Mariano Picón Salas 1901-1965 |
Periódicamente me doy un paseo por el mercado de libros viejos del puente de la Av. Fuerzas Armadas; allí tengo mis "marchantes" que conocen mis gustos de lectura y saben lo que me puede gustar. Me recomiendan obras que tienen en existencia y hasta conversan conmigo sobre cultura. En uno de esos puestos , entre otros, conseguí un ejemplar de las Obras Selectas (Edime, Madrid-Caracas, 1962) de Mariano Picón-Salas. Es un volumen de aquellos con que esa editora consentía a los lectores venezolanos de la época: tapas de cuero, papel de biblia, buena impresión y marcador de seda. Después se dedicaron a publicar obras en rústica a precios muy módicos para uso escolar.
Lo compré de inmediato porque la pluma de don Mariano, uno de los mejores ensayistas que ha producido este suelo, no puede faltar en una biblioteca venezolana. No fui defraudado porque es un pequeño tesoro bibliográfico y que, en efecto, contiene lo mejor de su obra: Viaje al amanecer; Miranda; un cuento venezolano (Los batracios); Páginas de Venezuela, Viajes y visitas hispanoamericanas; Pedro Claver, el santo de los esclavos, Gusto de México; otras páginas de historia hispanoamericana; Europa; La esfinge en América; Civilización actual, y Regreso de tres mundos.
La selección la hizo el propio autor, que hizo preceder de una Pequeña confesión a la sordina, a manera de prólogo, que por si sola es una buena pieza:
De mi obra literaria he suprimido para esta compilación las páginas anteriores a 1933. aun las de esa fecha resultan para mi gusto de hoy exageradamente verbosas y no desprovistas de pedantería juvenil. Parece que en ellas me encrespaba un poco como para lucirme en un examen sabihondo. A pesar de los reveses de la suerte (de muchacho de acomodada familia burguesa pasé a ser estrechamente pobre al final de mi adolescencia, cuando el dinero se necesitaba más), conservé cierta ambición en el terreno intelectual. O ese moceril intelectualismo era un elemento compensatorio por tantas cosas que me arrebató bruscamente la vida. caso contra mi voluntad, el Destino me impuso una vocación de escritor nómada, y por ello mis escritos obligan frecuentemente al lector a largas expediciones por el mapa. Nacido en Mérida, en los Andes venezolanos, terminé mis estudios universitarios en Chile; volví a mi tierra con las primeras canas treintiañeras, a la muerte de Juan Vicente Gómez, moviéndome después por Europa, Estados Unidos, México y Sudamérica. No olvide, sin embargo, mi verde altiplanicie andina guarnecida de cumbres nevadas, de donde se desgajan blanquísimos ríos torrentosos, y mi vieja ciudad de arriscados aleros y campanarios, donde en el tiempo de mi infancia se vivía en un sosiego como de nuestro colonial siglo XVIII. Esto -lo confieso- siempre produjo en mi espíritu un pequeño conflicto entre mis ideas y mis emociones, porque si la inteligencia aspiraba a ser libérrima, el corazón permanecía atado a esa como añoranza de un paraíso perdido. Escribí un librito, Viaje al amanecer, como para librarme de esa obstinada carga de fantasmas y seguir "ligero de equipaje" -como en el verso de Antonio Machado- mi peregrinación del mundo.
Todas esas tierras, paisajes y sugestiones de la cultura pasaron por una inquieta -a veces difusa- mente sudamericana que, entre todos los contrastes de la época, ansiaba ordenar lógica, estética y emocionalmente sus peculiares categorías de valores. Los europeos que nacieron en el regazo de civilizaciones viejas, ya ordenadas y sistematizadas, no pueden comprender la instintiva errancia del hombre criollo, la continua aventura de argonautas que debemos cumplir aún para esclarecer nuestras propias realidades. Lo universal no invalida para mí lo regional y lo autóctono. Los españoles, por ejemplo, a quienes estamos unidos por ancestrales vínculos de idioma y costumbres, a veces nos llaman "cosmopolitas" porque a pesar de ser tan venerables los valores de la cultura hispánica, necesidades y circunstancias específicas de América nos obligan a pedir en préstamo a otros pueblos técnicas y formas para las que no parecía valernos el viejo legado tradicional....
El libro de don Mariano, con sus casi 1500 páginas, promete darme muchas horas de buena lectura. Creo que fue un buen presente navideño que permitirá, además, regalar un ejemplar de San Pedro Claver, el santo de los esclavos a algún amigo que lo desee, pues ya salió de los anaqueles de la biblioteca.
Sobre el autor (datos tomados de Vinicio Romero Martínez)
El 26 de enero de 1901 nació en la ciudad de Mérida, Mariano Picón Salas, escritor y ensayista, uno de nuestros más completos humanistas. En Chile se graduó de profesor de Historia y luego de doctor en Filosofía y Letras. Ejerció la docencia en la Universidad de Chile y regresó en 1936 a Caracas donde fue como profesor de la Universidad Central de Venezuela. Entre 1938 y 1941, director de Cultura del Ministerio de Educación. Embajador en Colombia (1947-48), Brasil (1958-59) y México (1962) y Representante Permanente ante la UNESCO (1959-62). Secretario General de la Presidencia de la República y presidente fundador del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, INCIBA (hoy CONAC). Su obra literaria es vasta y se considera como una de las dde mayor trascendencia e influencia en la literatura latinoamericana. Murió el 1° de enero de 1965.
esta publicacion no es buena como para un estudiante
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