domingo, 24 de junio de 2012

Las brujas del cementerio

Amanecer en el Cementerio
de los Hijos de Dios
N. Ferdinandov
Tengo en casa un libro de leyendas históricas de Caracas, cuyo autor no mencionaré, ni el título completo de la obra, porque está pésimamente escrito, plagado de errores gramaticales y tipográficos y no guarda orden ni concierto. Al menos tiene un índice. Se preguntarán por qué no lo desecho, si es tan malo. Alguna virtud tendrá y está en la cantidad de historias de muertos y aparecidos en la vieja Caracas, anterior al servicio de luz eléctrica. Ese solo motivo me impide botarlo.

Por otro lado, la información que contiene, luego de desentrañar esa rara gramática de su autor, puede servir para entretener un poco a los amigos que leen esta bitácora, que no es sino una especie de diario compartido de cosas que me gustan. Desde niño disfruté las historias fantásticas que contaban los viejos a los niños a golpe de las 9 de la noche (¡hora del toque de ánimas, por favor!), que era el momento de irse a dormir; y dormía plácido, como duermen los inocentes, tal vez lamentando que ya no se aparecieran esos espantos....

La historia que voy a relatar, corrigiendo un tanto al autor, se desarrolla en el desaparecido cementerio de "Los Hijos de Dios", que estuvo ubicado en una planicie al norte de Caracas, parroquia La Pastora, y que tuvo corta duración. Fue establecido por suscripción  de acciones en 1856 para ser clausurado 20 años más tarde cuando se hizo un camposanto más amplio en Tierra de Jugo (Cementerio General del Sur). Sin embargo, los columbarios y fosas se mantuvieron en pie hasta los años 50 del siglo XX, cuando fue demolido por la dictadura de Pérez Jiménez para construir viviendas populares (Urb. Los Hijos de Dios). Una verdadera lástima, porque allí se encontraban los restos de muchos venezolanos ilustres, entre ellos algún prócer de la independencia.

Juan Vicente González
(1810-1866)
Sus rivales lo llamaban Tragalibros
Pero volvamos al libro. El autor nos refiere dos de las muchas historias que se tejieron alrededor de este cementerio. La primera tiene que ver con el gran polemista e intelectual conservador Juan Vicente González (1810-1866), cuyos restos, a su muerte, reposaron en Los Hijos de Dios y no fueron rescatados durante la demolición. Nos dice:
...Allí donde justamente aseguraban las crónicas, que nuestro famoso periodista y escritor, Juan Vicente González, le gustaba visitar.
Y fue allí, donde se dice que tan insigne vate, exclamó en una de sus muchas visitas, las siguientes frases: ¡Oh, lugar dichoso, lejos del mundanal ruido de los vivos, yo te saludo! Paz y sosiego hay aquí para la hora en que el cielo quiera que vengan mis huesos a descansar entre los muchos amigos que ya me precedieron. Más tarde, y con profundo respeto, pregunta el mismo Juan Vicente González en su revista literaria: ¡Cuál es mi sorpresa! ¿Con que hay en Venezuela honor y respeto por los que no son? ¿Con que si la vida es afanada y dolorosa, hay por lo menos tumbas para descansar?
No hay que olvidar que J. V. González vivió en pleno romanticismo, lo que se refleja en sus escritos y en su manera de pensar. Triste sino el de Juan Vicente, que fue un intelectual de primera línea, que estando en prisión escribió de memoria un manual de Historia Universal, y que vio con tristeza llegar al final de sus días; perseguido por sus enemigos políticos, ahora en el poder. Al menos pudo descansar entre los muchos amigos que lo precedieron, hasta que el cementerio fuera demolido, sin rescatar sus restos.

Pero esa no es la historia que nos quiere narrar el libro. En la zona vivían siete brujas que causaban pavor a los caraqueños y el autor nos facilita los nombres de 4 de ellas: Agustina, Micaela, Bárbara y Rafaela. Estas señoras ejercían su oficio sin ser molestadas y hacían y deshacían a su antojo.... filtros amorosos, pócimas, menjurjes, todo ello a satisfacción de la clientela caraqueña que siempre ha sentido atracción por ese tipo de cosas...
Y así fue -nos dice el libro- como una noche en que la ciudad avileña se bañaba con uno de los aguaceros más tormentosos que en aquella época se hubiera visto, Agustina y Micaela, se dieron a la tarea de despertar a la población entera, para insinuarle que salieran a las calles y observaran con toda comodidad el espectáculo más grande que pudiera verse mientras existiera la tierra. Se trataba entonces de probar a los caraqueños su poder para detener la tormenta (...) Fue entonces cuando, se dice que en poquísimo tiempo, muchos muertos enterrados en el cementerio de "Los Hijos de Dios" salieron de sus tumbas para no volver más a ellas, e irse a vivir con sus familiares; mientras que por otra parte, la tempestad tan amenazadora, y de no querer por nada cesar, se terminó en segundos, y como si realmente no hubiera llovido esa noche. Mas qué sucedió después de lo narrado, lo ignoramos, pero las brujas se dieron el gusto de demostrar sus poderes en el mundo capitalino. Cierto o no todo lo dicho, ha de saberse que las crónicas no volvieron a hablar de las siete brujas que causaban pavor a la población caraqueña.
Por algún lado, en otro libro, leí sobre esta ocasión en que los muertos bajaron del cementerio a reunirse con sus familiares en una noche de tormenta. Nadie nos da la fecha en que sucedió, pero debió ser en un deslave en la parte alta de la ciudad, que tal vez desenterró cadáveres que estaban en fosas superficiales. Me gusta creer en la conciencia cívica de Agustina y Micaela, que advirtieron el peligro a sus clientes y vecinos.

Cipreses del Cementerio de los Hijos de Dios
N. Ferdinandov

5 comentarios:

  1. No puedo adivinar que libro sea pero te suplico que si alguna vez piensas descartarlo me avisas pues creo que no hay libro malo sino mal considerado.
    ¿Has oido hablar del Museo de las Momias de Guanajuato México? es un sitio impresionante, las momias visten como fueron enterradas en un cementerio que por acción del agua y de los elementos terrenales expusieron y conservaron los muertos con las expresiones mas espeluznantes. Hay un cementerio al lado del museo y creo que el cuerpo más antiguo no llega a los 150 años.

    Caracas vivió siempre entre santos y aparecidos, entre cuentos y leyendas y hasta en los nombres de sus esquinas quedaron evidencias: Ánimas, Pele el Ojo, Peligro, Quitacalzón, Desamparados, etc.

    Nicolai Ferdinandov el famoso pintor ruso que vino a Caracas a finales de la segunda década del siglo pasado creó enorme influencia en algunos pintores venezolanos de entonces. Se radicó en Margarita y finalmente en Curazao donde falleció creo en 1926. Estaba casado con una venezolana quien falleció trágicamente atropellada bajo el Elevado de la Andrés Bello y tuvo dos hijas, una falleció en Europa en la Segunda Guerra y la otra murió aplastada por un plafón del techo del lobby del Hotel Macuto Sheraton la noche del 29 de julio de 1967 ¿Recordarás seguro en qué suceso?.

    Mis consideraciones a su persona.

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    1. Estás bien enterado. No sabía lo de la muerte se la señora de Ferdinandov, ni tampoco el destino de las hijas... ¡destino trágico!

      Cuando el libro se disponga salir de la biblioteca te lo haré saber para que tenga un buen hogar.

      Fuerte abrazo.

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    2. PD. Se me pasaba... Sí, conozco lo del cementerio de Guanajuato y sus momias. Es una cosa tétrica.

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  2. Seguro que ser amante de las películas de terror y tener atracción por los muertos y los cementerios sería como considerar lo primero una infantil parodia de lo segundo, lo segundo es más profundo, es como ver esas témperas o goaches del señor Ferdinandov, tan impresionantes que me cuesta creer que en aquella ciudad de Caracas de los veintes oscura o con claros de luna y acompañado por las Animas atravesasen el Puente de El Guanábano subiesen la cierta y poco empinada calle hacia la montaña pasando frente al Callejón Sanabria (Que tal vez más maltrecho de como lo dejé hace 15 años esté) y se desviasen más arriba despues de pasar la esquina de Dos Pilitas y acaso pasar cerca del Seminario de San José del Avila, para acercarse poco a poco entre tantas sombras y a duras penas traspasar aquellos vetustos muros de tapias y encontrarse con aquellos cipreses añosos y la corpulenta ceiba centinela de torcidas tumbas algunas de las cuales conservaban muy artísticas lápidas en forma de cuarto creciente de la luna que iluminaba. Era un lugar preferido por artistas del siglo 20 y probablemente gracias a esos invaluables goaches del ruso que tu nos regalas a todo color. Mi abuela quien alguna vez pintó se sintió atraida por aquel lugar y lo visitó varias veces. Notables son muchas fotos sobretodo las de Alfredo Boulton quien le dedicó a ese Camposanto capítulo especial.

    Creo que las pailas del infierno le habrán quedado pequeñas a quienes tuvieron las bolas y nada de santas de arrasar aquel sacrosanto lugar en los años 1951-52 y haber tenido otras tantas de ponerle a los bloques Urb. Los Hijos de Dios.

    Hijos de Satanás debieron ser.

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    1. Uno de los peores crímenes contra la ciudad. El cementerio bien hubiera podido ser restaurado y ser uno de los atractivos de la zona y de Caracas. En efecto, se merecen una paila repleta de inmundicia hirviente, en la que una cuchilla los obligue a sumergirse.

      Me gusta tu descripción de la travesía de esas ánimas en pena. Ahora la zona y toda La Pastora tiene unos cuantos Hijos del Diablo rondando por allí, con armas, drogas, robando, matando, etc.

      Un abrazo. Feliz fin de semana.

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