viernes, 31 de enero de 2014

Las tetas de María Antonieta

Marie Antoinette en chemise, por Louise Élizabeth Vigée Le Brun (1783)
Desde finales del siglo XVIII se viene repitiendo que las copas de champaña de modelo tradicional francés (baja y de boca ancha) se diseñaron usando como modelo los pechos de la reina María Antonieta de Francia, mientras algunos dicen que la modelo en cuestión no fue esta reina, sino Madame de Pompadour, amante de Luis XV, suegro de María Antonieta. No son las mejores copas para tomar ese delicioso vino: el líquido se calienta más rápido, el gas de escapa (y con él las preciadas burbujas) y se disminuye la capacidad de apreciar sus complejos aromas. ¿Cómo sería el tetorio de la "Perra Austríaca"?

Copas de modelo tradicional francés o coupes champagne
Al parecer, todo es leyenda. Veamos lo que nos dice sobre el particular Tony Perrottet en su ameno libro 2500 años de historia al desnudo (Ediciones Planeta, Madrid, 2010), que es un tesoro de historias eróticas y sensuales:
No existen pruebas de ninguna clase en el caso de María Antonieta, si bien es cierto que la reina era una apasionada del champán. Aunque solo fuera por eso, su opulenta figura, admirada por su suegro, el rijoso rey Luis XV, y por otros, habría servido para crear copas de un volumen superior al de las someras coupes. Pero la conexión pecho real-cristalería pudo comenzar con otra historia, un poco más verosímil: es indudable que María Antonieta poseía un juego de tazones modelados en forma de pechos, creados para ella por la fábrica de porcelana francesa de Sevres, y la tradición sostiene que los pechos que sirvieron de modelo fueron los suyos. Conocidos con el nombre de jattes tétons, esas cremosas calabazar blancas se apoyan en un trípode decorado con cabezas de cabras talladas. María Antonieta era adepta al movimiento de "vuelta a la naturaleza" que recuperó en Francia la costumbre de la lactancia materna, y había encargado las tazas para utilizarlas en su lechería de cuento de hadas de Rambouillet, un eco de su granja de fantasía de Versalles, donde la reina gustaba de ir vestida como una pastora y juguetear con sus hijos y damas de honor. La vajilla, vergonzosamente cara, se prestó durante el convulso 1788, un año antes de que estallase la revolución.
Jatte téton del Museo Nacional de Cerámica de Sevres
Si el relato es verdadero, el molde del pecho de la reina  se habría hecho probablemente en cera bajo el control de un tal Jean-Jacques Lagrenée, codirector artístico de la fábrica. Los cuatro tazones originales se conservan en el Museo Nacional de Cerámica de Sevres, en París, y la compañía de porcelana sigue fabricando reproducciones para entendidos.
Con gusto compraría una de estas jattes tétons para tomarme un café au lait por las mañanas, pero jamás desperdiciaría un buen champagne con esta taza para leche fresca.






lunes, 27 de enero de 2014

El pescador




EL PESCADOR

BARCAROLA

La vida pasa
Dulce, sencilla, 
En su barquilla
Cruzando el mar;
Libre de penas,
La vela al viento,
Halla contento
Yendo á pescar.

Tiende sus redes
En la laguna,
Cuando la luna
Brillando está,
Y en ellas saca
Peces brillantes,
Que palpitantes
Mueren de afan.

Cuando en Oriente
Brilla la aurora,
Vuelve la prora,
Saluda al sol
Y allá en las selvas
Oye las aves
Con notas suaves
Rogando á Dios.

Une sus voces
Á los cantares
Y hácia sus lares
Vuelve la faz
Y al cielo pide,
Derrame en ellos
Sus dones bellos,
Ventura y paz.

Feliz mil veces
Con su barquilla
Llega a la orilla
Do está su amor,
Nice divina,
Prenda adorada,
Mujer amada
Del pescador.

Por Diego Jugo Ramírez


Fuente: Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos.
Jouby et Roger Editeurs, París, 1877.
Edición facsimilar del Concejo Municipal del DF, Caracas, 1977

Para cerrar nuestro pequeño homenaje a la Semana de la Zulianidad, hemos escogido un cuadro del destacado pintor zuliano Julio Árraga Morales. La pintura, cuyo título desconozco, representa a una muchacha sentada (creo que la modelo fue su hija Violeta Árraga Zuleta) a orillas del lago de Maracaibo contemplando una escena marina. Está fechada en 1917, once años antes del sentido fallecimiento del artista. Me resolví acompañarlo de un poema de otro distinguido marabino: Diego Jugo Ramírez (1836-1903), de quien comentaremos otro día.
Julio Árraga Morales
(1872-1928)
Julio Árraga nació en en Maracaibo en 1872 y desde muy joven se notó su aplicación a las artes plásticas. Se formó primero en la escuela Normal de Dibujo de su ciudad natal (1882-1886) y luego en la Academia de Bellas Artes de Florencia, Italia,  (1896-1898). De regreso en Maracaibo se dedicó a la pintura histórica y el retrato y a la docencia. Posteriormente se dedicó al tema que lo hizo famoso: Maracaibo, su paisaje y su gente, casi todas ellas pintadas al aire libre con un cambio en la técnica y la expresión, influenciado por el impresionismo europeo. Murió en su taller de Maracaibo en 1928. Sus restos reposan en el Panteón Regional del Zulia. La Gobernación de Estado tiene en su sitio web un artículo sobre don Julio, que se puede leer por aquí.
La familia Árraga Zuleta y sus descendientes son cercanos a los afectos de mi familia. Su hijo Tito casó con mi prima Laura Acosta Matheus, madre de una grata descendencia que mantiene la proximidad y el calor familiar con sus parientes lejanos en Caracas.


La media noche

La Noche, por William-Adolphe Bouguerau (1883)

LA MEDIA NOCHE

A LA CLARIDAD DE LA LUNA

AL DOCTOR CECILIO ACOSTA

...en ninguna parte de la Naturaleza nos penetra más
de un sentimiento que su grandeza: en ninguna parte
ella nos habla más y más fuertemente, que bajo el cielo
de la América.
Dr. Felipe Larrazábal


Opacos horizontes
Y rumor de airecillos y cantáres,
Y sombras en los montes,
Y soledad dulcísima
En la tierra infeliz de los palmares;
Y allá léjos la luna que se encumbra
Y un cielo azul de porcelana alumbra.

Y en el lago sin brumas
La onda medio caliente entumecida,
Coronada de espumas
Sonando melancólica:
Y como tregua ó sueño de la vida
En el hogar del hombre; y como inerte
La creacion, y el sueño como muerte.

La gran Naturaleza
Ó vacila ó se asombra, y muda y grave,
Pálida de tristeza,
Ve sus astros inmóviles...
Suspension de la vida, que no sabe,
Maravillada el alma, si le asusta, 
Ó le aplace por quieta ó por augusta.

Tal es, sobre su coche
Que silencioso por el orbe rueda, 
La estraña media noche
De las regiones índicas:
Así, al tañer de la campana, queda,
Su voz oyendo por el aire vago,
La ciudad de las palmas en el lago.

Aquí empieza el imperio
De esas visiones sin color ni nombre
Que en inmortal misterio
Guardan las noches tórridas.
Aquí no alcanza a comprender el hombre
La cifra ó la razon de cuanto mira,
Ó si despierto está, sueña ó delira.

Tanta trémula estrella
Que de rubíes el espacio alfombra,
Tanta roja centella
Que con la luna pálida
Penetra y brilla en la nocturna sombra,
Causa son de terror, causa de duelo
Si ya la media noche sube al cielo.

¿Quién sabe por qué crece
Entónces el penacho de esa palma,
Y el viento la remece
Y la despierta súbito,
Y á su voz el concierto y dulce calma
De la noche se rompe, cual si fuera
Hablando una palmera á otra palmera?

¿Quién sabe por qué luego
Se vuelven las conchuelas con la luna
Margaritas de fuego,
Y cuando boga rápido,
Sonriendo de sus espléndida fortuna,
Nauta feliz que ansía por cojerlas,
Ni conchas halla ni radiantes perlas?

¿Quién sabe, quién alcanza
Por qué se cierne la nocturna nube
Con monstruosa semblanza,
Y envuelta en sombras tétricas
Desciende al llano, á la colina sube
Para mostrar despues, como un tesoro
El plateado cendal con fimbria de oro?

Mentira! bajo el peso
De tanta maravilla, grita el mundo.
Acaso será eso...
Pueda que los fantásticos
Prestigios de la luz, tras el profundo
Rumor que alzan los vientos que campean,
Finjan visiones y mentiras sean;

Pero algo está escondido
Que bulle y vive y lúgubre se extiende
Al solemne tañido
De ese cristiano símbolo.
Algun prodigio el hombre no comprende
En esas altas horas: algo existe
De indefinible, pavoroso y triste.

No es que la noche ayude
Los Génios á salir de sus recintos;
No la mar se sacude,
Ni murmuran los céfiros,
Ni el santuario los dorados plintos
Caen sonando, ni la sobra pasa,
Ni el trueno zumba, ni la luz abrasa;

Mas con todo, á tal hora
Brota, se desvanece, canta, gime,
Brilla, se descolora,
Azota  el aire trémulo,
Empaña el éter, la materia oprime
Una sombra, una luz, un sér ¡quién sabe!
Que llena el orbe y que en la chispa cabe.

Entre el hombre que piensa
Y los astros que alumbran se descorre
Como una cosa inmensa,
Impalpable, magnífica;
Y cuando la parduzca y vieja torre
Su postrimera campanada vibra,
De eso como infinito ¿quién se libra?

Salve augusto misterio
Que encierras tan hondísimos arcanos;
En tu silente imperio
De sonidos insólitos,
Y de pálidas luces, y de vanos
Pavorosos fantasmas, todo es triste
Y se transforma todo cuanto existe.

Mas la razon del hombre,
Al impulso inmortal de su sentimiento
Instintivo y sin nombre,
Penetrará recóndito,
Ó explicarse querrá con noble aliento,
Ese mundo invisible que reposa
Oculto entre la noche silenciosa.

Soledad del desierto
Y rumor de airecillo en los fragantes
limonares del huerto:
Y en el azul vivísimo
Rubias estrellas, fuegos vacilantes
Y claridad de la luna que se encumbra
Y hasta el sombrío limonar alumbra.

Tal es, como su coche
Que silencioso por el orbe rueda,
La extraña media noche
De las regiones índicas:
Así, al tañer de la campana, queda,
Su voz oyendo por el aire vago,
La ciudad de las palmas en el lago.



Hace poco más que un año colocamos en esta bitácora un poema del poeta romántico venezolano, José Ramón Yepes, quien destaca sobre otros de su generación por la calidad de su lenguaje. Se trata de Himno epitalámico, que acompañamos de comentarios salidos de la pluma de Luis Correa, ensayista, autor de Terra Patrum, el cual se puede leer por aquí.

Para el poema de colocamos hoy, transcribimos un breve artículo de presentación publicado por el Marqués de Rojas en su Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos, publicada en París en 1875. Lo copio textual del la edición facsimilar del Concejo Municipal del Distrito Federal (Caracas, 1975):
José Ramón Yepes
1822-1881
José Ramón Yépes nació en Maracaibo, ciudad occidental de Venezuela, el 9 de Diciembre de 1823. Gravemente enfermo en su infancia, comenzó tarde sus estudios, y no progresando en los de matemáticas, que habia preferido, los abandonó, dedicándose á la marina. Fué esta una fortuna para Yépes, porque en su nueva carrera ha ganado dos especies de laureles; - los que le ha dado su patria en recompensa de sus constantes y heróicos servicios; y los que ha brindado á su númen la Musa de las Letras, pues debe saberse que fue en la vida solitaria del marino, llena de tempestades y peligros, que su carácter, indomable y desaplicado ántes, volvióse melancólico y reflexivo, y que despertó en su ánimo el deseo de recuperar eñ tiempo perdido, consagrándose día y noche al estudio y en especial á la lectura de los clásicos españoles.
Además de los empleos que Yépes  ha desempeñado en el ejercicio de su profesion, como Capitán de Puerto, comandante de Apostadero, Catedrático de Náutica y Gefe de Escuadra en campaña, hasta merecer los más altos grados, ha sido diputado a la Legislatura nacional y miembro del Senado de la República. En la actualidad es Director de Marina en el Ministerio de este nombre.
Yépes es uno de los poetas más notables de Venezuela y á esta circunstancia auna dos que le hacen brillar mas todavía, - la modestia sin afectación y un franco y honrado carácter. 
En 1881, el Almirante Yepes murió ahogado en el Lago de Maracaibo en un accidente mientras cumplía con su deber.


domingo, 26 de enero de 2014

Dulces de limón

Dulce de limón agrio

Manuel y Fátima, los fruteros del vecindario, traen del mercado unos limones grandes, firmes y sin semilla que me incitaron a preparar un dulce de limón criollo. Recordé que mi amiga Beatriz Gerbasi me dice que hay que rescatar la vieja dulcería criolla y compré un kilo de esas bellezas. Pensé primero en la receta que nos da Armando Scannone en su libro Mi cocina a la manera de Caracas (libro rojo), pero al revisarla me apercibí que él recomienda limones más bien pequeños y los míos eran grandes. Rebusqué en otro recetario y apareció una fórmula que me decidí a adoptar esta vez.

Daré ambas recetas, comenzando por la de La cocina de Casilda; dulces y bocadillos de la Venezuela de ayer (Libros de El Nacional, Caracas, 2005), por Graciela Schael Martínez. Ella nos da dos recetas: Dulce de limón agrio y Dulce de limones abrillantados; esta última un poco complicada porque se necesitan las frutas en su racimo.

DULCE DE LIMÓN AGRIO

Ingredientes:

  • 1/2 kilo de limones verdes y grandes
  • 1/2 kilo de azúcar
  • 1/2 litro de agua
  • 1 cucharadita de agua de azahar
  • 1 cucharadita de bicarbonato de sodio

Preparación:
  1. Se toman los limones, se parten por la mitad y se les quita el corazón. Se hierve un poco de agua con bicarbonato de sodio y se echan los limones. Se dejan hervir un rato y después se ponen en otra olla con agua hirviendo.
  2. Se prepara un almíbar con el 1/2 kilo de azúcar y el 1/2 litro de agua. Luego se echan los limones en el almíbar hirviendo, que todavía se tendrá al fuego. Se deja coinar a fuego bajo hasta que los limones estén transparentes y blancos.
  3. Se aromatiza con 1 cucharadita de agua de azahar.

La receta de Scannone es completamente diferente. Si el dulce de Casilda son cascos de limón, los de don Armando se cocinan enteros, luego de un proceso que dura de 3 a 4 días. La preparé hace muchos años y me gustó el resultado:


DULCE DE LIMÓN EN ALMÍBAR
Para hacer este dulce son preferibles limones pequeños, de tamaño uniforme, de piel lisa y delgada y que estén hechos y jugosos pero todavía duros. Se hace preferiblemente en olla de cobre.
Ingredientes:
  • 1 kilo de limones, 25 a 35, dependiendo del tamaño
  • 1/2 cucharadita de bicarbonato de sodio
  • 7 tazas de agua
  • 1 kilo de azúcar.

Preparación:

  1. A los limones se les saca el zumo amargo de la piel agarrándolos con un paño y pasándoles con fuerza el lomo de un cuchillo. Se les hace una cortadita muy pequeña por debajo y se van poniendo en agua fría.
  2. Con un cepillo se lava muy bien una olla grande de cobre con sal y limón y luego con vinagre y sal y en ella se ponen los limones con bastante agua. Se lleva a un hervor y momentos antes de hervir se le agrega el bicarbonato. Se cocinan tapados hasta que se sientan muy blandos al introducirles un palillo o aguja, alrededor de 60 minutos. Si durante la cocción se necesita más agua, se les puede agregar agua hirviendo.
  3. Entretanto, se tiene otra olla, esmaltada, con agua hirviendo. En el momento en que los limones están listos, se apagan los fuegos y se pasan con una cuchara perforada los limones escurridos a la otra olla esmaltada o a un envase de vidrio con agua hirviendo. Se tapan y se dejan aparte hasta el día siguiente.
  4. Al día siguiente y con mucho cuidado se les sacan las semillas a los limones con un palillo y se cambian a una nueva agua fría. Esta última operación debe hacerse suavemente y con cuidado de no estropear los limones, puede ser poniendo el borde de la olla bajo un chorro de agua muy suave. El agua se cambia 2 ó 3 veces al día por 3 ó 4 días. desde el primer día se comienza a probar si los limones han perdido el amargo. Para ello se aprieta suavemente un limón y se prueba esa agua, cuando ya no se siente amarga se continúa la preparación del dulce.
  5. Cuando se va a hacer el dulce propiamente, se ponen las 7 tazas de agua y el azúcar en una olla de cobre lavada como se indicó previamente, se lleva a un hervor y se agregan los limones que ya se han escurrido apretándolos suavemente con la mano.
  6. Se lleva nuevamente a un hervor y se cocinan tapados a fuego fuerte por 10 minutos. Se pone a fuego muy suave y se cocinan tapados por 2 a 2 1/4 horas. el almíbar debe quedar muy claro pues se pueden acaramelar y los limones se endurecen.
  7. Antes de retirarlos del fuego se les ha un hervor fuerte y se sacan inmediatamente de la olla a un envase de vidrio. se dejan enfriar antes de meterlos en la nevera.
APRECIACIÓN:
La receta de Casilda es demasiado imprecisa en cuanto a los tiempos de cocción. Se me ocurre que a la hora de hacer el dulce se aplique la técnica descrita por Scannone en su punto N° 6 para así evitar que queden duros o acaramelados (lo que me sucedió ayer). El gusto del dulce de Casilda es muy bueno, con un toque elegante que le da el agua de azahar. Los limones de Scannone quedan exquisitos si se hacen al pie de la letra. Me recuerdan los que hacían las señoritas Ernst cuando mamá les compraba dulces en almíbar hace más de 50 años.


Limones de Manuel y Fátima

sábado, 25 de enero de 2014

Ceremonias ante la muerte de mi cigarra




CEREMONIAS ANTE LA MUERTE DE MI CIGARRA

Antes de tú nacer, ya eras bosque.
Ya estabas en el pensamiento de las cortezas.
Ya tu oído aprendía en la vibración de las hojas
la música del viento.
Por las raíces de los árboles
iban las fuentes a nutrirse con tus cantos.

Dos láminas de éter
adelgazó la brisa para tus vuelos.

A las cinco de la tarde, tu sirena
anunciaba a las aves el paro de los rumbos,
con ese tono grave del atardecer,
cuando veías los nidos abandonados a la noche.

Decías los oficios panteístas,
elevando tu ronca espiral de música
hacia el trasmundo de tu propio génesis.

Pausa del silencia, en el bosque.

Oyéndote,
temblaban las otras hojas, presintiendo
que acaso irán a ser como tú.
Y se preguntaba el árbol,
cómo pudo salir de su costado
ese chorro de resina musical.
Y se preguntaban las fuentes,
qué tendrían que hacer, para dar vuelo a su canto,
y subirlo -así- a los árboles,
para mostrarlo al sol.

Pudiste hacer sido mástil
cuando estabas en el vientre del árbol.
Algunos marineros escuchan tu canto inaudito
-residuo de bosque que navega y vuela-
en la garganta de la madera de los barcos.

Ahora el silencio reside
en el mecanismo de tu cuerda.
Detrás de las paredes de la vida
estás cantado -sola- ante la muerte;
llevando la nostalgia de la tierra
hasta esos espíritus que te escuchan
allá, en sus afueras del mundo.

Debiera enterrarte en el aire;
en la hendidura de algún árbol...

O en alguna rendija del cielo.


De: Va y ven (1936)
Luis Fernando Álvarez



Uno de nuestros asiduos lectores, quien se presenta como Anónimo y identifica como ARA, es nieto del Luis Fernando Álvarez (1901-1952), autor del poema que acabamos de leer. Al saber el parentesco, le prometí publicar este texto sobre la muerte de la cigarra y me contó algunos detalles familiares que se pueden leer en los comentarios al artículo Un poema de la negritud (por aquí). Le dije a nuestro ciberamigo que ya tenía todo listo y que hoy lo publicaría a primera hora de la mañana, pero Blogger estaba travieso y sólo ahora puedo subirlo.

Un poco sobre el autor: Luis Fernando Álvarez perteneció al Grupo Viernes, que surgió luego del fallecimiento del tirano Gómez. Don Luis Fernando compartía sus inquietudes literarias otros poetas y escritores de la talla de Pascual Venegas Filardo, Vicente Gerbasi, José Ramón Heredia, Miguel Ángel Queremel y tantos otros que considero abrieron un nuevo camino a la modernidad poética de Venezuela.

GRUPO VIERNES
Sentados de izquierda a derecha: Pascual Venegas Filardo, Luis Fernando Álvarez,
José Ramón Heredia, Vicente Gerbasi y Fernando Cabrices.
Foto tomada de www.vicentegerbasi.net
Sobre Álvarez y su obra, me permito una cita de Vicente Gerbasi que tomo de la Antología de la poesía venezolana (Panapo, Caracas, 1997), de Rafael Arráiz Lucca:
Su imaginación necrofílica revela un espíritu preocupado por los sucesos de la carne, y su voz, que tiene sonidos de huesos, vaga entre los más feos residuos de la muerte, que ella, en su altura, desconoce. Esta terrible enfermedad narcotiza su mundo sensorial. Para él, toda belleza ha desaparecido y sus ojos sólo ven un removido y oscuro panorama de elementos en descomposición dejados por la muerte.
Entre los poemarios de Luis Fernando Álvarez, destacan Va y ven (1936), Vísperas de la muerte (1937), Recital (1939), Portafolio del navío desmantelado (1940), Soledad contigo (1940). Monte Ávila publicó en los años 70 un estudio sobre su vida y obra, a cargo de Gabriel Jiménez Emán. Invito a explorar el repertorio de Luis Fernando y sus compañeros del Grupo Viernes.


jueves, 23 de enero de 2014

Al lago Coquibacoa

Acción del castillo de Maracaibo (Batalla Naval del lago de Maracaibo)

AL LAGO COQUIBACOA

Si aquella gloria que en Lepanto brilla
dió ocaso á la sangrienta Media-luna,
en tus cristales, oh gentil laguna,
se hundieron los blasones de Castilla.

¡Salve, inmortal presea de Padilla!
¡timbre de Mara! ¡de la Patria cuna!...
¿Cuándo fué más risueña la fortuna
que al obrar el valor tal maravilla?

La Libertad, por índicos arreos,
tis palmas ciñe, al resplandor que baña
las cimas de cien montes giganteos;

Y ante el prestigio de tan noble azaña,
¡cetro y corona rinde por trofeos
el desgarrado pabellón de España!

Dr. Ildefonso Vásquez


No he encontrado datos relevantes sobre el médico y poeta autor de este soneto. El texto lo tomé de El Zulia Ilustrado, N° 34 y 35, de agosto y septiembre de 1891, volumen dedicado a la Batalla Naval de Maracaibo, en julio de 1823.


Danza guajira

Chichamaya. o Yonna
Foto de Jairo Castilla Bedoya (www.flicker.com)

DANZA GUAJIRA

A Federico Uhrbach

Pára en la hacienda el tráfago del día;
i al entregar la tribu sus labores,
con chumbes i refajos de colores,
a su modo salvaje, se atavía.

Después, en la cercana ranchería,
resuenan papayeros i tambores,
semejando los ecos vibradores
un iracundo mar bajo la umbría.

La tribu forma cerco; i al instante,
suelta pareja, en danza extravagante,
se estrecha, huye, retrocede, gira...

I no cesa la danza bulliciosa
hasta que el indio, a quien su dama acosa,
rueda a los pies de la gentil guajira


Udón Pérez
Ánfora Criolla.

Udón Pérez

martes, 21 de enero de 2014

Tierra del sol amada

Cepillaos bajo el amante sol de Maracaibo
Foto tomada de www.siemprefeliz.com

En esta semana, hasta el 28 de enero, se celebra la Semana de la Zulianidad y, en consecuencia, compartiremos en esta bitácora algunos artículos conmemorativos. Ya hay algunos que hemos colocado en el curso del tiempo bajo la Etiquela Zulianidad (por aquí). Hoy subiremos un poema del más ilustre de los maracaiberos: Rafael Maía Baralt.

ADIÓS A LA PATRIA

Tierra del sol amada,
donde inundado de su faz fecunda,
en hora malhadada
y con la faz airada
me vio el lago nacer que te circunda.

Campo alegre y ameno,
de mi primer amor fácil testigo,
cuando virgen, sereno,
de traiciones ajeno,
era mi amor de la esperanza amigo,

adiós, adiós te queda.
Ya tu mar no veré cuando amorosa
mansa te ciñe y leda,
como joyante seda
talle opulento de mujer hermosa.

Ni tu cielo esplendente
de purísimo azul y oro vestido,
do sospecha la mente
si en mar de luz candente
la gran mole del sol se ha convertido.

Ni tus campos herbosos,
do en perfumado ambiente me embriagaba,
en juegos amorosos,
de nardos olorosos
la frente de mi madre coronaba.

Ni la altiva palmera,
cuando en tus apartados horizontes
con majestad severa
sacude su cimera,
gigante de las selvas y los montes.

Ni tus montes erguidos
que en impío reto hasta los cielos subes,
en vano combatidos
de rayo, y circuidos
de canas nieves y sulfúreas nubes.

Adiós. El dulce acento
de tus hijas hermosas: la armonía
y suave concento
de la mar y el viento,
que el eco de tus bosques repetía;

de la fuente el ruido,
del hilo de agua el plácido murmullo,
mucho más grato a mi oído
que en su cuna mecido
es grato al niño el maternal arrullo;

y el mugido horroroso
del huracán, cuando a los pies postrado
del Ande poderoso,
se detiene sañoso
y a la mar de Colón revuelve airado;

y del cóndor el vuelo,
cuando desde las nubes señorea
tu frutecido suelo,
y en el campo del cielo
con los rayos del sol se colorea;

y de mi dulce hermano,
y de mi tierna hermana las caricias,
y las que vuestra mano
en el albor temprano
de mi vida sembró, gratas delicias,

¡oh, madre, oh, padre mío!
Y aquella en que pedísteis, mansión santa
con alborozo pío
el celestial rocío
para mí, débil niño, frágil planta;

y tantos, ¡aymé!, tantos
caros objetos que en mi triste historia
de miserias y llantos,
marcan a mis quebrantos
breve tregua tal vez en su memoria;

presentes a la mía
en el vasto palacio o la cabaña,
hasta el postrero día
serán mi compañía
consuelo y solo amor en tierra extraña.

Puedas grande y dichosa
subir, ¡oh, patria, del saber al templo,
y en carrera gloriosa
al orbe, majestosa,
dar de valor y de virtud ejemplo.

Yo a los cielos en tanto
mi oración llevaré por ti devota,
como eleva su llanto
el esclavo, y su canto,
por la patria perdida, en triste nota.

Duélete de mi suerte;
no maldigas mi nombre, no me olvides;
que aun cercano a la muerte
pediré con voz fuerte
victoria a Dios en tus fatales lides.

¡Dichoso yo si un día
a ti me vuelve compasivo el cielo;
dulce muerte me envía,
y me da, patria mía,
digno sepulcro en tu sagrado suelo!



Rafael Martía Baralt
(1810-1860)
En su Antología de la poesía venezolana (Panapo, Caracas, 1997), Rafael Arráiz Lucca dice de Adiós a la patria de Baralt:
Su poema más recordado, y con razón, es Adiós a la patria. Allí nuestro hombre público rememora el escenario lacustre de su nacimiento y reconstruye en sí mismo la formación de su amor patrio. Esta urgencia por reafirmar lo nacional quizás tenga asidero en el hecho de haber transcurrido su infancia en Santo Domingo, la tierra de su madre ¿No será su obra toda una reafirmación de la nacionalidad venezolana? En cualquier caso, Baralt encarnó el modelo del hombre de acción y el estudioso. El campo de batalla y la biblioteca fueron suyos, así como la errancia característica de los hombres de su época, comprometidos con la revolución.
Destacan otras obras de Baralt, entre otros un excelente diccionario de galicismos y el Resumen de Historia de Venezuela José Antonio Rámos Sucre lo ponía como un buen ejemplo de prosa.

domingo, 19 de enero de 2014

Píramo y Tisbe

Muerte de Píramo y Tisbe, por Pierre-Claude Gautherot (1799)
Los mitos griegos no se limitaban, ya lo hemos visto, a sucesos de la Hélade. Fuera de los viajes de Odiseo, Jasón y Perseo, que nos pasean por el mundo conocido, existen pequeñas grandes tragedias inmortalizadas por la mitología griega que han llegado hasta nosotros. Tal es el caso de los jóvenes babilonios Piramo y Tisbe, que vemos en la ilustración que encabeza este artículo. De esta historia de amor hay dos versiones, siendo la más famosa la que nos presenta Ovidio en sus Metamorfosis. Para la primera, sigamos la narración que presenta El gran libro de la mitología griega (La Esfera de los Libros, Madrid, 2008) de Robin Hard:
La historia menos conocida los asocia con un río y un manantial, el río Píramo, que llega al mar en Cilicia, en la esquina sudoriental de Asia Menor, y el manantial Tisbe, que brota en el mar cerca de allí (o quizá en la propia desembocadura del río). Hace mucho tiempo, así se decía, había dos amantes llamados Píramo y Tisbe cuya pasión terminó en tragedia ya que Tisbe se suicidó tras quedar embarazada y Píramo la sucedió tras conocer su suerte. Sin embargo, los dioses se compadecieron de ellos y los transformaron en el río y el manantial antes mencionados, lo cual les permitió asociarse íntimamente en su nueva forma, mezclando sus aguas...
Un poco de geografía nos ayudará a buscar a esta pareja metamorfoseada en recursos hídricos. Cilicia es la tierra natal de San Pablo Apóstol (Pablo de Tarso). Si vemos en los mapas de la zona, un poco más al este nos encontramos con el Golfo de Alexandretta, donde desemboca el río Pyramis (en latín Pyramus), conocido también como Ceyham, que desembocaba al Mediterráneo en Mallus, a unas tres millas de su actual desembocadura. Como vemos, ya la pareja no está unida y tal vez el manantial de Tisbe no exista. Cilicia y el río Píramo están relacionados con el rapto de Europa, princesa tiria raptada por Zeus transformado en toro. Veamos lo que nos dice Apolodoro en su Biblioteca mitológica (III, 1):
... Zeus de enamoró de ella y, convirtiéndose en un toro manso, la condujo cargándola sobre su lomo a través del mar hasta Creta. (...) Desaparecida Europa, su padre Agénor envió en su busca a sus hijos, diciéndoles que no regresaran hasta haber encontrado a Europa. En su búsqueda los acompañaron su madre Telefasa y Taso, el hijo de Posidón, o de Cílix, según Ferécides. Pero, cuando a pesar de buscar por todos los medios fueron incapaces de encontrar a Europa, desecharon el regreso a casa y se instaló cada uno en un lugar, Fénix en Fenicia, Cílix cerca de Fenicia, y llamó Cilicia a todo el territorio bajo su mando, inmediato al río Píramo; igualmernte en Tracia se instaló Taso, fundando allí la ciudad de Tasos.
La otra historia de Píramo y Tisbe es más emocionante y ha inspirado a muchos autores, entre ellos a William Shakespeare (Romeo y Julieta y Sueño de una noche de verano). Los hechos se ubican un poco más al sudeste, en Babilonia, a orillas del río Eufrates, frente a la tumba de Nino (fundador de Nínive). Se popularizó por la versión que nos presenta Ovidio en su Metamorfosis (IV, 55-166):
Era Píramo el joven más apuesto y Tisbe la más bella de las chicas de Oriente. Vivían en casas contiguas, allí donde se dice que Semíramis ciñó de muros de tierra cocida su elevada ciudad. Su proximidad les hizo conocerse y empezar a quererse. Con el tiempo creció el amor.
Hubieran acabado casándose, pero se opusieron los padres. Aunque no les dejaban verse, lograban comunicarse por señas y por gestos; no pudieron los padres impedir que cada vez estuvieran más enamorados: y cuanto más ocultan el fuego, más se enardece el fuego oculto.
Tisbe, por John William Waterhouse (1909)
La pared medianera de las dos casas tenía una pequeña grieta casi imperceptible que se había producido antaño, durante su construcción, pero ellos la descubrieron y la hicieron conducto de su voz. A través de ella pasaban sus palabras de ternura, a veces también su desesperación. Muchas veces, cuando de una parte estaba Tisbe y de la otra Píramo, y habían ellos percibido mutuamente la respiración de sus bocas, decían:” Pared envidiosa, ¿por qué te alzas como obstáculo entre dos amantes? ¿Qué te costaba permitirnos unir por entero nuestros cuerpos, o, si eso es demasiado, ofrecer al menos una abertura para nuestros besos? Pero no somos ingratos; confesamos que te debemos el que se haya dado a nuestras palabras paso hasta los oídos amigos”.
Después de hablar así en vano y separados como estaban, al llegar la noche se dijeron adiós, y dio cada uno a su parte besos que no llegaron al otro lado.
Pero al día siguiente se reunieron en el lugar de costumbre, y después de muchos lamentos murmurando en voz baja, toman una decisión. Acuerdan escaparse por la noche, burlando la vigilancia, y reunirse fuera de la ciudad. Se encontrarían junto al sepulcro de Nino, al amparo de un moral (árbol) que allí había. Un árbol había allí cuajado de brutos blancos como la nieve, un erguido moral, situado en las proximidades de un frío manantial.
Este plan adoptan; ese día se les hizo eterno. Al fin llega la noche. Tisbe, embozada, logra salir de casa sin que se den cuenta y llega la primera a la tumba y se sienta bajo el árbol convenido: el amor la hacía audaz.
En esto se acerca a beber a la fuente una leona, con sus fauces aún ensangrentadas de una presa reciente, con la intención de apagar su sed en las aguas de la vecina fuente. Al percibirla de lejos a la luz de la luna, Tisbe escapa asustada y se refugia en el fondo de una cueva. En su huida se le cayó el velo con que cubría su cabeza. Cuando la leona hubo aplacado su sed en la fuente, encontró el velo y lo destrozó con sus garras y sus dientes.
Algo más tarde llegó por fin Píramo. Distinguió en el suelo las huellas de la leona y su corazón se encogió; pero cuando vio el velo de Tisbe ensangrentado y destrozado, ya no pudo reprimirse: "Una misma noche - dijo - acabará con los dos enamorados. Ella era, con mucho, más digna de una larga vida; yo he sido el culpable. Yo te he matado, infeliz; yo, que te hice venir a un lugar peligroso y no llegué el primero. ¡Destrozadme mi cuerpo, leones, que habitáis estos parajes, y devorad a fieros mordiscos esas vísceras criminales! Pero es de cobardes limitarse a decir que se desea la muerte".
Levanta del suelo los restos del velo de Tisbe y acude con él a la sombra del árbol de la cita. Riega el velo con sus lágrimas, lo cubre de besos y dice: "Recibe también la bebida de mi sangre". El puñal que llevaba al cinto se lo hundió en las entrañas y se lo arrancó de la herida moribundo mientras caía tendido boca arriba. Su sangre salpicó hacia lo alto, como cuando en un tubo de plomo deteriorado se abre una hendidura, que por el estrecho agujero lanza chorros de agua, y manchó de oscuro la blancura de las moras. Las raíces de la morera, absorbiendo la sangre derramada por Píramo, acabaron de teñir de color púrpura los frutos que cuelgan.
Muerte de Píramo y Tisbe, por Niklaus Manuel (1520)
Aún no repuesta del susto, vuelve la joven al lugar de la cita, deseando encontrarse con su amado y contarle el enorme peligro del que se ha librado. Reconoce el lugar, pero la hace dudar el color de los frutos del árbol, se queda perpleja sobre si será el mismo árbol. Mientras vacila distingue un cuerpo palpitante en el suelo ensangrentado; retrocedió, y con el semblante pálido un estremecimiento de horror recorrió todo su cuerpo. Cuando reconoció que era Píramo, se da golpes, se tira de los pelos y se abraza al cuerpo de su amado, mezclando sus lágrimas con la sangre. Al besar su rostro, ya frío, gritaba: "Píramo, ¿qué desgracia te aparta de mí? Responde, Píramo, escúchame y levanta tu cabeza abatida, te llama tu querida Tisbe". Al nombre de Tisbe, entreabrió Píramo sus ojos moribundos, que, tras verla a ella, se volvieron a cerrar. Cuando ella reconoció su velo destrozado y vio vacía la vaina del puñal, exclamó: "Infeliz, te han matado tu propia mano y tu amor. Al menos para esto tengo yo también manos y amor suficientes para herirme: te seguiré en tu final. Cuando se hable de nosotros, se dirá que de tu muerte he sido yo la causa y la compañera. De ti sólo la muerte podía separarme, pero ni la muerte podrá separarme de ti. En nombre de los dos una sola cosa os pido, padre mío y padre de este infortunado, que a los que compartieron su amor y su última hora no les pongáis reparos a que descansen en una misma tumba. Y tú, árbol que acoges el cadáver de uno y pronto el de los dos, conserva para siempre el color oscuro de tus frutos en recuerdo y luto de la sangre de ambos". Dijo y, colocando bajo su pecho la punta del arma, que aún estaba templada por la sangre de su amado, se arrojó sobre el hierro.
Sus plegarias conmovieron a los dioses y conmovieron a sus padres, pues las moras desde entonces son de color oscuro cuando maduran y los restos de ambos descansan en una misma urna

Reinos de Lidia, Cilicia y Babilonia hacia el 600 aC

sábado, 18 de enero de 2014

Estoy por las feas

La duquesa fea, por Quentin Massys (1513)
Uno de nuestros lectores, que se ha presentado como Anónimo, dejó un comentario en una fábula criolla de Jesús María Sistiaga (aquí), que no sé si interpretar como una sugerencia a un equipo editorial, o si solicita se publique algo de este poeta decimonónico en esta bitácora. Así que, para complacerlo, transcribo hoy un largo poema de este autor tal y como aparece en la Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos publicada por el Marqués de Rojas en 1877. Sistiaga nació en Caracas en 1823 y murió en mayo de 1889.  En otra oportunidad colocaré una de las fábulas sugeridas.


ESTOY POR LAS FEAS


Hai un hecho, señores, bien probado,
Un hecho por demas particular,
Hecho sobre que pocos han hablado
Y que a mí me provoca á disertar.

Es el caso que nunca hubo poeta
Desde el más inspirado al mas ramplon,
que al retratar su Filis ó su Cleta
No pinte una celeste aparicion.

Y á tanto llega esta pueril manía
Que apellidan Nereida á una mujer...
El cambio á un pez de espada agradaría,
Pero á un hombre señor, no puede ser;

Que no hai vate más zurdo y tan belitre
Que quiera contemplar á su Asunción
Con el rostro bronceado del salitre
Y comiéndose crudo un tiburón.

Hai necios que en su furia rutinera
Á una Vénus comparan á su amor,
Sin pensar que la tal fué una bolera
Sin vergüenza ni pizca de pudor.

Ello es desde tiempos mui remotos
Llenos están los fastos de carmin
Y los vaporosos alborotos
De tanta Estrella y tanto Querubin.

Pero hoi ¡gran Dios! cien mil vates pichones
Nos asfixian con gasas y con tul,
Con turpiales, palmeras y visiones
Y blancos cabezales y Bulbul.

Yo, pues que, por la fuerza de mi sino
Ó por cierta maligna tentacion,
Me siento inclinado de continuo
Á hacer á los demas la oposición, 

Voi á probar que es una tontería
Aquello de albo seno, breve pié,
De aliento embalsamado de ambrosía
Y de cosas que todo el mundo vé;

Que el descosido que á una tuerta adora,
En lo tuerto encontró la inspiracion,
que la jiba que á algunos encocora,
Á otros muchos aumenta la pasion.

He conocido un sabio consumado
Destilando á torrentes el amor
Poir Dorila... de rostro acartonado
Y con un narizon que era un primor.

Pero es esta la lei de los caprichos,
Que en gustos nadie puede decidir,
Pes por mujeres que unos llaman bichos,
Mil otros se apresuran á morir.

Mas permito que exista esa hermosura
Que llaman los amantes dulce iman.
Y que a mozos de seso y de cordura
Los transforme en un blando mazapan.

Aun así, mi lector, fuerza es que creas
Que prefiero por mas de una razon
Sobre todas las bellas á las feas,
Aunque brame la célica region.

Que es cierto que fué linda doña Elena,
Pero caro, por Dios, costó á Ilïon,
Y mas tarde la bella Ana Bolena
Anegó en sangre la feliz Albion;

Y aunque algunos en trovas de melaza
Me citen bellas y hermosuras mil,
No les he de entregar, por Dios, la plaza,
Ni han de lograr ponerme en fuga vil;

Que para contestarles tengo quorum,
Sin maldito el trabajo, vive Dios!
No tengo mas que abrir el Flos Sanctorum,
Do para cada linda hai feas dos.

Ahora bien ¿hubo nunca una bonita
tan llena de dulzura y de pasion
Como una bizca, y mas si es cascadita
Y ha pasado viruela y sarampion?

¿Dónde hallarse podrá tanta constancia
Como en una menguada de nariz,
que viaja sola hasta la misma Francia,
Sin cometer jamas ningun desliz?

Y en cuanto a ventajas reales
Hablad, casados, por mi,
Puesto que sufría los males
Y caprichos infernales
De la desposada hurí!

Para mí tengo por cierto
que la esposa de linda faz
Hace dormido á un despierto,
Y solo cuando está muerto
Tiene su cónyuge paz.

Y si es fea rematada,
Es hacendosa hasta el fin,
Siempre amante, reservada
Y mui poco codiciada
Del vecino figurin.

Y si es bella, como el vino
Tiene un picante vapor
Que pone al cuyo mohino
Y le hace perder el tino
Con su diabólico ardor.

Que la fea es cuidadosa,
Religiosa sin igual,
Mui aseada y oficiosa
Y la joya mas preciosa
De la vida connubial.

Y la linda es veleidosa
Mariposa en el pensil,
Siempre altiva y desdeñosa
Y cuando ella es mas hermosa.
es mas carga concejil.

Y la fea con la aguja,
Siempre empleada en su labor,
Á su cónyuge no empuja,
Ni lo acosa, ni lo estruja
Con suares y tocador.

Y la linda gasta en trajes
Hasta el último doblon
Y os adeuda con encajes,
Gorras, cintas y otros gajes,
¡Oh Dios! ¡Qué revolucion!

¿Y la felicidad? ¡Oh dos eterno,
Líbranos por piedad de todo mal!
Quiero por novia un trasgo del infierno
Ántes que una escrecencia capital.

Quiero cargar con una mujer roma
Que tenga la figura de una col,
Ántes que la las pupilas me carcoma
Una damita linda como un sol.

Yo quiero al retirarme por la noche
Encontrar quien endulce mi pesar,
No una Peri que sin piedad me boche
Y, cuando he de dormir me haga velar.

Quiero mujer que, cuando esté yo enfermo,
No ande con ascos al basilicon;
Que me consuela, si me ataca el muermo,
Y me meta por fin en el cajon.