Edición príncipe de Casas muertas, Editorial Losada, Buenos Aires. |
Ya viejo y jubilado se me ocurre releer Casas muertas al verla en los estantes de una librería (Los Libros de El Nacional, Caracas, 2009). Me traía buenos recuerdos y decidí dedicarle un rato. Esta edición tiene un interesante prólogo de Jesús Sanoja Hernández que nos ubica esta novela en la trilogía con Fiebre y Oficina N° 1 y en el contexto histórico en que de desarrolla.
Esta es, a mi juicio, la mejor lograda de las tres novelas. Se trata del abandono del campo y de los campesinos que se ha prolongado desde las guerras civiles del siglo XIX y concluyen luego de la muerte del General Juan Vicente Gómez, cuando el Estado venezolano se dispone a traer salud y educación para todos. Malaria, fiebre amarilla, anquilostomiasis, sífilis, analfabetismo y resignación son algunos de los males que afectan al país, de los cuales, justo es decirlo, no todos son achacables a la dictadura de Gómez. Era un país volcado hacia París, Berlín y Nueva York, con poco interés en si mismo; y de eso no se puede culpar sólo al gobierno, sino también, en alguna medida, al caudillismo (aniquilado por Gómez) y a unas élites despreocupadas.
Iglesia de Ortiz Foto de José Jaime Araujo |
Veamos qué nos dice Jesús Sanoja Hernández:
Se ha catalogado a Casas muertas como la segunda parte de una trilogía que comenzó con Fiebre y concluye con Oficina N° 1. La sucesión de las etapas cronológicas o la reaparición de algunos personajes fundamentan tal apreciación. Fiebre cubre el período 1928, desde los sucesos preparativos de la Semana del Estudiante, en febrero, hasta el envío de estudiantes rebeldes a Palenque, en el Guárico, cerca de Ortiz, pasando por la montonera, 1929, en la cual el autor, en realidad participó. y Casas muertas, limitada a un pueblo-isla, según Fernando Aínsa, además de transcurrir en ese bienio, por la vía del recuerdo ocupa zonas del pasado, extendiéndose hasta 1890, y penetra en los primeros tiempos del petróleo en Anzoátegui, hacia donde emigraron personajes como Carmen Rosa, tan importante en el argumento de Oficina N° 1, cuyo término cronológico es 1940.
Casa orticeña Foto de Alfredo Rojas (Flickr) |
(...) Fiebre es una denuncia del sistema y del terror gomecistas. Casas muertas es la denuncia del mal morir de una ciudad aniquilada por el paludismo, el gamoralismo y las guerras civiles; Oficina N° 1 es la denuncia del mal nacer de una ciudad al rescoldo de la explotación minera imperialista.De la contraportada de la edición de Libros de El Nacional:
A pesar de que son más de 5 décadas que separan aquella edición argentina de la que hoy presentamos, la novela mantiene su vigencia, lo mismo en punto a estilo: novedoso, vivo, dinámico, que en lo atinente a su temática. "Casas muertas -advirtió en su tiempo el autor- es la denuncia del mal morir de una ciudad aniquilada por el paludismo, el gamoralismo y las guerras civiles". Enfermedad, autoritarismo y violencia aparecen aquí como tres fantasmas que son uno solo, el que atestigua y propicia la lenta caída de Ortiz, el pueblo donde ha muerto Sebastián, el pueblo en el que Carmen Rosa tendrá que decidir si se queda o se va, ese pueblo donde como en ningún sitio se vivió del pasado, pero donde ahora lo que priva es la urgencia, la inmediatez, la crudísima realidad del presente.Es una novela, a mi juicio que conviene leer y reflexionar. Por negligencia, han reaparecido enfermedades que se consideraban extirpadas de Venezuela, algunas de ellas las sufrimos hace un siglo y tenemos como muestra a Ortiz, ciudad glamorosa convertida en cascarón. Espero que no nos suceda.
Miguel Otero Silva |
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