Jenofonte (430-354 a C) |
El amigo, casi hermano, Adolfo Medina me convidó un domingo a visitar la biblioteca de su difunto padre, Oscar Medina, quien fue banquero. Me picaba curiosidad por saber qué leería en sus horas libres alguien de esa profesión. Además, Adolfo, que no es aficionado a la lectura, me había invitado a llevarme a casa lo que quisiera. ¡Vaya, qué generosidad! En verdad provocaba contratar un camión para llevarse los libros y el mueble que los guarda.
¿Qué leía don Oscar? La biblioteca es una verdadera caja de sorpresas. Está toda bien organizada por secciones: arte, biografías, psicología, historia, política, ética, filosofía... Al parecer disfrutaba la obra de Stefan Zweig, pues tenía bastantes obras de este autor. Poseía libros de finales del siglo XIX y de todo el siglo XX. Se veía que el Sr. Medina los había leído y que los apreciaba. Una conversación con él debió ser muy agradable, sin duda. Mientras revisábamos esa arca del tesoro, se presenta Oscar Medina, el nieto. Le pregunté si él exploraba la biblioteca de su abuelo y le señalé que era su deber cuidarla pues todos los ejemplares estaban marcados con un sello muy discreto donde se lee OSCAR MEDINA. Son tuyos -le dije-, fíjate que llevan tu nombre... Herencia del abuelo.
Como ya dije, tenía carta blanca para llevarme de todo. Llamó mi atención un libro en rústica, de pequeño formato, en la sección de filosofía. Se titula Vida y doctrinas de Sócrates (Ediciones Ercilla, Santiago de chile, 1937) por Jenofonte. Es un libro difícil de conseguir. Sabía de su existencia, pero nunca lo vi en una librería, ni entre los vendedores de libros usados. Lo mismo debió sucederle a don Oscar. Lo más probable es que lo haya adquirido de segunda mano (como la mayoría de los libros curiosos), pues su propietario original, L. Marcano, lo adquirió el 21 de marzo de 1938 en la librería El Sport, frente al Capitolio, Esq. Padre Sierra, y así lo marcó a lápiz en una de sus páginas; debajo lleva el sello de Oscar Medina. Me he deleitado leyéndolo. Un millón de gracias, Adolfo.
A propósito de Jenofonte (o Xenofonte) y de esta obra, me permito extraer del Libro de Fragmentos (Editorial Argos Vergara, Barcelona, 1983) de Guillermo Morón, algunos párrafos pertinentes:
Guillermo Morón nos comenta. |
... el escritor escribió todos sus libros en el destierro. Se fue en la expedición de Ciro el joven, se quedó en tierra espartana, volvió sus armas contra Atenas, fue fiel a su esposa y a los hijos, aprendió de Sócrates el arte de la palabra, no fue enemigo de Platón, pasó a la eternidad por su escritura recatada, conservada, iluminada. Escribió Anábasis, la Ciropedia, y Helénicas; una descripción y memoria de aquella retirada con diez mil griegos sobrevivientes; una novela pedagógica, la primera antes de Las Aventuras de Telémaco; y una historia propiamente. Son las obras mayores, que usted, que es profesor, conoce.
Escribió (en el destierro) los otros libros. En primer lugar las Memorias de Sócrates (Apomnemonenmata en griego, Memorabilia en latín, tal vez Comentarios, digo yo, en español), que son cuatro libros para exaltar, ponderar y alabar al maestro y también para defenderlo después de muerto. ¿Cómo era Anito, acusador de Sócrates el sabio? Pequeño, gordo, getudo, medio calvo, tardo, rico, ignorante. ¿Cómo era Meleto, acusador de Sócrates el bueno? Más pequeño, seriote, cínico, medio calvo, abogado, poco más o menos. ¿Y eran ésos los que hablaban de corrupción? Ésos eran y ésos son. En segundo lugar el diálogo Oeconomicus, sobre la virtud del ahorro y la buena administración, y el Symposium, tiempo para recordar y conversar, gracias, amenidades, buenas palabras. Póngase también a cuenta de Jenofonte, mientras siga la discusión crítica, la Apología de Sócrates que es como llover sobre mojado porque ya estaban escritas las memorias.
(...) Ya envejecida la mano, pero seguro el pulso, escribió en el pequeño tratado final: "Por mi parte, he sostenido siempre que la constitución de un Estado refleja el carácter de sus dirigentes políticos" (Scripta Minora, Poroi, I.1) Y eso que "es el pueblo quien impulsa las naves y quien da fuerza a la ciudad" (La República de los atenienses, I,2). El desterrado, caballero de a caballo, militar, campesino y cazador, escribió así, con suavidad, dulzura, transparencia y claridad.
El volumen que me regaló Adolfo contiene las Memorias (Apomnemonenmata), la Apología y el Banquete (Symposium) y ya está colocado junto con Anábasis en la sección de clásicos griegos y latinos de mi biblioteca. Excelente libro. Espero que Adolfo y Oscar se animen a dar nueva vida a la biblioteca del patriarca.
Todo un tesoro ese libro estimado y esa biblioteca es un arca llena de maravillas.
ResponderEliminarUn abrazo
Tal cual. El Sr. Medina los cuidaba y mantenía con buen orden y hasta mandó a construir un mueble con puertas para protegerlos. Por falta de uso, lamentablemente, se han apolillado.
EliminarEl libro se lee con fluidez.
Un abrazo.