Los bohemios |
La obra contiene una erudita introducción por Robert Darnton, que aconsejo leer antes de adentrarse en la lectura de la novela y al final se complementa con abundantes notas que ilustran sobre el tema. Es una novela para leer con detenimiento y no quedarse con la historia, que no es gran cosa, sino leer lo que Pelleport nos quiere decir. Entre los múltiples temas que trata, hay uno muy actual que es el de los derechos de autor y la piratería.
De la contraportada:
Mientras Donatien de Sade pergeñaba los 120 días de Sodoma en la Bastilla, otro marqués no menos libertino escribía a pocos pasos de su celda una novela igualmente escandalosa y repleta como aquella de lujurias y enormidades, pero mucho más significativa con respecto al oficio de la escritura. Porque Los bohemios abría una ventana satírica al mundo de los versificadores, filosofrastos, plumíferos, libelistas y quincalleros de la lengua que vagaban en busca de papel durante el crepúsculo del Antiguo Régimen. Ese vecino de Sade, sin embargo, quedó sepultado bajo la losa del tiempo y su obra nunca se incorporó a nuestra genealogía literaria; de hecho, apenas quedan seis copias de la edición original desamparadas en otras tantas bibliotecas. Esta versión en castellano es la primera que se publica en 220 años de purgatorio.
Los bohemios aquí retratados son una tropa de escribidores que recorren los campos de Champaña escoltados por sus barraganas y un asno cargado de manuscritos inéditos. Viven de la tierra (robando gallinas, básicamente), propinan interminables arengas filosóficas (a cada cual más insensata), riñen y berrean como chiquillos, fornican en católica promiscuidad (sin excluir al clero en sus calenturas) y sólo se detienen para engullir lo que van afanando por el camino. Como el descubridor del texto afirma en la introducción, Los bohemios se mueve entre varios géneros, de modo que puede leerse como un relato de aventuras, una novela picaresca, un roman à clef, una colección de ensayos, un panfleto anticlerical y un opúsculo libertino. Estamos, pues, antes una muestra tan magnífica como olvidadada del gran relato dieciochesco anclado en los magisterios convergentes de Rabelais y Cervantes.
Lo disfruté en lo que vale y lo recomiendo a quienes tienen interés por ese período histórico.
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