martes, 11 de septiembre de 2012

Nuestra Señora de Coromoto IV

Reliquia de Nuestra Señora de Coromoto
Foto suministrada por mi amiga Antonietta Coromoto


Con motivo de cumplirse hoy 60 años de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de Coromoto, transcribo el mensaje que dirigió a Venezuela el Sumo Pontífice Pio XII, el 11 de septiembre de 1952. El mensaje fue radiodifundido en vivo desde el Vaticano:

Venerable Pio XII


Venerables hermanos y amados hijos, católicos venezolanos, que en la linda Guanare asistís conmovidos a la solemne coronación de vuestra Excelsa patrona, Nuestra Señora de Coromoto.
Si siempre fue un espectáculo altamente atrayente y conmovedor el ver a una Madre circundada por el amor y la devoción de sus hijos, cuánto más lo será cuando, como en las circunstancias presentes, se trata de todo un gran pueblo, no contento con saberse desde hace diez años bajo el poderoso patrocinio de su Madre del Cielo, anhela ahora exteriorizarle su acendrada piedad y su auténtica sumisión, colocándole en las sienes una preciosa corona y aclamándola como su Reina Natural y Señora.
¡Y es que este pueblo ha comprendido lo que significa la Virgen Santísima en la historia de las naciones!
Imposible sería ni pergeñar siquiera, prescindiendo de su dulcísimo nombre, la de vuestro inmenso continente, cuya ruta encontró con gesto audaz la ruda proa de una nao que se llamaba precisamente " Santa María" y en un día consagrado a la Viegen del pilar; cuyo primer nombre, en la piadosa e ingenua lengua de sus descubridores, fue "archipiélago del mar de Nuestra Señora", y cuyas playas hallaron por primera vez aquellos esforzados campeones que, bajo el hierro de las armas, escondían su corazón tiernísimo, amante de su Madre celestial, como lo fue vuestro Alonso de Ojeda, el hombre que llevaba siempre consigo una imagen de la Reina de los Ángeles y que iba dejando su recuerdo -al incorporarlos al mundo- en las denominaciones de los pueblos y ciudades, de las cimas de las montañas y de los puertos de vuestra nación, una nación eminentemente mariana.
Porque ésta es, efectivamente, venezolanos queridísimos, una de vuestras más fúlgidas glorias. Canten unos la belleza de vuestras gigantescas cimas, de donde se despeñan abundantes y caudalosos ríos que, atravesando ora las interminables llanuras de suaves y sabrosos pastos, ora las tupidas florestas, ricas en toda clase de maderas preciosas, van a desembocar en las feraces tierras del próspero litoral o a mezclar sus aguas con las del imponente Orinoco; celebren otros la suavidad perenne de vuestro cielo, lo templado de su clima o la buena y amable condición de vuestra gente; pondérese justamente la riqueza que el Señor ha escondido en vuestro suelo o el alto ingenio de vuestros hijos, que tan ilustres nombres -un Mariano de Talavera, un Andrés Bello- han dado a la Iglesia y a la cultura de toda América hispánica; para Nos, especialmente en estos momentos, Venezuela será siempre la tierra de la Virgen, y al recorrerla con la imaginación, lo que nos vendrá al recuerdo será Maracaibo con Nuestra Señora de Chiquinquirá; más al sur, la Táriba de Nuestra Señora de la Consolación; hacia el centro, la Valencia de la Virgen del Socorro, todavía más allá, Nueva Barcelona con su Virgen del Totumo, y como capital, Caracas con su santuario de la Merced, de Altagracia y de la Soledad, para citar solamente los primeros que se nos vienen a las mientes. Y todavía si del continente quisiéramos saltar a las islas que nos saldrían a esperar, en la Isla Margarita, las torres del templo de Nuestra Señora del Valle.
Pero hay un rincón escogido, al borde de los llanos y a la sombra de la imponente Sierra de Mérida, que la Madre de dios prefirió entre otros. Estamos en los primeros capítulos de la colonización, segunda mitad del siglo XVI, Juan Fernández de León -una recia personalidad donde una vez más se hermanan las ansias expansivas y apostólicas de España y Portugal- funda la "Ciudad del Espíritu Santo del Valle de San Juan de Guanaguanare". El Evangelio parece que  penetra con buenos auspicios en nuevos e inmensos territorios; pero hay un alma rebelde y es precisamente lo que más interesa conquistar. Es ahora la mitad del siglo XVII cuando, para acabar de vencer todos los obstáculos, florece el prodigio. Sobre las aguas tranquilas que corren hacia el fondo de la quebrada -según narra la tradición- una hermosa señora invita repetidamente a la sumisión y al Bautismo. Y cuando, tras la rebeldía, estalla la violencia, entre las manos airadas del que no quería rendirse a la gracia queda esa imagen -vencedora, al fin- de Aquella que sabe siempre ganar para gloria suya y provecho nuestro.
El resto de la historia, hasta llegar al gran santuario nacional de principios del siglo pasado y hasta ese precioso relicario de hoy, lo sabéis perfectamente, aprendido acaso del regazo de quien os dio la vida y conservado entre los más amables recuerdos de una infancia lejana, cuando apenas erais capaces de retener más que la idea central, la misma que esa preciosa joya simboliza: una Venezuela idólatra transformada en un país cristiano por la intervención maternal de María Santísima, cosa que, como muy bien dicho vuestro Episcopado, es "gloria que enaltece y anima vuestra piedad" y prenda maternal, amor que empeña la gratitud nacional.
¡Aclamadla, si, aclamadla, amadísimos venezolanos, como medio principal de que la divina Providencia se valió para llevaros el beneficio inestimable de la fe! Pero quienes ya la poseéis, los que os decís hijos de una nación católica, corred ante su trono de amor y de gracia, pidiéndole que os la conserve y os la consolide, libre de las influencias malsanas que buscan ponerla en peligro. Pedidle que la Iglesia, fundada por su Divino Hijo para salvación de nuestras almas, pueda llevar a todas partes el beneficio inestimable de la educación cristiana sin trabas de ninguna clase; que la familia, célula fundamental de toda sociedad, se salve de la carcoma que  la corroe, manteniendo intacta su santidad y unidad; que la caridad de cristo triunfe en las relaciones sociales, haciendo llegar a todos los beneficios del justo progreso y del razonable bienestar; que no arraiguen jamás en el pródigo terruño venezolano doctrinas extrañas, especialmente aquellas que ofenden a ella y a su precioso Hijo, negándoles las más excelsas prerrogativas, y que, reconociendo todos su verdadera maternidad, todos se sientan hermanos en Jesucristo, hijos de un mismo Padre que está en los cielos, que pueden y quieren vivir en paz para dar al mundo, agitado por el odio y la violencia, el ejemplo de una nación que sabe gozar de los beneficios de la fraternidad cristiana.
¡Hazlo así Tú, Madre amorosísima de Coromoto, Reina del pueblo venezolano, que te dignaste honrar con tu presencia, salvaguardia invencible de la fe!
Y escúchalos cuando te cantan:
"No permitas que sucumba nuestra patria en la tormenta; la fe de nuestros mayores en sus ámbitos renuevas".
Con estos sentimientos y estos deseos, encomendándolos a vuestra Madre y Reina os bendecimos, amados hijos: a nuestro dignísmo Legado, a nuestros hermanos en el Episcopado, a todo el pueblo venezolano y a cuantos, de una manera o de otra, oyen nuestra voz, que quiere ser siempre pregonera de nuestro amor de padre y testimonio de nuestra devoción filial a la Augusta Reina de los Cielos.




Actuó como Legado Pontificio  el Cardenal Manuel Arteaga y Betancourt, Arzobispo de La Habana.

Para comenzar a leer la serie sobre la Virgen de Coromoto ingresar por aquí.

6 comentarios:

  1. Que lástima que no haya extendido su relato a la ceremonia de la consagración. Realmente estoy interesada en eso porque parte de la ceremonia fue una misa cantada en la cual, algunas partes, fueron cantadas por el Coro de la Opera del Teatro Municipal de Caracas, dirigido por Primo Cassale. Y lo se porque mi primer sueldo me fue pagado por ser una de las contraltos que cantaban en el Coro. Era aun una niña, pero cantaba bien.

    Sucede que desde hace días me ronda por la cabeza parte del Credo (letra en latín, por supuesto, estábamos en 1952) y me entró curiosidad por saber quien era el autor de esa misa. Supongo que en alguno de los periódicos que reseñaron el acto lo habrán dicho, pero no he conseguido encontrar ese detalle. También estuve, ayudada por una amiga, rebuscando en YouTube, escuchando los distintos Credos de las misas de alguno de los principales autores de los siglos XVIII y XIX, pero fue una búsqueda inútil, salvo para llegar a la conclusión de que lo que se cantó en esa misa era mucho mas bello que cualquiera de los que iba encontrando.

    Por favor, tiene idea de donde podre encontrar esa información?

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    1. En el capítulo V puse algo. Déjame chequear en el libro del Hermano Nectario María. Allí tal vez tienen la información completa. La busco y la coloco aquí para que la leas.

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    2. Pensé que había escrito el capítulo V... Se quedó en el tintero. Lo postearé en enero. Feliz año.

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    3. Revisé el libro del Hno. Nectario María y no tiene mucho detalle.

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    4. Es una làstima que no estè esa información. Era una misa tan bella. Y también es una lástima que hoy día, que no puedo cantar ni el "Arroz con leche" sin desafinar, intente averiguar, sin lograrlo, algo que en aquel tiempo hubiese podido saber sin esfuerzo alguno, preguntándole al maestro Cassale.

      Gracias por haberlo intentado. Es frustrante, no?

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    5. Es lamentable que HNM no haya tratado a fondo el aspecto ceremonial de la coronación. Lo poco que puso al respecto es algo sensiblero. En cambio, tiene el mensaje del papa y el del cardenal de La Habana completos.

      Que tengas un buen fin de semana.

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