miércoles, 2 de abril de 2014

Lucrecia y Tarquino

Lucrecia y Tarquino, por Victor Meirelles (1832-1903)

Cuando publicamos en esta bitácora el artículo Los Idus de Marzo (aquí), presentamos un personaje que, por su relevancia, marcó la historia de la Roma republicana y no desapareció con el Imperio. Se trata de Junio Bruto, que echo del trono a los reyes de Roma, instauró la República, de la cual fue su primer cónsul, y un régimen de libertades que perduró en el tiempo y aún es ejemplo de virtudes republicanas. Hoy contaremos sus historia y la de la honorable matrona Lucrecia, ultrajada por uno de los Tarquinos y, además, escucharemos la cantata La Lucrezia (HWV 145) de Georg Frideric Handel, en la voz de Dame Janet Baker, acompañada de la English Chaber Orchestra, bajo la dirección de Raymond Leppard.

La historia de Roma, en particular en sus principios, está llena de historias moralizantes, en la que se desdibujan los personajes reales y adquieren virtudes o vicios de proporciones mitológicas. El fin de ello no era otro que formar ciudadanos virtuosos. Nos dice Tito Livio Patavino: ...Lo principal y más saludable en el conocimiento de la historia es poner ante la vista, en luminoso monumento, enseñanzas de todo género que parecen decirnos: "esto debes evitar porque es vergonzoso pensarlo, y mucho más vergonzoso el hacerlo". Seguiremos a Tito Livio en nuestra historia, tal y como la presenta en Las Décadas (Historiadores latinos. EDAF, Madrid, 1970). Comenzaremos por Junio Bruto, un personaje que, como Claudio, se hizo el tonto para sobrevivir en un ambiente de perfidia.

Tarquino el Soberbio, que tiranizaba a todo el mundo y era ya una carga pesada para el pueblo se da aq la conquista de tierras y a construir obras suntuarias que dejaron en mal estado el erario público. Como en muchas historias de Roma, ésta incluye un prodigio:
Junio Bruto, fundador de la República romana
... una serpiente saliendo de una columna de madera, sembró el espanto en todos los habitantes de palacio, obligándoles a huir. No demasiado asustado, Tarquino al principio, sin embargo, abrigó serias preocupaciones para el futuro. Era costumbre consultar a los adivinos etruscos acerca de los presagios cuando éstos se manifestaban en público; pero como éste precisamente parecía amenazar a su familia, el rey decidió consultar al oráculo de Delfos, que era el más célebre del mundo. Como no conocía cuál sería la respuesta del dios, no se atrevió a dejar el cuidado de ir a recibirla a personas extrañas, y, en su consecuencia, envió a Grecia a dos hijos suyos, atravesando comarcas desconocidas entonces, y mares todavía más desconocidos. Aruncio y Tito partieron acompañados del hijo de Tarquinia, hermana del rey, llamado Junio Bruto, cuyo carácter era muy diferente del que aparentaba mostrar en público. Conocedor por los principales del Estado de que su tío, entre otros, había sucumbido víctima de la crueldad de Tarquino, este joven decidió desde aquel momento no revelar en su carácter ni en su fortuna absolutamente nada que pudiera disgustar al tirano y excitar su avidez; en una palabra, que se propuso buscar en el desprecio una seguridad que no había podido encontrar en la justicia. Fingió estar loco, entregando su persona a los caprichos y risa del rey, abandonando en él todos los bienes y hasta aceptando el injurioso calificativo de Bruto. Amparado en este nombre esperaba el libertador de Roma la realización de sus proyectos.
Los jóvenes cumplen su cometido y se presentan en Delfos y Junio Bruto "ofrece al dios un báculo de oro encerrado dentro de otro de cuerno hueco, emblema misterioso de su carácter". Pero los primos, que eran ambiciosos no se contentaron con saber lo que auguraba el oráculo y quisieron saber otra cosa:
... quisieron saber a cuál de ellos vendría a parar el reino romano; y se cuenta que desde el fondo del santuario contestó una voz: "Obtendrá el supremo mando de Roma aquel de vosotros, oh jóvenes, que sea el primero en dar un beso a su madre". Los Tarquinos exigieron absoluto silencio en lo referente a la respuesta del oráculo, para que su hermano Sexto, que había quedado en Roma, no se enterase de ella, y su ignorancia le hiciese perder las esperanzas de reinar; y en cuanto a ellos, dejaron que la fortuna decidiese cuál de los dos besaría el primero a su madre cuando regresasen. Pero Bruto había interpretado de diferente manera la voz de la pitonisa, y fingiendo caer al suelo, besó la tierra, madre común de todos los hombres...
De regreso a Roma, Tarquino había declarado la guerra a las rútulos, cuya capital era Ardea. Buscaba el rey apoderarse de las riquezas de este pueblo y reponer así el exhausto erario romano y de paso hacer algo de política interna. Los ardeatinos no fueron la conquista fácil que esperaba el rey de Roma y hubo de recurrirse a un largo asedio. Es en este contexto, cuando se produce la tragedia de Lucrecia y el fin de la monarquía. En una noche de tragos (festines y orgías, dice Tito Livio, era en entretenimiento de los Tarquinos), se ponen a comparar esposas. La bebida es mala consejera:
Lucrecia, por Lucas Cranach el Viejo (1472-1553)
(...) Un día en que estaban cenando en casa de >sexto Tarquino con Colatino, hijo de Egerio, recayó la conversación sobre las esposas, elogiando cada cual la suya. La discusión se prolongó y llegó a hacerse bastante agria; Colatino manifestó que no eran necesarias tantas palabras y que en pocas horas podrían convencerse de la superioridad de su esposa Lucrecia sobre todas las demás. "Somo jóvenes y vigorosos -añadió- montemos a caballo y marchemos a cerciorarnos por nosotros mismos acerca de los méritos de nuestras respectivas esposas. Como no nos esperan, las juzgaremos por las ocupaciones en que las sorprendamos". El vino les tenía excitados los ánimos, y todos los jóvenes exclamaron: "Partamos". Y salieron corriendo hacia Roma, a donde  llegaron al oscurecer. De allí marcharon a Colacia, donde encontraron a las nueras del rey y a sus compañeras entregadas a las delicias de suntuosa cena; Lucrecia, por el contrario, se encontraba en lo más retirado del palacio hilando lana y velando con sus criadas hasta muy entrada la noche. Ésta, pues,, que obtuvo los honores de la disputa, recibió bondadosamente a los dos Tarquinos y a sus esposo, quien contento con su victoria, invitó a los príncipes a que permanecieran con él. Entonces Sexto Tarquino concibió el odioso deseo de poseer a Lucrecia, aunque tuviera que emplear el infame infame violencia para conseguirla, sintiendo excitada su vanidad, no solamente por la belleza de aquella mujer, sino también por su acrisolada virtud...
Pocos días después  volvía Sexto a Colasia, ocultándose de Colatino y acompañado de un hombre solo. Como nadie podía suponer sus propósitos, le recibieron con suma benevolencia, y le llevaron después para que cenase en su habitación. Allí, quemado por los deseos y juzgando por el silencio reinante que todos dormían dentro del palacio, empuñó la espada y marchó hasta el lecho de Lucrecia, que ya estaba dormida; apoyando una mano en el pecho de aquella mujer, le dijo: "Silencio, Lucrecia, soy Sexto; llevo en mi mano la espada; si gritas, te mato". Despertó Lucrecia sobresaltada y muda de espanto, y encontrándose indefensa, vio la muerte que la amenazaba; Tarquino le declaró su amor, insistía, amenazaba y rogaba a la vez , sin omitir detalle alguno de los que pueden quebrantar el corazón de una mujer. Pero encontrándola firme en su resistencia, y que no se dejaba doblegar ni por el temor de la muerte, intentó asustarla con la pérdida de su reputación, diciéndole que después de matarla colocaría a su lado el cuerpo de un esclavo degollado, para simular que había recibido la muerte en el momento de consumar el más repugnante de los adulterios. Vencida la inflexible castidad de Lucrecia ante aquel temor, cedió a la lujuria del joven, alejándose éste enseguida,orgulloso con su triunfo sobre el honor de aquella mujer. Oprimida Lucrecia por el dolor, envió mensajeros a Roma y Ardea, diciendo a su padre y a su marido que se apresurasen a venir, acompañado cada uno por un amigo fiel; porque un acontecimiento espantoso exigía su presencia.
Sp. Lucrecio llegó acompañado de P. Valerio, hijo de Voleso, y Colatino, acompañado por Bruto (...) hallador (a Lucrecia)  sentada en su habitación y sumida  en profundo dolor. Al ver a los suyos, rompió en llanto, y al preguntarle su esposio si todo estaba a salvo, contestó: "No: ¿Qué bien puede quedar a la mujer que ha perdido su castidad? Colatino: huellas de un varón extraño manchan todavía tu lecho. Pero solamente mi cuerpo ha sido deshonrado: mi alma permanece pura y mi muerte lo demostrará. Juradme que no ha de quedar impune el adúltero: es Sexto Tarquino, que ocultando un enemigo bajo su exterior de huésped, vino la última noche con las armas en la mano, para robar un placer que debe costarle tanto como a mí, si es que sois hombres." Los dos le prometieron lo que deseaba, y procuraron endulzar su dolor, achacando toda la culpa al autor de la violencia; la animaban diciendo que el cuerpo no es culpable cuando el alma queda inocente, y que no existe la falta donde no aparece la intención. Entonces ella les dijo: "Vosotros decidiréis sobre la suerte de Tarquino; por mi parte yo, si bien me considero libre de culpa, no me perdono la pena, para que en lo sucesivo ninguna mujer que sobreviva a su deshonra no pueda invocar el ejemplo de Lucrecia". Después que hubo pronunciado estas palabras, se clavó en el corazón un cuchillo que llevaba oculto bajo el manto, y cayó muerta en el acto. El padre y su esposo lanzaron gritos de espanto.
Mientras se entregaban al dolor, Bruto arrancó de la herida el cuchillo ensangrentado , y, levantándolo en alto, exclamó: "por esta sangre tan pura antes de recibir el ultraje del odioso hijo de los reyes, juro y os tomo por testigos a vosotros, ¡oh, dioses!, que perseguiré a Lucio Tarquino el Soberbio, a su malvada esposa y a todos sus hijos, por el hierro, por el fuego y por cuantos medios encuentre a mi alcance, y que no he de consentir que ni ellos ni otros reinen jamás en Roma". Enseguida entregó el cuchillo a Colatino, y después a Lucrecio y a Valerio, que estaban asombrados ante aquel prodigioso cambio en un hombre que consideraban insensato. Repitieron el juramento que les dictó, y pasando repentinamente del dolor al deseo de venganza, siguieron a Bruto, que les llamaba a la destrucción de la monarquía...
Lo demás es historia: se expulsaron a los Tarquinos y a "la malvada esposa", quien no era otra que la famosa Tulia, sobre quien escribiremos otro día. Se instauró la República y un régimen de libertades que se mantuvo por muchos años, a pesar de los altibajos de la historia romana. La cosa no fue fácil, pero se logró.

Juramento de Bruto, por Gavin Hamilton (1763)


LETRA

O numi eterni, O stelle
che fulminate empii tiranni
impugnate a miei voti orridi strali,
voi con fochi tonanti
incennerite il reo Tarquinio e Roma;
dalla superba chioma,
omai trabocchi il vacillante alloro
s'apra il suolo in voragini,
si celi con memorando essempio,
nelle viscera sue l'indegno e l'empio.

Aria
Già superbo del mio affanno,
traditor dell'onor mio parte l'empio lo sleal.
Tu punisci il fiero inganno del fellon,
del mostro rio, giusto ciel, parca fatal.
Già superbo del mio affanno…

Recitativo
Ma voi, forse nel cielo,
per castigo maggior del mio delitto,
state oziosi, o provocati Numi;...

6 comentarios:

  1. Interesante que se conozcan tantos detalles de sucesos que acontecieron en el -509. No hay en esta historia los infaltables elementos mitológicos que se mezclan con lo propiamente histórico, que era costumbre de los historiadores de la época. Yo no conocía de la historia mas que la violación de Lucrecia por Sexto Tarquino y la expulsión del último rey de Roma
    Lo que despoetiza un tanto esta primitiva monarquía es que parece que no fueron siete sino solo tres los reyes de Roma, o sea, la historia nos echa al basurero al sr Rómulo (el ¿etrusco?) y su gemelo Remo y lo de la Loba Capitolina y las andanzas de estos morochos por la Italia central en plan de bandoleros,la misteriosa desaparición de Rómulo en medio de una tormenta y los hechos de los otros tres reyes. Bastante material, sin duda
    Lo que parece verosímil es que el núcleo inicial de Roma pudo haber sido una federación de caseríos desparramados por las siete colinas, hacia el -800 o -900. con fines defensivos. Asi pues, de la federación de estos "cerrícolas" nacería siglos después un imperio
    ¿Y que será de la vida de Lucio Quincio Cincinnato, casi contemporáneo de Tarquino el Soberbio?

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    1. Ciertamente, la historia de Bruto carece de prodigios como los que señalas. Tito Livio trata en su libro desde la llegada de Eneas, su trato con Latino y su matrimonio con Lavinia y en todo ese período surgen los aspectos mitológicos. Éstos nunca cesaron porque ya en la era del Imperio había augurios y premoniciones... Jajaja

      Pronto verás a Tulia y hasta te voy a decir en qué calle de la Roma actual cometió su falta. ¿Quieres saber sobre Cincinnato? Déjame chequear.

      Por cierto, me dejaste "picao" y hoy me puse a buscar entre mis libros de historia a ver cómo los historiadores modernos colocan las fechas. Ya no usan el signo menos. Algunos, si tratan una época antes de cristo, se limitan a colocar la fecha: 44 asesinado de César.

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  2. Excelente ,tanto la historia muy cierta en detalles como el aria...

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    1. Gracias, Gonzalo. Esta historia no carece de interés yu tiene sus "enseñanzas", como nos decían los curas en el colegio. Un abrazote.

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  3. Aún descendientes de los etruscos...dejan monedas (fichas) para el tren en las tumbas de sus antepasados...para que paseen ,eso dice mucho de lo serios que son con sus valores.

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