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martes, 13 de noviembre de 2012
Francisco Depons y los maracuchos
Plano de Maracaibo a mediados del siglo XVII.
Hay quienes dudan que Francois Joseph Raymond Depons, agente del gobierno francés entre 1800 y 1804, haya estado en todos los lugares de Venezuela que describe en su libro Viaje a la Parte Oriental de la Tierra Firme de la América Meridional. Dedica unas cuantas páginas a Maracaibo que denota tener buen conocimiento del lugar, sus habitantes y condiciones sociales, económicas y culturales. Tenía buen concepto de los marabinos y de su ciudad, a pesar del clima. Veamos qué nos dice. Seguiremos el texto de la traducción de Enrique Planchart (Fundación de Promoción Cultural de Venezuela, Caracas, 1983):
La villa de Maracaibo se asienta en la ribera izquierda del lago de su nombre, a seis leguas del mar, en un paraje arenoso y desprovisto de tierra vegetal.
Su temperamento es muy cálido, porque el viento es allí demasiado suave y nada regular, el terreno no está regado por ninguna corriente y la lluvia es escasa. Reina un calor excesivo, principalmente desde marzo hasta octubre. En julio y agosto es verdaderamente insoportable, el aire entonces parece salir de un horno. El único recurso para prevenir los efectos de la atmósfera calcinadora, es bañarse en el lago. Tal hacen, en realidad, los maracaiberos para templar el ardor y moderar la acrimonia de su sangre, inflamada por la acción del sol.
A pesar del continuo y excesivo calor que se siente en Maracaibo, este lugar es sano, libre de epidemias, y luego que una persona se ha aclimatado en él, conserva inalterable la salud, tan bien o mejor que en otros parajes donde el calor es menos intenso y hay más recursos para refrescarse.
Un refrescante cepillado con sabor a frutas...
Mi favorito es el de tamarindo
Hoy Maracaibo es la ciudad más fría de Venezuela, compitiendo con San Rafael de Mucuchíes. El uso de excesivo del aire acondicionado en viviendas y automóviles hace de ella una ciudad cuasi polar. Si se sale a caminar por la calle (hay valientes que lo hacen), un cepillado, o tal vez una Zulia bien fría, les refresque el gargüero y permitirá continuar la faena. Sigamos con Depons, que nos habla de los maracaiberos:
Según el censo de 1801, Maracaibo tiene veinte y dos mil habitantes; pero después de esa fecha han llegado cosa de dos mil españoles, provenientes de Santo Domingo, de donde salieron huyendo del gobierno del negro Toussaint. La población se divide en cuatro clases: nobles, blancos plebeyos, esclavos y manumisos.
Las familias nobles son aquellas que se envanecen de descender de los primeros conquistadores de la provincia, de algún gobernador o auditor de guerra, casado en el país, o de cualquier otro empleado, pues en América la distinción de un empleoconcedido por el Rey pasa por timbre auténtico de nobleza.
Entre los blancos plebeyos hay criollos y europeos. Esta casta vive con mayor comodidad, porque es la única que trabaja y se dedica a la agricultura, a la navegación, al comercio o a la pesca, etc.
No son muchos los esclavos, ni nunca se han introducido en gran cantidad. Quizá no pasen de cinco mil.
Los manumisos son también poco numerosos y se aplican a todos los oficios mecánicos: los hay ebanistas, tallistas, zapateros, carpinteros, albañiles, herreros, etc.
Orillas del lago en Maracaibo a finales del siglo XIX
Desde la infancia se acostumbran los maracaiberos a navegar en el lago; por placer los unos, por pescar o por transportar los frutos que produce la ribera meridional, los otros. Cuando no encuentran allí mismo cómo ejercer su profesión, suelen irse en partidas más o menos numerosas a Puerto Cabello, a La Guaira u otros puertos donde haya mayor actividad náutica, y por consiguiente, , mejor oportunidad para desarrollar la vocación o satisfacer la ambición.
Con igual facilidad se desempeñan en los viajes de cabotaje y en los de alta mar. Cuando, a causa de la guerra, se suspenden las operaciones mercantiles, se embarcan en los navíos corsarios. En una u otra ocasión, nunca desmienten su reputación de buenos marinos y de excelentes soldados. También a causa de su vida a orillas del lago son extremados nadadores y hábiles buzos.
Los que no se sienten atraídos por el mar, fundan hatos o cuidan los que ya han heredado. Ninguna prueba mejor de la aptitud de los maracaiberos para esta ocupación, como la inmensa cantidad de animales que pueblan las sabanas. De éstas, las principales son el Jobo, Ancón, Palmares y Cañadas. Debo advertir que hay más mérito en criar ganados en las sabanas de Maracaibo, que en cualquier otro sitio de estas provincias, pues allí no se encuentran río ni lagunas inagotables, y en tiempos de sequía perecen muchos animales, a pesar de las precauciones que se toman para conducirlos a lugares donde haya agua.
Rafael María Baralt, uno de los
más eminentes maracaiberos.
Acuñó el término "Tierra del sol amada".
Lo que nos presenta Depons es una sociedad bastante moderna, donde el abolengo no vale tanto como el trabajo; comerciantes, ganaderos, marinos diestros y muchos artesanos son el motor que empuja el progreso de este puerto. Aquí no se ven mantuanos prepotentes humillando a la gente honesta, sino una población que no le tiene miedo al trabajo. Pero el agente francés notó también otra característica que los marcará en los próximos dos siglos: su aplicación a la cultura.
Sin embargo -nos dice Depons-, lo que más honra a los maracaiberos es su singular viveza de espíritu, se aplicación a la literatura y los adelantamientos que alcanzan en ella, no obstante el estado de decadencia en que se halla la instrucción pública en Maracaibo. Mientras los jesuitas estuvieron encargados de la instrucción de la juventud, salieron de su colegio jóvenes que hablaban latín con soltura y elegancia nada comunes, dominaban la oratoria y las reglas poéticas, escribían de modo notable, tanto por lo osado de los conceptos, como por la pureza, orden y claridad con que los exponían; en una palabra, eran sujetos dotados de todas las cualidades que constituyen al literato. La expulsión de estos sabios institutores privó a la juventud de Maracaibo de todo medio de instruirse.
Después de convenir en que los maracaiberos son valientes, activos e ingeniosos, casi nada puedo añadir en su favor.
Las mujeres de Maracaibo, en su juventud, suelen ser ejemplo de pudor; en el matrimonio, esposas fieles y excelentes madres de familia. El respeto al marido, el cuido de la casa, la educación de sus hijos llenan todos sus momentos y ocupan toda su solicitud. Excepto la música, no conocen diversión alguna antes ni después del matrimonio. El arpa es su instrumento preferido. Pocas son las casas donde no se escuchan los armoniosos sones casi todas las noches y todos los días de fiesta.
Así debió ser porque Francisco Depons no era dado a la lisonja. Por el contrario, como era su deber, trataba de describir con precisión lo que veía y observaba. Como agente extranjero no estaba influido por regionalismos ni preferencias. Ese afán por la cultura se acentuó en la ciudad durante el período republicano, lo que llevó a Maracaibo a ser conocida como la Atenas de Venezuela. Me cuentan que a finales del siglo XIX habían maracuchos que se reunían a conversar en griego clásico, como sus tatarabuelos lo habían hecho en latín. La vulgaridad que los centrales atribuyen al marabino es producto del desconocimiento y el prejuicio; fue el petróleo y la caterva de procedente de todas partes las que causaron la vulgarización que tanto se les critica, pero el maracaibero sigue siendo amante del trabajo y de las bellas letras.
Escudo de la ciudad de Maracaibo
Para concluir, dejo aquí un interesante video, Maracaibo con vista al lago, de los Archivos de Bolívar Films. Espero les guste.
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