patria...

5
Custodiando tu real monumento
como prócera guardia de honor,
con sus verdes penachos al viento
las palmeras proclaman tu amor.

Hoy la patria...

6
Para ti nuestras rosas florecen:
y en el diáfano azul celestial
los celajes pendones parecen
que publican tu fiesta triunfal.

Hoy la patria...

7
Las estrellas coronan tu frente
y te incienza la brisa al pasar,
mientras roza tus plantas ferviente
su rosario de espumas el mar.

Hoy la patria...

8
De una cruz bajo el peso glorioso
la montaña su dorso humilló,
y en la cumbre del Ávila hermoso
tus grandezas el pueblo cantó.

Hoy la patria...

9
¡Cuán alegre la patria bandera
en las naves se ve tremolar,
saludando la dulce ribera
donde brilla la Estrella del Mar.

Hoy la patria...

10
Este pueblo que en tierna confianza
besa humilde tus cándidos pies,
en Tí cifra su eterna esperanza
premia, ¡oh Madre! su amor y su fe.

Hoy la patria...

11
Ya que todo lo puedes, María,
ya que nada te niega el Señor,
haz que logre por Tí Maiquetía -
Nueva Lourdes- prodigios de amor.

Hoy la patria...

12
¡Cara patria, levanta la frente
y a los fuertes no temas jamás,
porque honrando a la Virgen Potente
grande, libre y gloriosa serás!

Hoy la patria...


Peregrinación de la Virgen de Lourdes 2012
Subida desde Caracas
Foto de un seminarista de La Guaira.

domingo, 5 de febrero de 2012

Cocuy, ancestral bebida venezolana

Cocuy (Agave cocui)
Ejemplar joven perteneciente al
Jardín Botánico Xerófito de Coro (Venezuela)
El Cocuy (Agave cocui) es una planta propia de lugares semiáridos que desde tiempo inmemoriales ha ofrecido al hombre una ayuda invaluable para enfrentarse a un medio ambiente difícil. Los europeos en el siglo XVI encontraron que los indígenas hacían uso de esta planta de aspecto agresivo. Veamos lo que nos dice el amigo Galeotto Cey:
La cocuiza no sé si llamarla árbol, arbusto o hierba, o conjunto de hojas, que de todos tiene parte. Sus hojas son como en el margen veréis, llenas de pencas con espinas a los lados, un poco oscuras en el medio, de longitud como un hombre, producen un montón de hojas más pequeñas y delgadas, como las que en Italia llamamos áloe, que las mujeres nuestras se ponen, creo que para embellecerse, en la cabeza; pero la hoja más dura, larga al menos una cuarta y media, y tiene cúmulos de dichas hojas, o círculos de ellas, que tienen de circunferencia 10 ó 12 brazas, o más. Echa de tiempo en tiempo, un ramo en el medio, alto, derecho, de grosor al pie como un muslo, después va adelgazando, seco y liviano como un ramo de hinojo, con ciertas pocas hojas en la cima. De éstas hojas agudas se saca un cierto cáñamo que se llama cocuiza. Cortan dichas hojas, después las ponen distantes unas de otras, sobre un leño redondo como para pelar cueros, amarradas a él de modo que no se caigan; después las golpean con varas quebrándolas y luego con un palo tallado como un cuchillo, con las dos manos, raspan dichas hojas sacándoles la carnosidad verde y acuosa, de mal olor,  hasta que quedan limpias las hebras, en un haz como cáñamo, las cuales los indios hilan y hacen con ellas sogas y esas redes de las cuales duermen llamadas hamacas, y a los cristianos les sirven para hacer suelas de zapatos, cuerdas y otras necesidades, y si no hubiese esa hierba, no sé cómo habría yo hecho, que es un gran recurso para quien va por aquellos países. Los indios en Tierra Firme aprovechan casi toda la macoya de hojas y sacan el cogollo del medio, llevándose todas las hojas excepto las más próximas a él y hacen en tierra un hoyo en el cual encienden fuego por muchos días y muy grande, después lo limpian, y así hechas las brasas, llenan ese cuenco de dichos cogollos y lo cubren con hojas, piedras y tierra; allí los dejan cocer y estofar, después los sacan y los comen, que eso les sirve de pan y llámase cocuy, derivado de cocuiza.
Yo lo he comido por placer y por necesidad y es cosa muy dulce, parece cocido con nabos, sin faltarle lo acre; a quien tiene costumbre, comiéndolo y tomando agua después, le afloja el vientre admirablemente.
Lo que no nos cuenta Signor Galeotto es que los indígenas también preparaban con la macoya o piña de este ágave una bebida con alto contenido alcohólico que, con la influencia de los colonos castellanos y la introducción del alambique, se convirtió en lo que los venezolanos conocemos como cocuy. Hay dos regiones colindantes que producen este licor  fuerte y recio como el Tequila mexicano: Pecaya en la Sierra de San Luis, estado Falcón, y Siquisique, estado Lara. Hace unos años se otorgó al cocuy pecayero Denominación de Origen (reconocimiento que en Venezuela sólo comparte con el cacao de Chuao), mientras que el de Siquisique le fue otorgada la condición de Patrimonio Cultural del estado Lara y está en trámites la Denominación de Origen.


Cocuy servido y dos botellas:
a la izquierda Cocuy Pecayero
y a la derecha cocuy larense
 La etiqueta de la botella de cocuy de Pecaya que compré en Coro, dice:
El Cocuy Pecayero, es un licor que con esmero y tradición se obtiene de las plantas de Agave cocui cuidadosamente seleccionadas de las praderas y montañas que circundan la población de Pecaya, donde prevalece un clima único regido por los secretos designios de la Sierra de San Luis, del Estado Falcón.
Este licor es elaborado mediante un proceso artesanal ancestral cuyos orígenes se pierden en el tiempo. Es una bebida de hombres fuertes y de la élite de personas que integran el medio cultural del pueblo venezolano.
El Cocuy Pecayero es una bebida originaria cuya característica y calidad única es producto del medio geográfico y del trabajo del hombre que lo produce. Por ello ha sido objeto de la única Denominación de Origen para un licor artesanal elaborado en el país.
Esta bebida de abolengo indígena se produjo en gran cantidad hasta mediados del siglo XX, cuando una ley de licores prohibió la destilación y comewrcialización de bebidas de alta graduación alcohólica. Tal vez la idea del legislador (Dictadura del General Marcos Pérez Jiménez) era la aplicación del lema repetido hasta la saciedad por el régimen: "Mejoramiento moral, intelectual y material de los habitantes del territorio patrio y transformación racional del medio físico, para lograr que Venezuela ocupe el rango que le corresponde por su situación geográfica, su extraordinaria riqueza y sus gloriosas tradiciones”. 

A este factor político, hay que agregar uno ecológico. Tradicionalmente, el cocuy no se siembra en plantaciones, sino que se colecta del medio ambiente silvestre. La explotación intensiva y la acción del ganado caprino criado en libertad, atentan con la existencia misma del Agave cocui como especie silvestre. Según he leído, hay planes para protegerla y lograr la continuación de esta tradición. Esto, aunado a los límites máximos impuestos a la producción nos garantizarían cocuy por muchos años.

¿Cómo se bebe? Con parsimonia; nada de excesos. Me gusta consumirlo muy frío luego de una comida consistente. La impresión que causa el primer trago, por lo fuerte y ardiente, es inolvidable. Mi sobrino Angel Antonio me regaló la botella de cocuy larense que degustaré en unos días.

Para una información más completa, les dejo los siguientes vínculos:

http://puntomedionoticias.com/2011/03/el-cocuy-patrimonio-cultural-de-los-larenses/

http://kuainabaida.blogspot.com/2011/05/regiones-productoras-de-cocuy-en.html#!/2011/05/regiones-productoras-de-cocuy-en.html  (Un Blog muy interesante y culto)

http://www.municipiourdaneta.com/cocuydpenca.php (Página del Municipio Urdaneta del estado Lara)

http://www.siquisique.com/cocuy (del pueblo de Siquisique)

http://desert-feast.com/agave/a_cocui.html (en inglés)