lunes, 30 de julio de 2012

En el día de San Ignacio de Loyola

San Ignacio de Loyola
1491-1556

El 31 de julio es para mi una fecha de especial significación. Fui alumno de los jesuitas, primero en el Colegio San Ignacio de Loyola en Caracas, primaria y bachillerato completos, y luego en la Universidad Católica Andrés Bello, donde cursé Comunicación Social. Soy, pues, un producto jesuítico y, como tal, conozco, admiro, honro y respeto a Íñigo de Loyola, cuyo día se celebra el 31 de julio.

Mi madre, que deseaba la mejor educación para sus hijos, consideró que con los jesuitas y la enseñanza ignaciana lograría el objetivo de una buena instrucción científica y humanística, además de una buena formación cristiana y cívica. Hoy, viéndolo a la distancia, creo que Lola estaba en lo correcto.

Lo único que los jesuitas no aceptan de un alumno es la indisciplina y la mala conducta. De resto, ellos consideran que cada quien tiene sus aptitudes y ofrecen al alumno, además del programa de estudios oficial, opciones que en mi época iban desde la Cruzada Eucarística hasta el boxeo, pasando por el Centro Excursionista, la Banda de Guerra, el fútbol y el béisbol. Era como un menú del que cada quien tomaba lo que deseaba, y los buenos padres no te obligaban a tomar ninguna en específico.

En ese ambiente, aprendí una religión sobria, sin sensiblerías, basada en la fe y la razón.  Las obras de misericordia espirituales y materiales, unidas a un compromiso con la sociedad, completan la formación religiosa en el lema ignaciano: EN TODO AMAR Y SERVIR.


AMDG

Para celebrar el día de nuestro Padre Ignacio de Loyola, les dejo  un pequeño regalo. Se trata de la Cédula de San Ignacio, que podrán imprimir y pegar detrás de la puerta de sus casas. Se la recomienda para combatir las acechanzas del demonio, las supercherías, las malas compañías, y todo lo que nos aleje de la amistad de Dios. Si, como en mi caso, no les gusta la imagen de la estampa, pueden elaborar una en casa copiando la siguiente oración, colocando una imagen de San Ignacio de Loyola y de la Madonna della Strada, por quien él sentía especial devoción:

SAN IGNACIO DE LOYOLA DICE AL DEMONIO ¡NO ENTRES!

Señor Dios...

En esta ocasión queremos pedirte con humildad y mucha Fe que nos libres de todo mal que puedan hacernos, de toda envidia o maleficio, supercherías y todo ese tipo de cosas que tú aborreces, ayúdanos a ser libres, guardar sólo amor en nuestros corazones, desear y que nos deseen el bien, hacer y que nos hagan el bien, adorarte y respetarte siempre y en todo momento, no dejes que nuestra mente y nuestro corazón guarden miedo, inseguridad o tristeza, Bendice, Señor Dios, a todo aquel que nos desea el mal y encamínalo por el rumbo de la Fe en ti y la esperanza, libéranos Señor de cualquier cosa que pudiera perturbar nuestro camino, nuestra mente, nuestro espíritu, nuestra Fe, nuestra estabilidad, nuestro amor, nuestros bolsillos, en nombre de Jesucristo hijo único de Dios y Maria Santísima la Virgen, FUERA EL DEMONIO Y VIVA JESUCRISTO.
Madonna della Strada, antes de su restauración
Se venera en la Iglesia del Gesú,
en Roma.



Las otras dos oraciones, u Oraciones de San Ignacio, se prestan muy bien para la Acción de Gracias luego de recibir la comunión:


Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, entendimiento y voluntad; todo mi haber y poseer. Vos me lo dísteis, a vos Señor lo torno; todo es vuestro, disponed conforme a vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esto sólo me basta.

El país de afloja y aprieta

Félix María de Samaniego
1745-1801
Autor
El público de habla hispana asocia a Samaniego con sus inocentes fábulas, basadas las más de las veces en las de Esopo, que nos dejan muchas enseñanzas morales a través de los simples diálogos entre animales, o personajes simples.

También fue don Felix María autor de cuentos eróticos, chistes verdes y una grata literatura burlesca. Los publicó en una obrita titulada El Jardín de Venus, que pertenece a la corriente de literatura libertina del siglo XVIII, pero esta tiene el agregado de la picardía y salero españoles. Mi primer Jardín de Venus fue una edición de los años 70 (Akal, 1977) fascímil de la de López Barbadillo -que presté y no me devolvieron-, y luego adquirí hace unos años la edición de Emilio Palacios Fernández (Biblioteca Nueva, Madrid, 2004). De esta edición, extraigo el cuento El país de afloja y aprieta, que, sin duda, hace sonreir.


EL PAÍS DE AFLOJA Y APRIETA

En lo interior del África buscaba
cierto joven viajero
un buen pueblo en que a todos se hospedaba
sin que diesen dinero;
y con esta noticia que tenía
se dejó atrás un día
su equipaje y criado,
y, yendo apresurado,
sediento y caluroso,
llegó a un bosque frondoso
de palmas, cuyas sendas mal holladas
sus pasos condujeron
al pie de unas montañas elevadas
donde sus ojos con placer leyeron,
en diversos idiomas esculpido,
un rótulo que hacía este sentido:
"Esta es la capital de Siempre-meta,
país de afloja y aprieta,
donde de balde se goza y se mantiene
todo el que a sus costumbres se conviene".
-¡He aquí mi tierra!, dijo el viandante
luego que esto leyó, y en el instante
buscó y halló la puerta
de par en par abierta.
Por ella se coló precipitado
y vióse rodeado,
no de salvajes fieros,
sino de muchos jóvenes en cueros,
con los aquellos tiesos y fornidos,
y armados de unos chuzos bien lucidos,
los cuales le agarraron
y a su gobernador le presentaron.
Estaba el tal, con un semblante adusto,
como ellos, en pelota; era robusto
y en la erección continua que mostraba
a los demás sobrepujaba.
Luego que en su presencia estuvo el viajero,
mandó le desnudasen, lo primero,
y que con diligencia
le mirasen las partes genitales,
que hallaron de tamaño garrafales.
La verga estaba tiesa y consistente,
pues como había visto tanta gente
con el vigor que da Naturaleza,
también el pobre enarboló su pieza.
Como el gobernador en tal estado
le halló, díjole: - Joven extranjero,
te encuentro bien armado
y muy en breve espero
que aumentarás la población inquieta
de nuestra capital de Siempre-meta;
mas antes sabe que es el heroísmo
de sus hijos valientes
vivir en un perpetuo priapismo,
gozando mil mujeres diferentes;
y si cumplir no puedes su costumbre,
vete, o te expones a una pesadumbre.
- ¡Oh! Yo la dejaré desempeñada,
el joven respondió, si me permite
que en alguna belleza me ejercite.
Ya véis que está exaltada
mi potencia, y yo quiero
al instante jo...
                   - ¡Basta! Lo primero,
dijo el gobernador a sus ministros,
se apuntará su nombre en los registros
de nuestra población; después, llevadle
donde se bañe; luego, perfumadle;
después, que cene cuando se le antoje;
y después enviadle quien le afloje.
Dijo y obedecieron,
y al joven como nuevo le pusieron,
lavado y perfumado,
bien bebido y cenado,
de modo que en la cama, al acostarse,
tan sólo panza arriba pudo echarse.
Así se hallaba, cuando a darle ayuda
una beldad desnuda
llegó, y subió a su lecho;
la cual, para dejarle satisfecho,
sin que necesitase estimularlo,
con diez desagües consiguió aflojarlo.
Habiendo así cumplido
las órdenes, se fue y dejó dormido
al joven, que a muy poco despertaron
y el almuerzo a la cama le llevaron,
presentándole luego otra hermosura
que le hiciese segunda aflojadura
Esta, que halló ya lánguida la parte,
apuró los recursos de su arte
con rápidos meneos
para que contentase sus deseos,
y él, ya de media anqueta, ya debajo,
tres veces aflojó, ¡con qué trabajo!
No hallándole más jugo
ella se fue quejosa,
y otra entró de refresco más hermosa,
que, aunque al joven le plugo
por su perfección rara,
no tuvo nada ya que le aflojara.
Sentida del desaire,
esta empezó a dar gritos, y no al aire,
porque el gobernador entró al momento
y, al ver del joven el aflojamiento,
dijo en tono furioso:
-¡Hola! Que aprieten a este perezoso.
Al punto tres negrazos de Guinea
vinieron, de estatura gigantea,
y al joven sujetaron,
y uno en pos de otro a fuerza le apretaron
por el ojo fruncido,
cuyo virgo dejaron destruido.
Así pues, desfondado,
creyéndole bastante castigado
de su presunción vana,
en la misma mañana,
sacándole al camino,
le dejaron llorar su desatino,
sin poderse mover. Allí tirado
le encontró su criado,
el cual le preguntó si hallado había
el pueblo en que en balde se comía.
- ¡Ah, sí, y hallarlo fue mi desventura!
el amo respondió.
                -Pues ¿qué aventura,
el mozo replico, le ha sucedido,
que está tan afligido?
En esa buena tierra
no puede ser que así le maltrataran.
- Mil deleites, el amo dijo, encierra
y, aunque estoy desplegado, yo lo fundo
en que si como aflojan no apretaran,
mejor país no habría en todo el mundo.


Las disciplinas de Santa Rosalía

Santa Rosalía de Palermo
Abogada contra las pestes
A pesar de su desorden al narrar, siempre da gusto hojear los papeles de Arístides Rojas, que nos ayudan a desentrañar el turbulento y misterioso pasado de Caracas. Cuando traté el tema de los santos patronos de Caracas, mencioné a las disciplinas de Santa Rosalía de Palermo y prometí tratar el tema más adelante. Hoy cumplo
Vamos a relatar -nos dice don Arístides-, los diversos incidentes de una epidemia física que trajo una epidemia moral.
Iglesia parroquial de Santa Rosalía
Santa Rosalía a Candilito
El actual templo de Santa Rosalía, con su graciosa plazuela, no es el primer templo de ese nombre fundado en 1696, a consecuencia de la primera epidemia de fiebre amarilla de que fue víctima una porción de la ciudad, en la época indicada. El pequeño templo pajizo levantado a la abogada de la peste, por ambos cabildos, con obligación de fiesta solemne anual como agradecimiento de la protección dispensada a Caracas, estuvo cerca de cien varas al Sud del actual, al comenzar la siguiente manzana. Destruido por la incuria del tiempo, los moradores de la capital quisieron levantar un templo más al Norte, y escogieron el sitio actual. Comienza la obre, y surgía el modesto edificio, cuando de repente se despierta el deseo de levantar contiguo al templo un pequeño convento de Carmelitas Descalzas, pensamiento que patrocinaba desde 1724 monseñor (Juan Joseph de) Escalona y Calatayud. Aislado se presentaba el edificio en el sitio indicado, pues en aquellos días la actual parroquia de Santa Rosalía era casi un erial, con población diseminada, llena de arbustos y de árboles frutales, y a distancia del centro de Caracas. Ésta no había podido extenderse sino un poco en la dirección Sud.
Obispo José Félix Valverde
Desde el momento en que se pensó crear un convento de Carmelitas Descalzas, anexo al templo de Santa Rosalía, la fábrica tomó creces, animóla el entusiasmo público, y todo llegaba a su término, cuando en 1728 dejó a Caracas el Obispo Escalona y Calatayud. Muerto éste en 1729, sucedióle Monseñor (José Félix) Valverde, que de Méjico salió para su obispado, trayendo consigo tres monjas para el beaterio de las Carmelitas. Instaladas en la obispalía, aguardaron en ésta que la fábrica del beaterio estuviese en disposición de recibirlas, hasta que a poco fueron conducidas, con gran pompa al nuevo convento de Caracas. El permiso real que abre la historia de este monasterio, tiene fecha de 1725. En 1727 se pone la primera piedra en la fábrica de Santa Rosalía, el día de San Miguel, el 29 de septiembre, día en que según superstición popular, está suelto el diablo. Valverde llegó en 1728, y el beaterio fue instalado el 19 de marzo de 1732.
Pero el Obispo Valverde, como todo mortal, tenía sus émulos que a la sordina le minaban su reputación, y no perdían ocasión de hacerle el mal que deseaban; porque entre los mortales el deseo del mal ahoga el sentimiento del bien, y más se satisfacen ciertos corazones dando rienda suelta a sus pasiones feroces, que ejerciendo el apostolado de la caridad.
Santa Teresa y sus carmelitas reformadas
Sucedió lo que era de esperarse y lo que la práctica enseña donde quiera que se instalen comunidades. Recluidas aquellas buenas madres, por una parte, en un lugar solitario y húmedo, lejano de la población; y por la otra, teniendo constitución anémica y carácter timorato, comenzaron a ser víctimas de multitud de dichos maléficos inventados por el objeto premeditado de alucinarlas. Ya se decía que las madres monjas eran todas las noches amenazadas de hombres de poblada barba que llevaban cuernos en la cabeza y abrían las puertas de las celdas; ya que espíritus malignos en forma de jovencitos llenos de gracia, llamaban  a las madres con palabras y frases suplicantes. Con invenciones de éste género que tomaban creces, en cada hora, y llegaban al convento de una manera sigilosa y alarmante, todas estas vulgares invenciones de los enemigos del Obispo, exaltaron el ánimo timorato de las buenas señoras. Al instante  se presenta la polémica entre las madres que desean abandonar el convento y regresar a Méjico, y el Obispo que trata de disuadirlas de semejante propósito. Al fin vencen las monjas, y nada pudieron las súplicas del prelado y de muchas familias. Al mes de estar en Santa Rosalía, salen del sitio... 


Escudo de la Orden de las
Carmelitas Descalzas
Y se trasladan a una casa cerca de Catedral, a la espera de un navío que las regresase a Veracruz. Sólo una de ellas se quedó, sin contagiarse con la histeria de las otras dos. Fue la primera abadesa del segundo Convento de Carmelitas. Decía que se quedaba porque Dios le ordenaba permanecer en Caracas. Seguro que tenía una verdadera vocación religiosa y no se dejaba intimidar. También ¿A quién se le ocurre enviar tres mujeres solas a ese chirivital? Creo que corrieron con suerte. El nuevo convento quedó instalado en 1736, en casas que pertenecieron a la viuda de don José de Ponte y Aguirre, que bondadosamente las cedió para tal fin. Allí permanecieron hasta que Guzmán Blanco las echó a la calle como criminales y convirtió el Convento en sede del Ministerio de Hacienda.

A este bicho lo encontré
mirando feo al Colegio
El Pilar, pero las monjas
de la Caridad de Santa Ana
no son unas "escuinclas" y
saben espantar.
Sigamos con nuestra historia, que no todo queda en un final relativamente feliz. La memoria de los escasos y supersticiosos vecinos de la Sabaneta del Viento y sus alrededores no olvidaron no echaron al olvido las visiones de las monjas, al hacerse de noche -me imagino la oscuridad en ese monte-, las imaginaciones calenturientas, y las torcidas también, empezaron a rememorar los eventos y a darles más sustancia. La cosa se ponía peor cuando veían el cascarón vacío del convento  desocupado; allí cobraba vida el espectro del mismo Mandinga, lascivo y barbado, merodeando por el lugar (no hablemos de esquinas, que esa zona era casi rural). El tiempo pasa, pero las costumbres en la Caracas de entonces no pasaba, Llega el año de 1752y con él don Felipe Ricardos, el nuevo Gobernador y Capitán General  de la Provincia, quien trae consigo 200 veteranos peninsulares.... Ahora la cosa se pone buena; pero volvamos a don Arístides:
...Lleno de mala intensión, y más celoso de los intereses mercantiles de la Compañía Guipuzcoana que de la grandeza de España, (Felipe Ricardos) da comienzo a su obra de persecuciones premeditadas.
Al instalarse, Ricardos dispone que los doscientos veteranos que habían llegado con él, y los demás que estaban en Caracas, fuesen acuarteladas en los solitarios claustros de Santa Rosalía; y como era natural, los soldados no se preocuparon con el hecho de que allí habían estado unas monjas, menos aún pensaron en Santa Rosalía, la abogada de la peste. corrían los años unos tras otros y nada indicaba temores en el cuartel, cuando por los años de 1756-1757, prende en la tropa una epidemia de fiebre amarilla con intensidad alarmante, tan alarmante que hubo soldados que desaparecieron  en cortas horas.. Al momento, cunde el espanto en los vecinos y a poco toda la población, que recordaba los días calamitosos de 1696, cuando por primera vez en Caracas se presentó la fiebre amarilla. Notóse que sólo los soldados españoles sucumbían, mientras que no era atacado por la epidemia ninguno de los hijos de Caracas.
Soldados españoles del siglo XVIII
en una pulpería de El Silencio
Al haberse desarrollado la epidemia solamente en los antiguos claustros abandonados hacía años, y el no ser víctimas de ella sino los soldados de Ricardos, fueron suficientes razones para que los moradores de Caracas vieran en el hecho un castigo de Santa Rosalía contra aquellos pobres infelices, que en nada eran culpables de estar acuartelados junto a la casa sagrada de Rosalía de Palermo...
El Gobernador, preocupado por la moral de sus tropas, manda retirar de la edificación a la mitad del personal, pero apenas éste primer grupo se retira, se agrava la situación y aumenta el número de víctimas, y la mente creativa de los caraqueños se agita.
Disciplinas de fuego
...Decíase y repetíase por todo el mundo, que Santa Rosalía, cansada de sufrir las vejaciones de la soldadesca había resuelto castigarla; que la santa, armada de disciplinas de fuego, fustigaba sin piedad a los soldados, los que corrían por los claustros, pidiendo misericordia. A poco todo el mundo veía esto, durante la noche, y oía igualmente los gritos de los soldados, y los ayes de los moribundos, lo que motivó el que las familias del vecindario, en constante oración, pidieron a la Santa de Palermo que tuviera piedad de tantos desgraciados.
Plano de la zona hacia 1775.
El espacio al centro con la plazoleta,
es el lugar de los hechos. Era una zona
casi despoblada.
Ricardos era un señor serio y decidido. Tenía un problema en manos y debía resolverlo de manera expedita antes de que degenerase. Necesitaba calmar los ánimos de los enfermos del convento, convertido ahora en un hospital, y a los vecinos supersticiosos que lo estaban volviendo loco. Decide enviar al capitán Rosales, quien, por lo que se ve era tan timorato como las monjitas mexicanas. Una noche, luego del toque de ánimas envía a Rosales al cuartel-hospital para tener información válida y poder tomar la decisión más oportuna. El oficial parte hacia Santa Rosalía en la noche solitaria -recuérdese que era una zona casi despoblada-, y en el camino se encuentra con un vecino que le aconseja no seguir y le narra lo que sucede. En lugar de cumplir con su deber, se sube a un árbol y observa. Contagiado de pánico, regresa en una carrera donde el Gobernador, quien está a la espera y le pregunta sobre el resultado de su gestión (lo que sigue debería leerse con acento guipuzcoano):
-¿Que hay, Capitán Rosales? -pregunta Ricardos, con altivez.
- Mi General, mi General, contesta Rosales, algo trémulo.... Quiso hablar y no pudo.
-Habla, estúpido; ¿por qué tiemblas?
- Mi General, la vi.... vi a Santa Rosalía con las disciplinas de fuego.
- Alma de Lucifer -grita el Gobernador en medio de la concurrencia que lo rodeaba. Voto al diablo, ya éste miserable está contagiado. Y llamando dos sargentos, les dice:
-Inmediatamente, pongan este oficial en el cepo.
Ricardos se dirige al instante al Capitán Capella, joven arrogante y pundonoroso.
-Siga usted, Capitán Capella, al cuartel de Santa Rosalía para que se informe del estado sanitario de los soldados y oficiales. Le advierto - agrega Ricardos, ya encolerizado-, que si usted al desempeñar su encargo, me habla de Santa Rosalía y de las disciplinas de fuego, le hago pasar inmediatamente por las armas.
El pobre Capella, a pesar de su valor e inteligencia, no llegó a completar su misión. Su muerte será producto de un accidente que se produjo a su ingreso al cuartel. El suceso es extraño. Un soldado está moribundo y lo asiste su sobrino, mientras tres soldados esperan el triste desenlace. Capella, al tratar de ingresar al edificio tiene que forzar la puerta y se desprenden sobre él grandes trozos de la pared, que lo matan al instante. Al mismo tiempo, al moribundo se lo lleva la Pelona y el sobrino grita: "Ya murió... Ya murió". Cuando los presentes fijan su mirada en un bulto en el suelo. Al voltearlo reconocen al valiente Capella, exánime. Van de inmediato donde Ricardos; ya era de madrugada:
-¿Qué hay señores? ¿Qué traen ustedes? ¿Dónde está el Capitán Capella?
- Dos desgracias, General, nos traen a estas horas delante de V. E. : la muerte de nuestro compañero que como sabe V. E. estaba moribundo desde ayer, y la muerte violenta del Capitán Capella al empujar la puerta del cuartel.
Le relatan la historia y, sin pérdida de tiempo, esa misma madrugada manda evacuar el cuartel y trasladar los enfermos a Catia, fuera de la ciudad. Así resolvió Felipe Ricardos un serio problema y pudo dedicarse a los intereses de la Compañía Guipuzcoana y al gobierno de la Provincia (en ese orden).

Plano actual de la zona
La iglesia sigue en el mismo lugar, pero el convento-cuartel desapareció hace tiempo. La Iglesia es Monumento Nacional desde 1960. En ella fueron bautizados Luisa Cáceres de Arismendi, Rómulo Gallegos, Armando Reverón y el Cardenal Jorge Urosa Savino y contrajo nupcias el expresidente Ramón J. Velásquez. Concepción Palacios, madre del Libertador la frecuentaba y hasta le bordó un manto a la imagen de la Dolorosa.

Cerca del lugar se encuentra la famosa Cuadra Bolívar (Piedras a Bárcenas), uno de los lugares favoritos de Concepción Palacios. Está abierto al público desde 1967, cuando fue restaurada. Cerrado los lunes.

Un paseo por la zona puede ser gratificante. Cerca de allí en la esquina de Isleños se encuentra la Iglesia de San Agustín, obra del arquitecto Alejandro Chataing. También  podremos aprovechar para pasear por el Mercado de Quinta Crespo (esq. de Quinta Crespo). Si nos detenemos en la esquina El Carmen veremos adosada a la pared de un edificio de los años 30 una imagen muy antigua de la Virgen del Carmen que fue objeto de devoción por mucho tiempo. Tal vez nos provoque visitar la Panadería Torbes (Glorieta a Maderero, subiendo desde el mercado por la Av. Baralt, a una cuadra de la Lecuna), que tiene 50 años produciendo panes tradicionales andinos en el mismo lugar; y luego acercarnos a la Capilla de las Siervas del Santísimo (de Hospital a Glorieta), en estilo neogótico; o tal vez prefiramos almorzar en la esquina de Muerto. Para una visita a la Iglesia parroquial y algunas fotos de la Cuadra Bolívar ingresar por aquí.

Panadería Torbes
Tablitas a Sordo
Casas republicanas










viernes, 27 de julio de 2012

Lolita, un clásico del siglo XX

Lolita
Carátula
Antier concluí la lectura de Lolita (Anagrama, Barcelona, 2011), la novela de Vladimir Nabokov que ya es un clásico del siglo XX.  Hasta el momento, no había leído nada de este autor y decidí una aproximación a través su Lolita, y no quedé defraudado.

Es una novela rica en matices y lirismo, provocadora e inquietante. Tardé en leerla, no por falta de interés, sino por la necesidad de captar a plenitud lo que Nabokov nos transmite. El autor, al final del texto incluyó, para la edición de 1957, el apéndice Acerca de un libro titulado "Lolita" en el que fija su posición ante las críticas surgidas en los Estados Unidos, que conviene también leer. No es un libro pornográfico, ni antiamericano, ni europeizante, sino más bien un poco de culta ficción erótica.

De la contraportada citamos:
La historia de la obsesión de Humbert Humbert, un profesor cuarentón, con la doceañera Lolita es una extraordinaria novela de amor en la que intervienen dos componentes explosivos: la atracción "perversa" por las nínfulas y el incesto. Un itinerario a través de la locura y la muerte, que desemboca en una estilizadísima violencia, narrado, a la vez con autoironía y lirismo desenfrenado, por el propio Humbert Humbert. Lolita es también un retrato ácido y visionario de los Estados Unidos, de los horrores suburbanos y de la cultura del plástico y el motel. En resumen, una exhibición deslumbrante de talento y humor a cargo de un escritor que confesó que le hubiera encantado filmar los picnics de Lewis Carroll.

Muy buena. Me gustó tanto que de paso compré el ensayo crítico Nabokov y su Lolita (La Compañía de los Libros, Madrid, 2010) de Nina Berberova, que no sólo me orientará en la relectura de la novela, sino también profundizar en la obra del autor.
Vladimir Nabokov
1899-1977
Autor
"No soy lector ni autor de novelas didácticas y, a pesar de la afirmación de John Ray, Lolita no tiene lastre moralizante. Para mí, una obra de ficción sólo existe en la medida en que proporciona lo que llamaré lisa y llanamente placer estético, es decir, la sensación de que algo, en algún lugar, relacionado con otros estados de ser en que el arte (curiosidad, ternura, bondad, éxtasis) es la norma. Todo lo demás es hojarasca temática solidificada en inmensos bloques de yeso cuidadosamente transmitidos de época en época, hasta que al fin aparece alguien con un martillo y hace una buena rajadura a Balzac, a Gorki, a Mann."

jueves, 26 de julio de 2012

Las esquinas de Caracas

Carmen Clemente Travieso
1900-1983
Autora
Recuerdo que tendría yo unos nueve años cuando mi tía Trina (María Trinidad Virginia -o Titá, como la llamábamos sus sobrinos) me mostró un libro que para mí encerraba todos los arcanos de la vieja Caracas. Se trataba de Las esquinas de Caracas, obra de la periodista y luchadora social Carmen Clemente Travieso, en su primera edición (1956). La información contenida en ese libro me sirvió para planificar mis correrías y aventuras por el centro de Caracas, o para apreciar mejor sus puntos de interés histórico.

Por supuesto, nunca le robé el libro, sino que, libreta y lápiz en mano, revisaba con reverencia sus, para mí, interesantes artículos, anotaba, y luego lo devolvía sin daño alguno. Por muchos años busqué un ejemplar propio, sin hallarlo. La segunda edición fue en 1966, pero para entonces no trabajaba y cuando ingresé al mercado laboral ya estaba agotado.

Edición de 1966
Hace poco lo conseguí en el mercado de libros usados del puente de la Av. Fuerzas Armadas con Urdaneta; o para decirlo en caraqueño clásico: "de Romualda a Plaza España, cerquitica del callejón de Manduca" (así se deberían dar las direcciones en Caracas). Se trata de la segunda edición (Talleres Gráficos de México S. A., México, 1966).  Claro, ya maduro y jubilado, no me dice lo mismo de cuando cursaba primaria, pero el libro conserva su encanto.

La Editora El Nacional editó de nuevo, en 2001, esta obra de Clemente Travieso en un bello formato, que se consigue en muchas librerías, y otra de bolsillo en 2004; aunque sigo prefiriendo mi viejo ejemplar que me recuerda a la edición de 1956.

Voy a permitirme extraer de un artículo contenido en Las esquinas de Caracas, que ilustra en algo el pasado de la ciudad y la nomenclatura de sus esquinas:
Las esquinas cambian sus nombres
A raíz de la Independencia, las esquinas de Caracas cambiaron sus nombres. La ciudad se hallaba dividida por una gran cruz que va de Norte a Sur, o sea del Ávila al Guaire y de Este a Oeste, o sea de Quebrada Honda a Catia, cuyo centro es la Torre de Catedral. Al viajero Deponds (sic) le llamó la atención sus calles rectilíneas "que orientan hacia los cuatro puntos cardinales" y Humboldt encontró que sus calles eran "anchas, bien alineadas y cortadas en ángulos rectos". Otro viajero la comparó a "un tablero de ajedrez levantada por uno de sus ángulos".
Cuadrilátero histórico de Caracas
Imagen tomada del grupo Caracas en Retrospectiva
Cortesía de la amiga Maria F. Sigillo
El año de 1847 Caracas tenía cinco puentes: Carlos III en La Pastora, Trinidad, San Pablo, Cruz de Punceles y uno en Candelaria: Ña Romualda. La gran cantidad de barrancos que rodeaba la ciudad necesitaba unos 25. Existían también unos pequeños puentes, como el de "Los Suspiros" sobre El Guaire, cerca de El Empedrado; el de San Francisco sobre el Caroata (calle de La Faltriquera); el de la Misericordia a Candelaria, Calle del Rosario y el del Anauco.
Antes de continuar, aclaremos un poco la confusión creada por la aplicación curiosa de los signos de puntuación de nuestra amiga Carmen La Feminista: 1) el puente Carlos III queda en La Pastora, bastante bien conservado y mantiene su nombre realista; 2) el de La Trinidad queda  (o quedaba) cerca del Panteón Nacional. La zona ha cambiado mucho desde que hicieron un viaducto y construyeron el mamotreto de la Biblioteca Nacional; 3) San Pablo quedaba en El Silencio, cerca de la esquina de San Pablo (Av. Baralt a la altura de la Plaza Miranda) Casi toda la quebrada de Caroata pasa embaulada bajo el centro de Caracas; 4) el de Cruz de Punceles, sobre la quebrada de Catuche, quedaba en el callejón que sube de la esquina de Punceres en la Av. Urdaneta (una media cuadra hacia el oeste queda la esquina de Plaza España y el "Puente de las Viudas" o de la Av. Fuerzas Armadas, donde está el mercadillo de libros viejos y usados, y 5) el de Ña Romualda (hoy esquina de Romualda), también sobre la quebrada de Catuche, también desapareció y las aguas infectas pasan, embauladas, bajo la calle, para luego resurgir entre edificios hacia la esquina de Puente Yánez. ¿Nos ubicamos?

Caracas en 1775. Este plano en su firma original tiene en su
parte superior el Poniente. Lo he volteado para que nos
ubiquemos mejor. Al extremo derecho la quebrada Anauco;
cruzando la ciudad por el centro en diagonal la de Catuche, al oeste
la de Caroata y abajo el río Guaire.
Menciona también como un puente menor al del Anauco. Al contrario, este puente fue importante porque en él terminaba la Calle Real de Caracas. Para ubicarlo nada más tenemos que ir a la esquina de Alcabala, en Candelaria (donde está el restaurant La Cita), y mirar en dirección este (hacia la Cruz Roja o esquina de Barrilito); allí comienza a descender la calle y a media cuadra veremos el puente con la quebrada de Anauco embaulada (una vez fue paseo peatonal, pero hoy es refugio de maleantes y fumadores de crack). El puente tiene una bellas arcadas ¡Acérquense sin bajar! Después comienza el camino a Petare, que fue el que tomó Bolívar en la emigración a Oriente en julio de 1814. Desconozco los otros puentes y tal vez desaparecieron en vida de Carmen Clemente.
En 1775 las 24 manzanas primitivas se han multiplicado y existen para esta fecha 134 manzanas de 150 varas cada una. En 1843 tiene 8 puentes; 10 calles Norte-Sur; 17 Este-Oeste; 140 esquinas....
Sí, Carmen, la ciudad fue creciendo. De 6.000 habitantes que tenía Caracas en 1677, llegó a tener alrededor de 45.000 a finales del siglo XVIII, para luego decaer hasta casi desaparecer a causa del terremoto de 1812 y la guerra de Independencia. Para 1876 la población llegó a las 50.300 almas y luego, con la pacificación del país y el surgimiento de la industria petrolera la población subió a 320.646 habitantes en 1946, 926.042 en 1954; llegando al millón en 1957 y a los dos millones en 1968. Ese crecimiento vertiginoso trajo cierto desarraigo en la población y la pérdida de ciertas costumbres caraqueñas. Cada vez es más difícil conseguir un caraqueño de pura raza, pero ese no es el tema que tratamos.
Algunas esquinas de Caracas cambian sus nombres. Así la "Esquina de Jesús" se llamó primero de "Las Cabezas", porque en ella se fijaban en grandes palos las cabezas de los patriotas. La esquina de "San Francisquito" recibió ese nombre cuando los frailes se retiraron allí después del terremoto del 4 de abril de 1812. La esquina de "Viento" se llama así porque allí se extendía una sabana frente a la plaza de Santa Rosalía que el pueblo bautizó con el nombre de "Sabaneta del Viento". La esquina de "Manduca" rememora el nombre de José González Manduca, quien tenía su casa en aquel sitio.
Iglesia de Santa Rosalía
Santa Rosalía a Candilito
Para este artículo, Carmen Clemente Travieso usó como fuente al libro La ciudad de los techos rojos, de Enrique Bernardo Núñez, y como don Enrique, salta de un tema a otro, lo que le da cierto sabor a su texto.  Bástenos con saber que los curiosos nombres de las esquinas del centro de Caracas (extendido hasta la zona de Los Caobos) no es obra de las autoridades municipales, sino del pueblo caraqueño, necesitado de una orientación en una ciudad en las que todas las casas se parecían. A veces los munícipes, por ignorancia o por soberbia -o ambas-, se les ocurre inventar un nombre que tal vez no perdure. 

Citemos dos casos: 1.) la Alcaldía del Municipio Libertador, en un arranque anticlerical, revolucionario y ateo y para celebrar el bicentenario de 1810, puso una placa de mármol de mala calidad al pie de la ceiba de San Francisco con letras muy coloradas y grandotas "Esquina de la Ceiba"... ¿Qué tal? Díganle a cualquier caraqueño que los oriente hacia la esquina de Ceiba... No podrá dar indicaciones y tal vez nos dirija a La Pastora, donde hay una esquina de ese nombre. El nombre de San Francisco precede a la siembra de la ceiba y en la próxima esquina hacia el oeste (esq. de la Bolsa) hay otra ceiba más frondosa y sana que la de San Francisco.
Iglesia de San Francisco
Esq. de San Francisco
2.) Nací en la Clínica Razetti en la esquina de Cervecería, Parroquia Candelaria. Hace unos dos años pasé por allí y vi una placa en la pared que decía "Esquina de la Razetti"; no era una placa reciente. Posiblemente las nuevas generaciones no sepan dónde quedaba la fábrica de la Cervecería Caracas, pero todo el mundo sabe dónde queda la clínica Razetti. Tal vez pronto todo el mundo la conozca sólo como Razetti y desaparecerá Cervecería.

La designación de una esquina con un nombre no tiene nada que ver con la importancia histórica o política de algún vecino, sino a la su valor social. Simón Bolívar nació de San Jacinto a Traposos (no se menciona a los Bolívar); En cambio un bodeguero isleño da el nombre a la esquina de Miguelacho (o Ño Miguelacho), también lo dieron una tabernera llamada Romualda y un pequeño comerciante (Ño Pastor). A veces es el anonimato el que aparece en nuestra nomenclatura popular, como El Muerto; otras veces algún objeto de utilidad pública: Pilita, Dos Pilitas, Hospital, Cárcel... o tal vez sea un lugar importante como Principal (por el Cuartel Principal) o Torre (de la Catedral); otras veces son plantas: Urapal, Mamey, Palma, Palmita, Bucare o Cardones; o es una advertencia: Pele el Ojo a Peligro. Nos puede parecer caprichoso, pero en su momento tuvo su lógica. Podríamos escribir un tratado clasificando las esquinas, pero mejor es visitarlas y conocer su historia.

Plaza de San Pablo
Esq. de san Pablo
Un último punto antes de concluir: las esquinas de Caracas tienen su jerarquía propia, correspondiendo a Torre el primer lugar. Así la Calle Real de Caracas en dirección Este sería: Torre a Madrices, Madrices a Marrón, Marrón a Cují, Cují a Romualda, Romualda a Manduca, Manduca a Ferrenquín, Ferrenquín a Cruz (de Candelaria), Cruz a Alcabala. Alcabala a Puente Anauco. Es incorrecto decir Puente Anauco a Alcabala. Es correcto decir Gradillas a Sociedad, e incorrecto Sociedad a Gradillas.

Volveremos en otra oportunidad a Carmen Clemente Travieso y su libro, que recomiendo especialmente a forasteros y jóvenes. Por el momento, les dejo un plano de la parte oeste del centro de Caracas como un incentivo a descubrir y explorar Caracas y sus esquinas.



En los 485 años de Santa Ana de Coro

Balcón de los Arcaya, Coro
El 26 de julio de 1527, Juan de Ampíes fundó, sin autorización real, a Santa Ana de Coro, primera capital y primer obispado de Venezuela, declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Como un pequeño homenaje a la Ciudad Raíz de Venezuela, transcribo algunos párrafos relativos a ella de la Historia de la Provincia de Venezuela (Libros El Nacional, Caracas, 2006), que contiene extractos de la Historia de la Conquista y Población de la Provincia de Venezuela, de don José de Oviedo y Baños. Como observo inconsistencias y errores en el texto, trataré de corregirlos utilizando el Diccionario de Historia de Venezuela (Fundación Polar, Caracas, 1997).
Capilla de San Clemente, Coro

Fundación de Coro
La noticia que la gente del navío de Cristóbal Guerra esparció por toda España de las riquezas que encerraba esta tierra firme causó gran conmoción principalmente en Andalucía, de manera que muchos mercaderes querían armar grandes navíos gozando de intereses muy crecidos. Por ese tiempo el emperador Carlos V dio permiso de que se hiciesen esclavos a los indios que se resistiesen a las conquistas españolas por lo que muchos comerciantes fueron a la isla La española y otras partes de la costa, desde Paria a Coro, tomando indios e incurriendo en abusos, por lo que se vio obligada la Audiencia de Santo domingo a procurar el remedio a los inconvenientes que se experimentaban en semejante desorden. Por lo cual se determinó enviar al capitán Juan de Ampíes, factor de la Real Hacienda de dicha ciudad, para poner fin a las vejaciones y malos tratos que ejecutaban los mercaderes con los miserables indios.
Monumento a Manaure.
Escultura de Alejandro Colina
Coro
Llegó Ampíes a Coro el año de 1527 y solicitó la amistad del cacique Manaure, poderoso en riqueza y vasallos, señor de toda aquella provincia habitada por la nación caquetía. Ampíes recibió el gran séquito que acompañaba a Manaure y el indio regaló al español diferentes piezas de oro, marta y otras alhajas cuyo importe llegó a once mil pesos, estableciendo perpetua alianza y prestando vasallaje a nuestro rey toda la nación caquetía, que observó después con toda lealtad, pese a que los desafueros de nuestros soldados dieron motivo de faltar a la obediencia. Por su lealtad continuada fueron siempre libres de tributos, hozando de libertad sin presión que los moleste.
Ampíes conoció la riqueza de la tierra, y su conveniencia, por la opulencia del cacique. Sin tener orden para ello, fundó, sin embargo, el día de Santa Ana de ese mismo año de 1527 la ciudad de Coro.
Patio de la Casa de las Ventanas de Hierro, Coro
Descripción de Coro
Esta ciudad tiene una temperatura cálida y en extremo seca, distante de la marina media legua. Su terreno es arenoso y falto de aguas, su comarca abundante y regalada. En ella se cría ganado vacuno y cabrío y considerable porción de mulas, tiene abundante salina y mucho trato con Cartagena, Santo Domingo y Caracas. El lugar es rico aunque la población corta. Su iglesia fue Catedral desde 1532, erigida por don Rodrigo de Bastidas, su primer obispo, hasta 1636 en que, por recelo de las invasiones enemigas, la trasladó a Caracas el obispo Juan López Agurto de la Mata. Hoy tiene un convento corto de la orden de San Francisco y una Ermita dedicada a San Nicolás Obispo.
El Diccionario de Historia de Venezuela nos amplía un poco la información:
Interior de la Catedral de Coro
Coro fue fundada con el nombre de Santa Ana de Coro por Juan de Ampíes hijo, quien actuaba en nombre de su padre. Fue el primer asentamiento que perduró en Tierra Firme. La ciudad de Coro es una de las que cuenta con más documentación histórica en Venezuela.
Decía de esta localidad el relator Pedro de Aguado: "Se hallan muy pocos naturales cerca de Coro que les pudiesen dar a los españoles el sustento que habían menester...". La presencia de aborígenes en las tierras corianas (del término curiana parece proceder el de Coro) era de varios siglos antes de la llegada de los conquistadores y ello se ha comprobado por los hallazgos arqueológicos que se han realizado en sus cercanías.
Iglesia de San Francisco y
Museo Arquidiocesano
Coro es una ciudad fácil de recorrer a pie y visitar sus numerosas casas señoriales, siempre y cuando se tomen las previsiones adecuadas: ropa ligera, protector solar y buena hidratación. Un buen paseo por la ciudad debería comenzar por la Cruz de San Clemente. En esa calle tenemos la Iglesia de San Clemente, la de San Francisco, el Museo Arquidiocesano, el Balcón de los Arcaya y más adelante la Casa de las Ventanas de Hierro (donde se puede organizar una visita al cementerio judío), la Casa del Tesoro y dedicarse a ver fachadas y ventanas.

Otro paseo debe incluir la Catedral, que tiene unas paredes como de fortaleza, la graciosa Casa de las Cien Ventanas, la Casa de los Senior y, en fin perderse por las diversas calles del centro. Los hoteles proveen a sus huéspedes planos de la ciudad y los corianos siempre están dispuestos a asistir al turista.

Si se desea visitar los Médanos, lo más recomendable es hacerlo temprano en la mañana o a la puesta del sol. Los pueblos vecinos y la Península de Paraguaná tienen un interesante atractivo.

Escudo de Armas de la
Muy Noble y Muy Leal
Ciudad de Coro


Médanos de Coro
Paseo Monseñor Iturriza


Columnas lobuladas
Patio de la Casa de los Senior

Patio del antiguo Convento de La Salceda (museo Arquidiocesano)
Visto desde el interior de la Iglesia de San Francisco


Casa del Tesoro o Casa del Obispo
(allí nació Mariano de Talavera y Garcés, IV Obispo de Guayana)


miércoles, 25 de julio de 2012

Feliz cumpleaños, Caracas

Valle de Caracas
Como un pequeño homenaje a Caracas, mi ciudad natal, que hoy cumple 445 años de fundada, extraigo del libro Caracas, la Gentil, de Pedro Diaz Sejias (Libros El Nacional, Caracas, 2005), algunos párrafos cónsonos con la efemérides:

EL VALLE DE CARACAS
Los orígenes del valle están llenos de leyendas. Su naturaleza deslumbrante, surcada de riachuelos, muchos con aspiraciones de ríos, al pie de moderadas montañas que lo separan del mar muy cercano, ha sido siempre un signo indeclinable de permanencia de una vitalidad vegetal, corporizada en los grandes árboles: mijaos, yagrumos, matapalos, bucares y la excesiva abundancia de flores, entre ellas orquídeas, claveles, rosas, bromelias y tantas otras especies. Oviedo y Baños, el pionero y más entusiasta cronista del valle de Caracas, fino escritor y uno de nuestros iniciales historiadores, se refiere al valle de Caracas en términos que son muy difíciles de sustituir al tratar de ponderar las bondades y las bellezas del escenario  que sirvió de asiento a la ciudad que andando el tiempo está considerada como una de las capitales de mayor atractivo en los vastos contornos de nuestro mar Caribe.
Manuel Cabré
No es posible adentrarse en los perfiles del valle de Caracas sin compartir la elegante y apasionada descripción que en su Conquista y población de la Provincia de Venezuela nos dejara para la posteridad don José de Oviedo y Baños. Leamos: "En un hermoso valle, tan fértil como alegre, y tan ameno como deleitable, que de Poniente a Oriente se dilata por cuatro leguas de longitud y poco más de media de latitud, en diez grados y medio de altura septentrional al pie de unas altas sierras, que con distancia de cinco leguas la dividen del mar, en el recinto que forman cuatro ríos, que porque no le faltase circunstancias para acreditarla paraíso, la cercan por todas partes, sin padecer sustos de que la aneguen: tiene su situación la ciudad de caracas en un temperamento tan del cielo que sin competencia es el mejor de cuantos tiene la América, pues además de ser saludable, parece que la escogió la primavera para su habitación continua, pues en igual templanza todo el año, ni el frío molesta, ni el calor enfada, ni los bochornos del estío fatigan, ni los rigores del invierno aflijen; sus aguas son muchas y claras y delgadas, pues los cuatro ríos que la rodean a competencia, le ofrecen sus cristales, brindando al apetito en su regalo, pues sin reconocer las violencias del verano, en el mayor rigor de la canícula, mantienen su frescura pasando en el mes de diciembre a más que frías..."
Pedro Centeno Vallenilla
Sin duda alguna, el elogio de Oviedo y Baños, en lo que podría llamarse la adolescencia del valle de Caracas, es lo más elocuente que pueda decirse de escenario tan singular.
En su forma primitiva, el valle, llamado por Francisco Fajardo "San Francisco", empezó a deslumbrar a diferentes grupos de moradores indígenas que encontraban en aquella especie de paraíso un rico escenario para su expansión y disfrute después de sus correrías por las costas vecinas del Caribe, llenas de peligro y exigentes sacrificios frente a la bravura del mar.
Con asiduidad moraban en las orillas del Guaire tribus como las de los Taramaymas, cuyo cacique vera Paramaconi, y muchas otras que compartían el placer de extasiarse en su naturaleza dotada de espontáneos recursos, fundamentales para la subsistencia de las tribus aquerenciadas en la privilegiada zona.
Pedro Centeno Vallenilla
... Por eso el valle de Caracas fue motivo de pugna, primero entre indígenas aposentados en la zona, y luego entre los conquistadores  que por varios incentivos, entre ellos el de una supuesta existencia de oro, ambicionaban establecerse de por vida en aquellos soñados parajes que estaban dispuestos a defender con todo el arrojo y extrema decisión.
...los enredijos provocados por las fascinantes tierras del valle de Caracas, entre criollos y españoles, fue una especie de estira y encoje durante un tiempo considerable. Lo cierto es que el exuberante valle tuvo, y conserva todavía, una mágica atracción, que perdura en los testimonios de quienes pudieron identificarse con su virginidad viva en una naturaleza que ha subsistido ante los embates del tiempo, impasible ante su belleza y eminente frescura.
Diego de Losada
por Antonio Herrera Toro
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SANTIAGO DE LEÓN DE CARACAS
Se ha observado que al nombre primitivo de la ciudad, Santiago de León, se le agregó posteriormente el de Caracas. y es que la región había sido bautizada por los indígenas nativos con el nombre de una planta muy abundante en su suelo, como es el bledo o pira, llamada científicamente después por Humboldt como amaranto.
... ...
Lo cierto es que la ciudad fundada por Diego de Losada el 25 de julio de 1567, sin muchos aspavientos, prácticamente perdió su nombre original para quedarse simplemente Caracas, extraído de la más honda espontaneidad de su pasado indígena.
El primer plano de Caracas data de 1578 y su original se conserva en el Archivo General de Indias, en Sevilla. Ciudad primigenia consta de veinticuatro manzanas. Era gobernador de la Provincia de Caracas don Juan de Pimentel.

Caracas en 1578
Plano de don Juan de Pimentel
El proceso de crecimiento de la pequeña ciudad fue lento. A pesar de las excelencias del valle, acostado a los pies del generoso Ávila, no todo dependía de los acomodos naturales, sino al contrario, pues muchos de los escollos para el desarrollo urbano se materializaban en la propia estructura física del paisaje, como eran la abundancia de quebradas y pequeños ríos que dividían la zona de una parte a otra  con sus grandes precipicios y barrancos que era necesario acometer con la edificación de puentes, propicios para la utilización de una topografía verdaderamente rebelde y primitiva.

Ya esa Caracas de eterna primavera, de felicidad acádica, desapareció hace mucho tiempos. Sus ríos de suaves linfas no atraen a Cloris ni a Tirsis, ni nos regalan con sus límpidos cristales; los cuatro ríos del Paraíso ahora son cloacas infectas. El clima siempre fresco y brumoso desapareció para no volver, gracias al abuso del concreto, los edificios con fachadas de vidrio y un excesivo parque automotor. La violencia, la marginalidad, la grosería y la pugnacidad, han remplazado al suave natural, la cortesía y el trato amable que hicieron famoso al caraqueño. ¡Caramba.... hasta el acento parsimonioso hemos perdido! La pobre odalisca se ve decrépita ante el siempre lozano sultán enamorado.

Caracas se merece un regalo ¿Qué le regalarías tú?

SEAMOS BUENOS CIUDADANOS

Les dejo dos fotos de las que circulan por la red. Caracas tiene "buen lejos"; ojalá se viera mejor de cerca. No seamos pesimistas  y pongamos nuestro grano de arena y hagamos de la Sultana del Ávila un sitio mejor para vivir.