martes, 14 de agosto de 2012

El carretón de la Trinidad


Ruinas de la Iglesia de la Santísima Trinidad, viaducto y puente de la Trinidad
Ferdinand Bellerman

Cuando Ferdinand Bellerman visitó Caracas en la década de los 40 del siglo XIX, Venezuela aún no se había recuperado de los estragos de la Guerra de Independencia y Caracas aún mostraba las ruinas causadas por el terremoto del 26 de marzo de 1812.  Nada mejor para un pintor del romanticismo que encontrar ruinas en un  ambiente bucólico, y la capital venezolana abundaba de ellas.


En el cuadro que muestro, vemos el valle de Caracas se extiende hasta la Fila de Mariches (al fondo), bajo un cielo tropical, que por la inclinación de los rayos del sol y la nubosidad parece ser el mes de octubre, y en primer plano, el objeto de esta historia: el barrio de la Trinidad, con las ruinas de la Iglesia de la Santísima Trinidad -hoy Panteón Nacional-, y el viaducto y puente del mismo nombre que salva las barrancas de la quebrada de Catuche (entonces de suaves y cristalinas aguas) y une al vecindario con el centro de la ciudad, al sur. Se ve también, muy cerca del puente un samán que aún existe, hijo del famoso Samán de Güere, al cual Andrés Bello dedicó algunos versos.

Pero el tema de esta entrada no es el cuadro de Bellerman sino lo que sucedía en ese interesante barrio luego del toque de ánimas... Que sea Carmen Clemente Travieso quien nos cuente esta vieja historia caraqueña, que llenó de terror a varias generaciones de familias del norte de la ciudad.
El barrio de la Trinidad estaba rodeado de quebradas y hacia el norte el cerro. Entonces los caraqueños de aquellos tiempos consideraban que los terrenos deshabitados estaban muy lejos del centro de la ciudad, y como no existía alumbrado público, en las calles,era un sitio tenebroso cuando las sombras de la noche envolvían la ciudad. Sombrío y lleno de leyendas, de fantasmas, de ociosos que se refugiaban durante el día en las quebradas o en el cerro cercano y por las noches salían a cometer sus fechorías disfrazados de fantasmas o de "hermanos penitentes" sembrando el pánico en la ciudadanía.
El carretón sorprendió a este valiente beodo, pero el de la Trinidad
no tenía bestias que lo arrastraran y el chofer era Mandinga en persona.
 Así surgió  esta leyenda del "Carretón de la Trinidad". Dicen los que la vieron que era una visión pavorosa, y los cronistas la refieren así:
"En las noches oscuras, y en horas ya avanzadas, se divisaba en la ciudad, a favor de la tenue luz de las estrellas, las correrías del carromato que generalmente se extendían desde la plaza del Panteón (antigua Iglesia de la Trinidad), hasta dos o tres cuadras al sur del puente que lleva el mismo nombre; o bien desde Las Dos Pilitas hasta la Plaza de de La Pastora, en la parte norte de la población".

Guá! ¿Cuándo vamo a firmá ese pacto, mi vale?
Ya me monto en el carro pa' buscate.
"En el silencio de la media noche, cuando la naturaleza parecía reposar, y hasta el ave que sirve de centinela en el hogar parece dar la voz de alerta; y duerme, a esa hora, que según las gentes cándidas y las leyendas más antiguas, es la escogida por Satán para venir a este mundo a celebrar pactos con los que han sabido evocarlo; a esa hora se despertaban sobresaltados los habitantes de aquel barrio a causa de un ruido atronador, semejante al que produjeran muchos carros arrastrados por bestias cuyos cascos desempedrasen las calles".

"Algún curioso que se atrevía a averiguar lo que producía tal ruido, contaba a la mañana siguiente a los vecinos, con los pelos "erizados", que el carretón era una especie de arcón que en vertiginosa carrera atravesaba la calle por entre chispas de fuego que las ruedas despedían al tocar el pavimento, sin que en la parte delantera, ni en los costados, se viese bestia alguna que lo condujese, sino un bulto rojo que también lanzaba fuego por los ojos y boca y que al compás de un canto diabólico iba dando saltos como un demonio que era, ya que en la cabeza ostentaba enormes cuernos y en la parte posterior, a guisa de rabo, llevaba un enorme apéndice, justamente como nos representan al arcángel caído, esas antiguas estampas que tanto asustan a los niños."
Para beneficio de quienes no estén familiarizados con el Centro-Norte de Caracas, coloco el plano de la zona, incluyendo, claro está, a La Pastora, que forma también parte de la historia que nos cuenta doña Carmen. Para llegar al Panteón Nacional, cruzar el Puente de la Trinidad y ver lo que queda del viejo barrio del mismo nombre, no situamos en la esquina de La Torre y seguimos en dirección norte:  
Torre a Veroes; Veroes a Jesuitas (muy interesante esta cuadra allí están restaurando la antigua casa donde funcionó el Restaurant de los Hermanos Álvarez por más de 40 años; la antigua sede del Colegio Santa María -Casa Nuestra América "José Martí-, y la Casa Estudio de la Historia de Venezuela "Lorenzo Mendoza Quintero" esta última tiene librería, museo y un restaurant); Jesuitas a Tienda Honda (si vemos a nuestra izquierda está una plaza dedicada al Mariscal Juan Crisóstomo Falcón, erigida en terrenos que fueron del convento de los mercedarios, destruido por el terremoto de 1812 y si vemos hacia la derecha tendremos a media cuadra el colegio San Juan Bautista de la Salle; seguimos por la cuadra Tienda Honda a Puente Trinidad (al fondo veremos el Panteón Nacional con una explanada que ocupa el lugar de la Plaza del Panteón) Hay un viaducto que pasa por encima, la zona se ve fea, aceleramos el paso y al llegar a la esquina de Puente Trinidad cruzamos una amplia pasarela peatonal construida sobre el antiguo puente del siglo XVIII.
El trayecto desde la Torre hasta el Panteón en
vieja foto. El Panteón aún conservaba
la fachada neogótica de 1868
Este es el corazón del antiguo barrio de la Trinidad. El carretón bajaba de noche desde lo que hoy es el Panteón hasta la cuadra de Jesuitas a Tienda Honda, aterrorizando a los pobres vecinos. Me pregunto cuál sería la ruta que tomaba este carro endemoniado para llegar hasta la Plaza de La Pastora. Se me ocurre que una buena vía sería subir desde el Panteón hasta la esquina de Misterio (un nombre muy apropiado) y de allí bajar por el callejón Macuro, buscando el Cuartel San Carlos y luego subir hacia Dos Pilitas y luego Portillo, Torrero, para luego bajar a Pastora... Quién sabe si de vez en cuando nuestro diablo se inspiraba y hacía una ruta más amplia.

Hace unos días pasé cerca de allí. Estaba buscando granjerías criollas: pan de horno, almidoncitos, coquitos, conservitas de coco, suspiros... Era muy temprano y no contaba con que los dulceros del centro comienzan su faena hacia mediodía y se retiran cuando cierran las oficinas de la zona. Hay dos a quienes generalmente compro: un señor que se ubica de Madrices a Marrón y una señora por la esquina de Veroes. Como ninguno de los dos estaban; decidí tomar un paseo y subí hasta Tienda Honda y de allí bajé hasta Santa Bárbara y de allí subí a Fe; para este trayecto se cruza Puente Páez, que no es tan antiguo. Al cruzar el puente tendremos en todo el frente el edificio de la Biblioteca Nacional, a la derecha la Capilla de la Trinidad, recientemente pintada y refaccionada por los vecinos, y a la izquierda una plaza un poco abandonada que lleva el nombre del insigne poeta Vicente Gerbasi. En la plaza habían unos sujetos que me recodaban a los "ociosos que se refugiaban durante el día en las quebradas o en el cerro cercano" a los que se refería Carmen Clemente... mal aspecto tenían estos señores que parecían haber pasado la noche fumando y ahora se reposaban.

Puente Páez que salva el barranco sobre la quebrada de Catuche.
Tomada de Santa Bárbara a Canónigos, acera Norte

El siguiente paso era buscar el famoso Cerrito del Diablo, que era el verdadero objeto del paseo. Regresé sobre mis pasos a la esquina de Santa Bárbara y de allí, en dirección este hacia Canónigos, o Cerrito del Diablo. Después decidí bajar siguiendo el trayecto de la aventura de la madre que maldijo a su hija malcriada y vana (Abanico a Socorro). Mejor no podía ser el paseo, a pesar de no conseguir los dulces que buscaba... Otra vez será.



12 comentarios:

  1. Buen paseo te pegaste, primo. Me sorprendió el perfecto trazado cuadricular de las calles del centro; me encanta porque es difícil perderse por esas calles!
    Saludos,
    Marga

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un viajero, creo que era Depons, decía que Caracas era como un tablero de ajedrez con una esquina levantada. No hay pérdida y menos si te sabes las esquinas.

      Eliminar
  2. No sabía que el puentecito entre Canónigos a San Ramón se llama Puente Páez, como uno creo que sobre el rio Portuguesa, cerca de Guanare. Pero éste que está a media cuadra del Colegio La Salle, se llenó de escombros y sedimentos hasta mas o menos un metro por encima del muro, con motivo de las lluvias del 15 al 17 de diciembre de 1999

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me imagino el susto de los vecinos. Recuerdo la Av. Urdaneta hecha un desastre con el fango y los escombros. Dicen que bajo Puente Anauco sale un muerto; una muchacha de San Bernardino que se la llevó la corriente.

      Eliminar
    2. Mi padre casi pierde la vida en ese sector. Resulta que ahí hay (o había) una residencia tipo pensión donde las habitaciones dan hacia abajo, es decir, hacia el nivel del río... Pues, ya se pueden imaginar el resto.

      Eliminar
    3. La zona tiene sus peligros, no sólo por las quebradas y la delincuencia, sino que en ella confluyen fallas geológicas.

      Eliminar
    4. si puente paez creo que corrio con mucha suerte hoy pasar por hay significa ser victima del hampa a la hora que sea y el carreton se convirtio en los motorizados del diablo q se llevan almas a punta de plomo

      Eliminar
  3. Me pelé con la nomenclatura, en efecto Canónigos está del lado este y San Ramón es en la avenida FFAA. Pero si se llenó de ruinas y demás aquellos tristes días. Yo pasaba por ahi de regreso del trabajo. A lo mejor es de la época guzmancista. No tengo idea

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El puntecito no es colonial, sino de la época de Cipriano, siempre invicto, jamás vencido. Creo que es de 1903, pero no me hagas caso. Queda de Santa Bárbara a Fe. La zona se ve caótica en parte por las quebradas y los edificios construidos sobre ellas.

      Eliminar
  4. Si, es Santa Bárbara a Canonigos, me había equivocado. Dicen que Canónigos se deriva de un cementerio de los canónigos de la catedral. Aqui desaparecieron muchos cementerios antiguos. Dicen que había uno donde actualmente está el mercado de Quinta Crespo. El de los Hijos de Dios, que debió estar en la urbanización de éste nombre.
    Tal vez el puente en cuestión sea de la epoca de Cipriano, porque yo vi la fecha 1906 en el antiguo puente Las Brisas, me pareció que sería del quinquenio o del septenio de Guzmán. Tan atrás como la Colonia no. Mas importante, por lo largo, es el puente El Cuño. Tengo un recuerdo remoto del viejo Guanábano, era muy estrecho y con protección de hierro forjado como el Cuño. No se de que época son los citados puentes. Una vez pasé por uno que no conocía: el puente Miraflores. Y hay otro interesante pero muy alterado actualmente: el de Aguacaticos. Ah y el de Caño Amarillo ¿sería del viejo ferrocarril de la Guaira??
    Como en la parroquia San José muchas esquinas tienen nombres de santos y por supuesto que los tales, jamás anduvieron por esos lares, yo supongo que esos nombres celestiales fueron impuestos por alguna autoridad católica en reemplazo de nombres que le parecieron impropios por alguna causa. Algo he oido de eso, a lo mejor no es cierto. Pero parece que en San José había una esquina Quitacalzón. ¿Ahora tendrá nombre de santo o santa?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es. En Canónigos había un cementerio clerical, de allí su nombre. El de Quinta Crespo era un cementerio para protestantes, fundado por Sir Robert Ker Porter y el de los Hijos de Dios, como indicas en la zona del mismo nombre, que se llama Urb. Diego de Lozada (creo, luego averiguo).

      Se podría hacer un inventario de cementerios y puentes y constatar lo poco que queda. Uno de los pocos sobrevivientes es Carlos III, en La Pastora. En Ña Romualda había otro.

      Para 1812, cuando el arzobispo Coll y Prat se muda a Ñaraulí, en San José lo que había era un chirivital y mucha gente se mudó hacia allá en previsión a un nuevo terremoto. Tal vez de allñí surjan los nombres cristianos. Quitacalzón aún existe. Voy a averiguar y luego te aclaro.

      Eliminar
    2. Falta el Cementerio del Este en La Candelaria, exactamente al este de Parque Carabobo, justo donde está el Liceo Andrés Bello. Mi suegra decía que después de la esquina de Peligro hacia el sur, estaba Pela El Ojo y luego Quita Calzón un callejón sin salida que daba por el sur con el lindero de la hacienda El Conde entre el cementerio y el Parque Carabobo.

      Eliminar