sábado, 18 de agosto de 2012

Salvado en la raya

Simónides de Ceos
Simónides de Ceos (556 aC- 468 aC), autor de hermosos poemas líricos, fue criticado por sus contemporáneos por su musa mercenaria; es decir, que trabajaba por encargo y cobraba caro y de antemano. Se han conservado numerosas anécdotas de su tacañería. Fedro dedica algunas fábulas a este personaje. La que transcribo a continuación se basa en un hecho real que sucedió el año 500 aC.; estaba en un banquete cuando se ausentó brevemente, salvándose así de morir aplastado por el derrumbe del techo; y fue el único en poder reconocer los destrozados cuerpos de los comensales al recordar los lugares donde estaban sentados.

SALVADO POR LOS DIOSES
"Antes dije cuánto valor tienen las letras entre los hombres; ahora diré cuánto honor les han concedido los dioses."
Simónides, de quien antes he hablado, aceptó escribir un elogio de un púgil vencedor en los juegos. Cerrado el trato por cierto precio, el púgil exigió el secreto.
Como el tema era muy pobre, Simónides, usando la licencia acostumbrada, intercaló el elogio de Cástor y Pólux, los dos astros gemelos hijos de Leda, cantando la gloria de un prestigio semejante a su héroe, Gustó su poema, pero sólo recibió la tercera parte del precio convenido. Al reclamar el resto, le dijeron:
- Deben dártelo aquellos a quienes dedicas las otras partes de tus elogios. Mas para que no te enfades, te invito a la cena con que deseo agasajar a mis parientes. ¿Vendrás?
Aunque defraudado y doliéndole la injuria, Simónides prometió ir a la cena, más que nada por el temor de perder el favor del púgil.
A la hora convenida todos los invitados al alegre festín ocuparon su sitio en la mesa. De pronto se presentaron en la casa dos jóvenes de presencia sobrehumana, cubiertos de polvo y derramando copioso sudor y encargaron a un esclavo que fuera a decir al poeta Simónides que se reuniera al instante con ellos.
- Decidle -agregaron-, que lo que nos trae aquí no admite demora.
Presuroso, el esclavo hizo salir a Simónides. Mas apenas puso éste el pie fuera de la sala del festín, la súbita caída de la bóveda aplastó a todos los convidados, salvándose tan sólo el poeta. En cuanto a los dos jóvenes, habían desaparecido.
Al contarse y conocerse estos hechos en su encadenamiento, todos comprendieron que la protección de los dioses tutelares había salvado a Simónides en pago de su salario. (IV, 24)
A pesar de su cicatería, Simónides obtuvo su recompensa, al igual que el tramposo púgil y su parentela. Entre los helenos la impiedad era un feo crimen. Tal vez los dioses hubieran sido más benévolos con el atleta si éste hubiera cancelado el precio acordado y no hubiera hecho la odiosa referencia.

Simónides no murió en su tierra natal de Ceos, sino en Sicilia unos cuantos años después de este accidente. Se le conoce, además de sus versos, por ser el autor de una frase que luego los romanos hicieron suya: Justicia es dar a cada uno lo suyo. Fue también uno de los creadores de la Mnemotecnia, que permite al orador recordar largos discursos.

La poesía es pintura que habla y la pintura poesía muda.
Simónides


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