jueves, 8 de noviembre de 2012

Polibio nos da una clase de ciencias políticas

Polibio
200 a C - 118 aC
Monumento en Viena, Austria
Hace unos días, buscando algún material sobre Aníbal, me encontré con Polibio.Tucídides y él fueron los primeros historiadores en excluir a dioses y portentos divinos de las acciones de los hombres, y en analizar los hechos y sus consecuencias. Polibio va más allá que Tucídides. Él buscaba ir directamente a la fuente e incluso ir al lugar de los hechos para hacer sus observaciones... Fue testigo de la caída de Cartago al final de la tercera guerra púnica en compañía del general vencedor, Escipión Africano, el Joven, amigo suyo.

De su Historias, leeremos hoy lo relativo al origen de las sociedades y las formas de gobierno. Para facilitar la lectura, le pondré subtítulos, dividiré párrafos, resaltaré ideas que nos lleven a la reflexión, y al final haré algún comentario. Polibio, en esta obra buscaba estudiar la nueva superpotencia en ascenso, Roma, y compararla con otras sociedades del mundo clásico. Conocía bien a los romanos pues había sido enviado como rehén por su ciudad natal (Megalópolis, hoy desaparecida) y tenido una buena acogida entre las familias más distinguidas de Roma.

El texto está tomado de la transcripción que aparece en el sitio http://www.imperivm.org/. Me gustó tanto lo que leí que ya pienso adquirir un ejemplar de la obra.

 Polibio, antes de tratar el tema de las formas de gobierno y su recurrencia cíclica, se refiere al origen de las sociedades y a la familia como su célula fundamental, y cómo éstas se van conformando y organizando. Esto es lo que los filósofos de hace 200 años llamaron el Contrato Social. El historiador megalopolitano también utiliza su conocimiento aristotélico para describir las diversas formas de gobierno que se daban en la antigüedad clásica: monarquía, tiranía, democracia y oclocracia.
Origen y modo de formarse las sociedades

Todos nos inclinamos naturalmente al coito, y de aquí nacen los hijos. Cuando éstos llegan a la pubertad y no proceden reconocidos, ni socorren a los que los han criado, sino al contrario los tratan mal de palabra u obra, es claro que ofenden y dan en rostro a los que lo ven y son sabedores de los cuidados y desvelos que han tenido los padres en la educación y crianza de los hijos. Y como el hombre se distingue de los demás animales en que él solo piensa y discurre, no es verosímil deje de considerar una cosa que advierte aún en los otros animales; por el contrario, le hará eco tal ingratitud, le chocará por el pronto tal procedimiento, y previendo el futuro, hará su cuenta de que podrá sucederle a él igual dificultad. Lo mismo digo de un hombre que es socorrido y aliviado de otro en un peligro: si este tal, en vez de dar las gracias al libertador, intenta agraviarle, es constante será odiado y aborrecido de los que lo sepan, y al paso que se compadecerán del prójimo, se temerán no les ocurra a ellos otro tanto. De aquí nace en el hombre una idea de la obligación, contempla la fuerza que tiene, y en esto consiste el principio y fin de la justicia.
Asimismo ¿por qué al que se expone a los peligros por la salud de todos, al que sufre y resiste el ímpetu de los animales más bravos, se le aplaude, se le venera y se le mira como a patrono, y al que hace lo contrario se le desprecia y aborrece? Esto no puede provenir sino de la consideración que hace el vulgo sobre lo torpe y honesto, y sobre la diferencia que hay entre uno y otro extremo; de donde se deduce, lo honesto merece nuestro celo e imitación, por la utilidad que nos procura; lo torpe nuestra aversión y desprecio.  
De la monarquía a la tiranía
Rómulo y Remo
Cuando el que manda y supera en fuerzas a los demás llega a adquirir en el pueblo el concepto de perpetuo favorecedor y recto distribuidor del premio entre sus súbditos según el mérito; de allí adelante, como ya deja de temerse la violencia y hace su oficio la razón, se someten, se unen para conservarle la autoridad; y aunque llegue a la decrepitud, unánimes le defienden y conspiran contra los que quieren atacar su poder: y de esta manera, cuando la razón llega a ejercer su imperio sobre la ferocidad y la fuerza, de monarca pasa a rey insensiblemente y sin que nadie lo perciba. Tal es la primera noción que naturalmente adquiere el hombre de lo honesto y de lo justo, y de los vicios opuestos. Tal el principio y origen del verdadero reino. Los súbditos no sólo conservan a éstos la dignidad real, sino que la continúan a sus descendientes por largo tiempo: porque se persuaden que ramas de semejante tronco, y educadas por tales padres, tendrán también iguales costumbres.
Muerte de Lucrecia, abusada por el tirano, y fin de la monarquía en Roma
Mas desde que el pueblo se disgusta con los sucesores, pasa a elegirse magistrados y reyes; y entonces ya no recae la elección sobre el brío y la fuerza, sino sobre la prudencia y sabiduría, desengañado por la experiencia de las ventajas de los dotes de espíritu sobre los del cuerpo. Antiguamente los que una vez eran puestos sobre el trono, envejecían en la dignidad. Sus cuidados eran fortificar puestos ventajosos, rodearlos de murallas y extender sus dominios, tanto para seguridad propia, como para abundancia de lo necesario en sus vasallos. Mientras se ocupaban en esto, como no se diferenciaban ni en el vestido ni en la mesa, sino que traían igual porte y método de vida que los demás, estaban exentos de los tiros de la calumnia y de la envidia. Pero después que sus herederos y sucesores hallaron prevenido todo lo concerniente a la seguridad, y aun más de lo que necesitaban para satisfacer las necesidades de la vida, entonces lisonjeadas sus pasiones con la abundancia, creyeron que la majestad debía fundarse en traer un vestido más rico, mantener una mesa más opípara, gastar un tren más costoso que sus súbditos, y en que ninguno pudiese contradecirles en sus amores y pasiones aunque ilícitas.
De la aristocracia a la oligarquía
Apio Claudio en el Senado republicano
De estos desórdenes, unos se suscitaron la envidia y ofensa, otros el odio e ira implacable, y de reyes pasaron a tiranos; pero al mismo tiempo se echaron los cimientos de su ruina, y se conspiró contra su autoridad; propósito que nunca fue de hombres despreciables, sino de los más ilustres, más magnánimos y más esforzados; porque éstos son los que menos pueden sufrir la insolencia de los tiranos.
Así que se ve el pueblo con jefes, cuando les presta su poder contra los reyes; y abolida hasta la sombra de reino y monarquía, pasa a fundar y establecer la aristocracia. El pueblo, reconocido a los que le han liberado de los monarcas, se entrega sin reflexionar su conducta, y les fía sus personas. Éstos, pagados de tal confianza, al principio reputan por principal obligación el bien de la república, y dan toda su atención y cuidado al manejo de los negocios, tanto particulares cono del Estado. 

Atenas, ejemplo de democracia antigua
En este caso a nombrar rey ya no se atreven; dura aun el temor de la injusticia de los pasados. Para confiar el gobierno a muchos no tienen ánimo; está aún muy reciente la memoria de sus anteriores yerros. Sólo les queda salvo el recurso que hallan en sí mismos, a éste se atienen, y he aquí transformado el gobierno de oligarquía en democracia, y sustituido el poder y cuidado de los negocios en sus personas. Mientras duran algunos que sufrieron la insolencia y despotismo del gobierno anterior, contentos con el presente estado, prefieren a todo la igualdad y la libertad.  
Pero suceden jóvenes, entra el gobierno en manos de sus nietos, y ya entonces la misma costumbre desestima la igualdad y la libertad, y sólo se anhela por dominar a los otros: escollo donde comúnmente tropiezan los que exceden en riquezas. De aquí adelante, arrastrados de esta pasión, como no pueden satisfacerla ni por sí propios ni por sus virtudes personales, emplean sus bienes en cohechar y corromper el pueblo de todas maneras.
De la democracia a la oclocracia

Una vez enseñado éste a dejarse sobornar y vivir a costa de la loca ambición de honores de sus jefes, desde aquel punto desaparece la democracia, y sucede en su lugar la fuerza y la violencia. Porque acostumbrada la plebe a mantenerse de lo ajeno y a fundar la esperanza de subsistencia sobre el vecino; si a la sazón se la presenta un jefe esforzado, intrépido y excluido por la pobreza de los cargos públicos, se asocia con él, se entrega a los últimos excesos, y todo son muertes, destierros, repartimientos de tierras, hasta que al fin encrudelecida vuelve a hallar señor y monarca que la domine.
Los nazis, ejemplo de oclocracia del siglo XX;
no fueron los únicos

Pero suceden sus hijos en las mismas dignidades, gentes poco acostumbradas a trabajos, sin la más mínima noción de la igualdad y de la libertad constitutivos de una república, criados desde la infancia entre los honores y dignidades de sus padres; y abandonándose unos a la avaricia y torpe deseo de riquezas, otros a las borracheras y comilonas insaciables, otros a los adulterios y amores infames, transforman la aristocracia en oligarquía; pero al mismo tiempo excitan en el pueblo los mismos sentimientos que anteriormente había tenido, y vienen a lograr el mismo fin que lograron los tiranos.

Si después alguno, vista la envidia y odio de que el pueblo está animado, tiene la audacia de decir o hacer alguna cosa contra los jefes, y halla a la multitud en disposición de coadyuvar sus intentos, las consecuencias son la muerte de unos, y el destierro de otros. Tal es la revolución de los gobiernos, tal el orden que tiene la naturaleza en mudarlos, transformarlos y tornarlos a su primitivo estado.
César Auugusto, Emperador
Sacó a Roma del marasmo de las guerras civiles
y el caos e impuso un nuevo sistema de gobierno 
Conclusión

Conocidos a fondo estos principios, bien podrá uno engañarse sobre la duración que ha de tener el presente estado; pero rara vez le desmentirá el fallo que eche sobre el grado de elevación o decadencia en que se halla, ni sobre la forma de gobierno en que vendrá a cambiarse, si lo forma sin pasión ni envidia. Con esta investigación fácilmente se conocerá el establecimiento, progresos, elevación y transtorno que vendrá a tener la República Romana. Pues aunque, como acabo de decir, esta República está fundada desde el principio y acrecentada según las leyes de la naturaleza tan bien como otra, con todo sufrirá igualmente su trastorno natural. Pero esto lo aclarará mejor la consecuencia.
Muerte de Julio César
Cierto es que Polibio se refería a Roma y la comparaba con otras sociedades del Mediterráneo. Si bien consideraba que el sistema romano era mixto, por cuanto tenía aspectos monárquicos (cónsules), aristocráticos (senado) y democráticos (comicios de la plebe), no estaba libre de experimentar. Luego de la muerte de nuestro historiador, Roma se vio envuelta en una sucesión de guerras civiles y  disputas entre los populares y los optimates que llevaron al fin de la República con el asesinato de Julio César y el ascenso al poder de su sobrino Octaviano (César Augusto). Éste restableció la paz y concentró el poder en sus manos, pero conservando algunas instituciones republicanas. Alegaba que lo hacía para restaurar la República.

Hasta la Revolución Francesa la historia se repetía cíclicamente, tal como Aristóteles y Polibio la describen, con las variantes coyunturales. Con el surgimiento de la democracia burguesa y las ideologías ha variado un poco. Ya no hay monarquías absolutas (a excepción de algunos casos marginales), sino que lo son parlamentarias en las que el Jefe de Estado o rey ya no ejerce el gobierno, por lo que no puede degenerar en tiranía. Las aristocracias, por su parte casi han desaparecido ahogadas por nuevas clases políticas, con más dinero, que influyen en la toma de decisiones; llamémoslas plutocráticas, que medran alrededor de las democracias y actúan como factores de oligarquía, aunque no lo son en el sentido clásico.


Nos quedan la democracia y la oclocracia (o gobierno de las multitudes). La democracia como régimen de libertades e igualdad está en crisis y muchas sociedades de América Latina y Europa mediterránea tienen tendencia a la antipolítica, o demonización de la actividad política del ciudadano. Esto lleva sólo a la oclocracia, el totalitarismo o la anarquía. ¡....nunca a mayor democracia! 

¿Cuántos muertos dejó el comunismo?
Para terminar, porque mencioné las ideologías surgidas después de la Revolución Francesa, sólo una breves líneas sobre algo  con lo que Polibio no contaba hace 2.200 años. La novedad es el marxismo y sus hijos: el comunismo, el socialismo nacionalista (o  fascismo) y la social democracia. Los dos primeros son regímenes oclócratas, que actúan como oligarquías, pero son también tiranías con un culto desmedido a la personalidad del líder máximo (o como quieran llamarlo). Eso se llama totalitarismo. Nada más que hay que recordar a algunos de estos próceres: Stalin, Hittler, Mussolini, Mao, Pol Pot ¿Sigo? La lista es larga. Lo malo de estos regímenes es que son incapaces de establecer una relación virtuosa como la monarquía, la aristocracia o la democracia, sino las formas viciosas ya descritas.

Ni capital ni marxismo
¿Y entonces?
El otro hijo de Marx es la Social-democracia o izquierda democrática, que, a pesar de su aporte a la libertad y democracia social en el curso del siglo XX, ha caído en el desprestigio, víctima de la antipolítica. ¿Podríamos preguntarle a Polibio para dónde vamos? Todo huele a pérdida de libertades ciudadanas y el renacimiento de totalitarismos de derecha y de izquierda. Tal vez nos encaminemos hacia la anarquía, donde medran los peores elementos de la política. ¿Quién sabe?

Símbolos fascistas.. Dan miedo

Anarquismo


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