Debo confesar que fue luego de leer Inquisiciones peruanas (aquí), de Fernando Iwasaki, cuando me decidí a explorar Ajuar funerario (Páginas de Espuma, Madrid, 2012), a pesar de que Jesús el Librero me la recomendaba con énfasis. El Ajuar funerario es una colección de relatos brevísimos, algunos de sólo unas pocas líneas, que al mismo tiempo deleitan e inquietan al lector. En la contraportada:
Ajuar funerario es un homenaje a la literatura de terror y a la micronarrativa, porque Fernando Iwasaki ha logrado concentrar en diez o doce líneas todo el escalofrío, la náusea y el desasosiego del género. ¿Es posible que los fantasmas, las pesadillas, los ritos y las supersticiones nos puedan seguir asustando en pleno siglo XXI? Si se tiene hijos, insomnios o hipotecas, mejor no lea Ajuar funerario.No es tan grave y preocupante la cosa cuando el lector disfruta de este tipo de literatura, como es mi caso. Los leí de noche, cuando todo estaba en silencio. A pesar de su brevedad, las narraciones no pierden un ápice del terror o la desesperación que intentó el autor. Es buena literatura, sin duda.
En el Epílogo a la quinta edición, Iwasaki nos ilustra sobre su origen e influencias:
Desde que publiqué Ajuar funerario, los lectores han querido saber cuánto de Poe, Lovecraft o Hoffmann crepita en aquellas historias, pero yo trato en vano de hacerles ver que fueron las historias de la casa de mi abuela las que me prepararon para leer a Poe, Lovecraft y Hoffmann...
(...) En Ajuar funerario resuenan los ecos de Borges, Maupassant y Henry James; pero también pululan por ahí el corredor de los cuartos de los tíos muertos, el fantasma irascible de la bisabuela, la risa hweladora de Guillermina, el crucifijo sangriento de la cómoda de mi abuela y aquel Salón de los Muertos donde pasé una noche siniestra en 1970...
Fernando Iwasaki |