martes, 29 de enero de 2013

Boves asiste a sus funerales

José Tomás Boves
En mi pueblo se dice que al que picó culebra, bejuco le para el pelo. Nada más cierto que eso y para muestra esta leyenda caraqueña. Le sucedió a los pocos habitantes que quedaban en Caracas a inicios de 1815, cuando se celebraron en los funerales del fiero tigre José Tomás Boves, más malo que Guardajumo, caído el 5 de diciembre de 1814 en la batalla de Urica. Este era un tigre muerto, pero aún se le tenía miedo al cuero.

Nos narra la leyenda Luis Beltrán Reyes, en su libro Santiago de León de Caracas en sus  leyendas históricas:
... Aún después de muerto, Boves siguió causando pavor en muchos lugares que tuvieron la desgracia de caer en sus manos. Muchas personas aseguraban haberle visto correr de un sitio a otro envuelto en llamas.
Catedral de Caracas hacia 1873. Al momento del  funeral de Boves la fachada y
la torre estaban en construcción, luego de los destrozos del terremoto de 1812.
De hecho, el arzobispo Narciso Coll y Prat mudó la sede a una choza en la
sabana de Ñaraulí, donde hoy está la Iglesia parroquial de San José.
Con motivo del rumboso funeral que las autoridades españolas ordenan que se celebre el 14 de febrero de 1815, en la  Santa Iglesia Metropolitana de Caracas, cuéntase que Boves fue visto en persona asistir a ellos con la arrogancia y denuedo que en vida había derrochado. Las principales damas caraqueñas ataviadas con sus mejores trajes y luciendo sus más ricas joyas, aparecían allí compungidas y al mismo tiempo temerosas por lo que se propalaba con respecto a la aparición del temible asturiano en aquella fúnebre ocasión. Sin embargo, nada falta ni interrumpe tan fastuosa solemnidad; desde la "urna cineraria" hasta las "lujosas invitaciones" que se veía en las manos de los concurrentes. Jamás, dice un cronista de la época, se habían celebrado en la Catedral de Caracas unas "honras fúnebres" como las llevadas a cabo, con tanta pompa, y por la muerte de un realista. Y termina dicendo: Aquellas exequias por el reposo eterno de José Tomás Boves era también un símbolo, una señal, que ponía término a las feroces matanzas desencadenadas por la guerra a muerte.
Mantuanos van a misa con su cortejo de esclavos y "pagapeos".
Interesante leyenda si no fuera tan patriotera y con una información tan agarrada de los pelos. Es como un funeral en tiempos de paz, ignorando la desolación que presentaba Caracas a causa del terremoto de 1812, la guerra a muerte y de la emigración a Oriente (julio de 1814). La moraleja de la historia era el temor que causaba el caudillo aún después de muerto. Me hago, como siempre, unas preguntas:
  • ¿En la Catedral? Lo dudo la única iglesia que estaba en condiciones de funcionar era San Francisco. El arzobispo Narciso Coll y Prat se vio obligado en 1812 a instalarse en la sabana de Ñaraulí (hoy parroquia San José). En 1814 comenzó a desplomarse la pared norte del templo a causa de las lluvias y los trabajos de demolición y reconstrucción de la torre concluyeron en 1817. La fachada quedó sin rematar hasta mediados del siglo XIX.
  • ¿Quiénes irían al "rumboso funeral"? Era peligroso no asistir; a los opositores a la monarquía se les perseguía a muerte y quedaban pocos mantuanos en la ciudad; los republicanos habían emigrado con Bolívar a Oriente, donde Boves masacró a muchos en Barcelona, Aragua de Barcelona y Cumaná. Quedaron los realistas, pero no todos porque mucho emigraron, entre ellos María Antonia Bolívar, que permanecció en La Habana hasta la batalla de Carabobo con una pensión otorgada por Fernando VII, tal vez a esa misa asistieron algunos mantuanos, españoles y canarios. 
  • ¿Joyas y galas? Muy difícil; las hordas de Boves eran codiciosas y descontroladas. Lo más probable es que las señoras asistieran con sus raídos trajes que vieron mejores tiempos. El orden social estaba trastocado. En Caracas había hambre, miseria y desesperanza. Luego vendrá Pablo Morillo y pondrá algo de orden
Cuando reseñamos en esta bitácora la novela Boves el Urogallo, mencioné que las nuevas ediciones contenían un estudio sobre este nefasto personaje. Las ediciones recientes estaban agotadas hasta noviembre de 2012, cuando Alfaguara la reedita con 1.000 ejemplares. Al verla la compré para revisar los Apéndices. En efecto, allí está, además de las notas marginales, la tabla cronológica y el Glosario, el Análisis socio-psiquiátrico de la personalidad de José Tomás Boves, incluido por el Dr. Herrera Luque en las ediciones posteriores, de donde entresaco algunos aspectos:
Francisco Herrera Luque
Entre los hombres de la sabana, la virtud primaria era el valor; el valor físico, frontal y sin cortapisas, que lo mismo domeña un toso salvaje, que saca del medio en viril combate al más recio contendor. Lo otro puede venir por añadidura. La ausencia de los atributos del macho criollo, la generosidad y la compasión, antes que virtud, pueden ser tomados como prueba de flojedad de ánimos. Para ser generosos con los desvalidos debe tenerse antes el poder suficiente para desposeerlos. Para ser compasivo con el que sufre hay que dar pruebas de un carácter monolítico. Sólo el macho bravío y arisco puede hacer gala de su buen humor, de bailar un parrandón o de quitarle la mujer a otro. Boves, además de ser macho probado, era generoso, alegre y socarrón. La gracia pícara es adobo muy preciado en Venezuela entre jefes temidos e indiscutibles; de la misma forma que los excesos eróticos o alcohólicos pueden ser admitidos o encomiados al cabo de una misión. Sus imperfecciones, dentro de cierto grado, lo humanizan, impidiéndole caer de un todo en el aislamiento sombrío que conlleva el poder. El caudillo, entre llaneros, debe ser mujeriego sin ser enamoradizo: la única hembra valedera es la masa que conduce.
El caudillo debe ser impredecible, porque  él es arcano, el depositario de los grandes secretos  que contienen la clave para arribar con buen tiempo a la Tierra Prometida. Sus actos siempre deben desconcertar. Nadie debe saber cuándo duerme, qué come, qué piensa. Debe caer sobre sus competidores a la menor sospecha o sin ellas; eso le concede ese prestigio sobrenatural que a las masas sobrecoge. Debe ser arbitrario y expeditivo en el ejercicio de la justicia, porque así es la ley del llano. Ante situaciones similares, lo mismo puede condenar a muerte que absolver con largueza. Su generosidad debe ser ilimitada, al igual que su ausencia de codicia; de lo contrario, antes que padre sería un hermano más en medio de la disputa. (...)
Retrato de Boves, según la descripción
de Daniel Florencio O'Leary
Los hombres que seguían a Boves -como es ya ocioso plantear- no luchaban por la causa del Rey. Luchaban contra el blanco propietario que ultrajaba su condición de hombre de color. Prueba de ello es que, apenas muere Boves, le dan la espalda a Morillo, el Pacificador, que con un ejército de españoles venía a combatir a las patriotas. Por ello se dispersan por el llano hasta tropezar con otro hombre, que hasta por el mismo aspecto físico que recrece en sus facciones de rubio azambeado, se parece al Taita Boves, pues además de macho, como él, es llano, generoso y festivo.
Herrera Luque nos señala el nombre del macho que heredó las hordas de Boves: José Antonio Páez, quien si pudo, a pesar de su indisciplina, encausarlas a luchar por la Libertad.

Dejemos para otra ocasión el diagnóstico psiquiátrico del Dr. Herrera Luque sobre aquel  paranoide sanguinario que casi llega a la enajenación, sin que se le pudiera llamar loco de remate.




1 comentario:

  1. A propósito del Bicentenario de la Batalla de Urica
    FUE ZARAZA QUIEN MATÓ A BOVES
    Por Víctor Belis
    victorbelis37@gmail.com
    0414-2483325
    http://tercerainformacion.es/spip.php?article78576

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