LOS HIJOS INFINITOS
Cuando se tiene un hijo,
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga
y al del coche que empuja la institutriz inglesa
y al niño gringo que carga la criolla
y al niño blanco que carga la negra
y al niño indio que carga la india
y al niño negro que carga la tierra.
Cuando se tiene un niño, se tienen tantos niños
que la calle se llena
y la plaza y el puente
y el mercado y la iglesia
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle
y el coche que lo atropella
y cuando se asoma al balcón
y cuando se arrima a la alberca;
y cuando un niño grita, no sabemos
si lo nuestro es el grito o el niño,
y si le sangran y se queja,
por el momento no sabríamos
si el ay es suyo o si la sangre es nuestra.
Cuando se tiene un hijo, es nuestro niño
que acompaña a la ciega
y a las Meninas y la misma enana
y al Príncipe de Francia y su Princesa
y el que tiene San Antonio en los brazos
y el que tiene la Coromoto en las piernas.
Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,
todo llanto nos crispa, venga de donde venga.
Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro
y el corazón afuera.
Cuando se tienen dos hijos
se tienen todos los hijos de la tierra,
los millones de hijos con que las tierras lloran,
con las que las madres ríen, con que los mundos sueñan,
los que Paul Font quería con las manos unidas
para que el mundo fuera la canción de una rueda,
los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,
quiere con Dios adentro y las tripas afuera,
los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,
porque basta para que salga toda la luz de un niño
una rendija china o una mirada japonesa.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene todo el miedo del planeta
todo el miedo a los hombres luminosos
que quieren asesinar la luz y arriar las velas
y ensangrentar las pelotas de goma
y zambullir en llanto los ferrocarriles de cuerda.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene la alegría y el ay del mundo en dos cabezas,
toda la angustia y toda la esperanza,
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si el modo de llorar del universo
o el modo de alumbrar de las estrellas.
Por Andrés Eloy Blanco
Fuente:
Cien + 20 poetas orientales.
Fondo Editorial Caribe, Barcelona, 2010
Andrés Eloy Blanco con su esposa Lilina Iturbe y sus dos hijos, Andrés Eloy y Luis Felipe. Foto tomada de www.prodavinci.com |
Tal día como hoy, en 1896, nace en Cumaná el gran poeta Andrés Eloy Blanco, cuya obra es quizá la más popular en los hogares venezolanos, haciendo de ella un legado inmortal. Para rendir este breve homenaje a Andrés Eloy, debo confesarlo, me costó escoger alguna pieza, pues su obra es ampliamente conocida. Me decidí al final por los Hijos infinitos, que tiene un buen mensaje que pervive en el tiempo y se mantiene vigente.
Por desgracia el mensaje se mantiene absolutamente vigente. Pero el poema es hermoso. No lo conocía. Gracias.
ResponderEliminarPor fin pude entrar. Blogger está torpe.
EliminarEs uno de los poemas menos conocidos de Andrés Eloy. Por eso lo escogí. Hay una versión recitada por Óscar Martínez en los años 60.
Feliz fin de semana. Me alegra que te haya gustado