lunes, 11 de junio de 2012

Homenaje al Catire Páez en su cumpleaños

Vuelvan Caras
El 13 de junio de 1790 nació "en una muy modesta casita, a orillas del riachuelo Curpa, cerca del pueblo de Acarigua, cantón de Araure, provincia de Barinas, Venezuela", José Antonio Páez Herrera, destacadísimo prócer de la independencia, el Catire, León de Payara, Centauro de los Llanos y me niego a poner los epítetos que le endilgó la canalla federalista, porque no viene al caso, ni vale la pena.

JoséAntonio Páez
Litografía coloreada, 1847
Estuve leyendo en estos días la Autobiografía de José Antonio Páez (2 tomos, Ediciones Atlántida, 1960), obra que con el paso de los años no se deteriora, sino que, como el buen vino, se añeja. Leerla es adentrarse en un mundo entrañable que nos permite conocer mejor al héroe. A modo de regalo de cumpleaños, entresacaré de la introducción y del epílogo algunos puntos de interés que no pierden relevancia, e ilustraré con una pequeña colección iconográfica. Comencemos con la Introducción:
Va siendo costumbre y es deber de todo hombre que ha figurado en la escena política de su patria, el escribir la relación de los sucesos que ha presenciado y de los hechos en que ha tenido parte, a fin de que la juiciosa posteridad pueda con copia de datos y abundancia de documentos desentrañar la verdad histórica que oscurecen las relaciones apasionadas y poco concordes entre sí de los escritores contemporáneos. He aquí por qué después de los afanes de una vida agitadísima, acometo hoy la empresa de abrir el archivo de mis recuerdos, de registrar los documentos que he logrado salvar de los estragos del tiempo y de las tempestades revolucionarias, y de ocuparme en fin en la penosa tarea de redactar lo que me dicta la memoria y me recuerdan dichos documentos.
Páez escribió estas líneas desde Nueva York en 1867.  Ya casi octogenario y en el exilio, se ocupa aún de su patria. Nada le impide revisar el inventario historiográfico existente hasta el momento: Restrepo, Montenegro, Baralt... Todo lo revisa y sopesa; es un hombre culto y leído. Pero no es sólo eso lo que lleva al anciano a sentarse a escribir sus memorias:
J. A. Páez
Litografía obra de su sobrino
Carmelo Fernández
Si el deseo de dar a mi patria un documento más para su historia no fuera suficiente, estímulo para hacerme emprender el trabajo que me he tomado de escribir mis Memorias, moveríame a ello la necesidad en que me han puesto mis adversarios políticos de contestar a algunos cargos que me hacen con agravio de la verdad y desdoro tal vez de las glorias de la patria. Gracias sean dadas a la providencia que me ha prolongado la vida suficientemente  para haber oído lo que todos han hablado y poder hablar cuando todavía algunos no han callado. Es pues mi ánimo e intención decir todo lo que sé y tengo por cierto y averiguado; corregir algunos errores históricos en que han incurrido los escritores, y sin dejar de confesar las faltas que haya cometido por error de entendimiento y no de corazón, defenderme de los ataques que contra mí ha fulminado la mala fe o el espíritu de partido, que pocas veces hace justicia al adversario.
José Antonio Páez de civil
Cuál será la causa que me haya traído esa animadversión de algunos escritores, lo comprenderá fácilmente quien conozca los odios que dividen nuestra sociedad política y como los principios que en ella se disputan el predominio no son de todos conocidos, paréceme oportuno dar aquí una idea de ellos para instrucción de quien lo ignore.
Aún hoy hay venezolanos malagradecidos que denigran de este héroe a quien acusan de todos los males y es objeto hasta de chistes vulgares. No se ha estudiado bien su obra militar, política y civilizadora, y se le presenta como un traidor a Bolívar, jefe de los oligarcas y militarista, cuando la realidad histórica es todo lo contrario. Trató de establecer una república próspera y civilizada donde las relaciones se basaran en el respeto a la ley. Estaba siempre dispuesto al diálogo y al perdón de las ofensas e hizo un gran esfuerzo por subordinar el estamento militar al poder civil. Hoy es muy fácil decirlo, pero en el siglo XIX venezolano era casi imposible. En la Introducción también nos da un buen consejo, que aún es válido y que ojalá nuestros ancestros hubieran seguido:
José Antonio Páez en uniforme
con condecoraciones
Terminaré esta introducción recomendando a mis compatriotas encarecidamente que tengan valor y armas sólo para una guerra extranjera y que trabajen con fe y devoción por el porvenir de nuestra patria, que sólo necesita paz, y más que nada orden, para el desarrollo de todos los variados elementos de prosperidad, a los cuales no se ha atendido por las disensiones y anarquía que han asolado siempre países tan favorecidos por la mano del Hacedor Supremo.
José Antonio termina sus memorias con una manifestación de humildad, difícil de ver en un político. Veamos lo que nos dice en la Conclusión:
Termino, pues, la historia de mi vida donde debió haber acabado mi carrera pública. Las alteraciones de la política me llamaron después a la patria para luchar con nuevos inconvenientes, y recoger cosecha de desengaños, hasta que volví a la tierra de Washington, resuelto a pasar en ella el resto de mis días. Para entender la actividad de mi espíritu y contribuir de algún modo a la historia verídica e imparcial de los sucesos en que tuve parte, consagré el tiempo a evocar mis recuerdos y a consultar los documentos que había acumulado; y al fin he dado cima a un trabajo, tal vez útil a quien emprenda escribir la historia del medio siglo que cuenta Venezuela de existencia como nación libre e independiente.

Acuarela de Robert Ker-Porter, 1827
Siguiendo la piadosa costumbre de los tiempos en que vine al mundo, termino esta obra rindiendo al Todopoderoso un tributo de gracias por tantos y tan marcados favores me ha dispensado en el curso de mi larga vida. Por uno de esos misteriosos designios en que la previsión humana no puede penetrar, la fuerza de acontecimientos inesperados me sacó de la humilde esfera en que nací para darme parte en la gloriosa lucha que en América emprendieron los principios de la civilización moderna, con las doctrinas transmitidas por los siglos de oscurantismo y barbarie. Favorecido siempre de la suerte, y por una serie de acontecimientos en que se advierte palpablemente la intervención de una potencia superior, llegué, con merecimientos iguales a otros muchos hombres, a obtener la confianza de mis compatriotas, y ayudarles en la gran obra de la regeneración política. La maldad de unos y los errores de otros interrumpieron la comenzada obra, y ya en este libro se habrá visto cómo en lo próspero y adverso mi suerte estuvo siempre unida a los destinos de la patria. Al fin me retiré de la escena política, llevando conmigo la pobreza, prenda, cuando menos, de mis desinteresados servicios a la causa de la paz y el orden.
Es seguro que en tantos años de carrera pública habré cometido yerros de más o menos consecuencia; pero también merece perdón quien sólo pecó por ignorancia, o por concepto equivocado. Mi propio naufragio habrá señalado a mis conciudadanos los escollos que deben evitar.
Me pregunto si en la historia de Venezuela habrá un político que humildemente reconozca sus errores, y que muestre pudor al reconocer que no supo retirarse a tiempo. Lo dudo... ¿Quién se atreve?


Para ver un interesante blog sobre el General en Jefe José Antonio Páez ingresar por aquí.


Moneda de oro conmemorativa
al bicentenario de José Antonio Páez

GRACIAS, CATIRE, VALES ORO


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