EL COLEADOR
Sobre zaino trotón derecho estriba
y destella en sus ojos la esperanza,
al ver que el encierro se abalanza,
y pugna, y sale al fin, la res altiva.
Finge un trueno el tropel: y flecha viva,
en pos del toro el coleador se lanza:
por instantes lo sigue, al fin lo alcanza,
y la cauda le apresa, y le derriba.
Mientras la res del polvo se endereza,
como en tiempos de antiguos lidiadores
la muchedumbre al triunfador aclama.
Y por premio obtendrá, de su proeza,
vulgar corona de marchitas flores,
¡oh, Fabio!, en vez de inmarcesible rama.
No es éste el mejor y más afortunado poema del médico, poeta y guerrero guariqueño Francisco Lazo Martí (1869-1909), quien es mejor conocido por su exuberante Silva Criolla, un clásico de la literatura nativista venezolana. Quise simplemente compartir una breve lectura del domingo en la tarde y robarme algunas imágenes que encontré por allí.
El coleo que nos describe el poeta es el que se realizaba antaño en las poblaciones del llano venezolano, para lo cual se trancaba con unas talanqueras una calle principal, se soltaba el toro y atrás iban los diestros jinetes. Hoy existen "mangas" construidas a tal fin y los jinetes llevan cascos protectores. El premio era tal vez la "vulgar corona de marchitas flores" que nos dice Lazo Martí, pero quien la entregaba era la muchacha más linda del pueblo y eso vale más que una "inmarcesible rama".
Francisco Lazo Martí autor |
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