sábado, 4 de mayo de 2013

Disputa de Aquiles y Agamenón

Contesa d'Achille e Agamennone, por Giovan Battista Gauli, Il Baccicio (1693)

El abuso de autoridad es tan viejo como la humanidad. Siempre el que tiene más poder, si no es un gobernante prudente y sabio, tratará de imponerse sobre los demás y pisotear sus derechos. En la Ilíada tenemos el caso de Agamenón, que venía de una estirpe condenada y no conocía límites. No era una buena pieza este hegemón (descontemos lo que hizo a su hija Ifigenia, que es un problema "doméstico", pero que involucra a terceros que nada tenían que ver).

Primero veja a Crises, sacerdote de Apolo, quien suplicaba le fuera devuelta su hija Crisa y ofrece a cambio un espléndido rescate. Se desata la ira del dios y sus tropas sufren, pero él es inconmovible. Cuando al fin se ve forzado a devolverla, afrenta a Aquiles, hijo de diosa y mortal, arrebatándole su cautiva Briseida. ¿Cuál será la reacción del Pélida? ¿Se quedará callado ante tal abuso? Este príncipe de los mirmidones sabe defender su derechos conculcados. Sucede en una reunión aquea frente a las murallas de la inexpugnable Ilión. Ya el adivino Calcante había explicado la causa de la furia del dios y esto había irritado al Atrida, quien exige compensación. Aquiles le da un consejo sano que no es aceptado por el hegemón, quien no sólo ultraja sino que insulta al Pelida... Los ánimos se van caldeando y llegamos a la escena que nos ofrece el cuadro de Giovan Battista Gauli, Il Baccicio que encabeza este artículo:
... el Peleida sintióse invadido por la angustia, fluctuando su corazón en un pecho varonil entre empuñar la afilada espada y abrirse paso por la multitud para matar al Atreida o apaciguar su cólera y moderar su furor.
Y mientras deliberaba en su alma y en su espíritu y sacaba su gran espada de la vaina, Atenea descendió del Urano, porque Here la de los blancos brazos habíala enviado con ánimo de proteger a los dos reyes. Poniéndose a su espalda, asió al Peleión por su cabellera rubia, haciéndose visible sólo para él, pues no podía advertirla ningún otro. Y Akileo, estupefacto, se volvió, y en seguida reconoció a Atenea, cuyos ojos eran terribles, y le dijo estas palabras:
-¿Para qué has venido, hija de Zeus tempestuoso? ¿Es para presenciar el ultraje de que el Atreida Agamenón me hizo víctima? Pues te digo, y mi palabra ha de cumplirse, que haré que entregue el alma por su insolencia.
Y le contestó Atenea la de los ojos claros:
-He venido del Urano para calmar tu cólera, si quieres obedecerme. La divina Here la de los brazos blancos me ha enviado, porque a los dos os ama y os protege. Detente, pues, no empuñes esa espada y véngate con palabras, ocurra lo que ocurra. Te aseguro que muy pronto serás desagraviado triplemente de esa injuria con presentes espléndidos. Repórtate y obedécenos.
Y para contestarle, habló así Akileo el de los pies veloces:
-Diosa, se observará tu orden, por más que mi alma airada esté. Mejor será sin duda, porque los Dioses se acuerdan de quien les obedece.
Aquiles entonces enfundó su espada y antes de retirarse a sus naves lanza unos cuantos epítetos al gran rey. Le llamó harto de vino, ojo de perro, corazón de ciervo; es decir, borracho y cobarde y luego le puso los puntos sobre las íes. Hay que escuchar los consejos divinos porque Dios se acuerda de quienes le obedecen.

Achilles wrath grabado por John  Flaxman
Tomado de www.bc.edu

Muy interesante esta versión de la Ilíada que conseguí en la Feria de la Lectura Chacao. Es la traducción del griego de Leconte de Lisle, vertida al español por Germán Gómez de la Mata (Editora Latino Americana S. A., México, 1959). Es una lástima que no tenga un estudio preliminar.



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