domingo, 28 de julio de 2013

Narciso, el metrosexual

Eco y Narciso, por John William Waterhouse

El cuadro de Waterman que encabeza este artículo representa a la ninfa Eco y al bello Narciso, quien, enamorado de su propia imagen reflejada en el agua, suspira y gime, mientras la ninfa escucha. La mitología griega es rica en arquetipos de la conducta humana. El mito de Narciso no es una excepción. Eco es una ninfa que desdeñó a Pan por un sátiro... Mala cosa rechazar a un dios pues el hecho no quedaba impune. Según una versión del mito de Eco, la menos conocida, el dios, al verse despreciado y saber que no podría ganarla, envió a unos pastores enloquecidos que la desmembraron en tantos pedazos que sólo sobrevivió su voz. La otra versión la tomaremos de El gran libro de mitología griega (La Esfera de los Libros, Madrid, 2010) de Robin Hard, quien a su vez se basa en el Manual de mitología griega de H. J. Rose:
Ovidio ofrece una versión diferente de la historia de Eco. Para evitar que sus compañeras ninfas fueran capturadas por Hera mientras coqueteaban con Zeus en las montañas, Eco solía distraerla con un constante ruido de conversaciones hasta que lograban escapar. Cuando Hera se dio cuenta de que la habían engañado, redujo la capacidad de habla de Eco, de modo que la ninfa ya no fuera capaz de expresar ningún pensamiento propio, sino que tan solo podía repetir las últimas palabras que otros dijeran. Mientras estaba sujeta a esa limitación, se enamoró de un joven llamado Narciso, un hijo del dios-río Cefiso y de la ninfa Leiriope. Le siguió en secreto y finalmente se las ideó para encontrarse con él, pero él la rechazó cuando ella intentó abrazarlo, ya que era frío por naturaleza y ella había estado viviendo sola en los bosques desde antaño. Debido a su intenso amor, fue poco a poco mermando hasta que no quedó de ella más que sus huesos y su voz. Cuando sus huesos se volvieron de piedra, se convirtió sólo en una voz que respondía.
Dado que Narciso había rechazado a infinidad de admiradores, tanto masculinos como femeninos, uno de ellos rogó que él mismo sufriera una pasión no correspondida. Un día se reclinó en una laguna boscosa para beber agua, entonces se enamoró de su propio reflejo y se quedó para siempre en ese lugar, incapaz de separarse de allí, hasta que murió de agotamiento y de deseo insatisfecho. Eco fue testigo de esta pasión desesperada y era ella la que le devolvía el eco de sus suspiros y lamentos. Incluso en el infierno, al menos según Ovidio, continúa contemplando su reflejo en la laguna Estigia. Le lloraron las ninfas de los bosques en el mundo de arriba y cuando su cuerpo iba a ser incinerado, despareció y en su lugar surgió un narciso. Otras fuentes afirman que la flor brotó de su sangre o que se transformó en ella. Pausanias recuerda una versión más racionalista que cuenta que tenía una hermana gemela que era casi idéntica a él y que, cuando ella murió, para paliar su dolor contemplaba su propio reflejo e imaginaba que era ella.

El caso de Narciso, consumido de pasión ante su reflejo, me recordó a una escena que vi hace unos días en un programa de televisión. Una muchacha le reclamaba al novio que emplease más tiempo que ella en acicalarse, que se sacaba las cejas, se depilaba, usaba sus afeites y hasta el secador de pelo para peinarse el copete. Agregaba la chica que, además, el muchacho se comparaba con otros jóvenes frente a los espejos del gimnasio y que hasta cuando hacían el amor, el "marinovio" se miraba al espejo. Sospechaba ella que el muñeco se estuviera pasando "al otro lado"; es decir que se estaba "volviendo gay", como si la homosexualidad fuera contagiosa. Lo peor del caso, además de la ignorancia de esa guaricha, es que ella misma había sido la culpable al obligarlo a hacer todo eso para complacerla, sin poner él condición alguna. El muchacho, pues, no era homosexual, sino metrosexual: un narciso. La muchacha, en cambio, no era una ninfa, sino un ser insatisfecho, inmaduro y tonto, que se había impuesto sobre el galán hasta convertirlo en un Ken, sin parecerse ella a Barbie. Lo convirtió en un objeto sexual y luego no le gustó el resultado.

Ser metrosexual está de moda entre los jóvenes que cuidan en demasía su aspecto externo y cultivan poco de su intelecto. Son hombres más coquetos que las mujeres; se depilan el vello corporal y hasta asumen actitudes ambiguas que se prestan a confusión, como las que señalaba la preocupada muchacha. En el reino animal esta moda, que ha hecho aflorar al Narciso que todos llevamos dentro, equivaldría a afeitarle la melena a un león, o sacarle las plumas a un gallo o a un pavo real, para que se parezcan, según el caso, a una leona, una gallina o una pava.

Cuando yo era muchacho se decía: El hombre es como el oso; mientras más feo más hermoso.  Así se corregía a tiempo cualquier desvío hacia la coquetería masculina.

8 comentarios:

  1. Super Interesante, imagino que ese par de libros lo conseguiste afuera o hace algún tiempo? Lo pregunto porque me interesa mucho la mitologia.
    Un abrazo

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    1. Uno solo. El Gran Libro lo compré creo que en un Tecniciencias de Caracas, creo que fue en el del Millenium Mall. Me sorprendió ver un libro de mitología así de completo. El otro no lo tengo y lo puse como una referencia.

      Un abrazo.

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    2. Que gracioso tu comentario "El hombre es como el oso, mientras más feo, más hermoso"

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    3. Así se educaba a los muchachos

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  2. Las mujeres son culpables de la seudo-homosexualidad de muchos varones. En concreto me refiero al hecho de que un varón (homosexual o no) se ponga a vivir con otro varón (homosexual o no) y es que ellas por naturaleza son egoístas, pero muchas veces rompen todos los límites, pues llegan a interesarse por sus asuntos personalísimos de un modo tal que los intereses, alegrías, temores, problemas de sus contrapartes masculinas quedan relegadas a un plano muy secundario o simplemente, no le paran.
    Como la inmensa mayoría de los humanos no puede (por a por b o por x) vivir solo, pues se buscan alguien que les de compañía, puede que cada quien tenga sexo por su lado si ambos son heteros o se buscan una relación hombre-mujer que yo llamo "jorgesandiana"* (vivir por separado, visitarse de vez en cuando o de cuando en vez**y tener intimidad y luego cada quien a su casita hasta nuevo aviso). No digo que estas sean las soluciónes, ni tampoco vivir como Juan Solito, pero el mundo es así

    * jorgesandiano por George Sand seud. de Aurore Dupin, novelista francesa s XIX
    ** de cuando en vez, expresión mia como decir muy de cuando en cuando o "cuando pasa el cometa"

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    1. La mente humana es muy compleja. No es bueno vivir solo. Lo mejor es una sexualidad sana.

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  3. Alguna vez viste la estatua de Narciso que había en la plaza Paez de El Paraíso? Quiero decir, antes de que la destrozaran. Muy clásica, pero hermosa.

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    1. Si, creo que alguna vez la vi. La recuerdo remotamente. Hace siglos no paso por allí.

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