Helios al mediodía, por Anton Raphael Mengs (1728-1779) |
HIMNO XXXI
AL SOL
Al Sol a celebrar comienza ahora, hija de Zeus, Musa Calíope, al resplandeciente, al que Eufrisea de ojos
de novilla
engendró para el hijo de la Tierra y el Cielo estrellado;
es que desposó a Eufrisea gloriosa Hiperión,
a su hermana carnal, que para él dio a luz hermosos hijos:
la Aurora de codos de rosa, la Luna de hermosas trenzas
y el Sol incansable, semejante a los inmortales,
que ilumina a los mortales y a los inmortales dioses
mientras con sus caballos viaja. Terrible es la mirada de sus ojos
bajo el dorado yelmo, brillantes rayos de sí
despide en todo su esplendor, y a lo largo de sus sienes las carrilleras
resplandecientes cubren, desde la cabeza, su agraciado rostro
que de lejos brilla. Un hermoso vestido en torno a su piel resplandece,
sutilmente trabajado, entre el soplo de los vientos, lo mismo que sus sementales
siempre que él detiene el carro de yugo de oro y los corceles
y excelso los conduce a través del cielo hacia el Océano.
Salud, soberano, benévolo, riqueza que al ánimo agrade concédeme
que, tras comenzar por ti, celebraré el linaje de los hombres de antaño,
los semidioses, cuyos hechos los dioses inmortales mostraron.
Helios conduciendo lo que Udón Pérez llama "la cuádriga del Sol". Perteneció al templo de Atenea en Troya Museo de Pérgamo, Berlín |
Selene y Endimión, por Filippo Lauri (1650) |
HIMNO XXXII
A LA LUNA
A la Luna sempiterna, de gráciles alas, cantad, Musas de dulce verbo, hijas del Crónida Zeus, duchas en el canto;
el resplandor que procede de ella y en el cielo se muestra la tierra abarca,
de su cabeza inmortal naciendo, y su belleza inmensa se manifiesta
cuando su luz ilumina: resplandece, oscuro el aire
ante su dorada corona; sus rayos brillan como a plena luz del día
cuando, tras lavarse en el Océano su hermoso cuerpo,
sus vestidos se viste, que a lo lejos rutilan, la divina Luna,
unce los potros de esbelto cuello, radiantes,
y con premura hacia delante azuza a sus caballos de hermosas crines,
a la hora de la tarde, cuando llena se halla; el rastro que deja es de gran tamaño,
y brillantísimos los rayos que entonces, en la fase creciente surgen
en el cielo: hito y señal para los mortales resulta.
Con ésta otrora el Crónida se unió en el amor y en el lecho,
y ella, embarazada, a Pandía engendró, doncella
que destacada figura posee entre los inmortales dioses.
Salud, soberana, diosa de los blancos brazos, divina Luna,
benévola, de hermosas guedejas: que, por ti comenzando, glorias de hombres
cantaré, de los semidioses, cuyas gestas celebran los aedos,
de las Musas servidores, con sus voces adorables.
Selene y Endimión, por Nicolas Poussin (1630) |
Fuente:
Himnos Homéricos
Edición y traducción de José B. Torres
Cátedra, Madrid, 2005
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